sábado, 11 de mayo de 2019

BHAGAVAD GITA - Capitulo 8 (Con apuntes de: W.Q. JUDGE y R. Crosbie)




ARJUNA: 

“¿Qué es ese Brahman?; ¿qué es el Adhyātman?; y ¿qué, ¡oh tú el mejor de los hombres!, es Karma? ¿Qué es también el Adhibhūta, y qué el Adhidaiva? ¿Y quién es también aquí el Adhiyajña, en este cuerpo, y también en el tuyo, oh matador de Madhu? Dime también, ¿cómo es que los hombres que están fijos en la meditación han de conocerte a ti en la hora de la muerte?” 

KṚṢṆA: 

“Brahman, el Supremo, es inextinguible. Adhyātman es el nombre de mi ser manifestándose en el Yo Individual. El Karma es la emanación que causa la existencia y la reproducción de todas las criaturas1. Adhibhūta es el Espíritu Supremo que habita en toda la naturaleza elemental, a través del misterioso poder de la ilusión de la naturaleza. Adhidaiva es el Puruṣa, la Persona Espiritual, y Adhiyajña soy yo mismo en este cuerpo, ¡oh mejor de los hombres encarnados! Y quienquiera que a la hora de la muerte abandone este cuerpo, fijo en una meditación sobre mí, sin duda a mí viene. Quienes, como consecuencia de su constante meditación sobre cualquier forma mía en particular, piensa en esa forma cuando abandona su forma mortal, hacia ella va, ¡oh hijo de Kuntī! Por lo tanto, en todo momento medita sólo en mí y lucha. 

Estando tu mente y tu Buddhi sólo puestos en mí, sin duda alguna, tú vendrás a mí. Y el hombre cuyo corazón habite solamente en mí, por meditación en el Supremo Espíritu, a ello asciende, ¡oh hijo de Pṛthā! Quienquiera que medita en el Todo-Sabiduría que no tiene principio, el Gobernante Supremo, el más pequeño de los más pequeños, el Sostén de todo, cuya forma es incomprensible, resplandeciente como el sol más allá de las tinieblas; con una mente no desviante, unido en devoción, y por el poder de la meditación concentrado a la hora de la muerte, y con sus poderes vitales centrados en el entrecejo, alcanza al Divino Supremo Espíritu.” “Yo te haré saber ahora el sendero que, aquéllos que son conocedores de los Vedas, llaman indestructible, y dentro del cual entran esos que están libres de apegos, y que es el sendero seguido por aquéllos que, con deseos de vivir la vida de un Brahmacārin2, laboran por la salvación. 

Porque aquél que cierra todas las puertas de sus sentidos, aprisionando su mente dentro de su corazón, fija su cabeza en los poderes vitales, y que se mantiene firme en la meditación, repitiendo el monosílabo OṀ, y que así continúa cuando ha abandonado su cuerpo, ese va hacia la meta suprema. Aquél que con el corazón no distraído hacia ningún objeto, medita en mí constantemente y a través de toda su vida, en verdad me alcanza a mí, ¡Oh hijo de Pṛthā! Y esos de grandes almas que han alcanzado la suprema perfección, vienen a mí y no incurren ya más en las rápidas revoluciones del nacimiento, porque los renacimientos son mansiones de dolor y de sufrimiento.” “Todos los mundos, hasta llegar al de Brahmā, están sujetos al renacimiento una y otra vez; pero aquéllos, ¡oh hijo de Kuntī!, que llegan a mí, no renacen más. 

Aquellos que conocen y están familiarizados con el día y la noche3, saben que el día de Brahmā tiene mil revoluciones de los yugas y que su noche se extiende por otras mil. Y a la llegada de ese día, todas las cosas surgen de lo inmanifestado hacia la manifestación, donde permanecen hasta que se aproxima otra vez la noche, dentro de la cual se sumergen de nuevo hacia lo inmanifestado. Toda esta colección de cosas existentes, habiendo así venido a la vida, es disuelta al acercarse la noche, ¡oh hijo de Pṛthā!; y ahora, otra vez, a la llegada del día, ello emana espontáneamente. Pero hay eso que a la disolución de todas las cosas no es destruido; que es indivisible, indestructible, y de una naturaleza distinta a lo visible. Eso llamado inmanifiesto e inextinguible, es llamado el objetivo supremo; que aquéllos que una vez lo han logrado, jamás retornan, ésta es mi suprema morada. Y esto que es Supremo, ¡oh hijo de Pṛthā!, y dentro de lo que todas las criaturas están incluidas y que todo lo compenetra, puede ser alcanzado por una devoción que esté dedicada solamente a eso.” “Y ahora te declararé a ti, ¡oh mejor de los Bhāratas!, en qué momento los yogin moribundos obtienen la libertad de la sujeción al renacimiento. 

Fuego, luz, día, la quincena de la luna creciente, y los seis meses del sol en su ascenso hacia el norte, los que se van en aquel entonces y conocen al Supremo Espíritu, van a lo Supremo. Pero aquéllos que parten en medio de la niebla, en la noche, durante la quincena de la luna menguante, y mientras el sol está en el sendero de su jornada hacia el sur, prosiguen por un tiempo a las regiones lunares y de nuevo retornan al nacimiento mortal. Estos dos, la luz y las tinieblas, son los senderos eternos del mundo; por el uno el hombre va hacia donde él no retorna, por el otro él regresa de nuevo a la tierra. Ningún devoto, ¡oh hijo de Pṛthā!, que conoce estos dos senderos, puede jamás equivocarse; por lo tanto, oh Arjuna, mantén fija tu devoción en todo momento4. 

El hombre de meditación que sabe todo esto, alcanza más allá de toda recompensa que prometan los Vedas, o que resultase de los sacrificios y las austeridades; o de las dádivas dadas por caridad, va hacia lo Supremo, y hacia el más alto sitial.” Y así, en la Upanishad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Octavo Capítulo, de nombre

— DEVOCIÓN AL ESPÍRITU OMNIPRESENTE DENOMINADO OṀ.

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1- Karma es aquí, por así decirlo, la acción de lo supremo, que es vista en su manifestación a través de la evolución de los mundos objetivos.
2- El voto Brahmacarya es un voto para vivir una vida de estudio religioso y de ascetismo -“siguiendo al Brahman”.
3- Esto se refiere a aquéllos que han adquirido el conocimiento de las últimas divisiones del tiempo, un poder que se le adjudica al yogin perfeccionado en la Filosofía del Yoga de Patañjali.

COMENTARIOS AL CAPITULO 8


La Bhagavad Gītā tiene un sub-título: “Libro de la Devoción”. Cada uno de sus capítulos, con la excepción del primero, trata de la devoción por algún medio particular; por lo tanto, los capítulos precedentes pueden ser considerados como conducentes a la más alta forma de devoción a través de variadas formas adoptadas por la humanidad. El octavo Capítulo se intitula: “Devoción al Espíritu Omnipresente llamado OṀ”. Este título es una clave a lo que sigue en este capítulo, como también es un sumario de lo que está contenido allí. La mente occidental puede encontrar difícil de captar esa idea de devoción hacia aquello que está en todas partes, porque la aceptación común del término implica un objeto al cual uno puede dedicarse a sí mismo; sin embargo, aquí a la devoción se le muestra como una cualidad inherente dentro de aquel que percibe y no en ningún objeto visto y es, por lo tanto, aplicable universal así como también particularmente. 

Los más profundos pensadores antiguos y modernos sostienen que Aquello que razona es más alto que la razón; y similarmente, Aquello que percibe formas y que adquiere conocimiento, está más allá de toda forma y no está limitado a ningún o por ningún grado de conocimiento. Estos sabios declaran y muestran que todas las limitaciones son autoimpuestas e impermanentes; por lo tanto hablan del universo manifestado como la “Gran Ilusión” producida por un sentido de separatividad general y temporal de todos los seres envueltos. Los esfuerzos de estos sabios, en todo momento, han sido dirigidos hacía la ayuda de la inteligencia progresiva de la humanidad, hacía una realización más y más verdadera de la naturaleza esencial de todos los seres, la única de la cual puede derivarse la perfección en el conocimiento y por lo tanto la suprema felicidad. 

“El Espíritu Omnipresente llamado Oṁ” se refiere al Espíritu Uno que anima a todos los mundos y todos los seres. Otra expresión para la misma idea es: “El Yo de todas las criaturas”;; y en el presente capítulo Kṛṣṇa comienza su respuesta a Arjuna diciéndole: “Brahman, el Supremo, es lo inextinguible”. Estos términos y muchos otros que son usados, no son más que diferentes formas de comunicar la misma idea. Una ayuda para la comprensión de esto puede ser lograda si realizamos que: “ese poder o habilidad de percibir es común a todas las criaturas” y que él mismo incluye todo aquello que implican esos términos abstractos, como Espíritu, Vida y Conciencia. En efecto, la Bhagavad Gītā no puede ser comprendida a menos que sea estudiada sobre la base de que: “Eso que vive y piensa en el Hombre es el Eterno Peregrino” y que “realmente es sabio aquel que ve y que sabe que todos los seres espirituales son de la misma clase y difieren sólo en grado”. Como se dijo anteriormente, Kṛṣṇa representa el Yo Superior de todos los seres; por lo tanto, todos esos discursos recibidos en su nombre debemos interpretarlos como siendo dirigidos a todos los hombres y no simplemente como de un personaje a otro. 

Entonces, comprenderemos que, cuando Él habla en términos de: “mi ser manifestándose como el Yo Individual”;; “Puruṣa, la Persona Espiritual” o “yo mismo en este cuerpo”, Él se está refiriendo a los constituyentes de cada ser humano. “El Karma es la emanación que causa la existencia y la reproducción de las criaturas”. Tal vez esta sentencia pueda parecer más clara si el estudiante toma en consideración el antiguo aforismo de que: “No hay Karma a menos que haya un ser que lo haya creado o que siente sus efectos”;; Karma significa acción y cada ser o criatura actúa de acuerdo a su propio grado de percepción y siente la reacción o efecto en ese mismo sentido, Karma como un todo, en lo que respecta a un mundo o a un sistema de mundos, es la interacción de todos los seres de cada grado que constituyen o que están conectados con semejantes mundos o sistemas. 

El Karma, por lo tanto, es inherente en todos los seres y no es auto-existente como tal, o impuesto por ningún imaginado originador de mundos. Kṛṣṇa muestra que la realización de la inmortalidad debe de ser lograda durante la vida en el cuerpo si es que el estado más elevado ha de ser alcanzado. Y una vez alcanzado, la necesidad de reencarnar cesa. Aquellos, sin embargo, cuyas creencias están fuertemente fijadas en alguna particular forma de existencia después de la muerte, logran una realización de eso a lo que ellos aspiraron y entonces, cuando el tiempo se ha cumplido, renacen en la tierra. La meditación de la que se habla como necesaria para el más alto logro, es a veces llamada: “la meditación de una vida” y significa que la inmortalidad del hombre tiene primero que ser asumida; y entonces, rígidamente adherirse a ella como la base para cada pensamiento y acción, pues es sólo de esta manera que una realización de la inmortalidad puede ser obtenida por los seres encarnados. Porque siendo del Espíritu del Hombre, que toda ley y todo poder procede, cada ser humano crea sus propias limitaciones en cada plano o nivel de ser; él puede transcender esas limitaciones sólo al revertir y manteniendo su inmortalidad, como el observador y experimentador de todos los cambios pasajeros, el cual queda inalterado e inalterable. A través del diálogo, Kṛṣṇa habla de varios senderos de devoción que son tomados por los hombres. 

La mayoría de estos senderos son seguidos con el propósito de obtener alguna deseada recompensa, tales como son la liberación del renacimiento, el disfrute del ideal de felicidad del individuo después de la liberación del cuerpo, la salvación individual. Kṛṣṇa nos demuestra aquí que todas las recompensas pueden ser obtenidas por un esfuerzo constante, pero que todas ellas son de duración temporal, necesitando un retorno a la existencia terrenal en algún período posterior, no importa cuán remoto sea. “El Brahmacarya, laborando por la salvación”, labora solamente para sí mismo;; él “va hacia la meta suprema”, pero en semejante estado él está más allá del poder de auxiliar a sus semejantes. Aun cuando él puede permanecer en ese estado de éxtasis por un período inmenso de tiempo, los deberes hacia su prójimo que él ha dejado a un lado con el propósito de obtener la salvación para sí mismo, inevitablemente lo colocarán, un día, en el lugar donde esos deberes han de ser cumplidos. El caso de tal individuo es muy diferente de “aquellas grandes almas que han logrado la perfección suprema” en conocimiento y en deber universal. 

“Todos los mundos, hasta el de Brahmā, están sujetos al renacimiento, una y otra vez”. 
En la sección que comienza con estas palabras Kṛṣṇa, está señalando la Ley de Periodicidad que prevalece en cada departamento de la Naturaleza. Esto está explicado en una forma más completa en la Doctrina Secreta de H.P. Blavatsky, Vol. I, en esa parte que se refiere a los Tres Principios Fundamentales. Brevemente explicados: nuestra presente existencia sobre la tierra es el resultado de vidas previas; la tierra actual es el resultado de mundos anteriores; el actual sistema solar es el resultado de otros previos. Todos estos ejemplos implican algún tipo de progreso, porque la esencia del progreso es el cambio. Todos los seres han evolucionado hacia su presente estado, ya sea éste alto o bajo y todos continúan, todavía, evolucionando; pues un universo infinito presenta infinitas posibilidades. “Pero”, nos dice Kṛṣṇa, “hay eso que a la disolución de todas las cosas no es destruido; que es indivisible, indestructible y de una naturaleza distinta a la visible”. 

Esta es la Divina Chispa del Espíritu, la Vida y la Conciencia en cada forma y ser. En el Hombre se le ha llamado “El Percibidor”, Eso que ve, que aprende y que conoce, aparte de todos los objetos, las circunstancias o las condiciones a través de las cuales Eso pasa. “Este Supremo, Oh hijo de Pṛthā, dentro de lo que todas las criaturas están incluidas y por quien todo esto está penetrado, puede ser logrado por una devoción que está dirigida a él solamente”. El “actuar por y como el Yo” en cada estado, bajo todas las condiciones y en cada circunstancia, es el supremo sendero que conduce a la meta suprema; es el sendero del deber en su aspecto supremo. 

“A ti ahora te declararé, Oh mejor de los Bhāratas, en qué momento los yogis murientes obtienen la liberación del renacimiento y la sujeción a ello”. Los yogis son aquellos que luchan por la unión con el Yo Superior. No todos tienen éxito en una sola vida, por lo tanto algunos son sujetos al renacimiento. Kṛṣṇa señala la condición de los planetas y de las estaciones en varios casos de partida y salida de este mundo. Bien parecería que, de lo específicamente dicho arriba, estas indicaciones mencionadas no aplican a aquellos cuyos pensamientos están basados en la existencia material y que en tales casos aplican otras reglas. Pero sería interesante considerar, en este caso, la declaración de los antiguos sabios de que todas las Almas no parten del cuerpo en la misma forma. 

Ellos sostienen que hay siete grandes plexos que gobiernan otros menores, estos representan canales a través de los cuales se reciben y se dan influencias. Cada uno de estos canales tiene su propia relación directa con una de las siete divisiones del sistema y por lo tanto, muestran que el Hombre tiene la posibilidad de relación consciente con todas esas divisiones. De aquí se concluiría que la idea que ha sido predominante durante una vida cualquiera requeriría, para su salida, algún canal particular que condujera a su apropiado reino ya sea de liberación o de esclavitud. Por lo tanto, el Hombre se ata a sí mismo o se libera a sí mismo en razón de su poder espiritual y su conexión con cada departamento y división de la gran Naturaleza. Kṛṣṇa concluye el Capítulo diciendo,

 “El hombre de meditación que conoce todo esto, alcanza más allá de cualquier recompensa que le haya sido prometida en los Vedas o que resulte de los sacrificios, o de las austeridades, o de las dádivas de caridad, pues va hacia lo supremo, al más alto lugar”. Este lugar máximo es llamado, a veces: “Omni-sapiencia”, la perfección del conocimiento, la posesión de lo cual confiere poder de acción sobre cualquier departamento de la Naturaleza manifiesta. Para alcanzar ese “sitial supremo” el más alto motivo ha de permanecer en todo pensamiento y acción y, probablemente, a través de muchas vidas. La idea de esa intención o motivo máximo puede ser comunicada por la reflexión sobre este antiguo juramento: 

“NUNCA BUSCARE NI RECIBIRÉ LA SALVACIÓN INDIVIDUAL Y PRIVADA.
NUNCA ENTRARÉ SOLO EN LA PAZ FINAL; PERO POR SIEMPRE Y POR TODAS PARTES VIVIRÉ Y ME ESFORZARÉ POR LA REDENCIÓN DE CADA CRIATURA EN TODO EL MUNDO.”

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