viernes, 30 de noviembre de 2018

Sabiduría Antigua (Parte III)



En fin, el tercer Logos, inteligencia universal, en la que existe el arquetipo de toda cosa y es fuente de los seres, manantial de las energías formadoras y tesoro donde están almacenadas todas las formas ideales que se han manifestado y elaborado en la materia en los planos inferiores durante la evolución del universo. 
 Estos arquetipos son fruto de los universos pasados, transmitidos para servir de germen al universo presente. La manifestación fenoménica de un universo cualquiera, en espíritu y materia, es finita como extensión y transitoria como duración. Pero las raíces del espíritu y la materia son eternas. 
 Un profundo escritor ha dicho que el Logos percibe la raíz de la materia (MULAPRAKRITI) como velo que cubre la Existencia Una, el Supremo Brahman (Parabrahman) según la denominación antigua. 

 El Logos se reviste de ese velo para producir la manifestación. Se sirve del como de limite voluntariamente impuesto únicamente para hacer posible su actividad y del toma la materia para elaborar esos universos, siendo la vida animación que guía y rige toda forma. (Por esto ciertos libros sagrados de Oriente le llaman 
El Señor de Maya, porque Maya o ilusión es el principio de la Forma. La forma se considera como ilusión a consecuencia de su naturaleza transitoria y de sus perpetuas transformaciones. La vida expresada bajo el velo de la forma es, al contrario, la realidad.) De lo que pasa en los planos más elevados del universo, el séptimo y el sexto, no podemos tener sino muy vaga idea. La energía del Logos, al moverse en un torbellino de inconcebible rapidez, “abre agujeros en el espacio”, en la raíz de la materia; y ese remolino de vida limitado por una envoltura perteneciente a Mulaprakriti, forma el átomo primordial. 

Los átomos primordiales y sus agrupaciones diversas, diseminados en todo el universo, forman todas las subdivisiones del espíritu—materia del sétimo plano, una parte de esos innumerables átomos primordiales determinan torbellinos en el seno de agregados más densos de su propio plano. El átomo primordial, revestido así de una cubierta de espirales constituidas por combinaciones más densas del séptimo plano, viene a ser el último elemento de espíritu—materia, es decir, el átomo del sexto plano. Los átomos del sexto plano, con la infinita variedad d combinaciones que forman entre sí, constituyen las diversas subdivisiones del espíritu—materia del sexto plano cósmico. Y el átomo del sexto plano, a su vez, determina un torbellino en el seno de los agregados más densos de su propio plano, y con esos agregados más densos como envoltura, viene a ser lo más sutil de espíritu—materia, es decir, el átomo del quinto plano. 

El mismo proceso se repite luego para formar sucesivamente el espíritu—materia de los planos cuarto, tercero, segundo y primero. Tales son las siete grandes regiones del universo, al menos en lo que concierne a su constitución material. Por analogía, podremos formarnos una idea más clara de ello, cuando comprendamos perfectamente las modificaciones del espíritu—materia de nuestro propio mundo físico. (El estudiante encontrará esta concepción más clara si considera los átomos del quinto plano como Atma, los del cuarto como Atma envuelta en la substancia de Buddhi, los del tercero como Atma envuelto en la substancia de Buddhi Manas y Kama; y los del segundo plano como Atma envuelta en la substancia de Buddhi Manas Kama y Sthula. Sólo la cubierta externa es activa en cada plano; pero los principios internos, aunque latentes, no dejan de estar presentes y prontos a despertar a la vida activa en el arco ascendente del ciclo de la evolución) Él término espíritu- materia se emplea con objeto de significar que no hay materia muerta. Toda materia es viva y las partículas más pequeñas tienen vida. La ciencia afirma con verdad al decir “no hay fuerza sin materia ni materia sin fuerza” La fuerza y la materia están unidas por indisoluble lazo a través de todas las edades de la vida del universo y nada puede separarlas. La materia es la forma y no hay forma que no exprese vida; el espíritu es vida, y no hay vida que no este limitada por una forma. 

 TAMBIEN EL LOGOS, EL SEÑOR SUPREMO, TIENE EL UNIVERSO POR FORMA, MIENTRAS DURA LA MANIFESTACION. 

 La involución de la vida del Logos como fuerza animadora de cada partícula y su envolvimiento sucesivo en el espíritu- materia de los diferentes planos, de suerte que los materiales de cada uno, además de las energías que le son propias, contienen en estado latente u oculto todas las posibilidades de forma y de fuerza pertenecientes a los planos superiores, esos dos hechos evidencian la evolución cierta y dan a la mas ínfima partícula las potencias que, gradualmente transformadas en poderes activos la capacitan para entrar en las formas de seres mas elevados. La evolución puede resumirse así en una sola frase, diciendo que”: Es el tránsito de las potencias latentes al estado de poderes activos”. La segunda gran oleada de evolución, la evolución de la forma del yo—conciencia, se examinarán más adelante. Estas tres corrientes de evolución que pueden observarse en la tierra con relación a la humanidad; fabricación de materiales, construcción de la casa y desarrollo del ser que vive en ella, o mejor, según los términos antes empleados, evolución del espíritu –materia, evolución de la forma y evolución del yo – conciencia. Si el lector puede fijarse puede en esta idea, se obtendrá una indicación precisa y útil para guiarse a través del laberinto de los hechos. 
Podemos pasar ahora al examen detallado del plano físico, en el que nuestro mundo existe y al que pertenece nuestro cuerpo carnal. Lo que ante todo nos llama más la atención cuando examinamos los materiales de este plano, es su inmensa diversidad. Los objetos que nos rodean son de variedad infinita, minerales, vegetales, animales, todos difieren en su constitución. Además la materia dura o blanda, transparente u opaca, tenaz o maleable, dulce o amarga, agradable o nauseabunda, coloreada o incolora. 

De esa conjunción surgen, como clasificación fundamental los tres grandes estados generales de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Un examen más atento nos muestra que los sólidos, líquidos y gases están constituidos por combinaciones de cuerpos simplicísimos, llamados por los químicos elementos, que también pueden existir en estado sólido, líquido y gaseoso sin intercambiar de naturaleza. Así el elemento químico oxigeno entra en la composición de la madera formando con algunos otros elementos las fibras leñosas sólidas; existe igualmente en la savia, formando con otros elementos una combinación líquida, el agua; y finalmente subsiste por sí mismo como gas. Bajo estas tres condiciones es siempre oxigeno, y puede además reducirse de estado gaseoso a liquido y de este al sólido sin dejar de ser oxigeno puro; y lo mismo ocurre con los demás elementos. Obtenemos así tres subdivisiones o estados de la materia en explano físico: los sólidos, los líquidos y los gases. Obtenemos así tres subdivisiones o estados de la materia en el plano físico: los sólidos, los líquidos y los gases. Prosiguiendo nuestra indagación encontramos un curto estado, el éter; e investigaciones todavía más minuciosas nos enseñan que el éter existe bajo cuatro estados tan claramente definidos como los estados sólido, líquido y gaseoso. Tomemos el oxígeno como ejemplo. 

Así como puede reducirse del estado gaseoso al líquido, y de esta al sólido, también puede elevarse a partir del estado gaseoso, a través de los cuatro estados etéreos, de los que el último está constituido por el último átomo físico. Cuando este átomo físico se descompone, la materia abandona por completo el plano físico y pasa al plano superior inmediato. La lámina adjunta presenta tres cuerpos en el estado gaseoso y en los cuatro estados etéreos. Se observará que la estructura del último átomo físico es la misma para todos, y que la diversidad de los elementos químicos se debe a la diversidad de combinaciones que forman entre sí esos últimos átomos físicos. La séptima subdivisión del espíritu—materia física está formada, pues, por átomos homogéneos. La sexta, por combinaciones heterogéneas muy sencillísimas de esos átomos, cada una de los cuales se conduce como unidad nueva. La quinta y la cuarta lo están por combinaciones de creciente complejidad, condiciéndose cada una también como unidad. 

La tercera, en fin, se compone de organizaciones todavía más complicadas, consideradas por los químicos como los átomos gaseosos de los elementos. En esta subdivisión, gran número de las combinaciones consideradas ha tomado nombres especiales: oxígeno, nitrógeno, cloro, etc., y cada combinación nuevamente descubierta otro nombre a su vez. La segunda subdivisión se compone de combinaciones en estado líquido; unas consideradas como elementos, como el bromo; otras como compuestos, como el agua. En fin, la primera subdivisión contiene los sólidos que se consideran como elementos: yodo, oro, plomo etc; o como compuestos: madera, piedra, creta, etc. El plano físico puede servir de modelo al estudiante, según ese tipo general, podrá por analogía formarse idea de las subdivisiones del espíritu—materia de los demás planos. Cuando el teósofo habla de un plano, entiende una región completamente compuesta del espíritu—materia en todas las combinaciones que se derivan de un tipo especial de átomo. 
Tales átomos fundamentales son a su vez unidades complejas organizadas de materia análoga. Su vida es la vida del Logos, velada bajo mayor o menor número de envolturas, según el plano considerado. Su forma se compone de la materia más grosera o materia sólida del plano inmediato superior. 

Un plano no es, pues, sólo una idea metafísica, sino una subdivisión de la naturaleza. Hasta ahora hemos estudiado los resultados de la evolución del espíritu—materia en nuestro mundo físico, subdivisión la más inferior del sistema a que pertenecemos. Durante edades sin cuento la corriente de evolución del espíritu—materia formó la substancia cósmica, y en los materiales de nuestro globo vemos el resultado de ese trabajo de elaboración. Pero cuando estudiamos los seres que habitan este mundo físico, tenemos que considerar la evolución de las formas constituyentes de los organismos aparte de los materiales. Cuando la evolución de los materiales alcanzó un grado suficiente, la segunda gran oleada de vida procedente del Logos dio el impulso a la evolución de la forma y fue la fuerza organizadora (En tanto que Atma-buddhi es indivisible en acción, y por esto denominada la Mónada, todas las formas tienen Atma-Buddhi como vida reguladora.) de su universo, ayudado en la construcción de formas por medio de combinaciones de espíritu—materia, por innumerables cohortes de seres llamados constructores ( Algunos de estos Constructores son inteligencias espirituales de orden elevadísimo; pero el nombre se aplica también a los elementos o espíritus de la naturaleza. —V. más adelante el capítulo XII.) La vida del Logos que reside en el corazón de cada forma es la energía central directora y regente. Es imposible estudiar aquí al pormenor esa construcción de las formas sobre los planos superiores. Baste decir que todas las formas existen como idea en la inteligencia del Logos, y que por esa segunda oleada de vida se manifiesten para servir de modelos a los constructores. 

En el tercero y el segundo plano, las primeras combinaciones de espíritu—materia están organizadas de manera que pueden fácilmente agruparse en formas para desempeñar momentáneamente el papel de unidades independientes y encargarse de dar poco hábito de estabilidad al espíritu—materia cuando se encuentra bajo forma de organismo. Este proceso determina en el tercero y segundo plano la existencia de tres reinos llamados elementales, y las de substancia que se forma en ellos llevan generalmente el nombre de esencia elemental. Esta esencia se moldea, por agregaciones, en formas que subsisten cierto tiempo para dispersarse en seguida. La vida expansiva del Logos, o Mónada, evoluciona descendiendo a través de esos tres reinos, y alcanza fácilmente el plano físico, donde comienza a agrupar en torno de ella las partículas de éter que mantiene en formas diáfanas atravesadas por corrientes vitales. 

En esas formas se congregan los materiales más densos, constituyendo los primeros minerales. Estos evidencian admirablemente, como puede comprobarse viendo cualquier obra de cristalografía, los datos numéricos y geométricos que sirven para la construcción de las formas. Igualmente nos aseguramos por muchísimos testimonios, de que la vida obra en todos los cuerpos minerales, aunque se encuentre en ellos verdaderamente aprisionada, limitada y reducida en sumo grado. El fenómeno de la “fatiga de los metales” muestra que son también cosas vivas. Pero baste decir aquí que la doctrina oculta los considera como tales, puesto que sabe, según acabamos de ver, como la vida se encuentra involucionada en ellos. Habiendo adquirido una gran estabilidad de forma en muchos de los minerales, La Mónada evolutiva elabora una plasticidad más grande en el reino vegetal, continuando esa plasticidad con estabilidad provista de organización. Estos caracteres de estabilidad y plasticidad combinados, adquieren todavía expresión más equilibrada en el reino animal y alcanzan finalmente el sumo equilibrio en el hombre, cuyo cuerpo físico está constituido por compuestos más instables, que permiten una gran adaptación, pero que se unen por una fuerza central de combinación que resiste a la disgregación general hasta en las condiciones más diversas. 

 El cuerpo físico del hombre contiene dos divisiones esenciales; el cuerpo denso, cuyos elementos están formados de las tres subdivisiones del plano físico, sólido, liquido y gaseoso; y del doble etéreo, de un gris violeta o azulado compenetrado con el cuerpo material compuesto de materiales tomados de las cuatro subdivisiones superiores del mismo plano. La función general del cuerpo físico consiste en recibir los contactos del mundo exterior y transmitirles al interior como efectos materiales para trabajar sobre ellos, a fin de allegar conocimiento al ser consciente que reside en el cuerpo. El doble etéreo llena, además del papel especial de intermediario, el de agente transformador, gracias al cual la energía vital irradiada por el sol pueda adaptarse al uso de las partículas más densas. 

 El sol separa nuestro sistema el gran observatorio de fuerzas eléctricas, magnéticas y vitales, que derrama con abundancia. Estas corrientes vivificadoras se asimilan por el doble etéreo de los minerales, los vegetales y los hombres y se transforman en las diversas energías vitales necesarias para cada ser. (La vida solar así apropiada recibe el nombre de PRANA y viene a ser el soplo de vida de cada criatura. PRANA es el nombre que sirve para designar la vida universal asimilada por una entidad de la que esta separada) El doble etéreo las absorbe, las especializa y las distribuye por el cuerpo material. Se ha observado que, en estado de buena salud, el doble etéreo transmite también una cantidad de energía vital mucho mayor que la exigida por el cuerpo físico para su mantenimiento. El excedente irradia en todos sentidos y puede utilizarse por los organismos más débiles. 

 Se da el nombre de aura de salud a la porción de doble etéreo que se desborda del cuerpo físico y que lo rodea algunos centímetros en todos los sentidos. Se le puede observa sobre toda la superficie del cuerpo en líneas que irradian como los radios de una esfera. Estas líneas se inclinan hacia el suelo cuando hay poca vitalidad y la salud esta debilitada; pero cuando las fuerzas reviven, irradian de nuevo perpendicularmente a la superficie del cuerpo. Esta es la energía vital, especializada por el doble etéreo, que el magnetizador gesta para restaurar las fuerzas o curar la enfermedad, y a la que se mezclan comúnmente otras corrientes más sutiles. Tal es la causa de la depresión de la energía vital que atestigua el agotamiento del magnetizador cuando prolonga el exceso de trabajo. El cuerpo humano es sutil o denso en su contextura, según los materiales tomados del plano físico para su composición. 

 Cada subdivisión de la materia suministra substancias más sutiles o más densas. Compárese, por ejemplo, el cuerpo de un carnicero con el delicado sabio. Ambos contienen sólidos; pero cuanto difiere su cualidad. Sabemos también que se puede refinar un cuerpo grosero y hacerse más basto uno delicado. 

 El cuerpo cambia sin cesar. Cada partícula es una vida y las vidas van y vienen. Un cuerpo vibrante las atrae al mismo diapasón que ellas y la rechaza un cuerpo de naturaleza opuesta. Todas las cosas viven en vibraciones rítmicas, se atraen por la armonía y se separan por la disonancia. Un cuerpo puro rechaza las partículas impuras porque tienen una vibración incompatible con la suya; y al contrario, un cuerpo grosero las atrae por el acuerdo de esas vibraciones. De lo que se infiere que si el cuerpo cambia su ritmo de vibración arroja gradualmente de su seno los elementos constituyentes que no pueden vibrar al unísono, reemplazándolos con otros tomados de la naturaleza externa mas en armonía con él. La naturaleza suministra los materiales vibrando según todos los modos posibles y cada cuerpo ejerce su selección mas adecuada. En la construcción primitiva de los cuerpos humanos, la selección debiese a la Monada de la Forma; pero ahora el hombre es un ser consciente y preside, por lo tanto, su propia construcción. 
 Por su pensamiento hace resonar la tónica de su armonía individual y determina los ritmos que son los factores más poderosos en las modificaciones continuas de su cuerpo físico y sus demás cuerpos. 

 A medida que aumenta su conocimiento, aprende a edificar su cuerpo físico con ayuda de una nutrición pura, facilitando él ponerle a diapasón. Aprende así a vivir según el axioma de la pureza: “Alimento puro, pensamiento puro y un continuo recuerdo de Dios”. La criatura más elevada, si vive sobre el plano físico, es sobre este plano el virrey del Logos, responsable según la extensión de sus poderes, del orden, paz, y buena armonía que debe reinar en dicho plano. Y ese deber no pude cumplirse sin la triple condición que acabamos de enunciar. El cuerpo físico, al tomar sus elementos de todas las subdivisiones del plano físico, es apto para recibir impresiones de toda clase y responder a ellas. Los primeros contactos serán las más sencillas y groseras clases, y como la vibración emitida por la vida interior en respuesta a la excitación externa suscita entre las moléculas del cuerpo movimientos correspondientes, poco a poco el sentido del tacto se desarrolla sobre la superficie del organismo permitiendo reconocer la presencia de objetos. 

 A medida que se forman los órganos especiales, para recibir las vibraciones de determinados géneros, el valor del cuerpo aumenta y se prepara para ser un dic en explano físico el vehículo de una entidad propiamente consciente. Cuantas mas impresiones diversas puede recibir, mayor Será su utilidad, porque solo las impresiones a que pueda responder llegaran a la conciencia de ser encarnado. 
 Aun ahora, a nuestro alrededor, en la naturaleza física, hay una infinidad de vibraciones que se nos escapan por completo, porque nuestro cuerpo físico es incapaz de recibirlas, es decir, de vibrar al unísono. Bellezas inimaginables, sonidos armoniosos y sutilidades delicadas chocan contra los muros de nuestra prisión y pasan inadvertidas. Aun no se ha desarrollado el cuerpo perfecto que vibrara respondiendo a todos los estremecimientos de la naturaleza como arpa cólica al soplo del céfiro. Cuando el cuerpo puede recibir las vibraciones las trasmite a los centros físicos de su sistema nervioso sumamente complejo. Igualmente las vibraciones etéreas que acompañan a todas las vibraciones de los materiales más densos, se reciben por el doble etéreo y se transmiten a los centros correspondientes. La mayoría de las vibraciones de la materia densa se transforman en energía química, en calor o en otras formas de energía física. 

 Las vibraciones etéreas ocasionan acciones magnéticas y eléctricas y se transmiten al cuerpo astral, donde alcanzan la inteligencia. Así es como las informaciones del mundo exterior llegan al ser consciente que habita en él cuerpo o al “Señor del cuerpo” como se le llama a veces. A medida que las vías de información se perfeccionan por el ejercicio del ser consciente se desarrolla gracias a los materiales que suministran a su pensamiento. Ahora bien: El bien: hombre de nuestros días ha evolucionado todavía poco y su doble etéreo no es suficientemente armónico para transmitirle regularmente las impresiones recibidas independientemente del cuerpo material, así como tampoco, para fijarlas en el cerebro. A veces sin embargo, la transmisión se efectúa y tenemos entonces la clarividencia en su forma más inferior, visión por el doble etéreo de los objetos cuya envoltura más material es un cuerpo etéreo. Como veremos hombre anima una serie de vehículos: físico, astral y mental, y es importante saber y recordar que, en nuestra evolución ascendente, el vehículo inferior, el cuerpo físico denso, es el primero que rige y racionaliza la conciencia. 

 El cerebro físico es el instrumento de la conciencia en estado de vigilia sobre el plano físico, y en el hombre puro evolucionado la conciencia funciona aquí de un modo más efectivo que en cualquier otro vehículo. Sus potencias son inferiores a las de los vehículos más sutiles, pero sus realizaciones son más grandes, y el hombre se conoce como “yo” en el cuerpo físico antes de descubrirse en los demás. Pero si esta mas evolucionado que el promedio de su raza, no se revelara aquí abajo sino en los limites permitidos por su organismo físico, porque de conciencia únicamente puede manifestar sobre el plano físico lo que el vehículo físico es capaz de recibir. En general el cuerpo denso y el cuerpo etéreo no se separan jamás en la vida terrestre. Funcionan juntamente, en el estado normal, como las cuerdas altas y bajas de un mismo instrumento cuando se efectúa un acorde; pero ejercen además funciones distintas, aunque coordinadas. 

En condiciones de poca salud o de sobreexcitación nerviosa el doble etéreo puede proyectarse anormalmente en gran parte fuera del cuerpo denso. Este ultimo tiene entonces una conciencia muy vaga o se haya en estado de trance según sea la mayor o menor proporción de substancia etérea exteriorizada. 
Los anestésicos del cuerpo la mayor parte del doble etéreo, de suerte que la conciencia no puede afectar su vehículo material ni ser afectada por él, rompiéndose el lazo de comunicación. En las personas de organización ahora llamadas MEDIUMS, la separación del cuerpo etéreo y del cuerpo denso se efectúa fácilmente, y el doble etéreo exteriorizado suministra en gran medida la base física necesaria a las “materializaciones”. Al dormir, cuando la conciencia deja el vehículo físico que utiliza en estado de vigilia, el cuerpo denso y el cuerpo etéreo descansan conjuntamente. Pero en la vida del sueño físico funciona independientemente uno del otro hasta cierto punto. 

 Las impresiones recibidas en la vigilia se producen automáticamente en el cuerpo, y el cerebro material y el cerebro etéreo se llenan ambos de imágenes fragmentarias e incoherentes, donde las vibraciones se atropellan, por decirlo así, entre ellas mismas, produciendo las combinaciones más grotescas. Las vibraciones externas vienen igualmente a afectar esos dos vehículos, y las combinaciones (asociaciones) frecuentemente repetidas en estado de vigilia son traídas nuevamente a la actividad por corrientes astrales de la naturaleza análoga. Las imágenes producidas en nuestro sueño engendradas espontáneamente o suscitadas por una fuerza externa, se hallan determinadas en gran parte por la pureza o impureza de nuestros pensamientos en estado de vigilia. Al acaecer el fenómeno que se llama muerte, la conciencia se evade y despoja al cuerpo etéreo de la envoltura densa. Rompe así el lazo magnético que unía esas dos partes del cuerpo físico en la vida terrestre, y el ser consciente permanece envuelto por algunas horas, en su vestido etéreo. A veces se manifiesta en tal estado a las personas que están cerca del. 

Bajo una forma nebulosa, vagamente consciente y muda; el fantasma. El doble puede igualmente verse después que el ser consciente se ha evadido del, flotando sobre la tumba donde el cadáver material yace, y se disgrega lentamente con el tiempo. Cuando llega el momento de renacer, el cuerpo denso, en su desarrollo prenatal, sigue paso a paso al doble etéreo que esta constituido gradualmente con anticipación. Puede decirse que esos dos cuerpos determinan los límites en que el ser consciente ha de vivir y trabajar durante su vida terrestre. Este asunto se esclarecerá más completamente en el capítulo IX, que tiene por objeto el Karma.

ANNIE BESANT

domingo, 25 de noviembre de 2018

LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA



QUINTA CONFERENCIA 

La  semana pasada analizamos en forma inadecuada la evolución del hombre, el pensador, el morador de los cuerpos, que los utiliza mediante el ciclo de evolución. Vimos que constituía el resumen de las evoluciones precedentes. En dos conferencias anteriores nos preparamos para el estudio de esa evolución, considerando primero la sustancia o materia atómica, antes de ser utilizada para construir la forma, o el diminuto átomo antes de ser incorporado a determinado vehículo. Después estudiamos la construcción de las formas, por medio de la gran ley de atracción que agrupa a los átomos, haciendo que se adhieran y vibren al unísono, produciendo una forma o conglomerado de átomos. Reconocimos que en la sustancia atómica había un aspecto de la Deidad y de la fuerza central o energía del sistema solar, manifestándose como el aspecto inteligencia, y vimos manifiesta en el aspecto forma de la naturaleza otra cualidad de la Deidad, la de amor o atracción, fuerza cohesiva que mantiene la unidad de la forma. 

Después nos ocupamos del ser humano u hombre, y observamos que reúne los tres aspectos divinos, y lo reconocimos como la voluntad central, manifestándose mediante una forma compuesta de átomos, expresando las tres cualidades de Dios, inteligencia, amor-sabiduría y voluntad o poder. Hoy nos apartaremos del aspecto materia de la manifestación, tratado ya, y entraremos a considerar la conciencia de la forma. Notamos que el átomo puede considerarse como la Vida central manifestada por medio de la forma esferoidal, expresando la facultad mental; el átomo humano también puede ser considerado como una positiva vida central que utiliza una forma y denota las distintas cualidades ya enumeradas; dijimos que si nuestra hipótesis sobre el átomo era correcta y si estábamos en lo cierto al considerar al ser humano como un átomo, podríamos entonces aplicar este primer concepto al planeta y decir que en el átomo planetario reside una excelsa Vida manifestada a través de una forma, denotando cualidades específicas al llevar a cabo una meta específica; por último extendimos este concepto a la gran esfera del sistema solar y a la Deidad que mora en ella. Ahora nos ocuparemos de la cuestión de la conciencia; estudiaremos brevemente el problema y la reacción de la vida en la forma. 

Si con esto les proporciono unas pocas ideas generales de acuerdo con lo dicho anteriormente, colocaré un ladrillo más sobre la estructura que trato de erigir. La palabra conciencia deriva de dos palabras latinas: con, con, y scio, saber, y literalmente significa "aquello por lo cual conocemos". Los diccionarios definen la conciencia como "el estado de ser consciente" o la condición de percibir, la capacidad de responder a los estímulos, de reconocer contactos y el poder de sincronizar vibraciones. 
Estas frases pueden ser incluidas en cualquier definición de la conciencia, pero lo que quiero acentuar ahora es la que proporciona el Standard Dictionary, ya mencionado. Al pensador común que consulta la mayoría de los textos que se ocupan del tema, le resultará confuso, porque fragmentan la conciencia y el estado de ser consciente en varias divisiones y subdivisiones hasta llegar a confundirlos. Sólo trataremos hoy tres tipos de conciencia, a saber: conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual. De los tres, sólo dos pueden definirse más o menos con claridad. 

Para el pensador común es prácticamente imposible conocer la conciencia absoluta. Un autor la define como "la conciencia en que existe todo, tanto lo posible como lo actual" y concierne a todo lo que puede concebirse como que ocurrió, está ocurriendo u ocurrirá. Posiblemente, ésta es la conciencia absoluta, y desde el punto de vista humano es la conciencia de Dios, que contiene en sí el pasado, el presente y el futuro. Por lo tanto ¿qué es la conciencia universal? Podría definírsela como la conciencia que piensa en tiempo y espacio, conciencia con ideas de ubicación y sucesión, involucradas en sí, o, en realidad, conciencia grupal, el grupo mismo formando una unidad mayor o menor. Finalmente, la conciencia individual puede definirse como esa medida de conciencia universal, que la unidad separada puede alcanzar y concebir de sí misma. Para comprender estas vagas expresiones de conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual, será de ayuda si trato de ilustrarlas. 

Vimos en anteriores conferencias que el átomo debe ser considerado en el cuerpo humano como una minúscula entidad, una diminuta vida inteligente y una microscópica esfera activa. Tomemos ahora la pequeña célula como punto de partida y obtendremos por su intermedio algún concepto de lo que son estos tres tipos de conciencia, observándolos desde el punto de vista del átomo y del hombre. Para el pequeño átomo en el cuerpo del hombre, la conciencia individual sería su propia vida vibratoria, su interna actividad y todo cuanto específicamente le concierne. Para la pequeña célula, la conciencia universal podría ser la conciencia de todo el cuerpo físico, observándolo como la unidad que incorpora al átomo. Para el átomo, la conciencia absoluta sería la conciencia del hombre pensante que energetiza el cuerpo, lo cual resultaría para el átomo algo tan remoto, desde su propia vida interna, que le sería prácticamente inconcebible e incognoscible; sin embargo arrastra, dentro de la línea de su voluntad, a la forma y al átomo que está en la forma y a todo lo que ello concierne. Esto puede aplicarse al hombre, viéndolo como un átomo o célula del cuerpo de una excelsa Entidad, de allí que podamos aplicar este concepto a tres tipos de conciencia. Sería inteligente descender y ocuparnos de cosas más prácticas que la conciencia absoluta. 

La ciencia occidental va acercándose gradualmente a la conclusión de la filosofía esotérica de Oriente, que no sólo reconoce la conciencia en el hombre y en el animal, sino también en el vegetal y el mineral, y que la auto-conciencia debe considerarse como la consumación del evolutivo desenvolvimiento de la conciencia en los tres reinos inferiores. Quizás sea posible, en el breve tiempo que me queda, encarar ese estudio fascinador del desarrollo de la conciencia en los reinos animal y vegetal, y su aparición en el reino mineral, así descubriríamos que incluso los minerales manifiestan vestigios de conciencia y de reacción a los estímulos, que dan señales de fatiga y que es posible envenenar a un mineral y matarlo como se hace con un ser humano. La realidad de que las flores tienen conciencia se está aceptando rápidamente, y se publican artículos muy interesantes sobre la conciencia de las plantas, abriendo un amplio campo de reflexión. 

Hemos visto que respecto a la materia atómica, lo único que podemos afirmar con seguridad es que denota inteligencia, poder de seleccionar y discriminar. Éste es el rasgo predominante de la conciencia al manifestarse por medio del reino mineral. En el reino vegetal aparece otra cualidad, la de sensación o sensibilidad rudimentarias, que responden en forma distinta de la del mineral. En el reino animal, aparece una tercera reacción, el animal no sólo demuestra señales de sensación en acrecentado grado, análogamente a la respuesta del reino vegetal, sino que manifiesta señales de intelecto o mente embrionaria. El instinto es una facultad que poseen todos los animales, y las palabras instinto e instigación, derivan de la misma raíz. Cuando el poder de instigación se inicia en la forma animal, es signo de que la mentalidad embrionaria comienza a manifestarse. 

En estos reinos existen distintos grados y tipos de conciencia, mientras que en el hombre tenemos los primeros síntomas de la autoconsciencia, o la facultad con que el hombre se hace consciente de que es una entidad separada, el impulso inmanente en el cuerpo, que está en proceso de hacerse consciente a través de dicho cuerpo. Esto ha sido enseñado en Oriente a través de las épocas, y "la filosofía esotérica también enseña que todo vive y es consciente, pero que no toda vida y conciencia es similar a la humana", y además hace resaltar que "existieron dilatados intervalos entre la conciencia del átomo y de la flor, la de la flor y el hombre, la de éste y Dios". Según dijo Browning: "En el hombre comienza nuevamente la tendencia hacia Dios". El hombre no es un Dios, sino un Dios en ciernes; está labrando la imagen de Dios, y algún día la producirá a la perfección. Se esfuerza en manifestar la triple vida divina subjetiva, mediante la objetiva. 
El método del desarrollo evolutivo de la conciencia de un ser humano es la repetición, en una vuelta más elevada de la espiral, de las dos etapas observadas en la evolución del átomo, la de la energía atómica y la de coherencia grupal. Actualmente podemos ver en el mundo a la familia humana en la etapa atómica, manifestación que conduce a una meta aún no lograda, la etapa grupal. A quienes están interesados por la facultad de percepción y habitualmente observan lo que sucede a su alrededor, les resulta evidente los distintos grados de mentalidad que vemos en todas partes y los variados tipos de conciencia que existen entre los hombres. 

Conocemos individuos alertas, despiertos, que se dan cuenta de todo lo que sucede; agudamente conscientes, responden a los distintos tipos de corrientes mentales en los asuntos humanos; perciben contactos de todo tipo; otros individuos parecen estar dormidos, nada les interesa, totalmente inconscientes a los contactos, están todavía en la etapa de la inercia y son incapaces de responder a los estímulos externos, pues no se hallan mentalmente despiertos. También lo observamos en los niños; algunos responden rápidamente y otros en cambio parecen tontos. No es que realmente unos sean más estúpidos que otros, sino que, sencillamente, se debe a la etapa interna de evolución del niño, a que encarnaron con más frecuencia y a que se dedicaron durante períodos más prolongados a ser conscientes. 
Consideremos ahora las etapas del átomo y de la forma, y veamos cómo se desarrolla la conciencia humana, teniendo en cuenta que en el átomo humano está acumulado todo lo adquirido en los tres reinos inferiores de la naturaleza, en las primeras etapas. El hombre es el beneficiario de ese vasto proceso evolutivo que quedó atrás. Comienza con lo adquirido, latente en él. Es autoconsciente y tiene ante si una meta definida, el logro de la conciencia grupal. El logro de la autoconsciencia constituye la meta para el átomo sustancia. 

La finalidad para el hombre consiste en adquirir mayor Conciencia y un campo más amplio. 
La etapa atómica que estamos considerando es peculiarmente interesante, interesante porque en ella se halla la mayoría de la humanidad. Pasamos allí el indispensable período de la autocentralización, ciclo en que el hombre se ocupa principalmente de sus propios asuntos, de lo que le interesa, y vive su propia vida interna vibratoria, intensamente. Durante un largo período y quizás también en la actual etapa (creo que nadie debe ofenderse si no ha alcanzado la perfección ni la meta), somos intensamente egoístas, y sólo nos interesamos mentalmente de lo que sucede en el mundo y, probablemente, lo hacemos por compasión o desagrado, o porque es común. A pesar de esta actitud mental, ponemos la atención en lo que atañe a nuestra vida individual. Estamos en la etapa atómica y somos intensamente activos respecto a nuestros problemas personales. Si observamos las multitudes en las calles de una gran ciudad populosa, veremos por todas partes personas en la etapa atómica, centradas en sí mismas, preocupadas únicamente en sus negocios, procurando sus propios placeres, deseando sólo divertirse, e incidentalmente preocupadas en los asuntos que conciernen al grupo. Esta etapa es necesaria. y protectora, de esencial valor para cada ente de la familia humana. 

Su comprensión nos hará pacientes con nuestros hermanos que con tanta frecuencia nos provocan irritabilidad. ¿Cuáles son los dos factores por cuyo intermedio evolucionamos dentro y fuera de la etapa atómica? Durante muchos siglos, en Oriente, se ha considerado que el proceso de evolución es dual. Se le ha enseñado al hombre que él evoluciona y llega a ser consciente, primeramente por medio de los cinco sentidos, después por el desarrollo de la facultad de discernimiento, conjuntamente con el desapasionamiento. En Occidente hemos dado importancia a los cinco sentidos, y no se ha enseñado el discernimiento, tan esencial. Si observamos el desarrollo de un niño, advertiremos, por ejemplo, que primeramente desarrolla los cinco sentidos en ordenada secuencia. 

El primer sentido es el oído; oye algún ruido y mueve la cabeza. Después el tacto, y empieza a palpar con las manos. Le sigue la vista. No es que el niño no vea o nazca ciego como los gatos, sino que transcurren varias semanas antes de ver y reconocer conscientemente los objetos. La facultad ha estado latente en espera de su realización. Así sucede con las graduadas expansiones de conciencia y conocimientos que tiene ante sí el hombre. En estos tres principales sentidos: oído, tacto y vista, tenemos una interesante analogía y relación con la triple manifestación de la Deidad, el yo, el no-yo y la relación entre ambos. El yo oye y responde ocultamente a la vibración y se reconoce a sí mismo. Se hace consciente del no-yo y de su tangibilidad por medio del tacto, pero hasta actualizar la visión o consciente reconocimiento, no se establece la relación entre ambos. El yo utiliza otros dos sentidos, el gusto y el olfato, al hacer sus contactos, pero no son tan esenciales como los tres primeros para desarrollar la percepción inteligente. 

Por medio de los cinco sentidos podemos efectuar cuantos contactos son posibles en el plano físico; por ellos aprendemos, crecemos, somos conscientes, nos desarrollamos, evolucionan los grandes instintos, constituyen los sentidos protectores, que no sólo nos permiten relacionarnos con nuestro medio ambiente, sino que nos protegen del mismo. En consecuencia, habiendo llegado a ser inteligentes unidades por medio de los cinco sentidos, y expandido por su intermedio la conciencia, llegamos a un punto crítico donde aparece otro factor: el inteligente discernimiento. Aquí me refiero al discernimiento manifestado por la unidad autoconsciente, esa elección consciente evidenciada por ustedes y yo, que forzosamente utilizaremos cuando el poder de la evolución nos impulse hacia el punto en que aprenderemos a diferenciar entre el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, entre la vida dentro de la forma, y la forma que ésta utiliza, y entre el conocedor y lo conocido. He aquí la finalidad de la evolución, el logro de la conciencia del verdadero yo por medio del no-yo. Atravesamos un largo período o ciclo de muchas vidas donde nos identificamos con la forma y estamos tan unificados con el no-yo que no vemos la diferencia, ocupándonos totalmente de las cosas transitorias y pasajeras. Esta identificación con el no-yo, trae dolores, insatisfacciones y sufrimientos en el mundo; sin embargo, debe recordarse que por medio de la reacción del yo sobre el no-yo, aprendemos inevitablemente y nos apartamos finalmente de lo impermanente y lo irreal. 

Este ciclo de identificación con lo irreal va paralelo a la etapa de la conciencia individual. Así como el átomo de la sustancia debe abrirse camino hacia una forma y contribuir a vitalizar a una unidad mayor, también mediante la evolución de la conciencia, el átomo humano debe llegar a un punto en que reconozca su lugar en el Todo mayor, y cargar su responsabilidad en la actividad grupal. Tal es la etapa a la que se acercan muchos individuos de la familia humana. La gente comprende como nunca hasta ahora, la diferencia entre lo real y lo irreal, lo perecedero y lo permanente. Por medio del dolor y el sufrimiento, reconoce que el no-yo es insuficiente, y busca externa e internamente algo que satisfaga más adecuadamente sus necesidades. Muchos anhelan hoy conocerse a sí mismos, hallar el reino de Dios en su interior y, mediante la Ciencia Mental, el Nuevo Pensamiento y el estudio de la psicología, llegarán a ciertos conocimientos que serán de inestimable valor para la raza humana. Por lo tanto, hay indicios de que llega rápidamente la etapa de la forma y los hombres pasan del período atómico a algo infinitamente mejor y más grande. 

Comienza el hombre a sentir las vibraciones de esa excelsa Vida de cuyo cuerpo es un átomo; empieza en pequeña escala a responder conscientemente al magno llamado y a descubrir posibles canales mediante los cuales podrá comprender a esa excelsa Vida que presiente, pero que no conoce aún. Si persiste en ello hallará al grupo al que pertenece, entonces cambiará su centro. Ya no estará limitado por su propio y pequeño muro atómico, sino que irá más allá, convirtiéndose a su vez, en parte consciente, inteligente y activa del Todo mayor. ¿Cómo se produce este cambio? La etapa atómica se desenvolvió por medio de los cinco sentidos y la aplicación de la facultad discernidora. La etapa en que el hombre alcanza la comprensión grupal y llega a participar conscientemente de las actividades del grupo se logra de dos maneras: por medio de la meditación y por una serie de iniciaciones. Al emplear la palabra meditación no indico lo que generalmente se entiende por ella, un estado mental receptivo, negativo o de trance. Existe un concepto erróneo sobre lo que es realmente la meditación, y se practica una pseudo meditación que hace poco fue verazmente descrita por alguien que dijo "cierro los ojos, abro la boca y espero que suceda algo". 

La verdadera meditación requiere intensa concentración mental, máximo control del pensamiento y una actitud equilibrada, que no es negativa ni positiva, sino un punto de equilibrio entre ambos extremos. Las Escrituras orientales describen, a quien practica la meditación para obtener resultados, con las siguientes palabras, cuya consideración proporcionará ayuda e iluminación: "El Maha Yogi, el gran asceta, en quien está centrada la máxima perfección de austera penitencia y meditación abstracta, y por la cual alcanza ilimitados poderes y obra milagros y prodigios, adquiere el supremo conocimiento espiritual y llega eventualmente a la Unión con el excelso espíritu del universo". Aquí se sostiene que la unión con la Vida grupal es resultado de la meditación y no puede lograrse de otra manera. 

La verdadera meditación (cuyas etapas preliminares son la concentración y la dedicación en cualquier línea determinada de pensamiento) diferirá según el individuo y el tipo. El hombre religioso, el místico, enfocará su atención en la vida que reside en la forma, en Dios, en Cristo, o en lo que para él encarne su ideal. 
El comerciante, el profesional, que durante horas de trabajo se centraliza en su negocio y enfoca su atención en los problemas que debe resolver, aprende a meditar; posteriormente, cuando entra en el aspecto espiritual de la meditación, descubrirá que ha recorrido la parte más ardua del camino. Quien lee un libro difícil y se esfuerza con todo su poder mental en comprender el sentido de las palabras, medita hasta donde le es posible en ese momento. Digo esto para alentarlos, pues vivimos en una época en que hay muchos libros que se refieren a la meditación. Todos presentan algún aspecto de la verdad y pueden ser de ayuda, pero no contienen lo mejor para el individuo. Debemos descubrir nuestro propio método de concentración, cerciorarnos de cuál es nuestro método de acercarnos a lo interno y estudiar qué es la meditación. Sería conveniente hacer aquí una advertencia. Debe desconfiarse de las escuelas y métodos que combinan la meditación con los ejercicios de respiración, enseñan diferentes posturas físicas y enfocan la atención en determinados órganos o centros físicos. Quienes siguen estos métodos van hacia el fracaso y, además de los peligros físicos que entrañan y de los riesgos de locura y desórdenes nerviosos, se ocupan de la forma, que es una limitación, y no del espíritu, que es la vida. Por este camino nunca se llegará a la meta. 

Para la mayoría de nosotros la concentración intelectual, resultado del control de la mente y de la capacidad de pensar con claridad y sólo sobre lo que queremos, debe preceder a la verdadera meditación, algo que muy pocos conocen. No me es posible explayarme sobre la verdadera meditación, la cual dará por resultado un definido cambio en la polarización, abriéndole al hombre un campo de experiencias hasta ahora insospechado, revelándole contactos que aún no conoce, y permitiéndole hallar el lugar que le corresponde en el grupo. Ya no estará recluido entre las paredes de su vida personal, comenzará a fusionar esa vida en la totalidad mayor. Ya no se ocupará de sus intereses egoístas, sino que atenderá los problemas del grupo. No empleará el tiempo en cultivar su propia identidad, sino que procurará comprender esa Identidad mayor de la cual es parte. En realidad, esto es lo que los hombres avanzados comienzan más o menos a hacer. 

Por poco que lo comprenda el hombre común, los grandes pensadores como Edison y otros, solucionaron sus problemas por medio de la meditación. Por la concentración reflexiva, la constante recapitulación y la intensa aplicación a la línea particular de pensamiento que les interesa, obtienen resultados, extraen de las reservas internas de inspiración y poder, y permiten que desciendan de los niveles superiores del plano mental, resultados benéficos para el grupo. Cuando hayamos efectuado cierta medida de trabajo en la meditación y cultivado el interés por el grupo y no el propio, cuando desarrollemos un cuerpo físico fuerte y sano, y controlemos el cuerpo emocional, para que no nos arrastre el deseo, y el cuerpo mental sea nuestro instrumento y no nuestro amo, entonces conoceremos el verdadero significado de la meditación. Cuando el hombre, por la meditación, ha establecido contacto con su grupo al cual pertenece, y es cada vez más consciente del grupo, entonces se halla en la etapa en que puede recibir una serie de iniciaciones, según se las denomina, que son simplemente expansiones de conciencia obtenidas con la ayuda de Quienes alcanzaron la meta, están identificados con el grupo y son parte consciente del cuerpo del Hombre celestial. Con la asistencia de estos Seres y su participación, el hombre despertará gradualmente al conocimiento que Ellos poseen. Existe gran interés sobre el tema de la iniciación y se ha destacado mucho, quizá demasiado, su aspecto ceremonial. Conviene recordar que cada gran desenvolvimiento de la conciencia es una iniciación, y cada paso adelante en el camino de la percepción es también una iniciación. 

Cuando el átomo de sustancia entró a constituir parte de una forma, fue una iniciación para el átomo, conoció otro tipo de fuerza y se extendió su campo de contacto. Cuando la conciencia de los reinos vegetal y animal se fusionó y pasó del reino inferior al superior, constituyó una iniciación; cuando la conciencia del animal se expandió hacia la conciencia del hombre, tuvo lugar una iniciación aún mayor. Se entra en los cuatro reinos a través de una iniciación o expansión de conciencia. La familia humana tiene ante sí un quinto reino o espiritual, en el cual se ingresa mediante cierta iniciación, según se infiere de la lectura de El Nuevo Testamento. En todos estos casos la iniciación se logró con la ayuda de Quienes tienen conocimiento. 
De manera que en el esquema evolutivo no hay grandes separaciones entre un reino y otro, un estado de percepción y otro, sino un desarrollo gradual de conciencia, donde cada uno de nosotros desempeñamos y desempeñaremos nuestra parte. Si recordamos la universalidad de la iniciación, obtendremos un proporcionado punto de vista. Cada vez que somos más conscientes de nuestro medio ambiente y aumenta nuestro contenido mental, es una iniciación en pequeña escala. Cada vez que nuestro horizonte se dilata y pensamos y vemos con más amplitud, es una iniciación. En esto reside el valor de la vida y la magnitud de nuestra oportunidad. Aquí deseo señalar que toda iniciación debe ser autoiniciada. 

Esa etapa final, donde recibimos ayuda definida de fuentes externas, no se debe a que los Grandes Seres ansían ayudarnos, llegar a nosotros y tratar de elevarnos; llega porque hemos realizado el trabajo necesario y nada puede evitar recibirla, pues nos corresponde por derecho. Quienes llegaron a la perfección, pueden y quieren ayudar, pero Sus manos están atadas si no hemos desempeñado nuestra parte en la tarea. Por lo tanto, nada de lo hecho se pierde para acrecentar nuestra utilidad en el mundo, mejorar nuestros cuerpos, adquirir dominio propio y equipar el cuerpo mental. Este ingreso en el cúmulo total traerá algún día una gran revelación; cada hora y cada día el esfuerzo acrecentará la oleada de energía que llevará al portal de la iniciación. El significado de iniciación es "entrar en". Simplemente significa que iniciado es quien ha dado los primeros pasos hacia el reino espiritual y ha recibido la primera serie de revelaciones espirituales, cada una de las cuales es la clave de una revelación mayor.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Sabiduría Antigua (Parte II)



El hombre posee el vodg (Nous) o inteligencia real, el soloy (Logos) o parte racional y el akoyoc (alogos) o parte irracional; las dos primeras forman cada una Triada nueva, y presentan así la división septenaria más elaborada. El hombre era considerado también como poseedor de tres vehículos: el cuerpo físico, el cuerpo sutil y el cuerpo cruciforme o auyoelong (Augoeides), que “es el cuerpo causal o vestido Kármico del alma, donde se acumula su destino, o mas bien todos los gérmenes de la causalidad pasada. 

 Esta es aquí el “alma hilo”, como se le llama a veces, el cuerpo que pasa de encarnación en encarnación”. (Ibíd., Pág. 284.) En cuanto a la reencarnación: “de acuerdo con todos los adeptos a los misterios en todos los países, los órficos creían en ella”. (Ibíd., Pág. 292.) Mr. Mead cita en apoyo de su aserto numerosos testimonios y demuestra que Platón, Empédocles, Pitágoras y otros enseñaron tal doctrina. Únicamente por la virtud podían los hombres ligarse de la “Rueda de las vidas”. Taylor, en las notas a sus “Obras Selectas de Plotino”, cita un pasaje de Damascio a propósito de las enseñanzas de Platón sobre lo que hay más allá del Uno, la Existencia In-manifestada: “Parece, en verdad, que Platón nos lleva inefablemente a través del Uno como intermediario hasta lo Inefable más allá del Uno, que es actual objeto de nuestra discusión. 
 Llega por una ablación del Uno, como llega al Uno por una ablación de las demás cosas... Lo que está más allá del Uno debe honrarse con perfectísimo silencio... 

El Uno, en verdad, quiere existir por sí mismo sin ningún otro. Pero lo Desconocido más allá del Uno es absolutamente inefable, y confesamos que no podemos conocerle ni ignorarle, aunque está recubierto por nosotros de un velo de súper ignorancia. Por consecuencia, estando próximo de Eso, el Uno está por sí obscurecido: pues estando próximo del principio inmenso, si se me permite decirlo así, está en cierto modo en el santuario de ese silencio verdaderamente místico... El principio está por encima del Uno y de todas las cosas, porque es más sencillo que cada uno de ellos” (páginas 341 – 343). 

Las escuelas pitagóricas, platónica y neoplatónica tienen tantos puntos de contacto con el pensamiento indo y budista que es evidente su derivación de una fuente única. R. Garbe, en su obra Die Samkhya Philosophie (III. Págs. 85-105) señala esos puntos, y su opinión puede resumirse así: Lo más sorprendente es la semejanza __o mejor dicho, la identidad— de la doctrina del Uno o del Único en los Upanishads y en la escuela de Elea. 

La doctrina de Xenófanes sobre la unidad de Dios y del Cosmos y sobre la inmutabilidad del Único, y más aún la de Parménides, que consideraba la realidad como atributo exclusivo del Único increado, indestructible y omnipotente, mientras que todo lo que es múltiple y está sujeto a cambio sólo es apariencia, y enseña además que ser y pensar no son sino una misma cosa; semejantes doctrinas son completamente idénticas a la enseñanza esencial de los Upanishads y a la filosofía Vedanta de donde se derivan. 

 En época más remota todavía, la opinión de Tales, de que todo lo existente ha salido del agua, se parece sorprendentemente a la doctrina védica, según la cual el universo salió del seno de las aguas. Más tarde Anaximandro adoptó como origen de todas las cosas una Substancia eterna, infinita e indefinida de donde proceden todas las substancias definidas y a la que vuelven; hipótesis idéntica a la que se encuentra en el fondo de la filosofía Sankhya, a saber, la Prakriti, fuera de la cual se desarrolla todo el aspecto material del Universo. Y la frase célebre expresa la opinión característica de la doctrina Sankhya de que todas las cosas se modifican continuamente, sin cesar, bajo la actividad incesante de las tres gunas. Empédocles, a su vez, enseño un sistema de trasmigración y evolución idéntico en suma al Sankhya, y así su teoría de que nada puede venir a la existencia si de antemano no existe, presenta una identidad aun más estrecha con una de las doctrinas características de la citada filosofía. 

 Las doctrinas de Anaxágoras y de Demócrito están en muchísimos puntos en íntima conformidad con las doctrinas indas, especialmente las ideas del segundo sobre la naturaleza y el papel de los dioses. Lo mismo puede decirse de Epicuro, sobre todo respecto de algunos detalles. Pero sobre todo en las doctrinas de Pitágoras encontramos más íntima y frecuente identidad en la enseñanza y en la argumentación, y la tradición explica esas analogías diciendo que el mismo Pitágoras visitó la India y aprendió en ella su filosofía. En tiempos más recientes vemos que algunas ideas notoriamente sankhyas y budistas juegan un papel preponderante en el pensamiento gnóstico. 

 El extracto siguiente de Lausen, citado por Garbe (Pág. 97), nos ofrece un ejemplo: “El budismo, en general, establece una distinción clarísima entre el Espíritu y la Luz, no considerando a esta última como inmaterial. Sin embargo, se encuentra también en esta religión una enseñanza que se aproxima mucho a la doctrina gnóstica. Según esa enseñanza, la Luz es la manifestación del Espíritu en la materia, en la que la Luz puede aminorarse y totalmente obscurecerse. En este último caso la Inteligencia acaba por caer en completa inconsciencia. De la Suprema Inteligencia se dice que no es Luz ni No-luz, ni Obscuridad ni No-obscuridad, puesto que todas esas expresiones indican relaciones entre la Inteligencia y la Luz, relaciones que no existen desde el origen; y únicamente cuando más tarde la Luz envuelve a la Inteligencia, le sirve de intermediaria en sus relaciones con la Materia. Síguese de ahí que la Teoría budista atribuye a la Suprema Inteligencia el poder de engendrar la Luz fuera de sí, y en esto están también de acuerdo el budismo y el gnosticismo.” Garbe observa aquí, que la concordancia entre los puntos examinados del gnosticismo con los de la filosofía Sankhya, es más completa todavía que con el budismo. 

 Así, mientras esa manera de ver las relaciones entre la Luz y el Espíritu pertenece a una fase muy reciente del budismo, y no forma el carácter esencial del mismo, la filosofía Sankhya, por el contrario, enseña con precisión y claridad que el Espíritu es Luz. Más recientemente aún, la influencia del pensamiento Sankhya se encuentra claramente notada en los neoplatónicos, hasta el punto de que la doctrina del Logos o del Verbo, aunque no de origen Sankhya, revela en sus detalles que fue tomada de la India, donde tan preponderante papel en el sistema brahmánico desempeña la concepción de Vach, el Verbo divino. Pasando a la religión cristiana, contemporánea de los sistemas gnóstico y neoplatónico, encontraremos sin esfuerzo la mayoría de las básicas enseñanzas que nos son familiares. El triple Logos aparece en la Trinidad. El primer Logos, fuente de toda vida, es el Padre; el segundo, dualístico, es el Hijo, el Dios-hombre; y el tercero, la Inteligencia creadora, él es Espíritu Santo, que al moverse en las aguas del caos da existencia a los mundos. Luego vienen los “siete espíritus de Dios” y las cohortes de ángeles y arcángeles. 

 Es indiscutible la Existencia Una de donde todo procede y a donde todo vuelve, cuya naturaleza nadie puede descubrir. Pero los grandes doctores de la iglesia católica postulan siempre la insondable Divinidad incomprensible, infinita, y, por lo tanto, necesariamente Una e indivisible. El hombre está hecho a “imagen de Dios”. Es, pues, triple en su naturaleza: espíritu, alma y cuerpo. Es la morada de Dios, el templo de Dios, el templo del Espíritu Santo; frases que son eco fiel de la enseñanza inda. 

 En el Nuevo Testamento la doctrina de la reencarnación está más fácilmente admitida que claramente enseñada. Así, Jesús, al hablar de San Juan Bautista, declara que es Elías “que debe venir”, haciendo alusión a las palabras de Malaquias: “Yo os enviaré a Elías el profeta”. Y más adelante, en otro lugar, a una pregunta acerca de que la venida de Elías había de preceder a la del Mesías, contesta: “Elías ha venido ya y ellos no le han conocido”. Vemos a los discípulos sobrentender una vez más la reencarnación cuando preguntan si un hombre nace ciego en castigo de sus pecados, Jesús, en su respuesta, no rechaza la posibilidad del pecado prenatal; se contenta con no considerarlo como causa de la ceguera en aquel caso. La frase tan notable del Apocalipsis (III. 12): “A quien venciere, le haré columna en el Templo de mi Dios, y no saldrá jamás fuera”, se ha considerado como significativa de la liberación de la reencarnación. 

 Los escritos de algunos Padres de la Iglesia abogan con mucha claridad a favor de una corriente creencia en la reencarnación. Algunos pretenden que enseñan únicamente la preexistencia del alma; pero semejante opinión no me parece corroborada por los textos. La unidad de enseñanza moral no es menos sorprendente que la identidad de las concepciones del universo y los testimonios de todos los que, fuera de su prisión de carne, llegan a la libertad de las esperas superiores. Es claro que ese cuerpo de enseñanza primordial fue confiado a guardas inteligentes que lo enseñaron en las escuelas y formaron los discípulos. La identidad de esas escuelas y su disciplina se evidencia al estudiar su enseñanza moral, las condiciones impuestas a los discípulos y los estados mentales y morales a que llegaban. En el Tao Teh Ching encontramos una distinción mordaz entre las diversas categorías de estudiantes: “Los estudiantes de la clase más elevada, cuando oyen hablar del Tao, lo practican sinceramente. 

 Los de la clase media, tanto parecen seguirle como abandonarle; y los estudiantes de la clase inferior, cuando oyen hablar de él, se ríen grandemente.” (S. B. of East, XXXIX. Op. cit. XLI-i). En el mismo leemos: El sabio pone su propia persona la última, hallándola, sin embargo, la primera. La trata como extraña, y sin embargo la preserva. ¿No es por carencia de fin personal y privado por lo que tales fines se realizan? (VIII. 2.). Está desprovisto de vanidad y por eso brilla; no tiene presunción y por eso se le distingue; no se vanagloria y se le reconoce mérito; no se muestra suficiente y por eso adquiere superioridad; y porque está libre de toda lucha, nadie puede luchar contra él. (XXII.2.) No hay crimen mayor que alimentar la ambición; ni calamidad más grande que estar descontento de la propia suerte; ni falta más gravísima que el deseo de obtener. (XLVI.2.) Para los que son buenos (conmigo), soy bueno, y también para los que no lo son; así (todos), por ser sinceros. (XLIX.I.) 

 El que posee abundantemente todos los atributos (del Tao) aseméjase a un niño. Los insectos venenosos no le morderán, las fieras no le acometerán y las aves de rapiña no le tocarán. (LV.I.). Tengo tres cosas preciosas que estimo y guardo con el mayor cuidado. La primera es la dulzura; la segunda, la economía; y la tercera, no codiciar lo de otro... La dulzura está segura de vencer aún en el combate, manteniéndose con firmeza. El cielo salvará al que la posee, pues (precisamente) su dulzura le protegerá (LXVII.2-4.) En los indos había discípulos escogidos, considerados como dignos de instrucción especial, a quienes el “Gurú” transmitía la enseñanza secreta, mientras que las reglas generales de la vida moral pueden recopilarse en las Leyes de Manu. Los Upanishads, el Mahabharata y muchos otros tratados: “Que se diga lo que es verdad y lo que agrada; que no se profiera ni verdad desagradable ni falsedad agradable: tal es la ley eterna. (Manu, IV. i38.) No haciendo mal a ningún ser se acumulan poco a poco méritos espirituales (IV.238.) 
 Para ese hombre dos veces nacido que no ocasiona el menor daño a los demás seres creados, no habrá daño alguno (de ninguna parte) el día en que se liberte de su cuerpo. (VI.40.) Aquel que sufre con paciencia las injurias, no insulta a nadie ni se hace a consecuencia de su cuerpo (perecedero) enemigo de ninguno. El que no responde con cólera a la cólera, con su pensamiento fijo en el Yo buscando en el Yo su refugio, purificados por el fuego de la sabiduría, muchos entran en mi Ser. (Bhagavad Gita, IV. io) 

 El supremo gozo para el yogui, cuyo manas (la inteligencia) está en calma, cuya naturaleza pasional está apaciguada, es estar sin pecado y ser como un Brahman. (VI.27.). El hombre que no tiene resentimientos con ningún ser, el hombre amigo y compasivo, sin apegos, sin egoísmos, equilibrado en el placer y en el dolor, amante de perdón, que siempre está atento, es armonioso, y dueño de sí. Y el que ha consagrado su pensamiento (manas) y su corazón (buddhi), ese amigo mío, me es querido en verdad.” (XII. 13-14.) Pasemos a Buda. Le encontramos rodeado de arhats a quienes transmite enseñanzas secretas. Su doctrina pública nos enseña que: El sabio, por la sinceridad, la virtud y la pureza, se transforma en una isla que marea alguna puede sepultar. (Udanavarga, IV. 5) El sabio en este mundo conserva preciosamente la fe y la sabiduría, que son sus grandes tesoros, y rechaza toda otra riqueza. (X.9.) Quien alimente rencor contra los que le quieren mal, jamás podrá ser puro; y en cambio, quien no lo alimenta, pacifica a los que le odian. Como el odio es fuente de miseria para la humanidad, el sabio no conoce el odio. (XIII.12.). Triunfad de la ira no encolerizándonos, triunfad del mal por el bien, triunfad de la mentira por la verdad (XX.18.) 

 El Zoroastrismo enseña a loar a Ahura-Mazda. Dice: “¿Lo hermosísimo, lo puro, lo inmortal, lo brillante, todo esto es bueno. Honremos al espíritu bueno, al reino bueno, la ley buena, y la buena sabiduría. (Yasna, XXXVII.) Que el contento, la bendición, la inocencia y la sabiduría de los puros descienda a este lugar. (Ibíd., LIX.) La pureza es el mejor bien. Los dichosos son los más puros en pureza (Ashem vohu.) Todos los buenos pensamientos, las buenas palabras, las buenas acciones se realizan con conocimiento. Todos los malos pensamientos, las malas palabras, y las malas acciones se realizan sin conocimiento. (Mispa Kumata.)” (Extractos del Avesta en Ancient Iranian and Azoroastrian Morals, por Dhunjibhoy Jamsetji Medhora.) Los hebreos tuvieron sus “escuelas de profetas” y en su Cábala y obras exotéricas encontramos las enseñanzas morales aceptadas: “¿Quién subirá la cuesta del Señor y se mantendrá en su santo lugar? El que tenga limpios el corazón y las manos, el que no esté henchido de vanidad ni jure en falso (PS. XXIV.3, 4.) ¿Qué exige de ti el Señor, sino obrar justamente, ser misericordioso e ir humildemente con tu Dios? (Mich VI.8.) Los labios de la verdad se afirmarán para siempre, pero una lengua embustera sólo durará un instante. (Prov. XII. 19.) ¿Por ventura no es ésta la abstinencia que escogí? : rompe las ataduras de impiedad, desata los pesados haces, despacha libres a aquellos que están quebrantados y quebranta todo yugo. Parte con el hambriento tu pan y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo cúbrelo y no desperdicies su carne (Is. LVIII. 6,7.)” 

 También el maestro cristiano tenía enseñanzas secretas para los discípulos y les hacia esta recomendación: “No arrojéis a los perros lo que es sagrado, ni echéis margaritas a los puercos.” (Mat.VII.6.) Para la enseñanza pública podemos tomar las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña así como los siguientes preceptos: “Más yo os digo: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen, y rogad por los que os persiguen y calumnian... Sed, pues, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto. (Mat.V. 44, 48.) El que halle su alma la perderá, y el que perdiere su alma por mí la hallará. (X.39.). Cualquiera, pues, que se humillare como este niño éste es el mayor en el reino de los cielos. (XVIII.4.) Mas el fruto del espíritu es: caridad, gozo, paz, paciencia benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. Contra esas cosas no hay ley. (Galátas. V.22, 23.) Amaos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y quien ama nace de Dios y le conoce. (Juan, IV.7.) 

 La escuela de Pitágoras y la de los neoplatónicos perpetuaron la tradición en Grecia. Sabemos que Pitágoras adquirió parte de su saber en la India, así como Platón estudió y fue iniciado en las escuelas de Egipto. De las escuelas griegas tenemos informaciones muy precisas, más que de otra alguna de la antigüedad. La de Pitágoras tenía discípulos juramentados de una parte, y de otra una disciplina externa. El círculo interior pasaba por tres grados en cinco años de prueba. (Para más detalles, véase Orpheus, de G. R S. Mead, Págs. 263 y siguientes) La disciplina externa se describe así: “Es menester ante todo entregarnos a Dios por completo. Cuando un hombre reza, no debe pedir ningún beneficio particular, plenamente convencido de que recibirá lo que es justo y conveniente, según la sabiduría divina y no según el interés egoísta de sus deseos. (Diod. Sic. IX.4i.) Únicamente por su virtud llega el hombre a la bienaventuranza, y esto es privilegio exclusivo del ser racional. (Hippodamo, De Felicitate, II.284) En sí, por su propia naturaleza, el hombre no es bueno ni dichoso, pero puede serlo por la enseñanza de la verdadera doctrina (mathesios cai pronaias potideetai). (Hippo. Ibid.) El deber más sagrado es la piedad filial. “Dios derrama sus bendiciones sobre quien honra y reverencia al autor de sus días”, dice Pampelus. (De Parentibus, Orelli. Op. Cit., II.345.) La ingratitud con los padres es el mayor y más abominable crimen, escribe Perictiona (Ibid, 350), que se supone fue la madre de Platón. 

 La pureza y delicadeza de todas las obras pitagóricas eran notables. (Oelian, Hist., Var. XIV.19) En lo que respecta a la castidad y al matrimonio sus principios son de absoluta pureza. Al mismo tiempo, el gran maestro recomienda la castidad y la continencia, pero pide que los casados engendren antes de entregarse al celibato absoluto, a fin de que los hijos se procreen en condiciones de perpetuar la vida santa y la transmisión de la ciencia sagrada. (Jámblico, Vit. Pythag.; y Hierocles AP. Stob. Serm. XLV.14.) Esto es en extremo interesante, porque encontramos la misma recomendación en el Manava Dharma Sastra, el famoso código indo... El adulterio se condenaba con gran severidad. (Jámb., Ibid.) Se prevenía además al marido que tratase a la mujer con extrema dulzura, porque la había tomado por compañera ante los dioses. (Véase Lascaulz. Zur Geschichte der Ehe bei den Griechen en las MEM. de l´Acad. De Baviere, VII.107 y siguientes). El matrimonio no era unión animal, sino lazos espirituales. Por eso, a su vez, la mujer debía amar al esposo más que a sí misma y obedecerle en todo. Es interesante hacer notar que los mejores caracteres de mujer que nos presenta la Grecia antigua, fueron formados en la escuela de Pitágoras, los mismos que los del hombre. Los autores antiguos dicen que esta disciplina logró formar, no sólo mejores ejemplos de castidad de pureza y de sentimiento, sino también de sencillez de modales, perfecta delicadeza y gusto sin precedentes para las cosas más serias. Esto está admitido hasta por los autores cristianos. (Véase Justino, XX.4...) Entre los miembros de la escuela, la idea de justicia presidía todas las acciones, observaban la más estricta tolerancia y la más perfecta compasión en sus mutuas relaciones; porque la justicia es el principio de toda virtud, según Polo (ap. Stob. Serm. VIII, edi. Schow, p.232.) 

 La justicia mantiene el alma en paz y en equilibrio. Es la madre del orden armónico en todas las comunidades, y la que engendra la concordia entre el esposo y la esposa, y el amor entre el amo y el siervo. Todo pitagórico estaba ligado por su palabra, debiendo, en fin, vivir el hombre de tal modo que estuviese dispuesto a morir en cualquier instante (Hipólito. Filos, VI. — Ibid. P. 263-267.) Interesante es la manera cómo se consideran las virtudes en las escuelas neoplatónicas. Se establece en ellas clara distinción entre la simple moralidad y el desarrollo espiritual. En otros términos, como dice Plotino, “el fin no está en ser inmaculado, sino en llegar a Dios”. El primer grado consistía en hallarse sin pecado al adquirir las “virtudes cívicas”, que hacen al hombre perfecto en su conducta (las virtudes físicas y éticas formaban los grados inferiores); la razón dirigía y embellecí entonces a la naturaleza irracional. 
 Luego venían las “virtudes catárticas” propias de la razón pura, libertadoras de los lazos de la generación; después las “virtudes teóricas”, que elevaban el alma al contacto de las naturalezas superiores a la suya; y finalmente las “virtudes paradigmáticas”, que le dan a conocer el verdadero ser. “Síguese de ahí que el que obra según las virtudes cívicas es un hombre justo, pero el que obra por las virtudes catárticas únicamente es un hombre demoníaco, o mejor un buen demonio. El que obra por las virtudes teóricas, ése es un Dios; y el que lo hace según las virtudes paradigmáticas, ése es el Padre de los dioses”. (Nota en La Prudencia intelectual, p.325-332.) Gracias a diversas prácticas, los discípulos aprendían a abandonar su cuerpo para elevarse a regiones superiores. 

 Como una hierba se saca de su vaina, el hombre interior debía deslizarse de su cubierta exterior o corporal. El “cuerpo luminoso” o “cuerpo radiante” de los indos es el “cuerpo fusiforme” de los neoplatónicos, el en que el hombre se eleva para encontrar el yo, “que no puede percibirse ni por el ojo ni por la palabra ni por los demás sentidos (literalmente, Dioses), ni por la autoridad ni por los ritos religiosos. Sólo por la sabiduría serena, por la pura ciencia, se puede ver, en la meditación, al Único Indivisible. Ese yo sutil lo conocerá la inteligencia en que la quíntuple vía (los sentidos) esté dormida. La inteligencia de toda criatura está invadida por esas vías, pero en cuanto se purifica, se manifiesta el Yo en ella”. (Mundakopanishad, III. II, 8, 9.) Sólo entonces puede entrar el hombre en la región donde la separación no existe, donde las “esferas han cesado”. G. R. S. Mead, en su introducción a Plotino de Taylor, cita un pasaje de Plotino en que describe una región que es evidentemente el Turîya de los indos. “Ven igualmente todas las cosas, no las sometidas a la generación, sino aquellas en que reside la esencia. Se ven a sí mismos en las demás. 

 Todo es diáfano en ese lugar, nada obscuro ni resistente, y todo se ve por cada uno interiormente y de parte a parte. Como la luz encuentra en todas partes la luz, pues cada cosa contiene en sí todas las cosas, ve igualmente todo en cada una. De suerte que todas las cosas están en todas pares y que todo es todo. Del mismo modo cada una es todas. El esplendor en ese lugar es infinito. Porque todo allí es grande, incluso lo pequeño. El sol en ese sitio es al mismo tiempo todas las estrellas y cada una es a su vez el sol y todas las demás. En cada una, sin embargo, predomina una cualidad diferente, pues al mismo tiempo todas las cosas son visibles en cada una. Igualmente, en ese lugar, el movimiento es puro, porque el movimiento no esta trastornado por un motor que difiera de él mismo” (p. LXXIII). Descripción totalmente insuficiente, porque ésa es una región que ningún idioma humano puede describir. 

 Únicamente quien tuvo los ojos abiertos, pudo trazar esas líneas. Las concordancias que existen entre las religiones del mundo llenarían seguramente un gran volumen; pero el imperfecto esbozo que precede debe bastar como prefacio al estudio de la Teosofía, y como introducción a esta nueva y completa exposición de las verdades antiguas que alimentaron al mundo. Todas esas semejanzas revelan una fuente única, y esa fuente es la Hermandad de la Logia Blanca, la Jerarquía de los Adeptos que velan por la humanidad y la guían en su evolución. Ellas han conservado constantemente intactas esas verdades, y de cuando en cuando, según las necesidades de las épocas, las revelaron a los hombres. Frutos de mundos más elevados, de humanidades anteriores, productos de una evolución análoga a la nuestra __evolución que nos parecerá más inteligible a completar nuestro estudio— han venido en auxilio de nuestro globo, y desde los primeros tiempos hasta el presente, asistidos por la flor de nuestra humanidad, le han prodigado sus cuidados. Hoy también instruyen a discípulos ardorosos y los guían por el estrecho sendero. 

 Hoy también puede hallarlos quien los busque, llevando en la mano, como ofrenda inicial, la caridad, la devoción, el deseo desinteresado de saber a fin de servir. Hoy también ordenan la antigua disciplina y descubren los antiguos misterios. Las dos columnas de la Logia Blanca son el Amor y la Sabiduría, y a través de su angosta puerta pueden pasar únicamente los que han desembarazado sus espaldas del fardo del deseo y del egoísmo. Larga tarea nos aguarda. Comenzando por el plano físico, subiremos lentamente la escala del mundo; pero antes de entrar en este pormenorizado estudio, nos podrá ser útil echar una ojeada a vista de pájaro sobre la evolución y su objeto. Antes que comenzara a existir nuestro sistema, un Logos lo concibió todo en su inteligencia. Todas las fuerzas, todas las formas, todas las cosas que, cada cual a su hora, surgirán a la vida objetiva, todo está primeramente como idea en el pensamiento divino. 

 El Logos trazó entonces la esfera de manifestación en cuyo interior quería desplegar su energía; y se limitó a sí mismo para ser la vida de su Universo. A medida que observamos, vemos dibujarse gradualmente siete zonas sucesivas de diferente densidad. Siete grandes regiones aparentes, en cada una de las cuales nacen centros de energía, torbellinos de substancia cósmica que se separan entre sí. En fin, la separación y a condensación se efectúan, al menos en lo que respecta a nuestro sistema actual, y vemos ante los ojos un sol central, símbolo físico del Logos, y siete grandes cadenas planetarias, compuestas cada una de siete globos. Si limitamos ahora el campo de observación a la cadena de que forma parte nuestro mundo, la veremos recorrer oleadas sucesivas de vida, formando los reinos de la naturaleza: primero los tres reinos elementales; luego los reinos mineral, vegetal, animal y humano. Limitando nuestra mirada al globo terrestre y a las regiones que le rodean, observaremos la evolución humana, y veremos al hombre desenvolver su sí mismo su propia conciencia por medio de larga serie de ciclos vitales. Concentrando, en fin, nuestra mirada en un solo individuo, podemos seguir su crecimiento. Veremos que cada ciclo de vida contiene una triple división, y que está unido a todos los ciclos pasados cuyos resultados cosecha, y a todos los ciclos futuros, cuyos gérmenes siembra, por ley ineludible. De suerte que el hombre puede subir la pendiente en cada ciclo vital contribuyendo a elevarse en mayor grado de pureza, de devoción, de inteligencia y de utilidad, hasta llegar donde están los que llamamos Maestro, prontos a satisfacer a sus hermanos menores la deuda contraída con los Mayores. 

 Acabamos de ver que la fuente de que todo universo procede es un Ser Divino manifestado, al que la Sabiduría Antigua, bajo su forma moderna, da el nombre de Logos o Verbo. Este nombre está tomado de la filosofía griega; pero expresa perfectamente la idea antigua: La palabra salida del Silencio, La Voz, el Sonido por el que los mundos surgen a la existencia... Echemos desde luego una ojeada sobre la evolución del “espíritu—materia”, a fin de comprender mejor la naturaleza de los materiales que nos ofrece el plano del mundo físico. La posibilidad misma de la evolución yace en las potencialidades sumergidas y ocultas en el espíritu—materia de ese mundo físico. Todo el proceso de la evolución es un desarrollo gradual, espontáneamente impelido desde el interior y solicitado exteriormente por seres inteligentes que pueden retardar o acelerar la evolución, sin sobrepujar nunca la norma de las capacites inherentes a los materiales. Es, pues, necesario que nos formemos idea de esas etapas primordiales de llegar a Ser universal; pero como la tentativa de una dilucidación detallada nos llevaría más allá de los límites que nos impone este tratado elemental, debemos contentarnos con una breve exposición. Saliendo de las profundidades de la Existencia Una, del inconcebible e inefable Uno, un Logos se impone a sí mismo un límite, circunscribiendo voluntariamente la extensión de su propio ser, para determinarse en el Dios Manifestado. 

Al trazarse el límite de su esfera de actividad, delimita también el área de su universo; y en esta esfera nace, evoluciona y muere este universo que en el Logos vive, se mueve y encuentra su ser. La materia del universo es la emanación del Logos, y las fuerzas y las energías del universo son las corrientes de su vida. Es inmanente y penetrante en cada átomo, y sostén donde se desarrollan todas las cosas. Es el principio y el fin, la causa y el objeto, el centro y la circunferencia. Es el fundamento inquebrantable sobre lo que todo respira. Esta en todas las cosas y todas están en él. Él. He aquí lo que los guardianes de la Sabiduría Antigua nos han enseñado sobre el origen de los mundos manifestados. Por la misma fuente sabemos que el Logos se desarrolla en sí mismo, de sí mismo, en una triple forma. El primer Logos, fuente del ser. De el procede el segundo Logos, manifestando un doble aspecto, vida y forma, principio de dualidad; los dos polos de la naturaleza ante la cual se tejerá la trama del universo:
VIDA- FORMA, ESPIRITU- MATERIA, POSITIVO-NEGATIVO, ACTIVO RECEPTIVO, PADRE-MADRE DE LOS MUNDOS 

Continuará..

ANNIE BESANT

lunes, 19 de noviembre de 2018

Sabiduría Antigua- (Parte I)



El pensamiento recto es condición necesaria de la vida recta.  La rectitud de juicio es indispensable para la rectitud de conducta.  Ya se nos presente con el nombre sánscrito, Brahma-Vidya, o con el de Teosofía, derivado del griego, la Sabiduría Divina viene en nuestro auxilio para realizar ese doble objeto presentándose a la vez como filosofía racional entre todas y como religión y ética universales.  Hablando de las Santas Escrituras, un cristiano devotísimo decía una vez que había en ellas fondos que podrían  pasar a nado un niño y abismos donde se hundiría un gigante.  Podemos decir otro tanto de la Teosofía, pues entre sus enseñanzas, las hay tan sencillas y prácticas, que una inteligencia vulgar puede comprenderlas y aplicarlas, mientras otras son tan profundas que la más vigorosa inteligencia desmaya en el esfuerzo de conocer todo su alcance.
   
El presente volumen está destinado a ofrecer al lector una exposición sencilla y clara de la doctrina teosófica, a mostrar que sus principios generales y sus enseñanzas forman una concepción coherente del universo, y a suministrar los pormenores necesarios para poner de manifiesto el encadenamiento recíproco de esos principios y de esas enseñanzas.  Una obra clásica elemental no puede tener la pretensión de exponer toda la ciencia acopiada en obras de más abstrusa didáctica; pero debe presentar claramente y de una ojeada los datos fundamentales del asunto, de modo que si bien haya mucho que añadir, haya poco que quitar.  En el cuadro que forma un libro semejante, el estudiante podrá colocar los detalles que le sugieran sus estudios ulteriores.
   
Echando una ojeada sobre las grandes religiones de la humanidad, se ve cuánto tienen de común en ideas dogmáticas, morales y filosóficas.  El hecho está universalmente reconocido; pero su explicación se discute de modo muy diverso.  Pretenden unos que las religiones han germinado en el campo de la ignorancia humana, donde la imaginación las cultivó, elaborándolas gradualmente desde las formas más groseras como el animismo y el fetichismo.  Sus analogías se deben así a los fenómenos universales de la naturaleza, imperfectamente observados y explicados a capricho.   Semejante escuela da como clave universal el culto del sol y de los astros.  Para otra escuela, la clave no menos universal está en el culto fálico.  El miedo, el deseo, la ignorancia y la admiración llevaron al salvaje a personificar los poderes de la naturaleza, y luego los sacerdotes se aprovecharon de esos terrores y esperanzas, transformando los mitos en Biblias y los símbolos en hechos, mediante sus imaginaciones melancólicas y sus inquietantes contiendas; como la base era en ambas la misma, la semejanza en los resultados era inevitable.  

Así hablan los doctores de la Mitología comparada, y bajo el peso de tal cúmulo de pruebas, las gentes sencillas callan, aunque no queden convencidas por completo.  No pueden, en efecto, negar las analogías; pero se preguntan con vaga inquietud: Las concepciones más sublimes de los hombres, sus más halagüeñas esperanzas, ¿sólo son el resultado de los sueños del salvaje o de las adivinaciones de los ignorantes?  Los grandes héroes y mártires de la humanidad, todos los que han vivido, trabajado y sufrido,  ¿murieron en la ilusión forjada por los hechos astronómicos o por las disimuladas obscenidades de los bárbaros?
   
La segunda explicación de la base común a las varias religiones humanas, postula la doctrina de una enseñanza original, que indica una fraternidad de grandes instructores espirituales.  Semejantes maestros, fruto de los ciclos pasados de la evolución, tuvieron por misión instruir y guiar a la humanidad nacida sobre nuestro planeta.  Ellos transmitieron a las razas y a las naciones, a su vez, las verdades fundamentales de la religión bajo la forma más adecuada a las necesidades especiales de aquellos que debían recibirlas.  Según este sistema, los fundadores de las grandes religiones son miembros de la fraternidad única, y fueron ayudados en su misión por una pleyade de individuos un poco menos elevados que ellos, iniciados y discípulos de grados diversos, eminentes por su intuición espiritual, por su saber filosófico o por la pureza de su moral.  Tales hombres son los que han dirigido a los pueblos nacientes, los que los civilizaron y dieron leyes (Como monarcas los gobernaron; como filósofos los instruyeron; y como sacerdotes los guiaron). Así es que todos los pueblos de la antigüedad se arrogan hombres eminentes, semidioses y héroes de los que se descubren vestigios en las respectivas literaturas, códigos y monumentos.
   
Muy difícil parece negar la existencia de semejantes hombres, en presencia de la tradición universal de los documentos escritos aun subsistentes, y de las ruinas prehistóricas, para no citar otros testimonios que recusaría el ignorante.  Los libros sagrados de Oriente son los más fidedignos testimonios de la grandeza de quienes los escribieron.  ¿Qué puede compararse con la sublimidad espiritual de su pensamiento religioso, con el esplendor intelectual de su filosofía, con la amplitud y pureza de su moral?  Ahora bien; cuando hallamos que cuanto esos libros contienen sobre Dios, sobre el hombre y el universo, son enseñanzas substancialmente idénticas, bajo múltiple variedad aparente, no será temerario referirlas a un cuerpo céntrico y original de doctrina.  A este cuerpo doctrinal le damos el nombre de Sabiduría Divina, que es lo que significa la palabra griega Teosofía.
   
Como origen y base de todas las religiones, a la Teosofía no se le puede oponer ninguna otra.  
La Teosofía purifica y revela el alto significado interno de tanta doctrina adulterada por el error en su exposición exotérica y pervertida por la ignorancia y la superstición. En cada una de esas formas se reconoce y defiende la Teosofía, tratando también de mostrar la sabiduría que oculta.
   
Para ser teósofo no hay necesidad de dejar de ser cristiano, budista o indo. Basta con que el hombre sondee profundamente en el corazón de su propia fe, que abrace las verdades espirituales con gran firmeza, y que comprenda sus enseñanzas sagradas con más amplio espíritu.  Después de haber dado origen a las religiones, la Teosofía las justifica y defiende; pues roca y cantera es de donde se sacaron y extrajeron.  Ante el tribunal de la crítica intelectual viene a justificar la Teosofía las más profundas aspiraciones y los más nobles sentimientos del corazón humano.  Comprueba las esperanzas que nos forjamos sobre el hombre y ennoblece más nuestra fe en Dios.
   
La verdad de esta aserción se evidencia más cuanto más estudiamos las diversas Escrituras santas del mundo.  Algunas selecciones operadas en el conjunto de materiales disponibles bastarán para establecer el hecho y guiar al investigador en la búsqueda de nuevas pruebas.

Las verdades fundamentales de la religión pueden resumirse así:
         
1º- La Existencia real, única, eterna, infinita e Incognoscible.
         
2º- De ella procede el Dios manifestado que desenvuelve su unidad en dualidad, y ésta en trinidad.
         
3º- De la Trinidad manifestada proceden las innumerables inteligencias Espirituales, guías de la actividad cósmica.
         
4º- El hombre, reflejo de Dios manifestado, es, por lo tanto, fundamentalmente trino; y su “Yo” interno y real es eterno y uno con el “Yo” universal.
         
5º- Evoluciona por encarnaciones repetidas, a las cuales le impele e deseo y de las que se liberta por el conocimiento y el sacrificio, llegando a ser divino en acto como lo ha sido siempre en potencia.
   
La China, cuya civilización está reducida a estado fósil, fue poblada en otros tiempos por los Turanios, cuarta subdivisión de la cuarta Raza Raíz que habitó el continente de la desaparecida Atlántida y que cubrió con sus ramificaciones la superficie del globo.  Los Mongoles, séptima y última subdivisión de la misma raza, reforzaron más tarde la población de esa comarca, de suerte que en China encontramos tradiciones de la mayor antigüedad, anteriores a establecimiento en la India, de la quinta raza, la raza Aria.  
En el Ching Chang Ching o Clásico de la Pureza, encontramos un fragmento de Escritura antigua de singular belleza, donde se percibe ese espíritu de calma característico de la “enseñanza original”.  En el prólogo de su traducción Mr. Legge dice de este tratado:
   
Este libro se atribuye a Ko Yuan (o Hsuan), un Taoísta de la dinastía de Wu  (222 – 227 J.C.).  
Se cuenta que este sabio alcanzó la condición de inmortal y se la da generalmente este título.  
Se le representa realizando milagros, entregado a la templanza y muy excéntrico en sus procedimientos.
   
Al naufragar cierta vez, surgió de las aguas con los vestidos enjutos y anduvo tranquilamente sobre las olas.  Ascendió a los cielos en pleno día.  Estos relatos pueden quizás atribuirse a invenciones de época muy posterior.
   
Hechos semejantes se atribuyen con frecuencia a los iniciados de diferentes grados y no son necesariamente puras fantasías.  Lo que Ko Yuan dice a este propósito en su libro nos interesará sin duda mucho más:
   
“Cuando alcancé el verdadero Tao, había recitado ya este Ching (libro) diez mil veces. Es lo que practican los espíritus celestes, y jamás fue comunicado a los sabios de este mundo inferior.Se me dio por el Jefe Divino del Hwa Oriental quien lo había recibido del Jefe Divino de la Puerta de Oro y éste de la Madre Real de Occidente.”
   
Ahora bien; el título de Jefe Divino de la Puerta de Oro era el de un iniciado que gobierna el imperio tolteca en la Atlántida, y su empleo parece indicar que el Clásico de la Pureza fue llevado de la Atlántida a China cuando los turanios se separaron de los toltecas. Esta idea la corrobora el contenido de este tratadito que tiene por asunto el Tao, literalmente “la Vía”, nombre que designa la Realidad una en la antigua religión turania y mongola.  Así leemos:
   
“El Gran Tao no tiene forma corporal, pues El es quien ha engendrado y nutrido el cielo y la tierra.  El Gran Tao no tiene pasiones, pero El es la causa de las revoluciones del Sol y de la Luna.  El Gran Tao no tiene nombre, pero es el que asegura el crecimiento y conservación de todas las cosas.”
   
Tal es el Dios manifestado como unidad; pero la dualidad aparece enseguida:
   
“El Tao (aparece bajo dos formas: el Puro y el Confuso) posee (las dos condiciones de) movimiento y reposo.  El cielo es puro y la tierra es confusa; el cielo se mueve y la tierra está quieta.  Lo masculino es puro y lo femenino es confuso; lo masculino se mueve y lo femenino está quieto.  Lo radical (Pureza) desciende, y el producto (Confuso) se extiende en todo sentido, y así fueron engendradas todas las cosas.”
   
Este pasaje es interesantísimo, porque evidencia los dos aspectos activo y receptivo de la naturaleza, estableciendo la diferencia entre el Espíritu generador y la Materia criadora; distinción familiarizada posteriormente.
   
En el Tao Teh Ching, la doctrina tradicional sobre lo Inmanifestado y lo manifiesto se expresa claramente:
   
“El Tao que puede suceder no es el Tao eterno e inmutable. El nombre que puede ser nombrado no es el nombre eterno e inmutable.  El que no tiene nombre es El que ha engendrado el cielo y la tierra; el que no posee nombre es la Madre de todas las cosas...   Bajo estos dos aspectos es idéntico en realidad; pero a medida que el desarrollo se produce, recibe diferentes nombres. Al conjunto lo llamamos Misterio.”


   
Los que estudian la Cábala recordarán uno de los Nombres Divinos: “El Misterio oculto”.  
Más adelante leemos:
   
Hubo algo indefinido y completo que vino a la existencia antes que el cielo y la tierra. Como Eso era tranquilo y sin forma, aislado y sin cambio, se extendió por todos sitios sin peligro (de ser agotado).Eso puede considerarse como la Madre de todas las cosas. Eso cuyo nombre ignoro, lo llamo el Tao.Haciendo un esfuerzo para darle un nombre, lo llamo el Grande.  Eso Grande pasa (en un oleaje continuo).  Pasando, Eso se aleja.  Alejado, Eso vuelve.”
   
Es interesante encontrar aquí esta noción de fusión y reabsorción de la Vida-Una, noción tan familiar en la literatura inda.  El versículo siguiente nos parece, por lo tanto, muy familiar:
   
“Todas las cosas bajo el cielo han salido de Eso considerado como existente (innominado).   Esa existencia, ella mima ha salido de Eso considerado como no existente (e innominado).”
   
A fin de que el Universo pueda llegar a ser, lo Inmanifestado debe engendrar lo Único, de donde proceden la Dualidad y la Trinidad:
   
“El Tao produjo el Uno; el Uno produjo el Dos; el Dos produjo el tres; los Tres produjeron todas las cosas.  Todas las cosas dejan tras sí la obscuridad (de donde han salido) y avanzan para abrazar la luz (de la que emergen) en tanto que se armonizan por el soplo de vida.”
   
El “Soplo del Espacio” estaría mejor traducido. Habiendo salido Todo de Eso, Eso existe en Todo:
   
“El Gran Tao penetra todas las cosas. Se le encuentra a la derecha y a la izquierda...  envuelve todas las cosas como en un traje y no tiene la pretensión de dominarlas. Puede nombrarse en las cosas más pequeñas.  Todas las cosas retornan (a su raíz y desaparecen) sin saber que es El quien preside su vuelta.  Puede nombrarse en las cosas más grandes.”
   
Chwang-ze (400 a J.C.) en su exposición de enseñanzas antiguas, alude a las inteligencias espirituales procedentes del Tao:
   
“Tiene en sí mismo su raíz y razón de ser.   Antes que hubiera cielo y tierra, en los más remotos tiempos, existía con toda seguridad.  De El proviene la misteriosa existencia de los espíritus y la misteriosa existencia de Dios.”
   
Sigue una lista de los nombres de esas inteligencias.  Como el papel preponderante que desempeñan tales seres en la religión china es muy conocido, creo inútil multiplicar las citas sobre el particular.
   
El hombre es considerado como una trinidad, y el Taoísmo, según Mr. Legge, reconoce en él, espíritu, inteligencia y cuerpo; división que aparece clara en el Clásico de la Pureza, cuando se dice que el hombre debe libertarse del deseo para unirse con el Único: “El Espíritu del hombre ama la pureza, pero su pensamiento le trastorna.  El pensamiento del hombre ama la tranquilidad, pero sus deseos le arrastran.  Si pudiera deshacerse constantemente de sus deseos, su pensamiento se tranquilizaría.  Si su pensamiento queda limpio, su espíritu se purifica........ La razón por la cual los hombres son incapaces de llegar a ese estado, estriba en que no limpian su pensamiento ni abandonan sus deseos.  Si el hombre llega a eximirse de sus deseos, cuando mira interiormente su pensamiento no es él; cuando exteriormente su cuerpo no es él; y cuando dirige sus ojos más lejos, hacia las cosas de fuera, nada hay de común entre ellas y él.”
   
Tras la enumeración de las etapas que conducen al estado de tranquilidad perfecta se pregunta:
“En ese estado de reposo independiente del lugar ocupado, ¿cómo puede surgir el deseo?  Y cuando ningún deseo surge, entones nace la calma real y el verdadero reposo.  Esta, calma real llega a ser una cualidad constante y responde (sin error) a las cosas exteriores.  Ciertamente esa cualidad real y constante tiene en su posesión la naturaleza.  En este reposo y tranquilidad constantes se encuentra la pureza y el reposo verdaderos.  Quienquiera que posea esa absoluta pureza entra gradualmente en el (la inspiración del) verdadero Tao.”

Las palabras inspiración del, añadidas por el traductor, velan más bien que esclarecen el sentido; porque entrar en el Tao está conforme  con la idea expresada y con lo que se dice en otras escrituras sagradas.
El Taoísmo insiste mucho en la abdicación del deseo.  Un comentador del Clásico de la Pureza observa que la comprensión del Tao depende de la absoluta pureza, y que “la adquisición de esa pureza absoluta depende enteramente de la abdicación del Deseo; urgente lección práctica que surge de este tratado.”
El Tao Teh Ching dice: “Siempre sin deseos hemos de hallarnos si queremos profundizar todo el misterio, pues poseídos por el deseo, sólo podremos conocer lo externo.” No parece que la reencarnación se enseñara de modo que pudiera comprenderse, aunque se encuentran pasajes que implican una admisión tácita de la idea fundamental, considerando al ser a través de sucesivos nacimientos, así animales como humanos.   Chwang-ze nos refiere la historia original e instructiva de un moribundo al que su amigo dice:
   

“El Creador es grande en verdad” ¿Qué hará de ti ahora? ¿Dónde te llevará? ¿Hará de ti el hígado de un ratón o la pata de un insecto?  Szelai respondió: Dondequiera que un Padre diga a su hijo que vaya, al este, al oeste, al sur o al norte, el hijo obedece... He aquí un gran fundidor ocupado en fundir el metal.  Si el metal se endereza de pronto (en el crisol) y dice “yo quiero ser un  (espada parecida al) Moijsh”, el gran fundidor encontraría la cosa seguramente extraña.  Pues del mismo modo, si una forma en camino de amoldarse gritara: “Yo quiero ser un hombre, quiero ser un hombre”, el Creador encontraría la cosa con toda seguridad sorprendente.  Una vez comprendido que el cielo y la tierra no son sino un vasto crisol y el Creador un gran fundidor, ¿a qué parte podrá obligarnos ir que no nos convenga?  Nacemos como de un sueño tranquilo y morimos en calmoso despertar.”
   
Si pasamos a la quinta raza, la raza Aria, encontraremos las mismas enseñanzas incorporadas a las más antigua y grande de las religiones arias: la religión Brahmánica.  La Eterna Existencia se proclama en el Chhâdogyopanishad como "exclusivamente una y sin par”. Dice:
   
“Quiero eso: multiplicar para el bien del Universo.”
   
El supremo Logos, Brahman, es triple: ser, consciencia y bondad; y de él se dice:
   
“De Este procede la vida, la inteligencia y todos los sentidos; el éter, el aire, el fuego, la tierra que lo soporta todo.”
   
En ninguna arte se pueden encontrar descripciones más grandiosas del Ser Divino que en las escrituras indas.  Son tan familiares que bastarán para el caso breves indicaciones.  He aquí algunas muestras de esas joyas preciosas que se encuentran con profusión:
   
“Manifestado, próximo, moviéndose en lo secreto, permanece grave donde reposa todo lo que se mueve, todo lo que respira y cierra los ojos.  Entiende que hay que adorar.  Esto, a la vez ser y no ser, lo mejor, más allá del conocimiento de todas las criaturas.  Luminoso, más sutil que lo sutil; de El han salido los mundos con sus habitantes.  Esto es el imperecedero Brahman; Esto es también Vida, Voz y Pensamiento...  En la diadema de oro más elevado, está el inmaculado, el invisible Brahman; es la pura luz de las Luces, conocida por los que conocen el yo...  el imperecedero Brahman esta delante, detrás, a la derecha, a la izquierda, arriba  y abajo, penetrando todas las cosas.  Brahman es en verdad Todo y lo mejor”. “Más allá del Universo, Brahman, el Supremo, el Grande, está oculto en todos los seres según sus cuerpos respectivos, soplo único de todo el Universo, el Señor; conociéndole (los hombres) se hacen inmortales.  Conozco ese Espíritu poderoso, Sol que brilla más allá de las tinieblas... yo le conozco indestructible, antiguo, el alma de todos los seres, omnipresente por naturaleza, el que es llamado Sin Nacimiento por los que conocen a Brahman, a quien llaman el Eterno.”
   
“Cuando no hay tinieblas ni día ni noche ni ser ni no ser, Shiva únicamente (subsiste) todavía.  
Es indestructible.  Debe ser adorado por Savitri; de El ha salido la Sabiduría antigua.  Ni en el principio ni en el fin, ni en su medio puede comprenderse.  No hay nada comparable a El, cuyo nombre es gloria infinita.  La mirada no puede determinar su forma, pues no pueden contemplarla los ojos.  Los que le conocen por el corazón y por la inteligencia, moran en su corazón y se inmortalizan.”
   
La idea de que el hombre en su yo interior es idéntico al yo del universo (“Yo soy Aquél”), esa idea, impregna tan profundamente todo el pensamiento indo, que comúnmente se designa al hombre como: “la ciudad divina de Brahma”, “la ciudad de las nueve puertas”, y se dice “que Dios reside dentro de su corazón”.
   
“No hay más que una manera de ver el Ser indemostrable, eterno, inmaculado, más elevado que el éter, sin nacimiento, la gran Alma eterna... Esa gran Alma, sin nacimiento, es la misma que reside como alma inteligente en todas las criaturas vivas, la misma que mora como el éter en el corazón.  ¡En él duerme!  A ella están sometidas todas las cosas; es el Soberano Señor de todas ellas. No puede acrecentarse por las buenas obras ni disminuirse por las malas.  Quien todo lo gobierna es el Soberano Señor de todos los seres, el conservador de todos, el puente y el soporte de los mundos que les impide caer y destruirse” (Brihadaranyakopanishad, IV). iv. 20-22 Trad. Del Dr. E. Roer).
   
Cuando se considera a Dios como Aquel que desarrolla el universo, aparece con toda claridad su triple carácter, en Shiva, Vishnu y Brahma, o también en Vishnu durmiendo sobre las aguas.  El Loto nace de su seno y en el Loto Brahma.  El hombre es igualmente triple según el Mundakopanishad, el yo está condicionado por el cuerpo físico, el cuerpo sutil y el cuerpo mental, elevándose luego, fuera de todos esos medios, en el único sin dual.  De la Trimurti (Trinidad) proceden los numerosos dioses encargados de dirigir el universo, y de ella se dicen en él:
  
 “Adorad, ¡OH dioses!, a Aquel que, imagen del año, cumple el ciclo de sus días.  Adorad esa Luz de las luces, como la eterna vida.” (VI –iv – 16.).
   
Es superfluo decir que el brahmanismo enseña la doctrina de la reencarnación,  pues toda su filosofía de la existencia descansa sobre la peregrinación del alma a través de sucesivas muertes y nacimientos.  No hay un solo libro que no reconozca esta verdad.  El hombre está unido por sus deseos a esa rueda de cambio, y en consecuencia debe librarse de ella por el conocimiento, la devoción y la extinción de los deseos.  Cuando el alma conoce a Dios se liberta.  La inteligencia purificada por el conocimiento le contempla.  El conocimiento unido a la devoción halla la morada de Brahma.  Quien conoce a Brahma, se convierte en Brahman.  
Al cesar los deseos, el mortal se hace inmortal, y alcanza a Brahma.

El budismo, en su modalidad septentrional, está completamente de acuerdo con las religiones más antiguas, pero en su modalidad meridional parece haber abandonado la idea de la Trinidad Lógica, como la Existencia Una de donde esa Trinidad procede.  El Logos en su triple manifestación se designa como sigue: Amitabha, el primer Logos, la Luz sin límites; Avalokitershvara o Padmapani (Chenresi), el segundo; Mandjusri, el tercero, representa la Sabiduría creadora y corresponde a Brahma.  El budismo chino parece que no contiene la idea de una existencia primera, más allá del Logos; pero el budismo de Nepal postula a Adi-Buddha de quien Amitabha procede.  Eittel considera a Padmapani como representación de la Providencia compasiva, y como correspondiente en parte a Shiva, pero como el aspecto de la Trinidad budista que produce las encarnaciones.  Parece más bien representar la misma idea de Vishnu, al que está estrechamente unido por el Loto que tiene en la mano (fuego y agua o Espíritu y Materia como elementos primordiales del universo).
   
En cuanto a la reencarnación y al Karma, son en el budismo doctrinas tan fundamentales, que no es preciso insistir en ello sino para señalar la vía de la liberación, y para observar que como el Señor Buddha fue un indo que predicaba a los indos, considera en todo momento en sus enseñanzas que sus oyentes conocen y profesan las doctrinas brahmánicas.  Fue purificador y reformador, pero no iconoclasta; atacó los errores introducidos por la ignorancia, más no las verdades fundamentales de la Sabiduría Antigua.
   
“Los seres que siguen el sendero de la Ley, que ha sido bien enseñada, alcanzan la otra orilla del gran mar de los nacimientos y de los muertos, tan difícil de franquear.” (Udanavarga. XXIX-37)
   
El deseo es lo que ata al hombre, y debe desembarazarse de él:
   
“Para el preso en las cadenas del deseo es durísimo libertarse, dice el Bienaventurado.  Los hombres constantes que no se preocupan de la dicha conseguida por los deseos, rechazan sus lazos y se alejan enseguida (hacia el Nirvana)...  La humanidad no tiene deseos duraderos: los deseos son transitorios en quienes los experimentan.  Libertaos de lo perecedero y no os detengáis en el lugar de la muerte.” (Ibíd. II-6-8.)
   
“El que ha extinguido el deseo de los bienes terrenos, el estado de pecado, los lazos de la vista y de la carne, que ha descuajado el deseo, ése, digo que es un Brahman.” (Ibíd. XXXIII-68)
   Y el Brahman es el hombre “que está en su último cuerpo”.  Y se dice que está en él, quien “conoce sus moradas (existencias) anteriores; que ve el cielo y el infierno; el Muni que ha encontrado el medio de poner fin al nacimiento.” (Ibíd. XXXIII-55.)
   
En los exotéricos libros santos hebreos, la idea de la Trinidad no surge claramente, aunque la dualidad sea evidente, y el Dios de que se habla en ellos sea sin duda alguna el Logos y no el único Inmanifestado:
   
“Yo Soy el Señor y no hay otro; Yo he formado la luz y he creado la obscuridad; he hecho la paz y he creado el mal; Yo soy el Señor que ha hecho todas esas cosas.” (Is. XLVII-7.)
   
Filón, sin embargo, expone claramente la doctrina del Logos; y se la encuentra también en el cuarto Evangelio:
   
“En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios...   Todas las cosas fueron hechas por él; y nada de lo que fue hecho, se hizo sin él.” (San Juan I-i-3.)
   En la Cábala está claramente enseñada la doctrina del Uno, de los Tres, de los Siete y de los múltiples:
   
“El Anciano de los ancianos, el Desconocido de los desconocidos, tiene forma y al mismo tiempo no la tiene.  Tiene una forma sobre la que sostiene el mundo.  Al mismo tiempo, no tiene forma, puesto que no puede comprenderse.  Cuando revistió en el principio esta forma (Kether, la Corona, el Primer Logos), dejó proceder de sí nueve luces brillantes (La Sabiduría y la Voz, que con Kether formaron la Tríada; luego los siete Sephiroh inferiores...).  Es el Anciano de los ancianos, el Misterio de los misterios, el Desconocido de los desconocidos.  Tiene una forma que le pertenece, puesto que se manifiesta a nosotros (a través de ella) como el Hombre Anciano sobre todos, como el Anciano de los ancianos, y como el Supremo Desconocido entre todos los desconocidos.  Pero bajo esa forma en la que se da a conocer sigue aún desconocido.” (Zohar—  La Cábala, por Isaac Myer, Págs. 274-275.)
   Myer indica que la “forma” no es el Anciano de todos los ancianos, que es el Ain Soph.
   Más adelante dice:
   
“Hay en el Santo de Arriba tres luces que se unen en una, y son la base de la Torah, y ésta abre la puerta a todos... ¡Venid y ved el misterio de la palabra!  Aquí hay tres grados y cada uno existe por sí mismo, y, sin embargo, todos son Uno y están unidos en Uno y  no están separados entre sí... Los Tres proceden de Uno, Uno existe en tres, es la fuerza entre Dos, Dos alimentan Uno, Uno nutre múltiples lados, y así Todo es Uno.”  (Ibíd. 373-375-376.)
   
Es evidente que los hebreos enseñaron la doctrina de la pluralidad de dioses. “¿Quién es parecido a ti, 
¡OH Señor!, entre los dioses?” (Éxodo. XV-II.).  Consideraban también multitud de seres servidores y subordinados: los “hijos de Dios”, los “Ángeles del Señor”, las “diez cohortes angélicas”.
   
Sobre el comienzo del universo el Zohar enseña:
  
 “En el comienzo era la Voluntad del Rey anterior a toda existencia manifestada por emanación fuera de esta Voluntad.  Ella dibujó y grabó en la luz suprema y resplandeciente del Cuadrante (Tétrada sagrada), las formas todas de las cosas que, ocultas, debían aparecer  manifestarse.” (Myer.__ La Cábala, Págs. 194-195.)
   
Nada puede existir en donde la Divinidad no está inmanente.  En lo que respecta a la reencarnación, se enseña que el alma esta presente en la mente divina antes de venir a la tierra.  Si el alma permaneciese pura durante su prueba, escaparía el renacimiento; pero esto parece que sólo fue una posibilidad teórica, porque se dice:
   
“Todas las almas están sujetas a la revolución (metempsicosis); pero los hombres no conocen los caminos del Señor, ¡bendito sea!  Ignoran la manera cómo fueron juzgados en todo tiempo: antes de haber venido a este mundo y después de dejarlo.”  (Ibíd., página 198).
   
En las Escrituras exotéricas, así hebraicas como cristianas, se encuentran rastros de esta doctrina, como, por ejemplo, en la creencia de la vuelta de Elías, y más tarde en su reaparición en la persona de Juan Bautista.
    
Si miramos a Egipto, encontraremos allí desde la antigüedad más remota, la Trinidad conocidísima de Ra (el Padre); Osiris-Isis, como dualidad o Segundo Logos; y Horus.  Recuérdese el grandioso himno a Amón-Ra:
   
“Los Dioses se inclinan ante Tu majestad exaltando las almas del que las ha engendrado... y te dicen: Paz a todas las emanaciones del Padre inconsciente de los padres conscientes de los dioses... ¡OH Tú, productor de los seres!, adoramos las almas que emanan de Ti.  Tú nos engendras, ¡OH Desconocido!, y te saludamos adorándote en cada alma dios que desciende de Ti y vive en nosotros.” (Citado en La Doctrina Secreta, Vol. III, Pág. 486, Edic. Inglesa.)
   
Los “Padres conscientes de los dioses” son los Tres Logos; el “Padre inconsciente” es la Existencia 
Una, llamada inconsciente porque es infinitamente más y no menos que la limitación a la que atribuimos el nombre de conciencia.
   
En los fragmentos del Libro de los muertos, podemos estudiar las concepciones de la reencarnación del alma humana, de su peregrinación hacia el Logos y de su unión fidelísima con El.  El famoso papiro del “escriba Ani triunfante en la paz” está lleno de rasgos que recuerdan al lector las Escrituras de otras creencias.  Tales son su viaje a través del mundo inferior, la esperanza de restituirse a su cuerpo (forma que toma la reencarnación en los egipcios), y en fin su identificación con el Logos:
   
“Osiris Ani dice: Yo soy el Gran Uno, hijo del Gran Uno.  Yo soy el fuego, hijo del fuego... He unido mis propios huesos y me he hecho entero, sano y joven una vez más.   Yo soy Osiris, el Señor de la eternidad.”   (XLIII, i, 4.)
  
 En el examen crítico del libro de los muertos por Pierret encontramos este sorprendente pasaje:
“Yo soy el Ser de los nombres misteriosos, que se prepara a sí mismo las moradas para millones de años” (Pág. 22).  “Corazón, que me viene de mi madre, mi corazón es necesario a mi existencia sobre la tierra...  Corazón, que me viene de mi madre, corazón que me es necesario para mi transformación”  (Págs. 113-114).
   
En la religión de Zoroastro encontramos la concepción de la Existencia Una, figurada por el espacio ilimitado de donde surge el Logos, Ahura-Mazda el creador:
   
“Supremo en omnisciencia y en bondad, sin rival en esplendor, la región de la luz es la residencia de Ahura-Mazda.” (The Bundahis. __Sacred Books of the. East V.3-4__V.2)
   
A él se rinde homenaje en primer lugar en el Yasna, la principal obra litúrgica de los zoroastrinos:
   
“Yo proclamo y cumpliré mi Yasna (culto) hacia Ahura-Mazda, el Creador, el radiante, el más grande y el mejor, el más hermoso (?) (Para nuestra concepción), el más firme, el más sabio y aquel entre todos los seres cuyo cuerpo es el más perfecto, el que cumple sus fines mas infaliblemente por el orden equitativo que ha establecido; hacia el que pone nuestras almas en la vía recta, el que irradia a lo lejos su gracia creadora de alegría, que nos ha hecho y formado, alimentado y protegido, el Espíritu bienhechor entre todos...” 
(S. B. of the E. XXXI, Págs. 195-196.)
   
El adorador rinde luego homenaje a los Ahmeshaspends y a otros dioses; pero el Dios supremo manifestado, el Logos, no se representa aquel como Tri-Unidad.  Como entre los hebreos, hubo en el culto exotérico la tendencia a perder de vista esta verdad fundamental.  Felizmente podemos encontrar la huella de su enseñanza  originaria, aunque desapareciera de las creencias populares.  El Dr. Haug, en su Ensayo sobre los Parsis (Vol. V de Trübner´s Oriental series), dice que Ahura-Mazda (Aubarmazd u Hormazd) es el Ser Supremo y que de él fueron engendradas “dos causas primordiales, que, aunque diferentes, estaban unidas y produjeron el mundo de las cosas materiales, así como el mundo del espíritu” (página 303).
   
Esos dos principios fueron llamados gemelos y están presentes en todas las cosas, así en Ahura-Mazda como en el hombre.  El uno engendra lo real, el otro lo no real, y estos dos aspectos se convirtieron posteriormente en los genios antagonistas del Bien y del Mal; pero en la enseñanza primitiva formaban evidentemente el Segundo Logos, cuyo signo característico es la dualidad.
   
Lo bueno y lo Malo son sencillamente la Luz y las Tinieblas, el Espíritu y la Materia, los gemelos esencialmente de universo, los Dos procedentes del  Uno.
   Criticando la idea posterior de los dos genios, dice el Dr. Haug: “Tal es la noción zoroastriana original de los Espíritus creadores, que forman sencillamente dos partes del Ser Divino.  Pero ulteriormente, a consecuencia de errores y falsas interpretaciones, esta doctrina del gran fundador fue adulterada y llegó a corromperse.  Spentomainyush (El Espíritu Bueno) fue considerado como uno de los nombres del mismo Ahura-Mazda, y como razón Angromainyush (El Espíritu Malo) estaba separado por completo de Ahura-Mazda, se consideró como su perpetuo enemigo.  Así nació el dualismo de Dios y del Diablo” (Pág. 205).
   
La opinión de Dr. Haug parece corroborada por el Gatha Ahunavaiti dado a Zoroastro o Zaratushtra por los arcángeles el mismo tiempo que otros Gathas.
   
En el principio había una pareja gemela, dos Espíritus, cada uno de actividad particular, a saber: el bien y el mal... Y esos dos espíritus unidos crearon la primera cosa (las cosas materiales): uno la realidad, otro la no-realidad... Y para socorrer esta vida (para acrecentarla) Armaiti acudió con sus riquezas, la inteligencia buena y verdadera.   Ella, la eterna, creó el mundo material...
Todas las cosas perfectas, reconocidas como los seres mejores, se recogen en la morada magnífica de la Buena inteligencia, la Sabia y la Justa.” (Yasna, Págs. 149-151.)
   
Aquí encontramos los tres Logos.  Ahura-Mazda, el primero (el principio), la Vida Suprema; en El y por El los dos gemelos, el Segundo Logos; luego Armaiti, la inteligencia, Creador del Universo, el Tercer Logos.  Mas tarde aparece Mithra y viene a obscurecer hasta cierto punto, en la religión exotérica la verdad primitiva.  De ella se ha dicho: “Ahura Mazda la estableció para conservar y velar todo este universo.  Nunca dormida, siempre en vela, guarda la creación de Mazda.” (Mihir. Yast. XXVII. 103.__S.b. of the East, XVIII.)
   
Mithra era un dios subordinado, la Luz del Cielo, como Varuna era el cielo mismo, una de las grandes inteligencias directoras.  Las más elevadas de esas inteligencias fueron los seis Ahmeshaspends, presididos por Vohuman, el Buen Pensamiento de Ahura-Mazda.  Ellos son los “que administran toda la creación material”. (S. B. of the East, V. Pág. 10, nota.)
   
La reencarnación no se consigna en las obras que se han traducido hasta el presente, y tal creencia no se encuentra tampoco en los países modernos.  Pero encontramos en ellos la idea de que el Espíritu, en el hombre, es una chispa cuyo fin es ser un día llama y reunirse con el Fuego Supremo; lo cual implica un desarrollo para el cual es indispensable el renacimiento.  El Zoroastrismo quedará incomprendido mientras no se hallen los Oráculos Caldeos y los escritos que a ellos se refieren, porque realmente de ahí procede su origen.
    
Yendo hacia Occidente,  hacia Grecia, encontramos el sistema Órfico, del que Mr. G. R. S. Mead nos habla en su obra titulada Orpheus.  La inefable obscuridad, Tres veces desconocida, tal era el nombre dado a la Existencia Una.
   
“Según la teología de Orfeo, todas las cosas proceden de un principio inmenso, al que la pobre y débil concepción humana nos obliga a designar con un nombre, aunque sea completamente inefable.  Ese principio es, según el lenguaje referente de los egipcios, una obscuridad tres veces desconocida, en cuya contemplación toda ciencia se convierte en ignorancia.” (Thomas Taylor, citado en Orpheus, Pág. 94.)
   
De ahí procede la Trinidad Primordial: el Bien universal el Alma universal y la Mente universal.  He aquí, pues, nuevamente la Trinidad Lógica, Mr. Mead se expresa en los siguientes términos:
   
“La primera tríada que se puede manifestar al intelecto no es sino una reflexión o representación de lo que no puede manifestarse.  Sus hipóstasis son: a) el Bien que es supra-esencial; b) el Alma (el alma del mundo), esencia auto-determinante; c) El Intelecto (o la Inteligencia), que es una esencia indivisible e inmutable.” (Ibíd., Pág. 94.)

   
Luego viene una serie de Triadas siempre descendentes, que con decreciente esplendor reproducen las características de la primera hasta llegar al hombre, que “contiene en sí mismo potencialmente la suma y la substancia del universo... la raza de los hombres y de los dioses es una”. (Pindar, que era uno de los pitagóricos, citado por San Clemente, Strom, v, 709.) “Por eso se ha llamado al hombre microcosmos o mundo pequeño, para distinguirle del macrocosmos, universo o mundo grande”. (Ibíd., Pág. 271.) 

(Continua)...

ANNIE BESANT