viernes, 30 de noviembre de 2018

Sabiduría Antigua (Parte III)



En fin, el tercer Logos, inteligencia universal, en la que existe el arquetipo de toda cosa y es fuente de los seres, manantial de las energías formadoras y tesoro donde están almacenadas todas las formas ideales que se han manifestado y elaborado en la materia en los planos inferiores durante la evolución del universo. 
 Estos arquetipos son fruto de los universos pasados, transmitidos para servir de germen al universo presente. La manifestación fenoménica de un universo cualquiera, en espíritu y materia, es finita como extensión y transitoria como duración. Pero las raíces del espíritu y la materia son eternas. 
 Un profundo escritor ha dicho que el Logos percibe la raíz de la materia (MULAPRAKRITI) como velo que cubre la Existencia Una, el Supremo Brahman (Parabrahman) según la denominación antigua. 

 El Logos se reviste de ese velo para producir la manifestación. Se sirve del como de limite voluntariamente impuesto únicamente para hacer posible su actividad y del toma la materia para elaborar esos universos, siendo la vida animación que guía y rige toda forma. (Por esto ciertos libros sagrados de Oriente le llaman 
El Señor de Maya, porque Maya o ilusión es el principio de la Forma. La forma se considera como ilusión a consecuencia de su naturaleza transitoria y de sus perpetuas transformaciones. La vida expresada bajo el velo de la forma es, al contrario, la realidad.) De lo que pasa en los planos más elevados del universo, el séptimo y el sexto, no podemos tener sino muy vaga idea. La energía del Logos, al moverse en un torbellino de inconcebible rapidez, “abre agujeros en el espacio”, en la raíz de la materia; y ese remolino de vida limitado por una envoltura perteneciente a Mulaprakriti, forma el átomo primordial. 

Los átomos primordiales y sus agrupaciones diversas, diseminados en todo el universo, forman todas las subdivisiones del espíritu—materia del sétimo plano, una parte de esos innumerables átomos primordiales determinan torbellinos en el seno de agregados más densos de su propio plano. El átomo primordial, revestido así de una cubierta de espirales constituidas por combinaciones más densas del séptimo plano, viene a ser el último elemento de espíritu—materia, es decir, el átomo del sexto plano. Los átomos del sexto plano, con la infinita variedad d combinaciones que forman entre sí, constituyen las diversas subdivisiones del espíritu—materia del sexto plano cósmico. Y el átomo del sexto plano, a su vez, determina un torbellino en el seno de los agregados más densos de su propio plano, y con esos agregados más densos como envoltura, viene a ser lo más sutil de espíritu—materia, es decir, el átomo del quinto plano. 

El mismo proceso se repite luego para formar sucesivamente el espíritu—materia de los planos cuarto, tercero, segundo y primero. Tales son las siete grandes regiones del universo, al menos en lo que concierne a su constitución material. Por analogía, podremos formarnos una idea más clara de ello, cuando comprendamos perfectamente las modificaciones del espíritu—materia de nuestro propio mundo físico. (El estudiante encontrará esta concepción más clara si considera los átomos del quinto plano como Atma, los del cuarto como Atma envuelta en la substancia de Buddhi, los del tercero como Atma envuelto en la substancia de Buddhi Manas y Kama; y los del segundo plano como Atma envuelta en la substancia de Buddhi Manas Kama y Sthula. Sólo la cubierta externa es activa en cada plano; pero los principios internos, aunque latentes, no dejan de estar presentes y prontos a despertar a la vida activa en el arco ascendente del ciclo de la evolución) Él término espíritu- materia se emplea con objeto de significar que no hay materia muerta. Toda materia es viva y las partículas más pequeñas tienen vida. La ciencia afirma con verdad al decir “no hay fuerza sin materia ni materia sin fuerza” La fuerza y la materia están unidas por indisoluble lazo a través de todas las edades de la vida del universo y nada puede separarlas. La materia es la forma y no hay forma que no exprese vida; el espíritu es vida, y no hay vida que no este limitada por una forma. 

 TAMBIEN EL LOGOS, EL SEÑOR SUPREMO, TIENE EL UNIVERSO POR FORMA, MIENTRAS DURA LA MANIFESTACION. 

 La involución de la vida del Logos como fuerza animadora de cada partícula y su envolvimiento sucesivo en el espíritu- materia de los diferentes planos, de suerte que los materiales de cada uno, además de las energías que le son propias, contienen en estado latente u oculto todas las posibilidades de forma y de fuerza pertenecientes a los planos superiores, esos dos hechos evidencian la evolución cierta y dan a la mas ínfima partícula las potencias que, gradualmente transformadas en poderes activos la capacitan para entrar en las formas de seres mas elevados. La evolución puede resumirse así en una sola frase, diciendo que”: Es el tránsito de las potencias latentes al estado de poderes activos”. La segunda gran oleada de evolución, la evolución de la forma del yo—conciencia, se examinarán más adelante. Estas tres corrientes de evolución que pueden observarse en la tierra con relación a la humanidad; fabricación de materiales, construcción de la casa y desarrollo del ser que vive en ella, o mejor, según los términos antes empleados, evolución del espíritu –materia, evolución de la forma y evolución del yo – conciencia. Si el lector puede fijarse puede en esta idea, se obtendrá una indicación precisa y útil para guiarse a través del laberinto de los hechos. 
Podemos pasar ahora al examen detallado del plano físico, en el que nuestro mundo existe y al que pertenece nuestro cuerpo carnal. Lo que ante todo nos llama más la atención cuando examinamos los materiales de este plano, es su inmensa diversidad. Los objetos que nos rodean son de variedad infinita, minerales, vegetales, animales, todos difieren en su constitución. Además la materia dura o blanda, transparente u opaca, tenaz o maleable, dulce o amarga, agradable o nauseabunda, coloreada o incolora. 

De esa conjunción surgen, como clasificación fundamental los tres grandes estados generales de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Un examen más atento nos muestra que los sólidos, líquidos y gases están constituidos por combinaciones de cuerpos simplicísimos, llamados por los químicos elementos, que también pueden existir en estado sólido, líquido y gaseoso sin intercambiar de naturaleza. Así el elemento químico oxigeno entra en la composición de la madera formando con algunos otros elementos las fibras leñosas sólidas; existe igualmente en la savia, formando con otros elementos una combinación líquida, el agua; y finalmente subsiste por sí mismo como gas. Bajo estas tres condiciones es siempre oxigeno, y puede además reducirse de estado gaseoso a liquido y de este al sólido sin dejar de ser oxigeno puro; y lo mismo ocurre con los demás elementos. Obtenemos así tres subdivisiones o estados de la materia en explano físico: los sólidos, los líquidos y los gases. Obtenemos así tres subdivisiones o estados de la materia en el plano físico: los sólidos, los líquidos y los gases. Prosiguiendo nuestra indagación encontramos un curto estado, el éter; e investigaciones todavía más minuciosas nos enseñan que el éter existe bajo cuatro estados tan claramente definidos como los estados sólido, líquido y gaseoso. Tomemos el oxígeno como ejemplo. 

Así como puede reducirse del estado gaseoso al líquido, y de esta al sólido, también puede elevarse a partir del estado gaseoso, a través de los cuatro estados etéreos, de los que el último está constituido por el último átomo físico. Cuando este átomo físico se descompone, la materia abandona por completo el plano físico y pasa al plano superior inmediato. La lámina adjunta presenta tres cuerpos en el estado gaseoso y en los cuatro estados etéreos. Se observará que la estructura del último átomo físico es la misma para todos, y que la diversidad de los elementos químicos se debe a la diversidad de combinaciones que forman entre sí esos últimos átomos físicos. La séptima subdivisión del espíritu—materia física está formada, pues, por átomos homogéneos. La sexta, por combinaciones heterogéneas muy sencillísimas de esos átomos, cada una de los cuales se conduce como unidad nueva. La quinta y la cuarta lo están por combinaciones de creciente complejidad, condiciéndose cada una también como unidad. 

La tercera, en fin, se compone de organizaciones todavía más complicadas, consideradas por los químicos como los átomos gaseosos de los elementos. En esta subdivisión, gran número de las combinaciones consideradas ha tomado nombres especiales: oxígeno, nitrógeno, cloro, etc., y cada combinación nuevamente descubierta otro nombre a su vez. La segunda subdivisión se compone de combinaciones en estado líquido; unas consideradas como elementos, como el bromo; otras como compuestos, como el agua. En fin, la primera subdivisión contiene los sólidos que se consideran como elementos: yodo, oro, plomo etc; o como compuestos: madera, piedra, creta, etc. El plano físico puede servir de modelo al estudiante, según ese tipo general, podrá por analogía formarse idea de las subdivisiones del espíritu—materia de los demás planos. Cuando el teósofo habla de un plano, entiende una región completamente compuesta del espíritu—materia en todas las combinaciones que se derivan de un tipo especial de átomo. 
Tales átomos fundamentales son a su vez unidades complejas organizadas de materia análoga. Su vida es la vida del Logos, velada bajo mayor o menor número de envolturas, según el plano considerado. Su forma se compone de la materia más grosera o materia sólida del plano inmediato superior. 

Un plano no es, pues, sólo una idea metafísica, sino una subdivisión de la naturaleza. Hasta ahora hemos estudiado los resultados de la evolución del espíritu—materia en nuestro mundo físico, subdivisión la más inferior del sistema a que pertenecemos. Durante edades sin cuento la corriente de evolución del espíritu—materia formó la substancia cósmica, y en los materiales de nuestro globo vemos el resultado de ese trabajo de elaboración. Pero cuando estudiamos los seres que habitan este mundo físico, tenemos que considerar la evolución de las formas constituyentes de los organismos aparte de los materiales. Cuando la evolución de los materiales alcanzó un grado suficiente, la segunda gran oleada de vida procedente del Logos dio el impulso a la evolución de la forma y fue la fuerza organizadora (En tanto que Atma-buddhi es indivisible en acción, y por esto denominada la Mónada, todas las formas tienen Atma-Buddhi como vida reguladora.) de su universo, ayudado en la construcción de formas por medio de combinaciones de espíritu—materia, por innumerables cohortes de seres llamados constructores ( Algunos de estos Constructores son inteligencias espirituales de orden elevadísimo; pero el nombre se aplica también a los elementos o espíritus de la naturaleza. —V. más adelante el capítulo XII.) La vida del Logos que reside en el corazón de cada forma es la energía central directora y regente. Es imposible estudiar aquí al pormenor esa construcción de las formas sobre los planos superiores. Baste decir que todas las formas existen como idea en la inteligencia del Logos, y que por esa segunda oleada de vida se manifiesten para servir de modelos a los constructores. 

En el tercero y el segundo plano, las primeras combinaciones de espíritu—materia están organizadas de manera que pueden fácilmente agruparse en formas para desempeñar momentáneamente el papel de unidades independientes y encargarse de dar poco hábito de estabilidad al espíritu—materia cuando se encuentra bajo forma de organismo. Este proceso determina en el tercero y segundo plano la existencia de tres reinos llamados elementales, y las de substancia que se forma en ellos llevan generalmente el nombre de esencia elemental. Esta esencia se moldea, por agregaciones, en formas que subsisten cierto tiempo para dispersarse en seguida. La vida expansiva del Logos, o Mónada, evoluciona descendiendo a través de esos tres reinos, y alcanza fácilmente el plano físico, donde comienza a agrupar en torno de ella las partículas de éter que mantiene en formas diáfanas atravesadas por corrientes vitales. 

En esas formas se congregan los materiales más densos, constituyendo los primeros minerales. Estos evidencian admirablemente, como puede comprobarse viendo cualquier obra de cristalografía, los datos numéricos y geométricos que sirven para la construcción de las formas. Igualmente nos aseguramos por muchísimos testimonios, de que la vida obra en todos los cuerpos minerales, aunque se encuentre en ellos verdaderamente aprisionada, limitada y reducida en sumo grado. El fenómeno de la “fatiga de los metales” muestra que son también cosas vivas. Pero baste decir aquí que la doctrina oculta los considera como tales, puesto que sabe, según acabamos de ver, como la vida se encuentra involucionada en ellos. Habiendo adquirido una gran estabilidad de forma en muchos de los minerales, La Mónada evolutiva elabora una plasticidad más grande en el reino vegetal, continuando esa plasticidad con estabilidad provista de organización. Estos caracteres de estabilidad y plasticidad combinados, adquieren todavía expresión más equilibrada en el reino animal y alcanzan finalmente el sumo equilibrio en el hombre, cuyo cuerpo físico está constituido por compuestos más instables, que permiten una gran adaptación, pero que se unen por una fuerza central de combinación que resiste a la disgregación general hasta en las condiciones más diversas. 

 El cuerpo físico del hombre contiene dos divisiones esenciales; el cuerpo denso, cuyos elementos están formados de las tres subdivisiones del plano físico, sólido, liquido y gaseoso; y del doble etéreo, de un gris violeta o azulado compenetrado con el cuerpo material compuesto de materiales tomados de las cuatro subdivisiones superiores del mismo plano. La función general del cuerpo físico consiste en recibir los contactos del mundo exterior y transmitirles al interior como efectos materiales para trabajar sobre ellos, a fin de allegar conocimiento al ser consciente que reside en el cuerpo. El doble etéreo llena, además del papel especial de intermediario, el de agente transformador, gracias al cual la energía vital irradiada por el sol pueda adaptarse al uso de las partículas más densas. 

 El sol separa nuestro sistema el gran observatorio de fuerzas eléctricas, magnéticas y vitales, que derrama con abundancia. Estas corrientes vivificadoras se asimilan por el doble etéreo de los minerales, los vegetales y los hombres y se transforman en las diversas energías vitales necesarias para cada ser. (La vida solar así apropiada recibe el nombre de PRANA y viene a ser el soplo de vida de cada criatura. PRANA es el nombre que sirve para designar la vida universal asimilada por una entidad de la que esta separada) El doble etéreo las absorbe, las especializa y las distribuye por el cuerpo material. Se ha observado que, en estado de buena salud, el doble etéreo transmite también una cantidad de energía vital mucho mayor que la exigida por el cuerpo físico para su mantenimiento. El excedente irradia en todos sentidos y puede utilizarse por los organismos más débiles. 

 Se da el nombre de aura de salud a la porción de doble etéreo que se desborda del cuerpo físico y que lo rodea algunos centímetros en todos los sentidos. Se le puede observa sobre toda la superficie del cuerpo en líneas que irradian como los radios de una esfera. Estas líneas se inclinan hacia el suelo cuando hay poca vitalidad y la salud esta debilitada; pero cuando las fuerzas reviven, irradian de nuevo perpendicularmente a la superficie del cuerpo. Esta es la energía vital, especializada por el doble etéreo, que el magnetizador gesta para restaurar las fuerzas o curar la enfermedad, y a la que se mezclan comúnmente otras corrientes más sutiles. Tal es la causa de la depresión de la energía vital que atestigua el agotamiento del magnetizador cuando prolonga el exceso de trabajo. El cuerpo humano es sutil o denso en su contextura, según los materiales tomados del plano físico para su composición. 

 Cada subdivisión de la materia suministra substancias más sutiles o más densas. Compárese, por ejemplo, el cuerpo de un carnicero con el delicado sabio. Ambos contienen sólidos; pero cuanto difiere su cualidad. Sabemos también que se puede refinar un cuerpo grosero y hacerse más basto uno delicado. 

 El cuerpo cambia sin cesar. Cada partícula es una vida y las vidas van y vienen. Un cuerpo vibrante las atrae al mismo diapasón que ellas y la rechaza un cuerpo de naturaleza opuesta. Todas las cosas viven en vibraciones rítmicas, se atraen por la armonía y se separan por la disonancia. Un cuerpo puro rechaza las partículas impuras porque tienen una vibración incompatible con la suya; y al contrario, un cuerpo grosero las atrae por el acuerdo de esas vibraciones. De lo que se infiere que si el cuerpo cambia su ritmo de vibración arroja gradualmente de su seno los elementos constituyentes que no pueden vibrar al unísono, reemplazándolos con otros tomados de la naturaleza externa mas en armonía con él. La naturaleza suministra los materiales vibrando según todos los modos posibles y cada cuerpo ejerce su selección mas adecuada. En la construcción primitiva de los cuerpos humanos, la selección debiese a la Monada de la Forma; pero ahora el hombre es un ser consciente y preside, por lo tanto, su propia construcción. 
 Por su pensamiento hace resonar la tónica de su armonía individual y determina los ritmos que son los factores más poderosos en las modificaciones continuas de su cuerpo físico y sus demás cuerpos. 

 A medida que aumenta su conocimiento, aprende a edificar su cuerpo físico con ayuda de una nutrición pura, facilitando él ponerle a diapasón. Aprende así a vivir según el axioma de la pureza: “Alimento puro, pensamiento puro y un continuo recuerdo de Dios”. La criatura más elevada, si vive sobre el plano físico, es sobre este plano el virrey del Logos, responsable según la extensión de sus poderes, del orden, paz, y buena armonía que debe reinar en dicho plano. Y ese deber no pude cumplirse sin la triple condición que acabamos de enunciar. El cuerpo físico, al tomar sus elementos de todas las subdivisiones del plano físico, es apto para recibir impresiones de toda clase y responder a ellas. Los primeros contactos serán las más sencillas y groseras clases, y como la vibración emitida por la vida interior en respuesta a la excitación externa suscita entre las moléculas del cuerpo movimientos correspondientes, poco a poco el sentido del tacto se desarrolla sobre la superficie del organismo permitiendo reconocer la presencia de objetos. 

 A medida que se forman los órganos especiales, para recibir las vibraciones de determinados géneros, el valor del cuerpo aumenta y se prepara para ser un dic en explano físico el vehículo de una entidad propiamente consciente. Cuantas mas impresiones diversas puede recibir, mayor Será su utilidad, porque solo las impresiones a que pueda responder llegaran a la conciencia de ser encarnado. 
 Aun ahora, a nuestro alrededor, en la naturaleza física, hay una infinidad de vibraciones que se nos escapan por completo, porque nuestro cuerpo físico es incapaz de recibirlas, es decir, de vibrar al unísono. Bellezas inimaginables, sonidos armoniosos y sutilidades delicadas chocan contra los muros de nuestra prisión y pasan inadvertidas. Aun no se ha desarrollado el cuerpo perfecto que vibrara respondiendo a todos los estremecimientos de la naturaleza como arpa cólica al soplo del céfiro. Cuando el cuerpo puede recibir las vibraciones las trasmite a los centros físicos de su sistema nervioso sumamente complejo. Igualmente las vibraciones etéreas que acompañan a todas las vibraciones de los materiales más densos, se reciben por el doble etéreo y se transmiten a los centros correspondientes. La mayoría de las vibraciones de la materia densa se transforman en energía química, en calor o en otras formas de energía física. 

 Las vibraciones etéreas ocasionan acciones magnéticas y eléctricas y se transmiten al cuerpo astral, donde alcanzan la inteligencia. Así es como las informaciones del mundo exterior llegan al ser consciente que habita en él cuerpo o al “Señor del cuerpo” como se le llama a veces. A medida que las vías de información se perfeccionan por el ejercicio del ser consciente se desarrolla gracias a los materiales que suministran a su pensamiento. Ahora bien: El bien: hombre de nuestros días ha evolucionado todavía poco y su doble etéreo no es suficientemente armónico para transmitirle regularmente las impresiones recibidas independientemente del cuerpo material, así como tampoco, para fijarlas en el cerebro. A veces sin embargo, la transmisión se efectúa y tenemos entonces la clarividencia en su forma más inferior, visión por el doble etéreo de los objetos cuya envoltura más material es un cuerpo etéreo. Como veremos hombre anima una serie de vehículos: físico, astral y mental, y es importante saber y recordar que, en nuestra evolución ascendente, el vehículo inferior, el cuerpo físico denso, es el primero que rige y racionaliza la conciencia. 

 El cerebro físico es el instrumento de la conciencia en estado de vigilia sobre el plano físico, y en el hombre puro evolucionado la conciencia funciona aquí de un modo más efectivo que en cualquier otro vehículo. Sus potencias son inferiores a las de los vehículos más sutiles, pero sus realizaciones son más grandes, y el hombre se conoce como “yo” en el cuerpo físico antes de descubrirse en los demás. Pero si esta mas evolucionado que el promedio de su raza, no se revelara aquí abajo sino en los limites permitidos por su organismo físico, porque de conciencia únicamente puede manifestar sobre el plano físico lo que el vehículo físico es capaz de recibir. En general el cuerpo denso y el cuerpo etéreo no se separan jamás en la vida terrestre. Funcionan juntamente, en el estado normal, como las cuerdas altas y bajas de un mismo instrumento cuando se efectúa un acorde; pero ejercen además funciones distintas, aunque coordinadas. 

En condiciones de poca salud o de sobreexcitación nerviosa el doble etéreo puede proyectarse anormalmente en gran parte fuera del cuerpo denso. Este ultimo tiene entonces una conciencia muy vaga o se haya en estado de trance según sea la mayor o menor proporción de substancia etérea exteriorizada. 
Los anestésicos del cuerpo la mayor parte del doble etéreo, de suerte que la conciencia no puede afectar su vehículo material ni ser afectada por él, rompiéndose el lazo de comunicación. En las personas de organización ahora llamadas MEDIUMS, la separación del cuerpo etéreo y del cuerpo denso se efectúa fácilmente, y el doble etéreo exteriorizado suministra en gran medida la base física necesaria a las “materializaciones”. Al dormir, cuando la conciencia deja el vehículo físico que utiliza en estado de vigilia, el cuerpo denso y el cuerpo etéreo descansan conjuntamente. Pero en la vida del sueño físico funciona independientemente uno del otro hasta cierto punto. 

 Las impresiones recibidas en la vigilia se producen automáticamente en el cuerpo, y el cerebro material y el cerebro etéreo se llenan ambos de imágenes fragmentarias e incoherentes, donde las vibraciones se atropellan, por decirlo así, entre ellas mismas, produciendo las combinaciones más grotescas. Las vibraciones externas vienen igualmente a afectar esos dos vehículos, y las combinaciones (asociaciones) frecuentemente repetidas en estado de vigilia son traídas nuevamente a la actividad por corrientes astrales de la naturaleza análoga. Las imágenes producidas en nuestro sueño engendradas espontáneamente o suscitadas por una fuerza externa, se hallan determinadas en gran parte por la pureza o impureza de nuestros pensamientos en estado de vigilia. Al acaecer el fenómeno que se llama muerte, la conciencia se evade y despoja al cuerpo etéreo de la envoltura densa. Rompe así el lazo magnético que unía esas dos partes del cuerpo físico en la vida terrestre, y el ser consciente permanece envuelto por algunas horas, en su vestido etéreo. A veces se manifiesta en tal estado a las personas que están cerca del. 

Bajo una forma nebulosa, vagamente consciente y muda; el fantasma. El doble puede igualmente verse después que el ser consciente se ha evadido del, flotando sobre la tumba donde el cadáver material yace, y se disgrega lentamente con el tiempo. Cuando llega el momento de renacer, el cuerpo denso, en su desarrollo prenatal, sigue paso a paso al doble etéreo que esta constituido gradualmente con anticipación. Puede decirse que esos dos cuerpos determinan los límites en que el ser consciente ha de vivir y trabajar durante su vida terrestre. Este asunto se esclarecerá más completamente en el capítulo IX, que tiene por objeto el Karma.

ANNIE BESANT

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