UN HORROROSO RELATO
DE JUSTICIA RETRIBUTIVA INFLINGIDA POR UN “ESPÍRITU” ATADO A LA TIERRA
POR H.P.BLAVATSKY
[Banner of Light, Boston, Volumen XLII, 30 de
marzo de 1873, página 2]
En los más antiguos países de
Europa y Asia suceden frecuentemente ejemplos de interferencia de los muertos
con los vivos, con los cuales los Espiritualistas Americanos son aún extraños
relativos. ¡La experiencia de muchas generaciones ha enseñado a las clases
altas, igual que a las bajas, a aceptar esto! la intervención como un hecho
establecido. Con esta diferencia, sin embargo, como regla, los primeros
admitiendo la realidad de los fenómenos, buscan, para escapar al ridículo, una
escapatoria conveniente al atribuirlos a extrañas coincidencias, mientras que
los últimos, con menos conocimientos pero con más intuición, no tienen
dificultad en adivinar la causa real. Historias pensadas para helar la sangre
de terror circulan en muchas de las tierras que he visitado, y más de una vez,
ejemplos de la recompensa y castigo de actos buenos o malvados por agentes
ocultos han llegado a mis propia observación.
La historia que voy a relatar
tiene el mérito de ser completamente verdadera. La familia es muy conocida en
esa parte de los dominios rusos donde el escenario está situado. El episodio
fue presenciado por uno de mis parientes, al cual le provocó una impresión que
se lo llevó a la tumba.
Mi objetivo al contarla es
ilustrar una de las muchas fases de la ciencia psicológica estudiada por los
Teósofos, y que debe ser estudiada por cualquiera que se informe
exhaustivamente sobre las relaciones de los hombres vivos con el silencioso
mundo de las sombras – ese pequeño arroyo del que... algunos viajeros vuelven...
Puede ser tomado como un caso de
mediumnidad del tipo más sorprendente – resumiendo, una transfiguración. Difiere sólo ligeramente del de la señora
Markee – anteriormente Compton – presenciado y descrito por el Coronel Olcott
en su trabajo, y uno de los más asombrosos registrados 2. El cuerpo
físico de la señora Compton se transformó alternativamente en las formas de una
chica enana y un alto jefe Indio. En el ejemplo presente el alma atormentada de
un viejo entra en el cuerpo de un niño, y reencarnándose temporalmente, se
convierte en el agente del inexorable destino. El lector inteligente no
necesitará más pistas para hacerle capaz de examinar la lección que mi veraz
relato comunica.
En uno de los distantes distritos
de Rusia, en una pequeña ciudad en la misma frontera de Siberia, sucedió una
misteriosa tragedia hace unos veinte años – una tragedia que obsesiona la
memoria de los habitantes más viejos del distrito hasta el día de hoy, y no es
contada sino en susurros al viajero curioso.
A unos 7 kilómetros del pequeño
pueblo de P___, famoso por la belleza salvaje de sus paisajes, y por la riqueza
de sus habitantes – generalmente propietarios de minas y fundiciones de hierro
– se levantaba una antigua y aristocrática mansión. Su familia consistía en el
señor, un rico anciano soltero, y su hermano, viudo y padre de dos hijos y tres
hijas. Se sabía que el propietario, el señor Izvertzoff, había adoptado a los
hijos de su hermano, y, habiendo desarrollado un especial cariño por su sobrino
mayor, Nicholas, le había hecho único heredero de sus numerosas propiedades.
El tiempo pasó. El tío envejecía,
el sobrino, menor de edad. Los días y los años habían pasado en una monótona
serenidad, sobre el hasta ahora despejado horizonte de la tranquila familia
apareció una nube. En un desafortunado día una de las sobrinas tuvo la idea de
estudiar cítara. El instrumento era de origen puramente Teutónico, y no había
ningún profesor para esa especialidad residiendo en los aledaños, el indulgente
tío pidió a San Petersburgo ambas cosas. Después de una diligente búsqueda sólo
se pudo encontrar a un profesor que se atreviera a acercarse tanto a Siberia.
Era un viejo artista alemán, que, compartiendo sus afectos terrenales a partes
iguales con su instrumento y con su preciosa hija rubia, no se iría sin ninguno
de los dos. Y así sucedió que, una bonita mañana, el anciano profesor llegó a
la mansión con el estuche de una cítara bajo un brazo, y su bonita Minchen en
el otro.
Desde aquel día la pequeña nube
comenzó a crecer rápidamente; ya que cada vibración del melódico instrumento
encontraba un eco de respuesta en el corazón del anciano soltero. La música
despierta el amor, dicen, y el trabajo comenzado por la cítara fue completado
por los ojos azules de Minchen. Cuando habían pasado seis meses la sobrina se
había convertido en una experta tocadora de cítara y el tío estaba
desesperadamente enamorado. Una mañana, reuniendo a su familia adoptada
alrededor de él, él les abrazó a todos muy tiernamente, prometió recordarlos en
su testamento, y se volvió loco declarando su inalterable resolución de casarse
con Minchen de los ojos azules. Después de lo cual él cayó sobre sus cuellos y
lloró en éxtasis silencioso. La familia también lloró; pero era por otra razón.
Habiendo pagado su tributo a su propio interés, hicieron lo que pudieron por
regocijarse, ya que el anciano caballero era muy querido. No todos ellos se
regocijaron, sin embargo, Nicholas, que se había sentido también locamente
enamorado de la preciosa señorita alemana, y que se sintió inmediatamente
defraudado de la belleza y el dinero de su tío, ni se regocijó ni se consoló,
sino que desapareció durante todo el día.
COMENZANDO UN LARGO
VIAJE
Mientras tanto, el señor
Izvertzoff dio órdenes de preparar su carruaje de viaje para la mañana
siguiente. Se rumoreaba que iba a la ciudad del gobierno algo distante de allí,
con la intención de alterar su testamento. Aunque era muy rico él no tenía
supervisor de su herencia, sino que llevaba él mismo sus libros. Esa misma
tarde, después de la cena, se le oyó en su habitación regañando furiosamente a
su sirviente que había estado a su servicio durante más de treinta años. Este
hombre, Ivan, era nativo del norte de Asia, de Kamchatka. Criado por la familia
en la religión cristiana, se le consideraba muy encariñado con su señor. Pero
cuando las trágicas circunstancias que estoy a punto de relatar llevaron a toda
la fuerza policial al lugar, se recordó que Ivan estaba borracho aquella noche;
que su señor, que tenía horror a este vicio, le había azotado paternalmente y
echado de la habitación; y que Ivan había sido visto tambaleándose fuera de la
habitación y se le oyó murmurar amenazas.
Había en la propiedad de los
Izvertzoff una gran caverna, que excitaba (y aún excita) la curiosidad de todos
los que la visitan. Un bosque de pinos, que comenzaba casi en la puerta del
jardín, ascendía por empinados bancales una larga cadena de colinas rocosas, a
las que cubrían con un cinturón de impenetrable verdor. La gruta que llevaba al
lugar que la gente llamaba “la Caverna de los Ecos”, estaba situada a una media
milla de la mansión, desde la cual parecía una pequeña excavación en la ladera,
casi oculta por exuberantes plantas. Aún así no estaba tan oculta como para
evitar que cualquier persona que entrara en ella fuera claramente vista desde
la terraza de la casa. Dentro de la gruta, el explorador se encuentra en la
parte de atrás de una antecámara una estrecha grieta, habiendo pasado la cual
se entra en una caverna sublime, débilmente iluminada a través de fisuras en el
techo de cincuenta pies de altura. La caverna en sí misma es inmensa, capaz de
albergar fácilmente a doscientas o trescientas personas. Una parte estaba, en
la época de mi relato, pavimentada con losas, y a menudo se usaba en verano por
grupos de picnic como una sala de baile. De irregular forma oval, gradualmente
se estrecha en un ancho corredor, que corre varias millas por debajo del suelo,
interrumpido de vez en cuando por otras cámaras tan grandes y sublimes como la
sala de baile, pero, a diferencia de ésta, inaccesibles excepto en barca, ya que
están llenas de agua. Estos estanques naturales tienen la reputación de ser
insondables.
LOS ECOS
En el margen de la primera de
éstas había una pequeña plataforma, con varios asientos rústicos mohosos
colocados sobre ella, y es desde este punto que los fenomenales ecos son oídos
sobrenaturalmente. Una palabra pronunciada en un susurro o un suspiro parecía
ser recogido por interminables, burlonas voces, y en vez de disminuir en
volumen, como los ecos honestos normalmente hacen, el sonido se hacía más y más
alto en cada repetición sucesiva, hasta que al final estallaba hacia delante
como la repercusión de un disparo de pistola, y se desvanecía en un gemido
lastimero por el corredor.
En la tarde en cuestión, el señor
Izvertzoff había mencionado su intención de celebrar una fiesta con baile en la
caverna el día de su boda, que había fijado en una fecha cercana. A la mañana
siguiente, mientras preparaba su partida, fue visto por su familia entrando en
la gruta, acompañado sólo por el Siberiano. Media hora después Ivan regresó a
la mansión a por una tabaquera que su señor había olvidado en su habitación, y
volvió con ella a la caverna. Una hora después el hogar entero fue asustado con
fuertes gritos. Pálido y empapado de agua, Ivan entró como un loco y declaró que
no encontraba al señor Izvertzoff en ningún lugar de la caverna. Pensando que
se había caído en uno de los lagos, él se había sumergido en el primer estanque
buscándole, y casi se ahoga él mismo.
El día pasó en vanos intentos de
encontrar el cuerpo. La policía abarrotaba la casa, y más desesperado que el
resto parecía Nicholas, el sobrino, que había regresado a casa justo a tiempo
de oír las tristes noticias.
Una oscura sospecha se cernió
sobre Ivan, el Siberiano. Él había sido golpeado por su señor la noche
anterior, y se la había oído jurar venganza. Él le había acompañado solo a la
caverna, y cuando se registró su habitación, se encontró un cofre lleno de
caras joyas familiares, que se sabía que habían sido cuidadosamente guardadas
en el aposento del viejo Izvertzoff, debajo de la cama de Ivan. En vano llamó
el hombre a Dios para atestiguar que el cofre se lo había dado a su cuidado su
señor mismo, antes de proceder hacia la caverna; que era el propósito del señor
tener las joyas restauradas, ya que pretendía que fueran el regalo de boda a su
novia, y que él, Ivan, daría gustoso su propia vida para recuperar la de su
benefactor, si supiera que estaba muerto. No se le hizo ningún caso, sin
embargo, y fue arrestado por el cargo de asesinato, aunque no se dictó una
sentencia definitiva, ya que, bajo la antigua ley rusa, un criminal no puede
ser sentenciado por ningún crimen, por muy concluyentes que sean las
evidencias, a menos que confiese su culpabilidad; aún así el pobre hombre tenía
la perspectiva de pasar el resto de su vida en la cárcel, a menos que
confesara.
Después de una semana malgastada
en una inútil búsqueda la familia se vistió de profundo luto, y, como el
testamento como originalmente se redactó sin un codicilo, la totalidad del
patrimonio pasó a manos del sobrino. El viejo profesor y su bonita hija
aguantaron este reverso de la fortuna con auténtica flema germana, y se
prepararon para partir. Tomando de nuevo su cítara bajo un brazo, el padre
estaba a punto de coger a su Minchen con el otro, cuando el sobrino le paró
ofreciéndole un novio en vez de su fallecido tío. El cambio fue encontrado
agradable, y, sin mucho más, la joven pareja se casó.
Pasaron diez años, y encontramos
a la feliz familia a comienzos de 1855. La bonita, de ojos azules Minchen se ha
vuelto gorda y vulgar. Desde el día de la desaparición del anciano Nicholas ha
estado taciturno y refugiado en sus costumbres. Muchos se preguntaban sobre el
cambio en él, ya que ahora nunca se le veía sonreir. Parecía como si su único
objetivo en la vida, desde la catástrofe, era encontrar al asesino de su tío o
traer a Ivan para que confesara su culpabilidad. Pero el hombre aún mantenía
que era inocente.
Un único hijo había nacido de la
joven pareja, y se esperaba que esto trajera un rayo de luz al corazón del
padre. Pero era una criaturita tan débil y enclenque que apenas parecía capaz
de respirar, y así, de acuerdo con la costumbre rusa en tales casos, el
sacerdote de la familia fue llamado para bautizarlo esa misma tarde, no fuera
que, muriendo, debiera ir al sitio preparado para los niños sin bautizar según
la teología Cristiana. La familia y los sirvientes estaban reunidos para la
ceremonia en la gran sala de recepciones de la casa, y el sacerdote estaba a
punto de bañar el bebé tres veces en el agua, cuando se paró abruptamente, se
volvió mortalmente pálido, y se quedó mirando al vacío, mientras sus manos se
agitaban tan violentamente que casi dejó caer al niño en la pila bautismal. En
ese momento, la enfermera, que permanecía al final de la primera fila de
espectadores, dio un salvaje chillido, y apuntando en la dirección de la
biblioteca usada por el anciano Izvertzoff, salió corriendo aterrorizada. Nadie
pudo entender el pánico de estas dos personas, ya que, excepto ellos, nadie
había visto nada fuera de lo normal. Algunos habían visto la puerta de la
biblioteca abrirse lentamente, pero había sido causado por el viento, que
estaba ahora gimiendo por toda la vieja mansión. Tras la ceremonia, el
sacerdote, corroborado por la enfermera sollozando histéricamente, solemnemente
afirmó que él había visto, por un momento, la aparición del fallecido señor en
el umbral de su biblioteca, entonces se deslizó rápidamente hacia la pila, y
despareció instantáneamente. Ambos testigos describieron al espectro como
teniendo en sus facciones una expresión de amenaza.
El sacerdote, tras
santiguarse y murmurar unas plegarias, insistió en que la familia completa
debería pedir que se dieran Misas durante siete semanas para el reposo “del
alma atormentada”.
Era un niño extraño, este bebé de
Nicholas y Minchen, y parecía tener una misteriosa atmósfera a su alrededor.
Pequeño, delicado, y siempre enfermo, su frágil vida parecía colgar de un hilo
mientras crecía. Cuando sus facciones estaban en reposo, su parecido a su tío
abuelo era tan impactante que los miembros de su familia a menudo se alejaban
de él encogidos por el terror. Era la cara pálida, arrugada de un hombre de
sesenta años sobre los hombros de un niño de nueve. Nunca se le vio reír o
jugar; sino que, sentado en su alta silla, con cara seria y cruzando los brazos
de una forma peculiar del difunto Izvertzoff. Él podía permanecer así durante
horas, inmóvil y somnoliento. Su enfermera era vista a menudo santiguándose
furtivamente, por la noche cuando se aproximaba a él; y ninguno de sus
servidores consentía en dormir sólo con él en el cuarto de los niños. El
comportamiento de su padre hacia él era aún más extraño. Él parecía amarlo
apasionadamente, y aún así odiarle amargamente en algunos momentos. Él nunca
abrazó o acarició al chico, sino que pasaba largas horas observándole, con la
cara lívida y mirada fija, cuando se sentaba tranquilamente en una esquina, en
su manera de duende pasada de moda. El niño nunca había abandonado la
propiedad, y pocos fuera de la familia le conocían.
UN MISTERIOSO VIAJERO
A mediados de julio, un alto
viajero húngaro, precedido por una gran reputación de excentricidad, riqueza y
los poderes mesméricos más extraordinarios, llegó a P___ desde Kamchatka,
donde, según se rumoreaba, había residido durante un tiempo, rodeado de
Chamanes. Él se estableció en el pequeño pueblo, con uno de esta secta, y se
decía que experimentaba en mesmerismo sobre este “hechicero” del Norte de
Siberia, como le llamaban los habitantes. Él dio cenas y fiestas, y durante
tales recepciones, invariablemente exhibía a este Chamán del que se sentía muy
orgulloso. Un día, los notables de P___ hicieron una invasión inesperada del
dominio de Nicholas Izvertzoff, y le pidieron el préstamo de su Caverna para
una tarde de entretenimiento. Nicholas consintió con desgana y con mayor duda
aún fue convencido para unirse al grupo, en el cual estaba mi propio pariente.
La primera caverna y la
plataforma al lado del lago sin fondo brillaban aquella tarde con luces.
Cientos de parpadeantes antorchas y lámparas, pegadas en las grietas de las
rocas, iluminaban el lugar, y alejaban las sombras de los mohosos recovecos y
esquinas, donde habían permanecido sin molestar durante varios años. Las
estalactitas de las paredes centelleaban brillantemente, y los durmientes ecos
fueron despertados repentinamente por una confusión de risas jubilosas y
conversaciones. El Chamán, que nunca se alejaba de su amigo y patrón, sentado
en una esquina, en semi trance como era usual. En cuclillas sobre una roca
sobresaliente, a medio camino entre la entrada y el agua, con su arrugada cara
amarillo-anaranjada, nariz chata y fina barba, él parecía más un feo ídolo de
piedra que un ser humano. Muchos del grupo se apretujaban alrededor de él y
recibían respuestas correctas del oráculo a sus preguntas, el húngaro
alegremente sometiendo a su mesmerizado “sujeto” a un examen cruzado.
De repente uno del grupo, una
dama, irreflexivamente comentó que era en esa misma caverna donde el anciano
señor Izvertzoff había desaparecido tan inexplicablemente hacía diez años. El
extranjero pareció interesado, y deseó saber más de las misteriosas
circunstancias. Nicholas fue buscado entre la multitud y conducido ante el
deseoso grupo. Él era el anfitrión, y encontró imposible rechazar el relato
demandado por un invitado comprensivo. Él repitió el triste relato con voz
temblorosa, con la cara pálida, y se vio brillar una lágrima en su febril ojo.
El grupo estaba muy afectado, y circularon libremente en susurros simpáticos
alabanzas sobre el comportamiento del amante sobrino, que honraba así la
memoria de su tío y benefactor. De repente la voz de Nicholas se volvió
estrangulada, sus ojos se salían de sus órbitas, y, con un gruñido contenido,
se tambaleó hacia atrás. Todos los ojos de la multitud siguieron con curiosidad
su demacrada mirada, que permanecía fascinada sobre una carita marchita que
miraba desde detrás de la espalda del Chamán.
¿De dónde vienes? ¿Quién te ha
traído, niño? tartamudeó Nicholas, tan pálido como la misma muerte.
“Estaba en la cana papá; este
hombre vino y me trajo en sus brazos”, respondió simplemente el niño, señalando
al Chamán, al lado del cual permanecía sobre la roca, y que, con sus ojos
cerrados, seguía balanceándose hacia delante y atrás como un péndulo viviente.
“Eso es muy extraño”, comentó uno de los invitados, “¡el hombre no
se ha movido en ningún momento de su lugar!”
“¡Dios mío! ¡Qué extraordinario
parecido!” murmuró un anciano residente del pueblo, un amigo del muerto.
“¡Mientes, chico!” exclamó fieramente
el padre. “Vuelve a la cana, este no es lugar para ti...”
“Vamos, vamos” intervino el
húngaro, con una extraña expresión de autoridad en su rostro, y rodeando con su
brazo, como protegiéndola, la figura delgada e infantil. “El pequeño amigo ha
visto el doble de mi Chamán, que vaga a veces lejos de su cuerpo, y ha
confundido al hombre astral con el fantasma exterior mismo. Dejad que el niño
se quede con nosotros un rato.”
Al oír estas extrañas palabras
los invitados se miraron unos a otros en muda sorpresa, y algunos de ellos
miraron al que hablaba con verdadero terror.
“Por cierto”, continuó el
húngaro, con un muy peculiar firmeza de acento, y dirigiéndose al público más
que a alguien en particular, “¿por qué no tratamos de desentrañar el misterio
que pende sobre esa tragedia, con los poderes clarividentes de mi Chamán? ¿Está
el sospechoso aún en prisión? ¿Qué? ¿...todavía no ha confesado? Esto es
verdaderamente extraño. Pero ahora sabremos la verdad en unos minutos... La
segunda vista de mi Chamán, cuando se dirige correctamente, nunca yerra.
¡Guardemos todos silencio!”
Él entonces se aproximó al
Tehuktchene, y haciendo como si dibujara un círculo imaginario con su mano
alrededor de sí mismo, el Chamán y el chico, inmediatamente empezó sus
operaciones sobre el sujeto sin siquiera pedir el consentimiento del dueño del
lugar. Este último permanecía clavado al suelo como si estuviera petrificado de
terror, e incapaz de articular sonido. Excepto por él, la sugerencia fue
aceptada con la aprobación general, y el “Jefe de Policia”, el Coronel S____,
fue el primero en aprobar la idea.
“Damas y caballeros”, dijo
entonces el mesmerizador en un tono amable, ”permítanme por esta vez proceder
de una forma distinta a la que normalmente lo hago. Emplearé el método de la
magia nativa. Es más apropiado para este salvaje lugar, y, me atrevería a
decir, la encontraremos mucho más efectiva que nuestro modo europeo de
mesmerización.”
Sin esperar respuesta él saco de
una bolsa que, según explicó, jamás soltaba, primero, un pequeño tambor, y
después dos pequeños frascos – uno lleno de líquido, el otro vacío. Con el
contenido del primero él roció al Chamán, que empezó a temblar y cabecear más
violentamente que nunca. El aire estaba lleno con perfumes de olores
especiados, y la atmósfera misma parecía aclararse. Entonces, para horror de
los presentes, se acercó al Chamán, y sacando un cuchillo en miniatura, de
aspecto anticuado de su pecho, hundió tranquilamente el afilado acero en el
antebrazo del hombre, sacó sangré que echó en el frasco vacío. Cuando estaba
medio lleno él apretó el orificio de la herida con su pulgar, y cesó el flujo
tan fácilmente como si hubiera puesto el corcho a una botella, tras lo cual
roció la sangre sobre la cabeza del pequeño. Él entonces se colgó el tambor de
su cuello, y con dos baquetas de marfil que estaban cubiertas de extrañas
letras grabadas y símbolos, comenzó a tocar una especie de toque de diana –
para estimular los “espíritus” del Chamán según dijo.
MARAVILLAS MÁGICAS
Los espectadores, medio en shock,
medio aterrorizados por estos extraordinarios procedimientos, ansiosamente,
aunque aún tímidamente, se hacinaron a su alrededor, y durante unos momentos un
silencio de muerte reinó a lo largo de la sublime caverna. Nicholas, con la
cara lívida y como un cadáver, permaneció mudo como antes.
Y ahora el mago mesmerizador se
había situado entre el Chamán y la plataforma, y continuó tocando el tambor
lentamente. Las primeras notas eran amortiguadas, y vibraban tan suavemente en
el aire que no despertaban eco; únicamente el Chamán incrementó aún más su
movimiento pendular, y el chico se volvió inquieto. El misterioso tamborilero
comenzó a cantar en voz baja, un lento impresionante y solemne canto.
Según salían las palabras
desconocidas de sus labios, las llamas de las antorchas, lámparas y velas
temblaban y parpadeaban, hasta que comenzaron a danzar al ritmo del canto. Un
frío viento resoplando desde los oscuros corredores más allá del agua, dejando
un eco quejumbroso en su camino. Entonces una especie de vapor nebuloso, que
parecía rezumar del suelo y de las paredes rocosas, se reunió alrededor del
Chamán y del niño. Alrededor del último el aura era plateada y transparente,
pero la nube que envolvía al primero era roja y siniestra. Acercándose más a la
plataforma, el adepto tocó una llamada más fuerte en su tambor, y esta vez el
eco lo cogió con un efecto aterrador. Reverberó cerca y lejos en incesantes
repiques; un gemido tras otro, más y más alto, hasta que el estruendoso rugido
parecía el coro de un millar de voces demoníacas alzándose de las insondables
profundidades del oscuro lago. El agua misma, cuya tranquila superficie,
iluminada por muchas luces, había estado previamente suave como una lámina de
vidrio, se agitó repentinamente como si una poderosa ráfaga de viento hubiera
barrido su superficie.
Otro canto y un redoble del
tambor, y la montaña tembló hasta sus cimientos con los repiques de cañón que
retumbaban a través de los oscuros y distantes corredores. El cuerpo del Chamán
se alzó dos yardas en el aire, y, cabeceando y balanceándose, se sentó, medio
suspendido, como una espantosa aparición. Pero la transformación que sufrió el
niño heló a todo el mundo de terror mientras observaban boquiabiertos la
escena. La nube plateada alrededor del chico parecía levantarle, también, en el
aire; pero, al contrario que el Chamán,
sus pies no dejaron de tocar el suelo. El niño comenzó a crecer como si el
trabajo de años se cumpliera milagrosamente en unos pocos segundos. Se hizo
alto y grande, y sus rasgos seniles envejecieron más, en armonía con el cuerpo.
Unos pocos segundos más y la juvenil forma había desaparecido por completo:
¡fue totalmente absorbida por otra individualidad! y, para horror de aquellos
de los presentes que estaban familiarizados con su apariencia, ¡esta
individualidad era el anciano Izvertzoff!...
EL FANTASMA
En su sien izquierda había una
gran, abierta herida de la que chorreaban grandes gotas de sangre. El fantasma
se movió directamente hasta situarse enfrente de Nicholas, que, con el pelo de
punta, miraba a su propio hijo transformado en su tío, con la mirada de un loco
de atar. Este silencio sepulcral fue roto por el húngaro, que, dirigiéndose al
fantasma del niño, le preguntó con voz solemne: “En el nombre de Aquellos que
tienen todos los poderes, responden la verdad y nada más que la verdad. Alma
inquieta, ¿se perdió tu cuerpo en un accidente o fue horriblemente asesinado?”
Los labios del espectro se
movieron, pero fue el eco desde lejos el que respondió con gritos lúgubres:
“¡Asesinado! ¡Asesi-nado!
¡Ase-si-na-do!”
“¿Donde? ¿Cómo? ¿Por quién?”
Preguntó el adepto.
La aparición señaló con un dedo a
Nicholas, y sin apartar su mirada o bajar el brazo, se retiró hacia atrás
lentamente hacia el lago. Con cada paso que daba, el joven Izvertzoff como
compelido por alguna fascinación irresistible, avanzaba un paso hacia él, hasta
que el fantasma alcanzó el borde del agua, y a continuación fue visto
deslizándose sobre su superficie. ¡Era una escena temible, fantasmal!
Cuando Nicholas había llegado a
dos pasos del borde del abismo acuático, una violenta convulsión recorrió el
cuerpo del hombre culpable. Arrojándose sobre sus rodillas, se aferró a uno de
los rústicos asientos con un agarre desesperado, y, mirando salvajemente,
profirió un largo, penetrante grito de agonía, que sonó a través de los oídos
de la multitud, pero fue incapaz de despertar ni siquiera a uno de ellos del
letargo en que parecían sumidos. Como alguien en las garras de una pesadilla,
ellos veían, oían, y recordaron todo, pero fueron incapaces de mover un dedo.
El fantasma ahora permanecía inmóvil sobre el agua, y, doblando su mano
extendida, lentamente llamó por señas al asesino para que viniera. Acuclillado
con abyecto terror, el desdichado chilló hasta que la caverna resonó de nuevo:
“Yo no... no, yo no te maté!...”
Entonces se oyó un chapuzón, y
ahora el chico estaba en la oscura agua, luchando por su vida en el medio del
lago, con la misma aparición severa e inmóvil cavilando sobre él, de cuya misma
sustancia el chico parecía haberse caído.
“¡Papá! ¡Papá! ¡Sálvame! – ¡Me
estoy ahogando!” chilló la penosa vocecita entre el alboroto de los ecos.
“¡Mi niño!” chilló Nicholas con
la voz de un maníaco, poniéndose en pie de un salto, “¡Mi niño! ¡Salvadle oh
salvadle!... Sí, lo confieso – ¡yo soy el asesino!... ¡yo le maté!”
“Le... maté... maté... maté....!”
repitieron cientos de ecos como carcajadas de risa de una legión de enfurecidos
demonios.
Otro chapuzón, y el fantasma
repentinamente desapareció. Con un grito de impronunciable terror el grupo,
liberado del hechizo que les había tenido paralizados hasta el momento, se
abalanzaron hacia la plataforma a rescatar al padre y al hijo. ¡Pero sus pies
estaban clavados al suelo de nuevo mientras contemplaban en medio de los
remolinos una masa blanquecina y sin forma, una niebla alargada, envolviendo al
asesino en un apretado abrazo, y lentamente hundiéndolo en el lago sin
fondo!...
A la mañana siguiente, cuando,
tras una noche insomne, algunos del grupo fueron a la residencia del caballero húngaro,
la encontraron cerrada y desierta. El Chamán y él habían desaparecido. Para
añadirse a la consternación general, la mansión Izvertzoff se incendió aquella
misma noche, y fue completamente destruida. El arzobispo mismo realizó la
ceremonia de exorcismo, pero la localidad está considerada maldita hasta hoy.
El gobierno investigó los hechos,
- y ordenó silencio.
Y ahora unas pocas palabras de
conclusión. Espero que, cualquiera que pueda estar dispuesto a cuestionar la
posibilidad de un suceso como el anterior, no sea el Espiritualista
inteligente. No hay una sola característica en mi relato que no se encuentre en
los registros de los mediums en paralelo. La aparición de la forma astral como
la del anciano Izvertzoff en el bautizo es un asunto cotidiano con los
clarividentes. Si el niño se transformó en un hombre, a la vista de una
multitud, también han sido vistas apariciones de niños emerger del costado del
doctor Monck y muchos niños salir del armario de William Eddy. Si la elongación
del cuerpo ocurrió en el caso del chico, lo mismo es alegado por varios
mediums. Si un “espíritu” – según la terminología aceptada, un “hombre astral”
como lo denominamos nosotros – expulsó el alma sin desarrollar de la recién
nacida criatura dual, tomó posesión de su cuerpo, así han poseído cientos de
almas atadas a la tierra los cuerpos de los mediums. El intercambio de “almas”
ha sido notado en hombres vivos que no se conocían el uno al otro, e incluso
residiendo en sitios opuestos del globo.
Esto puede suceder por enfermedad, que
generalmente debilita los vínculos entre el hombre astral y el físico, o como
consecuencia de cualquier otra causa oculta. La levitación del Chamán no es más
un asunto de sorpresa, y si su “doble” vagaba fuera de su cuerpo en trance, así
ha sido informado en periódicos Espiritualistas como sucediendo bajo nuestra
propia observación. Este episodio ruso no hace sino confirmar lo que los
investigadores de los fenómenos modernos han experimentado. En él, a través de
un período de diez años, el complot completo es desarrollado por un verdadero
“espíritu” desencarnado. Atado a la tierra, él ardía por una justa pero
diabólica venganza, la planificación y ejecución constituyó ciertamente un
infranqueable impedimento para el progreso y purificación del alma atormentada.
Los “Elementales” no representan ningún papel en mi historia, excepto cuando
son arrojados en violenta perturbación por los sonidos del tambor mágico y los
encantamientos del adepto. La acción de estas criaturas se limitó al parpadeo
de las llamas, la alteración de la superficie del agua del lago, y la
intensificación de los ecos despertados. Los fenómenos en P___ fueron
producidos y controlados por un adepto-psicólogo, trabajando para, con y a
través de un alma desencarnada, sobre un plan deliberado para el cumplimiento
de una cruel venganza, que, aunque cargada en la cuenta del hombre astral
inquieto e infeliz, aún así cumplía los fines de la infalible ley de
Retribución al castigar al culpable y rescatar al inocente.
Dejemos que el Espiritualista que
llamaría magia a una superstición explotada, comparar los métodos del “mago”
con aquellos del “círculo”. El último deriva su mismo nombre del más común
alineamiento de los que se
sientan requerido por los “espíritus” mismos. Esto se encuentra filosófico y
necesario por los Espiritualistas. Para asegurar la formación de una corriente
magnética circular, los que se sientan están obligados a cogerse las manos. En
la mayoría de los casos el médium se quejará de ser afectado si esta cadena
magnética se rompe. Se saben ejemplos de instrumentos flotando en el aire que
han caído al romperse esta corriente. El “mago” dibuja con tiza un círculo
alrededor del punto donde se van a concentrar las fuerzas ocultas para producir
fenómenos, como el Barón Du Potet hace por toda Francia – o forma uno con el
pensamiento, con el poder de la voluntad; y este no puede romperse a menos que
su VOLUNTAD ceda. Los golpes rítmicos de tambor del “mago” y sus encantamientos
no son sino otra forma más perfeccionada del canto y música de los círculos
modernos. En una palabra, la sesión espiritista moderna podría y debería ser
hecha una escuela de magia, o Espiritualismo filosófico controlable. Verb. sap.
Nueva
York, 1878
NOTAS:
1.- En su Álbum de recortes de prensa, Volumen I, página
119, donde los recortes de esta historia están pegados, H.P.B. escribió con
pluma y tinta:
3ª historia (Asesinada por el
hecho de ser demasiado horrible...)
Ella con toda probabilidad se refiere con esto a que el New
York Sun rechazó publicarla en la época en que su 1ª y 2ª historias aparecieron
publicadas.
Esta historia fue republicada por H.P.B. en el The
Theosophist, Volumen IV, abril de 1883, páginas 164-166, y más tarde apareció
en una versión rusa – lo más probable del propio puño y letra de H.P.B. – en
Rebus (Enigma), Volumen V, 5, 12 y 19 de enero de 1886. La última versión es
algo más completa, incluso aunque faltan algunos de los párrafos de la versión
inglesa. – Compilador.
2.- Véase Gente del
Otro Mundo, por el Coronel H.S.Olcott, Hartford, Connecticut, 1875, página
479 y siguientes. – Compilador.
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