lunes, 18 de marzo de 2019

BHAGAVAD GITA - Capitulo 2 (Con apuntes de: W.Q. JUDGE y R. Crosbie)



DEVOCIÓN A TRAVÉS DE LA APLICACIÓN DE LAS DOCTRINAS ESPECULATIVAS 


SAÑJAYA: Kṛṣṇa, contemplándolo así tan afectado y compungido, con sus ojos arrasados por un mar de lágrimas, y con su corazón oprimido por la más profunda aflicción, se dirigió a él en estos términos: 

KṚṢṆA: “¿De dónde, oh Arjuna, te viene este desaliento en el momento de dificultad, que es indigno del honorable, y que no conduce ni al cielo ni a la gloria? Es algo vergonzoso, contrario al deber; y es el fundamento mismo del deshonor. No empuñes tu falta de hombría, porque eso no es propio de alguien como tú. Abandona, oh atormentador de tus enemigos, esta despreciable debilidad de tu corazón y levántate.” 

ARJUNA: “¿Pero cómo, oh matador de Madhu, podría yo con mis flechas contender en batallas contra hombres como Bhīṣma y Droṇa, que entre todos los hombres merecen mi mayor respeto? Porque sería mejor para mí mendigar mi pan por el mundo que ser el asesino de mis preceptores, a quienes tanta reverencia es debida. Porque si destruyera yo amigos como estos, tendría que participar de posesiones, riquezas y de placeres contaminados todos con su sangre. Y no podemos saber si sería mejor que nosotros los derrotáramos a ellos, o que ellos nos derrotaran a nosotros. Porque esos que están ahí alineados, enfrentándonos furiosamente, y después de cuyas muertes yo no desearía vivir, en caso de que perecieran por mi mano, esos son los hijos y el pueblo de Dhṛtarāṣṭra. Y como soy de una disposición fácilmente afectable por la compasión y por el miedo a errar, yo a ti te pregunto ¿cuál de las dos cosas es mejor hacer? ¡Y dímelo claramente! Pues soy tu discípulo; ¡instrúyeme entonces en mi deber, a mí que estoy bajo tu tutela! Porque mi comprensión está totalmente confundida por los dictados de mi deber, y no veo a mi alrededor nada que pudiera aliviar toda esta tristeza que ciega mis facultades, ni aún fuera yo a obtener un reino sin rival sobre la tierra, o el dominio sobre las huestes del cielo.” 

SAÑJAYA: Y Arjuna, habiendo así hablado a Kṛṣṇa, se quedó en silencio después de decir: 
“No pelearé, oh Govinda”. Entonces Kṛṣṇa, sonriendo tiernamente, dirigió estas palabras al príncipe que permanecía allí abatido entre los dos ejércitos: 

KṚṢṆA: “Te lamentas por quienes no debías lamentarte, al tanto que tus sentimientos son aquellos de los exponentes de la letra misma de la ley. Quienes son sabios en cosas espirituales no se afligen ni por los muertos ni por los vivos. Yo mismo, jamás no he sido, ni tampoco tú, ni ninguno de los príncipes de la tierra; ni tampoco jamás dejaremos de ser de aquí en adelante. Porque, como el señor de este cuerpo mortal experimenta aquí su infancia, su juventud y su vejez, así también en futuras encarnaciones encontrará él lo mismo. Y uno que está afianzado en esta creencia no es perturbado por ninguna cosa que pueda llegar a suceder. 

Son los sentidos, moviéndose hacia sus respectivos objetos, los que producen el calor y el frío y el placer y el dolor; los cuales van y vienen y son breves y cambiantes; y son estos los que tú has de soportar, ¡oh hijo de Bharata! Porque sabio es, aquél a quien estas cosas no lo perturban y para quien el placer y el dolor son la misma cosa. Ese es digno de la inmortalidad. 

Porque no hay existencia para aquello que no existe, ni tampoco hay inexistencia para lo que sí existe. Pues, para aquéllos que ven la verdad y miran dentro de los principios de las cosas, la característica última de esas dos, está claramente a la vista. Aprende, pues, que aquél por quien todas las cosas fueron formadas, es incorruptible y que nadie es capaz de efectuar la destrucción de ESO que es inextinguible. Y se ha dicho que estos cuerpos finitos que envuelven las almas que los habitan, pertenecen a Él, al eterno, al indestructible, al indemostrable Espíritu, que es quien está en el cuerpo: por lo tanto, oh Arjuna, resuélvete a la lucha. Porque tanto el hombre que cree que el Espíritu es el que mata, como aquél que cree que este puede ser destruido, están ambos engañados; porque el mismo ni mata ni puede ser matado. Y el Espíritu no es cosa de la que un hombre podría decir, él ha sido, o va a ser, o habrá de ser en el futuro; porque es algo sin nacimiento y que tampoco encuentra la muerte; es antiguo, constante y eterno, y no es muerto cuando este cuerpo mortal es destruido. 
¿Y cómo puede el hombre que cree que eso es incorruptible, eterno, inextinguible y sin nacimiento, llegar a creer que ello puede matar o causar su muerte? 

Porque así como un hombre desecha los viejos ropajes y se pone otros nuevos, así mismo hace el habitante del cuerpo, quien habiéndose quitado sus viejas formas mortales, entra en otras que son nuevas. Y a ese habitante el arma no lo hiere, el fuego no lo quema, el agua no lo pudre, ni el viento lo seca; porque es indivisible, inconsumible, incorruptible, y no puede ser secado: pues es eterno, universal, permanente, inamovible; y es invisible, inconcebible, e inalterable; entonces, sabiendo que eso es así, tú no deberías lamentarte. Y ya fuera que tú creyeses que eso es de eterno nacimiento y duración o que muriese con el cuerpo, aun así no tienes razón de lamentarte. 

Porque la muerte es cierta a todas las cosas que nacen, y el renacimiento a todos los mortales; por lo tanto, no te corresponde ni te aprovecha el lamentarte de lo que es inevitable. 
Porque el estado prenatal de los seres es desconocido; el estado intermedio es ahora evidente; y el estado de ellos después de la muerte no es algo a ser descubierto. Y siendo así, ¿qué es lo que hay que lamentar? Algunos consideran que el espíritu que habita en el interior es un prodigio, mientras que algunos hablan y otros oyen de ello con asombro; sin embargo, no hay uno que lo entienda, aun cuando lo haya oído describir. 

Este espíritu jamás puede ser destruido en el cuerpo mortal en el que habita y, en consecuencia, es indigno de ti el así atribularte por todos estos mortales. Más bien dirige tus ojos hacia los deberes de tu tribu particular, y te sería muy poco apropiado el temblar. Porque un soldado de la tribu Kṣatriya1 no tiene deber que sea superior a la guerra justa; y ha sido a tu pedido que la puerta del cielo ha aparecido abierta de par en par ante ti, a través de esta gloriosa batalla —no buscada— que sólo los soldados más favorecidos por la fortuna logran alcanzar. Pero, si por el contrario, tú dejaras de cumplir con el deber que te toca y abandonaras el campo, abandonarías con ello tu deber natural y tu honor, y serías culpable de un crimen. 

La humanidad hablará de tu gran mala fama como algo infinito, y para uno que ha sido respetado en el mundo, la deshonra es peor que la muerte. Los generales de los ejércitos pensarán igualmente que tu retirada del campo fue causada por el miedo, y aún para aquellos que hicieron que tú fueras tomado como una gran alma, serás considerado despreciable. Tus enemigos hablarán de ti en palabras que son indignas de ser habladas, y despreciarán tu coraje y tus habilidades; ¡y qué puede ser más terrible que esto! Porque si mueres, alcanzarás el cielo; y si salieras victorioso, el mundo sería tu recompensa. Por lo tanto, hijo de Kuntī, levántate con la determinación fija en la batalla. 

Haz del placer y del dolor, de la ganancia y de la pérdida, de la victoria y de la derrota, la misma cosa para ti. Prepárate así a la lucha, porque así y sólo así permanecerás libre de todo pecado mientras actúas.” “Y así, ante ti ha sido presentada la opinión de acuerdo a la doctrina Sāṃkhya, la doctrina especulativa. Escucha ahora como es esto en la opinión de la doctrina práctica y devocional, por medio de la cual, si quedas plenamente imbuido de ella, tú romperás para siempre los lazos del Karma y te elevarás por encima de ello. En este sistema de Yoga ningún esfuerzo puede ser malgastado, ni tampoco habrá consecuencias malignas, y aún una pequeña práctica de ello libera de un inmenso peligro, porque en este sendero hay un sólo objetivo y este es de una naturaleza estable y constante; pero por el contrario, de muchas ramificaciones es la fe, e infinitos son los objetivos de aquéllos que no siguen este sistema.” 

“Los no sabios, deleitándose en las controversias que hay en los Vedas, mancillados con las lujurias mundanas, y prefiriendo un gozo transitorio del cielo a la absorción eterna, al tanto que declaran que no hay otra recompensa, pronuncian para el logro de las riquezas y los logros mundanos, floridas sentencias y comprometedoras recompensas en futuros nacimientos, como resultado de las acciones presentes, ordenando también que se hagan ceremonias especiales, el fruto de las cuales es mérito que conduce al poder y a los objetos del gozo. Pero aquéllos que así desean las riquezas y los gozos, no tienen certeza en sus almas y el menor sostén en la meditación. 

El tema de los Vedas es el arreglo y colocación de las tres cualidades o guṇas. ¡Libérate de estas cualidades, oh Arjuna!, sé libre de todos los ‘pares de opuestos’ y sé constante en la cualidad de Sattva, libre de la mundana ansiedad y del deseo de conservar las posesiones presentes, sé autocentrado y no controlado por los objetos de la mente y de los sentidos. Los mismos beneficios que pueden encontrarse en un depósito que se extiende libre y sin fin por todos lados, los habrá en todos los ritos védicos para el brahmán que es buscador y realizador de la verdad.” “Deja, pues, que el motivo para la acción esté en la acción misma, y no en el evento. No seas incitado a las acciones por la esperanza de su recompensa, ni tampoco dejes que tu vida se gaste en la inacción. 

Persistiendo firmemente en el Yoga, ejecutando aquello que es tu deber, oh Dhanañjaya2, y dejando a un lado todo beneficio proveniente de la acción para ti mismo, haz que el evento sea igual a ti, ya sea triunfo o fracaso. Porque la ecuanimidad es llamada Yoga.” “Y sin embargo, la ejecución de las obras es muy inferior a la devoción mental, oh despreciador de la riqueza. Encuentra, pues, un asilo en esta devoción mental que es el conocimiento; porque miserables e infelices son aquellos cuyos impulsos hacia la acción están fundamentados en su recompensa. Pero aquél que por medio del Yoga es mentalmente devoto, descarta igualmente los resultados del triunfo y del fracaso, porque él está más allá de ellos. Yoga es la habilidad en la ejecución de las acciones; por lo tanto, aspira tú a esta devoción. 

Porque aquéllos que están así unidos al conocimiento y que son devotos, que han renunciado a toda recompensa por sus acciones, ellos no vuelven a encontrar el renacimiento en esta vida y van así a la eterna mansión bienaventurada que está libre de toda enfermedad, e inalcanzada por las dificultades.” “Cuando tu corazón se haya abierto paso a través de las trampas y asechanzas de la ilusión, entonces lograrás una gran indiferencia a todas estas doctrinas que han sido enseñadas hasta hoy o que serán enseñadas en el porvenir. Y cuando tu mente, una vez liberada de los Vedas, se haya fijado ya inamovible en la contemplación, entonces habrás alcanzado la devoción.” 

ARJUNA: “¿Y cuál, oh Keśava3, es la descripción del hombre devoto y sabio que está así fijo en la contemplación y confirmado en el conocimiento espiritual? ¿Qué podría decir semejante sabio? ¿Dónde estaría su morada? ¿Se mueve y actúa, él, como los demás hombres? 

KṚṢṆA: “Se dice que un hombre está afianzado y confirmado en el conocimiento espiritual cuando abandona cada deseo que entra en su corazón, y es feliz por sí mismo y está contento en el Yo a través del Yo. Su mente no se turba en la adversidad; está contento y feliz en la prosperidad y es ajeno a toda ansiedad, miedo y enojo. A tal hombre se le llama Muni4. Cuando, en toda situación, él recibe cada evento, ya sea favorable o desfavorable, con una mente ecuánime a la que no le gusta ni le disgusta nada, entonces su sabiduría ya está establecida, habiendo experimentado lo bueno y lo malo, sin regocijarse ante lo uno, ni deprimirse ante lo otro. Él está afirmado y confirmado en el conocimiento espiritual, cuando, como la tortuga, él puede retraer a su interior todos sus sentidos y restringirlos de sus queridos propósitos. 

El hambriento pierde de vista todo otro objeto que no sea la gratificación de sus apetitos, y cuando él llega a encontrarse con lo Supremo, pierde así el gusto por los objetos de toda clase. Porque los tumultuosos órganos y sentidos del cuerpo fuerzan su camino aún hasta el corazón del sabio que lucha por la perfección. Dejad que un hombre, restringiendo todo eso, permanezca en devoción y descanse en mí, que soy su verdadero yo; porque aquél que tiene sus sentidos y órganos bajo su control, ya posee el conocimiento espiritual.” “Porque aquél que le pone atención a las inclinaciones de los sentidos, en ellos tiene un interés; ¡de este interés, se crea la pasión, de esta pasión frustrada, la ira, de la ira surge la ilusión, de la ilusión, la pérdida de la memoria, y de la pérdida de la memoria la pérdida de la discriminación, y de la pérdida de la discriminación la pérdida de todo! 

Pero aquél, que libre de apego o de repulsión por los objetos, los experimenta a través de los sentidos y los órganos con su corazón obediente a su voluntad, ese alcanza la tranquilidad de pensamiento. Y este estado de tranquilidad, una vez obtenido, pronto resultará en un apartarse de toda aflicción; y estando su mente en descanso y fija sobre un sólo objetivo, abraza así sabiduría por todas partes. 
Pero el hombre cuyo corazón y mente no están en descanso, permanece sin sabiduría o poder de contemplación, y permanece sin practicar la reflexión; ese no tiene calma. 

¿Y cómo, entonces, puede un hombre sin calma obtener la felicidad? 

El corazón descontrolado, siguiendo los dictados de las pasiones que lo conmueven, se arranca el conocimiento espiritual como la tormenta arranca la barca del furioso océano. 
Por lo tanto, oh tú de poderosos brazos, son poseídos del conocimiento espiritual, aquéllos cuyos sentidos están apartados de los objetos de sensación. Porque lo que es noche para los no iluminados, es día ante la visión del iluminado; y lo que parece como día, él sabe que es noche: la noche de la ignorancia. ¡Tal es el Sabio que se autogobierna!” 

“Aquel hombre en el que los deseos penetran su corazón como las aguas entran al océano que no se rebosa nunca, y el cual, aunque siempre lleno, jamás rebosa su límite, ese hombre alcanza la felicidad; pero no aquél que se deleita en sus propias lujurias.” “El hombre que habiendo abandonado todos los deseos actúa sin codicia, desinteresadamente y sin orgullo, que no se contempla él mismo ni como actor ni como poseedor, logra el descanso. Y esto, oh hijo de Pṛthā, es depender del Espíritu Supremo; y aquel que esto posee no se pierde ya más, y habiéndolo obtenido, y si así está establecido en la hora de su muerte, entra al Nirvāṇa en lo Supremo.” Y así, en la Upanisad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Segundo Capítulo, de nombre— 

WILLIAM Q. JUDGE

NOTAS

1- Kṣatriya es la segunda casta de la India o aquella militar. 
2- Dhanañjaya, despreciador de la riqueza. 
3- Keśava, aquél cuyos rayos se manifiestan como omniciencia, uno de los nombres de Kṛṣṇa. 
4- Muni, un sabio.

COMENTARIOS AL CAPITULO II


“Y ahora, bajo el Loto en el Corazón, brilla la lámpara del Alma. Protegida por los dioses que allí mantienen guardia, ella arroja sus suaves rayos en toda dirección.” Un PODEROSO espíritu se mueve a través de las páginas de la Bhagavad Gītā. Tiene la influencia seductora de lo bello; sin embargo, como una fuerza, llena a uno con el sonido de ejércitos que se agrupan o el ruido de grandes aguas; atrayendo igualmente al guerrero y al filósofo, le muestra a uno la rectitud de la acción legítima y al otro, la calma de quien ha llegado a la inacción a través de la acción. 

Schlegel, después de estudiar el poema, le rinde tributo en estas palabras: 
“De acuerdo a los Brahmanes, la reverencia a los maestros es considerada como el más sagrado de los deberes.  Tú, por lo tanto, primero y más santo profeta, intérprete de la Divinidad, por cualquier nombre que seas llamado entre los mortales, el autor de este poema, por cuyos oráculos la mente es extasiada de delicias inefables, transportándola hacia doctrinas elevadas, eternas y divinas; tú primero, yo digo; Yo te alabo y siempre te adoraré postrándome a tus pies.” 

El segundo capítulo comienza a enseñar la filosofía, pero en tal manera que Arjuna es conducido gradualmente, paso por paso, hasta el final del diálogo; y sin embargo, Kṛṣṇa expresa de manera tal las primeras instrucciones, que el final y el propósito del plan ya se vislumbran desde el comienzo. Aunque a la mayoría de las personas la filosofía les parezca árida y muy especialmente a las mentes del mundo Occidental, rodeadas como están del apresuramiento de su nueva y todavía muy subdesarrollada civilización, sin embargo la filosofía tiene que ser enseñada y comprendida. 

Se ha puesto de moda, hasta cierto punto y aún en la Sociedad Teosófica, evitar el estudio cuidadoso o la práctica, participando de métodos más rápidos inaugurados en América. En muchos lugares, la bondad emocional ha sido declarada de mayor valor que la calma que resulta de una amplia base filosófica; y en otros, a la búsqueda de las maravillas astrales o a la gran fuerza mental, ya sea discriminativa o no, se les ha dado el primer rango. Fuerza sin conocimiento y lágrimas de simpatía sin la habilidad de permanecer calmos; en otras palabras, la fe sin obras, no logran salvarnos. 
Y ésta es una de las lecciones del segundo capítulo. 

Los más grandes de los Antiguos inculcaron, a través de los símbolos y los libros, la absoluta necesidad de la adquisición del conocimiento filosófico, ya que la fuerza o las facultades especializadas resultan inútiles sin ello. Aquellos Griegos y otros que pusieron por escrito algo de la sabiduría de los Egipcios más antiguos, ilustraron esto muy bien, diciendo que: “esto se transparentaba en los símbolos, como en el caso en que Hermes era representado como un anciano y como un joven, proponiéndose significar, con esto, que aquel que rectamente inspecciona los materiales sagrados ha de ser ambos, inteligente y fuerte, uno de estos sin el otro resulta imperfecto. Y por esta misma razón fue establecido el símbolo de la Gran Esfinge; la bestia significando la fuerza y el hombre, la sabiduría. Porque la fuerza, cuando carece de la regente ayuda de la sabiduría, queda vencida por el asombro estúpido que confunde todas las cosas; y para el propósito de la acción, el intelecto es inútil cuando carece de fuerza”. 

Bueno, que nuestra fuerza sea de simpatía o de la visión astral, terminaremos confundidos si el conocimiento filosófico está ausente. Pero, para que no haya un mal entendido, debo contestar la pregunta que se haría: “¿usted, entonces, condena la simpatía y el amor al paso que enseña solamente una filosofía fría?” De ninguna manera. La simpatía y la emoción son también partes tan integrantes del gran todo como el conocimiento, pero los estudiantes inquisitivos desean saber todo lo que yace en el sendero. El papel de la simpatía, la caridad y todas las demás formas de bondad, por lo menos en lo que concierne al efecto sobre nosotros, es para capacitarnos a servir. 

Por medio de este ejercicio atraemos, inevitablemente hacia nosotros, aquellas almas que tienen el conocimiento y que están listas para ayudarnos también a adquirirlo. Pero mientras nosotros ignoremos la filosofía y no tratemos de adquirir el discernimiento verdadero, debemos pasar a través de muchas vidas, muchos fatigosos círculos viciosos de la vida, hasta que al fin, poco a poco, hemos sido forzados, en contra de nuestra propia voluntad, en la posesión de las verdaderas semillas de acción mental, de donde la cosecha del verdadero discernimiento puede ser recogida. 

Arjuna le pregunta a Kṛṣṇa: “Por propensión soy inclinado a la compasión y al temor de equivocarme y errar, mi mente está perpleja. Dime, en verdad, ¡que sería lo mejor que yo pudiera hacer! Soy tu discípulo, por lo tanto, instrúyeme en mi deber, a mí que estoy bajo tu tutela; porque mi comprensión se encuentra confusa por los dictados de mi deber y no veo nada que pueda aliviar el dolor que consume y extingue mis facultades, aun fuera yo a obtener un imperio sin rival sobre la tierra o el dominio sobre las huestes del cielo.” 

Kṛṣṇa, ahora el Guru —o guía espiritual— de Arjuna, le da una respuesta tal que no llega a ser superada en ninguna otra parte en el poema; señalando la permanencia y la naturaleza eterna del alma, el progreso que tiene que hacer a través de la reencarnación hacia la perfección, el error de imaginarnos de que nosotros, en verdad, hacemos algo y mostrando como todos los deberes deben ser cumplidos por aquel quien desea alcanzar la salvación. A las palabras usadas por el Bendito Señor, al hablar del alma, nada queda que yo pueda añadirles. Él dice: “El sabio no se aflige ni por los muertos ni por los vivos. Pero en ninguna época yo o tú o estos Príncipes de los hombres, no hemos existido, ni tampoco, ninguno de nosotros, en ninguna época en el futuro, cesará de existir. 

Tal como el alma en el cuerpo pasa por los cambios de la niñez, madurez y la ancianidad, igualmente obtiene ésta un nuevo cuerpo en el futuro; un hombre sensato no se aflige acerca de esto. Pero el contacto con los elementos, ¡Oh hijo de Kuntī! trae frío y calor, placer y dolor, que vienen y van y son temporales, esto has tú de soportar, ¡Oh Bhārata1! Porque aquellos elementos no afligen a ese hombre quien, siendo el mismo en el dolor y el placer, siempre constante, es digno de la inmortalidad. No hay existencia para lo que no existe, ni puede haber tampoco no-existencia para aquello que existe. 

                                                                      *** 

Sabe esto, que aquello por lo que este universo es creado es indestructible. Nadie puede causar la destrucción de esta cosa inagotable. 

                                                                       *** 

Aquel que cree que este espíritu puede matar y aquel que piensa que puede ser matado, expresan un juicio erróneo. Porque no nace, ni muere jamás; no tiene origen, ni jamás tendrá fin. No-nacido, incambiable, eterno, tanto en el tiempo futuro como en el pasado, no muere cuando el cuerpo es matado. ¿Cómo puede ese hombre, ¡Oh hijo de Pṛthā! que sabe que es indestructible, constante, no-nacido e inagotable, realmente causar la muerte de alguien o matar, él mismo, a alguna persona? Como un hombre abandona las ropas ya usadas y toma nuevas, así abandona el alma los cuerpos ya gastados y entra en otros que son nuevos. Las armas no pueden rajarla. 

El fuego no puede quemarla, ni el agua mojarla, ni el viento secarla. Porque es constante, capaz de moverse a todas partes, firme, inmóvil y eterna. Se ha dicho que es invisible, incomprensible e inmutable. Por lo tanto, conociendo que es así, no está bien que te aflijas por ella.” Esta es la misma doctrina como se encuentra en la Īśāvāsya - Upaniṣad: La Identidad de todos los Seres Espirituales y la Resignación. Y, por “Seres Espirituales”, se da a entender toda la vida por encima de lo inorgánico, porque al Hombre no se le admite que sea material. Hay sólo una vida, una conciencia. 

Ella se enmascara bajo todas las diferentes formas de los seres con sentidos y todas esas formas variantes con sus inteligencias, reflejan una porción de la Vida Una, produciendo, en cada forma, una idea falsa de egoísmo. Una continua creencia en ese falso ego, produce una continuidad de la ignorancia, retrasando, así, la salvación. El comienzo del esfuerzo en disipar esta falsa creencia es el comienzo del Sendero; y la disipación total de ésta es la perfección del Yoga o unión con Dios. 
La entrada a ese Sendero no puede hacerse hasta que se haya consumado la resignación; porque, como dicen la Upaniṣad y la Bhagavad Gītā: “Todo esto; todo lo que se mueve en la tierra, es para ser entregado al Señor: el Yo. Cuando hayas entregado todo esto; entonces podrás gozar.” 

Si esto fuera verdad, entonces, ¿cuán necesario sería considerar la filosofía como algo para poder cortar de un tajo la falsa creencia? ¿Y qué inútil es buscar el ocultismo meramente para tu propio beneficio? Puedes saber todo acerca de corrientes y polaridades, acerca de cada uno de los posibles fenómenos en el mundo astral, pero con la muerte de tu cuerpo todo esto se pierde, dejándote solamente esa porción del verdadero avance Espiritual que hayas hecho. Tan sólo renuncia y todo es posible. Esto no arruinará tu vida ni tampoco destruirá los ideales apropiados; los pobres y mediocres ideales sería mejor que se perdieran de una vez. Uno podría creer que todos sus ideales han desaparecido, pero esto sería solamente el primer efecto al dar este paso. 

Uno debe de estar siempre presto a decir, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, ya sea esperada o inesperada: “Esto es, exactamente, lo que yo, en realidad, deseaba”. Porque pueden ser disipados sólo esos ideales que descansan sobre una base inferior con respecto al fin más elevado o que no están de acuerdo con la ley de la Naturaleza (o de Dios). Y como nuestro fin debería ser alcanzar la condición suprema y ayudar a todos los otros seres conscientes al hacerlo también, debemos cultivar una completa resignación a la Ley, la expresión y la operación de la cual transpira en las circunstancias de la vida y en los flujos y reflujos de nuestro ser inferior. 

Todo lo que se puede obtener de la riqueza, de la belleza, del arte, o del placer, son sólo pequeños charcos de agua encontrados a lo largo de nuestro sendero mientras que este se desliza por el desierto de la vida. Y si no los buscamos, su aparición será fuente de intenso placer y seremos capaces de usarlos para nuestro bien así como para los demás, durante el tiempo que la ley los deje con nosotros; pero cuando ese poder superior los quita, hemos de decir: “Esto es, exactamente, lo que yo, en realidad, deseaba”. Todo otro curso es sólo ceguera. Todos los espectáculos pasajeros de la vida, ya estén llenos de desastres o de gloria y fama, son sólo maestros; aquel que los descuida, descuida oportunidades que raramente los dioses repiten. Y la única manera de aprender de ellos es a través de la resignación del corazón: porque cuando este último se hace impermeable a todo interés personal, de inmediato nos hacemos los tesoreros y los dispensadores de enormes riquezas. Kṛṣṇa insiste, entonces, en la escrupulosa ejecución del deber natural2. “Y considerando tu propio deber como un Kṣatriya, no tienes derecho a vacilar. Porque no hay nada mejor para un Kṣatriya que la legítima guerra.” A fin de ver más claramente la ocasión de su insistencia sobre la ejecución del deber, hemos de recordar que al comienzo de la batalla, Arjuna “arrojó su arco y sus flechas”. 

Esto, en la India, significaba que él, entonces, resolvía desertar de las circunstancias en que el Karma lo había colocado y convertirse en un asceta o, como ha sido propuesto frecuentemente por los estudiantes Occidentales, él deseaba escaparse de un estado de la sociedad que aparentemente ofrecía una obstrucción al cultivo espiritual. Pero Kṛṣṇa le señala su nacimiento en la casta Kṣatriya o Guerrera; y al deber natural de un Kṣatriya, el cual es la guerra. La casta natural de Arjuna pudiera haber sido representada como la de un Mercader, pero sabiamente no lo fue, porque éste es un libro de acción y sólo un guerrero propiamente tipifica la acción3; por lo tanto, su deber natural representará el deber de cualquier otro hombre. No hay que esquivar el Karma; al aborrecerlo, tan sólo creamos nuevo Karma. Nuestro único curso verdadero es de “dejar que el motivo para toda acción esté en la acción misma, nunca en su recompensa; y no ser incitado a la acción por la esperanza de su resultado, ni tampoco complacerse en una tendencia hacia lo inerte”. 

Este consejo y la directiva de ver el Espíritu Uno en todas las cosas y todas las cosas en Ello, nos da la esencia de la enseñanza de la Bhagavad Gītā relativa a la actitud apropiada asumida por aquellos que se esfuerzan tras la salvación. En el verso 40 Kṛṣṇa hace alusión a este sistema como siendo uno de iniciación: “En este sistema ninguna iniciación se pierde, ni tampoco hay malas consecuencias y aún una pequeña dosis de esta práctica nos salva de un gran peligro; los propios esfuerzos no son destruidos ni son nocivos.” Aun cuando no se proclame en los periódicos ni sea propagado aquí y allí a través de grandes Secretarios, Delegados y “Puertas de entrada”, ésta es la madre y la cabeza de todos los sistemas de iniciación. Es la progenitora de los místicos Rosacruces, quienes adoptaron el loto cambiándolo en una rosa4 y todos los otros cientos de sociedades de iniciación oculta no pasan de ser tenues e incompletas copias de este real sistema; pero, al contrario de aquellas, este jamás se ha disuelto. Es secreto, porque, estando fundamentado en la naturaleza y teniendo sólo verdaderos Hierofantes a su cabeza, su privacidad no puede ser penetrada sin tener la clave verdadera. 

Y esa llave, en cada grado, es el aspirante mismo. Hasta que ese aspirante no se haya convertido, de hecho, en el signo y en la llave, no puede entrar al grado que está arriba de él. Entonces, en su totalidad y en cada grado, el sistema se auto-protege. Por lo tanto, incluyendo todo otro sistema, éste es el más difícil de todos; pero, en alguna ocasión, ya sea en esta vida o en una edad subsiguiente, tenemos por fuerza que entrar en esta Logia, el intento de entrar bien podría hacerse ya de una vez. De esto hablaremos en el próximo artículo. 

                                                                            * * * 

En el artículo previo mencioné un sistema de iniciación que es la madre de todos los demás, siendo estos meras copias exotéricas o perversiones de lo real. De manera que la idea que se trata de expresar pueda ser clarificada, se declara que el sistema no está limitado a la India, pero, al mismo tiempo, es verdad que el mundo Occidental ha estado, hasta esta época, tan profundamente envuelto en la sola búsqueda del dinero y del gozo externo, que ningún cuerpo de Hierofantes ha tomado su actual residencia en Europa o en América todavía. Hay muy poca fuerza en la objeción según la cual, si esos Adeptos tienen tales poderes como los que se les han atribuido, ellos podrían muy fácilmente tener una residencia aquí y contrarrestar todas las influencias del lugar. 

Si fuera necesario, en lo más mínimo, que ellos debieran estar aquí, no hay la menor duda que ellos así lo harían. Pero como toda la labor que ha de hacerse ahora y todo lo que posiblemente podría ser logrado, ha de ser realizado por aquellos Mensajeros que son enviados a cada país y que, por así decirlo, preparan el terreno con la ayuda de los Adeptos para otros que han de seguirles, entonces sería un desperdicio de energías si los Hierofantes aparecieran en persona. Tampoco desalientan a esos Mensajeros las actitudes críticas de aquellas personas que, queriendo una señal, niegan, de manera continua, que esos trabajadores reciban esa ayuda, tan sólo porque los dadores de ella no pueden ser vistos; ni tampoco puede admitirse que aún los trabajadores mismos no reciban continuamente instrucciones o telegramas que muestren como y donde llevar a cabo la obra. 

Ellos son hombres y mujeres que poseen una fe tal que los lleva por un largo camino de esfuerzo, sin tener un vistazo de aquellos que los han enviado. Sin embargo, al mismo tiempo, algunos de ellos, de vez en cuando, ven muy claro la evidencia del hecho de que ellos están constantemente asistidos. “Que nosotros laboremos juntos, transmitiendo el mismo encargo y sucesión, Nosotros, pocos e iguales, indiferentes de países, indiferentes de los tiempos, Nosotros, que encerramos todos los continentes, todas las castas y autorizamos todas la teologías. Compasivos, percibidores, amigos de los hombres, Nosotros caminamos silenciosos entre disputas y aseveraciones, sin rechazar a los disputadores ni a ninguna cosa que se asevere, Nosotros oímos todo alboroto y el clamoreo y nos alcanzan todas las divisiones, los celos, las recriminaciones en todo lado, Ellos cierran filas perentoriamente para rodearnos, mi camarada, Y sin embargo, caminamos erectos, libres, sobre toda la tierra, viajando para arriba y para abajo hasta que dejemos nuestra marca imborrable sobre el tiempo y sobre las diversas eras, Hasta que hayamos saturado el tiempo y las eras, de manera que los hombres y las mujeres de las distintas razas, en épocas por venir, prueben ser cofrades y seres de amor como nosotros somos.” 

De tal manera, estos preparativos son similares a aquellos de los bosques primitivos por los colonos en América; por ahora, no es el labrar de la tierra, sino más bien el talado de los árboles y las malas hierbas. Y no es porque ellos sean incapaces de hacer más, sino porque las malas hierbas y los árboles están allí requiriendo ser removidos antes de que los Mayores puedan eficientemente impulsar un desarrollo ulterior. “Porque cuando los materiales están preparados y listos, los arquitectos aparecen.” Todos los seres humanos están trabajando a través de este sistema de iniciación y por esa razón incluye todas las asociaciones exotéricas. 

A menudo, los Maestros han aparecido dentro de estos, cuando vieron alguna oportunidad de sembrar la semilla, la cual aunque por un tiempo ha de quedar encerrada dentro de la cáscara de la formalidad, debía estar ahí preservada para el uso futuro; tal como la momia Egipcia agarraba en su mano, por siglos, el germen que floreció y dio frutos en nuestro día. Y como el hombre ha de ser ayudado en todas sus luchas, ellos han asistido en los cambios políticos en lo que se contempla alguna esperanza hacia el advenimiento de una era benéfica5. La gran masa de los hombres no está envuelta conscientemente en la labor de esta Logia poderosa e impugnable, pero ellos se envolverán conscientemente en ella, en algún punto en el curso de su larga evolución. 

Y sin embargo, en cada hora de cada día, estos Maestros están dispuestos y ansiosos de encontrarse con aquellos de ojos suficientemente claros como para ver sus verdaderos destinos y suficientemente nobles de corazón como para laborar por “la gran huérfana, la Humanidad”. Además, ninguno de nosotros y especialmente aquellos que han oído del Sendero o del Ocultismo o de los Maestros, puede decir confiadamente que no ha pasado ya a través de algunas iniciaciones con el conocimiento de ellas. Podríamos estar ya iniciados en algunos grados más altos que lo que sugieren nuestros actuales logros, y estamos pasando nuevas pruebas que nos son desconocidas. 

Es mejor que consideremos que sí lo estamos, pero siempre que nos aseguremos de eliminar todo orgullo de ese desconocido avance que pudiéramos haber cumplido. Habiendo llegado a esta conclusión, sabemos que esta larga vida es, en sí misma, otra iniciación, en la cual triunfamos o fracasamos a la medida en que aprendamos la lección de la vida. Algunos, yo sé, no se apresurarán a adoptar este punto de vista, porque ellos desean que la Ley trabaje de la manera que ellos le señalen, quieren recibir una señal, o una palabra de pase, o un pergamino, o alguna prueba maravillosa, a las cuales ellos estarían listos a someterse en algún momento o lugar. Pero no es así como las cosas funcionan y todo estudiante verdadero lo sabe. 

Si todas las pequeñas circunstancias de la vida no son comprendidas, si ellas aún tienen el poder de encender la antorcha de la ira o atizar el fuego de la lujuria, ningún tiempo fijo o fecha o torneo de justa le serán ofrecidos por los Maestros de esta Logia. Estas fechas, ocasiones y pruebas mayores son dadas y tienen su sitio para ser superadas, pero ello pertenece a aquel día cuando uno haya levantado la arcada del logro perfecto, excepto la piedra angular; a la cual se le encuentra o se le pierde en la prueba que se le señalara. Llegando hasta la puerta misma de esta Logia, está el Sendero del que hablaba recientemente y, conduciendo hacia ese Sendero hay muchos caminos. Mejor intentemos entrar al Sendero en esta encarnación que simplemente esperar por vidas subsiguientes. Hay mucho estímulo en las palabras de Kṛṣṇa a Arjuna en este segundo capítulo: “En este sistema los esfuerzos de uno no son destruidos ni son nocivos; aun una pequeña porción de este deber libra al hombre de gran temor”. Esto se refiere a la Ley del Karma. 

Todo punto de progreso ganado nunca es realmente perdido. Aun cuando nosotros muriéramos en un momento cuando nuestras vidas no estén inmaculadas, el verdadero nivel de nuestro desarrollo no sería rebajado, porque, al reasumir un cuerpo mortal en alguna vida futura sobre esta tierra, recogemos el hilo de continuidad exactamente donde lo habíamos dejado. En un capítulo posterior Kṛṣṇa dice que nosotros: “nos ponemos en contacto con el conocimiento que perteneció a nosotros en un cuerpo anterior y, desde ese momento en adelante, luchamos con mayor diligencia hacia la perfección”. Patañjali también dice la misma cosa y todos los libros sagrados de los Arios concurren en esta opinión6. Los pensamientos y aspiraciones de nuestra vida forman una fuerza masiva que opera instantáneamente en la adquisición de un cuerpo que provee el instrumento correspondiente o que en tal forma altere nuestro estado mental, dándole la oportunidad para la acción. 

La objeción que ésta sería una especie de suspensión de fuerzas no es plausible; ya que tal cosa es bien conocida en el mundo físico, aun si se le llama por algún otro nombre. No estamos obligados de aceptar esa objeción, porque no significa que esa energía esté en suspenso; porque ella es operante en otras formas. El estímulo dado por Kṛṣṇa nos lleva a considerar cual es ese método que es ofrecido para la entrada al Sendero. Encontramos que se trata de un verdadero conocimiento del Espíritu. 
Este verdadero conocimiento puede ser encontrado en el segundo capítulo. 

Como lo hacen todos los sabios iluminados, la verdad última es dada al comienzo por el Señor Bendito como ya hemos visto, en el mismo capítulo en el que se insiste sobre la Recta Acción como el sendero hacia la liberación. Él, entonces, procede a darse a entender aún más y señala los errores que son comunes a la humanidad y ciertos puntos de vista falsos que prevalecían en la India entonces, como prevalecen hoy. Verso 41: “En este sistema hay un sólo objetivo de una naturaleza constante y firme, Oh hijo de Kuru. Aquellos que no perseveran y cuyos principios son indefinidos, tienen objetivos con múltiples ramificaciones e interminables.” 

En los hombres aquí descritos prevalecen los deseos por adquisiciones mundanas o intelectuales y los deseos, siendo infinitos y también capaces de producir modificaciones infinitas al deseo, no hay posibilidad de concentración alguna. Este también tiene una aplicación a los métodos de nuestras presentes escuelas científicas, las cuales se entregan a una eterna búsqueda de los tal llamados hechos antes que los principios generales sean admitidos. Una sola rama cualquiera de investígación entre esos científicos tiene ramificaciones infinitas que ningún ser humano puede abarcar en una sola vida. Entonces: “Ninguna disposición a la meditación y a la perseverancia es la intención de aquellos que son devotos a los disfrutes y al dominio y cuyas mentes están seducidas por esa florida frase que proclaman los no-sabios, que se deleitan en los textos de los Vedas, Oh hijo de Pṛthā, y dicen: ‘No hay nada más que eso’, los cuales son de mente-codiciosa y consideran el cielo como el último bien; ofreciendo el renacimiento como la recompensa de las acciones y prescribiendo muchas ceremonias especiales por el solo hecho de obtener placer y dominio y prefiriendo el gozo transitorio del cielo a la absorción eterna.” Lo anterior quedaría mejor comprendido si conociésemos algunas de las ideas que son sostenidas en la India en relación a los sacrificios y las ceremonias. 

En el Occidente, hace mucho tiempo que los sacrificios están en desuso, ya que no parecía haber ninguna razón por ellos. Y sin embargo, debe parecerle extraño a la mente que reflexiona, que las naciones cristianas reclamen la redención a través de los judíos, cuyo profeta prescribe sacrificios y cuando Jesús mismo dijo que ni una jota ni una tilde perecerá de la Ley. En lugar de los sacrificios del Oriente, el Occidente ha adoptado una mera teoría en la cual creer, siguiendo un código moral incierto, con un resultado que es el mismo al que reclaman los Hindúes —excepto en un solo sentido. Esa diferencia yace en la doctrina de la Reencarnación. Los cristianos buscan una recompensa eterna en el cielo y no saben nada de la reencarnación sobre la tierra, mientras que el Hindú confía en el placer que ha de tenerse en el cielo —el llamado Svarga— y una continuación de ese placer sobre la tierra, como resultado de su renacimiento afortunado. 

Ellos tienen ceremonias especiales y algunas clases de sacrificios, de penas, oraciones y de acciones, el resultado de las cuales es un renacimiento sobre la tierra en una familia regia, o de grandes riquezas, o en cualquier otro tipo de circunstancia placentera; lo cual es, al mismo tiempo, una segura admisión al cielo. Algunas ceremonias procuran la entrada en un estado delicioso después de la muerte que durará por un periodo de tiempo incalculable. Pero ningún procedimiento de esta clase conduce a eso que es último, sino que todos ellos son causas de Karma y de desilusión: por lo tanto Kṛṣṇa no los aconseja a Arjuna. Y su advertencia es útil a todos los teósofos que son estudiantes o que desean convertirse en tales. Con ellos, la falsa visión contra la que advierte Kṛṣṇa, se ha transformado en un deseo y un anhelo por todo lo fenoménico o por la ejecución de algunas acciones que habrían de traerles el favor de los Mahātman, o en un miedo morboso a crear Karma, o también un deseo igualmente acentuado de adquirir buen Karma. 

Ellos deberían abandonar esas actitudes y cuidadosamente estudiar los siguientes versos, tratando de incorporar su verdadero significado en su propio ser. “El tema de los tres Vedas es la reunión de las tres cualidades. ¡Oh Arjuna! Sé libre de las tres cualidades, de la influencia ordinaria de los opuestos naturales, descansando en la verdad eterna, libre de las ansiedades mundanas y Maestro de ti mismo. *** Deja, entonces, que el motivo por la acción esté en la acción misma, nunca en su evento. No seas uno cuyo motivo por la acción es la esperanza de la recompensa. No dejes que tu vida se gaste en la inacción. Mantente en la concentración, ejecuta tu deber, abandona todo pensamiento de las consecuencias y haz que el evento sea igual para ti, ya sea que este termine en el bien o en el mal; porque tal ecuanimidad es llamada Yoga (unión con Dios). Bien inferior a la unión con la sabiduría es la acción. Busca un asilo, entonces, sólo en la sabiduría: porque el miserable y el infeliz lo son por cuenta del suceso de las cosas. Los hombres dotados de la verdadera sabiduría descartan, por medio de esta concentración, tanto el resultado del éxito como del fracaso. 

Estudia, por lo tanto, para obtener esta concentración de tu comprensión, pues tal concentración es un arte valioso. Los Hombres sabios que han renunciado a todo pensamiento acerca del fruto que es producido por sus acciones, están libres de las cadenas del nacimiento en este mundo y van a la región de la felicidad eterna. Cuando tu razón se haya llevado lo mejor de la melancólica debilidad de tu corazón, entonces habrás obtenido todo conocimiento que haya sido o que será enseñado. 
Cuando tu comprensión, traída a la madurez por el estudio, esté fija, inamovible en la contemplación, entonces ella obtendrá la verdadera visión.” La primera parte de este texto fue intencionalmente ampliada para incluir la cita anterior. 

Los últimos versos citados contienen la esencia de lo que es llamado Karma-Yoga o podría traducirse concentración y contemplación mientras uno está comprometido en la acción. Esto es bien difícil, al igual que es difícil entrar en el Sendero y si deseamos hollarlo correctamente debemos saber lo que tenemos que hacer como verdaderos viajeros. Aquí Kṛṣṇa me parece que ya ha resuelto la disputa de si es la fe o las obras las que nos salvarán. La fe solamente no lo hará, porque en todo acto de fe hay alguna acción. Y parecería imposible adquirir la verdadera fe sin convertirla, de inmediato, en una especie de acción que nuestra fe nos señala como algo que ha de hacerse; sin embargo, la acción pura y simple no será una causa de la liberación, en vista de que la acción o Karma, producirá nuevo Karma. Debemos, por lo tanto, buscar la concentración de manera que seamos capaces de hacer esas acciones que el Omni-Sapiente nos presenta como cosas a hacerse, mientras permanecemos no afectados. 

Nosotros no tenemos nada que ver con los resultados; ellos vendrán por sí solos y están más allá de nuestro alcance: ellos ya están consumidos en lo que a nosotros concierne. Pero si nosotros ejecutamos ya sea un acto de fe o una acción del cuerpo, con la esperanza de algún resultado, no importa cual sea, con ello nos apegamos en igual medida a la consecuencia, quedando así atados por ella. No importa que esas consecuencias sean buenas o malas. Muchos pensarán que está bien tener apegos a buenas consecuencias, puesto que ésta ha sido la opinión que siempre se nos ha dado. 
Pero esto no es sabio, porque la única razón para actuar así se le encuentra en la creencia de que por ello uno es un poco mejor que otras personas que están enamoradas de actos perversos y que desean verlos realizados y cumplidos. 

Esta idea produce separatividad y es opuesta a esa identidad sin la realización de la cual no hay verdadero conocimiento. Nosotros deberíamos ser, por lo tanto, imitadores de la Deidad, quien, mientras actúa como lo hace en la manifestación de los universos, permanece al mismo tiempo libre de todas las consecuencias. En la medida que así lo hagamos, nos convertimos en la Deidad misma, porque, mientras seguimos los dictados del Señor que habita en nosotros, nosotros renunciamos a cada acción sobre el altar, dejándole las consecuencias a Él. 

La actitud que ha de ser asumida, entonces, es aquella de hacer cada acción, sea pequeña o grande, trivial o importante, porque está delante de nosotros para hacerse, y como el simple llevarse a cabo por nosotros como instrumentos de la voluntad de esa Deidad que es nosotros. Ni deberíamos detenernos a inquirir si la acción es de alguna utilidad al Señor interno7, como algunos preguntan. Porque, como dicen ellos, ¿de qué posible beneficio pueden ser, para Él, las pequeñas acciones de la vida diaria que, tan pronto como se hacen, son olvidadas? No es cosa nuestra el inquirir sobre esto. La acción que complace a ese Señor, es la acción que es hecha como se nos presenta, con el desapego a su resultado, mientras que la acción que es desagradable para Él, es aquella que hacemos deseando que algún tipo de resultado salga de allí. 

Esa práctica es la más elevada; esa que algún día nosotros debemos aprender a ejecutar y lo aprenderemos. Otras formas son inculcadas en otros escritos, pero ellas son sólo pasos que nos llevan, por último, a esto. Por lo tanto dije: Entremos al Sendero tan pronto como podamos. Estamos todavía en el segundo capítulo. Si mi objetivo fuera solamente el hojear superficialmente las páginas del poema, para mostrar donde el mismo concuerda o difiere, de los varios sistemas filosóficos que se han seguido en la India, nosotros habríamos llegado, hace mucho, al final de este libro. Pero nosotros contemplamos el poema desde uno de sus aspectos — el más importante para todos los estudiantes diligentes— la vista interior y personal que nos ayuda a alcanzar Mokṣa (salvación). Desde este punto de vista podemos posponer cierta consideración del discurso filosófico para una ocasión posterior. Tomemos algo de la instrucción que se da en la parte del segundo capítulo, que acabamos de terminar. 

El resto del discurso está dedicado a una respuesta de Kṛṣṇa a la pregunta de Arjuna, siendo la descripción, la apariencia, la compostura y la conversación de aquel hombre que ha logrado la meditación fija. Kṛṣṇa dice que: “el tema de los tres Vedas es el arreglo de las tres cualidades”, Estas tres cualidades son Sattva, Rajas y Tamas; y las tres están separadamente desglosadas en un capítulo subsiguiente. Ahora bien, Sattvagua (cualidad de Verdad o Pureza) es una cualidad pura y elevada, lo opuesto de Tamogua, que es la oscuridad y la indiferencia. Sin embargo, este admirable consejo se nos da aquí: “sé tú libre de estas tres cualidades”. Y es sorprendente que esto no haya sido captado antes, considerando que Kṛṣṇa parece como que dirige a su seguidor a renunciar a la cualidad de la bondad, estimulando, directamente, la maldad; sin embargo, como está inmediatamente seguido por la directiva de: “descansar en la verdad eterna”, los posibles críticos han quedado así desviados por esta aparente paradoja. Se hace evidente que aquí se está refiriendo a un tipo de Sattva superior, con las palabras: “verdad eterna”. 

Sattva es la palabra sánscrita para verdad y no está calificada cuando se le pone entre las antedichas tres cualidades, de manera que, cuando el discípulo se liberta de este Sattva ordinario, él ha de tomar refugio en su contraparte eterna. Todavía más, la instrucción no es renunciar a la verdad ni tampoco a ninguna de las otras dos cualidades, sino permanecer libre de la influencia o la fuerza que ata y que todo tipo de cualidad ejerce sobre el Ego humano. Es muy difícil para un gran Ser como es Kṛṣṇa el poder comunicar a la mente inquisidora estos elevados temas y así, por fuerza, un idioma ha de ser aquí usado que por siempre tenga dos sentidos, tal idioma nos elude continuamente, yendo de un significado al otro. “Sattva”, verdad, habrá de ser tomada como la expresión de la cualidad suprema de cualquier ser que la poseyese y, sin embargo, cuando comenzamos a hablar del máximo estado concebible en el cual todos los atributos están ausentes, nosotros aún usamos la misma palabra, sólo añadiéndole eterna. La esencia de la instrucción dada por Kṛṣṇa es la de hacerse devoto, como dice él: “Por lo tanto, entrégate a la devoción”. 

El preparó el camino para ello al demostrar, como señalamos en el artículo anterior, cuán erróneo fue el seguir aun las ceremonias especiales y los mismos textos que fueron presentados al pueblo en los Vedas. Aquellas ceremonias procuraban un premio en el cielo o en la tierra durante vidas subsiguientes, como también en estas mismas vidas en las cuales las ceremonias fueron ejecutadas. Podremos comprender más fácilmente lo que quería decir Kṛṣṇa si suponemos que se estaba refiriendo a un doctrina que, en esos días, era precisamente muy similar, en su esquema de premios, a las creencias cristianas antiguas, según las cuales: al simple seguir las escrituras, uno se aseguraba la felicidad y la prosperidad en esta tierra, y en el cielo una gran bienaventuranza eterna entre los santos. El declara que esta es una doctrina engañadora; no dice, con ello, que los premios, como nos han sido prometidos, no seguirán a la práctica, más bien implica que así será. Pero como la rueda del renacimiento gira eternamente, arrastrándonos inevitablemente de regreso a un cuerpo mortal, nosotros somos continuamente engañados y nunca logramos llegar a Dios, lo cual es la meta para todos nosotros. 

El cielo, ya sea este el del Cristiano o del Hindú, es lo que el Buddha llamó una cosa o estado que tiene un comienzo y tendrá un fin. Puede, seguramente, durar Eones de tiempo, pero llegará a un final, entonces el laborioso trabajo de hollar el mundo, ya sea éste o algún otro, ha de ser recomenzado. Por lo tanto, Kṛṣṇa le dice que los hombres fueron engañados por aquellas floridas palabras proclamando un camino para alcanzar el cielo, y que no había nada mejor. Sin duda hay muchos estudiantes que, creyendo en la posibilidad de alcanzar el cielo, aseguran que están dispuestos a tomarse el riesgo de todo lo que pueda suceder después de disfrutar tan largo periodo de tiempo. Pero esos riesgos no habían de correrse si ellos fueran propiamente comprendidos. 

Los riesgos son numerosos y grandes. Muchos de ellos no pueden ser explicados, porque para poder comprenderlos del todo, tendrían que conocer más del poder de la mente y del verdadero significado de la meditación. Pero los riesgos ordinarios son encontrados en lo que por el presente puede llamarse, aproximadamente, Karma diferido o retrasado y afinidades no gastadas. El poder de esos dos tiene su raíz en la enorme complejidad de la naturaleza humana. Tal es su complejidad, que el hombre no puede, como un ser completo, disfrutar jamás del cielo o de ningún estado que no se aproxime a la unión con lo Divino. Los teósofos muy cultos hablan de la ida de un hombre al Dewachen y de su estadía aquí sobre la tierra disfrutando o sufriendo el Karma, cuando, de hecho, sólo una pequeña parte de él está aquí o allá. 

Cuando él ya ha vivido su vida y se ha ido al Dewachen, la amplia raíz de su ser queda a la espera dentro de la Vida Una, esperando pacientemente que él retorne y gaste algo más de su Karma. Esto es, que en cualquier vida particular, el hombre ordinario sólo toma y gasta el Karma que su aparato corporal le permite. Parte de la fuerza del Karma está en el “misterioso poder de la meditación,” el cual se expresa de acuerdo al instrumento corporal particular que uno ha asumido. Por lo tanto, el hombre puede ejecutar en esta vida “ceremonias especiales” y estar en conformidad con todos los textos y con la doctrina, logrando con ello el premio del cielo y, aún, tener guardada una cantidad de ese “misterioso poder de la meditación” que no ha sido gastado; y cuya naturaleza y constitución él no conoce. El riesgo que él corre es que este Karma pudiera ser muy malo y que cuando él retorne del cielo, su próximo cuerpo pudiera proveerle el aparato apropiado para exhibir esta masa de Karma no gastado y resultando su próxima compensación en una estadía en el infierno. 

Al volver a asumir un cuerpo, el “misterioso poder” de que se habló, alcanza a un sinnúmero de afinidades engendradas en otras vidas, y que atrapa todo lo que está a su alcance. Otros seres, que ese hombre una vez conoció, se encarnarán al mismo tiempo, poniendo en acción afinidades, atracciones y poderes que sólo pueden actuar a través de ellos y de él. Sus influencias no pueden ser calculadas. Bien podrían ser buenas o malas y tal como él es influenciado por ellos, o como él influencia al otro ser, así resultará el Karma de cada uno. Kṛṣṇa, por lo tanto, recomienda a Arjuna que se libere de la influencia de toda cualidad, de manera que pueda obtener la liberación completa. Y esa liberación sólo puede ser obtenida, como dice Kṛṣṇa, por medio de la Devoción. 

Los Ocultistas conocen bien estos efectos, divergencias e influencias y aunque la idea es muy nueva en Occidente, no es desconocida en la India. Esta ley es ambas cosas, un ángel de misericordia y también un mensajero de justicia, porque, como acabamos de mencionar, su operación hace parte de los riesgos, mas al mismo tiempo es el medio por el cual la naturaleza salva a los hombres de la condenación. Supóngase que en alguna vida pasada, hace mucho tiempo, yo hubiera tenido un amigo muy querido, o una esposa o pariente con quien mi intimidad fue interna y profunda. La muerte nos separa y en una vida subsiguiente él se dedica por entero a la verdad, a la sabiduría, a lo mejor que hay en él, mientras que yo continúo descuidado de todo, interesándome sólo del placer presente. Después de muchas vidas nos encontramos nuevamente, ya sea como amigos o como conocidos. 

De inmediato la vieja intimidad se reafirma y mi viejo amigo, aun cuando ninguno de nosotros lo sepamos, tiene un extraño poder de tocar mi vida interna y me despierta hacia la búsqueda de la verdad y de mi propia alma. Esta es aquella afinidad no gastada y, por medio de su ayuda, la naturaleza obra mi salvación. En este caso, ambos deberíamos buscar la devoción. Esta devoción es la que es inculcada por los Adeptos a sus Celās. Ello envuelve una abnegación mental que no resulta agradable a nuestra mentalidad moderna, pero que hemos de adquirir, o de lo contrario el progreso verdadero resulta imposible. Por medio de esta devoción mental hacia lo Divino, lo cual significa abnegación a todo lo demás, habremos de descartar todos los resultados de nuestras acciones. 

No es cosa nuestra el decir cúal será el resultado de una acción; la Ley traerá un resultado mucho mejor, tal vez, de lo que nos habíamos imaginado. Si los resultados, o sea: si el transcurrir de las circunstancias cotidianas, no son esos que nosotros esperábamos, entonces, por medio de la Devoción, los aceptamos justo como aquello que la Ley quería. Pero si fijamos nuestro deseo en el logro de lo que parecía ser un buen resultado, quedamos atados por ese deseo, no importa que nuestro deseo se cumpla o no. Esta exhortación a la devoción es, al mismo tiempo, lo más sencillo y lo más difícil. Algunos se ríen de ello porque buscan poderes y “desarrollo”. 

Otros porque piensan que eso es demasiado simple; pero el estudiante sabio, aun cuando no puede, a primera vista, captar todo su significado, lo examinará en su mente, lo buscará con ahínco, convirtiéndolo en algo que logrará. * * * Hemos visto como la Devoción ha de ser alcanzada por el estudiante que desea llegar a la iluminación. Esto es lo que significa la respuesta de Kṛṣṇa a Arjuna, al concluir el segundo capítulo. “Cuando él ha apartado todos los deseos que entran en el corazón y está satisfecho por el Yo en él, entonces se dice que él está confirmado en el conocimiento espiritual” No es posible entregarse completamente a los dictados del Espíritu mientras que a cualquier deseo que entre en el corazón se le permita acaparar la atención. 

Desde luego, la persona descrita aquí es una que ha ido mucho más alto en su desarrollo que lo que ha logrado la mayor parte de nosotros. Pero hemos de establecer un ideal elevado al cual apuntar, ya que uno más bajo da un resultado inferior al costo del mismo esfuerzo. No debemos poner frente a nosotros un objetivo que no sea el más alto, simplemente porque creemos que nuestro éxito no será tan grande como quisiéramos que fuera. Lo que cuenta no es sólo el resultado externo que claramente percibimos, sino el motivo, el esfuerzo, la mira, porque no se nos juzga por las cosas de los sentidos donde el tiempo humano existe, sino más bien en la más grande esfera del ser en donde el tiempo cesa y en donde somos enfrentados por lo que somos y no por lo que hemos hecho. Eso que hemos hecho nos alcanza sólo en esta vida mortal dentro de las muchas ilusiones de la existencia material; pero son los motivos con los cuales vivimos nuestras vidas los que van a formar nuestro mayor ser, nuestra vida mayor, nuestro Yo más verdadero. Tenemos que actuar, porque ningún mortal puede vivir sin actuar; y esas acciones nos traerán a la tierra por muchas fastidiosas encarnaciones. Tal vez hasta el fracaso final, a menos que la lección se haya aprendido de que han de hacerse con el motivo correcto y el fin verdadero. 

Cuando este estado sea alcanzado, ellas no nos afectarán más, porque, tal como Kṛṣṇa, nosotros nos convertiremos en los perfectos ejecutadores de toda acción. Y mientras purifiquemos y elevemos el motivo y el fin, nos vamos convirtiendo en iluminados espiritualmente, logrando, con el tiempo, el poder de ver lo que se debe hacer y aquello del cual debemos abstenernos. Muchos posibles ocultistas, al igual que algunos teósofos, pasan por alto la enseñanza de este capítulo. 

La Devoción no tiene encanto para ellos; la dejan a aquellos que están llamados a ser hombres buenos, no importa cual es su credo o su filosofía y la atención es puesta a la lectura de libros, ya sean nuevos o viejos, sobre la magia, sobre lo ceremonial o sobre cuantas múltiples ilusiones existen. Ni es, esta práctica errónea, cosa nueva. Era común entre los alquimistas y el resultado de algunos casos es que los estudiantes ahora gastan años valiosos en la maestría de lo ceremonial, el Rosacrucianismo, el saber talismánico y quién sabe que cosas más, tal como ha sido dado en estos libros, en tanto que todo esto es bien una elucubración mental inútil o algo positivamente peligroso. No quiero tampoco que vaya a entenderse que no hubo verdadero Rosacrucianismo o que la magia ceremonial no da ningún resultado o que no hay ciencia de talismanes. 
Pues existen realidades de las cuales estas, como se les conoce ahora, son sólo sombras. 

Sería como si buscáramos encontrar el alma estudiando atentamente el cuerpo; o conocer las verdades tras de las influencias de los talismanes o la magia ceremonial, estudiando los libros hoy existentes sobre estos temas. Los llamados magos medioevales han dejado un enorme volumen de escritos que hoy es nada más que una ilusión y una red entrampadora para los estudiantes, ya sean teosóficos o noteosóficos. En estos escritos están las más minuciosas indicaciones de numerosas prácticas, pero ellos no son más que intentos de hombres de hacer que los mortales, siguiendo métodos totalmente externos, controlen el mundo astral o natural. 

El triunfo no vino a esos practicantes, ni mucho menos salvará del fracaso a aquellos que en nuestros mismos días siguen sus directivas. En la mayoría de los casos de los llamados hechiceros y escritores europeos antiguos de la magia, sus publicadas elucubraciones constituyen sólo remedios aplicados para apaciguar la vanidad herida; en los demás casos, puras copias y plagios de fórmulas que dejaron sus predecesores. Paracelso declara positivamente que la verdadera magia está dentro del hombre, como una parte de su naturaleza interior, que al principio es potencial y que se activa luego, con el desarrollo; y que las ceremonias o formulas son puro escombro y desecho, a menos que la persona que los usa sea, ella misma, un mago. En la práctica de la magia ceremonial, en la cual ciertas figuras geométricas y de otra clase son usadas, con la ayuda de oraciones e invocaciones, puede allí encontrarse un peligro real y positivo. 

Este peligro es aumentado si el estudiante sigue la práctica por el solo deseo de ganar o de gloria o poder o por la sola búsqueda de lo prodigioso; todos los cuales son egoístas. En este ceremonial, el operador o autodesignado mago, se rodea de un círculo o con un arreglo de triángulos, el uso y propósito de los cuales es para protegerle de cualquier espíritu que pueda atraer. ¡Pon atención! Esto es para protección. Una protección de este tipo no sería necesaria ni pensada a menos que un peligro real estuviera detrás, escondido, de que las sombras o demonios tuvieran el poder de herir y de hacer daño. Así, desde el principio, el miedo, producto de la ignorancia, está enteramente presente. La otra cosa importante a observar es que una espada tiene que entrar en el proceso de conjuración; esto se recomienda porque, según se dice, los demonios le tienen miedo al acero afilado. Ahora bien, Jesús dijo que aquel que vive por la espada, perecerá por ella. 

Con esto él quiso decir lo mismo de lo que estamos tratando. La magia ceremonial envuelve, casi a todo paso, el uso de una espada. Después de que el invocador o mago ha usado el ceremonial, digamos con éxito por algún momento, él crea finalmente dentro de su aura, lo que Swedenborg describió con la palabra esfera, un duplicado de lo que previamente había usado y dibujado en el suelo o en las paredes. De ahí en adelante, él ya no es amo, puesto que, al colocar todo esto en esa parte de su naturaleza de la cual él es ignorante, la espada de metal se convierte en un espada astral con el mango manipulado por los demonios o las influencias que él despertó sin conocimiento. Entonces, ellos le atacan donde ninguna defensa puede ser intercalada, o sea: en los planos astrales y mentales y, tal como lo dijeron las palabras de aquel sabio, él, al final, perecerá por el arma que él mismo usó. Este peligro, aquí dado solamente en forma de bosquejo, no es sólo una invención del cerebro. Es un peligro positivo, actual, inmanente en la práctica. 

Ningún estudio libresco le dará al hombre el poder de hacer cambios constitucionales, ni tampoco las alteraciones psíquicas que son necesarias antes de que él sea comandante de las fuerzas inmateriales. Pero nosotros podemos invocarlas y conocerlas temporalmente por seguir ciertos métodos. Y esto es sólo el comienzo. El turno de aquellas fuerzas es seguro que vendrá y, obedeciendo una ley de su propia naturaleza, ellas toman lo que algunas veces se ha llamado su “venganza”. Porque todas esas prácticas sólo invocan la parte inferior y no espiritual de nuestra naturaleza, la cual viste tales seres con atributos correspondientes, cuya “venganza” consiste en inflamar el carácter moral que eventualmente resultará en un desarrollo de pasiones malignas, en la atrofia de la concentración, en la destrucción de la memoria, terminando, al fin, en una conclusión miserable de la vida y en un fracaso casi total de usar las oportunidades para el progreso presentado por esa encarnación. 

Como dije antes, por lo tanto, todo esto no es más que un inútil enredo mental o algo positivamente peligroso. En la historia y en nuestra propia experiencia, hay evidencia abundante de que la Bhagavad Gītā tiene razón cuando nos dice: “el conocimiento espiritual incluye toda acción sin excepción alguna”, y que este ha de ser alcanzado por medio de la devoción. Hombres ignorantes que no tuvieron acceso a los libros, han percibido por su sentido interno la verdad real de las cosas; y no de esas cosas que los rodean, sino las relativas al ámbito mayor de la naturaleza. Jacob Boehme era completamente iletrado, pero conocía la verdad. Sus escritos muestran una familiaridad que en aquel entonces no era obtenible en los libros de las verdaderas doctrinas que encontramos en las escrituras hindúes y en los libros secretos. 

En la Alemania de nuestra época, hay hombres que conozco, quienes, siendo más iletrados que Jacob Boehme, conocen muchas cosas todavía misteriosas para nuestros leídos teósofos que se vanaglorian de una educación superior. La razón es que aquellos hombres han logrado la devoción y, por lo tanto, con ello han disipado de los ojos del alma las nubes de los sentidos, cuyas sombras oscurecen nuestra visión de la verdad. Yo no critico ni desprecio el aprendizaje; pues es una gran posesión; pero si el hombre educado fuera también un devoto en el sentido de la Bhagavad Gītā, nadie podría calcular cuán amplio sería el alcance de su intelecto. 

La educación del tipo humano no es despreciada entre los ocultistas más elevados, ni siquiera entre los Adeptos. Ellos la usan y la adquieren. Ellos acumulan, por inmensos periodos de tiempo, el registro de las experiencias de videntes y de hombres devotos cuyo saber es mejor, hasta que un gran maestro, tanto de la educación como de la devoción, aparece; y quien, por razón de su profundo conocimiento unido a tal devoción, puede hacer las maravillosas deducciones en posesión de La Logia, con respecto a asuntos que están más allá de nosotros que sólo pueden ser imaginados con gran dificultad. Pero esto prueba, de nuevo, que la devoción es lo primero y lo mejor, porque estos Maestros extraordinarios no aparecerían a menos que la devoción hubiese sido el objetivo de sus existencias. Sin devoción surge una gran confusión dentro de nosotros que ha sido comparada por algunos a un movimiento de torbellino y por otros a la inundación y flujo abrumador de aguas turbias. Boehme llama a esto, en algunos aspectos, “La Turba”. 

Y no es más que la ilusión producida por los sentidos y así Kṛṣṇa, al cerrar este segundo discurso, dice: “Dejad que el hombre, al frenar todo esto, permanezca en devoción cuando está en descanso y atento sólo en mí. Pues, aquel cuyos sentidos están bajo su control posee el conocimiento espiritual. El apego a los objetos de los sentidos surge en el hombre que medita sobre ellos; del apego surge el deseo; del deseo la pasión; de la pasión viene la perplejidad; de la perplejidad, la confusión de la memoria; de la confusión de la memoria, la destrucción del intelecto; y de la destrucción del intelecto, él perece. Pero aquel que se acerca a los objetos de los sentidos con los sentidos libres de amor y odio, estando bajo su control y teniendo su alma bien dispuesta, ese logra la tranquilidad de pensamiento. En esta tranquilidad mana, dentro de él, un apartamiento de todos los problemas. Porque la mente de aquel cuyos pensamientos están tranquilos, pronto se perfecciona en la concentración.” Una muy bella porción del Sanatsujātīya puede ser leída aquí con mucho beneficio (Sanatsujātīya, Cap. 2). 

“Algunos dicen que liberarse de la muerte resulta de la acción; y otros, que la muerte no existe. Oyeme explicar esto, ¡Oh Rey! No tengas dudas acerca de ello.” “Ambas verdades ¡Oh Kṣatriya! han sido comúnmente aceptadas desde el principio. Los sabios sostienen que lo que es llamado ilusión es muerte. Yo, verdaderamente, llamo a la inatención muerte y, de igual manera, llamo a la libertad de la inatención, inmortalidad. En verdad, a causa de la inatención, los demonios fueron derrotados y los dioses alcanzan al Brahman por estar libre de ella. La muerte no devora verdaderamente las criaturas vivientes como lo hace un tigre, porque su forma no es percibida. 

La inatención se desarrolla en los hombres como deseo y después como ira y en forma de ilusión. Entonces, viajando por caminos equivocados, por causa del egoísmo, uno no logra la unión con el Ser. Aquellos que son desviados por ello y quienes se mantienen bajo su influencia, dejan este mundo, cayendo de nuevo en la generación. Entonces, los sentidos los rodean. Y es así como ellos van de muerte en muerte. Estando apegados a los frutos de la acción, cuando esta se presenta, ellos van detrás de ella y no pasan más allá de la muerte. Y el ser encarnado, por no entender la unión con la entidad real, prosigue por todos los medios apegándose a los placeres. Eso es, verdaderamente, la gran fuente de ilusión para los sentidos, pues el ser encarnado, al contactar las entidades no reales, hace sus migraciones inevitables; porque, habiéndose su ser interno contaminado por medio del contacto con entidades no reales, él se entrega a los objetos de los sentidos en todos los aspectos, pensando en ellos solamente. Esa ponderación primeramente lo confunde e, inmediatamente, el deseo y la ira lo atacan. Esos (confusión, deseo e ira), llevan los niños a la muerte. 

Pero los hombres conscientes cruzan más allá de la muerte por su buena cordura. Aquel que pondera en el Ser, destruye los elusivos objetos de los sentidos, ni siquiera piensa en ellos con desdén; y quien, poseyendo el conocimiento, destruye los deseos en esta manera, se convierte en la muerte de la Muerte misma.” El segundo capítulo termina con una declaración de cual es la clase de muerte que resulta en unión con lo Divino, impidiendo absolutamente cualquier retorno de encarnaciones en la tierra. La encontramos en esta cláusula: “Ese hombre quien, alejado por completo de todos los deseos, actúa sin apegos a los resultados, libre de egotismo (orgullo personal) y egoísmo, alcanza la tranquilidad. Esta es la condición del Ser Supremo ¡Oh Hijo de Pṛthā! Habiendo obtenido esto, uno no es perturbado: y se mantiene en ello, aún en el momento de morir él pasa hacia la extinción (o a la unión con) el Supremo Espíritu.” 

Esas son las últimas palabras del segundo capítulo. Cualquier otra actitud mental al momento de morir, seguramente nos hará tomar un cuerpo mortal otra vez. La declaración de Kṛṣṇa nos presenta no sólo las prácticas previamente inculcadas, sino también todo el tema de la muerte. Porque, a fin de saber cómo “pensar en Él, al momento de morir” o para tener esa paz interior cual sólo la perfección en la devoción nos da, debemos averiguar qué es la muerte; y ya sea sólo eso que vemos suceder cuando fallece un ser humano o más de lo que podemos percibir con el ojo. Una pequeña reflexión muestra que: lo que es visto y notado por los médicos y espectadores, es sólo la salida del alma y la energía de la envoltura llamada “cuerpo”. Mientras esto sucede, la persona puede aceptar los ritos de la iglesia o profesar adherencia a cualquier clase de doctrina, hasta con su último aliento hablar del cielo con sus bendiciones, esperando por él. Pero eso es sólo el primer paso. Ello deja una posible expresión calma y feliz en sus facciones; sus familiares le cierran los ojos, ellos le llaman muerte. 

Él, sin embargo, sólo ha comenzado a morir. El alma todavía tiene que pasar por otras envolturas más allá de lo conocido por sus amigos, más allá, aún, del control del moribundo. Ahora todo depende del curso total y de la clase de pensamientos a los cuales él se dedicó durante la vida del cuerpo. Porque el alma tiene que recorrer todo el camino por el cual pasó y ese camino está salpicado con las memorias de toda esta vida; como esas memorias se presentan, afectan a la entidad que parte, ya sea causándole perturbación de concentrarse en el Ser Supremo o ayudándole a una mayor perfección. Si, para entonces, sólo algunos pocos años cerca del final de la vida fueron dedicados a esa clase de prácticas inculcadas por Kṛṣṇa, las memorias de los años previamente dedicados en seguir tras los deseos, cubrirán el alma con una nube, impidiéndole, absolutamente, lograr ese estado del cual regresar a la tierra es imposible sin nuestro consentimiento. 

Esto es mejor ilustrado si consideramos la vida como un gran movimiento musical que termina usando, a la vez, todos los tonos sonados a lo largo de la porción integral. El resultado será un sonido combinado que no expresa ni los tonos superiores ni los inferiores, ni los más dulces ni los menos dulces, sino el resultado de todo. Y este último sonido es la vibración fija que gobierna la entidad, sonando a través de ella y lanzándola a un estado al cual el sonido corresponde o del cual es la clave. Es fácil ver que en cada pensamiento yacen las posibilidades de armonía o disonancia para la conclusión de la vida. “Guiado por la clara luz del alma, nosotros hemos considerado tus enseñanzas, ¡Oh bendito sabio! ¡Ellas han sido eficaces para remover las tinieblas que rodean el lugar en que habita Īśvara en nosotros; nosotros estamos complacidos y refrescados; puedan tus palabras permanecer con nosotros, y, como una fuente refresca la tierra, podamos nosotros ser refrescados por ellas!”

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 NOTAS 
1- En este verso —el décimo cuarto— Kṛṣṇa llama a Arjuna por dos nombres; primero —como hijo de Kuntī (su madre);; y el segundo, como Bhārata (descendiente del poderoso Bharata). En el principio se le recuerda de su origen terreno cuando se alude a los elementos que producen las sensaciones corporales; y al final, cuando se le pide que tolere estos cambios, su atención es dirigida a un gran y poderoso antepasado paterno espiritual. Todo esto tiene su significación. –B. 

2- Algunos estudiantes, como algunos críticos, han dicho que la Teosofía enseña un escape de la familia y del mundo y que ni el conocimiento ni la salvación pueden ganarse sin un ridículo ascetismo el cual trastorna el orden natural. Esto es erróneo. Y cuando se cree que es un hecho —ahora aquí aseverado por mí con plena confianza en el apoyo de todos los verdaderos teósofos— que los Benditos Maestros que ordenaron la fundación de nuestra Sociedad, constantemente leen e inculcan la filosofía de la Bhagavad Gītā,percibimos que tales acusaciones contra los propósitos de la Sociedad son incorrectos. –B. 

3- Mi opinión es que la casta Kṣatriya es la suprema. Es cierto que los Brahmanes siempre han tenido más veneración como maestros espirituales y así representan la cabeza de Brahmā;; pero en algunos de los sacrificios de los Arios hay una ocasión cuando la casta Kṣatriya está más alta que la del Brahmán. Los últimos son más bien los conservadores de la verdadera Doctrina;; pero cuando llega la hora para que los “dioses desciendan con el fin de establecer una nueva armonía en la tierra”, ellos siempre comienzan con un guerrero. Osiris, que educó y solidificó a los Egipcios, fue un guerrero; y el misterioso Melchizedek, que bendijo Abraham, era un Profeta, Sacerdote y Rey, eso es: un guerrero. Entonces, igualmente la casta guerrera podía aprender y recitar los Vedas tan bien como envolverse en la guerra, mientras que el solo deber de un Brahmán era el de maestro y no el de guerrero. 

El Kṣatriya, por lo tanto, está en la posición de mediador entre la acción del cuerpo de Brahmā y la calmada inacción de la cabeza de Brahmā. –B. 

4- Lo más probable es que la “rosa” Rosacruz fuese una alteración hecha del loto porque esta última flor no se conocía en Europa; mientras que la rosa sí, siendo, después de todo, la más próxima al loto. En el Japón la gente se atiene al Loto en el corazón diciendo que, al dirigir la atención al corazón, se le ha visto reventar abierto como un loto de 8 pétalos, en cada uno de los cuales reside un poder, mientras que en el centro se sienta el señor del todo. –B. 

5- Algunos escritores teosóficos han afirmado que estos Adeptos estuvieron ocupados en la formación de la República Norteamericana, bien sea que estuvieran aquí en persona o que enviaran Mensajeros. –B. 

6- Ver los Aforismos Yoga de Patañjali, Libro 2;; Viṣṇu Smṛti, cap. XCVII, V. 11. 

7- Īśvara, la manifestación particular de Brahman en cada ser Humano. –B.

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