SAÑJAYA:
Kṛṣṇa, contemplándolo así tan afectado y compungido, con
sus ojos arrasados por un mar de lágrimas, y con su corazón
oprimido por la más profunda aflicción, se dirigió a él en estos
términos:
KṚṢṆA:
“¿De dónde, oh Arjuna, te viene este desaliento en el
momento de dificultad, que es indigno del honorable, y que no
conduce ni al cielo ni a la gloria? Es algo vergonzoso, contrario
al deber; y es el fundamento mismo del deshonor. No empuñes
tu falta de hombría, porque eso no es propio de alguien como tú.
Abandona, oh atormentador de tus enemigos, esta despreciable
debilidad de tu corazón y levántate.”
ARJUNA:
“¿Pero cómo, oh matador de Madhu, podría yo con mis
flechas contender en batallas contra hombres como Bhīṣma y
Droṇa, que entre todos los hombres merecen mi mayor respeto?
Porque sería mejor para mí mendigar mi pan por el mundo que
ser el asesino de mis preceptores, a quienes tanta reverencia es
debida. Porque si destruyera yo amigos como estos, tendría que
participar de posesiones, riquezas y de placeres contaminados
todos con su sangre. Y no podemos saber si sería mejor que
nosotros los derrotáramos a ellos, o que ellos nos derrotaran a
nosotros. Porque esos que están ahí alineados, enfrentándonos
furiosamente, y después de cuyas muertes yo no desearía vivir,
en caso de que perecieran por mi mano, esos son los hijos y el
pueblo de Dhṛtarāṣṭra. Y como soy de una disposición fácilmente afectable por la compasión y por el miedo a errar, yo a ti te
pregunto ¿cuál de las dos cosas es mejor hacer? ¡Y dímelo
claramente! Pues soy tu discípulo; ¡instrúyeme entonces en mi
deber, a mí que estoy bajo tu tutela! Porque mi comprensión
está totalmente confundida por los dictados de mi deber, y no
veo a mi alrededor nada que pudiera aliviar toda esta tristeza
que ciega mis facultades, ni aún fuera yo a obtener un reino sin
rival sobre la tierra, o el dominio sobre las huestes del cielo.”
SAÑJAYA:
Y Arjuna, habiendo así hablado a Kṛṣṇa, se quedó en silencio
después de decir:
“No pelearé, oh Govinda”. Entonces Kṛṣṇa,
sonriendo tiernamente, dirigió estas palabras al príncipe que
permanecía allí abatido entre los dos ejércitos:
KṚṢṆA:
“Te lamentas por quienes no debías lamentarte, al tanto que
tus sentimientos son aquellos de los exponentes de la letra
misma de la ley. Quienes son sabios en cosas espirituales no se
afligen ni por los muertos ni por los vivos. Yo mismo, jamás no
he sido, ni tampoco tú, ni ninguno de los príncipes de la tierra;
ni tampoco jamás dejaremos de ser de aquí en adelante. Porque,
como el señor de este cuerpo mortal experimenta aquí su
infancia, su juventud y su vejez, así también en futuras
encarnaciones encontrará él lo mismo. Y uno que está afianzado
en esta creencia no es perturbado por ninguna cosa que pueda
llegar a suceder.
Son los sentidos, moviéndose hacia sus
respectivos objetos, los que producen el calor y el frío y el
placer y el dolor; los cuales van y vienen y son breves y
cambiantes; y son estos los que tú has de soportar, ¡oh hijo de
Bharata! Porque sabio es, aquél a quien estas cosas no lo
perturban y para quien el placer y el dolor son la misma cosa.
Ese es digno de la inmortalidad.
Porque no hay existencia para
aquello que no existe, ni tampoco hay inexistencia para lo que
sí existe. Pues, para aquéllos que ven la verdad y miran dentro
de los principios de las cosas, la característica última de esas
dos, está claramente a la vista. Aprende, pues, que aquél por quien todas las cosas fueron formadas, es incorruptible y que
nadie es capaz de efectuar la destrucción de ESO que es
inextinguible. Y se ha dicho que estos cuerpos finitos que
envuelven las almas que los habitan, pertenecen a Él, al eterno,
al indestructible, al indemostrable Espíritu, que es quien está en
el cuerpo: por lo tanto, oh Arjuna, resuélvete a la lucha. Porque
tanto el hombre que cree que el Espíritu es el que mata, como
aquél que cree que este puede ser destruido, están ambos
engañados; porque el mismo ni mata ni puede ser matado. Y el
Espíritu no es cosa de la que un hombre podría decir, él ha sido,
o va a ser, o habrá de ser en el futuro; porque es algo sin
nacimiento y que tampoco encuentra la muerte; es antiguo,
constante y eterno, y no es muerto cuando este cuerpo mortal es
destruido.
¿Y cómo puede el hombre que cree que eso es
incorruptible, eterno, inextinguible y sin nacimiento, llegar a
creer que ello puede matar o causar su muerte?
Porque así como
un hombre desecha los viejos ropajes y se pone otros nuevos,
así mismo hace el habitante del cuerpo, quien habiéndose
quitado sus viejas formas mortales, entra en otras que son
nuevas. Y a ese habitante el arma no lo hiere, el fuego no lo
quema, el agua no lo pudre, ni el viento lo seca; porque es
indivisible, inconsumible, incorruptible, y no puede ser secado:
pues es eterno, universal, permanente, inamovible; y es invisible,
inconcebible, e inalterable; entonces, sabiendo que eso es así, tú
no deberías lamentarte. Y ya fuera que tú creyeses que eso es de
eterno nacimiento y duración o que muriese con el cuerpo, aun
así no tienes razón de lamentarte.
Porque la muerte es cierta a
todas las cosas que nacen, y el renacimiento a todos los
mortales; por lo tanto, no te corresponde ni te aprovecha el
lamentarte de lo que es inevitable.
Porque el estado prenatal de
los seres es desconocido; el estado intermedio es ahora
evidente; y el estado de ellos después de la muerte no es algo a
ser descubierto. Y siendo así, ¿qué es lo que hay que lamentar?
Algunos consideran que el espíritu que habita en el interior es
un prodigio, mientras que algunos hablan y otros oyen de ello
con asombro; sin embargo, no hay uno que lo entienda, aun cuando lo haya oído describir.
Este espíritu jamás puede ser
destruido en el cuerpo mortal en el que habita y, en consecuencia,
es indigno de ti el así atribularte por todos estos mortales. Más
bien dirige tus ojos hacia los deberes de tu tribu particular, y te
sería muy poco apropiado el temblar. Porque un soldado de la
tribu Kṣatriya1 no tiene deber que sea superior a la guerra justa;
y ha sido a tu pedido que la puerta del cielo ha aparecido abierta
de par en par ante ti, a través de esta gloriosa batalla —no
buscada— que sólo los soldados más favorecidos por la fortuna
logran alcanzar. Pero, si por el contrario, tú dejaras de cumplir
con el deber que te toca y abandonaras el campo, abandonarías
con ello tu deber natural y tu honor, y serías culpable de un
crimen.
La humanidad hablará de tu gran mala fama como algo
infinito, y para uno que ha sido respetado en el mundo, la
deshonra es peor que la muerte. Los generales de los ejércitos
pensarán igualmente que tu retirada del campo fue causada por
el miedo, y aún para aquellos que hicieron que tú fueras tomado
como una gran alma, serás considerado despreciable. Tus
enemigos hablarán de ti en palabras que son indignas de ser
habladas, y despreciarán tu coraje y tus habilidades; ¡y qué
puede ser más terrible que esto! Porque si mueres, alcanzarás el
cielo; y si salieras victorioso, el mundo sería tu recompensa. Por
lo tanto, hijo de Kuntī, levántate con la determinación fija en la
batalla.
Haz del placer y del dolor, de la ganancia y de la
pérdida, de la victoria y de la derrota, la misma cosa para ti.
Prepárate así a la lucha, porque así y sólo así permanecerás libre
de todo pecado mientras actúas.”
“Y así, ante ti ha sido presentada la opinión de acuerdo a la
doctrina Sāṃkhya, la doctrina especulativa. Escucha ahora
como es esto en la opinión de la doctrina práctica y devocional,
por medio de la cual, si quedas plenamente imbuido de ella, tú
romperás para siempre los lazos del Karma y te elevarás por
encima de ello. En este sistema de Yoga ningún esfuerzo puede
ser malgastado, ni tampoco habrá consecuencias malignas, y aún una pequeña práctica de ello libera de un inmenso peligro,
porque en este sendero hay un sólo objetivo y este es de una
naturaleza estable y constante; pero por el contrario, de muchas
ramificaciones es la fe, e infinitos son los objetivos de aquéllos
que no siguen este sistema.”
“Los no sabios, deleitándose en las controversias que hay en
los Vedas, mancillados con las lujurias mundanas, y prefiriendo
un gozo transitorio del cielo a la absorción eterna, al tanto que
declaran que no hay otra recompensa, pronuncian para el logro
de las riquezas y los logros mundanos, floridas sentencias y
comprometedoras recompensas en futuros nacimientos, como
resultado de las acciones presentes, ordenando también que se
hagan ceremonias especiales, el fruto de las cuales es mérito
que conduce al poder y a los objetos del gozo. Pero aquéllos
que así desean las riquezas y los gozos, no tienen certeza en sus
almas y el menor sostén en la meditación.
El tema de los Vedas
es el arreglo y colocación de las tres cualidades o guṇas.
¡Libérate de estas cualidades, oh Arjuna!, sé libre de todos los
‘pares de opuestos’ y sé constante en la cualidad de Sattva, libre
de la mundana ansiedad y del deseo de conservar las posesiones
presentes, sé autocentrado y no controlado por los objetos de la
mente y de los sentidos. Los mismos beneficios que pueden
encontrarse en un depósito que se extiende libre y sin fin por
todos lados, los habrá en todos los ritos védicos para el brahmán
que es buscador y realizador de la verdad.”
“Deja, pues, que el motivo para la acción esté en la acción
misma, y no en el evento. No seas incitado a las acciones por la
esperanza de su recompensa, ni tampoco dejes que tu vida se
gaste en la inacción.
Persistiendo firmemente en el Yoga,
ejecutando aquello que es tu deber, oh Dhanañjaya2, y dejando
a un lado todo beneficio proveniente de la acción para ti mismo,
haz que el evento sea igual a ti, ya sea triunfo o fracaso. Porque
la ecuanimidad es llamada Yoga.”
“Y sin embargo, la ejecución de las obras es muy inferior a
la devoción mental, oh despreciador de la riqueza. Encuentra,
pues, un asilo en esta devoción mental que es el conocimiento;
porque miserables e infelices son aquellos cuyos impulsos hacia
la acción están fundamentados en su recompensa. Pero aquél
que por medio del Yoga es mentalmente devoto, descarta
igualmente los resultados del triunfo y del fracaso, porque él
está más allá de ellos. Yoga es la habilidad en la ejecución de
las acciones; por lo tanto, aspira tú a esta devoción.
Porque
aquéllos que están así unidos al conocimiento y que son devotos,
que han renunciado a toda recompensa por sus acciones, ellos
no vuelven a encontrar el renacimiento en esta vida y van así a
la eterna mansión bienaventurada que está libre de toda
enfermedad, e inalcanzada por las dificultades.”
“Cuando tu corazón se haya abierto paso a través de las
trampas y asechanzas de la ilusión, entonces lograrás una gran
indiferencia a todas estas doctrinas que han sido enseñadas hasta
hoy o que serán enseñadas en el porvenir. Y cuando tu mente,
una vez liberada de los Vedas, se haya fijado ya inamovible en
la contemplación, entonces habrás alcanzado la devoción.”
ARJUNA:
“¿Y cuál, oh Keśava3, es la descripción del hombre devoto y
sabio que está así fijo en la contemplación y confirmado en el
conocimiento espiritual? ¿Qué podría decir semejante sabio?
¿Dónde estaría su morada? ¿Se mueve y actúa, él, como los
demás hombres?
KṚṢṆA:
“Se dice que un hombre está afianzado y confirmado en el
conocimiento espiritual cuando abandona cada deseo que entra
en su corazón, y es feliz por sí mismo y está contento en el Yo a
través del Yo. Su mente no se turba en la adversidad; está contento
y feliz en la prosperidad y es ajeno a toda ansiedad, miedo y enojo. A tal hombre se le llama Muni4. Cuando, en toda situación,
él recibe cada evento, ya sea favorable o desfavorable, con una
mente ecuánime a la que no le gusta ni le disgusta nada,
entonces su sabiduría ya está establecida, habiendo experimentado
lo bueno y lo malo, sin regocijarse ante lo uno, ni
deprimirse ante lo otro. Él está afirmado y confirmado en el
conocimiento espiritual, cuando, como la tortuga, él puede
retraer a su interior todos sus sentidos y restringirlos de sus
queridos propósitos.
El hambriento pierde de vista todo otro
objeto que no sea la gratificación de sus apetitos, y cuando él
llega a encontrarse con lo Supremo, pierde así el gusto por los
objetos de toda clase. Porque los tumultuosos órganos y sentidos
del cuerpo fuerzan su camino aún hasta el corazón del sabio que
lucha por la perfección. Dejad que un hombre, restringiendo
todo eso, permanezca en devoción y descanse en mí, que soy su
verdadero yo; porque aquél que tiene sus sentidos y órganos
bajo su control, ya posee el conocimiento espiritual.”
“Porque aquél que le pone atención a las inclinaciones de los
sentidos, en ellos tiene un interés; ¡de este interés, se crea la
pasión, de esta pasión frustrada, la ira, de la ira surge la ilusión,
de la ilusión, la pérdida de la memoria, y de la pérdida de la
memoria la pérdida de la discriminación, y de la pérdida de la
discriminación la pérdida de todo!
Pero aquél, que libre de
apego o de repulsión por los objetos, los experimenta a través
de los sentidos y los órganos con su corazón obediente a su
voluntad, ese alcanza la tranquilidad de pensamiento. Y este
estado de tranquilidad, una vez obtenido, pronto resultará en un
apartarse de toda aflicción; y estando su mente en descanso y
fija sobre un sólo objetivo, abraza así sabiduría por todas partes.
Pero el hombre cuyo corazón y mente no están en descanso,
permanece sin sabiduría o poder de contemplación, y permanece
sin practicar la reflexión; ese no tiene calma.
¿Y cómo,
entonces, puede un hombre sin calma obtener la felicidad?
El
corazón descontrolado, siguiendo los dictados de las pasiones que lo conmueven, se arranca el conocimiento espiritual como
la tormenta arranca la barca del furioso océano.
Por lo tanto, oh
tú de poderosos brazos, son poseídos del conocimiento espiritual,
aquéllos cuyos sentidos están apartados de los objetos de
sensación. Porque lo que es noche para los no iluminados, es
día ante la visión del iluminado; y lo que parece como día, él
sabe que es noche: la noche de la ignorancia. ¡Tal es el Sabio
que se autogobierna!”
“Aquel hombre en el que los deseos penetran su corazón
como las aguas entran al océano que no se rebosa nunca, y el
cual, aunque siempre lleno, jamás rebosa su límite, ese hombre
alcanza la felicidad; pero no aquél que se deleita en sus propias
lujurias.”
“El hombre que habiendo abandonado todos los deseos actúa
sin codicia, desinteresadamente y sin orgullo, que no se contempla
él mismo ni como actor ni como poseedor, logra el descanso. Y
esto, oh hijo de Pṛthā, es depender del Espíritu Supremo; y
aquel que esto posee no se pierde ya más, y habiéndolo
obtenido, y si así está establecido en la hora de su muerte, entra
al Nirvāṇa en lo Supremo.”
Y así, en la Upanisad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en
la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el
coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Segundo
Capítulo, de nombre—
WILLIAM Q. JUDGE
NOTAS
1- Kṣatriya es la segunda casta de la India o aquella militar.
2- Dhanañjaya, despreciador de la riqueza.
3- Keśava, aquél cuyos rayos se manifiestan como omniciencia, uno de los nombres de Kṛṣṇa.
4- Muni, un sabio.
COMENTARIOS AL CAPITULO II
“Y ahora, bajo el Loto en el Corazón, brilla la lámpara
del Alma. Protegida por los dioses que allí mantienen
guardia, ella arroja sus suaves rayos en toda dirección.”
Un PODEROSO espíritu se mueve a través de las páginas de
la Bhagavad Gītā. Tiene la influencia seductora de lo bello; sin
embargo, como una fuerza, llena a uno con el sonido de
ejércitos que se agrupan o el ruido de grandes aguas; atrayendo
igualmente al guerrero y al filósofo, le muestra a uno la rectitud
de la acción legítima y al otro, la calma de quien ha llegado a la
inacción a través de la acción.
Schlegel, después de estudiar el
poema, le rinde tributo en estas palabras:
“De acuerdo a los
Brahmanes, la reverencia a los maestros es considerada como el
más sagrado de los deberes. Tú, por lo tanto, primero y más
santo profeta, intérprete de la Divinidad, por cualquier nombre
que seas llamado entre los mortales, el autor de este poema, por
cuyos oráculos la mente es extasiada de delicias inefables,
transportándola hacia doctrinas elevadas, eternas y divinas; tú
primero, yo digo; Yo te alabo y siempre te adoraré postrándome
a tus pies.”
El segundo capítulo comienza a enseñar la filosofía, pero en
tal manera que Arjuna es conducido gradualmente, paso por
paso, hasta el final del diálogo; y sin embargo, Kṛṣṇa expresa de
manera tal las primeras instrucciones, que el final y el propósito
del plan ya se vislumbran desde el comienzo.
Aunque a la mayoría de las personas la filosofía les parezca
árida y muy especialmente a las mentes del mundo Occidental,
rodeadas como están del apresuramiento de su nueva y todavía
muy subdesarrollada civilización, sin embargo la filosofía tiene
que ser enseñada y comprendida.
Se ha puesto de moda, hasta cierto punto y aún en la Sociedad Teosófica, evitar el estudio
cuidadoso o la práctica, participando de métodos más rápidos
inaugurados en América. En muchos lugares, la bondad
emocional ha sido declarada de mayor valor que la calma que
resulta de una amplia base filosófica; y en otros, a la búsqueda
de las maravillas astrales o a la gran fuerza mental, ya sea
discriminativa o no, se les ha dado el primer rango. Fuerza sin
conocimiento y lágrimas de simpatía sin la habilidad de
permanecer calmos; en otras palabras, la fe sin obras, no logran
salvarnos.
Y ésta es una de las lecciones del segundo capítulo.
Los más grandes de los Antiguos inculcaron, a través de los
símbolos y los libros, la absoluta necesidad de la adquisición
del conocimiento filosófico, ya que la fuerza o las facultades
especializadas resultan inútiles sin ello. Aquellos Griegos y
otros que pusieron por escrito algo de la sabiduría de los
Egipcios más antiguos, ilustraron esto muy bien, diciendo que:
“esto se transparentaba en los símbolos, como en el caso en que
Hermes era representado como un anciano y como un joven,
proponiéndose significar, con esto, que aquel que rectamente
inspecciona los materiales sagrados ha de ser ambos, inteligente
y fuerte, uno de estos sin el otro resulta imperfecto. Y por esta
misma razón fue establecido el símbolo de la Gran Esfinge; la
bestia significando la fuerza y el hombre, la sabiduría. Porque la
fuerza, cuando carece de la regente ayuda de la sabiduría, queda
vencida por el asombro estúpido que confunde todas las cosas;
y para el propósito de la acción, el intelecto es inútil cuando
carece de fuerza”.
Bueno, que nuestra fuerza sea de simpatía o
de la visión astral, terminaremos confundidos si el conocimiento
filosófico está ausente.
Pero, para que no haya un mal entendido, debo contestar la
pregunta que se haría: “¿usted, entonces, condena la simpatía y
el amor al paso que enseña solamente una filosofía fría?” De
ninguna manera. La simpatía y la emoción son también partes
tan integrantes del gran todo como el conocimiento, pero los
estudiantes inquisitivos desean saber todo lo que yace en el sendero. El papel de la simpatía, la caridad y todas las demás
formas de bondad, por lo menos en lo que concierne al efecto
sobre nosotros, es para capacitarnos a servir.
Por medio de este
ejercicio atraemos, inevitablemente hacia nosotros, aquellas
almas que tienen el conocimiento y que están listas para ayudarnos
también a adquirirlo. Pero mientras nosotros ignoremos la
filosofía y no tratemos de adquirir el discernimiento verdadero,
debemos pasar a través de muchas vidas, muchos fatigosos
círculos viciosos de la vida, hasta que al fin, poco a poco,
hemos sido forzados, en contra de nuestra propia voluntad, en la
posesión de las verdaderas semillas de acción mental, de donde
la cosecha del verdadero discernimiento puede ser recogida.
Arjuna le pregunta a Kṛṣṇa:
“Por propensión soy inclinado a la compasión y al
temor de equivocarme y errar, mi mente está perpleja.
Dime, en verdad, ¡que sería lo mejor que yo pudiera
hacer! Soy tu discípulo, por lo tanto, instrúyeme en mi
deber, a mí que estoy bajo tu tutela; porque mi comprensión
se encuentra confusa por los dictados de mi deber y
no veo nada que pueda aliviar el dolor que consume y
extingue mis facultades, aun fuera yo a obtener un
imperio sin rival sobre la tierra o el dominio sobre las
huestes del cielo.”
Kṛṣṇa, ahora el Guru —o guía espiritual— de Arjuna, le da
una respuesta tal que no llega a ser superada en ninguna otra
parte en el poema; señalando la permanencia y la naturaleza
eterna del alma, el progreso que tiene que hacer a través de la
reencarnación hacia la perfección, el error de imaginarnos de
que nosotros, en verdad, hacemos algo y mostrando como todos
los deberes deben ser cumplidos por aquel quien desea alcanzar
la salvación. A las palabras usadas por el Bendito Señor, al
hablar del alma, nada queda que yo pueda añadirles. Él dice:
“El sabio no se aflige ni por los muertos ni por los
vivos. Pero en ninguna época yo o tú o estos Príncipes de los hombres, no hemos existido, ni tampoco, ninguno de
nosotros, en ninguna época en el futuro, cesará de existir.
Tal como el alma en el cuerpo pasa por los cambios de la
niñez, madurez y la ancianidad, igualmente obtiene ésta
un nuevo cuerpo en el futuro; un hombre sensato no se
aflige acerca de esto. Pero el contacto con los elementos,
¡Oh hijo de Kuntī! trae frío y calor, placer y dolor, que
vienen y van y son temporales, esto has tú de soportar,
¡Oh Bhārata1! Porque aquellos elementos no afligen a ese
hombre quien, siendo el mismo en el dolor y el placer,
siempre constante, es digno de la inmortalidad. No hay
existencia para lo que no existe, ni puede haber tampoco
no-existencia para aquello que existe.
***
Sabe esto, que
aquello por lo que este universo es creado es indestructible.
Nadie puede causar la destrucción de esta cosa
inagotable.
***
Aquel que cree que este espíritu puede
matar y aquel que piensa que puede ser matado, expresan
un juicio erróneo. Porque no nace, ni muere jamás; no
tiene origen, ni jamás tendrá fin. No-nacido, incambiable,
eterno, tanto en el tiempo futuro como en el pasado, no
muere cuando el cuerpo es matado. ¿Cómo puede ese
hombre, ¡Oh hijo de Pṛthā! que sabe que es indestructible,
constante, no-nacido e inagotable, realmente causar la
muerte de alguien o matar, él mismo, a alguna persona?
Como un hombre abandona las ropas ya usadas y toma
nuevas, así abandona el alma los cuerpos ya gastados y
entra en otros que son nuevos. Las armas no pueden
rajarla.
El fuego no puede quemarla, ni el agua mojarla, ni
el viento secarla. Porque es constante, capaz de moverse a
todas partes, firme, inmóvil y eterna. Se ha dicho que es invisible, incomprensible e inmutable. Por lo tanto,
conociendo que es así, no está bien que te aflijas por ella.”
Esta es la misma doctrina como se encuentra en la Īśāvāsya -
Upaniṣad:
La Identidad de todos los Seres Espirituales y la
Resignación. Y, por “Seres Espirituales”, se da a entender toda
la vida por encima de lo inorgánico, porque al Hombre no se le
admite que sea material. Hay sólo una vida, una conciencia.
Ella se enmascara bajo todas las diferentes formas de los seres
con sentidos y todas esas formas variantes con sus inteligencias,
reflejan una porción de la Vida Una, produciendo, en cada
forma, una idea falsa de egoísmo. Una continua creencia en ese
falso ego, produce una continuidad de la ignorancia, retrasando,
así, la salvación. El comienzo del esfuerzo en disipar esta falsa
creencia es el comienzo del Sendero; y la disipación total de
ésta es la perfección del Yoga o unión con Dios.
La entrada a
ese Sendero no puede hacerse hasta que se haya consumado la
resignación; porque, como dicen la Upaniṣad y la Bhagavad
Gītā:
“Todo esto; todo lo que se mueve en la tierra, es para
ser entregado al Señor: el Yo. Cuando hayas entregado
todo esto; entonces podrás gozar.”
Si esto fuera verdad, entonces, ¿cuán necesario sería
considerar la filosofía como algo para poder cortar de un tajo la
falsa creencia? ¿Y qué inútil es buscar el ocultismo meramente
para tu propio beneficio? Puedes saber todo acerca de corrientes
y polaridades, acerca de cada uno de los posibles fenómenos en
el mundo astral, pero con la muerte de tu cuerpo todo esto se
pierde, dejándote solamente esa porción del verdadero avance
Espiritual que hayas hecho. Tan sólo renuncia y todo es posible.
Esto no arruinará tu vida ni tampoco destruirá los ideales
apropiados; los pobres y mediocres ideales sería mejor que se
perdieran de una vez. Uno podría creer que todos sus ideales
han desaparecido, pero esto sería solamente el primer efecto al
dar este paso.
Uno debe de estar siempre presto a decir, en cualquier
momento y bajo cualquier circunstancia, ya sea esperada o
inesperada: “Esto es, exactamente, lo que yo, en realidad,
deseaba”. Porque pueden ser disipados sólo esos ideales que
descansan sobre una base inferior con respecto al fin más
elevado o que no están de acuerdo con la ley de la Naturaleza (o
de Dios). Y como nuestro fin debería ser alcanzar la condición
suprema y ayudar a todos los otros seres conscientes al hacerlo
también, debemos cultivar una completa resignación a la Ley, la
expresión y la operación de la cual transpira en las circunstancias
de la vida y en los flujos y reflujos de nuestro ser
inferior.
Todo lo que se puede obtener de la riqueza, de la
belleza, del arte, o del placer, son sólo pequeños charcos de
agua encontrados a lo largo de nuestro sendero mientras que
este se desliza por el desierto de la vida. Y si no los buscamos,
su aparición será fuente de intenso placer y seremos capaces de
usarlos para nuestro bien así como para los demás, durante el
tiempo que la ley los deje con nosotros; pero cuando ese poder
superior los quita, hemos de decir: “Esto es, exactamente, lo
que yo, en realidad, deseaba”. Todo otro curso es sólo ceguera.
Todos los espectáculos pasajeros de la vida, ya estén llenos de
desastres o de gloria y fama, son sólo maestros; aquel que los
descuida, descuida oportunidades que raramente los dioses
repiten. Y la única manera de aprender de ellos es a través de la
resignación del corazón: porque cuando este último se hace
impermeable a todo interés personal, de inmediato nos hacemos
los tesoreros y los dispensadores de enormes riquezas.
Kṛṣṇa insiste, entonces, en la escrupulosa ejecución del
deber natural2.
“Y considerando tu propio deber como un Kṣatriya, no
tienes derecho a vacilar. Porque no hay nada mejor para
un Kṣatriya que la legítima guerra.”
A fin de ver más claramente la ocasión de su insistencia
sobre la ejecución del deber, hemos de recordar que al
comienzo de la batalla, Arjuna “arrojó su arco y sus flechas”.
Esto, en la India, significaba que él, entonces, resolvía desertar
de las circunstancias en que el Karma lo había colocado y
convertirse en un asceta o, como ha sido propuesto frecuentemente
por los estudiantes Occidentales, él deseaba escaparse
de un estado de la sociedad que aparentemente ofrecía una
obstrucción al cultivo espiritual. Pero Kṛṣṇa le señala su
nacimiento en la casta Kṣatriya o Guerrera; y al deber natural de
un Kṣatriya, el cual es la guerra. La casta natural de Arjuna
pudiera haber sido representada como la de un Mercader, pero
sabiamente no lo fue, porque éste es un libro de acción y sólo
un guerrero propiamente tipifica la acción3; por lo tanto, su
deber natural representará el deber de cualquier otro hombre.
No hay que esquivar el Karma; al aborrecerlo, tan sólo creamos
nuevo Karma. Nuestro único curso verdadero es de “dejar que
el motivo para toda acción esté en la acción misma, nunca en su recompensa; y no ser incitado a la acción por la esperanza de su
resultado, ni tampoco complacerse en una tendencia hacia lo
inerte”.
Este consejo y la directiva de ver el Espíritu Uno en
todas las cosas y todas las cosas en Ello, nos da la esencia de la
enseñanza de la Bhagavad Gītā relativa a la actitud apropiada
asumida por aquellos que se esfuerzan tras la salvación.
En el verso 40 Kṛṣṇa hace alusión a este sistema como
siendo uno de iniciación:
“En este sistema ninguna iniciación se pierde, ni
tampoco hay malas consecuencias y aún una pequeña
dosis de esta práctica nos salva de un gran peligro; los
propios esfuerzos no son destruidos ni son nocivos.”
Aun cuando no se proclame en los periódicos ni sea
propagado aquí y allí a través de grandes Secretarios,
Delegados y “Puertas de entrada”, ésta es la madre y la cabeza
de todos los sistemas de iniciación. Es la progenitora de los
místicos Rosacruces, quienes adoptaron el loto cambiándolo en
una rosa4 y todos los otros cientos de sociedades de iniciación
oculta no pasan de ser tenues e incompletas copias de este real
sistema; pero, al contrario de aquellas, este jamás se ha disuelto.
Es secreto, porque, estando fundamentado en la naturaleza y
teniendo sólo verdaderos Hierofantes a su cabeza, su privacidad
no puede ser penetrada sin tener la clave verdadera.
Y esa llave,
en cada grado, es el aspirante mismo. Hasta que ese aspirante
no se haya convertido, de hecho, en el signo y en la llave, no
puede entrar al grado que está arriba de él. Entonces, en su
totalidad y en cada grado, el sistema se auto-protege. Por lo
tanto, incluyendo todo otro sistema, éste es el más difícil de
todos; pero, en alguna ocasión, ya sea en esta vida o en una edad subsiguiente, tenemos por fuerza que entrar en esta Logia,
el intento de entrar bien podría hacerse ya de una vez. De esto
hablaremos en el próximo artículo.
* * *
En el artículo previo mencioné un sistema de iniciación que
es la madre de todos los demás, siendo estos meras copias
exotéricas o perversiones de lo real. De manera que la idea que
se trata de expresar pueda ser clarificada, se declara que el
sistema no está limitado a la India, pero, al mismo tiempo, es
verdad que el mundo Occidental ha estado, hasta esta época, tan
profundamente envuelto en la sola búsqueda del dinero y del
gozo externo, que ningún cuerpo de Hierofantes ha tomado su
actual residencia en Europa o en América todavía. Hay muy
poca fuerza en la objeción según la cual, si esos Adeptos tienen
tales poderes como los que se les han atribuido, ellos podrían
muy fácilmente tener una residencia aquí y contrarrestar todas
las influencias del lugar.
Si fuera necesario, en lo más mínimo,
que ellos debieran estar aquí, no hay la menor duda que ellos así
lo harían. Pero como toda la labor que ha de hacerse ahora y
todo lo que posiblemente podría ser logrado, ha de ser realizado
por aquellos Mensajeros que son enviados a cada país y que,
por así decirlo, preparan el terreno con la ayuda de los Adeptos
para otros que han de seguirles, entonces sería un desperdicio
de energías si los Hierofantes aparecieran en persona. Tampoco
desalientan a esos Mensajeros las actitudes críticas de aquellas
personas que, queriendo una señal, niegan, de manera continua,
que esos trabajadores reciban esa ayuda, tan sólo porque los
dadores de ella no pueden ser vistos; ni tampoco puede
admitirse que aún los trabajadores mismos no reciban
continuamente instrucciones o telegramas que muestren como y
donde llevar a cabo la obra.
Ellos son hombres y mujeres que
poseen una fe tal que los lleva por un largo camino de esfuerzo,
sin tener un vistazo de aquellos que los han enviado. Sin
embargo, al mismo tiempo, algunos de ellos, de vez en cuando,
ven muy claro la evidencia del hecho de que ellos están
constantemente asistidos.
“Que nosotros laboremos juntos, transmitiendo el mismo
encargo y sucesión,
Nosotros, pocos e iguales, indiferentes de países,
indiferentes de los tiempos,
Nosotros, que encerramos todos los continentes, todas las
castas y autorizamos todas la teologías.
Compasivos, percibidores, amigos de los hombres,
Nosotros caminamos silenciosos entre disputas y
aseveraciones, sin rechazar a los disputadores ni a
ninguna cosa que se asevere,
Nosotros oímos todo alboroto y el clamoreo y nos
alcanzan todas las divisiones, los celos, las
recriminaciones en todo lado,
Ellos cierran filas perentoriamente para rodearnos, mi
camarada,
Y sin embargo, caminamos erectos, libres, sobre toda la
tierra, viajando para arriba y para abajo hasta que
dejemos nuestra marca imborrable sobre el tiempo y
sobre las diversas eras,
Hasta que hayamos saturado el tiempo y las eras, de
manera que los hombres y las mujeres de las distintas
razas, en épocas por venir, prueben ser cofrades y seres
de amor como nosotros somos.”
De tal manera, estos preparativos son similares a aquellos de
los bosques primitivos por los colonos en América; por ahora,
no es el labrar de la tierra, sino más bien el talado de los árboles
y las malas hierbas. Y no es porque ellos sean incapaces de
hacer más, sino porque las malas hierbas y los árboles están allí
requiriendo ser removidos antes de que los Mayores puedan
eficientemente impulsar un desarrollo ulterior.
“Porque cuando los materiales están preparados y listos, los
arquitectos aparecen.”
Todos los seres humanos están trabajando a través de este
sistema de iniciación y por esa razón incluye todas las
asociaciones exotéricas.
A menudo, los Maestros han aparecido dentro de estos, cuando vieron alguna oportunidad de sembrar
la semilla, la cual aunque por un tiempo ha de quedar encerrada
dentro de la cáscara de la formalidad, debía estar ahí preservada
para el uso futuro; tal como la momia Egipcia agarraba en su
mano, por siglos, el germen que floreció y dio frutos en nuestro
día. Y como el hombre ha de ser ayudado en todas sus luchas,
ellos han asistido en los cambios políticos en lo que se
contempla alguna esperanza hacia el advenimiento de una era
benéfica5. La gran masa de los hombres no está envuelta
conscientemente en la labor de esta Logia poderosa e
impugnable, pero ellos se envolverán conscientemente en ella,
en algún punto en el curso de su larga evolución.
Y sin
embargo, en cada hora de cada día, estos Maestros están
dispuestos y ansiosos de encontrarse con aquellos de ojos
suficientemente claros como para ver sus verdaderos destinos y
suficientemente nobles de corazón como para laborar por “la
gran huérfana, la Humanidad”.
Además, ninguno de nosotros y especialmente aquellos que
han oído del Sendero o del Ocultismo o de los Maestros, puede
decir confiadamente que no ha pasado ya a través de algunas
iniciaciones con el conocimiento de ellas. Podríamos estar ya
iniciados en algunos grados más altos que lo que sugieren
nuestros actuales logros, y estamos pasando nuevas pruebas que
nos son desconocidas.
Es mejor que consideremos que sí lo
estamos, pero siempre que nos aseguremos de eliminar todo
orgullo de ese desconocido avance que pudiéramos haber
cumplido. Habiendo llegado a esta conclusión, sabemos que
esta larga vida es, en sí misma, otra iniciación, en la cual
triunfamos o fracasamos a la medida en que aprendamos la
lección de la vida. Algunos, yo sé, no se apresurarán a adoptar
este punto de vista, porque ellos desean que la Ley trabaje de la
manera que ellos le señalen, quieren recibir una señal, o una palabra de pase, o un pergamino, o alguna prueba maravillosa, a
las cuales ellos estarían listos a someterse en algún momento o
lugar. Pero no es así como las cosas funcionan y todo estudiante
verdadero lo sabe.
Si todas las pequeñas circunstancias de la
vida no son comprendidas, si ellas aún tienen el poder de
encender la antorcha de la ira o atizar el fuego de la lujuria,
ningún tiempo fijo o fecha o torneo de justa le serán ofrecidos
por los Maestros de esta Logia. Estas fechas, ocasiones y
pruebas mayores son dadas y tienen su sitio para ser superadas,
pero ello pertenece a aquel día cuando uno haya levantado la
arcada del logro perfecto, excepto la piedra angular; a la cual se
le encuentra o se le pierde en la prueba que se le señalara.
Llegando hasta la puerta misma de esta Logia, está el
Sendero del que hablaba recientemente y, conduciendo hacia
ese Sendero hay muchos caminos. Mejor intentemos entrar al
Sendero en esta encarnación que simplemente esperar por vidas
subsiguientes.
Hay mucho estímulo en las palabras de Kṛṣṇa a Arjuna en
este segundo capítulo: “En este sistema los esfuerzos de uno no
son destruidos ni son nocivos; aun una pequeña porción de este
deber libra al hombre de gran temor”. Esto se refiere a la Ley
del Karma.
Todo punto de progreso ganado nunca es realmente
perdido. Aun cuando nosotros muriéramos en un momento
cuando nuestras vidas no estén inmaculadas, el verdadero nivel
de nuestro desarrollo no sería rebajado, porque, al reasumir un
cuerpo mortal en alguna vida futura sobre esta tierra, recogemos
el hilo de continuidad exactamente donde lo habíamos dejado.
En un capítulo posterior Kṛṣṇa dice que nosotros: “nos ponemos
en contacto con el conocimiento que perteneció a nosotros en
un cuerpo anterior y, desde ese momento en adelante, luchamos
con mayor diligencia hacia la perfección”. Patañjali también
dice la misma cosa y todos los libros sagrados de los Arios
concurren en esta opinión6. Los pensamientos y aspiraciones de nuestra vida forman una fuerza masiva que opera instantáneamente
en la adquisición de un cuerpo que provee el instrumento
correspondiente o que en tal forma altere nuestro estado mental,
dándole la oportunidad para la acción.
La objeción que ésta
sería una especie de suspensión de fuerzas no es plausible; ya
que tal cosa es bien conocida en el mundo físico, aun si se le
llama por algún otro nombre. No estamos obligados de aceptar
esa objeción, porque no significa que esa energía esté en
suspenso; porque ella es operante en otras formas.
El estímulo dado por Kṛṣṇa nos lleva a considerar cual es ese
método que es ofrecido para la entrada al Sendero. Encontramos
que se trata de un verdadero conocimiento del Espíritu.
Este verdadero conocimiento puede ser encontrado en el
segundo capítulo.
Como lo hacen todos los sabios iluminados, la verdad última
es dada al comienzo por el Señor Bendito como ya hemos visto,
en el mismo capítulo en el que se insiste sobre la Recta Acción
como el sendero hacia la liberación. Él, entonces, procede a
darse a entender aún más y señala los errores que son comunes
a la humanidad y ciertos puntos de vista falsos que prevalecían
en la India entonces, como prevalecen hoy.
Verso 41: “En este sistema hay un sólo objetivo de una
naturaleza constante y firme, Oh hijo de Kuru. Aquellos
que no perseveran y cuyos principios son indefinidos,
tienen objetivos con múltiples ramificaciones e interminables.”
En los hombres aquí descritos prevalecen los deseos por
adquisiciones mundanas o intelectuales y los deseos, siendo
infinitos y también capaces de producir modificaciones infinitas
al deseo, no hay posibilidad de concentración alguna. Este
también tiene una aplicación a los métodos de nuestras presentes
escuelas científicas, las cuales se entregan a una eterna
búsqueda de los tal llamados hechos antes que los principios
generales sean admitidos. Una sola rama cualquiera de investígación entre esos científicos tiene ramificaciones infinitas que
ningún ser humano puede abarcar en una sola vida. Entonces:
“Ninguna disposición a la meditación y a la perseverancia
es la intención de aquellos que son devotos a los
disfrutes y al dominio y cuyas mentes están seducidas por
esa florida frase que proclaman los no-sabios, que se
deleitan en los textos de los Vedas, Oh hijo de Pṛthā, y
dicen: ‘No hay nada más que eso’, los cuales son de
mente-codiciosa y consideran el cielo como el último
bien; ofreciendo el renacimiento como la recompensa de
las acciones y prescribiendo muchas ceremonias especiales
por el solo hecho de obtener placer y dominio y
prefiriendo el gozo transitorio del cielo a la absorción
eterna.”
Lo anterior quedaría mejor comprendido si conociésemos
algunas de las ideas que son sostenidas en la India en relación a
los sacrificios y las ceremonias.
En el Occidente, hace mucho
tiempo que los sacrificios están en desuso, ya que no parecía
haber ninguna razón por ellos. Y sin embargo, debe parecerle
extraño a la mente que reflexiona, que las naciones cristianas
reclamen la redención a través de los judíos, cuyo profeta
prescribe sacrificios y cuando Jesús mismo dijo que ni una jota
ni una tilde perecerá de la Ley. En lugar de los sacrificios del
Oriente, el Occidente ha adoptado una mera teoría en la cual
creer, siguiendo un código moral incierto, con un resultado que
es el mismo al que reclaman los Hindúes —excepto en un solo
sentido. Esa diferencia yace en la doctrina de la Reencarnación.
Los cristianos buscan una recompensa eterna en el cielo y no
saben nada de la reencarnación sobre la tierra, mientras que el
Hindú confía en el placer que ha de tenerse en el cielo —el
llamado Svarga— y una continuación de ese placer sobre la
tierra, como resultado de su renacimiento afortunado.
Ellos
tienen ceremonias especiales y algunas clases de sacrificios, de
penas, oraciones y de acciones, el resultado de las cuales es un
renacimiento sobre la tierra en una familia regia, o de grandes
riquezas, o en cualquier otro tipo de circunstancia placentera; lo cual es, al mismo tiempo, una segura admisión al cielo. Algunas
ceremonias procuran la entrada en un estado delicioso después
de la muerte que durará por un periodo de tiempo incalculable.
Pero ningún procedimiento de esta clase conduce a eso que
es último, sino que todos ellos son causas de Karma y de
desilusión: por lo tanto Kṛṣṇa no los aconseja a Arjuna. Y su
advertencia es útil a todos los teósofos que son estudiantes o
que desean convertirse en tales. Con ellos, la falsa visión contra
la que advierte Kṛṣṇa, se ha transformado en un deseo y un
anhelo por todo lo fenoménico o por la ejecución de algunas
acciones que habrían de traerles el favor de los Mahātman, o en
un miedo morboso a crear Karma, o también un deseo
igualmente acentuado de adquirir buen Karma.
Ellos deberían
abandonar esas actitudes y cuidadosamente estudiar los
siguientes versos, tratando de incorporar su verdadero significado
en su propio ser.
“El tema de los tres Vedas es la reunión de las tres
cualidades. ¡Oh Arjuna! Sé libre de las tres cualidades, de
la influencia ordinaria de los opuestos naturales,
descansando en la verdad eterna, libre de las ansiedades
mundanas y Maestro de ti mismo. *** Deja, entonces, que
el motivo por la acción esté en la acción misma, nunca en
su evento. No seas uno cuyo motivo por la acción es la
esperanza de la recompensa. No dejes que tu vida se gaste
en la inacción. Mantente en la concentración, ejecuta tu
deber, abandona todo pensamiento de las consecuencias y
haz que el evento sea igual para ti, ya sea que este termine
en el bien o en el mal; porque tal ecuanimidad es llamada
Yoga (unión con Dios).
Bien inferior a la unión con la sabiduría es la acción.
Busca un asilo, entonces, sólo en la sabiduría: porque el
miserable y el infeliz lo son por cuenta del suceso de las
cosas. Los hombres dotados de la verdadera sabiduría
descartan, por medio de esta concentración, tanto el
resultado del éxito como del fracaso.
Estudia, por lo tanto,
para obtener esta concentración de tu comprensión, pues
tal concentración es un arte valioso.
Los Hombres sabios que han renunciado a todo
pensamiento acerca del fruto que es producido por sus
acciones, están libres de las cadenas del nacimiento en
este mundo y van a la región de la felicidad eterna.
Cuando tu razón se haya llevado lo mejor de la
melancólica debilidad de tu corazón, entonces habrás
obtenido todo conocimiento que haya sido o que será
enseñado.
Cuando tu comprensión, traída a la madurez
por el estudio, esté fija, inamovible en la contemplación,
entonces ella obtendrá la verdadera visión.”
La primera parte de este texto fue intencionalmente ampliada
para incluir la cita anterior.
Los últimos versos citados
contienen la esencia de lo que es llamado Karma-Yoga o podría
traducirse concentración y contemplación mientras uno está
comprometido en la acción. Esto es bien difícil, al igual que es
difícil entrar en el Sendero y si deseamos hollarlo correctamente
debemos saber lo que tenemos que hacer como verdaderos
viajeros. Aquí Kṛṣṇa me parece que ya ha resuelto la disputa de
si es la fe o las obras las que nos salvarán. La fe solamente no lo
hará, porque en todo acto de fe hay alguna acción. Y parecería
imposible adquirir la verdadera fe sin convertirla, de inmediato,
en una especie de acción que nuestra fe nos señala como algo
que ha de hacerse; sin embargo, la acción pura y simple no será
una causa de la liberación, en vista de que la acción o Karma,
producirá nuevo Karma. Debemos, por lo tanto, buscar la
concentración de manera que seamos capaces de hacer esas
acciones que el Omni-Sapiente nos presenta como cosas a
hacerse, mientras permanecemos no afectados.
Nosotros no
tenemos nada que ver con los resultados; ellos vendrán por sí
solos y están más allá de nuestro alcance: ellos ya están
consumidos en lo que a nosotros concierne. Pero si nosotros
ejecutamos ya sea un acto de fe o una acción del cuerpo, con la
esperanza de algún resultado, no importa cual sea, con ello nos
apegamos en igual medida a la consecuencia, quedando así
atados por ella. No importa que esas consecuencias sean buenas
o malas. Muchos pensarán que está bien tener apegos a buenas consecuencias, puesto que ésta ha sido la opinión que siempre
se nos ha dado.
Pero esto no es sabio, porque la única razón
para actuar así se le encuentra en la creencia de que por ello uno
es un poco mejor que otras personas que están enamoradas de
actos perversos y que desean verlos realizados y cumplidos.
Esta idea produce separatividad y es opuesta a esa identidad sin
la realización de la cual no hay verdadero conocimiento.
Nosotros deberíamos ser, por lo tanto, imitadores de la Deidad,
quien, mientras actúa como lo hace en la manifestación de los
universos, permanece al mismo tiempo libre de todas las
consecuencias. En la medida que así lo hagamos, nos
convertimos en la Deidad misma, porque, mientras seguimos
los dictados del Señor que habita en nosotros, nosotros
renunciamos a cada acción sobre el altar, dejándole las
consecuencias a Él.
La actitud que ha de ser asumida, entonces, es aquella de
hacer cada acción, sea pequeña o grande, trivial o importante,
porque está delante de nosotros para hacerse, y como el simple
llevarse a cabo por nosotros como instrumentos de la voluntad
de esa Deidad que es nosotros. Ni deberíamos detenernos a
inquirir si la acción es de alguna utilidad al Señor interno7,
como algunos preguntan. Porque, como dicen ellos, ¿de qué
posible beneficio pueden ser, para Él, las pequeñas acciones de
la vida diaria que, tan pronto como se hacen, son olvidadas? No
es cosa nuestra el inquirir sobre esto. La acción que complace a
ese Señor, es la acción que es hecha como se nos presenta, con
el desapego a su resultado, mientras que la acción que es
desagradable para Él, es aquella que hacemos deseando que
algún tipo de resultado salga de allí.
Esa práctica es la más elevada; esa que algún día nosotros
debemos aprender a ejecutar y lo aprenderemos. Otras formas
son inculcadas en otros escritos, pero ellas son sólo pasos que
nos llevan, por último, a esto. Por lo tanto dije: Entremos al
Sendero tan pronto como podamos.
Estamos todavía en el segundo capítulo. Si mi objetivo fuera
solamente el hojear superficialmente las páginas del poema,
para mostrar donde el mismo concuerda o difiere, de los varios
sistemas filosóficos que se han seguido en la India, nosotros
habríamos llegado, hace mucho, al final de este libro. Pero
nosotros contemplamos el poema desde uno de sus aspectos —
el más importante para todos los estudiantes diligentes— la
vista interior y personal que nos ayuda a alcanzar Mokṣa
(salvación). Desde este punto de vista podemos posponer cierta
consideración del discurso filosófico para una ocasión posterior.
Tomemos algo de la instrucción que se da en la parte del
segundo capítulo, que acabamos de terminar.
El resto del
discurso está dedicado a una respuesta de Kṛṣṇa a la pregunta
de Arjuna, siendo la descripción, la apariencia, la compostura y
la conversación de aquel hombre que ha logrado la meditación
fija.
Kṛṣṇa dice que: “el tema de los tres Vedas es el arreglo de
las tres cualidades”, Estas tres cualidades son Sattva, Rajas y
Tamas; y las tres están separadamente desglosadas en un
capítulo subsiguiente. Ahora bien, Sattvagua (cualidad de
Verdad o Pureza) es una cualidad pura y elevada, lo opuesto de
Tamogua, que es la oscuridad y la indiferencia. Sin embargo,
este admirable consejo se nos da aquí: “sé tú libre de estas tres
cualidades”. Y es sorprendente que esto no haya sido captado
antes, considerando que Kṛṣṇa parece como que dirige a su
seguidor a renunciar a la cualidad de la bondad, estimulando,
directamente, la maldad; sin embargo, como está inmediatamente
seguido por la directiva de: “descansar en la verdad
eterna”, los posibles críticos han quedado así desviados por esta
aparente paradoja. Se hace evidente que aquí se está refiriendo a
un tipo de Sattva superior, con las palabras: “verdad eterna”.
Sattva es la palabra sánscrita para verdad y no está calificada
cuando se le pone entre las antedichas tres cualidades, de
manera que, cuando el discípulo se liberta de este Sattva ordinario, él ha de tomar refugio en su contraparte eterna.
Todavía más, la instrucción no es renunciar a la verdad ni
tampoco a ninguna de las otras dos cualidades, sino permanecer
libre de la influencia o la fuerza que ata y que todo tipo de
cualidad ejerce sobre el Ego humano.
Es muy difícil para un gran Ser como es Kṛṣṇa el poder
comunicar a la mente inquisidora estos elevados temas y así,
por fuerza, un idioma ha de ser aquí usado que por siempre
tenga dos sentidos, tal idioma nos elude continuamente, yendo
de un significado al otro. “Sattva”, verdad, habrá de ser tomada
como la expresión de la cualidad suprema de cualquier ser que
la poseyese y, sin embargo, cuando comenzamos a hablar del
máximo estado concebible en el cual todos los atributos están
ausentes, nosotros aún usamos la misma palabra, sólo añadiéndole
eterna.
La esencia de la instrucción dada por Kṛṣṇa es la de hacerse
devoto, como dice él: “Por lo tanto, entrégate a la devoción”.
El
preparó el camino para ello al demostrar, como señalamos en el
artículo anterior, cuán erróneo fue el seguir aun las ceremonias
especiales y los mismos textos que fueron presentados al pueblo
en los Vedas. Aquellas ceremonias procuraban un premio en el
cielo o en la tierra durante vidas subsiguientes, como también
en estas mismas vidas en las cuales las ceremonias fueron
ejecutadas. Podremos comprender más fácilmente lo que quería
decir Kṛṣṇa si suponemos que se estaba refiriendo a un doctrina
que, en esos días, era precisamente muy similar, en su esquema
de premios, a las creencias cristianas antiguas, según las cuales:
al simple seguir las escrituras, uno se aseguraba la felicidad y la
prosperidad en esta tierra, y en el cielo una gran bienaventuranza
eterna entre los santos. El declara que esta es una
doctrina engañadora; no dice, con ello, que los premios, como
nos han sido prometidos, no seguirán a la práctica, más bien
implica que así será. Pero como la rueda del renacimiento gira
eternamente, arrastrándonos inevitablemente de regreso a un
cuerpo mortal, nosotros somos continuamente engañados y nunca logramos llegar a Dios, lo cual es la meta para todos
nosotros.
El cielo, ya sea este el del Cristiano o del Hindú, es lo que el
Buddha llamó una cosa o estado que tiene un comienzo y tendrá
un fin. Puede, seguramente, durar Eones de tiempo, pero llegará
a un final, entonces el laborioso trabajo de hollar el mundo, ya
sea éste o algún otro, ha de ser recomenzado. Por lo tanto,
Kṛṣṇa le dice que los hombres fueron engañados por aquellas
floridas palabras proclamando un camino para alcanzar el cielo,
y que no había nada mejor.
Sin duda hay muchos estudiantes que, creyendo en la
posibilidad de alcanzar el cielo, aseguran que están dispuestos a
tomarse el riesgo de todo lo que pueda suceder después de
disfrutar tan largo periodo de tiempo. Pero esos riesgos no
habían de correrse si ellos fueran propiamente comprendidos.
Los riesgos son numerosos y grandes. Muchos de ellos no
pueden ser explicados, porque para poder comprenderlos del
todo, tendrían que conocer más del poder de la mente y del
verdadero significado de la meditación. Pero los riesgos
ordinarios son encontrados en lo que por el presente puede
llamarse, aproximadamente, Karma diferido o retrasado y
afinidades no gastadas.
El poder de esos dos tiene su raíz en la enorme complejidad
de la naturaleza humana. Tal es su complejidad, que el hombre
no puede, como un ser completo, disfrutar jamás del cielo o de
ningún estado que no se aproxime a la unión con lo Divino. Los
teósofos muy cultos hablan de la ida de un hombre al Dewachen
y de su estadía aquí sobre la tierra disfrutando o sufriendo el
Karma, cuando, de hecho, sólo una pequeña parte de él está
aquí o allá.
Cuando él ya ha vivido su vida y se ha ido al
Dewachen, la amplia raíz de su ser queda a la espera dentro de
la Vida Una, esperando pacientemente que él retorne y gaste
algo más de su Karma. Esto es, que en cualquier vida particular,
el hombre ordinario sólo toma y gasta el Karma que su aparato
corporal le permite. Parte de la fuerza del Karma está en el
“misterioso poder de la meditación,” el cual se expresa de acuerdo al instrumento corporal particular que uno ha asumido.
Por lo tanto, el hombre puede ejecutar en esta vida “ceremonias
especiales” y estar en conformidad con todos los textos y con la
doctrina, logrando con ello el premio del cielo y, aún, tener
guardada una cantidad de ese “misterioso poder de la meditación”
que no ha sido gastado; y cuya naturaleza y constitución
él no conoce. El riesgo que él corre es que este Karma pudiera
ser muy malo y que cuando él retorne del cielo, su próximo
cuerpo pudiera proveerle el aparato apropiado para exhibir esta
masa de Karma no gastado y resultando su próxima compensación
en una estadía en el infierno.
Al volver a asumir un cuerpo, el “misterioso poder” de que
se habló, alcanza a un sinnúmero de afinidades engendradas en
otras vidas, y que atrapa todo lo que está a su alcance. Otros
seres, que ese hombre una vez conoció, se encarnarán al mismo
tiempo, poniendo en acción afinidades, atracciones y poderes
que sólo pueden actuar a través de ellos y de él. Sus influencias
no pueden ser calculadas. Bien podrían ser buenas o malas y tal
como él es influenciado por ellos, o como él influencia al otro
ser, así resultará el Karma de cada uno. Kṛṣṇa, por lo tanto,
recomienda a Arjuna que se libere de la influencia de toda
cualidad, de manera que pueda obtener la liberación completa.
Y esa liberación sólo puede ser obtenida, como dice Kṛṣṇa, por
medio de la Devoción.
Los Ocultistas conocen bien estos efectos, divergencias e
influencias y aunque la idea es muy nueva en Occidente, no es
desconocida en la India. Esta ley es ambas cosas, un ángel de
misericordia y también un mensajero de justicia, porque, como
acabamos de mencionar, su operación hace parte de los riesgos,
mas al mismo tiempo es el medio por el cual la naturaleza salva
a los hombres de la condenación.
Supóngase que en alguna vida pasada, hace mucho tiempo,
yo hubiera tenido un amigo muy querido, o una esposa o
pariente con quien mi intimidad fue interna y profunda. La
muerte nos separa y en una vida subsiguiente él se dedica por
entero a la verdad, a la sabiduría, a lo mejor que hay en él,
mientras que yo continúo descuidado de todo, interesándome sólo del placer presente. Después de muchas vidas nos encontramos
nuevamente, ya sea como amigos o como conocidos.
De
inmediato la vieja intimidad se reafirma y mi viejo amigo, aun
cuando ninguno de nosotros lo sepamos, tiene un extraño poder
de tocar mi vida interna y me despierta hacia la búsqueda de la
verdad y de mi propia alma. Esta es aquella afinidad no gastada
y, por medio de su ayuda, la naturaleza obra mi salvación.
En este caso, ambos deberíamos buscar la devoción. Esta
devoción es la que es inculcada por los Adeptos a sus Celās.
Ello envuelve una abnegación mental que no resulta agradable a
nuestra mentalidad moderna, pero que hemos de adquirir, o de
lo contrario el progreso verdadero resulta imposible. Por medio
de esta devoción mental hacia lo Divino, lo cual significa
abnegación a todo lo demás, habremos de descartar todos los
resultados de nuestras acciones.
No es cosa nuestra el decir cúal
será el resultado de una acción; la Ley traerá un resultado
mucho mejor, tal vez, de lo que nos habíamos imaginado. Si los
resultados, o sea: si el transcurrir de las circunstancias cotidianas,
no son esos que nosotros esperábamos, entonces, por
medio de la Devoción, los aceptamos justo como aquello que la
Ley quería. Pero si fijamos nuestro deseo en el logro de lo que
parecía ser un buen resultado, quedamos atados por ese deseo,
no importa que nuestro deseo se cumpla o no.
Esta exhortación a la devoción es, al mismo tiempo, lo más
sencillo y lo más difícil. Algunos se ríen de ello porque buscan
poderes y “desarrollo”.
Otros porque piensan que eso es demasiado
simple; pero el estudiante sabio, aun cuando no puede, a
primera vista, captar todo su significado, lo examinará en su
mente, lo buscará con ahínco, convirtiéndolo en algo que
logrará.
* * *
Hemos visto como la Devoción ha de ser alcanzada por el
estudiante que desea llegar a la iluminación. Esto es lo que
significa la respuesta de Kṛṣṇa a Arjuna, al concluir el segundo
capítulo.
“Cuando él ha apartado todos los deseos que entran en
el corazón y está satisfecho por el Yo en él, entonces se
dice que él está confirmado en el conocimiento espiritual”
No es posible entregarse completamente a los dictados del
Espíritu mientras que a cualquier deseo que entre en el corazón
se le permita acaparar la atención.
Desde luego, la persona descrita aquí es una que ha ido
mucho más alto en su desarrollo que lo que ha logrado la mayor
parte de nosotros. Pero hemos de establecer un ideal elevado al
cual apuntar, ya que uno más bajo da un resultado inferior al
costo del mismo esfuerzo. No debemos poner frente a nosotros
un objetivo que no sea el más alto, simplemente porque
creemos que nuestro éxito no será tan grande como quisiéramos
que fuera. Lo que cuenta no es sólo el resultado externo que
claramente percibimos, sino el motivo, el esfuerzo, la mira,
porque no se nos juzga por las cosas de los sentidos donde el
tiempo humano existe, sino más bien en la más grande esfera
del ser en donde el tiempo cesa y en donde somos enfrentados
por lo que somos y no por lo que hemos hecho. Eso que hemos
hecho nos alcanza sólo en esta vida mortal dentro de las muchas
ilusiones de la existencia material; pero son los motivos con los
cuales vivimos nuestras vidas los que van a formar nuestro
mayor ser, nuestra vida mayor, nuestro Yo más verdadero.
Tenemos que actuar, porque ningún mortal puede vivir sin
actuar; y esas acciones nos traerán a la tierra por muchas
fastidiosas encarnaciones. Tal vez hasta el fracaso final, a
menos que la lección se haya aprendido de que han de hacerse
con el motivo correcto y el fin verdadero.
Cuando este estado
sea alcanzado, ellas no nos afectarán más, porque, tal como
Kṛṣṇa, nosotros nos convertiremos en los perfectos ejecutadores
de toda acción. Y mientras purifiquemos y elevemos el motivo
y el fin, nos vamos convirtiendo en iluminados espiritualmente,
logrando, con el tiempo, el poder de ver lo que se debe hacer y
aquello del cual debemos abstenernos.
Muchos posibles ocultistas, al igual que algunos teósofos,
pasan por alto la enseñanza de este capítulo.
La Devoción no tiene encanto para ellos; la dejan a aquellos que están llamados
a ser hombres buenos, no importa cual es su credo o su filosofía
y la atención es puesta a la lectura de libros, ya sean nuevos o
viejos, sobre la magia, sobre lo ceremonial o sobre cuantas
múltiples ilusiones existen. Ni es, esta práctica errónea, cosa
nueva. Era común entre los alquimistas y el resultado de
algunos casos es que los estudiantes ahora gastan años valiosos
en la maestría de lo ceremonial, el Rosacrucianismo, el saber
talismánico y quién sabe que cosas más, tal como ha sido dado
en estos libros, en tanto que todo esto es bien una elucubración
mental inútil o algo positivamente peligroso.
No quiero tampoco que vaya a entenderse que no hubo
verdadero Rosacrucianismo o que la magia ceremonial no da
ningún resultado o que no hay ciencia de talismanes.
Pues
existen realidades de las cuales estas, como se les conoce ahora,
son sólo sombras.
Sería como si buscáramos encontrar el alma
estudiando atentamente el cuerpo; o conocer las verdades tras
de las influencias de los talismanes o la magia ceremonial,
estudiando los libros hoy existentes sobre estos temas. Los
llamados magos medioevales han dejado un enorme volumen
de escritos que hoy es nada más que una ilusión y una red
entrampadora para los estudiantes, ya sean teosóficos o noteosóficos.
En estos escritos están las más minuciosas indicaciones
de numerosas prácticas, pero ellos no son más que
intentos de hombres de hacer que los mortales, siguiendo
métodos totalmente externos, controlen el mundo astral o
natural.
El triunfo no vino a esos practicantes, ni mucho menos
salvará del fracaso a aquellos que en nuestros mismos días
siguen sus directivas. En la mayoría de los casos de los
llamados hechiceros y escritores europeos antiguos de la magia,
sus publicadas elucubraciones constituyen sólo remedios
aplicados para apaciguar la vanidad herida; en los demás casos,
puras copias y plagios de fórmulas que dejaron sus predecesores.
Paracelso declara positivamente que la verdadera
magia está dentro del hombre, como una parte de su naturaleza
interior, que al principio es potencial y que se activa luego, con el desarrollo; y que las ceremonias o formulas son puro
escombro y desecho, a menos que la persona que los usa sea,
ella misma, un mago.
En la práctica de la magia ceremonial, en la cual ciertas
figuras geométricas y de otra clase son usadas, con la ayuda de
oraciones e invocaciones, puede allí encontrarse un peligro real
y positivo.
Este peligro es aumentado si el estudiante sigue la
práctica por el solo deseo de ganar o de gloria o poder o por la
sola búsqueda de lo prodigioso; todos los cuales son egoístas.
En este ceremonial, el operador o autodesignado mago, se rodea
de un círculo o con un arreglo de triángulos, el uso y propósito
de los cuales es para protegerle de cualquier espíritu que pueda
atraer. ¡Pon atención! Esto es para protección. Una protección
de este tipo no sería necesaria ni pensada a menos que un
peligro real estuviera detrás, escondido, de que las sombras o
demonios tuvieran el poder de herir y de hacer daño. Así, desde
el principio, el miedo, producto de la ignorancia, está enteramente
presente. La otra cosa importante a observar es que una
espada tiene que entrar en el proceso de conjuración; esto se
recomienda porque, según se dice, los demonios le tienen miedo
al acero afilado. Ahora bien, Jesús dijo que aquel que vive por
la espada, perecerá por ella.
Con esto él quiso decir lo mismo de
lo que estamos tratando. La magia ceremonial envuelve, casi a
todo paso, el uso de una espada. Después de que el invocador o
mago ha usado el ceremonial, digamos con éxito por algún
momento, él crea finalmente dentro de su aura, lo que
Swedenborg describió con la palabra esfera, un duplicado de lo
que previamente había usado y dibujado en el suelo o en las
paredes. De ahí en adelante, él ya no es amo, puesto que, al
colocar todo esto en esa parte de su naturaleza de la cual él es
ignorante, la espada de metal se convierte en un espada astral
con el mango manipulado por los demonios o las influencias
que él despertó sin conocimiento. Entonces, ellos le atacan
donde ninguna defensa puede ser intercalada, o sea: en los
planos astrales y mentales y, tal como lo dijeron las palabras de
aquel sabio, él, al final, perecerá por el arma que él mismo usó.
Este peligro, aquí dado solamente en forma de bosquejo, no es
sólo una invención del cerebro. Es un peligro positivo, actual,
inmanente en la práctica.
Ningún estudio libresco le dará al
hombre el poder de hacer cambios constitucionales, ni tampoco
las alteraciones psíquicas que son necesarias antes de que él sea
comandante de las fuerzas inmateriales. Pero nosotros podemos
invocarlas y conocerlas temporalmente por seguir ciertos
métodos. Y esto es sólo el comienzo. El turno de aquellas
fuerzas es seguro que vendrá y, obedeciendo una ley de su
propia naturaleza, ellas toman lo que algunas veces se ha
llamado su “venganza”. Porque todas esas prácticas sólo
invocan la parte inferior y no espiritual de nuestra naturaleza, la
cual viste tales seres con atributos correspondientes, cuya
“venganza” consiste en inflamar el carácter moral que
eventualmente resultará en un desarrollo de pasiones malignas,
en la atrofia de la concentración, en la destrucción de la
memoria, terminando, al fin, en una conclusión miserable de la
vida y en un fracaso casi total de usar las oportunidades para el
progreso presentado por esa encarnación.
Como dije antes, por
lo tanto, todo esto no es más que un inútil enredo mental o algo
positivamente peligroso.
En la historia y en nuestra propia experiencia, hay evidencia
abundante de que la Bhagavad Gītā tiene razón cuando nos
dice: “el conocimiento espiritual incluye toda acción sin excepción
alguna”, y que este ha de ser alcanzado por medio de la
devoción. Hombres ignorantes que no tuvieron acceso a los
libros, han percibido por su sentido interno la verdad real de las
cosas; y no de esas cosas que los rodean, sino las relativas al
ámbito mayor de la naturaleza. Jacob Boehme era completamente
iletrado, pero conocía la verdad. Sus escritos muestran
una familiaridad que en aquel entonces no era obtenible en los
libros de las verdaderas doctrinas que encontramos en las
escrituras hindúes y en los libros secretos.
En la Alemania de
nuestra época, hay hombres que conozco, quienes, siendo más
iletrados que Jacob Boehme, conocen muchas cosas todavía
misteriosas para nuestros leídos teósofos que se vanaglorian de una educación superior. La razón es que aquellos hombres han
logrado la devoción y, por lo tanto, con ello han disipado de los
ojos del alma las nubes de los sentidos, cuyas sombras
oscurecen nuestra visión de la verdad. Yo no critico ni
desprecio el aprendizaje; pues es una gran posesión; pero si el
hombre educado fuera también un devoto en el sentido de la
Bhagavad Gītā, nadie podría calcular cuán amplio sería el
alcance de su intelecto.
La educación del tipo humano no es despreciada entre los
ocultistas más elevados, ni siquiera entre los Adeptos. Ellos la
usan y la adquieren. Ellos acumulan, por inmensos periodos de
tiempo, el registro de las experiencias de videntes y de hombres
devotos cuyo saber es mejor, hasta que un gran maestro, tanto
de la educación como de la devoción, aparece; y quien, por
razón de su profundo conocimiento unido a tal devoción, puede
hacer las maravillosas deducciones en posesión de La Logia,
con respecto a asuntos que están más allá de nosotros que sólo
pueden ser imaginados con gran dificultad. Pero esto prueba, de
nuevo, que la devoción es lo primero y lo mejor, porque estos
Maestros extraordinarios no aparecerían a menos que la
devoción hubiese sido el objetivo de sus existencias.
Sin devoción surge una gran confusión dentro de nosotros
que ha sido comparada por algunos a un movimiento de
torbellino y por otros a la inundación y flujo abrumador de
aguas turbias. Boehme llama a esto, en algunos aspectos, “La
Turba”.
Y no es más que la ilusión producida por los sentidos y
así Kṛṣṇa, al cerrar este segundo discurso, dice:
“Dejad que el hombre, al frenar todo esto, permanezca
en devoción cuando está en descanso y atento sólo en mí.
Pues, aquel cuyos sentidos están bajo su control posee el
conocimiento espiritual. El apego a los objetos de los
sentidos surge en el hombre que medita sobre ellos; del
apego surge el deseo; del deseo la pasión; de la pasión
viene la perplejidad; de la perplejidad, la confusión de la
memoria; de la confusión de la memoria, la destrucción
del intelecto; y de la destrucción del intelecto, él perece.
Pero aquel que se acerca a los objetos de los sentidos
con los sentidos libres de amor y odio, estando bajo su
control y teniendo su alma bien dispuesta, ese logra la
tranquilidad de pensamiento. En esta tranquilidad mana,
dentro de él, un apartamiento de todos los problemas.
Porque la mente de aquel cuyos pensamientos están
tranquilos, pronto se perfecciona en la concentración.”
Una muy bella porción del Sanatsujātīya puede ser leída aquí
con mucho beneficio (Sanatsujātīya, Cap. 2).
“Algunos dicen que liberarse de la muerte resulta de la
acción; y otros, que la muerte no existe. Oyeme explicar
esto, ¡Oh Rey! No tengas dudas acerca de ello.”
“Ambas verdades ¡Oh Kṣatriya! han sido comúnmente
aceptadas desde el principio. Los sabios sostienen que lo
que es llamado ilusión es muerte. Yo, verdaderamente,
llamo a la inatención muerte y, de igual manera, llamo a
la libertad de la inatención, inmortalidad. En verdad, a
causa de la inatención, los demonios fueron derrotados y
los dioses alcanzan al Brahman por estar libre de ella. La
muerte no devora verdaderamente las criaturas vivientes
como lo hace un tigre, porque su forma no es percibida.
La inatención se desarrolla en los hombres como deseo y
después como ira y en forma de ilusión. Entonces, viajando
por caminos equivocados, por causa del egoísmo, uno
no logra la unión con el Ser. Aquellos que son desviados
por ello y quienes se mantienen bajo su influencia, dejan
este mundo, cayendo de nuevo en la generación. Entonces,
los sentidos los rodean. Y es así como ellos van de
muerte en muerte. Estando apegados a los frutos de la
acción, cuando esta se presenta, ellos van detrás de ella y
no pasan más allá de la muerte. Y el ser encarnado, por no
entender la unión con la entidad real, prosigue por todos
los medios apegándose a los placeres. Eso es, verdaderamente,
la gran fuente de ilusión para los sentidos, pues el
ser encarnado, al contactar las entidades no reales, hace sus migraciones inevitables; porque, habiéndose su ser
interno contaminado por medio del contacto con entidades
no reales, él se entrega a los objetos de los sentidos en
todos los aspectos, pensando en ellos solamente. Esa
ponderación primeramente lo confunde e, inmediatamente,
el deseo y la ira lo atacan. Esos (confusión, deseo
e ira), llevan los niños a la muerte.
Pero los hombres
conscientes cruzan más allá de la muerte por su buena
cordura. Aquel que pondera en el Ser, destruye los elusivos
objetos de los sentidos, ni siquiera piensa en ellos con
desdén; y quien, poseyendo el conocimiento, destruye los
deseos en esta manera, se convierte en la muerte de la
Muerte misma.”
El segundo capítulo termina con una declaración de cual es
la clase de muerte que resulta en unión con lo Divino,
impidiendo absolutamente cualquier retorno de encarnaciones
en la tierra. La encontramos en esta cláusula:
“Ese hombre quien, alejado por completo de todos los
deseos, actúa sin apegos a los resultados, libre de
egotismo (orgullo personal) y egoísmo, alcanza la tranquilidad.
Esta es la condición del Ser Supremo ¡Oh Hijo de
Pṛthā! Habiendo obtenido esto, uno no es perturbado: y se
mantiene en ello, aún en el momento de morir él pasa
hacia la extinción (o a la unión con) el Supremo Espíritu.”
Esas son las últimas palabras del segundo capítulo.
Cualquier otra actitud mental al momento de morir, seguramente
nos hará tomar un cuerpo mortal otra vez.
La declaración de Kṛṣṇa nos presenta no sólo las prácticas
previamente inculcadas, sino también todo el tema de la muerte.
Porque, a fin de saber cómo “pensar en Él, al momento de
morir” o para tener esa paz interior cual sólo la perfección en la
devoción nos da, debemos averiguar qué es la muerte; y ya sea
sólo eso que vemos suceder cuando fallece un ser humano o
más de lo que podemos percibir con el ojo. Una pequeña reflexión muestra que: lo que es visto y notado por los médicos
y espectadores, es sólo la salida del alma y la energía de la
envoltura llamada “cuerpo”. Mientras esto sucede, la persona
puede aceptar los ritos de la iglesia o profesar adherencia a
cualquier clase de doctrina, hasta con su último aliento hablar
del cielo con sus bendiciones, esperando por él. Pero eso es sólo
el primer paso. Ello deja una posible expresión calma y feliz en
sus facciones; sus familiares le cierran los ojos, ellos le llaman
muerte.
Él, sin embargo, sólo ha comenzado a morir. El alma
todavía tiene que pasar por otras envolturas más allá de lo
conocido por sus amigos, más allá, aún, del control del
moribundo. Ahora todo depende del curso total y de la clase de
pensamientos a los cuales él se dedicó durante la vida del
cuerpo. Porque el alma tiene que recorrer todo el camino por el
cual pasó y ese camino está salpicado con las memorias de toda
esta vida; como esas memorias se presentan, afectan a la
entidad que parte, ya sea causándole perturbación de concentrarse
en el Ser Supremo o ayudándole a una mayor perfección.
Si, para entonces, sólo algunos pocos años cerca del final de la
vida fueron dedicados a esa clase de prácticas inculcadas por
Kṛṣṇa, las memorias de los años previamente dedicados en
seguir tras los deseos, cubrirán el alma con una nube, impidiéndole,
absolutamente, lograr ese estado del cual regresar a la
tierra es imposible sin nuestro consentimiento.
Esto es mejor
ilustrado si consideramos la vida como un gran movimiento
musical que termina usando, a la vez, todos los tonos sonados a
lo largo de la porción integral. El resultado será un sonido
combinado que no expresa ni los tonos superiores ni los
inferiores, ni los más dulces ni los menos dulces, sino el
resultado de todo. Y este último sonido es la vibración fija que
gobierna la entidad, sonando a través de ella y lanzándola a un
estado al cual el sonido corresponde o del cual es la clave. Es
fácil ver que en cada pensamiento yacen las posibilidades de
armonía o disonancia para la conclusión de la vida.
“Guiado por la clara luz del alma, nosotros hemos
considerado tus enseñanzas, ¡Oh bendito sabio! ¡Ellas han sido eficaces para remover las tinieblas que rodean el lugar en que
habita Īśvara en nosotros; nosotros estamos complacidos y
refrescados; puedan tus palabras permanecer con nosotros, y,
como una fuente refresca la tierra, podamos nosotros ser
refrescados por ellas!”
_________________________________________________________
NOTAS
1- En este verso —el décimo cuarto— Kṛṣṇa llama a Arjuna por dos
nombres; primero —como hijo de Kuntī (su madre);; y el segundo, como
Bhārata (descendiente del poderoso Bharata). En el principio se le recuerda
de su origen terreno cuando se alude a los elementos que producen las
sensaciones corporales; y al final, cuando se le pide que tolere estos
cambios, su atención es dirigida a un gran y poderoso antepasado paterno
espiritual. Todo esto tiene su significación. –B.
2- Algunos estudiantes, como algunos críticos, han dicho que la Teosofía
enseña un escape de la familia y del mundo y que ni el conocimiento ni la
salvación pueden ganarse sin un ridículo ascetismo el cual trastorna el orden
natural. Esto es erróneo. Y cuando se cree que es un hecho —ahora aquí
aseverado por mí con plena confianza en el apoyo de todos los verdaderos
teósofos— que los Benditos Maestros que ordenaron la fundación de nuestra
Sociedad, constantemente leen e inculcan la filosofía de la Bhagavad Gītā,percibimos que tales acusaciones contra los propósitos de la Sociedad son
incorrectos. –B.
3- Mi opinión es que la casta Kṣatriya es la suprema. Es cierto que los
Brahmanes siempre han tenido más veneración como maestros espirituales y
así representan la cabeza de Brahmā;; pero en algunos de los sacrificios de
los Arios hay una ocasión cuando la casta Kṣatriya está más alta que la del
Brahmán. Los últimos son más bien los conservadores de la verdadera
Doctrina;; pero cuando llega la hora para que los “dioses desciendan con el
fin de establecer una nueva armonía en la tierra”, ellos siempre comienzan
con un guerrero. Osiris, que educó y solidificó a los Egipcios, fue un
guerrero; y el misterioso Melchizedek, que bendijo Abraham, era un Profeta,
Sacerdote y Rey, eso es: un guerrero. Entonces, igualmente la casta guerrera
podía aprender y recitar los Vedas tan bien como envolverse en la guerra,
mientras que el solo deber de un Brahmán era el de maestro y no el de
guerrero.
El Kṣatriya, por lo tanto, está en la posición de mediador entre la
acción del cuerpo de Brahmā y la calmada inacción de la cabeza de Brahmā.
–B.
4- Lo más probable es que la “rosa” Rosacruz fuese una alteración hecha del
loto porque esta última flor no se conocía en Europa; mientras que la rosa sí,
siendo, después de todo, la más próxima al loto. En el Japón la gente se
atiene al Loto en el corazón diciendo que, al dirigir la atención al corazón, se
le ha visto reventar abierto como un loto de 8 pétalos, en cada uno de los
cuales reside un poder, mientras que en el centro se sienta el señor del todo.
–B.
5- Algunos escritores teosóficos han afirmado que estos Adeptos estuvieron
ocupados en la formación de la República Norteamericana, bien sea que
estuvieran aquí en persona o que enviaran Mensajeros. –B.
6- Ver los Aforismos Yoga de Patañjali, Libro 2;; Viṣṇu Smṛti, cap. XCVII,
V. 11.
7- Īśvara, la manifestación particular de Brahman en cada ser Humano. –B.
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