sábado, 8 de septiembre de 2018

LA ESFERA EMOCIONAL O ASTRAL SUS MUNDOS Y SUS HABITANTES

La esfera astral conectada con nuestra tierra contie­ne dos globos, con los cuales no necesitamos entrar en contacto ahora; también contiene al mundo astral y a sus habitantes, y el mundo intermedio o de deseos, par­te del astral, cuyos habitantes están normalmente en condiciones especiales. 



Toda la esfera pertenece al es­tado de conciencia que se demuestra como sentimien­tos, deseos y emociones; estos cambios en la conciencia van acompañados con vibraciones de la materia astral, y si esta es fina y rápida en sus movimientos, las vibraciones se tornan visibles a la vista astral como colores. 

La pasión de la ira causa vibraciones que dan la luz es­carlata, en tanto que un sentimiento de devoción o de amor, tiñe al cuerpo astral con un azul o rosa. Cada sentimiento tiene su color, por cuanto va acompañado de su propio conjunto de vibraciones. El cuerpo astral humano está, por supuesto, com­puesto de materia astral, y cuando está acompañado por el cuerpo físico, al cual compenetra y más allá del cual se extiende, aparece como una nube o como un óvalo definido, según si su poseedor es poco o muy evolucionado. 
La claridad y el brillo de los más delica­dos colores, una mayor definición de la forma y mayor tamaño son indicativos de una mayor evolución. Cuan­do el Hombre está en sus cuerpos superiores se retira del físico - como lo hace todas las noches durante el sueño - y entonces el cuerpo astral tiene un parecido con el físico. Por cuanto la materia astral es sumamen­te plástica bajo la influencia del pensamiento, el hombre aparece en el mundo astral en forma parecida a como se ve a sí mismo, con el traje que está pensando. 

Un soldado muerto en combate, que se le aparece a un amigo distante en el cuerpo astral, usará su uniforme. Un hombre ahogado aparecerá con ropas chorreando. En tanto que el ser humano en el mundo astral tiene normalmente la forma humana, el habitante de ese mundo que no ha tenido cuerpo físico, como las ha­das, espíritus de la naturaleza conectados con la evolución de las plantas y la vida animal, y otros, tienen cuerpos constantemente cambiantes de forma y tama­ño. Los elementales deportivos, como suelen llamarse a los espíritus de la naturaleza, suelen aprovechar de esta plasticidad de su cuerpo para aparecer con formas enormes y terribles, para aterrorizar a los intrusos no entrenados en este mundo. Algunas drogas, como el Hashis, bhang, opio y envenenamientos alcohólicos extremos también afectan a los nervios psíquicos como para hacerlos sensibles a las vibraciones astrales, y los pacientes captan destellos de algunos habitantes de los mundos astrales. 

Los horrores que atormentan a un hombre que sufre de delirium tremens se deben en gran medida a la visión de los elementales que se jun­tan alrededor de los lugares donde se expende alco­hol y se alimentan de sus inhalaciones, y son atraídos a su alrededor por los efluvios de su propio cuerpo. Todos los sentimientos de dolor o de placer del cuerpo físico se deben a la presencia del astral que lo interpenetra, y, si se los echa por medio de anestési­cos o del mesmerismo, el sentimiento desaparece del cuerpo físico. 
Durante el sueño, en el cual el etérico no deja a su contraparte densa, puede llamarse rápidamente al as­tral, mediante cualquier disturbio en el físico; pero si una gran parte de la materia etérica está afuera, se rom­pe el puente de comunicación, y se produce el trance; bajo estas condiciones, el cuerpo físico puede ser seriamente mutilado, sin dolor. Este aparece tan pron­to como el astral se desliza otra vez en el físico, y "vuelve a la conciencia". Puede decirse, de paso, que el centro normal de la conciencia humana en la etapa actual de evolución es el cuerpo astral, desde el cual funciona el físico. 
La "conciencia física" es ahora sub­consciente, si puede permitirse este disparate a una mujer irlandesa. 

La condición de una persona durante el sueño varía con su etapa de evolución. El hombre no desarrollado, en sus cuerpos superiores, dejando el físico, vuela alre­dedor de los lugares que le son familiares; el hombre medio es atraído hacia las personas que le son afines, pero su atención es atraída hacia adentro, y entra en contacto sólo con la parte mental; en una etapa algo superior, su mente es muy activa y receptiva, y puede elaborar sobre problemas que se le presenten con más facilidad que en el cuerpo físico, como una evidencia del dicho "el sueño trae consejos" o "mejor a este asunto le echamos un sueño", etc. Cuando se le pone un problema a la mente en forma tranquila antes de irse a dormir, la contestación generalmente se la en­cuentra a la mañana siguiente. Todas estas personas no operan conscientemente en el mundo astral; para ello es necesario que la aten­ción se dirija hacia afuera, no hacia adentro. Cuando la persona es pura y auto controlada, y expresa su inclinación a ayudar en el mundo físico, generalmente se le "despierta" en el astral por medio de una persona más avanzada. 

El proceso consiste sim­plemente en hacerle atender lo que está sucediendo a su alrededor, en lugar de estar inmerso en sus pensa­mientos; su cuerpo astral ha evolucionado y está orga­nizado por sus actividades mentales y morales, y sólo tiene que despertarse al mundo astral que lo rodea. Quien le ayuda le explica algunas cosas, y por un lapso lo mantiene junto a él; le enseña que la materia astral obedece a sus pensamientos, que puede moverse a vo­luntad y a cualquier velocidad, que puede caminar so­bre las rocas, sumergirse en el agua, pasar a través del fuego, trepar precipicios y volar por el aire, siempre, naturalmente, que no tenga miedo y tenga confianza; si pierde el coraje y se considera en peligro, el daño imaginario puede "repercutir", es decir, aparecer físicamente como una quemadura, un magullón, una he­rida, etc. Una vez aprendidas estas lecciones primarias, y puede ver y oír correctamente en el mundo astral, se lo pone a trabajar para ayudar a los "vivos" y a los "muertos", y se transforma en lo que se conoce como un "ayudador invisible", y pasa las noches socorrien­do a los que están en problemas, enseñando a los igno­rantes, guiando a los que recién llegan al mundo astral por el portal de la muerte. 
A ellos nos referiremos ahora.
  
ANNIE BESANT

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