[Extracto del Relato oficial de
William Judge en el Parlamento de las Religiones Mundiales.] Afirmamos que un
estudio imparcial de la historia de la religión y de la literatura, mostrará la
existencia, desde la antigüedad, de un gran conjunto de doctrinas filosóficas,
científicas y éticas, que forman la base y el origen de todo pensamiento
semejante en los sistemas modernos. Esto es a la vez religioso y científico,
afirmando que la religión y la ciencia nunca deberían ser separadas.
Esto
propone promover enseñanzas religiosas sublimes e ideales, pero al mismo tiempo
demuestra que se puede comprobar todo a la razón, la cual es la única
autoridad, previniendo entonces la hipocresía que emerge al afirmar dogmas
simplemente basándonos en una autoridad, cuyas declaraciones no son
demostrables razonablemente. Este antiguo conjunto de doctrinas se llama
"Religión-Sabiduría" y sus adeptos e iniciados la enseñaron y la
preservaron en todas las épocas. Por lo tanto, este conjunto y otras doctrinas
probadas, muestran que el ser humano, siendo un espíritu inmortal, es capaz de
perpetuar su vida real y su conciencia y siempre ha realizado así como lo
comprueban las personas más elevadas que son como las flores de la raza humana
y pertenecen a una hermandad antigua y superior, cuyo interés es el desarrollo
del alma humana que según la cual, incluye el proceso completo de la evolución
sobre todo plano. La ley de la evolución vincula a los iniciados también, por
lo tanto, estos deben trabajar con la humanidad teniendo siempre presente las
limitaciones del desarrollo de esta última. Por eso de vez en cuando divulgan
nuevamente la misma doctrina que a veces se apaga en varias naciones y lugares.
Ésta es la religión sabiduría y ellos son sus custodios. A veces se encarnan en
grandes maestros y "salvadores" y aparecen en las diferentes naciones
para repromulgar las antiguas verdades y sistemas éticos. Por lo tanto, según
la religión sabiduría, la humanidad es capaz de alcanzar una perfección
infinita desde el punto de vista del tiempo y de la calidad, pues los
salvadores y los adeptos son un ejemplo de esto.
H.P. Blavatsky declaró que
recibió de este conjunto de seres humanos perfectos, activos y vivientes, el
impulso de presentar otra vez las ideas antiguas, recibiendo también las claves
para interpretar las doctrinas antiguas y modernas, que se habían perdido
durante las luchas por la civilización. Además, afirma que ellos le comunicaron
algunas enseñanzas verdaderamente antiguas pero enteramente nuevas para el
mundo actual. Ella escribió estas enseñanzas entre otras claves que compartió
con los miembros de la Sociedad Teosófica y el mundo en general. Por
consiguiente, además del testimonio en los anales de toda nación antigua, añadimos
esta explícita y moderna declaración que el antiguo conjunto erudito y
humanitario de los adeptos aún existe en esta tierra y está interesado en el
desarrollo de la raza. La Teosofía postula un principio eterno llamado el
ignoto que nunca puede ser conocido, salvo que sea por medio de sus
manifestaciones.
Este principio eterno yace y es, toda cosa y ser, se
manifiesta periódica y eternamente, retirándose luego de la manifestación.
Durante este flujo y reflujo, la evolución procede y eso mismo es el progreso
de la manifestación. El universo que percibimos es la manifestación de lo
desconocido, incluyendo el espíritu y la materia, en cuanto según la teosofía,
estos son simplemente los dos polos opuestos del principio ignoto. Coexisten,
no están separados ni tampoco son separables y como se lee en las escrituras
hindúes: no existe partícula material sin espíritu, ni partícula espiritual sin
materia. Al manifestarse, el espíritu-materia se diferencia en siete planos, y
descendiendo hacia los planos de los sentidos, cada nivel es más denso que el
precedente, la substancia es la misma en todos, solamente los grados son
diferentes. Por lo tanto, desde este punto de vista, el universo entero está
vivo y ninguno de sus átomos está muerto. Además, es consciente y inteligente y
su conciencia e inteligencia están presentes en todo plano aunque en el nuestro
estén obscurecidas. En este plano el espíritu se concentra en todos los seres
humanos los cuales eligen y permiten que esto se haga, por lo tanto rechazarlo
es la causa de la ignorancia, del pecado, del dolor y del sufrimiento. En cada
época, algunos alcanzaron este estado elevado y se convirtieron en dioses,
participando activamente en la obra de la naturaleza, procediendo adelante a
través de los siglos, ampliando su conciencia e incrementando el campo de
acción de su trabajo en la naturaleza.
Este es el destino de todo ser, por lo
tanto desde el principio la teosofía postula tal perfectibilidad de la raza y
elimina la idea de una maldad innata y no regenerable, presentando un propósito
y un objetivo a la vida que es en armonía con el anhelo del alma y su verdadera
naturaleza, tendiendo al mismo tiempo a destrozar el pesimismo junto a su
compañera, la desesperación. Según el concepto teosófico el mundo es el resultado
de la evolución del principio citado, y los seres perfeccionados e inteligentes
de evoluciones precedentes, partiendo desde las primeras formas inferiores de
vida, lo guían mientras procede. Al mismo tiempo, está compuesto de egos o
espíritus individuales por los cuales y mediante los cuales emana. Por lo
tanto, el ser humano es considerado un espíritu consciente, la flor de la
evolución, junto a otras clases de egos que pertenecen a los reinos inferiores,
aunque estén destinados un día alcanzar el mismo estado humano en el cual nos
encontramos y nosotros estando a un nivel aún más elevado. La conciencia
humana, siendo más perfecta, puede pasar de un plano a otro de la
diferenciación mencionada. Si el ser humano considera cada uno de estos la
realidad que él es esencialmente, se equivoca y se engaña. Por lo tanto, el
propósito de la evolución consiste en el desarrollar en el ser humano un
autoconciencia total, de modo que pueda proseguir a estados superiores en el
progreso del universo.
Después de haber alcanzado el estado humano, su
evolución consiste en acumular experiencias, y para realizar esto debe elevar y
purificar los varios planos de la materia con los cuales está directamente
involucrado, de modo que oiga y comprenda completamente la voz del espíritu. Él
es un ser religioso porque es un espíritu encerrado en la materia, cuya esencia
es también espiritual. El ser humano, siendo espíritu, necesita algunos
vehículos mediante los cuales pueda contactar todo plano de la naturaleza
incluido en la evolución. Por lo tanto, son estos vehículos que lo convierten
en un ser intrincado y compuesto, capaz de cometer errores, pero al mismo
tiempo de elevarse sobre toda ilusión y conquistar el lugar más elevado. Es el
universo en miniatura en cuanto como espíritu, se manifiesta a sí mismo por
medio de siete diferenciaciones. Por lo tanto, en teosofía esto se define como
un ser septenario.
La división cristiana del cuerpo, del alma y del espíritu es
suficientemente exacta, pero no explica los problemas de la vida y de la
naturaleza, a menos que, y no es el caso, se considerarán estas divisiones
compuestas de otras, cuyo total podría ser posiblemente siete. El Espíritu está
solo en la cumbre, en seguida está el alma espiritual que en sánscrito se llama
Buddhi, que comparte más con el espíritu que con lo que yace a bajo, además
está atado a Manas, la mente. Estos tres son la verdadera trinidad del ser
humano, su parte imperecedera, la verdadera entidad pensante que, a causa de su
evolución, vive en la tierra envuelta en los ulteriores vehículos más densos.
Al descender según el orden cualitativo, encontramos el plano de los deseos y
de las pasiones, que compartimos con el reino animal. Tal plano no es
inteligente y es el productor de la ignorancia que deriva de la ilusión. Es
distinto de la voluntad y del discernimiento, por lo tanto debemos designarle
su propio lugar. En este plano es la vida burda que no se manifiesta como
espíritu, desde el cual deriva su esencia, sino como energía y movimiento.
Siendo común a todo el plano objetivo y saturándolo, debe tener su
clasificación, que es la parte que el ser humano emplea y abandona a la muerte
del cuerpo. Antes de llegar al cuerpo físico, encontramos su modelo o doble,
que es el cuerpo astral, el cual pertenece al plano astral de la materia, sus
moléculas no son tan densas como las físicas, sino que más tenues, fuertes y
duraderas. Esto es lo original del cuerpo que permite a las moléculas ponerse
en orden y mostrarse, consintiéndoles a ellas el ir y retornar diariamente, como
todos sabemos que lo hacen, aún manteniendo siempre la forma establecida y el
contorno que el doble astral interior imparte.
Estos cuatro principios
inferiores, o vehículos, son la parte transitoria y perecedera del ser humano,
no sí mismo, sino que el instrumento que utiliza, abandonado al momento de la
muerte como si fuera ropa vieja, y reconstruido en cada nuevo renacimiento
desde el depósito general. La trinidad es el ser humano verdadero, el pensador,
la individualidad que pasa de casa tras casa, ganando experiencia durante todo
renacimiento, mientras sufre y goza de acuerdo a sus actos, es el ser central,
el alma-espíritu viviente. Es necesario explicar la presencia de este ser
espiritual y las diferencias existentes en la humanidad, ya que él siempre
existió, está íntimamente interesado en la evolución, está dominado por la ley
de causa y efecto porque en su esencia es esta ley y muestra además en este
plano una variedad de fuerza de carácter, capacidades y oportunidades. La
doctrina de la reencarnación nos ofrece la explicación. Significa que el ser
humano como pensador, compuesto de alma, mente y espíritu, pasa de cuerpo tras
cuerpo en una sucesión de vidas en la tierra, el campo de su evolución que una
vez empezada debe ser terminada allí, según las leyes del verdadero ser del
hombre. En cada una de sus vidas, las personas conocen esto como la
personalidad, mientras que en la eternidad es un individuo que siente en sí
mismo una identidad independiente del nombre, de la forma y de la recolección. Esta
doctrina es la base esencial de la teosofía, porque explica la vida y la
naturaleza. Es un aspecto de la evolución, en cuanto significa reincorporación
y como la evolución no podría continuar sin reencarnación, es la evolución
misma aplicada al alma humana. En el tiempo de Jesús, la creencia en esta
doctrina era difundida y él mismo la enseñó, analogicamente en los inicios de
la cristianidad.
Siendo ahora más necesario a esta religión como lo es a las
demás religiones para explicar los textos y reconciliar la justicia de Dios con
el aspecto duro y cruel de la naturaleza y de la vida para la mayoría de los
seres humanos, y para emitir una luz perceptible a la razón acerca de todos los
problemas que nos atormentan durante nuestro peregrinaje en este mundo. La
profunda diferencia entre el salvaje y el individuo civilizado en lo que
concierne a la capacidad, al carácter y a la oportunidad, que se examina por
medio de otras doctrinas, parece injusta, puede ser comprendida solo mediante
la enseñanza de la reencarnación, que es aún una llave para explicar las
diferencias entre las personas del mismo nivel. Reivindica entonces la
naturaleza, Dios, y elimina de la religión la mancha que los seres humanos
pusieron, postulando unos credos que presentaban al Creador como un demonio. La
vida y el carácter de todo individuo es el resultado de sus existencias y
pensamientos anteriores. Cada uno de nosotros es su propio juez y verdugo ya
que es su mano la que plasma el arma que lo castigará y todo individuo, según
como viva, alcanza la recompensa y se levanta a niveles de conocimiento y
poder, para el bien de todos los que podrían ser dejados atrás. Nada está
abandonado a la suerte, ni al favor o a la parcialidad, sino que todo depende
del gobierno de la ley. El ser humano es un pensador, y mediante sus
pensamientos crea las causas para la beatitud o el dolor, así como lo que
piensa produce sus propios actos. Es el centro de cualquier perturbación de la
armonía universal y como tal, la perturbación regresará hacia él, de modo que
restablezca el equilibrio, en cuanto la naturaleza obra siempre hacia la
armonía. El ser humano tiene siempre una serie de pensamientos que se extienden
hasta el pasado remoto, los cuales causan constantemente acción y reacción.
Por
lo tanto es responsable de sus pensamientos y actos ya que es la esfera de su
completa responsabilidad. Su espíritu es la esencia de esta ley y establece una
compensación continua para cada perturbación o ajuste de los efectos. Esta es
la ley de karma o de justicia a veces llamada la ley ética de la causa. No es
un concepto extraño a las escrituras cristianas en cuanto que Jesús y san Pablo
lo enunciaron. Jesús dijo que seremos juzgados a medida de como juzguemos y
recibiremos según lo que compartimos con los demás. San Pablo dijo:
"Hermanos, no os engañéis, Dios no se deja burlar, porque lo que un hombre
siembra, eso cosecha." Por lo tanto, el sembrar y el cosechar, es posible
solo bajo las doctrinas del karma y de la reencarnación. ¿Qué podemos decir
acerca de la muerte y de la otra vida? ¿Es el paraíso un lugar o no? Según las
enseñanzas teosóficas, encontradas quizás en todos los libros sacros, después
de la muerte el alma gana un período de descanso, que deriva de su propia
naturaleza. Es un pensador y durante la vida no puede realizar y ejecutar todos
los pensamientos tenidos, ni tampoco una pequeña parte de estos.
Por lo tanto
al momento de la muerte, abandona el cuerpo y el cuerpo astral se suelta de las
pasiones y de los deseos y sus fuerzas naturales toman inmediatamente el mando,
de modo que pensará sus pensamientos en el plano del alma, que está envuelta en
un vehículo más adecuado para esta existencia. Este estado se llama Devachan.
Es la condición que ha engendrado las descripciones del paraíso comunes a todas
las religiones, pero en las hindúes y buddhistas está expresada muy claramente.
Es un período de descanso en cuanto, viniendo a carecer del cuerpo físico, la
conciencia no está más completamente atada a la naturaleza visible, como
acontece en el plano material. Pero es una existencia real y no más ilusoria de
la terrestre.
Es la condición en la cual la esencia de los pensamientos más
elevados de la vida, que el carácter permite, se expanden y la mente y el alma
los juntan. Cuando la fuerza de estos pensamientos se agota totalmente, el alma
está nuevamente atraida hacia la tierra y en el ambiente justo que le permita
llevar adelante su evolución. Esta alternación cíclica de estado tras estado,
continua hasta cuando el ser, mediante las experiencias repetidas, trascienda
la ignorancia y realice en su interior la verdadera unidad de todos los seres
espirituales. Sólo entonces pasa a grados evolutivos superiores y más grandes.
La teosofía no presenta nuevas enseñanzas éticas en cuanto postula que la justa
ética nunca cambia. En las doctrinas teosóficas entonces, encontramos la base
filosófica y razonable para la ética y su práctica natural. Como todos los
maestros de las grandes religiones mundiales declararon, la hermandad universal
deriva en el hacer a los demás lo que queremos que nos hagan a nosotros y en el
amar nuestro prójimo como a nosotros mismos.
William Judgea
Aparecido en Lucifer, Diciembre 1893.
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