domingo, 9 de septiembre de 2018

EL MUNDO DEL DESEO, O PURGATORIO






Esta es la parte del mundo astral en la cual las con­diciones son especiales para los seres desencarnados, los cuales, aunque tienen conocimientos, no están li­bres en el mundo astral, sino que son "espíritus en prisión", como los menciona San Pablo. Se mantienen prisioneros por sus propios deseos; de aquí el nombre de mundo del deseo, dado a este estado. Hemos visto que el ser humano, al morir, revestido de sus cuerpos más sutiles, sale de su cuerpo físico, que vistió durante su vida en la tierra, o la "capa de piel" con la cual "el primer hombre" fue revestido después de su "caída" en la materia, ocasionada por sus limitados "conocimientos". "Cuyas cosas son una alegoría", como dice San Pablo de la historia de Abra­ham, Sara y Hagar. 

Despojado de su capa de piel, el Hombre es ahora tal como era cuando fue revestido con ella, y va a "su propio lugar" en el mundo astral, el lugar que él mismo ha elegido. 

Se produce, en forma automática, una reorganización de la materia de su cuerpo astral, a menos que tenga suficientes conocimientos como para hacerla. Durante su vida en el cuerpo físico, las partículas astrales de las siete subdivisiones de materia se mueven libremente entre ellas, y algunas de todas las clases están siempre sobre la superficie del cuerpo astral; la visión de la totalidad del mundo astral depende de la presencia, sobre la superficie del cuerpo astral, de par­tículas extraídas de las siete subdivisiones, que responden a los estados líquidos, sólidos, gaseosos y a los cuatro estados del éter. Estas partículas no están juntas constituyendo un órgano de visión, como el ojo físico; cuando el hombre dirige su atención hacia afuera, ve "todo sobre él", a través de esas partículas, o a través de aquellas que se orientan en la dirección del objeto hacia la cual se dirige la atención[1]

Si tiene lugar la reorganización del cuerpo astral, se junta la materia de cada subdivisión y se forma una serie de celdas concéntricas, con las más densas afuera. Por lo tanto, el hombre sólo puede ver la subdivisión del mundo astral a que pertenece la celda más super­ficial; la cantidad de materia de cada clase depende de la clase de deseos y emociones que haya cultivado en la tierra. Si han sido de un orden inferior, la materia astral más densa quedará muy vitalizada, y consecuentemente la celda o costra exterior, la que lo pondrá en contacto con la división más baja del mundo astral, la que perdurará por un largo tiempo. Se desintegra lentamente por una lenta desvitalización, como sería la privación de las satisfacciones a las cuales está acos­tumbrado. Es decir que un borracho, un glotón, un sensua­lista, una persona de pasiones violentas y brutales, ha­biendo vitalizado fuertemente sus combinaciones de materia astral más densas, puede ser consciente de lo que lo rodea solamente a través de él, y sólo ve a per­sonas como él, y a las peores cualidades de aquellos que son mejores. Estas pasiones atormentadoras no encuentran satisfacción, por cuanto no hay cuerpo físi­co mediante el cual antes las gratificaba; además estas pasiones ahora son más violentas que antes, porque du­rante la vida física muchas de las fuerzas de las vibraciones astrales se usaban simplemente en poner en movi­miento las pesadas porciones de materia física, y sólo se sentía como pena o placer el sobrante. 

De aquí que las pasiones sean pálidas y débiles en la tierra compara­das con la violencia que tienen en el plano astral, en el cual, una vez puestas en fácil movimiento las livianas partículas astrales, el gran sobrante impulsa el sufri­miento o el placer, en un enajenamiento o agonía in­concebibles en la tierra. Esto es lo que las religiones denominan "infierno", verdadero abismo en cuanto a sufrimiento, creado por la misma persona como lugar de morada. Pero ello es temporario, y más adecuadamente, pa­ra los ortodoxos Cristianos y Musulmanes, debería ser llamado el "purgatorio"[2]. La fina capa de la materia más densa se pierde y la persona pierde la visión de esta esfera, y comienza a percibir la que sigue, habiendo aprendido, con esta triste lección, que los placeres que tanto valoraba en la tierra son simplemente "las entrañas del sufrimien­to". El hombre medio no experimenta esta desafortu­nada condición post-mortem, por cuanto no ha atraído, mientras estaba en la tierra, mucha materia de la más densa al cuerpo astral, y la que posee no está tan fuertemente vitalizada, y no lo puede condicionar. 

Si sus intereses en la tierra han sido triviales (un emplea­do de oficina, una ama de casa rutinaria o un trabaja­dor manual, que alterna sus tareas con diversiones ba­jas, aunque no viciosas), y nada le ha importado el interés general, se encontrará encapsulado por él mismo por materia de la sexta subdivisión del mundo astral, y estará rodeado por las contrapartes astrales de los objetos físicos, pero sin la posibilidad de afectarlos o de tomar parte en la vida de la tierra que se desarrolla alrededor suyo; por lo tanto, debe de usar el coloquialismo y se encontrará bastante aburrido y presa de un intolerable sentido de tedio. Puede decirse que esto es duro, puesto que la ma­yor parte de la gente debe de pasar su vida en rutinas de alguna clase. ¿Deben aburrirse después de la muer­te, habiéndolo hecho en vida? Efectivamente, pero con un poco de conocimiento puede evitárselo, razón por la cual la Teosofía se está expandiendo. El trabajo que se realiza en la tierra no necesita ser agobiante, y no lo es para las personas profundamente religiosas. Todas las tareas útiles son parte de la Activi­dad Divina, y todos los trabajadores son órganos de dicha Actividad, las Manos con las cuales el Divino Tra­bajador cumple con Su trabajo. La producción y la distribución, ya sea en la agricultura, minería, fabricación, comercio, la más insignificante actividad, son caminos de Dios para nutrir a la humanidad, y medios para la evolución. Cuando una persona ve que su pequeña tarea diaria es una porción integral de un gran trabajo, ya no es más un rutinario sino un co-trabajador con Dios[3] - Como cantó George Herbert:
Un sirviente en esta causa
Torna divina su tarea
El que barre una habitación en Su nombre
Hace esto y a la acción la refina

Aquellos que trabajan de esta manera, no hallarán aburrimiento después de la muerte, sino actividades frescas y gozosas. En lo demás, se adapta rápidamente a las nuevas condiciones, para lo cual se lo ayuda, y encuentra que se ha liberado de muchas de las moles­tias de la tierra, y que puede llevar una vida bastante pasable; está en contacto con sus amigos en la tierra, y encuentra que están dispuestos a acompañarlo duran­te las noches de la tierra, aunque se muestran indiferen­tes durante sus días. Como dice, en forma enérgica: "El muerto nunca está ni por un instante bajo la impre­sión de haber perdido la vida", aunque los vivos lamen­ten la pérdida de la persona querida. (Leadbeater). El hombre pasa a través de la sexta, quinta y cuar­ta subdivisiones, disfrutando de una cada vez mayor asociación con los que ama, hasta que pasa a las divi­siones más altas, el cielo material de los religiosos me­nos instruidos de todas las creencias, la región de las artes, de la literatura, de la ciencia, la filantropía y de los mayores intereses en la vida, seguidos en la tierra con algo de egoísmo, y seguidos aquí dentro de las mis­mas líneas habituales con el uso de las reproducciones astrales de los medios y aparatos físicos. Estas mismas búsquedas, llevadas a cabo con moti­vos altruistas, elevan a la persona al mundo del cielo, su hogar apropiado, aún más allá de aquellos que pa­saron más egoístamente, pues cuando se aburrió de ellos en el mundo astral, cayó dormido, para despertar en el cielo. El cuerpo astral ha sido desechado, envoltura tras envoltura, las que a su debido tiempo vuelven a sus ele­mentos, como el físico. 

Algunas almas puras pasan a través del mundo astral sin registrarlo, con la mente puesta en cosas superiores. Otras, completamente des­piertas, no permiten que la materia de su cuerpo astral sea reordenada, y retienen su libertad y realizan servicios útiles. Excepto esta última causa, aquellos que están en el mundo astral por otras causas están regidos por la ley de que la vida astral es larga para el poco evo­lucionado, y corta para el evolucionado, en tanto que la vida en el cielo es al revés, larga para el evolucionado y corta para el otro.

ANNIE BESANT


[1] Los recién llegados al mundo astral siempre miran a través de la simulación astral de los ojos, porque están acostumbra­dos a poner la atención hacia afuera en esta dirección, como también mueven las piernas para caminar. Esto es innecesario.
[2] Ambas religiones, a pesar de referirse al infierno como eterno, tienen pasajes en sus escrituras que contradicen la idea. El Nuevo Testamento habla del tiempo en que "Dios estará todo en todos", y El Corán declara: "Todas las cosas perecerán, me­nos Su Cara".
[3] Ver" Aplicación de la Teosofía a los Problemas Sociales" , Sec.V

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