Esta es la parte del mundo astral en la cual
las condiciones son especiales para los seres desencarnados, los cuales,
aunque tienen conocimientos, no están libres en el mundo astral, sino que son
"espíritus en prisión", como los menciona San Pablo. Se mantienen
prisioneros por sus propios deseos; de aquí el nombre de mundo del deseo, dado
a este estado. Hemos visto que el ser humano, al morir, revestido de sus
cuerpos más sutiles, sale de su cuerpo físico, que vistió durante su vida en la
tierra, o la "capa de piel" con la cual "el primer hombre"
fue revestido después de su "caída" en la materia, ocasionada por sus
limitados "conocimientos". "Cuyas cosas son una alegoría",
como dice San Pablo de la historia de Abraham, Sara y Hagar.
Despojado de su
capa de piel, el Hombre es ahora tal como era cuando fue revestido con ella, y
va a "su propio lugar" en el mundo astral, el lugar que él mismo ha
elegido.
Se produce, en forma automática, una reorganización de la materia de
su cuerpo astral, a menos que tenga suficientes conocimientos como para
hacerla. Durante su vida en el cuerpo físico, las partículas astrales de las
siete subdivisiones de materia se mueven libremente entre ellas, y algunas de
todas las clases están siempre sobre la superficie del cuerpo astral; la visión
de la totalidad del mundo astral depende de la presencia, sobre la superficie
del cuerpo astral, de partículas extraídas de las siete subdivisiones, que
responden a los estados líquidos, sólidos, gaseosos y a los cuatro estados del
éter. Estas partículas no están juntas constituyendo un órgano de visión, como
el ojo físico; cuando el hombre dirige su atención hacia afuera, ve "todo
sobre él", a través de esas partículas, o a través de aquellas que se
orientan en la dirección del objeto hacia la cual se dirige la atención[1].
Si tiene lugar la reorganización del cuerpo astral, se junta la materia de cada
subdivisión y se forma una serie de celdas concéntricas, con las más densas
afuera. Por lo tanto, el hombre sólo puede ver la subdivisión del mundo astral
a que pertenece la celda más superficial; la cantidad de materia de cada clase
depende de la clase de deseos y emociones que haya cultivado en la tierra. Si
han sido de un orden inferior, la materia astral más densa quedará muy
vitalizada, y consecuentemente la celda o costra exterior, la que lo pondrá en contacto con la división más baja
del mundo astral, la que perdurará por un largo tiempo. Se desintegra
lentamente por una lenta desvitalización, como sería la privación de las
satisfacciones a las cuales está acostumbrado. Es decir que un borracho, un
glotón, un sensualista, una persona de pasiones violentas y brutales, habiendo
vitalizado fuertemente sus combinaciones de materia astral más densas, puede
ser consciente de lo que lo rodea solamente a través de él, y sólo ve a personas
como él, y a las peores cualidades de aquellos que son mejores. Estas pasiones
atormentadoras no encuentran satisfacción, por cuanto no hay cuerpo físico
mediante el cual antes las gratificaba; además estas pasiones ahora son más
violentas que antes, porque durante la vida física muchas de las fuerzas de
las vibraciones astrales se usaban simplemente en poner en movimiento las
pesadas porciones de materia física, y sólo se sentía como pena o placer el
sobrante.
De aquí que las pasiones sean pálidas y débiles en la tierra comparadas
con la violencia que tienen en el plano astral, en el cual, una vez puestas en
fácil movimiento las livianas partículas astrales, el gran sobrante impulsa el
sufrimiento o el placer, en un enajenamiento o agonía inconcebibles en la
tierra. Esto es lo que las religiones denominan "infierno", verdadero
abismo en cuanto a sufrimiento, creado por la misma persona como lugar de
morada. Pero ello es temporario, y más adecuadamente, para los ortodoxos
Cristianos y Musulmanes, debería ser llamado el "purgatorio"[2].
La fina capa de la materia más densa se pierde y la persona pierde la visión de
esta esfera, y comienza a percibir la que sigue, habiendo aprendido, con esta
triste lección, que los placeres que tanto valoraba en la tierra son
simplemente "las entrañas del sufrimiento". El hombre medio no
experimenta esta desafortunada condición post-mortem, por cuanto no ha
atraído, mientras estaba en la tierra, mucha materia de la más densa al cuerpo
astral, y la que posee no está tan fuertemente vitalizada, y no lo puede
condicionar.
Si sus intereses en la tierra han sido triviales (un empleado de
oficina, una ama de casa rutinaria o un trabajador manual, que alterna sus
tareas con diversiones bajas, aunque no viciosas), y nada le ha importado el
interés general, se encontrará encapsulado por él mismo por materia de la sexta
subdivisión del mundo astral, y estará rodeado por las contrapartes astrales de
los objetos físicos, pero sin la posibilidad de afectarlos o de tomar parte en
la vida de la tierra que se desarrolla alrededor suyo; por lo tanto, debe de
usar el coloquialismo y se encontrará bastante aburrido y presa de un
intolerable sentido de tedio. Puede decirse que esto es duro, puesto que la mayor
parte de la gente debe de pasar su vida en rutinas de alguna clase. ¿Deben
aburrirse después de la muerte, habiéndolo hecho en vida? Efectivamente, pero
con un poco de conocimiento puede evitárselo, razón por la cual la Teosofía se
está expandiendo. El trabajo que se realiza en la tierra no necesita ser
agobiante, y no lo es para las personas profundamente religiosas. Todas las
tareas útiles son parte de la Actividad Divina, y todos los trabajadores son
órganos de dicha Actividad, las Manos con las cuales el Divino Trabajador
cumple con Su trabajo. La producción y la distribución, ya sea en la
agricultura, minería, fabricación, comercio, la más insignificante actividad,
son caminos de Dios para nutrir a la humanidad, y medios para la evolución.
Cuando una persona ve que su pequeña tarea diaria es una porción integral de un
gran trabajo, ya no es más un rutinario sino un co-trabajador con Dios[3]
- Como cantó George Herbert:
Un
sirviente en esta causa
Torna
divina su tarea
El
que barre una habitación en Su nombre
Hace esto
y a la acción la refina
Aquellos que trabajan de esta manera, no
hallarán aburrimiento después de la muerte, sino actividades frescas y gozosas.
En lo demás, se adapta rápidamente a las nuevas condiciones, para lo cual se lo
ayuda, y encuentra que se ha liberado de muchas de las molestias de la tierra,
y que puede llevar una vida bastante pasable; está en contacto con sus amigos
en la tierra, y encuentra que están dispuestos a acompañarlo durante las
noches de la tierra, aunque se muestran indiferentes durante sus días. Como
dice, en forma enérgica: "El muerto nunca está ni por un instante bajo la
impresión de haber perdido la vida", aunque los vivos lamenten la
pérdida de la persona querida. (Leadbeater). El hombre pasa a través de la
sexta, quinta y cuarta subdivisiones, disfrutando de una cada vez mayor
asociación con los que ama, hasta que pasa a las divisiones más altas, el
cielo material de los religiosos menos instruidos de todas las creencias, la
región de las artes, de la literatura, de la ciencia, la filantropía y de los
mayores intereses en la vida, seguidos en la tierra con algo de egoísmo, y
seguidos aquí dentro de las mismas líneas habituales con el uso de las
reproducciones astrales de los medios y aparatos físicos. Estas mismas búsquedas,
llevadas a cabo con motivos altruistas, elevan a la persona al mundo del
cielo, su hogar apropiado, aún más allá de aquellos que pasaron más
egoístamente, pues cuando se aburrió de ellos en el mundo astral, cayó dormido,
para despertar en el cielo. El cuerpo astral ha sido desechado, envoltura tras
envoltura, las que a su debido tiempo vuelven a sus elementos, como el físico.
Algunas almas puras pasan a través del mundo astral sin registrarlo, con la
mente puesta en cosas superiores. Otras, completamente despiertas, no permiten
que la materia de su cuerpo astral sea reordenada, y retienen su libertad y
realizan servicios útiles. Excepto esta última causa, aquellos que están en el
mundo astral por otras causas están regidos por la ley de que la vida astral es
larga para el poco evolucionado, y corta para el evolucionado, en tanto que la
vida en el cielo es al revés, larga para el evolucionado y corta para el otro.
ANNIE BESANT
[1] Los recién llegados
al mundo astral siempre miran a través de la simulación astral de los ojos,
porque están acostumbrados a poner la atención hacia afuera en esta dirección,
como también mueven las piernas para caminar. Esto es innecesario.
[2] Ambas religiones, a
pesar de referirse al infierno como eterno, tienen pasajes en
sus escrituras que contradicen la idea. El Nuevo Testamento habla
del tiempo en que "Dios estará todo en todos", y El Corán declara:
"Todas las cosas perecerán, menos Su Cara".
[3] Ver"
Aplicación de la Teosofía a los Problemas Sociales" , Sec.V
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