FUTUROS MÉTODOS ClENTÍFICOS
EL VENIDERO DESENVOLVIMIENTO DEL HOMBRE
Hasta ahora hemos indicado el progreso del individuo, demostrando cómo el hombre atento a su
porvenir puede alzarse paso a paso desde la vida del mundo a la del discípulo, y cómo le es posible
anticiparse al progreso de la humanidad efectuando en unos cuantos años lo que la raza cumplirá
en indecibles milenios. Pero ahora vamos a trazar el progreso de la humanidad en el transcurso de
los siglos, exponiendo brevemente las grandes etapas del progreso humano, considerada la
humanidad en conjunto. Así es que echaremos una rápida ojeada sobre la evolución, para ver no
sólo el pasado desde donde llegamos al presente, sino el porvenir que colectivamente nos aguarda.
Me propongo tratar del progreso de las naciones y del desenvolvimiento de la humanidad a que
ahora pertenecemos. Más para dar esta ojeada a vista de pájaro, casi me atrevería a deciros que
subáis conmigo al vehículo de Vishnú, la potente ave Garuda, y atravesando la atmósfera de
innumerables edades, posemos la vista en los panoramas que encontremos en nuestro vuelo. Me
parece que todos quedaremos sin aliento después del viaje. Sin embargo, en cierto modo me será a
mí más fácil que a vosotros, porque a causa de haber pensado muy a menudo en este asunto me es
ya familiar, mientras que a muchos de vosotros les parecerá algo extraño el terreno, y nuevo en sus
pormenores el concepto teosófico de la evolución. Pero forzoso es pasar rápidamente de uno a otro
punto sin dilucidarlos, y así tal vez os evite, por la rapidez de la exposición, muchas dificultades
que suscitaría la completa y pormenorizada explicación del conjunto.
Con todo, permitidme
deciros que acaso me equivoque en algunos pormenores y puntos subalternos de esta vasta
descripción; pero es fiel el bosquejo del conjunto, porque no lo trazo yo, sino que viene trazado de
otra parte, y aunque la insuficiencia de quien os lo muestra pueda ocasionar algún error en los
detalles, tened absoluta confianza en la fundamental exactitud del diseño. A la vista de los Grandes
Seres que fueron sus primitivos instructores, gobernantes y guías, el hombre no es tal como hoy
aparece, pues no ha llegado a ser lo que debe ser y será algún día. No quiero decir con esto que
colectivamente haya sido insatisfactorio su progreso. Por el contrario, el punto a que la humanidad
ha llegado en su evolución, rodeada de dificultades y sufrimientos. es bastante satisfactorio si lo
miramos desde un elevado punto de vista, considerando el tiempo, corto según los cómputos
divinos, aunque largo según los años terrenos, que tiene tras sí en su evolución.
Seguramente que
el hombre actual no es tal como lo conciben quienes proyectaron su peregrinación ni según lo ven
en su mente los que le impelieron a la evolución. Recorrió la humanidad el arco descendente, ha
transpuesto el ínfimo punto de conversión y se extiende ante sus pasos una empinada cuesta a cuyo
término la perfecta y gloriosa humanidad, muy distinta de la de hoy, será tal como la concibió el
divino pensamiento. Necesario es tener en cuenta que el universo comprende siete grandes y
distintas regiones o planos. surgidos de la mente divina de dentro afuera o de arriba abajo, según la
frase que prefiráis. Cada plano está constituido por distintas modalidades de la única esencia, el
paramatma de que todos proceden.
Al enfundirse el divino pensamiento y tomar forma por la
divina voluntad en el manifestado universo, se fue constituyendo cada plano caracterizado por la
diferente densidad de su materia constituyente y el número de envolturas en que estaba velada la
primaria energía. Así es que en términos generales podemos concebir el universo como un
grandioso sistema solar en que el sol representa al Logos que lo formó, y cada orbe representa un
plano del universo.
Los planos interiores serían los de materia más sutil y de energía menos
aprisionada; los exteriores serían los de materia más densa y energía más aprisionada por la
densidad de la materia que la envuelve.
Además, conviene advertir que cada una de estas regiones
o planos tiene sus habitantes y que la evolución va primero del centro a la circunferencia y después
regresa de la circunferencia al centro. Cuando el Gran Aliento espira y la materia aparece en
existencia cada vez más densificada, llega un punto en que la materia alcanza el máximo de
densidad y la energía el máximo de flaqueza. En este punto la forma tiene su mayor rigidez y la
vida su mayor ocultación, por lo que será un proceso en que la materia se vaya densificando y la
forma aumente en rigidez mientras que la vida estará cada vez más velada en esta manifestación.
Por otra parte, cuando el Gran Aliento inspira, retrayendo hacia el centro su creadora actividad, la
materia se va sutilizando y la vida está menos velada, hasta que finalmente el Gran Aliento cosecha
del manifestado universo todas las experiencias adquiridas en los mundos. La humanidad, objeto y
resultado de este proceso evolutivo, será divina y estará dispuesta a superiores etapas de adelanto.
Observando el curso de la evolución, echamos de ver que los habitantes de los planos propenden a
individualizarse a medida que pasan a formas de más densa materia. Así es que si miramos hacia
atrás de nosotros, advertimos que la llamada esencia elemental va tomando poco a poco formas
cada vez más definidas, porque involuciona por el arco descendente y en consecuencia propende a
separarse en formas materiales. Es el proceso del descenso a la materia, mientras que la humanidad
evoluciona ahora por el arco ascendente y propende a tomar formas cada vez más sutiles en
aspiración a la unidad y a la vida sin velos.
Esta ligera explicación os dará idea del universo en
conjunto, y comprenderéis que en los planos menos densos que el físico, no sólo está
evolucionando y ascendiendo la humanidad, sino que también está involucionando y descendiendo
la esencia elemental.
El mundo mineral es el punto de conversión, porque en él llega la materia al
máximo grado de densidad. En el transcurso de la evolución ascendente, los reinos mineral y
vegetal del mundo físico ocupan el plano físico y su conciencia no pasa más allá; pero al proseguir
la evolución, el reino animal da un paso adelante y ha de vivir en los planos físico y astral. El
hombre está destinado por el pensamiento del Logos a ocupar y adueñarse, durante la actual
evolución, de cinco de los siete planos del universo, que son el físico, el astral, el mental, el búdico
y el nirvánico.
El plano mental incluye el svarga del hinduista y el devachán del teósofo; pero
también podemos designar más ventajosamente el estado de conciencia mental con el nombre de
sushupti, que ahora sólo conocen en la tierra los hombres de mucha experiencia y desarrollo,
aunque en el transcurso de la evolución llegará a él la mayoría de la raza humana. Al plano búdico
se le llama también el plano de turiya, y al nirvánico, turiya-tita. Con esto tenemos cinco distintas
regiones o planos del universo que la humanidad está destinada a ocupar en el transcurso de la
evolución, en los cuales ha de ir desenvolviendo su conciencia para acabar con éxito feliz su
peregrinación.
El individuo puede recorrer estas etapas más rápidamente por medio del yoga; pero
la colectiva humanidad sólo podrá terminar su evolución en el transcurso de las edades. La mayoría
de los hombres, no todos, habrán desplegado su conciencia en los cinco planos y actuarán en ellos
antes de que finalice el actual manvantara. El hombre poseerá entonces vehículos a propósito para
actuar conscientemente en cada plano. Y al observar al hombre de hoy día, vemos en él la
posibilidad de explayar dicha quíntuple vida con los cinco vehículos que le capaciten para habitar
en los cinco planos y enseñorearse, cual es su destino, de este manifestado universo. Más allá de
los cinco planos referidos, se dilatan otros dos, a donde no llegará la mayoría de la humanidad, por
lo menos en la actual evolución. Dichos dos planos son para nosotros meros nombres sin definido
significado, pues transcienden a cuanto nos cabe imaginar.
Se les llama paranirvánico o
anupadákico y mahaparanirvánico o ádico, sin que ni soñar podamos lo que sean ambos estados de
conciencia. He ahí, pues, los siete planos del universo. La mayoría de la humanidad ha de ocupar y
adueñarse de cinco de ellos, y algunos de sus más insignes hijos llegarán a los dos planos
superiores pero la masa general de la raza humana terminará su evolución en el quíntuple universo.
Esto os dará, tal vez, una insinuación acerca de la controversia suscitada respecto a los números
"cinco" y "siete" en la naturaleza. Muchas discusiones ha habido sobre esto, especialmente entre
los teósofos y algunos de nuestros hermanos brahmanas, quienes defienden la división quíntuple,
mientras que los teósofos insisten en la séptuple.
Seguramente que la división total es séptuple, y
diversos pasajes de los Upanishadas nos hablan de la división del séptuple fuego; pero la actual
evolución es de índole quíntuple, simbolizada en los cinco pranas, tan frecuentemente citados en la
literatura hinduista. Digo esto de paso, porque muchas discusiones se evitarían si las gentes se
comprendieran mutuamente mucho mejor de lo que hoy se comprenden, pues si en vez de
contender sobre meras apariencias mirasen debajo de la superficie, encontrarían casi siempre el
punto de coincidencia. Repito que me falta tiempo para detenerme en esta cuestión; pero en lo
dicho está la clave del enigma relativo al cinco y al siete.
La humanidad en conjunto desarrolla
cinco vehículos para la quíntuple evolución, mientras que la flor de la humanidad alcanzará los dos
planos allende los cinco. Estudiando la evolución humana, vemos que las razas primera y segunda
se ocupan en la evolución de la forma física y de la naturaleza inferior o animálica, es decir, que
desarrollan el cuerpo físico con su doble etéreo y la naturaleza kámica o pasional que hallamos en
los animales y también en el hombre. La tercera raza de la humanidad recibió especial ayuda al
llegar al promedio de su evolución. Desde luego que el linaje humano hubiera podido progresar sin
esta ayuda en el transcurso de las edades; pero la recibida ayuda apresuró enormemente la
evolución, de modo que fue. mucho más rápido su progreso. Los grandes Kumaras, que también se
llaman Manasaputras o Hijos de la Mente, las primicias de una pretérita evolución, descendieron a
la humanidad terrestre a fin de que pudiera apresurar su desenvolvimiento, y emanando una chispa
de su peculiar esencia, despertaron el manas o alma individual en el hombre.
Esta especial ayuda
tuvo por consecuencia un grande aceleramiento de la evolución humana. Entonces quedó formado
el cuerpo causal (karana sharira) o cuerpo del manas superior, el último de los que posee el
reencarnado espíritu, y que perdura de una a otra vida entrojando los resultados de cada una de
ellas para transferirlos a la siguiente. Por esto se le llama cuerpo causal, porque en él radican las
causas que se resuelven en efectos en el plano físico de la vida terrena. Desde la formación del
cuerpo causal dispuso la humanidad de un vehículo, de un receptáculo y depósito donde acopiar las
experiencias y conocimientos adquiridos en el mundo físico durante la vida terrena, cuando el ego
con su cuerpo causal se proyecta o refleja en los cuerpos inferiores. Al morir el cuerpo físico, el
hombre debe asimilarse las cosechadas experiencias y vive entonces sucesivamente en los planos
astral y mental, donde infunde en su ser las experiencias y efectos resultantes de la vida terrena.
Cada vida física le produce ciertos resultados que se transmutan en potencias y facultades.
Si, por
ejemplo, durante la vida terrena frecuentó el hombre el ejercicio de su mente, esforzándose en
aprender y comprender y acumular conocimientos, resultará que en el período transcurrido entre la
muerte física y el renacimiento irá transmutando en facultades intelectuales cuantos esfuerzos
realizó en la tierra, y al renacer traerá congénitamente consigo las elaboradas facultades. De la
propia suerte, sus nobles aspiraciones, sus levantados deseos, sus espirituales anhelos quedarán
asimilados definitivamente a su íntima naturaleza durante el intervalo de la muerte al renacimiento,
y renacerá en circunstancias favorables a su progreso, trayendo consigo las facultades espirituales
que le servirán para mayor adelanto durante aquella nueva vida terrestre. Así vemos cuán regulares
son las etapas de crecimiento del cuerpo causal o vestidura peculiar del ego, que se proyecta o
refleja en los planos inferiores para adquirir y acopiar experiencias que después se lleva consigo al
devachan o plano mental, para asimilárselas y transmutarlas en potencias, facultades y aptitudes
que infunde definitivamente en su conciencia.
Entonces se refleja o proyecta de nuevo en los
planos inferiores, enriquecido con los allegados tesoros y manifiesta en otra vida terrena las
potencias, facultades y aptitudes que con su esfuerzo ganó en las vidas anteriores. Por lo tanto,
progresa lenta, pero incesantemente, el hombre, vida tras vida, teniendo el cuerpo causal por
receptáculo de todas sus experiencias cuyo fruto se asimila el ego. Comprendido esto se ve
claramente el significado de la frase: "peregrinación del alma", porque en cada vida terrena ha de
tener el hombre mayores potencias, facultades y aptitudes mentales, morales y espirituales. Tal es
el plano de evolución; pero como se prosigue muy imperfectamente, de aquí la enorme longitud del
camino de peregrinación, porque el peregrino da muchas vueltas y revueltas, se extravía por
vericuetos y se descarría por andurriales en vez de seguir un derecho y ascendente sendero. Por lo
enormemente largo del camino, necesita la humanidad millares de milenios para terminar su
evolución. Sin embargo, ha de terminarla, porque así lo quiere la divina Voluntad y nada podrá
impedirlo por mucho que tarde en llegar a la meta señalada.
Prosiguió la evolución en el transcurso
de la segunda mitad de la tercera raza hasta llegar a la cuarta, en la que floreció la poderosa
civilización atlante cuyo cenit señala la gran subraza tolteca, de la que también dice algo la ciencia
occidental. Fue una civilización de maravillosas hazañas, pero con el inconveniente de que como el
hombre estaba todavía muy abajo del arco ascendente, y por lo tanto profundamente sumergido en
la materia, sus facultades mentales eran de índole psíquica. De aquí la necesidad de velarlas
durante algún tiempo para que pudiesen desarrollarse las de índole intelectual, facilitando con ello
en el porvenir una superior evolución de la humanidad.
En consecuencia, la ley cósmica, a la que
nada resiste, sumió a la raza atlante en una grandiosa pero muy materializada civilización. Las
clases directoras y gobernantes del imperio tolteca contribuyeron deliberadamente a extinguir las
facultades psíquicas, pues con egoístas fines las fueron debilitando y entorpeciendo en las clases
populares de atrasada evolución, al objeto de que desprovistas de ellas fuesen dóciles instrumentos
de sus ambiciones. De esta suerte, además de la natural acción de la ley cósmica en la pérdida de
las facultades psíquicas, contribuyó artificialmente a ella la acción de los gobernantes toltecas. Esto
me mueve a recordaros que nadie puede resistir el formidable empuje de la ley cósmica ni detener
la majestuosa marcha de la divina evolución; pero sí es posible que el hombre actúe en pro o en
contra de ella. Puede obrar bien o mal.
Si reconoce la sabiduría y grandeza de la evolución, a ella
cooperará con el cumplimiento de su deber y la sumisión a la divina voluntad; pero también puede
utilizar en su personal provecho, con fines egoístas, alguna de las fuerzas de la naturaleza en vez de
emplearla en contribuir a la realización de los divinos designios. Cuando el hombre se vale, con
fines egoístas, de las fuerzas del universo, engendra un mal karma individual, aunque sin afectar
por ello al karma colectivo de la raza.
Así vemos que el individuo puede malograr su porvenir y
hacerse miserable en el exiguo círculo de su personal evolución, aunque esté comprendido en la
amplísima esfera de la ley cósmica, y si egoístamente utiliza las fuerzas de la naturaleza, cosechará
frutos de árido egoísmo.
Por lo tanto, bajo la acción de la gran ley cósmica, puede engendrar el
individuo su buen o mal karma. Vale la pena de reflexionar sobre este asunto porque seguramente
os descifrará muchos enigmas, entre ellos cómo cabe que sea divina la ley de evolución que impele
al hombre hacia adelante, cual si adelantar fuese su fatal destino, cuando el hombre reconoce el
relativo albedrío de su voluntad.
A esto diremos que cada quién es libre de escoger su propio
camino, pero en el inmenso campo de la evolución. Los atlantes emplearon las fuerzas de la
naturaleza con fines egoístas, y la última consecuencia de su conducta fue la destrucción de la
Atlántida y el aniquilamiento de la raza, excepto algunos núcleos de población que, salvados de la
catástrofe, quedaron acá y allá, especialmente en el Perú donde dejaron vestigios de su gloriosa
civilización. Tanto era su esplendor, que aún en la época de la decadencia, cuando los españoles
conquistaron el imperio de los Incas, sorprendióles en extremo la dulzura, afabilidad y candor de
las gentes, la sabiduría de los gobernantes, la prosperidad y dicha del país entero. Esta civilización,
hollada por las invasoras huestes de los conquistadores, era el postrer destello de la civilización
atlante, de aquella civilización tan esplendente en su cenit como espantosa en su caída, que
anegaron las olas del Atlántico al engullirlas un tiempo amenas y rientes tierras de la Atlántida.
Llegamos ahora a la evolución de la raza a que pertenecemos; más para proseguir nuestro estudio
conviene recordar que el Logos de nuestro sistema se manifiesta en trino aspecto. Sabéis que en las
principales religiones la Trimurti o Trinidad representa a Dios manifestado, y también sabéis (por
lo menos los más pensadores y filosóficos), que las tres personas de la Trinidad son la trina
manifestación del único Dios, los tres aspectos de la única Esencia inmanifestada, sólo cognoscible
cuando se manifiesta existentemente en el universo.
En el Trino Logos se descubren los aspectos
de Poder, Sabiduría y Amor. Pues bien; todas las actividades humanas llevan la característica del
trino Logos y pueden relacionarse con uno u otro de los tres aspectos de poder, sabiduría y amor,
de suerte que las actividades de toda nación, estirpe o individuo se agrupan bajo dichos tres
aspectos. Expongo esta clasificación porque en un tema tan complejo como el que estamos
considerando, servirá a modo de armario con diversos cajoncillos donde ir colocando las diferentes
partes del tema para vuestro ulterior estudio y consideración. Recordemos que los tres son uno y
que, por lo tanto, se interpenetran pues la división en tres se refiere al aspecto fenoménico y no a la
esencia; pero como estamos en el mundo de los fenómenos, y la separación es fenoménica,
podemos considerar a los tres distintamente, sin que nos confundamos por ello con tal de tener
presente su fundamental unidad.
Tomemos la trina división y subdividamos cada uno de sus
elementos. En el Amor descubriremos aquellas actividades del ánimo que naturalmente se
relacionan por una parte con la religión y por otra con la filantropía, tomando ambas palabras en su
más amplio significado, es decir, que por religión entendemos el servicio tributado a los seres que
están sobre nosotros, y por filantropía el servicio prestado a los que están alrededor y debajo de
nosotros. Así, en el Amor incluimos el conjunto de las humanas actividades que tributan homenaje
y servicio a Quienes están más allá de nosotros en la evolución, y prestan ayuda compasiva y
auxilian a los que nos rodean y a quienes están más atrasados que nosotros. Si clasificamos a los
seres en dioses y hombres, tendremos que a la religión incumbe el directo servicio a los dioses,
mientras que la filantropía se contrae al servicio prestado en el plano físico a los hombres.
En la
Sabiduría se comprenden todas las actividades de la mente humana, tanto altas como bajas, que
podemos dividir en científicas, filosóficas y artísticas. Estos son los tres dilatados campos de las
actividades de la mente comprendidas en la Sabiduría; pero no vaya a creerse que el conocimiento
sea de por sí Sabiduría, sino el material de que por espiritual alquimia dimana la Sabiduría, porque
el conocimiento espiritualmente transmutado se convierte en Sabiduría, y por lo mismo agrupamos
bajo el título de Sabiduría el conjunto de las actividades del conocimiento.
En el Poder
comprendemos todas las actividades relacionadas con el gobierno humano, con el ejercicio de las
funciones administrativas y ejecutivas, la constitución de las nacionalidades y municipios, con todo
aquello en donde se ejerce el poder. También entran en esta división las creadoras facultades que
por derecho de nacimiento le corresponden al hombre como brote de la Divinidad, y que, sin
embargo, tan pocos comprenden y menos aún ejercitan conscientemente, a pesar de ser poderosos
medios de evolución y adelanto. Todos los esfuerzos de los divinos Instructores del pasado y del
presente se dirigen a poner estos vastísimos campos de actividad bajo el inteligente cultivo del
hombre, de suerte que con acierto labrados aseguren su evolución. Todos los esfuerzos de los
Maestros se encaminan a dirigir las actividades humanas de suerte que sean de amor, sabiduría o
poder y se encaucen derechamente en beneficio de la general evolución de la humanidad. A este
fin se han fundado las principales religiones, se dictaron los códigos de moral y se estimuló con
enérgicos impulsos el desarrollo intelectual de las gentes.
A este mismo fin, en nuestros días, se
han restaurado las antiguas verdades con el nombre helénico de Teosofía, que equivale a Sabiduría
divina, y no es más que un nuevo restablecimiento de la antigua verdad, logrado por el esfuerzo de
los Maestros que dirigen las actividades de la vida humana.
Hoy día es doblemente necesaria la
restauración de las antiguas verdades, porque si echáis una ojeada sobre el mundo, parece como si
el hombre hubiese llegado al límite de su poder en todas sus modalidades de actuación. Es ya
dueño del plano físico, y tanto se ha ocupado y tan grande ha sido su interés por los fenómenos
físicos, que no percibe las realidades de los planos superiores.
Si observamos las actividades de la
vida humana, veremos que en punto a religión, el materialismo la combate por un lado y la
superstición la socava por otro.
Contra la religión se asestan dos puñales: el del escepticismo
incrédulo y el de la superstición crédula. Ambos son dañinos para el progreso humano en esta
particular actividad. Si de la religión volvemos la vista hacia la filantropía en el mundo moderno,
vemos que la miseria está demasiado extendida y es en exceso intensa para que los hombres se
debatan contra ella. Donde la moderna civilización se muestra más pujante y esplendente, allí
vemos los más acerbos sufrimientos y las más horribles miserias capaces de aplastar la vida
humana. Al ver estas miserias, no sólo nos convencemos de que la filantropía es impotente para
remediarlas, sino que engendran resentimientos, rencores y odios de clase con amenaza de
anárquicas revoluciones. Así la civilización se estremece en sus cimientos y los hombres no saben
cómo afrontar el peligro, porque han perdido el espíritu de amor.
En los tres campos de la
Sabiduría no son menores las dificultades. La ciencia parece haber consumido todos sus recursos
materiales. Sus aparatos de observación y análisis son tan maravillosamente delicados, que no cabe
imaginar mayor perfeccionamiento. Sus balanzas de precisión son tan finas, que aprecian las
milésimas de miligramo; y sin embargo, dicen los científicos que todavía hay substancias
imponderables en tan delicadas balanzas. La ciencia está agotando sus recursos en cuanto con sus
métodos de investigación se relaciona, y a su pesar se ve compelida por misteriosas y sutiles
fuerzas que se negaba a reconocer. Si entramos en el laboratorio del químico y en el gabinete del
físico, echaremos de ver que actúan allí fuerzas imposibles de sujetar a peso ni medida. La realidad
de estas fuerzas confunde al científico, pues contrarían todos los métodos clásicos y difieren de
todo cuanto él se figura conocer de la naturaleza.
En filosofía advertimos la lucha entre el
materialismo ya desacreditado y el idealismo que no acierta a asentarse sobre firmes e
inconmovibles cimientos. En el arte echamos de ver la propensión a la extravagancia, la aridez y
esterilidad, sin nada nuevo ni original, sino tan sólo torpes remedos de las antiguas escuelas. Ha
perdido el arte su potencia creadora y si nos detenemos a mirar la tercera actividad, la del Poder,
¿qué vemos en el mundo moderno? Las naciones tantean una tras otra diversidad de regímenes
políticos. Perdieron los divinos gobernantes que un tiempo las condujeron por caminos de paz,
prosperidad y dicha, y ahora intentan compensar la pérdida de los reyes divinos entronizando al
policéfalo monarca llamado Pueblo. En vez de la divina monarquía de poderosos iniciados, han
instaurado los regímenes de autonomía y democracia, como si multiplicando la ignorancia por un
factor de millones de unidades, hubiese de dar por producto el conocimiento. Echaréis de ver que
en cuanto con el poder creador se relaciona, se ha perdido el verdadero conocimiento, y quien de él
hablara sería víctima del ridículo, porque las gentes desconocen la divinidad de su herencia. ¿Qué
nos enseña todo esto?
Que la humanidad colectivamente considerada se dispone a dar otro paso
adelante. Nos enseña que hemos llegado a uno de aquellos períodos de transición cuando, gastado
ya lo viejo, debe abrir sitio a un nuevo crecimiento y desarrollo. Entre tanta turbulencia y
desasosiego, entre tanta angustia y perplejidad, laten en el seno de la raza humana las semillas de
su próximo avance que restituirán a los tres órdenes de actividad su antigua eficacia mediante un
nuevo desarrollo por retrazados caminos de progreso. Porque, si bien la evolución no puede
retroceder sobre sus pasos para reproducir atávicamente las formas ancestrales, se mueve en línea
espiral que regenera en superior nivel lo que de mejor contuvo el inmediato inferior. La humanidad
camina hoy por esta espiral y da la vuelta a una espira, para restaurar con nuevos poderes y más
amplias posibilidades lo que bajo diferente forma existió en el pasado. Consideremos el Amor.
Cuando la humanidad de su próximo paso hacia adelante (ya se notan acá y allá señales de que va a
darlo) y haya perfeccionado su vehículo físico, comenzará la tarea de perfeccionar su segundo
vehículo de conciencia con el que ha de actuar libremente en el plano astral. Transcurridos millares
de años, la humanidad habrá ya perfeccionado dicho segundo vehículo y la mayoría de las gentes
serán capaces de actuar con él en el plano astral tan fácil y cómodamente como hoy actúan con el
cuerpo físico en el plano físico. No tendrá esta facultad todo el linaje humano, porque los hombres
no son iguales, según pretende absurdamente la moderna democracia; pero la inmensa mayoría
podrá valerse del cuerpo astral para actuar conscientemente en el plano de este nombre, sin dejar
por ello su actuación en el físico, y así progresará la humanidad.
¿Qué alteraciones producirá este
nuevo paso? En religión, tendrá la humanidad desplegado ante su abierta vista el plano astral,
donde algunos de los más poderosos Seres se manifiestan en forma humana para auxiliar e instruir
a los hombres. Entonces verán las gentes a las Entidades cuya existencia les declaró por fe la
religión y las conocerán como ahora conocen o se figuran que conocen a los seres que en cuerpo
físico los rodean. Conocerán a los habitantes del hoy invisible mundo.
De esta suerte, la mayoría
de la humanidad compartirá con los actualmente más adelantados el directo conocimiento y la
absoluta seguridad del mundo astral, que tan pocos conocen hoy, y se desvanecerá para siempre el
escepticismo, porque nadie podrá negar la existencia del mundo ahora invisible, cuando despierto y
consciente vea a los seres que en él habitan, como no puede negar la de sus parientes y amigos en
el plano físico.5
Al dar la humanidad el nuevo paso, la religión cambiará de carácter hasta el punto
de que todos los hombres conocerán cuanto conocieron y proclamaron los videntes y profetas,
porque será materia de su diario conocimiento y experiencia, resultando con ello el escepticismo
tan imposible como hoy lo es en las verdades científicas positivamente comprobadas. La
superstición sufrirá la misma suerte que el escepticismo, porque vive en tinieblas y se nutre de la
ignorancia. Vive y florece y es una maldición para las naciones, porque hay quienes se valen de la
tergiversada y contrahecha tradición del conocimiento, sin su vívida realidad, para esclavizar a sus
prójimos, cuya ignorancia los somete al dominio de quienes pretenden poseer las llaves del
conocimiento, aunque estas llaves estén enmohecidas y no sirvan para dar vuelta a la cerradura.
Más, no obstante el terror que a los ignorantes se les infunde para apartarlos del verdadero
conocimiento, la superstición es imposible cuando se abren los ojos del hombre. No podéis
imaginar el cúmulo de errores que de la superstición derivan en el plano astral. Es indecible la
miseria y el terror que sufren muchas almas al dejar el cuerpo físico y entrar en un mundo
desconocido y repleto para ellas de todos los imaginarios terrores de que la superstición dominada
por el falso conocimiento lo pobló. Sobre todo así ocurre en Occidente, donde tan divulgada está la
idea del infierno eterno y se les enseña a las gentes que después de la muerte no hay adelanto ni
progreso, y que a los pecadores se les sumerge en un lago de fuego y azufre por toda eternidad, sin
esperanza de remedio ni salvación. No es posible imaginar el efecto que estas arraigadas
supersticiones producen en el mundo astral a quienes allí pasan dominados por ellas. Creídos de
que todo cuanto les enseñaron sus ignorantes maestros es verdad o puede serlo, se figuran que van
a ser víctimas de semejantes horrores, y con muchas dificultades tropiezan los auxiliadores del
plano astral para ir disipando poco a poco el terror de aquellas pobres almas y darles a entender que
la ley es la misma por doquiera y no cabe malicia ni malignidad en las potestades directoras del
universo.
Así tenemos que el escepticismo y la superstición serán imposibles. Habrá otras dificultades, problemas y enigmas; pero los dos gemelos enemigos del hombre, el escepticismo y la
superstición, quedarán extirpados sin posibilidad de rebrote cuando aquel día llegue para la
humanidad. También será muy grande el adelanto en el aspecto del amor que llamamos filantropía,
pues desde el plano astral se puede hacer en favor de la humanidad mucho más que desde el plano
físico, porque las actividades físicas tienen más hojarasca que fruto. Veis a un gobernante dictando
leyes, decretos y reglamentos sin descanso, y las gentes se admiran de lo intenso de su labor y
esperan que ha de ser muy provechoso su trabajo. Pero en extremo mezquinos y desabridos son los
frutos en comparación de la oculta labor silente y tranquila que sin esfuerzos físicos ni meneo de
lengua efectúa la actuación de la mente en el sutil medio que influye en los pensamientos de los
hombres con mayor eficacia que en sus cuerpos.
Cuando la humanidad ascienda a este superior
plano, dicha influencia se derramará mucho más copiosamente que hoy día, y la miseria, el crimen
y el vicio se combatirán influyendo en las mentes de los hombres para purificarlas y elevarlas,
realzándolas de esta suerte sobre las circunstancias que ahora las asedian. Habéis de advertir que
cuando engendráis un pensamiento rencoroso, impuro sórdido o vengativo, lo mandáis a las gentes
del mundo como una fuerza viva, un agente activo que planea sobre las masas humanas y se lo
asimila el más débil y receptivo, el menos desarrollado, de suerte que estos pensamientos de
individuos al parecer respetables, esparcen las semillas del crimen entre las gentes de inferior clase
social, cuyos delitos nutren en gran parte el mal karma de quienes con sus pensamientos los
estimularon.
Esto no lo conocen como debieran la generalidad de las gentes ni lo creen cual
habrían de creerlo. Todo hombre poseído de sentimientos de venganza envía al plano astral una
fuerza destructora, y cuando alguna débil personalidad se interpone con un mal karma en
adversidad de circunstancias, pasiones indómitas e impulsos irreductibles, se acumulan en él los
siniestros pensamientos de gentes de representación social, y si llega a excitarlo alguna injuria o a
descomponerlo algún agravio, arriesgan dichos pensamientos a inducirle al asesinato; pero aunque
él haya blandido el arma homicida en sus manos físicas, el golpe recibió su impulso de los
pensamientos engendrados por quienes sintieron mortífera venganza, por más que no aparezcan en
plástica forma. No se extinguirán los crímenes de la plebe social hasta que se purifiquen las mentes
de las clases superiores cuya educación las obliga a comprender la naturaleza de las cosas.
Cuando
todo esto se vea y conozca y el mundo astral se abra a la vista de los hombres, dispondrá la
humanidad de otra valiosa fuerza que la auxilie y la realce, porque nadie negará entonces el poder
del pensamiento y todos apreciarán su responsabilidad por los pensamientos que engendren, y
emitirán amorosas y auxiliadoras influencias en vez de las siniestras que con tanta frecuencia
emiten hoy. También entonces se convencerán las gentes de la posibilidad de recibir directa ayuda
de los mundos superiores, como actualmente se recibe, pues los descubrimientos de los científicos
suelen tener su origen en la influencia que la mente del descubridor recibe del mundo mental.
Cuando un científico, como, por ejemplo, sir Guillermo Crookes, descubre la génesis de los
átomos, una de las más delicadas generalizaciones de la ciencia moderna, ¿creéis que procede de
abajo arriba para llegar a tan alto? Por el contrario, las nuevas ideas provienen de arriba y no de
abajo, porque los Maestros influyen en las mentes de quienes poseen alguna aptitud utilizable, y
desde el mundo mental a través del astral, donde los pensamientos son formas vivientes y activas,
influyen en algunos individuos con objeto de apresurar el progreso del mundo y facilitar el
adelanto de la humanidad. Esta influencia no es más frecuente hoy día, porque hasta que el hombre
no mejore su naturaleza moral, no conviene que conozca demasiado las invisibles fuerzas actuantes
tras el velo, pues abusaría de ellas en vez de aprovecharlas, y las emplearía para oprimir a las
gentes con egoístas propósitos en vez de aplicarlas al bien de la humanidad. Por esta razón no se
divulga más rápidamente dicho conocimiento ni recibe la ciencia más poderoso auxilio.
Como dice
un Maestro, la ciencia ha de emplearse en servicio de la humanidad para obtener mayor ayuda de
los Auxiliadores y Salvadores de la raza humana. Más rápido aún será el progreso en otros sentidos
cuando llegue el día que vislumbramos. En educación supongo que nadie negará cuán mayor
provecho obtendrían los educandos si los educadores supieran estimular directamente las buenas
cualidades y sofocar las siniestras. Sabemos que en torno de cada individuo hay un aura, visible a
los adiestrados ojos del yogui, que denota el desarrollo de la mente, la índole del carácter y el
estado de adelanto del alma residente en aquel cuerpo, con todas sus características y cualidades.
Cada individuo lleva en su alrededor este registro de su condición como prueba evidente del grado
de evolución en que se halla, y que revela los pensamientos y el carácter a una vista ejercitada con
tanta facilidad como la vida física percibe los rasgos fisonómicos, pero con mayor exactitud por lo
que se refiere al carácter del hombre. Ahora bien; cuando nace un niño, al pasar por las primeras
fases de crecimiento, tiene su aura la particularidad de entrañar los resultados kármicos del pasado,
aunque la mayor parte de las congénitas cualidades mentales y morales están latentes y no en plena
actualización.
El aura del niño es relativamente pura; sus colores son nítidos y diáfanos, no
pesados, sucios y espesos como en el adulto. En el aura infantil residen los gérmenes de las
inclinaciones, unas buenas y otras malas, que más tarde manifestará. La vista ejercitada que
distinga estas características podrá estimular las buenas y reprimir las malas rodeando al niño de
favorables influencias.
El agricultor que necesita una planta sana y robusta siembra la semilla en
buen terreno, la riega y procura que le dé el sol. Según el cultivo, así será lozano o desmedrado el
crecimiento de la planta. Análogamente sucede en la educación del niño. Cuando nace ya lleva en
sí los gérmenes de iracundia y de ardiente y pasional temperamento, pongamos por caso.
Si los que
le rodean estuviesen dotados de conocimiento y sabiduría, acertarían en el método de educación.
No consentirían que jamás oyese aquel niño ni una palabra colérica ni viese una acción pasional.
Todos cuantos familiarmente le trataran habrían de ser de apacible, amoroso y dominado carácter,
sin nunca excitar el germen latente con las coléricas vibraciones de los adultos que lo vitalizarían
provocando su crecimiento y fructificación.
Así es preciso rodear al niño de influencias
estimulantes de todo lo bueno, noble y puro. Si de esta suerte se procediera con todos los niños, la
humanidad adelantaría con velocidad de carrerista, mientras que ahora va a paso de lisiado. La
ignorancia nubla la mente de los hombres, que no saben cómo educar a la niñez. Fracasan todos los
métodos; pero no habrá fracaso cuando aumente el conocimiento del hombre y los maestros
eduquen a los niños según el aura de cada cual y no a ciegas como hoy día. Entonces los educarán
con pleno conocimiento y no por ignorancia. Esta necesidad de la verdadera educación explica por
qué en antiguos tiempos se confiaba la dirección de todo niño a un preceptor religioso o gurú, cuya
disciplinada mente influía en la del educando con auxilio de una intuición más profunda que la de
los hombres vulgares.
El gurú solía ser varón sabio y vidente que acertaba a estimular en el
educando las buenas cualidades y reprimir las malas. Pero como ya no hay verdaderos gurús o
preceptores sinceramente religiosos, la humanidad ha perdido esta gran ventaja, aunque la
recobrará cuando el conocimiento se divulgue entre las gentes y un mayor estado de desarrollo
facilite la noble educación de la infancia. En todas las modalidades de conocimiento cambiarán los
métodos. El médico no se verá en la precisión de diagnosticar una enfermedad por los síntomas, ni
por razonamiento, sino por videncia.
Algunos individuos diagnostican ya por medio de las
facultades clarividentes cuya vista penetra a través de la materia física sin que la eclipse la
densidad del cuerpo, y ven la enfermedad y descubren exactamente las lesiones de los órganos
internos, dando después al médico los informes convenientes para recetar con perfecto
conocimiento de la dolencia. Imaginad cuán diferente sería la medicina si los médicos tuviesen esta
clarividencia que hoy es facultad de unos cuantos individuos, y por ella pudieran diagnosticar con
seguridad y recetar con absoluta precisión según lo que hubiesen visto. Cosa parecida sucederá en
química, porque cuando los químicos posean vista astral, harán muchísimo más de lo que ahora
hacen, y en vez de combinar los cuerpos y computar sus proporciones y equivalencias por
conjetura, sin tener completa seguridad acerca del resultado del experimento, procederán por visión
exacta de las fuerzas y agentes químicos, apresurando el adelanto de la ciencia y previniendo
muchísimos accidentes.
En el número de Noviembre de 1895 de la revista Lucifer, apareció un
artículo que insinúa el modo de realizarse el progreso de la ciencia. Allí se dice que cuando el
hombre haya hecho utilizable su vehículo astral, se ensancharán considerablemente los límites del
conocimiento. En cuanto a la sicología, tenemos que cuando los hombres puedan comunicarse
unos con otros por medio del pensamiento, en vez de emplear los lentos métodos de la pluma y la
imprenta, volarán las ideas de cerebro a cerebro sin necesidad de los tardos procedimientos que
usamos hoy día. Por lo referente al mundo físico, esta generalizada transmisión del pensamiento
significará que la separación es ya cosa del pasado, pues ni montes ni mares podrán apartar al
hombre de sus amigos y parientes. Significará que cuando el hombre domine el plano astral de la
naturaleza podrá comunicarse con los demás hombres mente a mente, doquiera resida o por
doquiera viaje, pues para la mente no hay limitaciones de tiempo y espacio como las hay en el
mundo físico.
Cuando el hombre perfeccione su vehículo astral podrá relacionarse continuamente
con quienes ame, y la separación habrá perdido su dolor, como la muerte perderá también su poder
de separar. Considerad la vida de los individuos y de las naciones tal como es hoy día y veréis que
la muerte y la separación son las dos amargas tristezas que afligen a la humanidad. Ambas
perderán su poder de herir cuando el hombre dé este gran paso hacia adelante. Ambas perderán su
poder de separar cuando el hombre llegue a este superior nivel. Todo cuanto sólo poseen hoy los
discípulos será entonces compartido por la mayoría de la humanidad. ¡Y cuán mucho más hermosa
será la vida terrena del hombre cuando barridas estas influencias ya no le conturben! Lo mismo
cabe afirmar de la filosofía con su entonces más agudo conocimiento de las posibilidades de la
materia y su más intensa intuición de las realidades de la vida. Asimismo sucederá con la escritura
de la historia, cuando los historiadores tengan su fuente en las crónicas akásicas y no escriban
parcialmente para halagar las pasiones de un partido político, apoyar alguna falsa teoría sobre el
progreso humano o robustecer alguna hipótesis de científica Imaginación.
Toda la historia está en
los imperecederos e indestructibles archivos del akasa. Ningún hecho o suceso pretérito de la
humanidad deja de estar allí anotado. No hay acontecimiento de la historia humana que no esté allí
escrito por los ojos capaces de ver. Tiempo vendrá en que toda la historia se escriba de acuerdo con
los documentos akásicos en vez de escribirla ignorantemente como ahora; y cuando los hombres
necesiten conocer el pasado escudriñarán los perdurables archivos y de ellos inferirán las
provechosas lecciones de pasadas experiencias para estimular el rápido desenvolvimiento de la
humanidad. Respecto a lo que será el arte cuando estos nuevos poderes lleguen a manos del
hombre, sólo son capaces de comprenderlo los pocos que de ellos se valen ahora. Nuevas formas
de indecible belleza y nuevos colores de inimaginable esplendor desconocidos en el mundo físico,
y que son imposibles de describir porque el color escapa a toda descripción verbal, tomarán
existencia en la sutil materia del plano astral.
Formas y colores enriquecerán la región del arte con
maravillosas posibilidades de los sentidos sutiles. ¿Y qué diremos de la voluntad y del poder?
Entonces se restaurará en la tierra la divina monarquía y los hombres ocuparán en la sociedad el
lugar correspondiente a su grado de evolución, y no por compadrazgo o conjetura de sus méritos,
como sucede hoy día. Todos los hombres conocerán lo que cada cual es y lo que los demás son,
porque en el aura estarán visiblemente impresas sus cualidades mentales y morales, y por lo tanto,
la posición social que cada uno merezca ocupar. Entonces se destinará a los jóvenes a la profesión
mejor adecuada a sus aptitudes y facultades con seguridad de éxito, y no habrá el descontento de
hoy día, porque el descontento dimana de las facultades malogradas y del sentimiento de injusticia
que invade la mente de los hombres al ver que poseen aptitudes sin ocasión de emplearlas y
facultades a que no pueden dar aplicación. Si estos tales tuvieran verdadero conocimiento,
comprenderían que las circunstancias en que se ven son kármicas; pero ahora tratamos de las
masas y no de los individuos razonables.
El descontento será imposible cuando cada hombre esté
en el lugar para el que le capaciten sus notorias facultades, y así quedará nuevamente la sociedad
bien ordenada. También entonces sabremos tratar mejor a los tipos inferiores de la humanidad. No
castigaremos, sino que corregiremos a los criminales. No los mataremos; los educaremos, porque
nuestros ojos verán el preciso punto en que es necesario el auxilio, y habrá sabiduría en reformar
en vez de cólera en infligir castigo. No solamente cambiará la sociedad merced a esta influencia en
la naturaleza de los hombres, sino que igualmente variará de aspecto el reino animal por el
plasmante poder del hombre. Ya no será el tirano y opresor como ahora, sino el educador y
maestro del mundo animal.
Cumplirá su destino de ser el auxiliador del bruto y no su opresor
abusivo como tan grandemente lo es hoy día. Todas las formas de crueldad irán desapareciendo
poco a poco y la sangre de los animales no manchará la tierra como con tanta abundancia la
mancha ahora. Los animales ya no huirán con horror y espanto del hombre mirándole como
enemigo en vez de reconocerle por amigo, porque caminaremos hacia una edad de oro en que
todos los seres vivientes sentirán amor sin sombra de odio. Todo cuanto expongo parece un cuento
de hadas, pero es la realidad de la próxima etapa de la humana evolución, el resultado de la
conquista del plano astral. ¿Qué sucederá cuando el hombre se eleve a todavía superior nivel y
ocupe en plena y despierta conciencia el plano mental? Sólo puedo poner un par de ejemplos que
os muestren el triunfo de la explayada conciencia.
En aquellos remontísimos días, un orador
causará en el auditorio muy diferente efecto que causan los de hoy día, pues en vez de escuchar los
oyentes palabras de articulados sones que conducen por el oído a la mente tan sólo una parte y aún
imperfecta del pensamiento, percibirían en toda su integridad el pensamiento del orador, que
brotará ante sus ojos en bellísimas formas de radiantes colores y armoniosos sonidos, como si el
orador entonara un himno que hinchiera la sala de perfectos acordes, formas y matices. Así serán
los oradores del porvenir cuando el hombre domine el tercer plano de conciencia y de vida. ¿Diréis
acaso que sueño? Pues os responderé que aún hoy mismo hay quienes actúan en el plano mental y
lo perciben y lo ven y lo conocen, porque atravesaron el velo que ciega a la mayoría de la
humanidad y le oculta las posibilidades de la vida superior.
Porque así como un hombre puede ver
desde lo alto de una torre todo el paisaje circundante y percibir formas, sonidos y colores en todos
los puntos del panorama; pero si baja de la torre sólo descubrirá la porción de paisaje que alcance a
ver desde un ventanuco abierto en los bajos de la escalera, así en el plano mental le afluye al
hombre el conocimiento de todas partes, no por conducto de los actuales sentidos del cuerpo físico,
sino por medio de un sólo sentido capaz de percibir cuantas vibraciones le hieran. Pero cuando el
hombre desciende de la torre mental a los bajos del cuerpo físico, sólo puede ver lo que del mundo
exterior le permitan percibir los ventanucos de ojos, oídos y narices abiertos en la pared del cuerpo
físico. Únicamente cuando nos elevamos más allá de este cuerpo, hasta llegar a lo alto de la torre
mental, podemos contemplar el mundo circundante con todas sus maravillosas glorias y
hermosuras. También entonces será la vida mucho más intensa.
Los más vigorosos pensamientos
científicos llegan del plano mental a través del astral. Las poderosas Inteligencias que hoy día
auxilian al hombre en el mundo físico vienen del plano mental enviadas por Quienes en él actúan
conscientemente. Los discípulos de los Maestros, los que transpusieron el portal de la iniciación,
trabajan allí en conciencia vigilica para ayudar al hombre y realzar el nivel de la humanidad.
Pueden actuar los discípulos en el mundo físico; pero trabajan mucho más y con mayor eficacia en
el plano mental. Allí intensifican sus actividades y prestan sus más amplios servicios. Cuando la
mayoría de los hombres lleguen al plano mental, ¡cuán numerosos serán los obreros y cuán nutrida
la hueste de auxiliadores! Hoy día sólo actúan unos cuantos centenares para auxiliar a millones de
gentes, y la tarea ha de ser forzosamente incompleta a causa del exiguo número de operarios. Pero
cuando la masa general de la humanidad alcance el plano de la mente, se apresurará en grado
extraordinario la evolución de los tipos inferiores.
Progresará entonces la raza humana con una
rapidez que no cabe ahora imaginar. Todavía más allá se extiende otro plano que también el
hombre ha de conquistar. Es el plano búdico, la esfera llamada turiya, donde prevalece la unidad y
el hombre se reconoce en unidad con todos los seres del universo manifestado. Antes de que
termine el actual manvantara, ocupará el hombre colectivo la región búdica, hoy día sólo accesible
conscientemente a los que están en la última etapa del sendero del discipulado. La séptima raza de
la humanidad actuará en el plano búdico, donde la amplísima conciencia no consentirá separación
divisoria entre los hombres. Cada cual reconocerá su unidad con los demás, y sentirá, pensará y
conocerá como ellos sientan, piensan y conozcan. La Conciencia humana será entonces lo bastante
amplia para abarcar millones de conciencias y la confraternidad se habrá realizado en toda su
plenitud. En el plano búdico se ve la esencia de las cosas y no sólo sus aspectos exteriores. Se ven
las realidades que entrañan los fenómenos. Se reconoce la existencia del único Yo residente en
todas las cosas.
El odio será por jamás imposible para el hombre consciente. Aún más allá, se
extiende otro plano inefable al que los sabios llaman nirvánico, sin lograr describirlo, aunque lo
intentaron, porque a tanto no llega el lenguaje humano, y de cuyos esfuerzos para darlo a
comprender sólo han resultado errores y tergiversaciones. Alcanza allí la conciencia un estado
inimaginable por lo sublime, porque abarca el universo entero y así le parece inconsciencia a la
limitada mente concreta del hombre físico. Pero valga decir que la consciente vida de los Seres del
plano nirvánico es tan excelsa y sublime, que con ella comparada resulta la nuestra como la del
mineral por las limitaciones que la sujetan, las tinieblas que la ciegan y la incapacidad de sus
métodos de actuación.
La vida en el plano nirvánico supera a cuanto pueda soñar el hombre
terreno, y su actividad transciende todas las posibilidades de nuestro pensamiento. Es vida una, y
sin embargo se derrama en manifestadas actividades, como la manifiesta luz del Logos cuyos rayos
alumbran el universo entero. Es la meta final del hombre en este manvantara. Llegará a ella cuando
la séptima raza haya terminado su carrera, y las primicias de nuestra humanidad que ya la han
alcanzado, verán en su alrededor innumerables multitudes que entonces la alcanzarán para gozar
por toda una eternidad de la vida del Logos perfectamente reflejada en quienes crecieron a su
imagen y semejanza, hasta que un nuevo universo nazca a la manifestada actividad. Los seres
unidos al Logos del pasado universo constituirán el Logos que construya el nuevo universo donde
evolucione una nueva humanidad. ¡Tal es el porvenir que nos aguarda! ¡Tal la gloria que se nos ha
de revelar!
ANNIE BESANT
FIN
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5 No discuto la cuestión filosófica acerca de lo real y lo ilusorio. Trato del Universo fenoménico
y empleo las palabras en su acepción ordinaria y corriente en la conversación.