La
Naturaleza toda es una Transformación, pues representa un proceso universal al
que se aplica esta palabra desde el punto de vista de que algo que está dentro
de cada cosa -la vida, la naturaleza de la cosa- se transforma. La palabra “Transformación”
implica una continuidad. Lo que ha llegado a ser lo que es, es en esencia lo
mismo que era, aunque diferente. El cambio que ocurre lo describe la Ciencia
desde otro punto de mira como evolución, sin esta connotación sicológica. Los
tipos viejos han desaparecido, pero de ellos ha emergido algo nuevo y mejor.
Todo
individuo presenta externamente en su naturaleza, el aspecto de una Transformación.
Está cambiando constantemente. Esto es cierto no sólo con respecto a cada hombre,
sino a cada cosa o vida en la Naturaleza.
Sin
embargo en medio de esta Transformación hay un estado que puede describirse
como Ser.
El Logos, cuya Vida es la Vida Una, se manifiesta en cada cosa
individual como un estado de Ser en esa individualidad. Si El se manifiesta en
cada cosa, no podemos sino considerarlo como perfecto en cada una de Sus
manifestaciones. El debe ser perfecto, ya sea en la infinidad, o en medio de
las limitaciones que definen lo finito. Toda individualidad, toda forma, ha de
tener una definición, y está necesariamente limitada por esa definición.
Shri
Krishna en el Bhagavad Gita, hablando como una Encarnación del Logos, dice: “Yo
soy el Ser que está en el corazón de todos los Seres”, y procede a describirse
como la esencia de cada tipo distintivo de Ser que se encuentra en el universo.
Esa es la Inmanencia Divina. Si El está allí tiene que estarlo sin quedar
implicado en la transformación, sino en un estado de perfección adecuado a cada
cosa, o sea en ese estado que representa la perfección que ella ha de alcanzar.
En un estado ya perfecto no hay necesidad ni causa de cambio.
Si
podemos imaginar el Ser Divino morando de alguna manera misteriosa o mística en
cada individualidad, debe estar allí en un estado que, debido a su misma
perfección no admita cambio.
La perfección es un fin en si misma, no un medio
para un fin, aunque sea una perfección limitada. Representa una cima más allá
de la cual no puede uno ir, aunque haya otras cimas.
Hay,
desde luego, innumerables estados que constituyen el proceso de transformación
para cada cosa individual, y algunos permiten más que otros la revelación de la
naturaleza del Ser interno.
Aunque todos sean Dioses (¿No sabéis que sois
Dioses?”) la Divinidad está más manifiesta en unos que en otros. En cada estado
de Transformación el Ser Divino está manifiesto en un grado proporcional a ese
estado.
El
uso de la palabra “grado” no implica imperfección. El estado de Ser en cada cosa
puede imaginarse como un círculo perfecto el cual se ha usado como símbolo de
eternidad porque en un círculo no hay ni principio ni fin. Puede haber una
infinidad de círculos, de tamaños que varían desde el infinito hasta un punto.
Pero sea cual sea el tamaño, cada círculo es completo en sí mismo.
Imaginemos,
pues, una serie infinita de círculos concéntricos, que representan todos al
mismo y único Ser, pero desde un punto de mira que continuamente crece. Desde
otro punto de mira que incluye una nueva dimensión, pueden considerarse estos
círculos como secciones de una esfera perfecta, perpendiculares a uno de sus
innumerables diámetros. Todas esas secciones que serian infinitas en número,
constituirían la totalidad del Ser en ese diámetro, el cual no es sino uno
entre un número infinito de diámetros posibles. Así pues, la naturaleza del
Ser, desde cualquier dirección que nos acerquemos a ella, o sea por medio de la
cualidad innata de cualquier forma-arquetipo, es una y sin embargo infinita,
inmutable en su unidad, pero variable en su revelación de sí misma.
¿Qué
puede significar Ser, para nosotros?
Ser es un estado fuera del tiempo; un
estado de integridad en el que no hay vacío alguno; un estado como el que
experimentamos en un momento de amor total o de belleza perfecta. Es un estado
absoluto que cuando ocurre, rompe la continuidad de lo relativo. Nuestras
mentes se mueven por asociación de una cosa a otra. Pero de vez en cuando la
consciencia -que difícilmente puede llamarse mente- cae en un estado que es completo
en sí mismo. Cuando la experiencia es así completa, no tiene relación de
continuidad con lo antecedente o con lo que sigue después. Una continuidad
necesaria implicaría en toda su extensión una falta de plenitud propia, y por
tanto imperfección. Y así por el momento se interrumpe la sucesión que llamamos
tiempo.
La
absolutividad consiste en un estado no dividido, o sea una unidad. Si existe la
unidad de todo, y el Logos conserva Su naturaleza de unidad en cada
manifestación Suya, no hay partes siquiera en esa manifestación, en el sentido
de elementos de ella en vías de Transformación. Lo que es una unidad está perfectamente
integrado, es siempre un absoluto.
El
estado de ser en cualquier individuo es un reflejo del Ser universal, una
integridad que está incluida en una integridad mayor. Hasta cuando se refleja
ligeramente es una consciencia receptiva, despierta una sensación de unidad, de
comunidad, si no de comunión, con todos los demás seres. El sentimiento de que
lo otro es diferente y separado, se olvida por el momento. Lo otro es
diferente, si, pero no separado. Este sentimiento interno no está muy lejano
del amor; pero es amor sin posesión ni auto-gratificación.
El
amor lleva consigo el significado de una fuerza que se irradia, una objetividad
subjetiva, una intensa radiación. Pero un estado de Ser sugiere encierro en sí
mismo. ¿Es el estado que se llama Ser, un estado de encierro en uno mismo, o un
estado de irradiación? Es ambas cosas. Cuando hay la condición de armonía, está
encerrado en sí mismo, y sin embargo esa armonía puede tener el efecto más
encantador sobre todos los que sean receptivos a ese efecto. Es como el fuego
de una piedra preciosa, que es a la vez tranquilo y brillante.
Cuando
hay integridad, un sentido de plenitud, hay felicidad absoluta. En nuestra experiencia
normal, el estar enamorado representa este estado, porque cuando una persona
está enamorada, si es un amor puro y no meramente una forma de lujuria, si es el
amor que busca dar y no tomar o apropiarse, no hay en esa persona el deseo de
salir de ese estado. Está supremamente contento. En esa integridad hay Belleza
eterna e inmortal, porque la experiencia de lo Bello es siempre una experiencia
completa.
Aunque
Ser y Transformación son dos estados muy diferentes, debe haber una relación
entre ellos.
Si no la hubiere, no estarían en condición ni siquiera de discutir
la naturaleza del Ser. Esa relación puede describirse como de conocimiento puro
desde el nivel del Ser. Bajo la luz que emana del estado de Ser existe la
posibilidad de comprender el proceso de Transformación,
La
Luz que entra en la Transformación crea la posibilidad del Discernimiento. La
mente iluminada por esta luz no coloca una meta fuera del estado del Ser. Si
deseara algo fuera de ese estado, sería un deseo falso. El único deseo verdadero
es una expresión fiel o natural del Ser, cuya expresión también es Ser. Pues si
Ser es un estado completo, no existe nada perteneciente a él fuera de esa integridad.
El deseo de algo fuera de la experiencia del momento pertenece los niveles de
lo incompleto.
En el Hombre Perfecto, en el estado de Ser perfecto, no puede
existir tal deseo. Todo deseo, toda codicia, todo temor, toda ambición, es una
deformación, no de ese Ser que es una armonía integral sino del aura, de la
envoltura externa, de ese medio reflejante y transformante en que está
envuelto.
La voluntad del Ser puro es una auto-realización perfecta, el desarrollo
o expresión de esa armonía que El es, en formas cuya esencia íntima está
implícita en el espíritu de esa armonía.
No
“transformarse” no implica una condición estática, ni contentamiento consigo.
Ser es siempre potencialmente un estado dinámico. Genera movimiento. El Ser
único, donde permanece enroscada la serpiente de la Eternidad, es la causa de
las energías universales. Lo que causa un movimiento falso es aquella transformación
que sueña con la glorificación y expansión de sí mismo.
Cuando
se usa la palabra “Ser”, como al hacer referencia al Ser Supremo o Logos, introducimos
en el concepto que formamos cierto sentido de ego-idad, una nota de auto
afirmación humana, -yo soy yo- que es nuestra constante experiencia de nosotros
mismos. Pero el puro Ser no incluye semejante auto-proyección consciente. Ser
es simplemente existir (prescindiendo por el momento del significado de “ex” en
la palabra “existencia”). No hay discordancia entre el Ser en cualquier forma,
y su trasfondo universal, como tampoco la hay entre el Logos y el Parabrahmán o
Mulaprakriti.
La
perfección hacia la que toda cosa está evolucionando, junto con la perfección
de todo otro ser, constituye una totalidad, porque ellas son aspectos del Ser
Uno que es perfecto. La perfección de cada cosa es un estado de la Perfección
total. El Ser de uno y todos es el principio, el corazón, y el fin de su Transformación.
La consciencia que está fuera del tiempo reposa en ese Ser, que es uno con todo
otro Ser, expresando cada uno nada más que un estado del Ser Uno. Cuando la
consciencia no está ocupada en una transformación, el Ser permanece, y ella
está absorta en ese Ser.
N. SRI RAM
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