Puesto que sólo hay, en verdad el Uno, todas
las cosas han nacido de ese Uno, todas las cosas deben estar relacionadas entre
sí. Esta relación es como un modelo subyacente, o una base, como si dijéramos
sobre la cual tenemos que edificar. Y toda la evolución es ese edificio.
Es una
verdad trillada que todas las relaciones ocurren en el campo de lo relativo y
no de lo absoluto.
Sólo
cuando comenzamos a vislumbrar la luz que brilla desde arriba, empezamos realizar
que todo es vida, que todo es ley y que todo es relación en la Naturaleza.
Nuestras
relaciones están cambiando constantemente, no sólo de una a otra vida, sino aún
dentro del lapso de una sola vida. Una relación de un hombre hacia su hijo como
bebé no es la misma que cuando el hijo es ya un hombre. Ni tampoco su relación
con su novia o con su esposa durante la luna de miel es la misma que con la que
ha sido su esposa por treinta años o más.
Si
cada uno se considera a si mismo como es, puede ver que está relacionado por
todos lados.
Es una unidad dentro de una red de relaciones, un punto en el que
se intersectan muchas líneas.
Es un punto sobre una esfera, en torno del cual y
a través del cual pasan una infinidad de círculos.
Los círculos que rodean al
punto pueden considerarse como ambientales: los círculos que pasan por el punto
como círculos de relaciones de consciencia o de vida.
Consideremos
estas últimas líneas. Algunas están vivificadas, otras no. Galvanizar cada una
de esas líneas es la culminación del proceso evolutivo.
Es
interesante esta pregunta metafísica: ¿Son las líneas radiaciones del punto, o
es el punto el sitio de unión de las líneas? En otras palabras. ¿Es la
individualidad creación de las fuerzas, o son las fuerzas rayos de la individualidad?
¿Es el Logos un centro para la Luz del Logos, o es esta Luz la ampliación del
Logos?
Nuestras
relaciones son externas e internas, porque el Universo es externo e interno.
Las relaciones externas son relaciones de Karma, la ley de interacción; las
relaciones internas son relaciones de afinidad, de Espíritu, de Rayos,
sub-Rayos, sub-sub-Rayos, y así sucesivamente. A medida que lo externo y lo
interno se aproximan entre sí; a medida que el Cielo y la Tierra se unen; a
medida que tiene lugar la conjunción del Espíritu y la Materia (que ahora están
en oposición), todas las cosas se re-agrupan. Esta reagrupación es un proceso
dentro del tiempo.
Las
relaciones externas son de tiempo, lugar y circunstancia. Entre las relaciones
de la materia y las relaciones del Espíritu, están las relaciones que
experimentamos de momento a momento, o sean las relaciones o reacciones de
nuestra consciencia. Son estas las que especialmente nos interesan, pues las
que pertenecen al Espíritu, a la Realidad pura, están más allá de nuestro
alcance por el momento. Y las que nacen de la materia, el karma pretérito,
tenemos que tomarlas como vienen.
Nuestras
relaciones son con personas, tanto como con cosas, y ocurren en todos los tres
planos: del pensamiento, de la emoción y de la acción física. Todas nuestras
instituciones no son sino cierta estabilización de relaciones, que fijan el
modelo para la acción externa, que determinan su naturaleza dentro de ciertos
límites. Lo externo está obligado a seguir a lo interno, tal como la corteza se
amolda a los contornos del árbol vivo. Por ejemplo, si hay un sentimiento
interno de igualdad con los demás, no habrá desigualdad duradera en las
condiciones externas.
¿Cómo
estamos relacionados con los de más en nuestros pensamientos y sentimientos?
¿Cómo respondemos internamente a su presencia? ¿Cómo obramos sobre ellos con
nuestros pensamientos y propósitos callados? Estos se manifestarán en la
conducta externa.
El
mundo externo es un mundo de conflictos, especialmente ahora. Fundamentalmente, estos conflictos son de opuestos: Oriente y Occidente; capital y
trabajo; de color y blanco; ideas de la juventud y de la madurez; nuevo y viejo;
hombre y mujer; y así sucesivamente.
En toda relación entre apuestos, la
primera fase es de indiferencia, debida a falta de Contacto interno o externo.
La
siguiente es una forma de contacto que resulta en una tensión, la cual conduce
a la prevalencia del uno sobre el otro: dominio de uno, y represión o
explotación del otro. Esto da nacimiento primero al descontento por parte del
reprimido; luego a resistencia y rebelión, y finalmente a una ruptura completa
de la antigua relación. Puede haber todavía más conflicto, pero ahora será más
como entre iguales, con pactos de remiendo, compromisos e inseguridad. Con el
tiempo todo esto alcanzará un equilibrio, una relación de armonía, y
cooperación con buena disposición de espíritu, y conservando ambas partes su libertad.
Este
drama de conflictos lo vemos en las relaciones raciales y estatales, como por
ejemplo, entre Inglaterra e India; también en las relaciones entre capital y
trabajo. En esta última estamos en la etapa de los pactos y compromisos. Vemos
el conflicto también en la relación entre hombre y mujer, si bien aquí el
proceso es muy sutil. A las mujeres ya no se las considera como bienes muebles,
pero todavía no son tan libres como se cree; todavía no gozan de libertad en
muchos países orientales, ni participan en el manejo de los asuntos nacionales
y mundiales.
Toda
nueva idea pasa por variaciones similares en el tratamiento a que es sometida.
Primero se la trata con indiferencia; luego, si es suficientemente importante
para turbar las condiciones antiguas, sufre mofa y persecución; y, por último, cuando
la nueva idea prevalece -como debe
suceder si es verdadera- es aceptada hasta con orgullo. Hasta los tiranos son
aceptados cuando triunfan, y entonces obtienen el apoyo del pueblo. Las ideas
científicas de Copérnico, la libertad de los pueblos oprimidos, y la tolerancia
religiosa, son casos históricos sobresalientes de incompleto cambio en la
actitud general.
En
cualquier pareja de individuos hay un elemento de oposición, pues no hay dos
personas exactamente iguales. La diferencia se hace sentir cuando surgen
situaciones, y cuándo se presenta una tercera persona o cosa. Todos hemos oído
hablar del triángulo en relaciones materiales y (así llamadas) amorosas.
Cualesquiera dos individualidades son opuestas dentro de cierto ángulo.
Todos
los opuestos son en realidad complementarios. Son causa de conflictos en tanto
que la consciencia se identifica con la forma externa y así queda sometida a
ella. Las formas son diferentes, pero no necesariamente dividen. Sin embargo,
lo hacen en tanto que la consciencia es infantil (o sea ignorante) y crédula.
La antítesis “yo y otro” nace sutilmente y crece presentándose en innumerables
formas. Es un hábito mental, debido a una consciencia extrovertida. La
exteriorización de las consciencias participantes en la unidad, tiene que ser
salvada como por un puente de vibraciones. Pero en este mundo externo las
vibraciones son variadas y discordantes. Nuestro problema es un problema de
vibraciones. Estas vibraciones son de diferentes gamas, y, por tanto, a
diferentes niveles. Una división mayor es aquella que en Teosofía establecemos
entre el Ego o Alma Espiritual, y la personalidad. La respuesta del Ego es
siempre armoniosa. Los Devas que se comunican en sonido en los niveles de la
creación pura e ideal, conversan musicalmente; sus cambios de colores crean
formas de armonía.
Todas
las relaciones cambian, porque son un proceso de la vida, y la vida es cambio y
continua actividad y respuesta. Cuando una forma deja de responder, está
muerta. Los cambios se deben a Karma, cuyos lazos tienen que disolverse todos;
se inician también a voluntad. Karma es una ley de equilibrio, de acción y
reacción; una ley mecánica, pero que, en la esfera de la actividad responsable
y de los efectos conscientes, se convierte en una ley moral. Vemos los cambios
debidos a Karma en las relaciones de vidas sucesivas. Aun dentro de un solo período
de vida hay un cambio continuo.
Si las relaciones son superficiales, los
cambios producen interrupción. Cambios rápidos pueden proporcionar variedad de
contactos, pero no conducen a profundidad de comprensión.
Nuestras dificultades
con otros se deben en gran medida a falta de profundidad, de contacto interno,
de una relación completa. Cada uno está encerrado dentro de sí mismo, en un
capullo de sus propios pensamientos, tejido bajo una luz engañosa, y rodeado
por una corteza de egoísmo y un juego de luces falsas.
Si
nuestras vidas están estancadas, es por que no hay una corriente de interés
hacia los demás; no hay una comunión verdadera con la vida que nos rodea; cada
uno de nosotros está dentro de un recinto egoísta, separado, solitario, inerte,
convirtiéndose en una concha endurecida. Nuestras relaciones con los demás
carecen de vida en gran parte; son relaciones de forma, de aislamiento y
conflicto, turbadas y parciales en sus ínter-acciones.
En
cualquier relación verdadera tiene que haber cierta realización: primero, de la
dignidad de la otra persona, de su igualdad en dignidad con nosotros, y de la
dignidad de su verdadero estado; y, segundo, de su diferencia con nosotros, que
exige comprensión y simpatía.
En
toda relación externa hay una diferencia de niveles: social, intelectual, de experiencia,
de función organizacional (gerente y obrero), etc. Cada una de tales
diferencias produce su propio sesgo en la relación entre las partes, y en las
actividades que surjan de esa relación. Mostrar en esas actividades la
apropiada cualidad interna del alma, es el propósito de esa relación. Así
surgieron las virtudes del feudalismo, como también las de la familia.
Todas
las diferencias naturales tienden a caer bajo ciertos tipos, que son
especializaciones.
Cada uno de estos tiene su propio valor. El cuerpo masculino
da ciertas experiencias complementarias de las del femenino. Cada temperamento
(debido a la variada mezcla de cualidades de los Rayos) tiene su propio
encanto, sus cualidades especiales. Cada raza, cada religión, cada cultura, da
al alma un baño de cierto tipo de influencia necesario para hacer brotar su redondez
completa. Cada época de la vida tiene su propósito. En cualquier esquema de
vida científicamente preparado, cada parte recibirá debida consideración, la
ayuda que necesita, la oportunidad para dar su calidad especial.
Una
recta relación debe permitir que cada diferencia alcance su brillo apropiado.
En un orden relativo, el mejor lugar para cada individuo es aquel en que puede
rendir su máxima utilidad y significado, así como cada nota en una composición
musical está colocada donde produce el mejor efecto en relación con otras. La
relación más efectiva, donde todas las longitudes y ángulos son diferentes, es
aquella que puede indicarse por una línea curva de perfecta belleza.
En la antigua
India la sociedad se basaba en la aceptación de las diferencias naturales, y
buscaba el funcionamiento ideal de cada parte lo mismo que del conjunto, lo
cual requería la comprensión interna del lugar y de las funciones de uno mismo,
así como de las leyes externas que las determinan. Todo esto estaba comprendido
en la palabra Dharma, que también se traduce como moral.
El objeto de la
relación era el servicio, conducente al progreso; partiendo de las limitaciones
creadas por acciones pasadas, se avanzaba hacia una esfera de deberes más
elevados y de responsabilidades mayores, donde se reconocía que los deberes y
los derechos tienen su lugar en toda relación.
La
ley de la relación, lo mismo que la ley del péndulo, tiende siempre a restaurar
el equilibrio perturbado de la Naturaleza. Hay el impacto externo y la
respuesta. La respuesta puede ser sabia y considerada; o puede ser, como sucede
en la mayoría de los casos, el fruto de una mente que reacciona automáticamente
Puede ser opaca e insuficiente (Tamásica), o excitada y excesiva (Rajásica), o
armoniosa, inteligente y completa (Sátvica). En este último caso, la acción
tenderá a disipar la antigua reacción, y poner los platillos en equilibrio. Tal
es la acción recta que resulta en una relación recta.
La
Única relación recta es la de la fraternidad, porque todos somos copartícipes de
una misma Vida. Nuestra fraternidad es con todas las formas de vida, inclusive
los animales, los criminales y varias vidas invisibles. Nuestra relación actual
con los animales es obviamente torcida. Inevitablemente habrá que resarcirla de
alguna manera, pagando nuestra actual explotación de los animales y las crueldades
que les infligimos. Sin duda que somos tiernos con nuestros animales favoritos,
porque nuestro sentido de posesión ayuda a que sintamos afecto por ellos. En la
antigua India, especialmente entre los Jainos y los Buddhistas, se tenía como
un supremo ideal la indañabilidad o Ahimsa hacia todas las cosas vivientes,
aunque ese ideal no es de fácil aplicación. Ahimsa parece una virtud negativa,
pero toda negación de algo malo o falso libera automáticamente una realización
positiva.
La
unidad y la diferencia se suman en la fraternidad, que es una relación concreta
y amplia.
La fraternidad reconoce las diferencias, como en la familia, pero
jamás olvida la unidad.
Es en realidad una exteriorización de la unidad. La
fraternidad es la clave para resolver todos nuestros problemas; es una relación
pura, pues no hay en ella posesividad. La posesión es para la gratificación, y
conduce al conflicto. Cualquier relación en que una parte utilice a la otra para
su gratificación es esencialmente una relación falsa, que suele disfrazarse
bajo una simulación de amor.
Un amor así no es sino una afición nacida del
goce. Esto no quiere decir que el goce sea malo por sí mismo. Puede ser puro, la
experiencia de una armonía; o puede ser egoísta, un predicado que tiene siempre
como sujeto simple el “yo”. El deseo de sensación es lo que hechiza al
pensamiento, haciéndolo que considere lo falso como verdadero: somete a Manas a
las modificaciones del principio astral, Kama Rupa. Esta ilusión se extiende
por asociación a otras cosas, como vemos en el arte que se vale del atractivo
sexual. La fraternidad excluye la idea de utilizar a otro con el propósito de
obtener para uno un beneficio, o de explotar al otro; implica justicia,
cooperación y libertad.
La
relación justa, constructiva y feliz, es esencialmente una relación de
libertad. Una relación así permite más al individuo ser él mismo en verdad; o
por lo menos le ayuda a estar menos condicionado. Sólo puede haber comunión de
corazones en un estado de armonía, de vibraciones sincronizadas y de ínter-acción
enriquecedora, sin ninguna posibilidad de discordia, de parasitismo o dominación.
La relación del hombre liberado hacia todos los seres y cosas es una relación
libre.
El no se apega; no incurre en deudas. Está libre de Karma, y su progreso
es conforme a la ley del Espíritu, la ley del sacrificio gozoso, que es dar. Ha
limpiado su consciencia de todo elemento del sub-consciente que se extiende
como un acordeón hacia todo su pasado, sección por sección. No está condicionado
ni encerrado en sí mismo. Ha libertado el presente del pasado. Es el verdadero
yogui, que es un centro de vida palpitante, nunca más apagado o inerte. Vibra
como un maravilloso timbal, y todas las cosas que le rodean vibran en
consonancia con él. Es uno con todas ellas en los movimientos de su
consciencia. Su relación es universal.
La
profundidad en la relación pertenece al Ego inmortal, que es eternamente puro e
inegoísta. Es el Ser sin-yo. Su relación con otros Egos semejantes es una
relación puramente espiritual. Lo que es espiritual está siempre fuera del
alcance de las manos estropeadoras del Tiempo. En este maravillo so universo en
que vivimos y nos movemos, casi siempre incomprensivamente, lo único que es
inmortal es lo que es digno de la in mortalidad. El verdadero hombre es inmortal,
porque es el hombre espiritual y participa de las cualidades divinas del
Espíritu. Su humanidad es un reflejo de su divinidad, y es inmarcesible porque
se renueva sola. Es un joven perpetuo, porque lleva en sí una fuente de vida
creadora.
El
verdadero amor pertenece al Ego divino y es inmortal, porque el amor puro es la
relación perfecta así como la más dinámica, desde el punto de mira de la visión
interna. Y así, cualquier cumbre de afecto, de amor, o de cualquiera otra forma
de exaltación espiritual, una vez tocad, se registra y se retiene para siempre.
Ningún bien se pierde. Es un caso de “la eternidad que afirma el concepto de
una hora”, o, más estrictamente, de un momento fugaz pero perfecto. Pues cada
momento es un punto que se desvanece y que florece en eternidad cuando se le
permite nacer y ocultarse sin que se adueñe de él el pasado o ese reflejo del
pasado que es un futuro anticipado.
¿Qué
podemos hacer desde donde estamos, para alcanzar ese estado? Tenemos que examinarnos
a nosotros mismos constantemente para ver hasta dónde vamos rectos y en qué
estamos torcidos; examinarnos en todas nuestras relaciones con personas y cosas.
¿Qué es lo recto en las relaciones?
En relación con las cosas, no debe haber
apropiación de lo que no pertenece rectamente a uno.
En relación con los seres
vivientes, la base es no causar daño; y, además, evitar contactos promiscuos o
que manchen, y ser veraces en la acción, y practicar el amor más elevado, más
puro y en que más se sacrifique uno mismo.
Jamás
podemos tener recta relación con otros hasta que nuestros pensamientos sobre
ellos expresen esa relación. La relación depende de una actitud fundamental, y
esa actitud es la principal determinante del pensamiento, y no el Incidente que
provoque el pensamiento.
La actitud es como una cuerda sonora; los pensamientos
son sus vibraciones al ser tocada por los incidentes.
Con toda persona y toda
cosa hay una relación que conduce al verdadero progreso acorde con la Voluntad
Divina. Debe incluir armonía, equilibrio, una reacción feliz que acreciente la
mutua importancia; un acercamiento sensitivo, y el contacto de alma a alma que
produce una chispa que prende fuego en cada alma. La recta relación es la
incorporación de una Realidad que está fuera del tiempo, en una forma
identificable. Existe en todos los planos -del pensamiento, del sentimiento y
de la acción-. Estar perfectamente relacionado donado con todo, es ser
perfecto.
N. SRI RAM
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