sábado, 20 de abril de 2019

BHAGAVAD GITA - Capitulo 6 (Con apuntes de: W.Q. JUDGE y R. Crosbie)



KṚṢṆA:

“Aquél que desapegado de los frutos de sus obras, ejecuta tales obras como debe hacerlas, es ambas cosas: un renunciante1 a la acción y un devoto2 de la recta acción; pero no lo es quien vive sin encender el fuego sacrificial y sin ceremonias3. Sabe, Oh hijo de Pāṇḍu, que lo que ellos llaman Samnyasa, o la renuncia a la acción, es lo mismo que el Yoga o la práctica de la devoción. Nadie que no haya previamente renunciado a las intenciones y motivaciones puede ser un devoto. Se ha dicho que la acción es el medio por el cual el sabio que desea remontarse a la meditación, puede alcanzarla; por ello se ha dicho que la cesación de la acción es el medio para aquél que ha alcanzado la meditación. Cuando él ha renunciado a todas sus intenciones y está exento de apego a la acción, en lo que respecta a los objetos de los sentidos, entonces él puede ser llamado uno que ha ascendido a la meditación. Él debería elevar el yo por medio del Yo. Dejad que él no sufra que su Yo sea rebajado; porque el Yo es el amigo del yo y en igual forma el yo es su propio enemigo4. 

El Yo es el amigo del hombre que se ha auto-conquistado; como un enemigo es el yo para aquel que no se ha auto-conquistado. El Yo de un hombre que es auto-subyugado y que está libre de deseos y de enojo, queda dedicado al Yo Supremo, tanto en el calor como en el frío, en el dolor y en el placer, en el honor y en la ignominia. El hombre que tiene conocimiento y discernimiento espiritual, que está en pie sobre la cumbre, y ha subyugado los sentidos; para quien el oro y la piedra son la misma cosa, es llamado un devoto. Y él es muy estimado por aquéllos que permanecen ecuánimes, ya sea entre sus amigos y compañeros, o entre sus enemigos, o entre los que son neutrales y ajenos, o entre los que aman y los que odian, o en la compañía de pecadores y de justos.”
 “Aquél que ha alcanzado la meditación, se esfuerza constantemente en permanecer en el Supremo, manteniéndose así en la soledad y en la reclusión, teniendo su cuerpo y su pensamiento bajo control, sin posesiones y libre de toda esperanza y añoranza. 

El debería colocar su sitial en un lugar no mancillado, que esté firme, ni muy alto ni muy bajo, y tejido de la hierba Kuśa, y que esté cubierto con una piel y un lienzo5. Allí, para la purificación del yo, él habría de practicar la meditación con su mente fija en un punto, con las modificaciones de su principio pensante controladas y la acción de los sentidos y los órganos restringidos. Manteniendo su cuerpo, su cabeza, y su cuello firmes y rectos, con su mente determinada, y mirando directamente a la punta de su propia nariz, sin mirar en ninguna otra dirección, con el corazón en paz y libre de temor, así debe permanecer el Yogin, afianzado en el voto de un Brahmacārin, sus pensamientos controlados y su corazón fijo en mí. El devoto de mente controlada, que así me trae siempre su corazón a descansar en lo Supremo, alcanza la tranquilidad y la suprema asimilación dentro de mí.” 

“Esta divina disciplina, Arjuna, no es para ser seguida por ningún hombre que coma mucho o muy poco, ni por aquél que tenga el hábito de dormir demasiado, ni por aquél que está inclinado al exceso de vigilia. La meditación que destruye el dolor es producida en el que es moderado en el comer y la recreación, así como moderado en el ejercicio de sus acciones y regulado en el dormir y en el despertar. Cuando un hombre que así viva, centra su corazón en el verdadero Yo y está exento de apego a todos los deseos, decimos que ha logrado el Yoga. Es de aquel sabio de corazón auto-centrado, y que está en descanso y libre de apego a los deseos, de quien ya se ha dicho, por analogía, que ‘es como lámpara que protegida del viento, no vacila’. 

Estando regulado por la práctica del yoga y estando en descanso, y viendo el yo por el yo, él está satisfecho y contento; y cuando él se pone en contacto con esa gloria infinita que no está conectada a los objetos de los sentidos, y está donde no puede ya ser movido de la realidad6; y habiendo ganado aquello que él considera que no tiene superior, y en lo cual, estando él fijo, ya no puede ser movido ni por el más grande de los sufrimientos; sabe tú que, a esa separación del lazo con el dolor, se le distingue con el nombre de yoga, unión o devoción espiritual, lo cual es algo a ser buscado por un hombre que tenga fe y determinación.” “Y cuando él ha abandonado cada deseo que surge de la imaginación y ha subyugado con la mente los sentidos y los órganos que impelen a la acción en todas direcciones, y está poseído de paciencia, él encuentra gradualmente el descanso; y habiendo fijado su descansada mente en el verdadero Yo, no pensará ya en ninguna otra cosa. Hacia cualquier objeto que va la mente inconstante, ahí debe él subyugarla, traerla de vuelta, y colocarla en el Espíritu Supremo. 

La suprema bienaventuranza de cierto le llega a aquel sabio cuya mente está así en paz; cuyas pasiones y deseos están sometidos; que está así plantado en el verdadero Yo y libre de pecado. Y aquél que es devoto y libre de pecado alcanza sin impedimento alguno la más alta gloria, la unión con el Espíritu Supremo. El hombre que está dotado de esta devoción y que ve la unidad de todas las cosas, percibe el Alma Suprema en todas las cosas y todas las cosas en el Alma Suprema. Aquél que me ve a mí en todas las cosas y todas las cosas en mí, no pierde su poder sobre mí; y yo no lo abandono a él. Y quienquiera que creyendo en la unidad espiritual me adora a mí, que soy todas las cosas, habita conmigo en cualquier condición en que él pueda estar. Aquél, Oh Arjuna, que por similitudes y analogías encontradas en sí mismo, ve tan sólo una esencia en todas las cosas, fuera él bueno o malo, queda considerado como el más excelente devoto.” 

ARJUNA: 

“Oh matador de Madhu7, en razón de la gran intranquilidad de la mente, no alcanzo a ver posibilidad alguna de una firme continuación en semejante yoga de ecuanimidad, como el que me has declarado. Porque, en verdad, Oh Kṛṣṇa, la mente está repleta de agitaciones y es turbulenta, fuerte y obstinada. Y yo creo que el restringirla es algo tan difícil como restringir el viento.” KṚṢṆA: “Sin duda, Oh tú de poderosos brazos, la mente es inestable y difícil de controlar; pero puede ser controlada, Oh hijo de Kuntī, por la práctica y por la ausencia del deseo. Y sin embargo, en mi opinión, esta divina disciplina llamada yoga es muy difícil para aquél que no tiene su alma bajo su propio control; más, sin duda, ello puede ser adquirido por los propios medios de aquél que es asiduo y que controla su corazón.”

  ARJUNA: 

“¿Y a qué final, Oh Kṛṣṇa, llega ese hombre que, aun teniendo fe, no logra la perfección en su devoción, porque su mente insojuzgada, vaga y se descarría de la disciplina? ¿Será que él, habiéndose caído de ambas8, cual nube sin apoyo9, llega a la destrucción, oh tú de poderosos brazos, como alguien que ha caído en el engaño en el sendero hacia el Espíritu Supremo? Sólo tú, Kṛṣṇa, deberías desvanecer totalmente esta duda mía, porque no hay nadie más, que yo conozca, que sea capaz de arrancármela.” 

KṚṢṆA: 

“Semejante hombre, Oh hijo de Pṛthā, no perece ni aquí ni en el más allá. Porque nunca va a lugar maligno aquél que hace el bien. El hombre, cuya devoción ha sido rota por la muerte, va a las regiones de los justos10, en donde mora por una inmensidad de años y desde donde renace otra vez sobre la tierra en una familia pura y afortunada11; o más aún, en una familia de aquéllos que están espiritualmente iluminados. Pero este renacer en esta vida, en tales condiciones, es muy difícil de obtener. Y habiendo así nacido de nuevo, él se pone, una vez más, en contacto con aquel conocimiento que ya le perteneció en el cuerpo anterior, y de ahí en adelante él lucha con una diligencia aún mayor hacia la perfección, Oh hijo de Kuru. 

Porque en razón de sus prácticas pasadas, y aun inadvertidamente, él es guiado y en tal condición labora. Y aún si él fuera un simple investigador, él llega más allá de las palabras que hay en los Vedas. Mas, aquel devoto que, luchando con todo su poder, obtiene la perfección como efecto de sus esfuerzos continuados a través de muchos nacimientos, ese va a la meta suprema. El hombre de meditación que aquí se describe, es superior al hombre de penitencia y al hombre del saber y también al hombre de la acción. Por lo tanto, Oh Arjuna, resuelve convertirte en un hombre de meditación. Pues, de todos los devotos, yo considero como el más devoto de todos a aquél que, con su corazón fijo en mí y lleno de fe, me adora.” Y así, en la Upanishad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Sexto Capítulo, de nombre— 

DEVOCIÓN POR MEDIO DEL AUTO-CONTROL

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1- Es un Saṁnyāsin. 
2- Es un Yogin. 
3- Aquellas ceremonias que están prescritas por la ley Brahmánica. 
4- En este juego de palabras sobre el “yo” se está refiriendo a ambos: al Yo superior y al yo inferior, considerando que el inferior es el enemigo del Superior, a través de su resistencia al verdadero desarrollo; y que el yo inferior es al mismo tiempo, el enemigo de sus mejores intereses a través de su tendencia descendente. 
5- Estas instrucciones son para los ermitaños que se han retirado del mundo. Los traductores han interpretado esta parte del texto en forma muy variada; en un caso se lee que el devoto tiene “sólo una piel y un paño para cubrirse, y paja para acostarse”;; en otro caso se ha traducido como que “sus bienes son sólo un paño y una piel de venado, así como hierba Kuśa”. En tanto, “aquellos que saben” han dicho que ésta es la descripción de un asiento magnéticamente arreglado y que la hierba Kuśa es para ser colocada sobre el suelo, la piel sobre la hierba, y el paño sobre la piel. Una discusión filológica nunca logrará solucionar este punto. 
6- “Realidad”, Nirvāṇa y también la completa realización de lo Verdadero, con la consiguiente desaparición de la ilusión en cuanto a los objetos y la separatividad. 
7- Madhu; un daitya o demonio que fue muerto por Kṛṣṇa, y que representa la cualidad de la pasión en la naturaleza. 
8- “De ambas” significa aquí el buen Karma resultante de los hechos buenos y del conocimiento espiritual, adquirido a través del yoga, o sea el cielo y la emancipación. 
9- “Sin ningún apoyo”, se refiere al apoyo o sanción contenido en la ley Brahmánica, con sus promesas a aquel que las guarda, porque aquel que practica el yoga no mora en las promesas de la ley, que son para aquellos que obedecen esa ley y se apartan del yoga. 
10- O sea, el Dewachen [bde-ba-can]. 
11- Madhusūdana dice que esto significa nacer en la familia de un rey o emperador.

COMENTARIOS AL CAPITULO VI


Más de un tema es tratado en este capítulo, el cual termina lo que yo llamo la primera de las tres series, pues el total de los dieciocho capítulos del poema deberían dividirse en tres grupos de seis cada uno. La renunciación, la ecuanimidad, la verdadera meditación, la regla de oro en acción, la Unidad de todas las cosas, la naturaleza del renacimiento y el efecto de la devoción sobre ello y el dewachen, todos son aquí tocados. Es un capítulo muy práctico que beneficiará inmensamente a los teósofos si fuese plenamente captado y llevado a cabo. 

Los errores cometidos hace miles de años por los discípulos fueron los mismos como los del día de hoy. Actualmente, tal como entonces, hay quienes creen que la verdadera renunciación consiste en no hacer nada excepto para sí mismos, en retirarse de las labores activas y en dedicar su atención a las cosas que les complace llamar auto-desarrollo. Por otra parte, están aquellos otros que confunden la acción incesante por la verdadera devoción. El verdadero sendero se extiende entre estos dos. El abandono de la acción mundana, llamado saṃnyāsa, es eso que en Europa se conoce como la vida monástica, especialmente en algunas órdenes muy ascéticas. Adoptado egoístamente bajo una noción equivocada del deber ello no puede ser verdadera devoción. 

Es meramente un intento de salvarse a uno mismo. El curso adoptado por algunos estudiantes Teosóficos se parece mucho a este método erróneo, aun cuando es practicado en la libertad del mundo y no detrás de los muros monásticos. Para ser un verdadero renunciante a la acción y un verdadero devoto, uno tiene que plantear el problema sobre otro plano. Sobre el plano del cerebro físico no hay manera de reconciliar una contradicción tal como parece existir en la dirección de ejecutar acciones y renunciar al mismo tiempo a su ejecución. Es exactamente aquí que muchos lectores de la Bhagavad Gītā se detienen confusos. Ellos han estado acostumbrados por largo tiempo a pensar en lo físico y a vivir en ello y los términos usados en su manera de pensar son tan materialistas en su aplicación que, viendo esta contradicción, ellos dicen que el libro no les beneficiará. Pero, considerando la dificultad desde el punto de vista de que el actor real es la mente, que las acciones no son la externa y muerta expresión de esos actos, sino que son los pensamientos mismos, podemos ver aquí como uno puede ser ambos un renunciante y un devoto, como podemos externamente ejecutar cada acción, multitudes de ellas y permanecer así tan activos como cualquier otro que está envuelto en la búsqueda de cosas mundanas, en tanto que permanecemos desapegados y no afectados. 

El deber y el imperativo final: “lo que yo debo de hacer”, entra aquí en acción y viene a ser parte del proceso. Las acciones a ser ejecutadas no son cualquier acción o cada acción. No es que vayamos descabellada e indiscriminadamente a hacer cualquier cosa que se nos sugiera. Nosotros tenemos que descubrir cuáles acciones tienen que ser ejecutadas por nosotros y hacerlas por esa razón y no por algún resultado que esperemos a continuación. El hecho de que nosotros podamos estar perfectamente ciertos del resultado, no es razón para permitir que nuestro interés se ate a ello. 
Aquí, otra vez, es donde ciertos teósofos creen encontrar una gran dificultad. 

Ellos dicen que con sólo conocer el resultado, uno sin duda se va a interesar en ello. 
Pero ésta es la labor misma que hay que poner a prueba: frenar la mente y los deseos de uno como para no apegarse al resultado. Al perseguir esta práctica, se comienza la verdadera meditación y pronto se hará permanente. Porque uno que vigila sus pensamientos y actos, en cuanto a ejecutar aquello que ha de ser ejecutado, adquirirá con el tiempo una concentración que aumentará el poder de la meditación real. 

No es meditación el contemplar un punto en la pared por un período determinado de tiempo o permanecer por otro espacio de tiempo en un perfecto vacío mental que pronto se convierte en sueño. Todas estas cosas son meras formas que, al final, no traerán un bien duradero. 
Pero muchos estudiantes se han ido detrás de estos engaños, ignorando la verdadera senda. 
La verdad es que el método real no es fácil; y que ello requiere pensamiento y esfuerzo mental, con persistencia y fe. El sólo contemplar un punto en la pared y las erróneamente llamadas prácticas ocultas, son todas muy fáciles en comparación con lo anterior. 

Sin embargo, somos humanos y débiles. Por lo tanto necesitamos ayuda, porque el yo externo no puede salir victorioso de la batalla. Por eso Kṛṣṇa señala que el yo inferior ha de ser elevado con la ayuda del yo superior; que el inferior es, por así decirlo, el enemigo del superior y no podemos permitir que prevalezca en nosotros lo peor. Todo dependerá del dominio de sí mismo. 

El yo inferior de continuo arrastrará hacia abajo al hombre que no ha conquistado a sí mismo. 
Y esto se debe a que el inferior está tan próximo a la densa oscuridad que se mantiene en los peldaños inferiores de la escala de la evolución, que es parcialmente demoníaco. Como un gran peso, él arrastrará hacia las profundidades a aquel que no trate de conquistarse a sí mismo. Pero, por el otro lado, el yo está próximo a la divinidad y cuando se le ha conquistado, se convierte en el amigo y el ayudante del conquistador. Los Sufis, esa mística secta Mahometana, simbolizan esto en su poesía refiriéndose a la hermosa mujer que aparece sólo por un momento en la ventana y entonces desaparece. Ella rehúsa abrir la puerta a su amante, en tanto que él cree que están separados; pero cuando él reconoce la unidad entre ellos, ella se convierte en su firme amiga. 

Los próximos versos de la Gita bosquejan aquella cosa que es extremadamente difícil: la ecuanimidad y la atención asidua hacía el Ser Supremo, tanto en el calor como en el frio, en el placer como en el dolor, en el éxito y en el fracaso. A esto no podemos llegar fácilmente, tal vez no en muchas vidas, pero sí podemos intentarlo. 
Cada esfuerzo que hacemos en esta dirección será preservado en la naturaleza interior y no lo perdemos al morir. Esto es una ganancia espiritual, los tesoros acumulados en el cielo a los que se refería Jesús. El describir la perfección de la ecuanimidad es hacer el retrato de un Adepto del más alto grado, uno que ya ha pasado más allá de todas las consideraciones mundanas y que vive en planos superiores. El oro y la piedra son lo mismo para él. 

Los objetivos que él trata de lograr no pueden ser logrados a través del oro y es por eso que el oro y las piedrecillas tienen el mismo valor. Él es también tan calmado y libre de las ilusiones de la mente y del alma, que permanece siendo el mismo con amigos o enemigos, con los rectos o con los pecadores. Esta elevada condición es, por lo tanto, presentada ante nosotros como un ideal hacia el cual hay que esforzarse con resolución y constancia de manera que, en el transcurso del tiempo, podamos irnos aproximando a ello. Pero si no comenzamos, nunca llegaremos a tal logro y es mejor adoptar este altísimo ideal, aun cuando constantemente vamos cayendo, que el no tener ningún ideal de ninguna clase. Pero muchos están inclinados a cometer el error antes mencionado. 

Y en realidad así lo han hecho. Ellos establecen el ideal, pero de una manera demasiado materialista y humana. Han pensado en hollar el sendero escogido observando lo externo, pretendiendo considerar el oro y las piedras como la misma cosa para ellos, mientras que en sus corazones ellos siguen prefiriendo el oro. Su ecuanimidad la limitan a los asuntos ajenos, en tanto que fueron disgustando y alarmando a los parientes y a las amistades por la manera de llevar a cabo este entretenimiento y por la equivocada negligencia del obvio deber. Realmente ellos buscaron la ecuanimidad, pero fracasaron en ver que la misma sólo puede ser adquirida a través de la recta ejecución del deber y no por la voluntaria selección de deberes y de los ambientes que nos son placenteros.

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