KṚṢṆA:
“Aquél que desapegado de los frutos de sus obras, ejecuta
tales obras como debe hacerlas, es ambas cosas: un renunciante1
a la acción y un devoto2 de la recta acción; pero no lo es quien
vive sin encender el fuego sacrificial y sin ceremonias3. Sabe,
Oh hijo de Pāṇḍu, que lo que ellos llaman Samnyasa, o la
renuncia a la acción, es lo mismo que el Yoga o la práctica de la
devoción. Nadie que no haya previamente renunciado a las
intenciones y motivaciones puede ser un devoto. Se ha dicho
que la acción es el medio por el cual el sabio que desea
remontarse a la meditación, puede alcanzarla; por ello se ha
dicho que la cesación de la acción es el medio para aquél que ha
alcanzado la meditación. Cuando él ha renunciado a todas sus
intenciones y está exento de apego a la acción, en lo que
respecta a los objetos de los sentidos, entonces él puede ser
llamado uno que ha ascendido a la meditación. Él debería elevar
el yo por medio del Yo. Dejad que él no sufra que su Yo sea
rebajado; porque el Yo es el amigo del yo y en igual forma el
yo es su propio enemigo4.
El Yo es el amigo del hombre que se
ha auto-conquistado; como un enemigo es el yo para aquel que
no se ha auto-conquistado. El Yo de un hombre que es auto-subyugado y que está libre de deseos y de enojo, queda
dedicado al Yo Supremo, tanto en el calor como en el frío, en el
dolor y en el placer, en el honor y en la ignominia. El hombre
que tiene conocimiento y discernimiento espiritual, que está en
pie sobre la cumbre, y ha subyugado los sentidos; para quien el
oro y la piedra son la misma cosa, es llamado un devoto. Y él es
muy estimado por aquéllos que permanecen ecuánimes, ya sea
entre sus amigos y compañeros, o entre sus enemigos, o entre
los que son neutrales y ajenos, o entre los que aman y los que
odian, o en la compañía de pecadores y de justos.”
“Aquél que ha alcanzado la meditación, se esfuerza
constantemente en permanecer en el Supremo, manteniéndose
así en la soledad y en la reclusión, teniendo su cuerpo y su
pensamiento bajo control, sin posesiones y libre de toda
esperanza y añoranza.
El debería colocar su sitial en un lugar no
mancillado, que esté firme, ni muy alto ni muy bajo, y tejido de
la hierba Kuśa, y que esté cubierto con una piel y un lienzo5.
Allí, para la purificación del yo, él habría de practicar la
meditación con su mente fija en un punto, con las
modificaciones de su principio pensante controladas y la acción
de los sentidos y los órganos restringidos. Manteniendo su
cuerpo, su cabeza, y su cuello firmes y rectos, con su mente
determinada, y mirando directamente a la punta de su propia
nariz, sin mirar en ninguna otra dirección, con el corazón en paz
y libre de temor, así debe permanecer el Yogin, afianzado en el
voto de un Brahmacārin, sus pensamientos controlados y su
corazón fijo en mí. El devoto de mente controlada, que así me trae siempre su corazón a descansar en lo Supremo, alcanza la
tranquilidad y la suprema asimilación dentro de mí.”
“Esta divina disciplina, Arjuna, no es para ser seguida por
ningún hombre que coma mucho o muy poco, ni por aquél que
tenga el hábito de dormir demasiado, ni por aquél que está
inclinado al exceso de vigilia. La meditación que destruye el
dolor es producida en el que es moderado en el comer y la
recreación, así como moderado en el ejercicio de sus acciones y
regulado en el dormir y en el despertar. Cuando un hombre que
así viva, centra su corazón en el verdadero Yo y está exento de
apego a todos los deseos, decimos que ha logrado el Yoga. Es
de aquel sabio de corazón auto-centrado, y que está en descanso
y libre de apego a los deseos, de quien ya se ha dicho, por
analogía, que ‘es como lámpara que protegida del viento, no
vacila’.
Estando regulado por la práctica del yoga y estando en
descanso, y viendo el yo por el yo, él está satisfecho y contento;
y cuando él se pone en contacto con esa gloria infinita que no
está conectada a los objetos de los sentidos, y está donde no
puede ya ser movido de la realidad6; y habiendo ganado aquello
que él considera que no tiene superior, y en lo cual, estando él
fijo, ya no puede ser movido ni por el más grande de los
sufrimientos; sabe tú que, a esa separación del lazo con el dolor,
se le distingue con el nombre de yoga, unión o devoción
espiritual, lo cual es algo a ser buscado por un hombre que
tenga fe y determinación.”
“Y cuando él ha abandonado cada deseo que surge de la
imaginación y ha subyugado con la mente los sentidos y los
órganos que impelen a la acción en todas direcciones, y está
poseído de paciencia, él encuentra gradualmente el descanso; y
habiendo fijado su descansada mente en el verdadero Yo, no
pensará ya en ninguna otra cosa. Hacia cualquier objeto que va la mente inconstante, ahí debe él subyugarla, traerla de vuelta, y
colocarla en el Espíritu Supremo.
La suprema bienaventuranza
de cierto le llega a aquel sabio cuya mente está así en paz; cuyas
pasiones y deseos están sometidos; que está así plantado en el
verdadero Yo y libre de pecado. Y aquél que es devoto y libre
de pecado alcanza sin impedimento alguno la más alta gloria, la
unión con el Espíritu Supremo. El hombre que está dotado de
esta devoción y que ve la unidad de todas las cosas, percibe el
Alma Suprema en todas las cosas y todas las cosas en el Alma
Suprema. Aquél que me ve a mí en todas las cosas y todas las
cosas en mí, no pierde su poder sobre mí; y yo no lo abandono a
él. Y quienquiera que creyendo en la unidad espiritual me adora
a mí, que soy todas las cosas, habita conmigo en cualquier
condición en que él pueda estar. Aquél, Oh Arjuna, que por
similitudes y analogías encontradas en sí mismo, ve tan sólo
una esencia en todas las cosas, fuera él bueno o malo, queda
considerado como el más excelente devoto.”
ARJUNA:
“Oh matador de Madhu7, en razón de la gran intranquilidad
de la mente, no alcanzo a ver posibilidad alguna de una firme
continuación en semejante yoga de ecuanimidad, como el que
me has declarado. Porque, en verdad, Oh Kṛṣṇa, la mente está
repleta de agitaciones y es turbulenta, fuerte y obstinada. Y yo
creo que el restringirla es algo tan difícil como restringir el
viento.”
KṚṢṆA:
“Sin duda, Oh tú de poderosos brazos, la mente es inestable
y difícil de controlar; pero puede ser controlada, Oh hijo de
Kuntī, por la práctica y por la ausencia del deseo. Y sin
embargo, en mi opinión, esta divina disciplina llamada yoga es
muy difícil para aquél que no tiene su alma bajo su propio
control; más, sin duda, ello puede ser adquirido por los propios
medios de aquél que es asiduo y que controla su corazón.”
ARJUNA:
“¿Y a qué final, Oh Kṛṣṇa, llega ese hombre que, aun
teniendo fe, no logra la perfección en su devoción, porque su
mente insojuzgada, vaga y se descarría de la disciplina? ¿Será
que él, habiéndose caído de ambas8, cual nube sin apoyo9, llega
a la destrucción, oh tú de poderosos brazos, como alguien que
ha caído en el engaño en el sendero hacia el Espíritu Supremo?
Sólo tú, Kṛṣṇa, deberías desvanecer totalmente esta duda mía,
porque no hay nadie más, que yo conozca, que sea capaz de
arrancármela.”
KṚṢṆA:
“Semejante hombre, Oh hijo de Pṛthā, no perece ni aquí ni
en el más allá. Porque nunca va a lugar maligno aquél que hace
el bien. El hombre, cuya devoción ha sido rota por la muerte, va
a las regiones de los justos10, en donde mora por una
inmensidad de años y desde donde renace otra vez sobre la
tierra en una familia pura y afortunada11; o más aún, en una
familia de aquéllos que están espiritualmente iluminados. Pero
este renacer en esta vida, en tales condiciones, es muy difícil de
obtener. Y habiendo así nacido de nuevo, él se pone, una vez
más, en contacto con aquel conocimiento que ya le perteneció
en el cuerpo anterior, y de ahí en adelante él lucha con una
diligencia aún mayor hacia la perfección, Oh hijo de Kuru.
Porque en razón de sus prácticas pasadas, y aun inadvertidamente,
él es guiado y en tal condición labora. Y aún si él
fuera un simple investigador, él llega más allá de las palabras que hay en los Vedas. Mas, aquel devoto que, luchando con
todo su poder, obtiene la perfección como efecto de sus
esfuerzos continuados a través de muchos nacimientos, ese va a
la meta suprema. El hombre de meditación que aquí se describe,
es superior al hombre de penitencia y al hombre del saber y
también al hombre de la acción. Por lo tanto, Oh Arjuna,
resuelve convertirte en un hombre de meditación. Pues, de
todos los devotos, yo considero como el más devoto de todos a
aquél que, con su corazón fijo en mí y lleno de fe, me adora.”
Y así, en la Upanishad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en
la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el
coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Sexto Capítulo,
de nombre—
DEVOCIÓN POR MEDIO DEL AUTO-CONTROL
________________________________
1- Es un Saṁnyāsin.
2- Es un Yogin.
3- Aquellas ceremonias que están prescritas por la ley Brahmánica.
4- En este juego de palabras sobre el “yo” se está refiriendo a ambos: al Yo
superior y al yo inferior, considerando que el inferior es el enemigo del
Superior, a través de su resistencia al verdadero desarrollo; y que el yo
inferior es al mismo tiempo, el enemigo de sus mejores intereses a través de
su tendencia descendente.
5- Estas instrucciones son para los ermitaños que se han retirado del mundo.
Los traductores han interpretado esta parte del texto en forma muy variada;
en un caso se lee que el devoto tiene “sólo una piel y un paño para cubrirse,
y paja para acostarse”;; en otro caso se ha traducido como que “sus bienes
son sólo un paño y una piel de venado, así como hierba Kuśa”. En tanto,
“aquellos que saben” han dicho que ésta es la descripción de un asiento
magnéticamente arreglado y que la hierba Kuśa es para ser colocada sobre el
suelo, la piel sobre la hierba, y el paño sobre la piel. Una discusión filológica
nunca logrará solucionar este punto.
6- “Realidad”, Nirvāṇa y también la completa realización de lo Verdadero,
con la consiguiente desaparición de la ilusión en cuanto a los objetos y la
separatividad.
7- Madhu; un daitya o demonio que fue muerto por Kṛṣṇa, y que representa
la cualidad de la pasión en la naturaleza.
8- “De ambas” significa aquí el buen Karma resultante de los hechos buenos
y del conocimiento espiritual, adquirido a través del yoga, o sea el cielo y la
emancipación.
9- “Sin ningún apoyo”, se refiere al apoyo o sanción contenido en la ley
Brahmánica, con sus promesas a aquel que las guarda, porque aquel que
practica el yoga no mora en las promesas de la ley, que son para aquellos
que obedecen esa ley y se apartan del yoga.
10- O sea, el Dewachen [bde-ba-can].
11- Madhusūdana dice que esto significa nacer en la familia de un rey o
emperador.
COMENTARIOS AL CAPITULO VI
Más de un tema es tratado en este capítulo, el cual termina lo
que yo llamo la primera de las tres series, pues el total de los
dieciocho capítulos del poema deberían dividirse en tres grupos
de seis cada uno.
La renunciación, la ecuanimidad, la verdadera meditación, la
regla de oro en acción, la Unidad de todas las cosas, la naturaleza
del renacimiento y el efecto de la devoción sobre ello y el
dewachen, todos son aquí tocados.
Es un capítulo muy práctico que beneficiará inmensamente a
los teósofos si fuese plenamente captado y llevado a cabo.
Los
errores cometidos hace miles de años por los discípulos fueron
los mismos como los del día de hoy. Actualmente, tal como
entonces, hay quienes creen que la verdadera renunciación
consiste en no hacer nada excepto para sí mismos, en retirarse
de las labores activas y en dedicar su atención a las cosas que
les complace llamar auto-desarrollo. Por otra parte, están aquellos
otros que confunden la acción incesante por la verdadera
devoción. El verdadero sendero se extiende entre estos dos.
El abandono de la acción mundana, llamado saṃnyāsa, es
eso que en Europa se conoce como la vida monástica, especialmente
en algunas órdenes muy ascéticas. Adoptado egoístamente
bajo una noción equivocada del deber ello no puede ser
verdadera devoción.
Es meramente un intento de salvarse a uno
mismo. El curso adoptado por algunos estudiantes Teosóficos
se parece mucho a este método erróneo, aun cuando es practicado
en la libertad del mundo y no detrás de los muros
monásticos.
Para ser un verdadero renunciante a la acción y un verdadero
devoto, uno tiene que plantear el problema sobre otro plano.
Sobre el plano del cerebro físico no hay manera de reconciliar
una contradicción tal como parece existir en la dirección de
ejecutar acciones y renunciar al mismo tiempo a su ejecución.
Es exactamente aquí que muchos lectores de la Bhagavad Gītā
se detienen confusos. Ellos han estado acostumbrados por largo
tiempo a pensar en lo físico y a vivir en ello y los términos
usados en su manera de pensar son tan materialistas en su
aplicación que, viendo esta contradicción, ellos dicen que el
libro no les beneficiará. Pero, considerando la dificultad desde
el punto de vista de que el actor real es la mente, que las
acciones no son la externa y muerta expresión de esos actos,
sino que son los pensamientos mismos, podemos ver aquí como
uno puede ser ambos un renunciante y un devoto, como
podemos externamente ejecutar cada acción, multitudes de ellas
y permanecer así tan activos como cualquier otro que está
envuelto en la búsqueda de cosas mundanas, en tanto que
permanecemos desapegados y no afectados.
El deber y el imperativo final: “lo que yo debo de hacer”,
entra aquí en acción y viene a ser parte del proceso. Las
acciones a ser ejecutadas no son cualquier acción o cada acción.
No es que vayamos descabellada e indiscriminadamente a hacer
cualquier cosa que se nos sugiera. Nosotros tenemos que
descubrir cuáles acciones tienen que ser ejecutadas por nosotros
y hacerlas por esa razón y no por algún resultado que esperemos
a continuación. El hecho de que nosotros podamos estar
perfectamente ciertos del resultado, no es razón para permitir
que nuestro interés se ate a ello.
Aquí, otra vez, es donde ciertos
teósofos creen encontrar una gran dificultad.
Ellos dicen que
con sólo conocer el resultado, uno sin duda se va a interesar en
ello.
Pero ésta es la labor misma que hay que poner a prueba:
frenar la mente y los deseos de uno como para no apegarse al
resultado.
Al perseguir esta práctica, se comienza la verdadera meditación
y pronto se hará permanente. Porque uno que vigila sus
pensamientos y actos, en cuanto a ejecutar aquello que ha de ser
ejecutado, adquirirá con el tiempo una concentración que aumentará el poder de la meditación real.
No es meditación el
contemplar un punto en la pared por un período determinado de
tiempo o permanecer por otro espacio de tiempo en un perfecto
vacío mental que pronto se convierte en sueño. Todas estas
cosas son meras formas que, al final, no traerán un bien
duradero.
Pero muchos estudiantes se han ido detrás de estos
engaños, ignorando la verdadera senda.
La verdad es que el
método real no es fácil; y que ello requiere pensamiento y
esfuerzo mental, con persistencia y fe. El sólo contemplar un
punto en la pared y las erróneamente llamadas prácticas ocultas,
son todas muy fáciles en comparación con lo anterior.
Sin embargo, somos humanos y débiles. Por lo tanto
necesitamos ayuda, porque el yo externo no puede salir
victorioso de la batalla. Por eso Kṛṣṇa señala que el yo inferior
ha de ser elevado con la ayuda del yo superior; que el inferior
es, por así decirlo, el enemigo del superior y no podemos
permitir que prevalezca en nosotros lo peor. Todo dependerá
del dominio de sí mismo.
El yo inferior de continuo arrastrará
hacia abajo al hombre que no ha conquistado a sí mismo.
Y esto
se debe a que el inferior está tan próximo a la densa oscuridad
que se mantiene en los peldaños inferiores de la escala de la
evolución, que es parcialmente demoníaco. Como un gran peso,
él arrastrará hacia las profundidades a aquel que no trate de
conquistarse a sí mismo. Pero, por el otro lado, el yo está
próximo a la divinidad y cuando se le ha conquistado, se
convierte en el amigo y el ayudante del conquistador. Los Sufis,
esa mística secta Mahometana, simbolizan esto en su poesía
refiriéndose a la hermosa mujer que aparece sólo por un
momento en la ventana y entonces desaparece. Ella rehúsa abrir
la puerta a su amante, en tanto que él cree que están separados;
pero cuando él reconoce la unidad entre ellos, ella se convierte
en su firme amiga.
Los próximos versos de la Gita bosquejan aquella cosa que
es extremadamente difícil: la ecuanimidad y la atención asidua
hacía el Ser Supremo, tanto en el calor como en el frio, en el
placer como en el dolor, en el éxito y en el fracaso. A esto no podemos llegar fácilmente, tal vez no en muchas vidas, pero sí
podemos intentarlo.
Cada esfuerzo que hacemos en esta
dirección será preservado en la naturaleza interior y no lo
perdemos al morir. Esto es una ganancia espiritual, los tesoros
acumulados en el cielo a los que se refería Jesús. El describir la
perfección de la ecuanimidad es hacer el retrato de un Adepto
del más alto grado, uno que ya ha pasado más allá de todas las
consideraciones mundanas y que vive en planos superiores. El
oro y la piedra son lo mismo para él.
Los objetivos que él trata
de lograr no pueden ser logrados a través del oro y es por eso
que el oro y las piedrecillas tienen el mismo valor. Él es
también tan calmado y libre de las ilusiones de la mente y del
alma, que permanece siendo el mismo con amigos o enemigos,
con los rectos o con los pecadores.
Esta elevada condición es, por lo tanto, presentada ante
nosotros como un ideal hacia el cual hay que esforzarse con
resolución y constancia de manera que, en el transcurso del
tiempo, podamos irnos aproximando a ello. Pero si no comenzamos,
nunca llegaremos a tal logro y es mejor adoptar este
altísimo ideal, aun cuando constantemente vamos cayendo, que
el no tener ningún ideal de ninguna clase.
Pero muchos están inclinados a cometer el error antes
mencionado.
Y en realidad así lo han hecho. Ellos establecen el
ideal, pero de una manera demasiado materialista y humana.
Han pensado en hollar el sendero escogido observando lo
externo, pretendiendo considerar el oro y las piedras como la
misma cosa para ellos, mientras que en sus corazones ellos
siguen prefiriendo el oro. Su ecuanimidad la limitan a los
asuntos ajenos, en tanto que fueron disgustando y alarmando a
los parientes y a las amistades por la manera de llevar a cabo
este entretenimiento y por la equivocada negligencia del obvio
deber. Realmente ellos buscaron la ecuanimidad, pero fracasaron
en ver que la misma sólo puede ser adquirida a través de la
recta ejecución del deber y no por la voluntaria selección de
deberes y de los ambientes que nos son placenteros.
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