Las experiencias anteriores demuestran sin sombra de dudas y con claridad
suficiente, como el recuerdo de nuestros sueños es, la mayoría de las veces,
caótico e incoherente. Incidentalmente explican porqué algunas personas en que
el ego no esta desarrollado y son fuertes los deseos mundanos de varias
especies, nunca sueñan, y porqué muchas otras son capaces, cuando las
circunstancias son favorables, de traer algún confuso recuerdo de su aventura
nocturna.
Vemos además de esto, que si un hombre pretende coger en su
conciencia de vigilia los frutos de lo que su ego aprendió durante el sueño, le es
absolutamente necesario adquirir el dominio de sus pensamientos, subyugar
todas las pasiones subalternas y afinar la mente con actitudes nobles.
Si quisiera
tomarse el trabajo de formar durante la vida de vigilia, el hábito del pensamiento
firme y concentrado, no tardará en verificar que el beneficio ganado por este
medio, no se limita al día a día de su actividad. Que si aprende a contener su
mente para mostrarse también dueño de esta, así como de sus pasiones inferiores.
Que si se esfuerza con perseverancia en adquirir el mando total de sus
pensamientos, con el objetivo de saber en todo momento con seguridad aquello
en lo que está pensando y porqué; y verá que su cerebro ase ejercitado en
escuchar tan solamente las sugerencias del ego, quedará tranquilo cuando no
esté en uso y rehusará recibir y hacerse eco de las corrientes ocasionales del
océano de pensamientos circundantes.
Y de ese modo ya no será impermeable
a las influencias de los planos menos materiales, donde el discernimiento es más
fino, y el juicio más verdadero que en nuestro plano inferior.
La ejecución de un
acto elemental de magia puede contribuir a ayudar a algunas de estas personas
a adiestrar la parte etérica del cerebro. Las escenas que allí se desarrollan
cuando es desviada esta corriente de pensamientos exteriores serán tales que
probablemente impedirán el recuerdo de las experiencias del ego más que el
flujo agitado de los propios pensamientos, ase el alejamiento de esta corriente
impetuosa que encierra una dosis mucho mayor de mal que de bien, significa un
apreciable paso en la dirección al objetivo deseado. Y esto puede conseguirse
perfectamente sin gran dificultad. Que el hombre cuando se vaya a la cama
piense en el aura que le envuelve y desee con firmeza que la superficie de este
aura se convierta en una concha protectora contra la invasión de influencias
extrañas: la materia áurica obedecerá su pensamiento y se formará realmente
una concha a su alrededor, evitándose estas corrientes.
Otro punto que tan
incisivamente se evidenció en nuestras ulteriores investigaciones hace referencia
a la inmensa importancia del último pensamiento en la mente del hombre al
dormirse. Este es un aspecto que jamás sacude a la gran mayoría de las
personas, a pesar de influir en ellas, tanto física como moral y mentalmente.
Hemos visto qué tan pasiva y fácilmente se deja el hombre influenciar cuando
está dormido. Si entra en este estado con el pensamiento vuelto hacia cosas
dignas y elevadas, él en consecuencia atrae cerca de sí elementales creados por
pensamientos afines de otros seres humanos; reposa suave y tranquilo, y su
mente se abre a impresiones de los planos superiores y se cierra a los inferiores,
porque él la está dirigiendo para el trabajo en el sentido correcto.
Si, al contrario,
entra en el sueño con pensamientos impuros y mundanos, al atravesar el
cerebro, atraen criaturas groseras y malas que se hallan cerca, y su sueño es
agitado por ondas maléficas de pasión y deseo que lo vuelven ciego a las luces y
sordo a los sonidos procedentes de los mundos superiores. Al teósofo sincero le
cumple efectuar todo lo que esté a su alcance para enfocar sus pensamientos en
el más alto nivel del que sea capaz antes de dormirse. Para ello debe recordar
que cruzando lo que parece apenas ser el umbral del sueño, tal vez alcance allí,
poco a poco, la admisión en aquellos reinos maravillosos donde solamente es
posible la verdadera visión.
Si el hombre persevera en dirigir el alma hacia arriba,
sus sentidos internos al final comenzarán a desarrollarse; la luz dentro del
santuario brillará con más y más intensidad, hasta alcanzar la conciencia plena y
continua. Y entonces él dejará de soñar. Dormir para él ya no significará
zambullirse en el olvido, sino solamente caminar hacia delante con alegría y
decisión en el rumbo de aquella existencia más integra y sublime, donde el alma
estará siempre aprendiendo, aunque todo su tiempo esté dedicado al servicio.
Porque el servicio es el gran maestro de la sabiduría, y la gloriosa tarea que le
fue confiada es la de ayudar siempre hasta el extremo límite de sus fuerzas, en
una obra que jamás termina, la obra de los maestros, cuya finalidad es ayudar y
llegar a la evolución de la humanidad.
FIN
LEADBEATER
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