La Doctrina Secreta fue la religión universalmente difundida del mundo antiguo y prehistórico.
Las pruebas de su difusión, los anales auténticos de su historia, una serie completa de documentos que demuestran su carácter y su presencia en todos los países juntamente con las
enseñanzas de todos sus grandes adeptos, existen hasta en criptas secretas de las bibliotecas pertenecientes a la Fraternidad Oculta.
Esta afirmación se acredita con los hechos siguientes: la tradición de millares de pergaminos antiguos salvados cuando la Biblioteca de Alejandría fue destruida; los millares de obras sánscritas desaparecidas en la India durante el reinado de Akbar; la tradición universal, existente tanto en China como en el Japón, de que los verdaderos textos antiguos, con los comentarios, que únicamente pueden hacerlos inteligibles, y que suman muchos miles de volúmenes, hace mucho tiempo que están fuera del alcance de manos profanas; la desaparición de la vasta literatura sagrada y oculta en Babilonia; la perdida de las claves que, solas, podrían resolver los mil enigmas contenidos en los jeroglíficos egipcios; la tradición existente en la India de que los verdaderos comentarios secretos, únicos, que pueden hacer inteligibles los Vedas, aunque no son visibles para los profanos, están a disposición del Iniciado, escondidos en cuevas y criptas secretas, y la idéntica creencia de los budistas, por lo que hace a sus libros sagrados.
Los ocultistas afirman que todo esto existe, seguro de la expoliación de manos occidentales, para reaparecer en una época más ilustrada, por la cual, según las palabras del difunto Swami Dayanand Saravasti, los “mlechchhas” ~ proscriptos salvajes, aquellos que se hallan fuera de la civilización ~, tendrán que esperar todavía.
No es culpa de los Iniciados que tales documentos estén hoy “perdidos” para el profano, ni ha sido su conducta aconsejada por el egoísmo o por deseo alguno de monopolizar el sagrado saber que da la vida. Algunas partes de la Ciencia Secreta debían permanecer ocultas a los profanos durante edades sin cuento; mas esto era debido a que el comunicar a la multitud secretos de una importancia tan enorme sin estar preparada para ello, hubiera sido equivalente a entregar una vela encendida a un vivo y meterle en un polvorín.
(D. S. ~ I. Introduc.)
Lo que en tono de desprecio ha sido denominado Paganismo, era antigua sabiduría repleta de Divinidad; y el Judaísmo, con sus descendientes el Cristianismo e Islamismo, todo cuanto tienen de inspirado lo han adquirido de su étnico padre.
El Brahmanismo prevédico y el Budismo son la doble fuente de la cual todas las religiones han brotado; el Nirvana es el Océano al cual todas tienden.
Para los fines de un analista filosófico no necesitamos tener en cuenta las enormidades que han ennegrecido el recuerdo de muchas de las religiones del mundo.
La verdadera fe es la encarnación de la caridad divina; los que ejercen de ministros en sus altares no son más que humanos. Al volver las sangrientas páginas de la historia eclesiástica notamos que, cualquiera que haya sido el protagonista, y cualesquiera que hayan sido los trajes llevados por los actores, el plan de la tragedia ha sido siempre el mismo. Pero la Eterna Noche reinaba en todo y detrás de todo, y nosotros pasamos de lo que vemos a lo que es invisible a los ojos de los sentidos. Nuestro ferviente deseo ha sido el hacer ver a las almas sinceras como pueden correr hacia un lado la cortina, y en medio del resplandor de aquella Noche convertida en Día, contemplar con mirada serena la VERDAD SIN VELO.
(I. S. V. II, final.)
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