Para pormenorizar este desenvolvimiento necesitaríamos mayor espacio del que nos con-siente un Manual. En otras obras teosóficas encontrará el lector el esquema completo de dicho desenvolvimiento. Baste decir por ahora que todo es cuestión de vibraciones. Ningún conocimiento del mundo exterior adquirimos como no sea por vibraciones de una u otra especie que hieren nuestra vista, oído y tacto. Así pues, si un hombre logra hacerse receptivo a vibraciones suplementarias, adquirirá un suplemento de percepciones exteriores, llegando a ser, por ejemplo, lo que suele llamarse un "clarividente". Esta palabra, en su acepción vulgar, sólo significa una corta amplitud de la vista ordinaria; pero el hombre puede hacerse cada vez más receptivo a vibraciones también cada vez más sutiles, hasta que apoyando la conciencia sobre alguna facultad nuevamente desarrollada, acabe por seguir nuevos y más elevados senderos.
Entonces ve desplegarse ante él los que imagina mundos de materia más sutil y que en realidad no son sino nuevas regiones de este mismo mundo del que ya conocen algunas comarcas. Así aprende que durante toda su vida le rodea un vasto e impercibido mundo, que en él influye constantemente de mil modos, aun cuando permanezca en ceguera inconsciente de su existencia. Pero cuando desarrolla las facultades con cuyo auxilio puede ponerse en contacto con estos nuevos mundos, le es posible observarlos científicamente, reiterar a menudo las observaciones, compararlas con las de otros, ordenarlas y colegir las deducciones intensamente instructivas que de ellas se derivan. Todo esto se ha hecho no una, sino miles de veces.
Los Adeptos, a quienes ya me he referido, consagraron todos sus esfuerzos a esta obra, y al mismo fin los han dirigido los indagadores de la Sociedad Teosófica. Gracias a nuestras investigaciones, no sólo hemos comprobado gran número de datos que en su principio nos dieron lo Maestros, sino que también hemos podido explicar y ampliar mucho de ellos. La contemplación de esta parte habitualmente invisible de nuestro mundo, nos proporciona por de pronto el conocimiento de un vasto conjunto de hechos enteramente nuevos y en extremo interesantes. Nos da gradualmente la solución de los más difíciles problemas de la vida, revela muchos misterios y nos hace comprender por qué nos parecían tales hasta entonces; esto es, porque no veíamos sino una pe-queña parte de los hechos, porque en vez de elevarnos sobre ellos hasta un punto de vista desde el cual se comprenden como partes de un armonioso conjunto, mirábamos las distintas cuestiones desde abajo y nos parecían fragmentos incoherentes y en cierto modo disociados.
La Teosofía solventa de pronto gran número de las más debatidas cuestiones, como, por ejemplo, la de la continuidad de la existencia humana después de la muerte. Nos da la verdadera explicación de cuanto imposible de por sí afirman las diferentes Iglesias respecto del cielo, el infierno y el purgatorio. En fin, la Teosofía disipa nuestra ignorancia y desvanece nuestro temor a lo desconocido, dándonos del universo entero la noción racional y clara que trataré de exponer.
C.W. LEADBEATER
BOSQUEJO TEOSÓFICO
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