sábado, 1 de septiembre de 2018

LA TEOSOFIA COMO CIENCIA


             
          

La forma antigua de estudio era establecer princi­pios universales y de ahí descender a los particulares, lo que aún continúa siendo el mejor sistema para estu­diantes serios y filosóficos. La forma moderna es comenzar con lo particular, ascendiendo luego a lo universal; para un lector moder­no, que todavía no ha acostumbrado su mente a un es­tudio serio del tema, es la vía más fácil, porque se re­serva la parte más difícil para el final. Dado que este pequeño libro está destinado al lector general, vaya seguir este camino. La teosofía acepta los métodos de la ciencia-obser­vación, experimentación, ordenamiento de los hechos comprobados, deducción, hipótesis, verificación, afir­mación de la verdad descubierta- pero incrementa in­mensamente su área. Visualiza la suma de la existencia como conteniendo sólo dos factores: Vida y Forma, o como algunos los llaman. Espíritu y Materia, o Tiempo y Espacio, porque Espíritu es el movimiento de Dios, en tanto que Materia es Su quietud. Ambos se unen en El, por cuanto la Raíz del Espíritu es Su Vida y la raíz de la Materia es el Éter Univer­sal, los dos aspectos del Uno Eterno fuera del Espacio y del Tiempo (Ver Sección III). En tanto que la ciencia convencional confina la Materia a lo tangible, la ciencia Teosófica la extiende a varios grados, intangibles a lo físico, pero tangibles a los sentidos súper-físicos. 

Ella ha observado que la condición necesaria para conocer el universo físico es la posesión de un cuerpo físico, en el cual algunas par­tes han evolucionado como órganos de los sentidos, o sean ojos, nariz, etc., a través de los cuales se hace po­sible la percepción de los objetos externos, y que otras partes han evolucionado como órganos de acción, o sea las manos, los pies y demás, a través de los cuales puede establecerse contacto con los objetos exte­riores. Ella visualiza que, en el pasado, se ha producido la evolución física por el esfuerzo de la vida para usar su naciente poder, y que la lucha por ejercitar una facul­tad Ingénita ha moldeado lentamente a la materia con­formando los órganos a través de los cuales dicha facul­tad puede ser ejercida más plenamente. Revirtiendo lo establecido por Büchner: No caminamos porque tene­mos piernas, sino que tenemos piernas porque hemos querido movernos. 

El crecimiento de las piernas está ya insinuado en las prolongaciones de la ameba, me­diante el desarrollo de protuberancias en el cuerpo, hasta manifestarse en las piernas del ser humano, las que fueron gradualmente tomando forma por los es­fuerzos de la criatura viviente para moverse. Como dijo W. K Clifford de los enormes saurios del pasado: "Algunos quisieron volar, y se transfor­maron en aves". La "Voluntad de vivir", esto es de­sear, pensar, actuar, yace debajo de toda evolución. El Teósofo lleva los mismos principios a un campo mayor, si éste existe. Si la conciencia ha de conocer las demás esferas fuera de la física[1], ha de tener un cuerpo de la materia correspondiente a la esfera que va a investigar, y dicho cuerpo ha de tener sentidos, desarrollados por el mismo impulso de la Vida a ver, escuchar, etc. Que debe de haber otras esferas, y otros cuerpos a través de los cuales dichas esferas pueden conocerse no es más increíble que hay una esfera física y que hay cuerpos físicos a través de los cuales la conocemos. 

El Ocultista - el estudiante del trabajo de la Mente Divina en la Naturaleza - concuerda con que existen dichas esferas, y con que tiene y usa dichos cuerpos. Las afirmaciones que siguen - con una excepción que podrá notarse - se hacen como resultados de in­vestigaciones llevadas a cabo en dichas esferas median­te el uso de dichos cuerpos por la autora y por otros ocultistas; todos hemos sido guiados por miembros muy desarrollados de la humanidad, que han probado su verdad etapa tras etapa, y han llenado muchas brechas, mediante nuestras investigaciones. Por lo tanto, tenemos el derecho de afirmar, por nuestra propia experiencia - que se extiende por un período de veintitrés años en un caso y veinticinco en otro - que la investigación súper física es practicable, y es tan confiable como la investigación física, y debe ser realizada en la misma forma. Estos investigadores están sujetos a errores, tanto en la esfera física cuanto en la súper física, por razones similares, pero esos erro­res deben de conducir a realizar una investigación más acertada, pero no a abandonarla.
                                           TABLA DE CORRESPONDENCIAS

La tabla que sigue presenta una visión de las esfe­ras relacionadas con e incluyendo la tierra, de los cuerpos usados en su investigación, y de los estados de conciencia manifestados a través de ellos por su poseedor, el Hombre. El Hombre eterno, un fragmento de la Vida de Dios, es llamado Monada, una "unicidad"[2]. Es ver­daderamente un Hijo de Dios, hecho a su imagen y expresando su vida de tres maneras: bajo el aspecto de la Voluntad, de Sabiduría y de Actividad Creadora. Vive en su propia esfera, una chispa en el Divino Fue­go, y envía hacia abajo un rayo, una corriente de su vida, que lo incorpora en las cinco esferas de la mani­festación. Este rayo, apropiándose de un átomo de materia de cada una de las tres más altas de las esfe­ras, aparece como el Espíritu humano, reproduciendo los tres aspectos de la Mónada: Voluntad, Sabiduría y Actividad Creadora, y se revela a sí mismo, en cier­ta etapa de la evolución, como el Ego humano, el Ser individualizado. 

Comienza su larga jornada como una simple semi­lla de vida, y sin perder nunca su identidad, se mueve a lo largo de ese largo viaje desarrollando todas las potencialidades de la Mónada, que yacen escondidas en él, como el árbol en la semilla. Cuando conquista su reino de materia, su Padre-Mónada vierte en él más y más vida, y extrae de él más y más conocimien­to del mundo en el cual vive. Pero el paso por las tres más altas esferas manifestadas no es suficiente para obtener todo el conocimiento y poder en el Sistema Solar; quedan aún dos, y sigue todavía el proceso de empaparse en la materia. El espíritu se fortifica a sí mismo para este trabajo apropiándose de una molécu­la de la materia más burda de la esfera más baja en la cual ha entrado, y la liga con un átomo de la cuarta esfera manifestada de la materia más densa, y uno de la quinta, la más baja, nuestra esfera física. Obtiene así cuerpos, formados alrededor de estas apropiadas partículas permanentes de materia mediante los cuales puede conocer y actuar en las cinco esferas manifes­tadas. Veremos que los cuerpos inferiores, que forman lo que llamamos la personalidad, son desechados en lo que llamamos la muerte, y son renovados en cada na­cimiento, en tanto que los superiores, que constituyen la Individualidad, permanecen a lo largo del extenso peregrinaje, un hecho importante en cuanto a la posibilidad de recordar el pasado. Estos hechos están tabu­lados en la planilla que sigue. 

Puede preguntarse: "¿Cuál es el objetivo de este descenso en la materia? ¿Qué gana la Mónada con es­to? Omnisciente como es en su propia esfera, es ence­guecida por la materia en las esferas de manifestación, al no poder responder a su vibración. Como un hombre que no sabe nadar, tirado al agua profunda, queda ane­gado, pero puede aprender a moverse libremente en ella; así ocurre con la mónada. Al final de su peregrina­ción, estará libre del Sistema Solar, capacitada para funcionar en cualquier parte de él, crear a voluntad y moverse a placer. Cada poder que desarrolla por medio de una materia más densa, es retenido para siempre bajo cualquier condición; lo implícito resulta explícito, y lo potencial, real. Es Su propia Voluntad que vive en todas las esferas, y no sólo en una, la que lo trae a la manifestación.




[1] Utilizo la palabra "esfera" para indicar toda la extensión de la materia que pertenece a un tipo definido, o sea constitui­da por átomos de una clase. Ver "átomos" en la Sección VI. Puede haber varios mundos en una esfera; el cielo está en la esfera mental. La palabra plano también se usa en este sentido, pero vemos que el lector no capta rápidamente su significado
[2] Este es el estado, incluyendo lo que se dice luego sobre la Mónada, que se hizo notar antes como que no ha sido verificado por la propia observación de la autora. Este estado del Ser se manifiesta a aquellos como nosotros en raras ocasiones en un gran flujo de luz deslumbrante: en su propia naturaleza, en su propio mundo, él está más allá del alcance de cualquier visión hasta aquí obtenida por cualquiera de nosotros. No obs­tante, lo que llamamos nuestra vida es suya, ya que El es el Ser en cada uno, el "Dios escondido", como acostumbran a decir los Egipcios.

ANNIE BESANT

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