En
toda época ha habido hombres cuyas mentes se han dedicado a especular sobre el
origen y fin de las cosas, la unidad fundamental de la Naturaleza, la substancia
original de donde todo ha surgido, la fuente de toda la energía que se exhibe
en innumerables formas en los fenómenos de la Naturaleza.
Una
persona habla del Fuego como origen de todos como el Dios principal, la
sustancia subyacente de las cosas; otra habla del Agua, el gran abismo, como
matriz y cuna a la vez de la Naturaleza. Otros hacen referencias similares al Éter,
al Aire y a la Tierra. Los modernos eruditos se desconciertan con estos
términos, que para los antiguos filósofos no tenían el sentido literal que ordinariamente
les asignamos sino cierto sentido técnico y amplio. Cuando diferentes filósofos
presentan y alaban estos diferentes símbolos como el principio más importante
para el universo, como por ejemplo en los antiguos himnos Indos están
acercándose, cada uno a su propia manera, a las mismas verdades centrales.
Entre
los diversos términos empleados por los antiguos filósofos de Occidente, tanto
anteriores como posteriores a Platón, hay uno que en la literatura Teosófica
moderna ha alcanzado gran profundidad de significado e importancia, en
contraste con las débiles e inciertas interpretaciones de los eruditos modernos,
y es la palabra “Logos”. Este término ha sido interpretado de diversas maneras
en los contextos de las antiguas escrituras, como la Fuente de vida e
inteligencia; la Ley de los procesos mundiales; el Mediador entre Dios y el
mundo; la Razón Divina; el Unitario Principio Cósmico, etc. Todo esto aturde en
extremo a una persona que no haya sido ayudada a captar el espléndido Todo, del
que tales descripciones son facetas diferentes, ya sea por medio de una enseñanza
tal como la que tenemos en la Teosofía moderna, moderna en su forma, pero en
esencia también la más antigua Sabiduría, o por algún instructor que sepa la
verdad acerca de estas cuestiones.
Cuando
se comprende la verdad, cada una de estas ideas del pasado entra a ocupar su
lugar propio, y quedamos en situación de adquirir un concepto más cabal sobre
ellas sintetizando todo cuanto tienen de verdadero. Todas las ideas que
resumimos bajo el título de Teosofía están estrictamente relaciona das entre sí,
formando un conjunto racional, de modo que al considerarlas podemos dejar que
la razón, y no la fe ciega, sea nuestro guía. Tenemos, sin embargo que aceptar
ciertas verdades temporalmente como hipótesis, debido a su naturaleza misma y a
nuestra limitada comprensión.
La
razón implica el establecimiento de relaciones, y todo lo que podemos conocer
debe estar relacionado con nosotros en alguna manera. Pero lo que hay por
conocer no es lo mismo que lo que conocemos ahora. Sabemos muy poco aún acerca
de nosotros mismos. Más cuando hemos seguido en cierto grado el consejo
“Conócete a ti mismo”, ese conocimiento debe llevarnos por medio de relaciones
existentes, a todo otro conocimiento. Con la ayuda de la Razón Divina que
llevamos dentro -y que es mucho más que la razón que utilizamos- podemos
entender lo que esa Razón ha creado, o más bien el reflejo de esa Razón en el
universo tal como lo encontramos. Cuando llegamos a un Absoluto tan falto de
relación con todo lo que conocemos que no podemos derivarlo de ninguna manera
de las premisas que conocemos, entonces es cuando necesitamos hacer un verdadero
acto de fe. Aún entonces, si aceptamos el Absoluto es porque esa verdad atiende
a una necesidad de nuestro pensamiento, y es sugerida por procesos lógicos que
nuestra experiencia encuentra válidos.
El
Fuego y el Agua simbolizan primero que todo -aunque tenían otros significados
también- la energía del Purusha o Espíritu universal, y la receptividad de la
Materia-Raíz o Mulaprakriti respectivamente. El Agua fue desde antaño un
símbolo adecuado de la Materia, debido a su divisibilidad y tendencia a
cambiar. El ingreso del Fuego divino en ese estado de Materia, considerado
igualmente divino, causa todas las modificaciones en el universo tal como lo
conocemos. Según Heráclito, a quien se tiene por originador de la idea del
Fuego, todas las cosas están en flujo; declaración ésta que encuentra pleno
apoyo en los fenómenos evolutivos y en los análisis de la Ciencia. Esta
transformación universal, a que hace referencia también el Buddhismo bajo la
verdad de la Impermanencia es el resultado de la operación de la Energía única,
la cual asume diversas formas en el proceso universal, entrando en diversos
estados o combinaciones de materia. El Teósofo puede penetrar plenamente en la
interioridad de la declaración de que el Fuego es el más puro de todos los
elementos y es la raíz de todos los fenómenos.
La
energía que se describe como Fuego baja del nivel espiritual, y siguiendo un camino
descendente, entra primero en los niveles psíquicos, también simbolizados por
el Agua, y luego en la Tierra de densa materialidad. Más tarde reasciende de la
Tierra al Agua, y otra vez al estado original de Fuego puro. Esto de acuerdo
con la visión cíclica de la manifestación que comienza arriba. El ascenso sigue
al descenso en el ciclo de la existencia terrenal del hombre, lo mismo que en
el ciclo de la manifestación cósmica.
La
palabra “fuego” se ha usado para indicar cierta intensidad de la acción divina,
pero la acción puede ser constructiva o destructiva. La Energía una, que es la
Shakti de Shiva en la cosmología Inda, bajo ciertas condiciones construye o
regenera, y bajo otras destruye. Hay Fuego en toda planta y árbol, pues en todo
proceso de crecimiento hay fuerzas trabajando intensamente para producir la
forma del momento siguiente.
La
idea del Fuego como símbolo de la Deidad y como un Principio omnipresente en la
Naturaleza, se encuentra en el Zoroastrismo. El primer Zoroastro habló del
Logos como Fuego. Estos antiguos símbolos no se han usado arbitrariamente, sino
que tienen un significado profundo, y quien investigue la naturaleza de los
símbolos podrá descubrir algo de la naturaleza de las cosas simbolizadas Así,
cuando se habla del Fuego, significa que hay una cualidad ígnea, irresistible,
en la causa del cambio o transformación que tiene lugar a todo momento. El
Fuego, que incluye también el fuego eléctrico, todo lo con sume excepto a sí
mismo. Seca las aguas (aunque no la fuente de las aguas, que es eterna), cuando
llega el momento de que un universo particular termine.
La manifestación, por venir de adentro, es evidentemente resultado de una voluntad
de manifestarse, para la cual se ha usado también la palabra “deseo”, como
indicativa quizá de un movimiento descendente. Sin embargo, no es una voluntad
ciega, sino una voluntad que equivale a una Inteligencia perfecta. Las fuerzas
que emanan de esa voluntad realizan las obras de esa Inteligencia en todas sus
ramificaciones. Si estas fuerzas se totalizan como Energía, es la Energía de la
Ideación cósmica, o como dice H. P. Blavatsky: pre-cósmica. Siendo periódica la
Ideación cósmica, al surgir de la Mente Divina trae consigo el diluvio de ideas
de la Mente Divina. En este modo de ver, la Mente -que naturalmente no es la
mente que conocemos, sino su nóumeno- está hasta detrás de la vida en el
universo manifestado. Ese es el orden evidente para nuestra mente
diferenciante. Pero son dos aspectos de una Realidad, contemporáneos y consubstanciales.
La Existencia (Sat) es inseparable, en la filosofía Inda, de la consciencia o
pensamiento (Chit) según sea el caso.
Ordinariamente
consideramos la fuerza como mecánica, ciega y brutal; y pensamos que la
inteligencia, la auto-determinación, la voluntad y el pensamiento, son algo
totalmente diferentes a la fuerza. Así es como lo vemos en este mundo más
inferior, donde la verdadera naturaleza de las cosas está velada espesamente
para nuestra visión; pero a medida que ascendemos del nivel denso a uno más
sutil, hay una creciente unificación de diferentes procesos que parecería
Imposible aquí abajo. Al adelantar hacia el origen de las cosas, que es una
Fuente sempiterna, la fuerza y la inteligencia no son dos cosas separadas, sino
que toman más y más sus características reciprocas. Es una evolución del todo
inteligente, operada con fuerzas diferenciadas.
Cada
fuerza obra como un instinto en la Naturaleza, de acuerdo con una oculta ley de
acción, una oculta inteligencia que parece saber cómo ha de actuar, cuál es la
meta por alcanzar, y cuáles son los medios por los cuales puede lograrse ese
fin. Una Inteligencia, en su cualidad espiritual, no está sentada, como si
dijéramos, incapaz de hacer otra cosa que buscar un agente que haga su voluntad.
La Inteligencia y la Voluntad obrando de consumo, configuran los medios junto
con el fin, y así dan nacimiento a la certeza de acción que no se desvía de los
planes de esa Inteligencia. El poder de ser una causa eficiente, se mezcla con
la Inteligencia Divina, universalmente presente en la Naturaleza. Pero una
causa menor actúa siempre dentro de los límites señalados por una causa mayor.
Hay una jerarquía de Inteligencia, y una jerarquía de causas.
Según
los filósofos ya mencionados, todas las cosas suceden por medio del Logos, el
Verbo, por cuyo medio se manifestó la Razón Divina o la Sabiduría Divina. El es
la causa de las causas, el generador de Luz y Vida, según Filón, el filósofo alejandrino
cita do por H. P. Blavatsky. Ahí está el concepto de la filosofía Hindú, de Brahmán
en sus dos aspectos, con y sin cualidades. En este último aspecto se le
considera como el Purusha Supremo, el Potente Hombre Universal. Pero en los
conceptos mencionados antes, el Logos es una Ley o un Principio que rige y
gobierna los procesos mundiales, y no una Persona; punto este que también
refleja un pensamiento prominente en el Buddhismo. Si consideramos al Logos y
al mundo como separados, el mundo está en un constante estado de devenir. Este
devenir está sujeto a la Ley, la cual es la naturaleza del Logos, pero también
está impelido y guiado misteriosamente por El desde dentro de todas las cosas
abarcadas por los procesos mundiales. Su naturaleza, Su ley, opera a la vez
dentro y fuera para cada ente y unidad individual.
Una
de las ideas que encuentran muy difícil de comprender los modernos escritores
sobre este tema, es la de que la materia y Dios son dos aspectos de una unidad
mundial. Esa idea se encuentra en la Escuela de los Estoicos. Ellos enseñaron,
como aparece en “Las Cartas de los Mahatmas a A.P. Sinnett”, que la materia y Dios,
o cualquier otro término que se use para este último, no están separados, sino que
son en realidad dos aspectos de una misma Realidad, si por Dios quiere
entenderse el Logos que se manifiesta, no el Dios que es todo en todo. La
manifestación es siempre dual, o sea que toma la forma de acción o movimiento
desde los dos polos del Espíritu y la Materia, y todo cuanto encontramos en el
universo es el resultado de estos dos movimientos, centrífugo y centrípeto. El
uno asciende y el otro desciende, encontrándose en los puntos perfectos de entrada
a las esferas inferior y superior, respectivamente.
Uno
de los significados que se da a la expresión “Logos” es el de que El está
presente en cada cosa, que El contiene en la forma de Su presencia la fórmula
del desarrollo de ella. En cada cosa que es individual, en cada tipo, en cada
especie, existe un modelo que determina su evolución. Cada modelo es diferente
de los demás. La semilla del loto tiene en sí la forma completa del loto; y así
todas las demás cosas, para cada una de las cuales existe una forma final de
perfección. Puesto que hay innumerables cosas en el universo, y cada una lleva
dentro de sí la forma de su singularidad, hay innumerables Logoi. Si bien puede
concebírseles como diferentes entre sí, como la rosa es diferente de la palma
real o del loto, no son otros tantos Logoi sin relación entre sí, sino todos
son factores de un Logos: emanaciones de la Unidad.
Esto
puede describirse como monismo panteísta. Representa un concepto de la Unidad
en la pluralidad. Si hay verdad en la idea de unidad, también la hay en la de
pluralidad, hasta donde alcanzan nuestras percepciones. Es difícil entender la
relación del Uno y los Muchos, concebir estos Logoi como Potestades
independientes y a la vez como aspectos o rayos del único Sol central e
inextinguible.
Se
ha dicho que la doctrina de la Trinidad es un misterio profundo. ¿Cómo surge la
Trinidad de la Unidad? También, si hay siete Logoi, como los siete colores del
espectro o las siete notas de la escala musical, por cuyo medio pasan la luz y
la vida, ¿cómo surgen estos Siete? Al Logos se le ha descrito como el Oculto de
lo Oculto y el Señor de todos los Misterios. Cuanto más ahondamos en estas
descripciones, más hallamos en ellas. Las ideas son profundas, porque el
concepto del Logos abarca tanto. El resume en Si mismo el total del universo en
su aspecto subjetivo o vital.
Si
imaginamos al Logos como un punto, el cual en verdad carece de dimensiones, ese
punto es el centro de una radiación infinita. Pasan a través de ese punto una
infinidad de líneas, que también son un concepto puramente geométrico, pues
jamás podemos en realidad ver una línea consistente de puntos colocados en ese
orden. A través de cada punto pueden trazarse innumerables líneas. En este
símbolo, el punto está conectado con el universo externo por estas innumerables
líneas. Si consideramos al punto como el origen o el Primer Logos primero en
manifestarse, entonces estas líneas son Inteligencias que emanan del Logos, así
como poderes o aspectos de Su Ser.
Primero
pensamos en el punto y luego en las líneas. Pero donde está el punto están
también simultáneamente las líneas de la cuales el punto es el centro común de
intersección. Si consideramos al Logos como la Unidad, El es también una multiplicidad
de Inteligencias que parecen separadas de El, pero que en realidad no lo están
porque son aspectos de El. Tenemos que reconciliar en este concepto la
independencia, la individualidad de las Inteligencias operantes, su unidad espiritual.
El punto es el origen y centro, como también una síntesis. Es el inicio de una
manifestación total, como también el de todas las manifestaciones individuales
y en él se sintetizan y se resuelven finalmente todas las manifestaciones
individuales.
Los
Siete que forman el Uno son distintos del Uno, pero no están separados.
Constituyen centros separados de acción: cada centro tiene su individualidad
propia. Sin embargo, perfectamente coordinados, son como centros de un mismo
cuerpo o cerebro que actúa como un conjunto. Los Siete son manifestaciones del
Uno -no creaciones- que aparecen simultáneamente con el Uno.
La
naturaleza extraordinaria de este fenómeno se demuestra en el principio de la
mente, la cual fue descrita por Platón como un compuesto de lo mismo y otro.
Cada hombre es una entidad individual, libre de trazar su propio camino, aunque
limitado por su propio Karma, pero que está evolucionando por medio de esas
mismas limitaciones para unirse libre y voluntariamente con la Fuente de donde
ha caído. Cuando se ha reintegrado así, podemos concebirlo como un centro de
pensamiento y acción independiente perfectamente coordinado con los demás centros
en la esfera mental del Logos separado y sin embargo uno con El. En el conjunto
la unidad y la multiplicidad son hechos y son simultáneos. La unidad crea la
diversidad, si pensamos en su acción sobre la materia, pero en la unidad misma
hay multiplicidad.
En
un libro publicado recientemente bajo el titulo El Cuarto Evangelio y la Doctrina
del Logos, por R. G. Bury, el autor da algunas definiciones de Filón acerca del
Logos y usa los adjetivos “intrincadas” y “sorprendentes” con respecto a ellas.
Las definiciones son, desde luego traducciones, que como sucede con mucha
frecuencia, fallan en transmitir de un lenguaje a otro el sentido original,
como ha sucedido con la mayoría de las palabras sánscritas de sentido filosófico.
Filón se refiere al Logos como “La mente o razón de Dios”, y también como “la
suma de las Ideas que constituyen esa Mente”. En otro lugar habla del Logos como
“Segundo Dios, la Deidad Inmanente”. Es obvio que entiende por primer Dios al
Uno que existe por sí sólo, ó sea el Absoluto Brahmán sin cualidades. Si entendemos
que Dios significa el Uno que existe por si solo, quien también es el Todo, el
Logos el Verbo es una emanación de El. “En principio era el Verbo. El Verbo era
uno con Dios”. Aquí hay una distinción clara ente el Verbo y Dios, aunque
también se dice que “El Verbo era Dios”.
El
Logos mismo es a la vez transcendente e inmanente. Shri Krishna, hablando en el
Bhagavad Gita como Logos, dice: “Habiendo establecido este universo con un
fragmento de Mí mismo, permanezco”. Aún pensamos en el Logos Solar, no es la
totalidad de Su vida la que está incorporada e Su sistema, sino solamente un fragmento.
Sus actividades fuera del sistema son mucho más grandes que dentro de él, se
nos dice.
Con
respecto a cada Logos del orden de los Logoi, sólo puede expresar un fragmento
de Si mismo en cualquier sistema que cree, por la razón simple de que
expresarse o manifestarse significa una limitación.
No
podemos separar la Mente Divina de las Ideas Divinas, porque es una Mente perfecta.
No está desorganizada o sin organización, escudriñando, extraviándose, como
nuestras mentes. Manas es el principio pensante. Cuando el pensamiento es
perfecto, y comprende todo cuanto necesita ser comprendido en perfecto orden,
entonces, es un universo de ideas; y eso es la Mente Divina. El contenido de
esa Mente Divina es subjetivo para nosotros; constituye los arquetipos hacia
los cuales evolucionan todas las cosas.
Una
tercera definición es: “El Logos es el Hijo primogénito cuya Madre es
Sabiduría”. Este es Horus, el Hijo de Osiris e Isis. La Madre es la Materia-Raíz
o Mulaprakriti. El que tiene las cualidades del Espíritu siempre libre e
incognoscible, y sin embargo manifiesta las cualidades en las limitaciones de
Forma o Materia, puede ser considerado como engendrado por ambos.
En
un cuarto término, El es la imagen o copia de Dios; también el mediador entre
Dios y el mundo material. El Logos manifestado tiene que ser una imagen de El
mismo en la Forma Inmanifiesta, y es el lazo entre la Deidad Absoluta y el
mundo de Materia. Se deduce que la idea del Logos surgió como un medio de
salvar el abismo entre Dios, que mora por siempre en el Cielo, y la Tierra.
Cielo y Tierra indican aquí respectivamente, el estado trascendente y las
limitaciones de la inmanencia.
Hijo,
mediador (pero no en el sentido de la teología Cristiana), agente, instrumento;
todas estas son descripciones que se usan para dar idea del estado y funciones
de El. Se ha descrito al Logos como la Individualidad o Ego único, del cual
todos los Egos individuales son reflejos. Puede considerársele como un Ego en
el sentido puramente filosófico, porque El es el foco de la Mente Universal.
También se le ha dado el título de Hombre Celeste, porque El es el prototipo
del hombre terrenal formado a Su imagen. En las Stanzas de La Doctrina Secreta
por H. P. Blavatsky, se dice que “El resplandece como el Sol”, lo cual trae a
la mente la descripción como “Montaña de Luz” en los libros hindús, y también
que “El es el Flameante Dragón de Sabiduría”.
Estas
sorprendentes descripciones, y muchas otras posibles, muestran que los nombres
de El son innumerables, como se ha dicho de Vishnú, el Omni-Penetrante en la
cosmología Hindú, también llamado Maha Vishnú en Su aspecto super-cósmico, porque
Su naturaleza es tan múltiple en su unidad. Como dice el Bhagavad Gita, “Como
maravilloso lo considera uno; como maravilloso habla otro de El; como
maravilloso oye otro de El; empero, habiendo oído, ninguno en realidad
comprende”
En
todos los conceptos con que se ha rodeado la realidad de lo que El es, por los
que han tenido una lejana vislumbre de ella en alguna forma directa o
indirecta, la dificultad que más que cualquiera otra parece haber atormentado
al pensamiento cristiano primitivo, es el lugar que ocupa el Espíritu Santo en
relación con El. Las palabras mis mas “Espíritu Santo” sugieren una influencia
sutil, intangible, impersonal, pero poderosa. No puede ser que esta influencia,
con el poder que emana, sea independiente del Logos, pues El es el principio y
fin de todas las cosas creadas. La influencia tiene que fluir a través de El o
desde El. El ha nacido de la Luz, como Hijo de la Luz, o El es la Fuente misma
de la Luz, el Padre de las Luces, puesto que El es ciertamente el origen de
toda Luz manifestada.
La
relación del Hijo con el Padre debe ser un misterio para nosotros hasta que alcancemos
el plano de ese misterio y pasemos más allá de él, esperanza ésta que podemos
alimentar como creyentes en la Inmortalidad; y hemos de alcanzar ese plano con
esa naturaleza de nuestra individualidad que es capaz de elevarse hasta allí.
En el Bhagavad Gita, Shri Krishna habla de Sus dos naturalezas: la naturaleza
de Materia, que podemos identificar con nuestros conceptos de la Naturaleza, y
la naturaleza Divina, que es una Luz omnipresente que da sobre la Materia
imprimiendo en ella las Ideas Divinas.
Estas
ideas son sumamente interesantes. Pero lo interesantes y prácticas que sean
depende de lo reales que sean para nosotros. Cada uno pone en todas esas ideas
el contenido de su propia consciencia. Una idea como la del Logos puede ser la
más maravillosa idea concebible, si se le da un significado extraído de las
riquezas de nuestra propia consciencia. O puede ser muy pobre en contenido, y
entonces no es sino una palabra a la que se inviste de significados que no
tienen ninguna relación con ella, o que hasta pueden ser el reverso de la
Realidad.
Hay
una diferencia entre la Metafísica y el Ocultismo. La Metafísica es lo que está
más allá, de la física y trata de explicar tanto la mente como los fenómenos de
la materia, con las verdades que postula. En Ocultismo tratamos con la fuerza,
la realidad y la vida. La Metafísica no necesita diferir del Ocultismo en su
aspecto teórico, pero a veces difiere. Todo cuanto no nos afecta vitalmente
tiende a volverse irreal. Todo lo que se dice acerca del Logos, por ejemplo,
puede parecerles a algunos remoto e irreal. Eso se debe a que aún no han
captado la realidad de ello. Pero el Logos no es algo lejano y abstracto; El es
una realidad que existe aquí y ahora. El está en el corazón de cada uno, como
el Poder que opera allí. En nuestros corazones es donde podemos sentir Su presencia.
Cuando la sintamos así, El será para nosotros una formidable realidad, al lado
de la cual todo lo demás se desvanecerá en la más completa insignificancia.
N.SRI RAM
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