Todas
las religiones conocidas conservan como depositarias, Libros Sagrados a los que
acuden para resolver las cuestiones que, tocante a 'su propia índole, puedan
ofrecerse. Estos libros contienen las enseñanzas dadas por los Fundadores
respectivos o por maestros posteriores a quienes consideran como posee-dores de
conocimientos sobrehumanos. Y aun en el caso de producirse discordia en el seno
de alguna de estas regiones, dando origen a sectas opuestas, acontece que estas
mismas sectas muestran tal apego al Canon Sagrado, que en la interpretación de
su texto fundan precisamente sus doctrinas particulares. ¡y así es que, por más
apartados que en materia de creencias puedan hallarse los católicos y los
protestantes que llevan su oposición al mayor extremo, unos y otros apelan, sin
embargo, a una misma Biblia.
Así también, por grande que sea la
distancia que separa al filósofo vedantino del inculto vallbhacharya, ambos
reconocen la autoridad suprema de los Vedas. Y de igual modo, shias y
sunnis miran como sagrado al mismo Koran, a pesar de mediar entre ellos
la más amarga rivalidad religiosa. Podrán suscitarse disputas y controversias
sobre el significado de los textos, pero en todo caso se guarda hacia los
libros la más profunda reverencia. Lo cual es acertado, pues tales libros
contienen fragmentos de LA REVELACIÓN, escogidos por Alguno de los Grandes
Seres a quienes ha sido confiada; estos fragmentos se hallan incorporados en lo
que el mundo llaman la Revelación o una Escritura, y en la cual se complace
como en tesoro de inmensa valía.
Se
han escogido los fragmentos conforme a las necesidades de los tiempos, a la
capacidad del pueblo a quien se han dado, al tipo de la raza que se ha tratado
de instruir. Generalmente se redactan de un modo peculiar y con tal arte, que
ya constituyan historia, ya narración, canto, salmo o profecía, estas formas
externas aparecen a los lectores superficiales e ignorantes como el contenido
completo del libro; mas tales formas encubren significados más profundos, a
veces por medio de números, a veces por medio de palabras combinadas con
arreglo a un plan oculto -una verdadera cifra, en realidad-, otras veces con
símbolos que conocen los que en estas materias están versados, y en casos
valiéndose de alegorías trazadas como historias, y aun de otras muchas maneras.
Estos
libros, por cierto, tienen algo de carácter sacramental: una forma al exterior
y una vida al interior, un símbolo por fuera y una verdad por dentro. Sólo
pueden explicar su sentido oculto los que para ello han sido adoctrinados por
los maestros únicos en él; de aquí el dicho de San Pedro: "que ninguna
profecía de la escritura es de particular interpretación" (1) . Las muy
trabajadas explicaciones de los textos de la Biblia que llenan los volúmenes de
la literatura patrística, parecen fantásticas y excesivas al prosaico
pensamiento moderno. El trastejo de número de letras, la interpretación,
aparentemente imaginativa, de párrafos que a simple vista son narraciones
históricas sencillas, exasperan al lector moderno, que quiere hechos coherentes
y claros, y que, sobre todo, exige que el terreno por donde anda sea firme. Se
niega en absoluto a penetrar en los, a su parecer, movedizos tremedales que el
místico, de fácil persuasión recorre en seguimiento de fuegos fatuos, que tan
pronto aparecen como desaparecen de modo confuso, irracional y caprichoso. Sin
embargo, los que escribieron esos desesperantes tratados, eran hombres de
brillante inteligencia y de juicio sosegado, los constructores más eminentes de
la Iglesia; y aquellos que aciertan a leerlos con inteligencia, los encuentran
llenos de sugestiones y señales que les apuntan a más de una obscura senda que
conducen a la meta del conocimiento, las cuales no se hallarían de otro modo.
Ya
hemos visto cómo Orígenes, alma sana, versada en el conocimiento oculto, enseña
que las Escrituras son triples, constando de Cuerpo, Alma y Espíritu (2). Dice
que el Cuerpo está formado de las palabras en que se hallan escritas las
historias y narraciones, de las cuales afirma sin vacilar que no son
literalmente ciertas, y sí sólo relatos para instrucción de los ignorantes; y
aun llega a indicar que en tales cuentos se hacen declaraciones notoriamente
falsas, con presupuesto de que las ostensibles contradicciones que en la
superficie aparecen inciten al que leyere a hacer inquisición sobre el
verdadero alcance de estos relatos imposibles. Añade que mientras los hombres son ignorantes, le es
suficiente el Libro portador de enseñanzas instructivas; y como no ven las
contradicciones e imposibilidades contenidas en las declaraciones tomadas en su
sentido literal, no experimentan perturbación alguna con su lectura.
Conforme
crece la mente y la inteligencia se desarrolla, las contradicciones e
imposibilidades fijan la atención del hombre estudioso y lo llenan de
confusiones. Se siente entonces impulsado a buscar un significado más profundo,
y en esta tarea comienza a darse cuenta del Alma de las Escrituras. Esta alma
es la recompensa del investigador inteligente que así se ha soltado de las
ataduras de la letra que mata (3) .
En cuanto al Espíritu de las Escrituras, ese sólo puede verlo el hombre
espiritualmente iluminado; únicamente aquéllos en quienes ha evolucionado el
Espíritu, son capaces de entender el sentido espiritual: "nadie conoció
las cosas que son Dios, sino el Espíritu de Dios. . . lo cual también hablamos,
no con doctas palabras de humana sabiduría; sino con doctrina del Espíritu"
(4) .
No
es difícil darse cuenta de la razón que ha presidido a esta manera de exponer
la Revelación. Es el único medio de que una misma enseñanza sirva para
inteligencias que se encuentran en grados de evolución diferentes, pues con el
mismo libro se consigue educar a aquéllos para quienes en primer término se ha
escrito, ya aquellos otros que, con el curso del tiempo, lleguen a alcanzar
mayores progresos. El hombre es un ser progresivo; el sentido externo dado en
otras edades a hombres de escaso desarrollo, tendría que ser muy limitado, ya
menos que algo más completo y profundo se halle oculto en él, el valor de la
Escritura desaparecería al cabo de unos cuantos milenios. Mas con el sistema de
los sucesivos significados se le da un valor perenne, haciendo que los
entendimientos evolucionados encuentren en ella tesoros escondidos, mientras
les llega el día en que; dueños del todo, no necesiten ya el fragmento.
Las
Biblias conocidas en el mundo son, pues, fragmentos de revelación, y, por
tanto, justamente tenidas como Revelación.
El
sentido inmediato y más profundo de esta palabra corresponde a la masa de
enseñanzas confiada a la gran Fraternidad de Maestros espirituales para salud
de la humanidad. Tales enseñanzas están consignadas en libros escritos con símbolos,
donde se da cuenta de las leyes que rigen en todo el cosmos, de los principios
que le sirven de cimiento, de los métodos a que su evolución se ajusta, de
todos los seres que lo constituyen, de lo que fue su pasado, es su presente y
será su porvenir: esta es La Revelación, tesoro inapreciable, que tienen a su
cargo los Guardianes de la humanidad, y de donde sacan de tarde en tarde los
fragmentos con que forman las Biblias para el mundo.
En
tercer lugar viene la mejor Revelación y la más elevada y más completa, la que
la propia Divinidad hace en el cosmos, al exhibir, unos después de otros, sus
atributos, sus poderes, sus bellezas, en las formas varias que en su totalidad
constituyen el universo. Ella muestra su esplendor en el sol, su infinidad en los
estrellados campos del espacio: en las montañas su fortaleza, en las
arrollantes olas su energía, en los nevados picos y transparente atmósfera su
pureza; su belleza ostenta en los saltos del torrente, en el espejo del
tranquilo lago, en la floresta profunda, en la llanura inundada de luz; da
señal, de su valor en el héroe, de su paciencia en el santo, de su ternura en
el amor materno, de su celo protector en los cuidados paternales; manifiesta su
sabiduría en el filósofo, sus conocimientos en el hombre de ciencia, su poder
curativo en el médico; en los tribunales exhibe su justicia, en el comercio su
riqueza, su doctrina en el sacerdocio, y en el artista su numen. Con la brisa
murmura a nuestro oído, con el rayo del sol nos sonríe, con la enfermedad nos reprende,
y ora con el éxito, ora con el fracaso, nos estimula. En todas partes hace que
la vislumbremos para incitarnos a amarla, ya la vez se nos esconde para que
aprendamos a estar solos. La verdadera Sabiduría es reconocerla en todo; el
verdadero Deseo, amarla en todo; la verdadera Obra, servirla en todo. Este
revelarse Dios a Sí mismo, es la Revelación suprema: las demás son subsidiarias
y parciales.
Hombre
inspirado es aquel a quien lo de esta Revelación le ha venido por acción
directa del Espíritu Universal sobre el Espíritu separado, que es brote suyo,
el cual ha sentido la influencia iluminadora de Espíritu sobre Espíritu. Ningún
hombre conoce la verdad de modo tal que no pueda perderla ni dudar jamás de
ella, mientras no le haya llegado la Revelación como si estuviese solo en el
mundo, mientras lo Divino externo no haya hablado a lo Divino interno, en el
templo del corazón humano; entonces el hombre conoce por sí mismo, no por
mediación de otro.
En
un grado menor es inspirado el hombre en el cual un ser superior excita poderes
normalmente inactivos todavía, y hasta se posesiona de él, usando de su cuerpo
como vehículo temporal. El hombre de este modo iluminado puede hablar, durante
el tiempo de su inspiración, de asuntos ajenos por completo a su conocimiento,
y declarar verdades que hasta entonces ni siquiera sospechaba. De este modo,
sirviendo un hombre de instrumento, se dan a conocer a veces las verdades que
la humanidad ha menester para su ayuda: una entidad elevada transfunde su vida
a un vehículo humano, y de labios de éste brotan verdades. Es el caso de los
grandes maestros, cuando expresan aun más de lo que saben: el Ángel del Señor
ha purificado sus labios con fuego (5) .
Así son los profetas del género
humano, todos cuales, en determinados períodos, han hablado de las necesidades
espirituales del hombre con profunda convicción, con intuición clara, con
inteligencia completa. Viven entonces las palabras con vida inmortal, y el que
las pronuncia es realmente un mensajero de Dios. El hombre que de tal modo ha
obtenido el conocimiento; no puede jamás perder del todo la memoria de él, pues
lleva dentro de su corazón una certidumbre que en ningún tiempo puede
desaparecer por completo. La luz podrá desvanecerse, y envolverlo las
tinieblas; podrá verse rodeado de nubes que le oculten el esplendor celeste:
podrá sentirse acosado de amenazas, requerido a combates, comprometido en
luchas; pero allá en su corazón anida el Secreto de la Paz: él conoce, o sabe
que ha conocido.
Este
recuerdo de la verdadera inspiración, esta realidad de la vida oculta, ha sido
expresada en frases bellísimas por Federico Myers en su muy conocido poema
"San Pablo." El apóstol habla de su propia experiencia, y trata de
articular
lo que recuerda: está representado como incapaz de reproducir del todo su conocimiento; no obstante él conoce, y su certidumbre es inquebrantable :
lo que recuerda: está representado como incapaz de reproducir del todo su conocimiento; no obstante él conoce, y su certidumbre es inquebrantable :
Aunque
sediento de alcanzar su gloria,
y
aun habiendo su visión gozado,
Doy
en vano tortura a mi memoria;
La
impresión soberana
Se
escapa a mi asimiento;
Sólo
la pena de su ausencia siento,
M
as a través de mi angustioso trance
De
mi ser se apodera algo indecible,
y
en tan extraño lance
La
presencia de Dios, jamás visible,
A
mi interna mirada es ostensible.
Si
de las llamas el fulgor trazase
En
la pared de vuestra casa un día
Raras
palabras de expresión siniestra,
¿Sentencia
tal podría
Quedar
grabada en la memoria vuestra?
Si
algún extraño e inteligible trueno
La
historia os contase de una estrella,
De
terror y admiración cogidos,
¿Os
fuera dado el acordaros de ella?
Tal
quedé yo de atónito y suspenso,
/
Que a duras penas entenderlo puedo,
Mas
tal es el clamor y tan intenso
Del
poder que en mi interior anida,
Que
por toda mi vida
Su
realidad se impone a mi conciencia
y
de mi ser lo juzgo única esencia.
Que
el que una vez de la Entidad excelsa
Sintió
la gran presencia,
Dudas
no abrigará, ni confusiones,
Aunque
a una voz el mundo
Oponga
a la verdad sus opiniones.
Mas
bien dudara el hombre si la tierra,
De
lluvias fecundada,
Le
regala el sustento,
Que
un alma que ha sido visitada
Por
tan gran pensamiento,
Pueda
dudar que es Dios a quien agrada
Tomar
en ella asiento.
Aunque
la arranquéis de su glorioso estado,
y
ciega y loca, abandonada sea
En
el flujo del mundo despiadado,
No
cejará jali1ás en la tarea
De
afirmar: "Lo he imitado " ;
y
así su estancia en el infierno fuera,
Allí
mismo también lo sostuviera.
Los
que en cierto sentido han comprobado que Dios los rodea, y está en ellos y en
todas las cosas, serán capaces de comprender cómo un sitio o un objeto
cualquiera puede hacerse "sagrado" en virtud de una ligera
objetivación de esta perenne Presencia Universal, de tal modo que lleguen a ser
aptos para sentirla los que normalmente
se dan cuenta de su Omnipresencia. Generalmente efectúan estos hombres
que han realizado grandes progresos, en quienes está muy desarrollada la
divinidad interna, y cuyos cuerpos sutiles, por lo tanto, están en aptitud de
responder a las más sutiles vibraciones de la conciencia. Por intermedio de
hombres tales pueden esparcirse las energías espirituales, las cuales "se
unirán a un puro magnetismo vital. Les es dado así el verterlas sobre un objeto
cualquiera, y entonces el éter y los cuerpos de más sutil materia de este
objeto concordarán con las vibraciones de aquéllos conforme a lo ya explicado,
y hasta lo divino que dentro del objeto reside, puede manifestarse más
fácilmente. Tal objeto está "magnetizado", y si la magnetización es
vigorosa, el objeto mismo se convierte en un centro magnético, capaz a su, vez
de magnetizar a cuantos a él se aproximen, de igual modo que un cuerpo
electrizado por una máquina eléctrica afectara otros cuerpos que cerca de el
sean colocados.
Un
objeto que de esta suerte se ha convertido en "sagrado", en un adjunto de gran provecho para el que se dedica a la meditación
o a la plegaria. Los cuerpos sutiles de éste adquirirán el tono de las
vibraciones elevadas de aquél, y se sentirá, en su consecuencia, tranquilo,
sosegado y en completa paz, sin necesidad de emplear esfuerzo alguno. Se
encontrará, desde luego en un estado en el cual la plegaria y la meditación son
fáciles y fructíferas, en vez de difíciles y estériles; y así en ejercicio,
ordinariamente penoso, llega a hacerse gratísimo de una manera insensible.
Cuando el objeto de que se trata, es una representación de alguna persona
sagrada, como un crucifijo, una Virgen
con el niño, un ángel o un santo, se logra más todavía, pues si el magnetismo
del ser representado se ha impreso en su imagen mediante la Palabra y el Signo
de Poder apropiados, dicho ser podrá reforzar aquel magnetismo con un ligero
gasto de energía espiritual, siéndole posible, en su virtud, hacer llegar su
influencia hasta el devoto y aun manifestársele por medio de la imagen, cosa
que de otro modo
no efectuaría, pues en el mundo espiritual se tiene por regla economizar las fuerzas haciéndose el gasto de energía en cantidades pequeñas con relación a lo que se reserva.
no efectuaría, pues en el mundo espiritual se tiene por regla economizar las fuerzas haciéndose el gasto de energía en cantidades pequeñas con relación a lo que se reserva.
De
modo análogo, y aplicando las mismas leyes ocultas, puede explicarse el empleo
de todos los objetos consagrados, tales como reliquias, amuletos, etc. Todos
estos objetos son magnetizados, más o menos poderosos o inútiles, según sea el
conocimiento, pureza y espiritualidad de la persona que los magnetiza.
Un
lugar se hace sagrado de manera semejante, cuando sirve de morada a algún santo
porque su magnetismo puro, al irradiar de él, pone todo el ambiente en el tono
dé las vibraciones que dan paz.
A veces hombres santos o seres, pertenecientes
a mundos superiores magnetizan directamente determinados sitios, dé lo cual es
ejemplo el caso mencionado en el Cuarto Evangelio, de un Ángel que a tiempos
descendía a un estanque, y revolviendo el agua, le daba propiedades curativas
(6) .
En tales sitios aun los indiferentes hombres de mundo sienten en ciertas
ocasiones la bienhechora influencia, experimentando cierta placidez y una
inclinación hacia cosas elevadas, La Vida divina que en cada hombre reside,
está siempre tratando de subyugar la forma y de amoldarla como expresión de sí
misma; es, por lo tanto, fácil de entender cómo" esta Vida resultará ayudada en su tarea, cuando la forma es puesta en
vibraciones simpáticas con la de un Ser altamente desarrollado, pues el empeño
de aquélla viene a ser reforzado, por un poder mayor. Este efecto se reconocerá
por la sensación de tranquilidad, de calma y de paz qué es su consecuencia; la
mente pierde su inquietud y el corazón su ansiedad. Cualquier individuo que a
sí mismo se observe, podrá darse cuenta de cómo en unos lugares le es las fácil
que en otros el sosegar la mente y dedicarse a la meditación, a los
pensamientos religiosos y a la adoración. En una estancia o en un edificio en
donde son frecuentes los pensamientos mundanos, las conversaciones frívolas o
las meras corrientes de la vida ordinaria, es mucho más difícil hacer que la
mente entre en reposo y se reconcentre, que en los sitios en cuya atmósfera han
flotado los pensamientos religiosos año tras año y siglo tras siglo; en ellos
sosiega la mente y se aquieta insensiblemente, y la que en otros lugares habría
exigido o serios esfuerzos, se consigue a poca costa en estos últimos.
Este
fundamento racional tienen los sitios de peregrinación y los sitios de
reclusión temporal; el hombre, recogiendo se en su propio ser, busca a Dios
dentro de sí, ayudado del ambiente que han creado millares de individuos que
antes
de él allí también de igual modo le buscaron. En tales sitios no existe únicamente el magnetismo producido por un sol o santo o por la visita de una gran entidad del mundo invisible, sino que cada persona que penetre en ellos con ánimo devoto y reverente y esté además a tono con sus vibraciones, re fuerza éstas con su propia vida, dejando los lugares en mejores condiciones que tenían antes de entrar. La energía magnética lentamente se disipa; así que, un objeto o lugar sagrados vienen a quedar gradualmente desmagnetizados si se les abandona; pero se aumenta su magnetismo si se hace uso de ellos.
de él allí también de igual modo le buscaron. En tales sitios no existe únicamente el magnetismo producido por un sol o santo o por la visita de una gran entidad del mundo invisible, sino que cada persona que penetre en ellos con ánimo devoto y reverente y esté además a tono con sus vibraciones, re fuerza éstas con su propia vida, dejando los lugares en mejores condiciones que tenían antes de entrar. La energía magnética lentamente se disipa; así que, un objeto o lugar sagrados vienen a quedar gradualmente desmagnetizados si se les abandona; pero se aumenta su magnetismo si se hace uso de ellos.
Por el contrario, la presencia del ignorante burlador perjudica a estos lugares
y objetos, pues produce vibraciones antagónicas que debilitan a las en ellos
existentes. Al modo que una onda sonora puede encontrarse con otra que la
extinga, dando por resultado el silencio, así también las vibraciones de un
pensamiento de mofa debilitan y aun extinguen las que proceden de un
pensamiento de reverencia y amor. El efecto variará, ciertamente, según sean
las fuerzas de las respectivas vibraciones, pero el daño no puede dejar de
producirse, pues las leyes de la vibración son las mismas en los mundos
superiores que en el físico, y las vibraciones de los pensamientos son
expresión de energías reales.
Con
esto comprenderá la razón y los efectos del consagrarse iglesias, capillas y
cementerios.
No se verifica la consagración con el mero propósito de hacer
público apartado de un sitio que a fines especiales se destina sino que se le
magnetiza en beneficio de todos los que han de frecuentarlo.
Los mundos
visibles e invisibles están relacionados entre sí y se compenetran; y por
tanto, los que han adquirido el poder de alejar las energías del segundo, están
en condiciones de servir mejor al primero.
ANNIE BESANT
Notas del capítulo 14
(1)
II, Pedro I, 20.
(2)
Véase Antes, pág. 69.
(3)
II. Corintios, III, 6.
(4)
I. Corintios, II, 1 y 11.
(5)
Isaías, VI, 6, 7.
(6)
San Juan, V, 4.
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