viernes, 5 de abril de 2019

CRISTIANISMO ESOTÉRICO - EL CRISTO MÍTICO




Hemos visto en qué forma se han aplicado los estudios de la Mitología Comparada a la destrucción de las religiones; pues bien; algunos de sus más demoledores ataques se han dirigido en contra del Cristo. Su nacimiento de una Virgen en "Navidad", la matanza de Los inocentes, sus milagros y enseñanzas, su crucifixión, resurrección y ascensión, acontecimientos todos de la historia de su vida, se hallan también consignados en las narraciones de otras vidas, y en su consecuencia, se rechaza su existencia histórica, por considerarse tales identidades como imposibles. Por lo que hace a los milagros y a las enseñanzas, contestaremos en breves palabras. 

La mayor parte de los grandes Maestros han realizado hechos que en el plano físico aparecen como milagros a los ojos de sus contemporáneos, pero que los ocultistas reconocen como fenómenos naturales, producidos mediante el ejercicio de poderes que desarrollan todos los Iniciados que están por encima de cierto grado. Y por lo que respecta a las enseñanzas de Jesús, confirmamos que no son originales; pero cuando los profesores de Mitología Comparada creen haber probado que ninguna procede de inspiración divina, porque las mismas doctrinas morales salieron de los labios de Manu, de los de Buda y de Jesús, el argumento les da en el rostro, pues precisamente repitió Jesús las enseñanzas de sus predecesores, porque era un mensajero de la misma Logia. 

Las profundas verdades del Espíritu divino y humano eran tan ciertas veinte mil años antes de que Jesús naciera en Palestina, como después que nació; y decir que el mundo estuvo abandonado sin estas enseñanzas, y que el hombre fue entregado a las tinieblas morales desde el principio del mundo hasta hace veinte siglos, es asegurar que hubo una humanidad sin Maestros, hijos sin Padre, almas humanas que clamaban por luz en una oscuridad que ninguna respuesta les daba: conceptos todos tan blasfemos de Dios como desesperantes para el hombre; conceptos a que dan un mentís solemne las apariciones de Sabios tales, así como la potente literatura, las nobles vidas de las edades sin cuento anteriores a la venida de Cristo.

Reconociendo, pues, en Jesús, al gran Maestro de occidente, al Mensajero enviado por la Logia para dirigir el mundo occidental, vamos a examinar la dificultad que ha destruido esta creencia en el ánimo de mucha gente. ¿Cómo es que se encuentran en las religiones anteriores al Cristianismo las festividades conmemorativas de la vida de Jesús? ¿Cómo se celebran en aquéllas idénticos acontecimientos aplicados a las vidas de otros Maestros?

La Mitología Comparada, que en los tiempos modernos ha encaminado la atención pública hacia estos asuntos, cuenta apenas un siglo de existencia, pues tuvo origen cuando aparecieron la Historia Abreviada de los Diversos Cultos, de Dulaure, el Origen de todos los Cultos, de Dupuis, el Panteón Hindú, de Moor, y el Anacalypsis, de Godfrey Higgins. A estas obras siguieron otras muchas, cada vez más científicas y severas en la recolección y comparación de los hechos, hasta el punto de llegar a hacer imposible que una persona culta se atreva tan siquiera a discutir las identidades y semejanzas que por todos lados se ponen de manifiesto. Ya no se encuentran cristianos dispuestos a sostener que los símbolos, ritos y ceremonias del Cristianismo sean únicos, a excepción -ni hay que decirlo- de la gente ignorante, pues aun vemos la sencillez de las creencias mano a mano con la ignorancia de los hechos. Pero aparte de esta gente, no encontramos, ni siquiera entre los cristianos más devotos, quien niegue que el Cristianismo tenga mucho de común con religiones más antiguas. 

Después de todo, es bien sabido que en los siglos "siguientes a Cristo" tales semejanzas eran cosa corriente, no haciendo, pues, la moderna Mitología Comparada más que repetir con gran precisión lo que en la Iglesia primitiva universalmente se reconocía. Justino Mártir, por ejemplo, atestó sus obras de referencias a las religiones de su tiempo; y si cualquier moderno impugnador del Cristianismo desease hacer numerosas citas de los casos en que las enseñanzas cristianas son idénticas a las de religiones más antiguas, no encontraría seguramente depósito más abundante de ellas que los escritos de los apologistas del siglo segundo. Citan ellos enseñanzas, narraciones y símbolos paganos, y alegan que la identidad que con éstos tienen los cristianos, debería ser motivo bastante para que los últimos no fuesen rechazados desde luego como increíbles. 

Justino Mártir da de esta semejanza una razón muy curiosa que, a la verdad, no encontrará muchos valedores en los tiempos modernos. Dice así: "Los que enseñan los mitos formados por los poetas, no exponen prueba alguna a los jóvenes que los aprenden. Nosotros demostraremos que son debidos a la influencia de los demonios perversos, atentos a engañar y descarriar a la especie humana. Sabedores éstos de los anuncios de los profetas sobre la futura venida de Cristo y sobre el castigo de los malvados por el fuego, crearon muchos hijos de Júpiter, con la intención de despertar en los hombres la idea de que las cosas dichas de Cristo eran cuentos de maravillas, ni más ni menos que las que los poetas decían..." "Y los diablos, por cierto, cuando oyeron al profeta publicar la ablución, indujeron a los que iban a sus templos y les rendían culto con libaciones y holocaustos, a que también se rociasen; y asimismo hacen que se laven por completo antes de marcharse..." "La cual (la Cena del Señor) han imitado los malvados diablos en los misterios de Mithra, ordenando que se haga lo mismo..." (1).
"En cuanto a mí, cuando descubrí el perverso disfraz que los malos espíritus habían puesto a las divinas enseñanzas de los cristianos, para impedir que otros las aceptasen, me eché a reír" (2).
Como se ve, pues, las semejanzas eran tenidas por obra de los demonios, copias de los originales cristianos, ampliamente difundidas por el mundo antes del Cristianismo, en previsión de su venida y con el fin de crearle obstáculos.

Cosa escabrosa es sin duda y difícil de aceptar, eso de que las enseñanzas más antiguas sean copias, y sus originales las aducidas en época relativamente moderna. Pero, así y todo, no tratamos de discutir con Justino Mártir sobre si las copias precedieron al original o el original a las copias, contentándonos con aceptar su testimonio respecto de la existencia de estas identidades entre las creencias que florecían en su tiempo en el Imperio romano y la nueva religión que estaba comprometido a defender.

Con la misma sencillez se explica Tertuliano al afrontar la objeción que por aquel entonces se hacía también al Cristianismo, de que "las naciones extrañas a toda inteligencia de los poderes espirituales, atribuían a sus ídolos la inmersión en agua como igualmente eficaz." "Así lo hacen -contesta con toda franqueza-, pero ellos se engañan a sí mismos con aguas que son viudas. La ablución es el medio por el cual son iniciados en algunos ritos sagrados de cierta Isis o Mithra conocidos; y a los Dioses mismos honran con abluciones...

En los juegos Apolinarios y Eleusinos son ellos bautizados; y suponen que esto tiene por efecto regenerarlos y remitirles las penas debidas a sus perjurios. y al par que reconocemos la realidad del hecho, reconocemos también el celo del demonio en emular las cosas divinas, pues hace practicar el bautismo a los que le están sujetos" (3).
Para desatar el nudo de estas semejanzas, vamos a estudiar el Cristo Mítico, el Cristo de los mitos o leyendas solares; pues estos mitos constituyen las formas pictóricas en que ciertas profundas verdades fueron dadas al mundo.

Ahora bien; un "mito" no es lo que se imagina la mayor parte de la gente, esto es, una historia fantástica fundada en un hecho real, y aun ajena por completo a toda realidad. Un mito contiene bastante más realidad que una historia; pues una historia es sólo narración de sombras, mientras que un mito hace referencia de las substancias que proyectan esas sombras.

Como lo de arriba, así es lo de abajo; y primero es lo de arriba, y lo de abajo después. 
Existen grandes principios, conforme a los cuales nuestro sistema está constituido; existen ciertas leyes que regulan el desarrollo de estos principios en detalle; existen grandes Seres cuya constitución son los principios, y sus funciones las leyes; existen huestes de entidades inferiores que actúan como vehículos de estas funciones: son agentes, instrumentos; y vienen, por último, los Egos humanos, que, mezclados con todos ellos, son copartícipes en el desenvolvimiento del gran drama cósmico. 
Estos diversos trabajadores de los mundos invisibles proyectan sus sombras sobre la materia física, y estas sombras son "cosas"; los cuerpos, los objetos de que el universo físico está constituido. 
Las sombras dan sólo una pobre idea de los objetos que las lanzan, bien así como lo que aquí abajo llamamos sombras, dan una idea muy pobre de los objetos que las producen; son meras siluetas de fondo oscuro, desprovistas de pormenores, con longitud y latitud, pero sin profundidad.

Es la historia una narración muy imperfecta, y a veces desconcertada, de la danza de estas sombras en el mundo umbrío de la materia física. El que haya visto funcionar una linterna mágica y haya hecho comparación de lo ejecutado por un hábil jugador detrás del lienzo con lo que sobre él es percibido, podrá obtener una vívida idea de la naturaleza ilusoria de las acciones umbrosas y deducir de ello analogías no descaminadas (4).

El mito refiere cómo se mueven los que hacen las sombras, y el lenguaje usado para ello es lenguaje de símbolos. Así como nosotros tenemos palabras que significan tosas -ejemplo, la palabra "mesa", que es símbolo de un objeto conocido de cierta especie- así los símbolos significan objetos de planos más elevados. Cada uno con su significación propia, constituyen un alfabeto pictórico, el cual emplean todos los escritores de mitos. Todo símbolo lleva adaptada la designación de determinado objeto, a la manera con que las palabras se usan entre nosotros para distinguir una cosa de otra; por tanto, el conocimiento de los símbolos es necesario para la lectura de los mitos. 
Los expositores originales de los grandes mitos son siempre Iniciados, hechos a manejar el lenguaje simbólico y a emplearlo, por de contado, de un modo invariable y reconocido.

Cada símbolo tiene un significado principal y además otros varios subalternos que guardan relación con el primero.
Por ejemplo, el Sol es el símbolo del Logos, y éste es su significado principal o primario. 
Pero también significa una encarnación del Logos, o sea de los grandes Mensajeros que Lo representan temporalmente, al modo que un embajador representa a su Rey. 
Los altos Iniciados que para misiones especiales toman carne humana y viven entre los hombres por algún tiempo, como Directores o Maestros, son designados por el símbolo del Sol; pues aunque éste no sea su símbolo propio en un sentido individual, se convierte en tal por razón de su cargo.
Todos los Seres a quienes este símbolo designa, se distinguen de un modo notorio: sus condiciones características son especiales; determinadas las situaciones por que pasan; singulares las acciones que ejecutan. El Sol es la sombra física o cuerpo del Logos, y así se le llama; de aquí que su curso anual en la naturaleza sea un reflejo de la actividad del Logos, en la forma parcial en que una sombra es capaz de representar la actividad del objeto que la proyecta. 

En suma: es el curso anual del Sol la sombra del Logos, "del Hijo de Dios", cuando desciende a la materia; y esta es la significación del Mito Solar. De aquí procede, también, el que cualquiera encarnación del Logos o sea uno de Sus altos emisarios, represente asimismo en su cuerpo mortal esa actividad, a manera de sombra. Por esto han de producirse necesariamente las semejanzas que se ofrecen en las historias de esos emisarios; y, consiguientemente, donde se note la falta de tales identidades, está la prueba de que la personalidad de que se trata, no tuvo plenos poderes: su misión fue de un orden inferior.

Es, pues, el Mito Solar una narración que, representando en primer lugar la actividad del Logos o el Verbo en el Cosmos, viene en lugar secundario a resumir la vida de una individualidad que es una encarnación del Logos, uno de Sus excelsos embajadores. El Héroe del mito es presentado comúnmente como Dios o Semidios, y su vida, según se comprenderá por lo que va dicho, ha de ser trazada conforme a la carrera del Sol, que es la sombra del Logos. La parte de carrera consumida durante la vida humana es la comprendida entre el solsticio de invierno y la llegada al zenit en el verano.

El Héroe nace en el solsticio de invierno, muere en el equinoccio de primavera, y, venciendo a la muerte, se eleva en medio del cielo.
A este respecto son interesantes las siguientes observaciones, aunque se refieren al mito de un modo más general, como una alegoría que semeja verdades internas: "Alfredo de Vigny ha dicho que la leyenda a veces contiene más verdad que la historia, porque la leyenda no da cuenta de los hechos, a menudo incompletos y abortivos, sino del genio mismo de los grandes hombres y de los grandes pueblos. Este hermoso pensamiento es sobre todo aplicable al Evangelio, pues en él no se contiene la mera narración de lo que ha sido, sino además el relato sublime de lo que es y de lo que siempre será. Siempre será el Salvador del mundo adorado por los reyes de la inteligencia que representan los Magos; siempre 

El multiplicará el pan de la eucaristía para alimento y fortaleza de nuestras almas; cuando en negra noche y en medio de la tormenta le invoquemos, vendrá siempre a nosotros, andando sobre las aguas, y extenderá siempre Su mano para ayudarnos a caminar sobre las olas; siempre acudirá en los desórdenes de nuestra mente, y devolverá a nuestros ojos la luz perdida; y luminoso y transfigurado se presentará siempre en el Tabor a sus devotos, interpretando la ley de Moisés y desplegando el celo de Elías" (5).

Ya veremos que los mitos están íntimamente relacionados con los misterios, pues parte de éstos eran la vívida representación pictórica de lo que ocurre en los más elevados mundos, la cual venía al cabo a tomar la forma de mito. En los Pseudo-Misterios las reproducciones pictóricas de los misterios verdaderos se representaban mutiladas en un drama, ejecutado por actores; y muchos de los mitos secundarios son estos mismos dramas puestos en escritura.

El amplio bosquejo de la historia del Dios Sol es muy claro: su accidentada vida se comprende dentro de los primeros seis meses del año solar; los seis restantes se dedican a la protección y conservación general. Nace siempre en el solsticio de invierno, después del día más corto del año, a la media noche del 24 de Diciembre, cuando el signo de Virgo se eleva sobre el horizonte; nacido en tal coyuntura, nace siempre de una virgen después de haber dado a luz a su Hijo Sol, como el signo celeste de Virgo sigue inmutable e inmaculado cuando el Sol surge de él en el cielo. Débil y desvalido como niño ha venido a la vida durante los días más cortos y las noches más largas -para nosotros que estamos al Norte del ecuador-, se encuentra rodeado de peligros en su infancia. 

El reino de las tinieblas es mucho más largo que el suyo en sus primeros días. Pero vive a pesar de todos los peligros que le amenazan; los días se prolongan hacia el equinoccio de primavera, y llega el momento de pasar de uno a otro extremo, de cruzar -la crucifixión-, cuya fecha varía con cada año. A veces se encuentra al Dios Sol esculpido dentro del círculo del horizonte, con la cabeza y los pies tocando la circunferencia al Norte y al Sur, y, extendidos los brazos, toca con las manos el Este y el
Oeste. -"El está crucificado." Después de esto se eleva triunfante y sube a los cielos, y madura el grano y el racimo, dándoles de su vida misma para que se forme su sustancia, y, mediante ella, la de sus adoradores. El Dios nacido al amanecer del 25 de Diciembre, es crucificado siempre en el equinoccio de primavera, y siempre entrega su vida para alimento de sus adoradores-. Estos son los distintivos más salientes del Dios Sol. 

Lo fijo de la fecha del nacimiento y lo variable de la muerte tienen significación muy grande, cuando observamos que la primera es la de una posición fija del Sol, y la segunda la de una posición variable del mismo. "La Pascua de Resurrección" es movible, y se calcula por las posiciones relativas del Sol y de la luna: cosa impropia para fijar el aniversario de un acontecimiento histórico pero muy natural e inevitable cuando se trata de calcular una festividad del Sol. Fechas variables que no indican la historia de un hombre, sino que apuntan al Héroe de un mito solar.


Estos sucesos están reproducidos en las vidas de los diversos Dioses Solares, de cuyas imágenes hay ejemplos abundantes en la antigüedad. La Isis de Egipto, como María de Bethlehem, era nuestra Señora Inmaculada, Estrella del Mar, Reina del Cielo, Madre de Dios. Representábasela de pie sobre la media luna, y coronada de estrellas, dando de mamar a su hijo Horus, y con la cruz detrás del niño sentado en la falda de su madre. El signo de Virgo del Zodíaco se encuentra representado en antiguos dibujos por una mujer amamantando un niño; éste es el tipo de todas las futuras Madonas con sus divinos hijos, el cual muestra el origen del símbolo. Así se ve también la figura de Devaki con el divino Krishna en sus brazos, y así la de Mylitta, o Istar, de Babilonia, con la especial corona de estrellas y su hijo Tammuz en las rodillas; Mercurio y Esculapio, Baco y Hércules, Perseo y los Dioscuros, Mithra y Zarathustra, tuvieron todos nacimientos divinos y humanos.

La relación del solsticio de invierno con Jesús es también significativa. El nacimiento de Mithra se celebraba en el solsticio de invierno con grandes regocijos, y Horus nacía también por entonces: "Su nacimiento es uno de los mayores misterios de la religión (egipcia). Sus representaciones aparecían pintadas en los muros de los templos. . . Era el hijo de la Divinidad. En la época de las pascuas, o sea en la correspondiente a esta festividad nuestra, su imagen se sacaba del santuario con ceremonias peculiares, lo mismo que la imagen del niño Bambino se saca y se exhibe todavía en Roma" (6).

Sobre la fijación del 25 de Diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús, dice Williamson lo que sigue: "Todos los cristianos saben que el 25 de Diciembre es ahora el día designado para la festividad del nacimiento de Jesús, pero pocos están enterados de que no siempre ha sido así. Dícese que han habido ciento treinta y seis fechas distintas asignadas a tal hecho por las diversas sectas cristianas. Lightfoot da la del 15 de Septiembre, otros la de Febrero o Agosto. Epifanio menciona dos sectas, una que lo celebraba en Junio y otra en Julio. 

La cuestión fue resuelta al fin por el papa Julio I en el año 337; y San Crisóstomo escribía en 390: "Este día (esto es, el 25 de Diciembre) también se fijó últimamente en Roma para el nacimiento de Cristo, con el propósito de que mientras los paganos estuviesen ocupados en sus ceremonias (las Brumalias en honor de Baco), pudiesen los cristianos celebrar tranquilamente sus ritos." Gibbson, en su obra Decline and Fall of the Roman Empire, escribe: “Los ( cristianos) romanos, tan ignorantes como sus hermanos de la verdadera fecha del nacimiento de Cristo, fijaron la solemne festividad el 25 de Diciembre, día de las Brumalias o del solsticio de invierno, en el cual celebraban anualmente los paganos el nacimiento del Sol." King, en sus Gnostics and their Remains, dice también: "La antigua fiesta del 25 de Diciembre en honor del natalicio del Uno Invencible (7), celebrada con grandes juegos en el Circo, fue en adelante transferida a la conmemoración del nacimiento de Cristo, cuya fecha precisa confiesan muchos Padres de la Iglesia que era entonces desconocida."

Y al presente el canónigo Farrar dice que: "es inútil todo intento para descubrir el mes y día de la natividad; no existen datos con que poderlos determinar ni aun siquiera de un modo aproximado." De todo lo cual resulta que la gran festividad del solsticio de invierno se venía celebrando desde tiempos antiguos y en países apartados para honrar la memoria del nacimiento de un Dios, a quien casi invariablemente se designa como un "Salvador", y a cuya madre se llama una virgen pura. Las notables semejanzas que se han señalado, no sólo en lo que respecta al nacimiento, sino también en lo que se refiere a la vida de estos Dioses Salvadores, son demasiado numerosas para que se las considere como una mera coincidencia”. (8)

También vemos un mito relacionado con la personalidad histórica del Señor Buda. Bien conocida es la narración corriente en la India sobre su vida, donde la historia del nacimiento se presenta en forma sencilla y humana. Pero en las relaciones chinas nace de una virgen, Mayadevi con lo que el mito arcaico hace de El un nuevo Héroe.

Asimismo dice Williamson que los pueblos celtas encendían y aun encienden hogueras en las colinas el 25 de Diciembre, que entre los montañeses de Irlanda y Escocia llevan todavía el nombre de Bheil o Baaltine: esto es la denominación de su antigua Deidad, Bel, Bal o Baal, el Dios Sol, aunque ahora las enciendan en honor de Cristo (9).
Bien pensado, las fiestas de Navidad deberán ofrecer a los amantes de Cristo nuevos motivos de santificación y de regocijo, al considerarlas como continuación de una antigua solemnidad celebrada en todo el mundo desde los tiempos más remotos. Ciertamente, las campanas anunciadoras de tal festividad suenan a través de toda la historia humana, pues su armonioso repique sale del fondo de las tinieblas de las edades más primitivas. El sello de la verdad se encuentra en la aceptación universal, no en la posesión del exclusivismo.

Ya hemos dicho que la fecha de la muerte no es fija como la del nacimiento. La primera se calcula de conformidad con las posiciones relativas del Sol y de la Luna en el equinoccio de primavera, variando, por tanto, en cada año; y en tal relación vemos celebrarse la fecha de la muerte de todos los Héroes Solares. El animal elegido por símbolo del Héroe es el signo del Zodíaco en que está el Sol en el equinoccio primaveral del año correspondiente, el cual varía con la precesión de los equinoccios. Oannes de Asiria tenía el signo de Piscis, el Pez, y en esta forma se le representaba. Mithra tenía el de Tauro, por lo cual figura montado en un toro; y a Osiris se rendía culto como Osiris-Apis, o Serapis, el Toro. Merodach de Babilonia era adorado como un toro, y así lo fue también Astarte de Siria. Cuando el Sol está en el signo de Aries, el carnero o cordero, vemos otra vez a Osiris como carnero, e igualmente a Astarte y a Júpiter Ammon. Este mismo animal vino a ser el símbolo de Jesús -el Cordero de Dios.

El empleo del Cordero como símbolo suyo con frecuencia puesto en la cruz, es muy común en las esculturas de las catacumbas. Sobre esto dice Williamson: "Andando el tiempo fue el Cordero representado en la cruz, hasta que el sexto concilio de Constantinopla, celebrado hacia el año 680, ordenó que en lugar del antiguo símbolo se pusiese la figura de un hombre sobre la cruz. Confirmó este canon el papa Adriano I" (10). Fue también aplicado a Jesús el muy antiguo símbolo de Piscis, y así se le encuentra pintado en las catacumbas.
La muerte y resurrección del Héroe Solar en el equinoccio de primavera o cerca de él, se encuentran tan ampliamente difundidas, como su nacimiento en el solsticio de invierno. En tal época moría Osiris a manos de Tifón, y se le figuraba en el círculo del horizonte, con los brazos extendidos, como si estuviese crucificado -postura que originalmente significaba que bendecía, no que padecía sufrimientos. Llorábase anualmente la muerte de Tammuz en Babilonia y en Siria por el equinoccio de primavera, así como también la de Adonis en Siria y Grecia, y la de Attis en Frigia, donde se hacía su efigie "como un hombre clavado con un cordero a sus pies" (11).

Igualmente se solemnizaba en Persia la muerte de Mithra. Y en Grecia la de Baco y Dionisio, que son uno mismo. En México reaparece la misma idea, como de ordinario acompañada de la cruz.
En todos los casos al duelo de la muerte sucedía inmediatamente los regocijos de la resurrección, y a este propósito es interesante observar que el nombre Easter (que es el nombre inglés de la Pascua de resurrección y que se pronuncia Ister) se remonta a la virgen madre del muerto Tammuz: Ishtar (12).
Es también interesante el hecho de que el ayuno que precede a la muerte en el equinoccio primaveral -la Cuaresma moderna- se encuentra en México, Egipto, Persia, Babilonia, Asiria, Asia Menor, y en algunos casos definidamente por cuarenta días (13).

En los Pseudo-Misterios se ponía en drama la historia del Dios Sol, y en los antiguos Misterios el Iniciado constituía su vida con ella: de aquí que los "mitos" solares y los grandes hechos de la Iniciación viniesen a quedar estrechamente enlazados. Por esto cuando el Cristo Maestro llegó a ser el Cristo de los Misterios, las leyendas de los Héroes más antiguos de estos Misterios se agruparon en torno suyo, y de nuevo se aplicaron al último Instructor divino las historias que, como representante del Logos en el Sol, le correspondían.

Entonces el festival de su natalicio se fundió en la fecha inmemorial cuando el 'Sol nació de la Virgen, cuando a la media noche, las tinieblas del espacio, se llenaron de regocijadas huestes de seres celestiales, y

Muy temprano, muy temprano nació Cristo,

Cuando se le aplicó la gran leyenda del Sol, fue adoptado el signo del Cordero para Su crucifixión, así como el de la Virgen se habría adoptado para su nacimiento. Hemos visto que el Toro fue consagrado a Mithra y el Pescado a Oannes; por idéntica razón fue el Cordero consagrado a Cristo; era el signo del equinoccio de primavera en el período de la historia en que cruzó el gran círculo del horizonte, en que fue "crucificado en el espacio."
Estos mitos solares, siempre repetidos a través de los siglos, con un Héroe de diferente nombre en cada nueva aparición, no pueden quedar inadvertidos para el hombre estudioso, aunque los ignore, como es natural, el simple devoto; y cuando se les emplea como arma para mutilar o destruir la majestuosa figura de Cristo, hay que hacerles frente, no para negar los hechos sino para comprender el significado más profundo de las narraciones: las verdades espirituales que las leyendas expresan bajo su velo.

¿Por qué se han mezclado estas leyendas con la historia de Jesús, condensándose en torno suyo como personaje histórico? Son éstas, en realidad, narraciones que no incumben de modo particular a un individuo llamado Jesús, sino que pertenecen al Cristo universal, a un Hombre que simbolizaba a un Ser Divino y que representaba una verdad fundamental de la Naturaleza; a un Hombre que cumplió cierto cometido y tuvo una posición característica respecto de la humanidad, guardando con ella especial parentesco, renovando una edad tras otra, conforme las generaciones sucedían a las generaciones y las razas daban lugar a otras razas. De aquí que Cristo, como todos los otros, fuese el "Hijo del Hombre", título peculiar y distintivo, el título de un cargo, no de un individuo.
El Cristo del Mito Solar fue el Cristo de los Misterios; y así encontramos el secreto del Cristo mítico en el Cristo místico.

ANNIE BESANT

Notas del capítulo 5


(1) Vol. II, Justino Mártir, Apología Primera, párrafos LIV, LXII y LXVI.
(2) Ibid, Apología Segunda, pár. XIII.
(3) Vol. VII, Tertuliano. Sobre el Bautismo, cap. V.
(4) El lector estudioso puede ver la narración de la "Cueva" y de sus habitantes de Platón, teniendo presente que era un Iniciado. República, lib. VII.
(5) Eliphas Levi. The Mysteries of Magic, pág. 48.
(6) Bonwick. Egyptian Belief, pág. 157. Citado en Great Law, página 26, por Williamson.
(7) La festividad "Natalis Solis Invicti", natalicio del Sol Invencible.
(8) Williamson. The Great Law, págs. 40-42. Los que deseen estudiar este asunto de las Religiones Comparadas, no pueden hacer nada mejor que leer The Great Law, cuyo autor es profundamente religioso y cristiano.
(9) Ibid. págs. 36-37.
(10) The Great Law, pág. 116.
(11) Ibid, pág. 58.
(12) Ibid, pág. 56.
(13) The Great Law, págs. 120-123.


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