jueves, 14 de marzo de 2019

Introduciéndonos a La (El) Baghavad Gitá




La Bhagavad Gitá es un episodio del Mahabharata, el cual se ha dicho que fue escrito por Vyāsa. Quién habrá sido este Vyāsa y cuándo vivió, no es algo realmente conocido. J. Cockburn Thomson, en su traducción de la Bhagavad Gita, dice lo siguiente: “El Mahabhara, como bien saben todos los estudiantes de sánscrito, es la gran epopeya de la India, la cual por su popularidad y su extensión parece corresponderse con la Ilíada de los griegos. El tema del trabajo entero es una cierta guerra que tuvo efecto entre dos ramas de una tribu, los descendientes de Kuru, por la soberanía del reino de Hāstinapura, que comúnmente se supone es la misma Delhi moderna. 

A la rama más vieja de la familia se le llama aquí por el nombre general de la tribu entera, los Kurus; la rama más joven sigue el nombre patronímico de Pāṇḍu, que fue el padre de los cinco líderes principales.” “Esta guerra entre los Kurus y los Pāṇḍavas ocupa unos veinte mil ślokas, o sea, una cuarta parte de la obra completa como ahora la poseemos [...] Para poder comprender las alusiones aquí hechas (en la Bhagavad Gitá ) se requiere un conocimiento de la historia previa de la tribu, que se dará a continuación de la manera siguiente: “Del nombre Kuru sabemos muy poco, pero lo que sabemos es suficiente como para probar que es uno de gran importancia. 
No tenemos los medios de derivarlo de ninguna raíz sánscrita, ni tampoco tiene, como muchos nombres indostanos, la apariencia de ser explicativo de las peculiaridades de la persona o personas a quienes designa. 

Es por lo tanto, y con toda probabilidad, un nombre de considerable antigüedad, traído por la raza aria de su primer asiento en el Asia Central. Su utilización en sánscrito es cuádruple. Es el nombre del cuadrante norte o Dvīpa del mundo, y se le describe como que se extiende entre las más nórdicas cordilleras o montañas nevadas y el mar polar. Es, además, el nombre del más norteño de los nueve varṣas del mundo conocido. A lo largo de amplias genealogías de la misma tribu, se le conoce con el nombre de un antiguo rey a quien se le atribuye la fundación de la tribu. Por último, designa una tribu aria de suficiente importancia como para perturbar todo el norte de la India con sus divisiones, y hacer de sus batallas el tema de la más larga epopeya de los tiempos antiguos.” 

“Viendo todos estos hechos juntos, deberíamos estar inclinados a llegar a la conclusión de que el nombre fue originalmente el de una raza que habitó el Asia Central más allá del Himalaya, y que emigró con otras razas hacia el noroeste de la península, formando así el gran pueblo que se llamó a sí mismo de una manera unitaria: Ario o el Noble, para distinguirlo de los aborígenes a quienes ellos subyugaron y en cuyos territorios eventualmente se establecieron [...]” 

“En la época en que el complot del Mahabharata fue establecido, esta tribu estaba situada en la llanura del Doab, y su región particular como extendiéndose entre el río Yamunā y el Sursuty, fue llamada Kurukṣetra, o la planicie de los Kurus. La capital de este país fue Hāstinapura y aquí reinó, en un período del cual no se puede dar una fecha exacta, un rey de nombre Vicitravīrya. Él fue el hijo de Śaṅtanu y Satyavatī; mientras que Bhīṣma y Kṛṣṇa Dvaipāyana, el Vyāsa, fueron sus mediohermanos, siendo el primero por parte del padre y el último por parte de la madre. En tanto él se casó con dos hermanas: Ambā y Ambālikā, pero habiendo muerto muy pronto después de su matrimonio, no dejó progenie, por lo que su medio-hermano Vyāsa, instigado por compasión divina, se casó con su viuda y concibió dos hijos, Dhṛtarāṣṭra y Pāṇḍu. El primero tuvo cien hijos, el mayor de los cuales fue Duryodhana. 

El último se casó con Pṛthā o Kuntī, la hija de Śūra, y en segundas nupcias con Madrī. 
Los niños de estas esposas fueron los cinco príncipes Pāṇḍavas, pero como su padre mortal, en ocasión de estar de cacería había sido maldecido por lo que parecía un ciervo, de que moriría sin dejar descendencia, estos cinco niños fueron místicamente concebidos por diferentes divinidades. 
Por lo tanto, Yudhiṣṭhira, Bhīma y Arjuna, fueron los hijos de Pṛthā, engendrados por los dioses Dharma, Vāyu e Indra, respectivamente. Nakula fue hijo de Madrī engendrado por el dios Nāsatya el mayor, y Sahadeva del dios Dasra, el menor de los gemelos Aśvinau, el médico de los dioses. Esta historia parecería ser una pura ficción inventada para darle un divino origen a los cinco héroes del poema; pero como quiera que haya sido, Duryodhana y sus hermanos son los líderes de los Kurus, o rama mayor de la tribu; mientras que los cinco príncipes Pāṇḍavas serían los de la rama Pāṇḍava, o rama menor.” “Dhṛtarāṣṭra era ciego, pero aunque esto lo incapacitaba para gobernar, él retenía el trono y se apegaba al mismo, en tanto que Duryodhana, su hijo, era quien realmente dirigía los asuntos de estado [...] Pues él logró convencer a su padre para que expulsara del país a sus primos, los príncipes Pāṇḍavas. 

Después de una larga vida errante y numerosas experiencias difíciles, estos príncipes reunieron a sus amigos alrededor de ellos y formaron con la ayuda de sus reyes vecinos un vasto ejército, y se prepararon a atacar a su injusto opresor, quien había de igual manera desplegado sus fuerzas.” 
“Los ejércitos hostiles se encontraron en la llanura de los Kurus. Bhīṣma, el medio-hermano de Vicitravīrya, siendo el más viejo guerrero entre todos ellos, tiene el mando de la facción Kuru; Bhīma, el segundo hijo de Pāṇḍu, conocido por su fuerza y sus hazañas, es el general del otro partido (el de Arjuna). 

La escena de nuestro poema se abre ahora y permanece a través del mismo como un campo de batalla. Como una forma de introducir al lector a conocer los nombres de los principales capitanes de cada ejército, vemos que Duryodhana se aproxima a Droṇa, su preceptor, y los menciona a todos uno por uno. El desafío es dado súbitamente por Bhīṣma, el general Kuru, cuando hace sonar su concha de guerra y es secundado por sus seguidores. Ese llamado es respondido por Arjuna, que monta en el mismo carruaje que el dios Kṛṣṇa, quien, por compasión a todas las persecuciones que aquél había sufrido, se convirtió en su íntimo amigo, y hacía ahora el papel de su auriga o conductor de su carruaje. Y a él le siguen todos los generales de los Pāṇḍavas. La lucha comienza con una andanada de flechas de ambas partes, pero cuando Arjuna lo percibe, es él quien le ruega a Kṛṣṇa que maniobre su carruaje de guerra y lo sitúe en el espacio entre los dos ejércitos para que él pueda examinar las líneas del enemigo. 

El Dios así lo hace y le empieza a señalar a Arjuna entre aquellas filas enemigas, sus numerosos parientes. Arjuna queda sobrecogido de horror ante la idea de cometer fratricidio por matar a sus parientes cercanos, y arroja su arco y sus flechas mientras declara que él preferiría morir sin defenderse que luchar contra ellos. Kṛṣṇa le responde entonces con esos argumentos que constituyen la didáctica y la doctrina filosófica de la obra, y se esfuerza en persuadirlo de que él yerra al tomar semejante resolución. Y Arjuna es eventualmente vencido por los argumentos. La lucha continúa, y los Pāṇḍavas derrotan a sus oponentes.” La anterior cita, hecha de la edición de Thomson, le dará al estudiante un breve bosquejo de lo que es más o menos mitológico, pero si la historia del Mahabharata  se tomara como la historia del Hombre en su desarrollo evolucionario, como yo creo que debería hacerse, esta historia podría alzarse desde el plano de la fábula, y el estudiante tendrá entonces ante sí un recuento, de cierta amplitud, de aquella evolución. Por lo tanto, mirándolo desde el punto de vista teosófico, el rey Dhṛtarāṣṭra resulta ser el cuerpo humano que es adquirido por la Mónada inmortal, de manera que pueda pasar a través de toda la jornada evolucionaria; la vestidura mortal es traída a la existencia por medio de Taṇhā, o la sed por la existencia. Dhṛtarāṣṭra es ciego, porque el cuerpo sin las facultades interiores es meramente materia sin sentido y por tanto “incapacitado para gobernar”, y es otra persona la que se representa en el Mahabharata; siendo ese rey nominal, el cuerpo, Dhṛtarāṣṭra. 

En razón de que el esquema teosófico sostiene que hay una doble línea de evolución dentro de nosotros, nos encontramos con que los Kurus, de los que se habla en el poema, representan el lado más material de las dos líneas, y los príncipes Pāṇḍavas, de los cuales Arjuna es uno de ellos, representan el lado espiritual de la corriente, esto es, Arjuna representa la Chispa Inmortal. 
El ilustrado brahmán y teósofo, Subba Row, dice en sus Notes on the Bhagavad Gitá (Ver The Theosophist, Vol. VIII, p. 299): “A Kṛṣṇa se le hacía representar como el Logos [...] y Arjuna, a quien se le llamó Nara, se le representaba como la Mónada humana”. Nara significa Hombre. El alegado origen celeste de las dos ramas de la familia: la de los Kurus y la de los Pāṇḍavas, está en perfecta consonancia con esto, porque el cuerpo, o Dhṛtarāṣṭra, siendo solamente material, y el plano inferior en el cual tiene lugar todo el desarrollo, los Kurus y los Pāṇḍavas son nuestra herencia de los seres celestes a los que a menudo se refiere la Doctrina Secreta de Madame Blavatsky, una rama tendiente al materialismo, y la otra hacia lo espiritual. 

Los Kurus, que fueron la porción inferior de nuestra naturaleza y que fue desarrollada más temprano, obtienen el poder por el momento en este plano y uno de ellos, Duryodhana, “prevalece”, de manera que los Pāṇḍavas, o las partes de nuestra naturaleza que son más espirituales, son exiliadas temporalmente del país, o sea, de gobernar al Hombre. “Las largas travesías y variadas dificultades” de los Pāṇḍavas no son más que extravíos errantes causados por las necesidades de la evolución, antes de que estas mejores partes sean capaces de tomar una postura con el propósito de ganar el control durante la lucha evolucionaria del hombre. Eso también se refiere a los cíclicos ascensos y caídas de las naciones y de la raza. Los ejércitos enemigos, que se encuentran ahora en la llanura de los Kurus, son, por lo tanto, estos dos conjuntos de las facultades y poderes del hombre, aquellos que, por un lado tienden a arrastrarlo hacia abajo y los que, por el otro, aspiran a la iluminación espiritual. 

La batalla se refiere, por tanto, no sólo al gran conflicto que la humanidad lleva a cabo como un todo, sino también a la lucha que es inevitable tan pronto como una unidad, dentro de la familia humana, resuelve ser gobernada, durante esta vida, por su naturaleza superior. Por lo tanto, teniendo en mente la sugerencia hecha por Subba Row, vemos como Arjuna, llamado Nara, representa no sólo al Hombre como una raza, sino también a cualquier individuo que tome la resolución de desarrollar su mejor naturaleza. Lo que ahí se describe como sucediéndole a él en el poema, habrá de llegarle a cada uno de los susodichos individuos. La oposición que habrá de parte de amigos y de todos los hábitos que él ha adquirido, y también esa oposición que proviene naturalmente de las tendencias hereditarias, habrán de confrontarlo. Entonces, todo dependerá de cómo él escuche a Kṛṣṇa, quien es el Logos que brilla dentro y que habla en el interior, no importa que él triunfe o fracase. 

Con estas sugerencias, el estudiante encontrará que la mitología y alegoría, de que se habla en la obra de Thomson, y también de otros, son útiles y no son simples ornamentos, o, como algunos piensan, cosas superfluas y desorientadoras. La única edición económica de la Bhagavad Gitá que hasta ahora ha llegado al alcance de los estudiantes teosóficos de limitados recursos, ha sido una publicada en Bombay por el Hermano Tookeram Tatya, M.S.T., cuyos esfuerzos en esa dirección merecen el más alto elogio. Pero esa edición no fue más que una simple reimpresión de la primera traducción al inglés hecha hace cien años por Wilkins. La gran atención que se le ha dado últimamente al poema por casi todos los miembros de la Sociedad Teosófica en América, ha creado una demanda imperativa de una edición que sea, al final, libre de algunos de los errores tipográficos y traducciones literales que son tan frecuentes en la reimpresión de Wilkins. Para suplir esta demanda se ha hecho esta edición. Este es el resultado de una cuidadosa comparación de todas las ediciones en inglés, así como de una completa retraducción del original dondequiera que se hicieron evidentes puntos oscuros u omisiones en las versiones consultadas. No se ha ensayado con hacer comentarios o apuntes de la obra, porque se ha creído que la Bhagavad Gitá debería sostenerse por sus propios méritos sin comentario alguno, y cada estudiante es dejado para que por sí mismo vea más y más profundo en el poema mientras avanza. 

El editor de la presente edición sostiene que el poema puede ser leído de muchas maneras, y cada una dependiendo del punto de vista que se tome, por ejemplo, ya sea que se le considere en su aplicación al individuo, a la cosmogénesis, a la evolución del mundo Astral, a las Jerarquías de la Naturaleza, o a la naturaleza moral y demás cosas. Adjuntarle un comentario, a excepción de aquel que sólo un sabio como Śaṅkarācārya podría escribir, sería algo audaz, y por lo tanto, el poema se da a continuación sin deformación alguna. La Bhagavad Gitá tiende a imprimir sobre el individuo dos cosas: primero, la abnegación, y segundo, la acción. El estudio y la vivencia despertarán la creencia de que hay sólo un Espíritu y no muchos; de que no podemos vivir tan sólo para nosotros mismos, pero de que sí podemos llegar a darnos cuenta de que no hay tal cosa como la separatividad, y que no hay posibilidad alguna de escapar del Karma colectivo de la raza a la que uno pertenece, y en consecuencia, que hemos de pensar y de actuar en concordancia con esa creencia. Al poema se le ha tenido en la más alta estima por todas las sectas del Indostán, excepto por la mahometana y la cristiana. El mismo ha sido traducido a numerosos idiomas, tanto asiáticos como europeos; también es leído hoy por cientos de sinceros teósofos en todas partes del mundo. A aquéllos y a todos los demás que realmente amen a sus congéneres, y que aspiran a aprender y a enseñar la ciencia de la devoción, se dedica esta edición de la Bhagavad Gitá.

 William Q. Judge 
Nueva York, Octubre 1890

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