El Sur de la India
ha producido siempre a los más grandes filósofos arios. Madhvacharya provino
del Sur de la India, y Shankaracharya nació en Malabar. En la actualidad hay,
en el Sur de la India, eminentes adeptos y escuelas de ocultismo.
Jerárquicamente,
siempre hay siete clases de Adeptos, que corresponden a los siete rayos del
Logos. Dos de estas clases de Adeptos son tan misteriosas y tan escasos sus
representantes sobre la tierra, que raras veces se habla de ellos. Tal vez uno
o dos Adeptos de esas dos clases misteriosas aparezcan cada dos mil o tres mil
años. Es probable que Buddha y Shankaracharya estuvieran dentro de esta
categoría. Sin embargo, siempre han de encontrarse en la tierra representantes
de las otras cinco clases, las cuales se hallan representadas en la escuela del
Himalaya. En la actualidad, es improbable que la totalidad de las cinco clases
se hallen representadas en el Sur de la India, aunque todos los Adeptos de esta
escuela, y de todas las demás, deben pertenecer a una de estas cinco clases.
En la escuela del
Sur de la India se enseña que, aunque ella pertenece a una de aquellas cinco
clases y se halla encuadrada en uno de aquellos cinco rayos (todo lo cual está
representado en la escuela del Himalaya), los Adeptos de la India, por ejemplo,
no necesitan relacionarse con la escuela del Tibet; por decirlo así, no
necesitan correlación alguna con la cadena de guruparampara (el linaje de los
gurús) de la escuela del Himalaya y, en consecuencia, no tienen necesidad de
tributar obediencia a uno de los cinco Chohans, o jefes, de las cinco clases de
adeptos del Tíbet.
Cuando un gran
adepto concluye su encarnación, su yo espiritual puede elegir una persona en
quien él graba sus enseñanzas. Así, ésta se convierte en su instrumento y
apóstol sin saberlo. Este escogido exponente de la sabiduría de un Adepto tal
vez no adviel1a de dónde emana ta que él sabe y puede. Reconocer el origen de
eso es casi imposible, puesto que estas ideas son instiladas en el más íntimo
espíritu del hombre -en el sitio profundo y secreto de su naturaleza- desde el
cual surgen las guías morales y los ideales espirituales. Tales apóstoles a
menudo se hallaron con que, estando aún en vida, su sabiduría los abandonó,
pues una vez que realizaron su obra, el Adepto los eclipsó y, con frecuencia,
les quitó la inspiración.
Es probable que
Shankaracharya fuera una encarnación de esa clase. Ya era un gran Adepto cuando
tenía dieciséis años de edad, pues fue en esa época cuando escribió sus grandes
obras filosóficas.
Aparentemente, el
Buddha Gautama no fue una encarnación así, porque lo que vemos en él es la
lucha concreta de un hombre que procura perfeccionarse, no el gozo de una gran
alma que ya llegó a su meta. En cambio, no advertimos esa lucha en
Shankaracharya, y por esa razón decimos que él es una encarnación divina.
Los siete rayos de
los que hemos hablado representan la energía que emana de los siete centros de
fuerza existentes en el Logos. Representan siete fuerzas, por así decirlo, que
deben integrar todo cuanto existe en el universo. Ningún objeto puede existir
sin la presencia de cada una de estas siete fuerzas.
El karma pasado de
un hombre es el que determina cuál de los siete rayos o, prácticamente
hablando, cuál de los cinco rayos de la sabiduría oculta será el que él ocupe.
Sin embargo, es imposible decir que el hecho de pertenecer a uno de estos rayos
indica que en un hombre está presente alguna particular cualidad moral o
mental, como por ejemplo, la paciencia, la honestidad o la valentía, por un
lado, o la facultad poética o
artística, por el
otro.
La escuela
ocultista del Sur divide en tres a los estados de consciencia:
1) jagrat o
consciencia vigil;
2) svapna, o consciencia onírica; y
3) sushupti o
consciencia de sueño sin sueños. Sin embargo, tal como se la presenta, esta
clasificación es deliberadamente oscura. A fin de perfeccionarla, debe
entenderse que cada uno de estos tres estados se subdivide en tres estados.
Tomemos éstos en el orden correspondiente, empezando con el de más abajo,
La consciencia
jagrat se divide en tres:
1) jagrat de jagrat, que es la consciencia vigil
corriente;
2) svapna de jagrat, que es el estado onírico coniente; y
3)
sushupti de jagrat, que es el estado sin sueños.
De modo similar, el
estado de svapna tiene tres divisiones: jagrat de svapna, que es la consciencia
de la clarividencia vigil; 2) svapna de svapna, o la clarividencia sonambúlica;
y 3) sushupti de svapna, o la consciencia del kama loka.
El estado de
sushupti también se divide en tres estados:
l) jagrat de
sushupti, o la consciencia del devachan; 2) svapna de sushupti, o la
consciencia en el intervalo entre dos planetas; y 3) sushupti de sushupti, o la
verdadera consciencia arupa (sin forma), la cual existe entre dos rondas
planetarias.
A fin de aclarar
esto, consideramos que la siguiente tabla puede ser de utilidad:
Sobre estas nueve
etapas se hallan los verdaderos estados místicos de la consciencia, a la que los
adeptos tienen acceso.
Tales diferentes
estados de consciencia significan simplemente esto: que el observador único -el
Atma o Yo- observa nueve clases de objetos. El hecho de que el Atma observe una
clase de objetos se indica diciendo que tal estado de consciencia está activo.
En cada una de
estas clases de objetos, que están en los diferentes planos, hay cinco elementos.
Cada uno de éstos corresponde a uno de los sentidos. Según el parecer de
los
ocultistas del Sur
de la India, es erróneo hablar de siete sentidos, pues consideran que dos de
éstos no se han desarrollado todavía. Es verdad que en cada plano de la
consciencia hay siete factores, Sin embargo, sólo cinco de éstos constituyen
sentidos y, de acuerdo con el criterio de esta escuela, tampoco habrá alguna
vez dos sentidos más que sean análogos a aquellos cinco.
El sexto factor es la mente, la cual gobierna y
guía a los sentidos, y saca deducciones de las impresiones, cuando las recoge y
ordena. El séptimo factor es el Atma, que es el observador de la generalización
que la mente efectlla a partir de las impresiones de los sentidos. Él es el
«yo» existente en nosotros, el sentido del «yo» existente en nosotros, detrás
del cual es imposible ir, ni con la lógica ni con la observación. Los siete
factores deben estar presentes en todos los planos: en sueños, por ejemplo, los
objetos correspondientes a los sentidos de la vista, del tacto, del gusto, del
olfato y del oído, pasan ante quien está soñando. Su mente clasifica estas
impresiones y quien sueña tiene la sensación del «yo»: del observador que es el
sujeto de estos objetos. En cada plano existe la sensación del «yo» pero no es
enteramente idéntica: sólo el núcleo, o idea básica del «yo» es lo que se
mantiene sin cambio.
Las cinco clases de
objetos de cada plano se relacionan con los cinco sentidos. A aquéllas podemos
también llamarlas las cinco cualidades de la impresión o los cinco elementos.
Son:
1) tierra, correspondiente al sentido del olfato;
2) agua, correspondiente
al sentido del gusto;
3) aire, correspondiente al sentido del tacto:
4) fuego,
correspondiente al sentido de la vista y
5) éter, correspondiente al sentido
del oído.
Cada uno de éstos tiene su contraparte psíquica.
La contraparte de la
tierra es el magnetismo; la contraparte del agua es la electricidad; la contraparte
del aire son tal vez las fuerzas descubiertas por Leslie Enraught Keely;
mientras que las contrapartes de los otros dos elementos son fuerzas místicas, cuyos
nombres no es útil dar.
Cuando los siete
rayos mencionados proceden del Logos, están separados y, subsiguientemente, se
combinan en la formación de todos los seres. Cuando un individuo comienza su
curso evolutivo, estos rayos están equilibrados en él de manera pare.ia, sin
que ninguno prepondere más que otro.
Con el paso del tiempo, las acciones del
hombre -su karma- hacen que él quede bajo la influencia de uno u otro de los
rayos.
El hombre deberá
avanzar más por arriba de este rayo hasta que haya logrado fundir su vida en la
vida del Logos, gran venero de luz y energía.
Cuando esta fusión
tiene lugar, el hombre no sufre la pérdida de la individualidad sino que más
bien disfruta una extensión casi infinita de la individualidad. Cada una de las
siete clases de Logos tiene su propia consciencia peculiar, y sabe que esto es
así; es decir, cada Logos reconoce su propia luz, pero cada Logos participa
también en la vida de todas las otras clases de Logos, o sea, que la cualidad particular
de la vida de los Logos está también representada en ése. Por ello, cuando un
individuo se funde en un Logos en particular, no se separa de la consciencia de
los otros Logos, sino que también
comparte y
experimer la la consciencia de éstos.
Hemos dicho que el
Atma está representado en todos los planos y que el Logos está relacionado con
el Atma en cada uno de los planos. Sin embargo, es inútil entender la relación
entre el Atma de cualquier plano y el Logos.
No obstante, esta
relación deberá conocerse, después de la última iniciación, cuando el hombre
entienda cabalmente cuál es su naturaleza espiritual. Después de la última iniciación,
el Adepto comprende totalmente la relación del Atma con el Logos y el método de
fundirse en el Logos, con el que obtiene la inmortalidad; pero es un error
suponer que la vida del Logos surge dentro del hombre en la última iniciación,
o que la luz del Logos entra en el hombre. Este entiende cuál es su naturaleza
espiritual y ve el camino que conduce hacia el Logos, pero tal vez tarde varias
encarnaciones después de la última iniciación, antes de que pueda fundirse en
el Logos.
Esta filosofía
reconoce dos senderos: ambos tienen un mismo fin, que es una gloriosa
inmortalidad. Uno es el sendero firnle y natural del progreso mediante esfuerzo
moral y práctica de las virtudes. El resultado es una evolución natural,
coherente y segura del alma, y se llega a una posición de firme equilibrio,
manteniéndola. Ningún ataque inesperado podrá derribar ni sacudir esa posición.
Ése es el método nornlal que el vasto
conjunto de la
humanidad sigue, y éste es el rumbo que Shankaracharya recomendó a todos sus
sanyasis y sucesores.
El otro camino es
el escal-pado sendero del ocultismo, a través de una serie de iniciaciones.
Sólo unas pocas naturalezas especialmente organizadas y peculiares son aptas
para este sendero.
El progreso o
crecimiento oculto es efectivizado por el Adepto, a lo largo del sendero.
El
Adepto dirige, a través del chela, varias fuerzas ocultas que a éste le
pelmiten obtener
prematuramente, por
así decirlo, un conocimiento sobre su naturaleza espiritual, así como poderes
para los cuales no está moralmente calificado de acuerdo con el grado de su
progreso.
En estas
circunstancias, puede suceder que el chela pierda su equilibrio moral y caiga
en el sendero dugpa. De esto no debe inferirse que la escuela ocultista del Sur
de la India considere que el estado de Adepto y la iniciación sean un error o
una usurpación violenta y peligrosa de las funciones de la naturaleza.
La jerarquía de los
adeptos es estrictamente un producto de la naturaleza, igual que un árbol:
tiene propósito y función claros e indispensables en el desarrollo de la raza
humana. Esta función consiste en mantener abierto el sendero ascendente. La luz
y la guía descienden a o.avés de éste. Sin ellas, nuestra raza necesitaría dar
cada paso valiéndose de ese método fatigoso e internlinable que es el de la
prueba y del error, avanzando en todas las direcciones hasta que la casualidad
le mostrase el camino correcto. En realidad, la.ierarquía de los Adeptos existe
para proporcionar maestros religiosos al vulgo que marcha entre tropiezos.
Sin embargo, este
sendero es peligrosísimo para quienes no tengan el talismán que les dará
seguridad. Dicho talismán está constituido por perfecto desinterés, olvido y
aniquilación del ego, consagración al bien de la humanidad y renunciamiento que
no sea temporal sino sin térnlino, y cuyo objeto sea iluminar religiosamente a
la humanidad. Sin este talismán, aunque el chela (discípulo) haya progresado
rápidamente durante un tiempo, llegará un punto en el cual su avance ascendente
se detendrá y expresará cu que él valga realmente. Entonces, es probable que
quien avanzó de manera lenta y constante por el sendero, sea el primero en
fundirse en la luz del Logos.
Esta escuela
recomendaba, como el mejor sendero para todos, consagrarse a la virtud,
apartarse gradualmente de los más vulgares intereses materiales, retirar del
mundo exterior y de sus intereses a las fuerzas vitales y dirigirlas hacia la
vida interior del alma, hasta que el ser humano sea capaz de recogerse dentro
de sí mismo, por así decirlo. Entonces, al girar y dirigirse hacia el Logos y
la vida espiritual, y alejándose del plano material, ingresa primero en la vida
astral, y luego en la vida espiritual, hasta que finalmente llega al Logos y
alcanza el nirvana.
En consecuencia. lo
más prudente es no buscar el sendero del discipulado.
Si la persona es
apta para este sendero, su propio karma la conducirá imperceptible e
infaliblemente hacia éste, pues el sendero del ocultismo busca al chela y,
cuando quien es apto aparezca, no dejará de encontrarlo.
T. Subba Row
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