Empieza la investigación donde la conjetura moderna cierra sus fieles alas
– Bulwer's, Zanoni
La negación opaca de ayer se convirtió en el axioma científico de hoy
– Aforismos Comunes.
Hace miles de años los Dáctilos Frigios, los sacerdotes iniciados, llamados los
“magos y exorcistas de enfermedades”, curaban enfermedades mediante procesos magnéticos. Se sostenía que obtuvieron estos poderes curativos del
aliento poderoso de Cibeles, la deidad de múltiples senos, la hija de Cœlus y Terra.
En verdad, su genealogía y los mitos atados a ella, muestran a Cibeles como la personificación y el tipo de la esencia vital, cuya fuente se localizaba por los antiguos entre la tierra y el cielo estrellado y que era considerado como el verdadero fons vitæ de todo lo que vive y respira. Estando el aire de la montaña situado más cerca de esta fuente, fortifica la salud y prolonga la existencia del hombre; por lo tanto la vida de Cibeles, como infante, está mostrada en su mito como haber sido preservada en una montaña. Esto fue antes de que Magna y Bona Dea, el Mater prolífico, fue transformado en Ceres–Demeter, la patrona de los Misterios Eleusinianos.
Magnetismo animal (ahora llamado Sugestión e Hipnotismo) era el agente principal en los misterios teúrgicos así como en Asclepieia –los templos curativos de Aesculapius, donde los pacientes, una vez admitidos, eran tratados, durante el proceso de
“incubación”, magnéticamente durante su sueño.
Esta fuerza creativa y vivificante –negada y ridiculizada cuando se llamaba magia teúrgica, acusada durante el último siglo por estar principalmente basada en superstición y fraude, cada vez que se refería a mesmerismo –se llama ahora hipnotismo, carcotismo, sugestión, “psicología”, y lo que no.
Pero, cualquiera que sea la expresión escogida, siempre será suelta si se usa sin una calificación propia. Porque cuando se representa con todas las ciencias colaterales –que son ciencias dentro de la ciencia –se encuentra que contiene posibilidades de cuya naturaleza nunca siquiera ha soñado ni el más antiguo y más instruido profesor de la ciencia física ortodoxa. Las últimas, llamadas “autoridades”, no son mejores, en efecto, que inocentes niños groseros cuando se ponen cara a cara con los misterios del “mesmerismo” antidiluviano. Como mencionado en repetidas ocasiones anteriores, el florecimiento de la magia, sea blanca o negra, divina o infernal, emana todo de la raíz. El “aliento de Cibeles” – Akasa tattwa, en la India –es el agente principal, y refuerza los llamados “milagros” y fenómenos “sobrenaturales” en todas las edades y en todos los climas. Como la raíz madre o esencia es universal, así son innumerables sus efectos.
Hasta los más grandes adeptos casi no pueden decir donde sus posibilidades deben parar.
La llave al mismísimo alfabeto de estos poderes teúrgicos se perdió después de que el último gnóstico fue cazado a muerte por la persecución feroz de la iglesia; y cuando gradualmente Misterios, Hierofantes, Teofanía y Teurgia se borró de la mente del hombre hasta que quedó ahí solamente como una vaga tradición, se olvidó finalmente todo esto. Pero durante el período renacentista en Alemania, un teósofo estudiado, un filósofo per ignem, como se llamaron ellos mismos, redescubrió algunos de los secretos perdidos de los sacerdotes frígios y de los Asclepieia. Era el grande y desafortunado doctor ocultista Paracelso, el más grande alquimista de la época. Era tan ingenioso que durante las épocas medievales era el primero en recomendar públicamente la acción del imán en la cura de ciertas enfermedades.
Theophrastus Paracelsus –el “charlatán” e
“impostor borracho” en la opinión de dichos “niños malcriados” de ese tiempo, y de sus sucesores en el nuestro– inauguró entre otras cosas el siglo diecisiete, que se convirtió en una rama comercial lucrativa en el siglo diecinueve. Fue él quien inventó y usó para la cura de varias enfermedades musculares y nerviosas, brazaletes para brazos y pies, brazales, cinturones, anillos y collares; sólo que sus imanes curaban mucho más eficazmente que los actuales cinturones eléctricos.
Van Helmont, el sucesor de Paracelsus, y Robert Fludd, el Alquimista y Rosacruciano, también usaban imanes en el tratamiento de sus pacientes. Mesmer en el siglo dieciocho y el Marqués de Puysegur en el siglo diecinueve solamente siguieron sus pasos.
En el gran establecimiento curativo fundado por Mesmer en Viena, aparte del magnetismo, él usó electricidad, metales y una variedad de maderas. Su doctrina fundamental era la de los alquimistas.
El creyó que metales, igual que maderas y plantas tienen todos una afinidad y llevan una íntima relación con el organismo humano. Todo en el universo se desarrolló de una substancia homogénea y primordial, diferenciada en incalculables especies de materia y todo está destinado para retornar a ello. El secreto de la curación, sostenía, se basa en el conocimiento de las correspondencias y afinidades entre átomos relacionados. Encuentre el metal, madera, piedra o planta que tiene la más correspondiente afinidad con el cuerpo del enfermo y, mediante uso interno o externo, este agente particular imparte al paciente fuerza adicional para
combatir la enfermedad –(desarrollada generalmente a través de la introducción de algún elemento extraño a la constitución)– y de expelerla, llevará invariablemente a su cura. Muchas y maravillosas eran tales curaciones efectuadas por Anton Mesmer. Se curaron sujetos con enfermedades del corazón. Una dama de alta sociedad y condenada a muerte fue restaurada completamente de salud mediante la aplicación de ciertas maderas afables. Mesmer mismo, sufriendo de reumatismo agudo, lo curó completamente usando imanes preparados especialmente.
En 1774 él también dio con el secreto teúrgico de la transmisión vital directa; y estaba tan altamente interesado que abandonó todos sus métodos antiguos para dedicarse enteramente al nuevo descubrimiento. De aquí en adelante mesmerizó mediante observaciones y aprobaciones, abandonando los imanes naturales. Los efectos misteriosos de tales manipulaciones fueron llamados por él –magnetismo animal. Esto trajo a Mesmer una cantidad de seguidores y discípulos. La nueva fuerza fue experimentada en casi cada ciudad y pueblo de Europa y encontró por doquier un hecho real.
Aproximadamente en 1780 Mesmer se instaló en París y pronto la metrópoli entera, desde la familia real hasta el último histérico burgués, estaba a sus pies.
El clero se asustó y gritó –”¡el diablo!” Los “sanguijuelas” licenciados sintieron un déficit en aumento en sus bolsillos; y la aristocracia y la corte se encontraron al borde de la locura por pura excitación. No vale la pena repetir hechos conocidos, pero la memoria del lector puede ser refrescada por algunos detalles que pudo haber olvidado.
Ocurrió que justo alrededor de este tiempo la Ciencia Académica oficial se sentía muy orgullosa. Después de siglos de estancamiento mental en el campo de la medicina e ignorancia general, finalmente si dieron diversos pasos determinados en dirección a la sabiduría real. Las ciencias naturales lograron un éxito decidido, y la química y física estaban en un camino razonable de progreso. Como los sabios de hace un siglo aún no habían crecido a esta altura de modestia sublime, lo que caracteriza tan preeminentemente sus sucesores modernos –se sintieron muy hinchados con su grandiosidad.
El momento para la humildad elogiable, seguido por una confesión de la relativa insignificancia de la sabiduría del período –y hasta de la sabiduría moderna para este tema– comparado con la que sabían los antiguos, aún no había llegado. Estos fueron días de jactancia ingenua de los pavo reales de la ciencia, pavoneando y demandando reconocimiento y admiración universal. Los Señores Oráculos no eran tan numerosos como ahora, aunque su número era considerable. Y en efecto, ¿no fue el Dulcamaras de las ferias públicas visitado apenas con ostracismo? ¿No habían desaparecido los sanguijuelas para hacer lugar a los médicos diplomados con licencias reales para matar y enterrar un piacere ad libitum? Por lo tanto, el “inmortal” que asienta con la cabeza en su silla académica fue considerado como la única autoridad competente en la decisión de preguntas que nunca había estudiado, y por rendir veredictos sobre lo que nunca había oído.
Era el REINO DE LA RAZÓN, y de la ciencia –en su adolescencia; el inicio de la gran lucha mortal entre teología y hechos, espiritualidad y materialismo. En las clases educadas de la sociedad, demasiada fe fue sucedida por ninguna fe en absoluto. El ciclo de culto de la ciencia acababa de establecerse, con sus peregrinaciones a la academia, el Olimpus, donde los “Cuarenta Inmorales” están guardados como reliquia, y sus ataques sobre todos los que resisten manifestar una admiración ruidosa, una especie de entusiasmo con locura juvenil, en la puerta del templo de la ciencia. Cuando llegó Mesmer, París dividió su lealtad entre la iglesia que atribuía todo tipo de fenómenos excepto sus propios milagros divinos al diablo, y la academia que no creyó ni en Dios ni en el diablo, sino solamente en su propia sabiduría infalible.
Pero había mentes que no se contentaron con ninguna de estas creencias. Por esto, después de que Mesmer forzó a todo París a llenar sus salas, esperando horas para obtener un lugar en la silla alrededor de la tina milagrosa, algunas personas pensaron que era tiempo de que se encontrara la verdad real. Pusieron sus deseos legítimos a los pies de la realeza y el rey ordenó de inmediato a su academia instruida de estudiar el asunto.
Entonces fueron, despertando de su siesta crónica, los “inmortales” que designaron un comité de investigación, entre los que figuró Benjamin Franklin, y escogieron algunos de los más ancianos, sabios e ilustrados entre sus “infantes” para vigilar sobre el comité. Eso fue en 1784. Todos sabemos cual fue el reporte de éste y la decisión final de la academia. Toda la transacción parece ahora un ensayo de la obra, uno de los actos que fueron presentados por la “Sociedad Dialéctica” de Londres y algunos de los más grandes científicos de Inglaterra, aproximadamente ochenta años después.
De verdad, no resistiendo un reporte contrario por el Dr. Jussieu, un académico del más alto rango, y el médico de corte D’Elson, quienes, como testigos oculares del más sorprendente fenómeno, demandaron que se hiciera una investigación minuciosa por la Facultad de Medicina sobre los efectos terapéuticos del flujo magnético –su demanda fracasó. La Academia dudó de sus más eminentes científicos.
Hasta el señor B. Franklin se sintió confortable con su electricidad cósmica, no reconocería su origen y fuente primordial, y junto con Bailly, Lavoisier, Magendie y otros, proclamó Mesmerismo y desilusión. Tampoco tuvo la segunda investigación que siguió a la primera –es decir en
1825– mejores resultados.
El reporte fue aplastado una vez más12.
Aun ahora cuando el experimento demostró ampliamente que “Mesmerismo” o magnetismo animal, ahora conocido como hipnotismo (un efecto lastimoso, ciertamente, del “aliento de Cibeles”) es un hecho, tenemos la mayoría de los científicos negando su existencia. Es una bagatela en la matriz majestuosa del fenómeno psicomagnético experimental, hasta hipnotismo parece demasiado increíble, demasiado misterioso, para nuestros Darwinistas y Hækelianos. Necesita uno demasiado valor moral para enfrentar la sospecha de sus colegas, la duda del público y la burla de los tontos. “Misterio y charlatanismo van de mano en mano” dicen, y “amor propio y la dignidad de la profesión”, como observa Magendie en su Physiologie Humaine
(Psicología Humana) “exigen que el médico bien informado debería recordar como prontamente el misterio desliza al charlatanismo”.
Es una lástima porque al bien informado médico se le olvida recordar que la fisiología entre el resto está llena de misterios –profundos, inexplicables misterios de la A a la Z– y pregunte si, empezando por los “truismos” arriba indicados no debería aventar por la borda la Biología y la Psicología como las más grandes piezas de charlatanería en la ciencia moderna. No obstante, unos pocos en la minoría bien intencionados de nuestros médicos emprendieron bien la investigación del hipnotismo. Pero incluso ellos, habiendo sido obligados de mala gana para confesar la realidad de su fenómeno, aun perseveran en ver en tales manifestaciones ningún factor elevado en el trabajo que las fuerzas puramente materiales y físicas, y niegan su nombre legítimo de magnetismo animal. Pero como el Reverendo Sr. Haweis (de quién más en la actualidad) acaba de decir en el Daily Graphic… “Los fenómenos de Charcot son, debido a todo esto, en muchos modos idénticos al fenómeno mesmeriano, e hipnotismo debe ser considerado adecuadamente más bien como una rama del mesmerismo que algo diferente a ello. De todos modos, los hechos de Mesmer, ahora generalmente aceptados, fueron primero negados decididamente.
Pero mientras que rechazan al Mesmerismo, corren al hipnotismo, a pesar de los peligros de esta ciencia, reconocidos ahora científicamente, en los cuales médicos en Francia están mucho más adelantados que los ingleses. Y lo que los primeros dicen es que entre los dos estados de mesmerismo (o magnetismo como lo llaman del otro lado del charco) e hipnotismo “existe un abismo”. Aquel es benéfico, el otro maléfico, como evidentemente debe ser; debido a que de acuerdo al Ocultismo y la Psicología moderna se produce el hipnotismo mediante la retirada del fluido nervioso de los nervios capilares, siendo esto, por así decirlo, los centinelas que mantienen las puertas de nuestros sentidos abiertas y al quedar anestesiado bajo condiciones hipnóticas, permiten que éstas se cierren. A. H. Simonin revela una gran verdad moral en su excelente obra “Solution du probleme de la suggestion hypnotique.” (“Solución del Problema de la Sugestión Hipnótica”)13.
Por lo tanto muestra que mientras “en Magnetismo (mesmerismo) ocurre en el sujeto un gran desarrollo de facultades morales”, que estos pensamientos y sentimientos “se vuelven más soberbios y los sentidos adquieren una agudeza anormal”, en hipnotismo, por el contrario, “el sujeto se convierte en un simple espejo”. Es la sugestión que es el verdadero motor de cada acción en el hipnotismo: y si ocasionalmente “se producen aparentemente maravillosas acciones, éstas se deben al hipnotizador, no al sujeto”. Nuevamente… “en el instinto hipnótico, es decir, el animal, alcanza su mayor desarrollo; tanto, en efecto, que el aforismo “los extremos se encuentran” nunca puede recibir una mejor aplicación que en el magnetismo y el hipnotismo”. Qué gran verdad existe en estas palabras, también en cuanto a la diferencia entre los sujetos mesmerizados y los hipnotizados. “En uno, su naturaleza ideal, su ego moral –el reflejo de su naturaleza divina– es llevado a su límite extremo, y el sujeto se convierte en un ser casi celestial (un ángel).
En el otro, son sus instintos los que se desarrollan de una manera muy sorprendente. El hipnótico baja al nivel del animal. Desde un punto de vista psicológico, el magnetismo (Mesmerismo) es reconfortante y curativo, y el hipnotismo, que es solamente el resultado de un estado desequilibrado, es sumamente peligroso”.
Por consiguiente, el Reporte adverso sacado por Bailly al final del siglo pasado tuvo efectos terribles en el presente, pero tuvo su Karma también. Con la intención de matar el furor “Mesmeriano”, reaccionó como un golpe mortal a la confianza del público en decretos científicos. En nuestros días el Non–Possumus de los Colegios y Academias Reales está cotizado en la bolsa de la opinión mundial a un precio casi tan bajo como el Non–Possumus del Vaticano. Los días de autoridad, siendo humana o divina, se están desvaneciendo rápidamente; y ya vemos brillando en futuros horizontes un sólo tribunal, supremo y final, ante el cual la humanidad se doblará – El Tribunal del Hecho y de la Verdad.
Sí, a este tribunal sin apelación hasta el clérigo y predicadores famosos hacen reverencia en nuestros días. Las partes ahora cambiaron de manos, y en muchas instancias son los sucesores de quienes lucharon con todas sus fuerzas para la realidad del diablo y su directa interferencia con los fenómenos psíquicos, durante muchos siglos, quienes salen públicamente para reprochar la ciencia. Un ejemplo notable de esto se encuentra en una excelente carta (recién mencionado) por el Reverendo Sr. Haweis al Graphic.
El predicador erudito parece compartir nuestra indignación en la injusticia de los científicos modernos, a su supresión de la verdad, e ingratitud a sus antiguos maestros. Su carta es tan interesante que sus mejores puntos deben ser inmortalizados en nuestra revista. Aquí están algunos fragmentos de ello.
Así él pregunta:
¿Porque no pueden decir nuestros hombres científicos: “Cometimos un error referente al Mesmerismo; es prácticamente verdadero”? No porque ellos son hombres de ciencia, pero simplemente porque son humanos. No cabe duda que es humillante cuando has dogmatizado en el nombre de la ciencia para decir “estuve equivocado”. Pero no es más humillante quedar al descubierto; y no es lo más humillante, después de arrastrarse y torcerse desesperadamente en las redes inexorables de hechos compactados, para colapsar de repente y llamar a la red odiada un “anexo conveniente”, en el cual ciertamente no te importa ser atrapado?
Ahora, como me parece, esto es
precisamente lo que están haciendo los Sres. Charcot y los hipnotizadores franceses y sus admiradores médicos en Inglaterra. Nunca desde la muerte de Mesmer a la edad de ochenta, en 1815, la “Facultad” francesa e inglesa, con algunas excepciones honorables, han ridiculizado y negado los hechos y las teorías de Mesmer como ahora, en 1890, una hueste de científicos asientan de repente, mientras destruyen lo mejor que pueden el nombre de Mesmer, para despojarle de todos sus fenómenos, de los cuales silenciosamente se apropian bajo el nombre de “Hipnotismo”, “Sugestión”,
“Magnetismo Terapéutico”, “Masaje Psicopático” y todo el resto de ello. Bueno, “¿Qué es en un nombre?”
Me preocupan más las cosas que los nombres, pero venero a los pioneros que fueron rechazados, pisados y crucificados por los ortodoxos de todas las edades, y pienso que lo mínimo que los científicos pueden hacer para los hombres como Mesmer, Du Potet, Puysegur, o Mayo y Elliotson, ahora que se han ido, es “construir sus sepulturas”.
Pero el Sr. Haweis pudo haber añadido en su lugar, los aficionados Hipnotizadores de Ciencia cavaron con sus propias manos las tumbas del intelecto de muchos hombres y mujeres; esclavizaron y paralizaron el libre albedrío en sus “temas”, convirtieron hombres inmortales en autómatas desalmados e irresponsables, y disecaron sus almas con tanta indiferencia como disecan los cuerpos de conejos o perros.
En resumen, pasan rápido y floridamente a “hechiceros”, y convierten la ciencia en un amplio campo de magia negra. El escritor, no obstante, perdona fácilmente a los culpables; y, remarcando que acepta “la distinción” [entre Mesmerismo y Hipnotismo] “sin comprometerse a ninguna teoría”, añade:
Estoy principalmente preocupado de los hechos, y lo que quiero saber es porqué estas curas y estados anormales son pregonados como descubrimientos modernos, mientras que la “facultad” todavía ridiculiza e ignora sus grandes predecesores sin tener ellos mismos una teoría que pueden aceptar o un solo hecho que puede ser llamado nuevo. La verdad es que estamos simplemente recayendo en el error con trabajo duro de repasar nuevamente las minas abandonadas de los antiguos; el redescubrimiento de estas ciencias ocultas está en exacta concordancia con la lenta recuperación de la escultura y pintura en la moderna Europa.
Aquí la historia de la ciencia oculta se encuentra en una cáscara de nuez.
1.) Una vez conocido. 2.) Perdido. 3.) Redescubierto.
4.) Negado. 5.) Reafirmado, y en bajos niveles, bajo nuevos nombres, victorioso. La evidencia para todo esto es exhaustiva y abundante. Aquí puede bastar notar que Diodorus Siculus menciona cómo los sacerdotes egipcios, edades antes de Cristo, atribuyeron clarividencia inducida para propósitos terapéuticos a Isis. Strabo atribuye lo mismo a Serapis, mientras que Galen menciona un templo cerca de Memphis que es famoso por sus curas hipnóticas. Pitágoras quien ganó la confianza de los sacerdotes egipcios, está lleno de ello. Aristophanes en “Plutus” describe en un detalle a la cura mesmeriana – [kai prota men de tes kephales ephepsato], etc., “y primero empezó a tratar la cabeza”. Caelius Aurelianus describe manipulaciones (1569) para enfermedad
“conduciendo las manos desde las partes superiores a las inferiores”; y existía un antiguo proverbio latino: Ubi dolor ibi digitus “Donde dolor hay dedos”. Pero el tiempo me dejaría contar de Paracelsus (1462)14 y su “profundo secreto de Magnetismo”; de Van Helmont (1644)15 y su fe en el poder de la mano en enfermedad”.
Mucho de los escritos de ambos hombres solamente fue hecho claro a los modernos con el experimento de Mesmer, y en la opinión de los modernos hipnotizadores está claro con él y sus discípulos que tenemos que hacer principalmente. Pretendía, sin duda, de transmitir un fluido magnético animal, que creo niegan los hipnotizadores.
Lo hacen, lo hacen. Pero así hicieron los científicos con respecto a más de una verdad. Negar “un fluido magnético animal” es seguramente no más absurdo que negar la circulación de la sangre, como lo hicieron tan enérgicamente.
Algunos pocos detalles adicionales sobre Mesmerismo dado por el Sr. Haweis pueden resultar interesante. Así nos recuerda de la contestación escrita por el muy lastimado Mesmer a los académicos después de su reporte desfavorable, y se refiero a ello como
“palabras proféticas”.
“Usted dice que Mesmer nunca más levantará su cabeza. Si esto es el destino del hombre, no es el destino de la verdad, que en su naturaleza es imperecedero y brillará nuevamente tarde o temprano en el mismo país o en otro con más brillo que nunca, y su triunfo aniquilará sus miserables difamadores.” Mesmer dejó Paris con repugnancia, y se retiró a Suiza para morir; pero el ilustrado Dr. Jussieu se volvió un converso. Lavater llevó el sistema de Mesmer a Alemania, mientras que Puysegur y Deleuze lo divulgaron por toda la provincia de Francia, formando innumerables “sociedades armónicas” dedicadas al estudio del magnetismo terapéutico y sus fenómenos unidos de transferencia de pensamientos, hipnotismo y clarividencia.
Aproximadamente hace veinte años conocí el tal vez más ilustre discípulo de Mesmer, el anciano Baron du Potet16. Alrededor de las proezas terapéuticas y mesmerianas de este hombre hizo estragos, entre 1830 y 1846, una amarga controversia por toda Francia.
Un asesino fue perseguido, sentenciado y ejecutado únicamente bajo la evidencia suministrada por uno de los clarividentes de Du Potet. El Juge de Paix (Juez de Paz) admitió en pleno tribunal que esto bastaba. Esto era demasiado para el hasta escéptico Paris y la Academia determinó tener una nueva sesión y, hasta donde sea posible, exterminar la superstición. Pero dicen, y es raro decirlo, que esta vez quedaron convertidos. Itard, Fouquier, Guersent, Bourdois de la Motte, la crema de la facultad francesa, pronunciaron el fenómeno del mesmerismo de ser genuino –curas, trances, clarividencia, telepatía, hasta lectura de libros cerrados, y a partir de este tiempo estaba invitada una nomenclatura elaborada ocultando hasta donde sea posible los nombres detestados de los hombres incansables que impusieron la aprobación científica, mientras que registraron los principales hechos que atestiguaron por Mesmer, Du Potet y Puysegur entre los indiscutibles fenómenos para ser aceptados, en cualesquiera teoría, por la ciencia médica…
Entonces viene la vuelta de esta isla brumosa y de sus confundidos científicos.
“Mientras” [sigue el escritor], Inglaterra era más obstinada. En 1846, el célebre Dr. Elliot hijo, un médico práctico con una vasta clientela, pronunció la famosa oración Harveyana, en la cual confesó su creencia en el Mesmerismo.
Fue denunciado por los médicos con tan cabales resultados que perdió su práctica y murió en ruinas si no con el corazón partido.
El Hospital Mesmeriano en la calle Marylebone fue fundado por él. Se llevaron a cabo exitosas operaciones bajo el Mesmerismo y todos los fenómenos que últimamente ocurrieron en Leeds y en otras partes a la satisfacción de los médicos fueron producidos en Marylebone hace cincuenta y seis años. Hace treinta y cinco años, el Profesor Lister hizo lo mismo –pero la introducción de cloroformo siendo más rápido y seguro que un anestésico, mató durante un tiempo al tratamiento mesmeriano. El interés público en el Mesmerismo se murió, y el Hospital Mesmeriano en la calle Marylebone, que se encontró debajo de una nube desde la supresión de Elliotson, fue finalmente cerrado. Hace poco sabemos que fue del destino de Mesmer y el Mesmerismo. Se habla de Mesmer en el mismo instante que de Count Cagliostro, y se menciona rara vez el mismo Mesmerismo; pero entonces oímos mucho de electrobiología, magnetismo e hipnotismo terapéutico –solamente así. Oh, sombras de Mesmer, Puysegur, Du Potet, Elliotson – sic vos non vobis! No obstante, digo Palmam qui meruit ferat. Cuando conocí al Baron du Potet, estuvo en el borde de la muerte y tenía casi ochenta años. Era un ardiente admirador de Mesmer; dedicó su vida entera al magnetismo terapéutico y era absolutamente dogmático en el punto que un aura magnético real pasó del mesmerista al paciente.
“Le enseñaré esto”, dijo un día cuando los dos estuvimos parados junto a la cama de un paciente en un trance tan profundo que pusimos agujas en sus manos y brazos sin excitar la más mínima señal de movimiento. El viejo Barón continuó: “En la distancia de un pié o dos provocaré ligeras convulsiones en cualquier parte de su cuerpo con simplemente moviendo mi mano por encima de la parte, sin contacto alguno”. Empezó en el hombro, que pronto mostró una punzada. Cuando la calma fue restablecida, intentó el codo, luego la muñeca, luego la rodilla, incrementando las convulsiones en intensidad de acuerdo al tiempo empleado.
“¿Está usted totalmente convencido?” dije, “totalmente convencido”, “y”, continuó, “a
cualquier paciente que he probado, me comprometo operarlo a través de una pared de ladrillos en un tiempo y lugar donde el paciente estará ignorante de mi presencia o mi propósito. Esto”, añadió Du Potet, “era una de las experiencias que más desconcertó a los académicos de París. Repetí el experimento una y otra vez bajo todos los criterios y condiciones, con un éxito casi invariable, hasta que el más escéptico era forzado a ceder”.
Acusamos a la ciencia de deslizarse con velas grandes por el remolino de la Magia Negra, practicando lo que la psicología antigua –la rama más importante de las Ciencias Ocultas– siempre ha declarado como hechicería en su aplicación al hombre interior. Estamos preparados a sostener lo que decimos, tener la intención de demostrarlo un día de estos, en algunos futuros artículos, basándonos en hechos publicados y las acciones producidas por el Hipnotismo de Viviseccionistas mismos.
El que son hechiceros inconscientes no quita el hecho que practican el Arte Negro bel et bien. En resumen es esta la situación. La minoría de los médicos estudiados y otros científicos experimentan con “hipnotismo” porque llegaron a ver algo en ello, mientras que la mayoría de los miembros de los R.C.P.’s todavía niegan la actualidad del magnetismo animal en su forma mesmeriana, aun debajo de su máscara moderna –hipnotismo. El anterior –completamente ignorante de las leyes fundamentales del magnetismo animal– experimentan fortuitamente, casi ciegamente. Para permanecer consistente con sus declaraciones (a) que hipnotismo no es mesmerismo, y (b) que el aura magnética o fluido que pasa del mesmerizador (o hipnotizador) es pura falacia – desde luego no tienen ningún derecho de aplicar las leyes de la ciencia antigua a la más joven. Por lo tanto interfieren con y despierten a la acción las fuerzas más peligrosas de la naturaleza, sin estar consciente de ello. En vez de curar enfermedades –el único uso al que el magnetismo animal bajo su nuevo nombre puede ser aplicado legítimamente– frecuentemente inoculan los sujetos con sus propias enfermedades y vicios físicos y mentales. Por esto y por la ignorancia de sus colegas de la minoría, la mayoría incrédula de los Saduceos son muy responsables.
Porque, oponiéndose a ellos, impiden la libre acción y se aprovechan de la promesa Hipocrática, para dejarlos impotentes para admitir y hacer mucho de lo que de otra forma los creyentes podrían hacer y harían. Pero, como el Dr. A. Teste dice realmente en su obra – ”Existen ciertas verdades desafortunadas que comprometen a aquellos que creen en ellas, y especialmente a aquellos que son tan sinceros para admitirlo públicamente”. Así, la razón porqué el hipnotismo no está siendo estudiado en sus propias líneas, es evidente.
Hace años se observó: “Es el deber de la Academia y de las autoridades médicas de estudiar mesmerismo (es decir, las ciencias ocultas en su esencia) y de someterlo a pruebas; finalmente, de quitar su uso y su práctica a personas que desconocen el arte, que abusan de estos recursos, y hacen de ello un objeto de lucro y de especulación”. El que pronunció esta gran verdad era “la voz hablando en el desierto”. Pero los que tienen alguna experiencia en psicología oculta irían más lejos.
Dirían que es preciso en cada
cuerpo científico –aun, en cada gobierno –de poner un fin a las exhibiciones públicas de este tipo. Al probar el efecto mágico de la voluntad humana sobre voluntades más débiles, al ridiculizar la existencia de fuerzas ocultas en la naturaleza –fuerzas cuyo nombre es legión –y aun llamándolos, bajo el pretexto de que en absoluto son fuerzas independientes, ni siquiera psíquicas en su naturaleza, sino “conectadas con conocidas leyes físicas” (Binet y Fere), los hombres de autoridad son virtualmente responsables para todos los efectos terribles que existen y que surgirán de sus peligrosos experimentos públicos. En realidad, Karma –la terrible pero solamente retributiva ley– visitará a todos los que desarrollan los más terribles resultados en el futuro, generado en estas exhibiciones públicas para el entretenimiento del profano. ¡Solamente dejemos pensarlos en peligros causados, de nuevos tipos de enfermedades, mentales y físicas, producidas por el manejo tan insano de la voluntad psíquica!
Esto es tan malo en el plano moral como es la introducción artificial de materia animal a la sangre humana, con el infame método Brown Sequard, en el plano físico.
¿Se ríen de las ciencias ocultas y ridiculizan el Mesmerismo? Sin embargo, este siglo no terminará antes de que tengan pruebas innegables de que la idea de un crimen sugerido para el fin experimental no será removido tan fácilmente mediante una corriente contraria de la voluntad como fue inspirado. Tal vez aprenderán que si la expresión externa de la idea de un crimen
“sugerido” pueda desvanecerse bajo la voluntad del operador, el activo germen viviente implantado artificialmente no desaparecerá con ello; que una vez caído en el asiento del humano –o más bien las pasiones animales– puede quedar dormido allí durante años a veces, para despertar de repente por una circunstancia imprevista en realización.
Niños llorando asustados al silencio por la sugestión de un monstruo, un demonio parado en la esquina, por una niñera ingenua, fueron conocidos de volverse dementes veinte o treinta años más tarde por el mismo motivo. Existen misteriosos cajones secretos, rincones oscuros y escondites en el laberinto de nuestra memoria, todavía desconocidos por los fisiólogos, y que se abren solamente una vez, raramente dos veces, en la vida del hombre, y esto solamente bajo condiciones anormales y peculiares.
Pero cuando lo hacen, siempre es una acción heroica cometida por una persona menos calculada para ello, o –un terrible crimen perpetrado, cuya razón seguirá siendo un misterio para siempre…
Por consiguiente, experimentos en “sugestión” por personas que desconocen las leyes ocultas, son los pasatiempos más peligrosos. La acción y reacción de ideas en el “Ego” inferior interior, nunca ha sido estudiada hasta ahora, porque este “Ego” mismo es terra incognita (aún cuando no se niega) para el hombre o la ciencia. Por otra parte, tales realizaciones ante un público promiscuo son un peligro en si. Hombres de una educación científica innegable que experimentan con Hipnotismo en público, prestan por eso la sanción de sus nombres a tales presentaciones. Y entonces cada especulador indigno bastante grave para entender el proceso puede, desarrollando con práctica y perseverancia la misma fuerza dentro de él mismo, usarlo para sus propios fines egoístas, frecuentemente criminales.
Resultado sobre líneas Kármicas: cada Hipnotizador, cada hombre de ciencia, por bien intencionado y honrado que sea, una vez que haya permitido convertirse en el instructor inconsciente de uno que aprende solamente para abusar de la ciencia sagrada, naturalmente se convierte moralmente en el cómplice de cada crimen cometido por su medio.
Tal es la consecuencia de experimentos públicos de “Hipnotismo” que por consiguiente conducen a, y virtualmente son, MAGIA NEGRA.
H.P. BLAVATSKY
NOTAS
12 Véase Isis sin Velo, vol. I.
13 Ver el historial de su obra en el Journal du Magnetisme, Mayo, Junio, 1890, fundado en 1845 por el Baron du Potet, y ahora editado por H. Durville, en París.
14 Esta fecha es un error. Paracelso nació en Zurich en 1493.
15 Esta es la fecha de la muerte de Van Helmont; él nació en 1577
16 El Baron du Potet era durante años miembro honorario de la Sociedad Teosófica. Cartas autografiadas fueron recibidas de él y conservadas en Adyar, nuestra Sede, en las cuales él deplora el modo irrespetuoso y poco científico con el cual se manejaba el Mesmerismo (entonces en la víspera de convertirse en “hipnotismo” de ciencia) “par les charlatans du jour.” Si hubiera vivido para ver la ciencia secreta en su completa parodia como hipnotismo, su voz poderosa habría podido parar su terrible abuso y degradación actual a un espectáculo barato. Afortunadamente para él, y desafortunadamente para la verdad, el más grande adepto del Mesmerismo en Europa de este siglo –está muerto.
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