La Filosofía es una explicación de la Vida,
construida por la Mente y aceptada por el Intelecto. Sin una explicación que
satisfaga a la razón, el hombre permanece inquieto y desconforme. La
inteligibilidad de la vida es una tortura para el pensamiento; no puede
descansarse sobre la nebulosa de un remolino de fuerzas y de eventos, de un
hirviente caos, que arroja fragmentos que no pueden acomodarse dentro de un
gran todo. La Mente demanda imperativamente un orden, una sucesión, una
conexión casual, un ritmo establecido de movimientos poderosos, una relación
del pasado con el presente y del presente con el futuro. El más profundo
instinto de la Mente del Hombre le hace comprender, y nunca quedará
tranquilamente satisfecho hasta tanto no obtenga esta comprensión. Puede sufrir
pacientemente, luchar con perseverancia, soportar heroicamente, si siente que
hay un propósito, si ve
una meta delante de sí. Pero si no puede visualizar el camino, no conoce el
final, es desviado por causas que no comprende y abofeteado por fuerzas que se
arremolinan a su alrededor en la oscuridad, es capaz de irrumpir en una cruel
rebeldía, en una rebelión salvaje y desperdiciar su fortaleza en acciones sin
finalidad alguna. Ajax, combatiendo en la oscuridad, en su frenética apelación
a los Dioses:
Si nuestro destino es la muerte,
Danos la luz, y déjanos morir
es un
símbolo de la humanidad, debatiéndose en la oscuridad de la ignorancia y
clamando apasionadamente a "cualquier Dios que pudiera haber",
enviarles la luz, aunque esta significara la muerte.
TRES
BASES PARA LA FlLOSOFIA
El
hombre ha luchado por comprender los misterios de la existencia, mediante
acercamientos desde uno de los tres puntos de vista opuestos entre sí:
(1) Todo proviene de la Materia, la
Existencia Una, y ésta, con su energía inherente, produce todas las formas, y
da nacimiento a la vida a través de ellas. Como dice el Profesor Tyndall en su
famoso Belfast, debemos "ver a la materia como la promesa y la potencia de
cada una de las formas de vida". El pensamiento es el resultado de la
actividad de ciertas combinaciones en la materia: "El cerebro produce los
pensamientos", dice Karl Vogt, "tal como el hígado produce la
bilis". Con la disolución de la forma la vida se esfuma, y es tan inútil
preguntarse adonde está "ella", como preguntar a dónde está la llama cuando se apaga
la vela. La llama era solamente el resultado de la combustión, y con el cese de
ésta, la llama debe necesariamente cesar. Toda la filosofía materialista está
edificada sobre esta base.
(2) Todo
proviene del Espíritu, mente pura, la Existencia Una, y la materia es
simplemente una creación del Espíritu, embebido en pensamiento. Realmente, no
hay materia; es una ilusión, y si el Espíritu se eleva por sobre esta ilusión,
es libre, autosuficiente y omnipotente. Se imagina separado, y es separado;
imagina objetos, y está rodeado de ellos; imagina penas, y sufre; imagina
placeres, y disfruta. Si se sumergiera en sí mismo, todo el Universo se
disiparía como un sueño, sin "dejar atrás ni una brisa". Todas las
Filosofías idealísticas están construidas sobre esta base, con un cuidado mayor
o menor en su desarrollo.
(3) Espíritu y Materia son dos aspectos de
la Existencia Una, del Todo, que proviene del Uno conjuntamente, unido e
inseparable durante la manifestación, como la parte posterior y el frente de la
misma cosa, sumergiéndose en la Unicidad otra vez al cierre del período de
manifestación. En el Todo existe simultáneamente todo lo que fue, lo que es y
lo que será, en un Eterno Presente. En esta totalidad, surge una VOZ, que es
una PALABRA, un LOGOS, Dios manifestándose a sí mismo. Esta PALABRA separa del
Todo aquellas ideas que él selecciona para Su futuro Universo, y las ordena
dentro de Sí de acuerdo con su Voluntad; se limita a Sí mismo por su Propio
pensamiento, creando de esta manera el "Círculo no se Pasa" del
Universo en formación, ya sea un Sistema Solar, un conglomerado de Sistemas
Solares, un conglomerado de Conglomerados, etc. Dentro de este Círculo, están las Ideas, siempre iniciadas
eternamente por el Movimiento incesante que es la Vida Una, dentro de la
Quietud, que es lo opuesto y que soporta a todo. El Movimiento es la Raíz del
Espíritu, que será, al manifestarse, el Tiempo, o los cambios en la Conciencia;
la Quietud es la Raíz de la Materia, el Eter omnipresente, inmóvil, sustentador
de todo, omnipenetrante, que al manifestarse será el Espacio. Toda la filosofía
Teosófica está asentada sobre la base de Espíritu y Materia como dos aspectos
manifestados del Uno, el Absoluto, fuera del Tiempo y el Espacio.[1]
La forma de exponer estas verdades difiere mucho con el pensador. H. P.
Blavatsky las ha expuesto con gran fuerza, pero con algo de oscuridad en el
lenguaje, al comienzo de "La Doctrina Secreta". Bhagavan Das hace
unas afirmaciones singularmente profundas y lúcidas en su "Ciencia de la
Paz" donde postula al Ser y al No-Ser -o Espíritu y Materia- y a la
relación entre ellos, como la gran Trinidad, lo Ultérrimo del Pensamiento que
se resuelven en el Uno.
TRIPLICIDAD
El LOGOS se muestra a Sí Mismo en Su
Universo o Sistema bajo tres aspectos - o "Personas de la Trinidad
Cristiana" - que son Voluntad, Sabiduría (o Amor Conocimiento) y Creatividad (o Actividad). La
Mónada Humana es un fragmento de su Divino Padre, y se reproduce en sí estos
tres aspectos, que se manifiestan en el Hombre como Espíritu. Por lo tanto, la
Voluntad espiritual humana, siendo parte de la Voluntad Una, es un poder
irresistible, cuando el Espíritu realiza su unificación con el LOGOS. Nada en
la Naturaleza puede estar velado a la Sabiduría espiritual humana. Todo podrá
lograr la Creatividad espiritual humana. Es este último aspecto de la Trinidad
humana el que puede construir todo lo que la Sabiduría puede concebir y la
Voluntad determinar. Como el Intelecto en los mundos más sutiles y la Mente en
el más bajo, se extiende en el cosmos para conocer, para comprender. Por
aquello cuya "naturaleza es conocimiento", el Hombre se entera de
todo lo que está afuera de él, el No-Ser de la frase Hindú.
Hemos visto que,
mediante el uso de cuerpos, el Hombre puede conocer el universo exterior, y su
conciencia conocer sus alrededores, comenzando, para usar la terminología de
Mr. Myer, con su propia tierra, como conciencia planetaria, y puede extenderse
al universo como conciencia cósmica. La razón demanda esto como una verdad
necesaria, no porque haya sido testificada por genios gigantes espirituales,
sino porque hay zonas en la conciencia planetaria que son inteligibles, sin
causa e inalcanzables, a menos de tener una conciencia cósmica que las
distinga y hacia la cual tienda.
La Religión, el Arte, el Amor inegoísta y
autosacrificado son, como se los ha llamado, sub-productos y tonterías, si
nosotros no somos más que mosquitos de un día que bailan al brillo del sol y se
desparraman con la tormenta; si construimos civilizaciones con trabajos y
sufrimientos infinitos, para que perezcan; si todo lo que deja como impreciso
registro la humanidad es un planeta helado danzando en el espacio hasta su
aniquilación, la aburridora e inútil labor que siempre requiere renovación y
cuyos resultados son siempre destruidos. Para la filosofía Teosófica, el Hombre
es una Inteligencia espiritual eterna, cuyas raíces están en Dios y cuyas
incontables actividades desarrollan sus propios poderes inherentes, que nadie
puede aniquilar, a menos que él mismo deje de lado alguno por no tener más utilidad
para él, y aún así queda en la Memoria Eterna. Para un ser así, los universos
solo son juguetes instructivos, que sirven para su educación, y que puede
romper en pedazos sin perturbar su serena ecuanimidad, porque ellos son medios
hacia una finalidad.
El universo, como un molinete que muele nada, torna una
carga a la existencia y un eterno castigo la vida, sin dejarnos siquiera a
alguien que Impone la carga para poder mover su piedad, o un Juez a quien
pudiéramos recurrir para aliviar el castigo. La Teosofía ve al Hombre como un
Poder en desarrollo, que va de fortaleza en fortaleza, errando solo aquello
que debe de aprender, y sufriendo solo aquello que puede proporcionarle una
Vida fuerte, radiante, gozosa y victoriosa, cuyo "crecimiento y esplendor
no tiene límites". Filosóficamente considerado, el Hombre, como todo lo
demás, está compuesto de sólo dos factores: Espíritu y Materia. Los diversos
cuerpos, que la ciencia oculta describe, son, desde el punto de vista
filosófico, su envoltura material. Constituyen en su totalidad, su Cuerpo,
simplemente. El Hombre es una Inteligencia Espiritual en un Cuerpo. Sus
constituyentes, o formas de materia física, emocional, mental, intelectual, intuicional
o espiritual no son más afines a este estudio de lo que lo son los sólidos,
líquidos, gases y éteres que componen el cuerpo físico del hombre.
PENSAMIENTO-PODER
Siendo
el Pensamiento la manifestación de la Creatividad, o el tercer aspecto de la
triplicidad humana, la filosofía Teosófica lo aplica para apurar la evolución.
La aplicación de las leyes generales de la evolución de la mente al apuro de la
evolución de una conciencia en particular, se le llama Yoga en el Este. La palabra
significa "unión", y se usa para indicar la unión consciente de lo
particular con lo universal, y los esfuerzos que se realizan en ese sentido.
Los métodos de Yoga son puramente científicos, ya que el conocimiento de las
leyes de la evolución mental e intelectual se han obtenido por la observación
y se han establecido por la experimentación. Se ha probado, y puede volver a
probarse en cualquier momento, que el pensamiento concentrado en una idea,
incorpora esa idea como parte del carácter del pensador, y por lo tanto el ser
humano puede crear en sí mismo cualquier cualidad deseable, sustentándola por
medio de un pensamiento atento o meditación. El juego descuidado del
Pensamiento sobre ideas no deseables es un peligro activo, que crea una tendencia
hacia tales ideas no deseables, y conduciendo a acciones que las corporifican.
La "Acción" es una triplicidad; el deseo las concibe, el pensamiento
las planifica y finalmente se corporifican. Este acto final a menudo se precipita
por circunstancias favorables, cuando el deseo ha sido fuerte y el pensamiento
ha delineado completamente su realización.
La acción mental precede a la
física, y cuando una persona ha holgazaneado con el pensamiento con la idea de
una acción buena o dañina, puede de pronto encontrarse realizándola en el mundo
manifestado aún antes de que se dé cuenta lo que está haciendo; cuando la
compuerta de la oportunidad se abre, la acción mental escapa hacia la física.
La actividad mental concentrada puede dirigirse hacia los cuerpos mental,
emocional o físico, recreándolos en una magnitud proporcional a la energía,
perseverancia y concentración empleadas. Todas las Escuelas de Curación, como
la Ciencia Cristiana utilizan este poderoso medio para obtener resultados, los
que dependen de los conocimientos de los practicantes como también de la
fuerza que emplean y del medio en que se realizan, o sea el cuerpo de los
pacientes. Innumerables éxitos prueban la existencia de las fuerzas que se
manejan, y los fracasos no prueban que no existan tales fuerzas, sino solamente
que su manipulación no ha sido adecuada, o que no ha sido evocada bastante
para la tarea que se realiza. Siendo reconocido el poder del pensamiento en la
Teosofía filosófica como el Creador Uno, se lo considera trabajando en la
Evolución, y planificando para la evolución de la conciencia humana el
admirable método de la Reencarnación bajo la ley de Acción y Reacción, llamada
Karma en el Oriente.
REENCARNACIÓN
Ya se ha explicado el objetivo del Hombre de
tomar cuerpos, o encarnación; hemos visto que sus tres cuerpos superiores
constituyen su vestidura permanente, y que éstos se desarrollan y crecen con el
desarrollo de su conciencia. Hemos visto también que los tres cuerpos inferiores
son temporarios, que existen por un ciclo de vida definido que se pasa en los
tres mundos: la tierra, el mundo intermedio y el cielo. Al retornar a la
tierra, asume nuevos cuerpos; esto es Reencarnación. La necesidad de esto yace
en la comparativa densidad de la materia con la cual están compuestos los
mundos inferiores; los cuerpos hechos con ella sólo pueden crecer y expandirse
dentro de ciertos límites, mucho más estrechos de aquellos que corresponden a
los cuerpos más sutiles. Impulsados más allá de éstos por el constante
desarrollo de la conciencia, pierden su elasticidad y no pueden usarse más;
además se ponen viejos por esta constante tendencia, y se desechan. Cuando la
Conciencia, al final de un ciclo de crecimiento, se ha establecido
definitivamente a sí misma en la nueva etapa de evolución, necesita cuerpos nuevos
a medida de la expresión de sus poderes mejorados. Si esto no hubiera sido
dispuesto así en el Plan, seríamos como chicos encerrados en una armadura de
acero, y confinados en el crecimiento por la falta de expansión. Los chicos
crecen, a pesar de sus vestimentas, y les proporcionamos otras. Nosotros
crecemos más allá de nuestros cuerpos, y nuestro Padre, el LOGOS nos da otros
nuevos.
El método es muy simple; se planta la semilla de la conciencia divina
en el suelo de la vida humana; nutrida por dicho suelo, que es la experiencia,
estimulada por el rayo solar del regocijo, expendida por la lluvia de las
penas, se dilata y germina en una planta, en flores y frutos, hasta que logra
parecerse a su árbol padre. Dicho sin metáforas: el Espíritu humano, la vida
germinadora, entra en el bebe de un salvaje, que tiene escasa inteligencia y
ningún sentido moral. Vive allí durante cuarenta o cincuenta años, dominada por
deseos, robos, asesinatos; finalmente es asesinado. Pasa por el mundo
intermedio, se encuentra con muchos viejos enemigos, sufre, ve vagamente que su
cuerpo ha sido asesinado
por haber él asesinado a otros, y llega a alguna vaga conclusión acerca de la
inconveniencia de matar, lo que queda muy tenuemente impreso en su conciencia;
disfruta los resultados de algún tenue acto de amor que haya realizado. Vuelve
con algo más de conocimientos de los que tenía en su primera encarnación. Esto
se repite una y otra vez, hasta que gradualmente pero en forma definida llega
a la conclusión de que el asesinato, los robos y otras acciones semejantes
causan infelicidad, y que el amor y la amabilidad traen felicidad. Ha adquirido
una conciencia, aunque no mucha, y ésta es fácilmente sobrepasada por cualquier
deseo fuerte.
Los intervalos entre nacimientos son al principio muy cortos,
pero se alargan gradualmente, a medida que se incrementa el poder de su
pensamiento, hasta que se establece la ronda normal de los tres mundos. En el
primero, gana experiencia; en el segundo, sufre por sus errores, y en el
tercero disfruta los resultados de sus buenos pensamientos y emociones, y
también aquí elabora la totalidad de sus buenas experiencias mentales y morales
transformándolas en facultades mentales y morales. En este mundo celestial,
estudia luego sus vidas pasadas, y sus sufrimientos, debidos a sus errores, lo
cual le proporciona conocimientos, y consecuentemente poder. "Cada pena
que he sufrido en un cuerpo, se transformó en un poder que aproveché en el
próximo"[2]. Su
estadía en el tercer mundo incrementa la riqueza y extensión de sus logros, a
medida que progresa. Finalmente, se acerca el final de su largo peregrinaje;
entra en el Sendero, pasa por las grandes Iniciaciones y alcanza la perfección
humana[3].
La Reencarnación ha sido trascendida, porque ha espiritualizado materia para su
propio uso, y en tanto la use, ella no lo cegará ni lo regirá. Echando un
vistazo a esta larga serie de vueltas de la rueda de Nacimientos y Muertes, el
hombre puede tener un sentimiento de fastidio. Pero ha de recordarse que cada
período de vida es nuevo para el que la vive. Hay un sabio ordenamiento
mediante el cual el hombre olvida su pasado, al menos hasta que sea suficientemente
fuerte como para soportarlo, y decir regocijadamente como Goete "volvemos
bañados y frescos". No hay sentido de fastidio en la criatura, que salta
gozosa a encontrarse con su nueva experiencia, sino un sentido de agradable
vitalidad, de deseo gozoso y de regocijo siempre fresco. Un alma desgastada
por lo ya recorrido que entrara en el cuerpo de una criatura, con el peso de la
memoria pasada de luchas y desatinos, de amores y odios, sería un mal intercambio
para el regocijo de una niñez saludable. Cada vida es una nueva oportunidad, y
si hemos desperdiciado una vida, tenemos siempre "otra chance".
La
Reencarnación es esencialmente un Evangelio, buenas noticias, porque pone un
final a la desesperación, promueve el esfuerzo, se solaza con la proclamación
del éxito final y asegura la permanencia de cada fragmento, de cada semilla, de
cada bondad en nosotros, con tiempo suficiente para que el menos evolucionado
florezca en perfección. Su valor como explicación de la vida es indecible. El
criminal, el más bajo y vil, el más pobre y peor espécimen de la raza es un
alma-niña, que viene en un cuerpo salvaje a la civilización en la cual no
encaja siguiendo sus propios instintos, pero la cual le proveerá un campo para
su rápida evolución si sus mayores lo toman de la mano y lo guían firme y
suavemente. El está todavía en la etapa en que el hombre medio estaba hace algo
así como un millón de años, y evolucionará en el futuro como ha evolucionado en
el pasado. No hay diferencias sino parciales con quienes están situados en
forma diferente a él; sólo hay diferencias de edades. Las desigualdades
internas entre los hombres no tienen por qué ocasionarnos más tensiones, o
sean las diferencias entre el que tiene una forma hermosa y el deforme, entre
el enfermo y el sano, entre el genio y el tonto, entre el santo y el criminal,
entre el héroe y el cobarde. En verdad, ellos han nacido así, trayendo al mundo
esas desigualdades que no han podido trascender. Pero ellos son, o más jóvenes
en experiencia, o han llegado a ser lo que son bajo las leyes de la naturaleza.
Las debilidades desaparecerán a su debido tiempo, presentándoseles oportunidad
tras oportunidad.
Cada altura estará abierta para que la escale, y contará con
la energía necesaria para hacerlo. El conocimiento de la Reencarnación nos
guía, como veremos en la Sección V, para lidiar con los problemas sociales. Nos
muestra también cómo han evolucionado los instintos sociales, porqué el
autosacrificio es la ley de la evolución para el hombre y cómo podemos
planificar nuestra futura evolución bajo las leyes naturales. Nos enseña que
las cualidades que han evolucionado desde la experiencia terrenal vuelven a la
tierra para el servicio al hombre, y como cada esfuerzo que se realiza da
plenos resultados bajo leyes inequívocas. Dándoles el tiempo suficiente, pone
en las manos de los hombres el poder de elaborar su destino a voluntad, y de
crear de acuerdo con sus ideales. Señala un futuro de poder y sabiduría siempre
crecientes, y racionaliza nuestras esperanzas de inmortalidad. Hace del cuerpo
el instrumento del Espíritu en lugar de su dueño, y elimina el miedo de que,
así como el Espíritu necesita también un cuerpo físico para nacer a la
existencia, también puede perecer cuando se le priva del cuerpo a la hora de
morir. Como dice Hume, es la única teoría sobre la inmortalidad a la cual tiene
acceso el filósofo. La memoria de las vidas pasadas tiene asiento en el
intelecto, no en la Mente, o sea en el individuo permanente, no en la persona
mortal. Vimos en la Sección 1 que los cuerpos inferiores perecen, y que se
construyen nuevos para ingresar en el nuevo período de vida. Ellos no han
pasado por las experiencias de las vidas pasadas.
¿Cómo, entonces, podrían
gravarse en su memoria? El hombre que recuerda sus vidas pasadas, debe ser
consciente del cuerpo astral, adonde reside dicha memoria, y aprender también a
enviar hacia abajo la memoria hacia la conciencia cerebral. Esto puede hacerse
mediante la práctica de la Yoga, y el hombre puede desentrañar y leer el
registro imperecedero del pasado.
Tenemos el hábito de ver a la Reencarnación
desde el punto de vista de la naturaleza mortal del hombre, viendo de esta
manera una sucesión de vidas, que describimos como "reencarnaciones".
Pero es bueno también considerar la cuestión desde el punto de vista del Hombre
Eterno, la Mónada, manifestándose como el triple Espíritu. Visto de esta
manera, la Reencarnación desaparece, a menos que digamos que un árbol
reencarna en cada primavera, cuando desarrolla hojas nuevas, o que el hombre
reencarna cuando se pone un traje nuevo. La personalidad, que nos aparece como
algo tan importante, es sólo un nuevo conjunto de hojas, o un traje nuevo. El
Hombre se reconoce como Uno, a través de la no quebrada continuidad de
conciencia, con una identidad única y con una memoria ininterrumpida. Los días
de vida mortal no tienen más entidad que la larga sucesión de días mortales
tiene para nuestra conciencia física. Nos levantamos a la mañana y atravesamos
intereses siempre renovados, y cada nuevo día trae sus propios placeres y sus
propias aflicciones, que pasamos con deleite. El hecho de que nuestro cuerpo
físico siempre está cambiando no nos perturba ni un poquito. Por encima de
esto, somos lo mismo. En la vida más larga es igual; somos lo mismo el Espíritu
siempre vivo y siempre activo. Cuando nos damos cuenta de esto, las aflicciones
y el fastidio se van, por cuanto los vemos como pertenecientes a algo que no
es nosotros. Detenerse en el centro fijo y ver a la rueda girar desde allí es
muy refrescante y útil. Si alguno de mis lectores se siente cansado, lo invito
a ver por un instante este Lugar de Paz.
LA LEY DE ACCION Y REACCION
La
reencarnación se lleva a cabo bajo la Ley de Acción y Reacción - Karma. La palabra Karma significa acción, y hemos visto anteriormente que cada acción es una triplicidad.
Los Hindúes, que han estudiado sicología durante miles de
años, analizan las acciones como constituidas por tres factores: el
pensamiento, estimulado por el deseo, las planifica y les da forma; la voluntad
(o el deseo) dirige juntas a las energías mentales hacia su cumplimiento; el
acto en sí toma forma en el mundo mental. Está entonces listo para su
manifestación, y presiona hacia afuera, hacia la corporificación. Es expulsado
al mundo físico cuando el pensador puede crear la oportunidad mediante su
voluntad-poder, o cuando la oportunidad se presenta por sí. Entonces sale
precipitado como un acto visible.
Todo el proceso es visualizado por los
Hindúes como una unidad triple, que es llamado "Karma", acción. Es
necesario comprender esto con claridad para poder captar las tres leyes
subsidiarias que afectan el destino futuro. Pero primeramente es necesario
darse cuenta que el Karma es una ley de la naturaleza, y no una disposición
arbitraria que puede cambiarse a voluntad, y que produce resultados, pero no
recompensas ni castigos. Una ley de la naturaleza no es una disposición, sino
una relación, una secuencia invariable. No recompensa ni castiga, pero produce
resultados invariables, y por lo tanto, predecibles. Puede establecerse, en
general, que: Allí donde A y B estén en cierta relación entre sí, se producirá
C. Supongamos que objetamos a C; debemos mantener a A y B fuera de esta
relación. La naturaleza no dice "Usted debe tener C". Usted debe
tenerlo si A y B están en cierta relación entre ellos. Pero si podemos
mantener A y B fuera de tal relación por algún dispositivo - por la
interposición de alguna fuerza o algún obstáculo - C no aparecerá.
Consecuentemente, cuanto mejor entendamos a la Naturaleza, mejor seguiremos
nuestro camino por las sinuosidades de sus leyes. Cada una de sus leyes es una
fuerza que capacita al hombre que comprende, y una fuerza compulsiva para el
ignorante. Somos perfectamente libres para balancear dichas fuerzas una contra
otras, para neutralizar aquellas que están contra nuestros propósitos, dejando
libres las que los cumplen. Se dijo con verdad: "La naturaleza se
conquista por la obediencia".
El hombre ignorante es su esclavo y su,
juguete; el conocedor es su conquistador y su rey. El Karma es una Ley de la Naturaleza;
compele al ignorante, pero deja en libertad al sabio. Las tres expresiones
subsidiarias de ella que más influyen en nuestro destino son: "El
Pensamiento construye el carácter"; "El deseo atrae sus objetos y
crea la oportunidad para atraparlos"; "La acción ocasiona un medio ambiente
favorable o desfavorable, según haya producido felicidad o desgracia a
otros".
(1) Al tratar el Pensamiento-Poder ya
hemos visto a la primera; cualquiera que decidiera pasar cinco minutos todas
las mañanas con un pensamiento tranquilo sobre cualquier virtud que no posea
después de un tiempo, la duración dependerá de la quietud y fortaleza de su
pensamiento- hallará esa virtud, reforzándolo en ella.
(2) Un deseo fuerte y firme ocasiona su
cumplimiento, lo que se ve con frecuencia dentro del límite de una vida; una
ojeada a varias sucesivas evidencia a esta ley sin duda alguna.
(3) Aquellos que hacen felices a los demás, cosechan felicidad para sí
mismos; la felicidad se logra no buscándola, y siempre elude a quienes tratan
de lograrla más apasionadamente. Esto, una vez más, surge con mayor claridad
pasando revista a varias vidas; aquél que ha ocasionado una felicidad general
nacerá en circunstancias de prosperidad, en tanto que quien ha desparramado
desdicha, aparecerá en un medio ambiente desafortunado. Pero la ley opera en
forma tan exacta. “El pensamiento construye el carácter" que si ha
ocasionado felicidad con motivos egoístas, su egoísmo dará por resultado una
naturaleza miserable, aún rodeado de todo lo que hace placentera la vida
"Aunque los
molinos de Dios muelen despacio, muelen muy fino;
Aunque El se
detiene y espera con paciencia, muele todo con exactitud".
Siendo el Karma el resultado, en un tiempo
determinado, de todos los pensamientos, deseos y acciones pasados, manifestados
en nuestro carácter, oportunidades y medio ambiente, limita nuestro presente.
Si somos mentalmente perezosos, no podemos volvernos brillantes de golpe; si
tenemos pocas oportunidades, no podemos siempre crearlas; si somos tullidos, no
podemos ser sanos. Pero según lo que creemos, así podremos cambiar. Nuestros
pensamientos, deseos y acciones presentes, cambian nuestro futuro Karma día a
día. Además, es bueno recordar, especialmente si estamos frente a un desastre
venidero, que el Karma detrás nuestro está tan mezclado como lo están nuestros
pensamientos, deseos y acciones. Una revisión todos los días demostrará que
contiene algunos pensamientos buenos y algunos malos, algunos deseos nobles y
algunos no tanto, algunas acciones amables y otras lo contrario. Cada clase
tiene su efecto: las buenas, haciendo buen Karma, y las malas, lo contrario.
Es decir que, cuando afrontamos una desgracia, es que tenemos detrás nuestro
una corriente de fuerza que nos ayuda a superar el caso, y otra que nos
debilita. Una de ellas puede ser mucho más fuerte, en el sentido de ayudar o de
impedir, y en este caso, el esfuerzo que realicemos sólo jugará un papel
secundario en cuanto a los resultados. Pero a menudo las dos fuerzas están más
o menos balanceadas, y entonces un buen esfuerzo en el presente puede definir
la situación.
El conocimiento del Karma debería, consecuentemente, reforzar
los esfuerzos, y no paralizarlos, como desgraciadamente ocurre con aquellos que
conocen poco del asunto. Nunca debe de olvidarse que el Karma, por ser una ley
de la Naturaleza, nos deja toda la libertad que seamos capaces de tomarnos.
Hablar de "la interferencia del Karma" es hablar sin sentido, excepto
si se quiere significar la interferencia por la gravitación. En este sentido,
podemos interferir con ambos, tanto como podamos. Si nuestros músculos están
debilitados por la fiebre, podemos hallarnos imposibilitados de subir la
escalera en contra de la gravitación; pero si son suficientemente fuertes, podremos
subir gozosamente, desafiando a la gravitación a dejarnos en la habitación de
abajo. Así es con el Karma. Una vez más, la Naturaleza no ordena hacer esto o
aquello; mantiene invariables las condiciones bajo las cuales las cosas pueden
hacerse o no. Está en nosotros encontrar las condiciones que nos capacitarán
para tener éxito, y en este caso todas sus fuerzas trabajarán con nosotros y
acompañarán nuestros deseos. "Acallara tu vagón a una estrella", dice
Emerson, y la fuerza de la estrella arrastrará al vagón hasta el lugar
asignado. Hay otro punto de vista práctico que es de suprema importancia.
Podemos, en el pasado, haber realizado alguna fuerza kármica especial de
maldad tan fuerte que somos incapaces de superarla con cualquier acción que
realicemos ahora.
En estas circunstancias, estamos impulsados a hacer el mal,
aunque nuestro deseo sería hacer el bien, y nos sentimos como la paja al
viento. No importa; igual tenemos recursos. Cuando llega la tentación al mal,
podemos encararla de una de estas dos formas: sintiendo que debemos ganar,
podemos tener una ganancia supina, forjando de esta manera un eslabón más en
la mortal cadena del mal. Pero el conocedor del Karma dice "Yo he creado
esta odiosa debilidad por incontables concesiones a los bajos deseos; establezco
contra ella la forma más elevada del deseo, la Voluntad, y me rehúso a
caer". En la batalla contra la tentación, el hombre se esfuerza etapa tras
etapa, hasta que puede caer en la acción, aunque no en la Voluntad. Para los
ojos del mundo, ha caído, y es víctima sin esperanza de su esclavitud. A los
ojos del conocedor del Karma, en su lucha, ha desechado mucha de la cadena que
todavía lo ata. Un poco más de estas "caídas", y se romperá la cadena
y quedará libre. Un hábito creado por muchos deseos equivocados no puede
destruirse por un solo esfuerzo del deseo correcto, excepto que esos raros
casos en los cuales el Dios interno se despierta, y con un solo toque de la
fiera Voluntad Espiritual, quema las cadenas. Tales casos de "conversión"
son conocidos, pero la mayor parte de estos hombres siguieron un largo sendero.
Cuando más entendamos al Karma, más resulta un poder en nuestras manos, en
lugar de un poder que nos ata. Quizá aquí, más que en cualquier otra cosa,
puede decirse que "saber es poder".
ANNIE BESANT
[1] Ver, para mayor
extensión de este tema, la Sección VI: "Unos pocos detalles sobre Sistemas
y Mundos".
[2] Edward Carpenter,
Hacia la Democracia, "La lucha del Hombre con Satán".
[3] Ver Sección IV
"El Sendero de Perfección y el Hombre Divino".