Helena
P. Blavatsky
Tomado de “Sophia” Noviembre y
Diciembre 1895
Rogamos a los Materialistas que
atacan a los Ocultistas y Teosofistas, porque creen que cada Fuerza (así
llamada) de la Naturaleza tiene su origen en un Noumeno sustancial, una Entidad
consciente e inteligente, ya sea un Dhyan Ohohan Planetario o un Elemental, que
se fijen primero en una corporación mucho más peligrosa que la Sociedad
Teosófica. Nos referimos a la Sociedad que existe en los Estados Unidos de
América, cuyos miembros se llaman a
sí mismos Sustancialistas.
La tenemos por peligrosa, porque
esa asociación, combinando en su seno el Cristianismo dogmático de la Iglesia,
o sea el elemento antropomórfico de la Biblia, con las ciencias exactas,
convierte, sin embargo, en esclavas del primero a estas últimas. Esto equivale
a decir, que la nueva organización conducirá a las generaciones venideras en su
dogmatismo fanático -si es que triunfa- al antropomorfismo más irremediable. Y
lo conseguirá tanto más fácilmente
en nuestra época adoradora de la ciencia, cuanto que una corriente de innegable
ilustración ha de contribuir a vigorizar la creencia en un dios humano
gigantesco, ya que sus hipótesis, semejantes a las de la ciencia materialista
moderna, pueden fácilmente formularse, de modo que sirvan su objeto particular.
Las clases educadas y pensadoras de la sociedad, una vez rotos los lazos de la
esclavitud clerical, podrían reírse de los datos científicos de un San Agustín
o de un «venerable» Beda, que les obligaran a sostener, basándose en la
autoridad y en la letra muerta de aquello que consideraban como una Revelación,
que nuestra Tierra, en vez de ser una esfera, era plana y estaba colgada en el
espacio debajo de un dosel cristalino, tachonado con brillantes clavos de cobre
y un sol no mayor de lo que aparece. Mas estas mismas clases se verán siempre
obligadas por la opinión pública a respetar las hipótesis de la ciencia
moderna, sea cual fuese la dirección en que las lleve la naturaleza de la
especulación científica. Desde el siglo pasado se las ha conducido al
materialismo grosero; puede conducírselas de nuevo en una dirección opuesta.
El
ciclo ha terminado; y si la ciencia cae alguna vez en manos de la oposición
-los sabios «Reverendos» y los hombres de Iglesia fanáticos- puede
el mundo irse aproximando gradualmente al foso de la parte opuesta y caer en
tiempo no lejano en un grosero antropomorfismo. Una vez más habrían rechazado
las masas la verdadera filosofía, la imparcial y antisectaria, y se verían de
nuevo prisioneras en las redes urdidas por ellas mismas: fruto y resultado de
la reacción creada por una época de negación constante. El ideal sublime de un
Noumeno del Espíritu universal, infinito, omnipresente, de una Divinidad
impersonal y absoluta, se borrará de, la mente humana una vez más, para ceder
el paso al DIOS MONSTRUO de las pesadillas de los sectarios.
Ahora bien; la ciencia oficial
moderna se compone al presente de un cinco por ciento de verdades y hechos
axiomáticos innegables, y de un noventa y cinco por ciento de pura
especulación. Además, se ha expuesto ella misma a interminables ataques, merced
a sus numerosas hipótesis contradictorias entre .sí, aunque tan científicas al
parecer unas como otras. Por otra parte, los Sustancialistas que se
enorgullecen de contar en sus filas a algunos de los hombres de ciencia más
eminentes de los Estados Unidos, han descubierto y acumulado, sin duda, un gran
número de hechos destinados a echar por tierra las teorías modernas sobre la
Fuerza y la Materia; y una vez comprobada la exactitud de sus datos en ese
conflicto entre la Ciencia materialista y una religión más materialista aún, no
es difícil prever el resultado de la batalla ya próxima: la Ciencia
moderna será vencida. No puede
negarse la Sustancialidad de ciertas Fuerzas de la Naturaleza, porque es un
hecho del Kosmos. No hay Energía o Fuerza sin Materia; no hay Materia sin
Fuerza, Energía o Vida, aunque esté latente. Pero esa Materia última es la
Sustancia o el Noumeno de la materia.
Así, pues, caerá por tierra la cabeza del
Idolo de oro; de la verdad científica, pues descansa sobre pies de arcilla. No
habríamos de deplorar ese resultado, si no fuese por sus inmediatas
consecuencias: la cabeza de oro será la misma, sólo que quedará reemplazado su
pedestal por otro tan débil y tan deleznable como el actual. En lugar de
apoyarse en el Materialismo, se apoyará la ciencia en la superstición
antropomórfica, si los Sustancialistas ganan la batalla. Porque en vez de
atenerse a la filosofía sola, cultivada con espíritu de absoluta imparcialidad,
tanto los materialistas como los partidarios de lo que tan pomposamente llaman
«Filosofía del Sustancialismo», trabajan guiados por la preocupación y con un propósito fijado de
antemano, y ambos amoldan los hechos a la medida de sus respectivos caprichos.
Los hechos son los que por fuerza han de amoldarse a sus teorías, aun a riesgo
de mutilar la inmaculada naturaleza de la Verdad.
Antes de presentar al lector
algunos extractos sacados de la obra de un Sustancialista
-pues esos extractos revelan la
verdadera naturaleza de las afirmaciones de la «Filosofía Sustancial» mejor que
podría hacerlo cualquiera revista crítica- no es nuestra intención seguir más
adelante, ya que, en realidad, muy poco tenemos que ver con aquellos, y no
queremos gastar palabras respecto a sus pretensiones. No obstante, como sus
ideas acerca de la naturaleza de las Fuerzas físicas y de los fenómenos, se
asemejan de modo singular - sólo en algunos puntos - a las doctrinas ocultas,
nuestra intención es utilizar sus argumentos, respecto al Magnetismo en primer
lugar. Estos no pueden rebatirse, y podemos así derrotar a la ciencia exacta
con sus propios métodos de observación y con sus propias armas. Sólo
conocemos hasta ahora las teorías de los Sustancialistas por sus escritos.
Es
posible que, exceptuando la gran divergencia que existe entre nuestras
respectivas creencias sobre la naturaleza de las «causas productoras de los
fenómenos» empleando el término singular que
aplican a las fuerzas físicas- exista poca diferencia entre nuestras opiniones acerca de
la naturaleza sustancial de la Luz, del Calor, de la Electricidad, del
Magnetismo, etc, etc; tan solo, quizás, haya una diferencia en la forma y
términos usados. Ningún teosofista, sin embargo, aceptaría expresiones como las
empleadas en la Nueva Doctrina; por ejemplo: «Si son ciertos sus principios,
entonces cada fuerza o forma de la Energía conocidas por la ciencia, debe ser
una Entidad sustancial» . Porque, si bien las pruebas del Dr. Hall respecto a
ser el fluido magnético algo más que un «modo de movimiento» son irrefutables,
existen, sin embargo, otras «fuerzas» cuya naturaleza es completamente
distinta. No obstante, como intentamos demostrar en este artículo la sustancialidad
del magnetismo -ya sea animal o físico- sacaremos ahora de la revista
Scientific Arena (Julio 1886) los mejores argumentos que jamás han salido a luz contra
las teorías materialistas de la ciencia moderna.
«El admitir por un momento que una
sola fuerza de la naturaleza -como el sonido, la luz o el calor- no sea otra
cosa más que el movimiento vibratorio de la materia, ya sea que el cuerpo
material se encuentre sumamente atenuado, como en el caso del supuesto éter, o
menos atenuado, como en el caso del aire, o sólido, como tratándose de una
barra de hierro candente, es ceder a las rancias afirmaciones del materialismo
toda la analogía de la naturaleza y de la ciencia en favor de una vida futura
para la Humanidad. Bien lo saben los sabios materialistas de este país y de
Europa; y así temen la propagación y aceptación general de la Filosofía
Sustancial, comprendiendo que, desde el momento en que las escuelas reconozcan
y enseñen que las fuerzas de la naturaleza son entidades sustanciales reales, y
en que las doctrinas -hoy en boga- del modo de ser del movimiento con relación
al sonido, la luz, el calor, etc., se abandonen, desde aquel momento mismo, su
profesión materialista habrá muerto para siempre. . .
»Por lo tanto, el fin que se
propone este artículo, a más de reiterar y reforzar el objeto general del
argumento, en la forma que fue presentado el mes pasado, es demostrar que la
fuerza, per se, es una sustancia inmaterial, y de ningún modo un movimiento de
partículas materiales.
De este modo nos proponemos hacer
resaltar la absoluta necesidad que tienen los sabios cristianos de adoptar en
todas partes los amplios principios de la Filosofia Sustancial, y de hacerlo en
el acto, si quieren destruir el ateísmo materialista en este país o defender
lógicamente la religión por medio de la analogía científica, y probar así la
existencia sustancial de Dios, tanto como la
probable existencia sustancial del alma humana después de la muerte. Se les
presenta ahora la ocasión de hacerlo con éxito y de dar fuerza victoriosa a los
argumentos sacados de la Escritura, por medio del testimonio favorable de la
naturaleza misma.
»Podríamos elegir como piedra de
toque de la nueva filosofía o del sustancialismo, cualesquiera de las varias
formas físicas de la fuerza; mas para evitar en lo posible los circunloquios y
los detalles de innecesarias explicaciones en esta demostración fundamental y
superior, elegimos aquello a que ningún sabio en el mundo entero se atreverá a
negar la cualidad de fuerza natural representativa, o sea lo que se llama forma
de energía, a saber: el magnetismo. Esta fuerza, por la manifestación
sencillísima y directa de sus fenómenos, al trasladar cuerpos ponderables
distantes del imán, sin que haya sustancia tangible alguna que relacione al
imán con ellos, es a propósito para nuestro objeto; pues ha resultado ser el
gran enigma físico para los filósofos modernos partidarios de la teoría de la
forma de movimiento, tanto en este país como en Europa.
»Aun para los físicos más célebres
que viven actualmente, como son Helmholtz, Tyndall, Sir William Thomson y
otros, la misteriosa acción del magnetismo, bajo cualquier aspecto que pueda
presentarla la ciencia moderna, ofrece, sin duda alguna, un problema en extremo
embarazoso para sus inteligencias, simplemente porque, por desgracia, jamás han
vislumbrado los principios fundamentales de la Filosofía Sustancial, que tan
claramente descubre el misterio.
»A la luz de esos principios, un
pensador de la talla de Sir William Thomson, en vez de enseñar, como lo hizo en
su discurso inaugural acerca de los cinco sentidos ante el Instituto de
Midland, en Birmingham, Inglaterra, que el magnetismo no era otra cosa más que
el movimiento molecular, o, según expresión suya, “la calidad de la materia” o “la rotación de
las moléculas” del imán, hubiera visto en el acto la falta completa de relación
de causa y efecto entre semejantes moléculas movibles del imán (admitiendo que
se muevan), y el hecho de alzarse la masa de hierro a distancia.
»Es más que extraño que hombres tan
inteligentes como Sir William Thomson y el profesor Tyndall, no hayan llegado
hace tiempo a la conclusión de que por fuerza debe ser el magnetismo una cosa
sustancial, aunque invisible e intangible, cuando de ese modo tiende sus
mecánicos pero invisibles dedos hasta cierta distancia del imán, y atrae o
repele una pieza de metal inerte! Que no hayan visto la absoluta necesidad de
semejante conclusión, como la única explicación concebible de los efectos
mecánicos producidos, y la incompatibilidad manifiesta de otra suposición
cualquiera. es uno de los resultados extraordinarios de la influencia de las
falsas teorías actuales de ]a ciencia, que ciega y desconcierta a inteligencias
natura]mente lógicas y profundas; siendo extraño "que hombres semejantes
queden satisfechos, al suponer que las vibraciones pequeñísimas y locales de
las moléculas y átomos del imán (necesariamente limitadas a las dimensiones del
acero mismo), puedan llegar a cualquier distancia fuera de éste, y atraer o
repeler de ese modo una barra de metal, venciendo su inercia; todo lo cual predispone a perder todo respeto por lo que
se refiere a la sagacidad y profundidad de las inteligencias de aquellos
nombres eminentes en la ciencia. De todos modos, esta falta manifiesta de
perspicacia en los físicos modernos, pide a voz en grito a los hombres jóvenes
de este país y de Europa, que piensen por sí mismos sobre las materias
relativas a la ciencia y la filosofía, y no acepten cosa alguna bajo la simple
palabra o la mera aprobación de cualquier nombre célebre.
»Otra anomalía muy extraña. que se
,refiere a los físicos a quienes hemos aludido, es la siguiente: mientras se
les escapa la inevitable necesidad de una sustancia real de alguna especie que,
saliendo de los polos del imán y relacionándose con el pedazo de hierro, lo
eleve, produciendo así un resultado físico, que de ningún otro modo podría
verificarse, están prontos a admitir la intervención de un éter universal
(sustancia nada
necesaria en la Naturaleza ), para
producir la luz sobre la tierra como simple movimiento, y amoldarlo así a las
supuestas ondas sonoras del aire. De esta manera, gracias a la pura invención
de una sustancia material innecesaria, han tratado de convertir en modos de
movimiento no sólo la luz, el calor y el magnetismo, sino todas las demás
fuerzas de la Naturaleza, sin más motivo que el de haber sido el sonido
considerado erróneamente como un modo de movimiento por sabios anteriores. Y
¡cosa extraña!
A pesar de que ese
supuesto éter es tan ajeno a nuestros sentidos, y tan desconocido en cualquiera
de los procedimientos familiares a la química o mecánica, como lo es la
sustancia que forzosamente ha de emanar de los polos del imán para apoderarse
de la barra de hierro y levantarla, los físicos, no obstante, admiten
satisfechos el primero, no habiendo exigencia científica alguna ni en la tierra
ni en otra parte, que lo imponga, mientras se empeñan en no reconocer al
último, que es absolutamente necesario para producir los resultados observados!
¿Se ha visto jamás falta semejante de lógica en una teoría científica?
»Analicemos este asunto más a
fondo. Si la mera rotación de las moléculas del acero del imán, puede producir
un efecto mecánico a distancia sobre un trozo de hierro, aun a través del
vacío, según afirma Sir William Thomson, ¿por qué no había de producir la
rotación de las moléculas del Sol la luz a distancia, sin que el espacio
intermedio esté lleno de una especie de sustancia material gelatinosa 'de
rigidez enorme' que se convierte en ondas? Toda inteligencia capaz de pensar
científicamente, ha de darse cuenta de que el hacho de la primera invención de
un éter universal 'material', 'rígido' e inerte, como causa esencial de la luz
a distancia de un cuerpo luminoso, fue uno de los derroches de ingenio mecánico
más inútiles que jamás llevó a cabo el cerebro humano, si es cierta la doctrina
de Sir William Thomson, de que la simple rotación de las moléculas del imán
levanta una barra de hierro a distancia. ¿Por qué no ha de poder la rotación de las moléculas del
Sol producir tan fácilmente la luz a distancia?
»Si por mera desesperación
contestasen los filósofos partidarios del modo de movimiento, que el éter que
llena el espacio entre el imán y el pedazo de hierro, es puesto en estado de
vibración por las moléculas giratorias del acero, y que así levanta el hierro a
distancia, sería todavía peor.
Si la vibración material del imán
de acero, que escapa por completo a la observación, se comunica a una barra
distante por medio de una sustancia material y sus movimientos vibratorios, que
tampoco son observables, ¿acaso no resulta evidente que sus efectos sobre la
barra debieran ser del mismo carácter mecánico, es decir, no observables? ¡En
vez de esto, el hierro se levanta y se ve claramente, yeso sin que se observe
vibración alguna, como sucedería en el caso de una gelatina vibratoria, como se
pretende que es el éter! Además, el hecho de alzarse materialmente una masa
ponderable, es incompatible por completo con la simple vibración, por poderosa
y visible que sea, según todos los principios conocidos de la mecánica. Debiera
bastar el sentido común para que cualquier hombre se convenciese de que la
simple vibración, por poderosa y sensible que sea, no puede atraer ni impeler
cosa alguna. Imposible es concebir la producción de semejante resultado, a
menos que intervenga algún agente sustancial que, saliendo del imán, se apodere
del hierro, y atrayéndolo por fuerza, lo haga variar de sitio. Cualquier otra
suposición equivaldría a la pretensión de atraer un bote a la orilla de un
lago, sin cuerda alguna ú otra cosa sustancial cualquiera que nos uniese a
aquel. No pretenderá el mismo Sir William Thomson que el bote pueda atraerse
recibiendo una vibración molecular desde la orilla, ni siquiera produciendo una
trepidación visible en el agua, como tan lógicamente demostró el Dr. Hamlin en
su reciente y notable trabajo acerca de la Fuerza. (Véase Microcosm, vol. V,
pág. 98.)
»Bien conocido es el hecho de que
un imán levanta un trozo de hierro, precisamente a la misma distancia, a través
de varias capas de cristal, tal y como si no se interpusiesen éstas. El
reconocido ateo Mr. Smith, de Cincinnati, Ohio, a quien nos referimos en
nuestros escritos sobre el Sustancialismo en el Microcosm (vol. III, págs. 278
y 311), quedó completamente confundido ante esta exhibición de la fuerza
sustancial del magnetismo, obrando a distancia a través de planchas
impenetrables de cristal.
Cuando colocamos una cantidad de
agujas y clavos sobre la plancha, y pasamos los polos del imán debajo de ésta,
haciéndoles mover con el imán, vio por primera vez en su vida la operación de
una sustancia real ejerciendo un efecto mecánico, al mover de su sitio cuerpos
ponderables de metal independientemente de toda condición material, y sin
relación material posible o paso libre entre el origen y el término de
semejante agente sustancial. y admirándose, dijo: si esto es así, ¿acaso no
podría haber un Dios sustancial, inteligente e inmaterial, y no podría yo
poseer un alma sustancial, pero inmaterial, capaz de existir separadamente de mi
cuerpo después que éste haya muerto?
»Preguntó entonces si estábamos
seguros de que no penetrase la fuerza magnética por los poros invisibles de la
plancha de cristal, y por lo tanto, de que no fuese esa fuerza más que una
forma refinada de la materia. Nos ayudó entonces a llenar la plancha de agua
hirviendo, sobre la cual pudiese flotar una cartulina con agujas colocadas
sobre ella; a fin de interponer entre aquellas y el imán, el menos poroso de
todos los cuerpos
conocidos. Mas no se observó la
menor diferencia, moviéndose la cartulina con sus agujas de aquí para allí,
conforme se movía el imán debajo de las planchas y del agua. Esto bastó aun a ese materialista, tan crítico como
cándido, y confesó que en su filosofía atea existían entidades sustanciales
pero inmateriales.
»He aquí, pues, el argumento
concluyente, por el cual demostramos que el magnetismo, una de las fuerzas de
la naturaleza, y un buen representante de todas las fuerzas naturales, no sólo
es una entidad real, sustancial, sino una sustancia absolutamente inmaterial
(1), confirmando así nuestra clasificación original de las entidades del
Universo, en sustancias materiales e inmateriales.
»I -Si no fuese el magnetismo una
sustancia real, no podría levantar un trozo de metal a distancia del imán, de
igual modo que no podría nuestra mano alzar un peso sin la existencia de alguna
relación sustancial entre ambos. Es una verdad evidente por sí misma y un
axioma de la mecánica, que ningún cuerpo puede mover a otro a distancia sin un
medio real sustancial que ponga a ambos en relación, por intervención del cual
tiene lugar el resultado; de otro modo, habría un efecto mecánico sin causa,
absurdo evidente en filosofía. Por la tanto, la fuerza del magnetismo es una
entidad verdadera y sustancial.
»II -Si no fuese el magnetismo una
sustancia inmaterial, en ese caso todo cuerpo prácticamente no poroso,
interpuesto entre el imán y el objeto atraído, impediría, hasta cierto punto al
menos, el paso a la corriente magnética, lo cual no sucede. Si fuese el magnetismo
una forma de materia muy refinada o atenuada, y dependiese su paso a través de
otros cuerpos materiales de los imperceptibles poros de éstos, entonces es
evidente que resultaría alguna diferencia por lo que respecta a la facilidad de
su paso y a la fuerza atractiva consiguiente del imán distante, por razón de la
gran diferencia de porosidad de los distintos cuerpos puestos a prueba, como
sucedería, por ejemplo, soplando con fuerza a través de una red formada de
alambres, que según presentase mayores o menores intersticios, ofrecería una
resistencia en proporción inversa.
Pero en el caso de esa sustancia magnética,
no resulta diferencia alguna en la energía de su atracción mecánica sobre una
pieza de hierro distante, cualquiera que sea el número de las capas de cristal,
goma o de otra materia prácticamente no porosa que se interpongan, así como si
no se interpone sustancia alguna, excepto el aire, y aunque se experimente en
un vacío perfecto. Siempre tiene la atracción exactamente la misma fuerza, y mueve la pieza de hierro colocada a la
misma distancia de ella en todos los casos, por precisos y delicados que sean
los instrumentos con los cuales se haga la experimentación.”
Los pasajes arriba citados, son
positivamente incontestables. Respecto a lo que se refiere a la fuerza o fluido
magnético, los sustancialistas han acertado innegablemente, y su triunfo lo
aplaudirán con alegría todos los Ocultistas. Imposible es, en verdad, explicar
de otro modo, más que admitiendo un fluido magnético material o sustancial, los
fenómenos del magnetismo, bien sea terrestre o animal. Hasta algunos sabios no
lo niegan -ya que Helmholtz cree que la electricidad debe ser tan atómica como
la materia- (Helmholtz, “Faraday Lecture”); y a no ser que la ciencia se halle
dispuesta a separar la fuerza de la materia, no vemos cómo pueda sostener por
mucho tiempo su posición.
Pero de ningún modo abrigamos la
misma seguridad respecto a otras fuerzas -en lo que se relaciona con sus
efectos; siendo fácil a la filosofía Esotérica el encontrar argumentos para
combatir todas las suposiciones de los Sustancialistas, por ejemplo, respecto
al sonido. Como el día en que la nueva teoría ha de combatir al Ocultismo se
aproxima, quizás convenga anticipar las
objeciones y concluir con ellas desde ahora.
La expresión “Sustancia inmaterial”
empleada más arriba en relación con el magnetismo es muy singular, y además se
contradice a sí misma.
Si en vez de decir que “no sólo el
magnetismo. . . es una verdadera entidad sustancial, sino una sustancia absolutamente
inmaterial” , hubiese aplicado el autor esa definición a la luz, al sonido, o a
cualquier otra fuerza en sus efectos, nada tendríamos que decir, excepto
observar que el adjetivo “suprasensible” pudiera haberse aplicado mejor a
cualquier fuerza que la palabra “inmaterial” (2). Mas el decir esto del fluido
magnético es un error, puesto que es una esencia perfectamente perceptible a
cualquier clarividente, bien sea en la oscuridad -como en el caso de las
emanaciones ódicas- o a la luz, cuando se practica el magnetismo animal.
Siendo, pues, un fluido en un
estado suprasensible, materia aún, no puede ser “inmaterial”; y la expresión se
convierte en el acto en ilógica y sofística. Tocante a las otras fuerzas, si
por “inmaterial” se entiende sólo aquello que es objetivo, pero que traspasa el
límite de nuestros sentidos o percepciones normales presentes, perfectamente;
pero entonces, sea lo que fuere lo que puedan significar con ello los
Sustancialistas, nosotros, Ocultistas y Teosofistas, nos oponemos a la forma en
que expresan su idea. La sustancia, dícennos los diccionarios y enciclopedias
filosóficas,
es aquello que forma la base de los
fenómenos externos, el substratum, el asunto o causa permanente de los
fenómenos, ya sea material o espiritual; aquello a que las propiedades son
inherentes; aquello que es real en oposición a lo que tan sólo es aparente,
especialmente en este mundo de maya. Es, en una palabra, la única Esencia real.
Mas las Ciencias Ocultas, si bien llaman a la Sustancia el noumeno de toda
forma material, explican que ese noumeno es, sin embargo, materia: sólo que
perteneciente a otro plano. Aquello que para nuestras percepciones humanas es
noumeno, para los Dhyan Chohan es materia. Según explicó nuestro ilustrado
hermano vedantino, Subba Row: Mulaprakriti, el primer aspecto universal de
Parabrahma, su Velo Kósmico, cuya esencia es para nosotros impenetrable, es
para el Logos «tan material como lo es cualquier objeto para nosotros». (Notas
sobre el Bhagavad Gita). Por consiguiente, ningún Ocultista definiría la
Sustancia como “inmaterial” in esse.
De todos modos, la palabra
sustancia es un término confuso. Podemos llamar “sustancial” a nuestro cuerpo,
a un mono o a una piedra, como a cualquier cosa fabricada. Llamamos “Esencia”,
por lo tanto, más bien al material de los cuerpos de aquellas Entidades -los
Seres suprasensibles en los cuales creemos, y que existen, pero a quienes la
ciencia y sus admiradores consideran como un contrasentido supersticioso,
llamando ficciones lo mismo a un dios “personal” y a los ángeles de los
Cristianos, que a nuestros Dhyan-Chohans, o a los Devas, “Hombres Planetarios”,
Genios, etc., etc., de los kabalistas y Ocultistas.
Pero jamás soñarían estos últimos
en llamar Entidades, los fenómenos de la Luz, del Sonido, del Color, de la
Cohesión, etc., como hacen los Sustancialistas. Definirían esas fuerzas como
efectos perceptibles, puramente inmateriales, externamente, de CAUSAS
sustanciales y esenciales, internamente: al último término o al origen de las
cuales se encuentra una ENTIDAD, cuya esencia cambia con la del Elemento (3) a
que pertenece.
(Véase “Mónadas, Dioses y Atomos”,
del volumen I de la Doctrina Secreta, libro II). Tampoco puede confundirse al
Alma con las FUERZAS, que se hallan sobre un plano de percepción completamente
distinto. Choca, por lo tanto, a un Teosofista, el ver que los Sustancialistas
incluyen tan antifilosóficamente el Alma con las Fuerzas.
»Habiendo basado nuestro argumento
en las analogías claramente definidas de la Naturaleza», el editor de la Arena
Científica, escribe en un artículo titulado “La Evidencia Científica de una
Vida Futura” lo que sigue:
»Si son ciertos los principios del
Sustancialismo, entonces, según en ellos se demuestra, cada fuerza o forma de
energía conocida de la ciencia debe ser una entidad sustancial. Hemos tratado,
además, de demostrar que si se probase de un modo concluyente que una forma de
fuerza es una existencia sustancial u objetiva, el dejar de suponer que todas
las fuerzas o causas productoras de los fenómenos de la naturaleza también son entidades sustanciales, sería
separarse evidentemente de la razón y de la lógica. Mas si pudiese demostrarse
claramente que una forma de la fuerza física o una sola causa productora de
algún fenómeno, como el calor, la luz o el sonido, no es más que el simple
movimiento de partículas materiales, y no una cosa o una entidad sustancial,
entonces por analogía racional y por la uniformidad armónica de las leyes de la
Naturaleza, todas las demás fuerzas o causas productoras de fenómenos, bien
sean
físicas, vitales, mentales o
espirituales, habrían de quedar comprendidas en la misma categoría de modos de
vibración, y no de entidades de partículas materiales. En tal caso resultaría
que lejos de ser el alma, la vida, la mente o el espíritu, una entidad
sustancial que pudiera constituir el fundamento de una esperanza en una
existencia inmortal después de la vida presente, debería, según el
materialismo, y como simple movimiento de las partículas del cerebro y de
los nervios, dejar de existir cuando esas partículas físicas cesen de moverse
después de la muerte.»
¡¡El ESPÍRITU, una Entidad
sustancial!! No pretenderá en tal caso
el Sustancialismo que en serio se le considere como una filosofía. Pero leamos
los argumentos hasta el fin. ¡Aquí encontramos un justo ataque al Materialismo
herido por la misma afirmación antifilosófica! . . .
»De la declaración anterior acerca
de los principios fundamentales de la ciencia materialista en lo que se refiere
a la negación de la existencia del alma después de la muerte, sacamos la
conclusión lógica de que ningún filósofo cristiano que acepte las doctrinas
corrientes sobre el sonido, la luz y el calor, como que son sólo modos de
vibración molecular, podrá contestar jamás al razonamiento analógico del
materialista contra la inmortalidad del hombre. Insistimos, como ya tantas
veces hemos hecho, en que ninguna teoría posible puede combatir semejante
razonamiento materialista, o hallar una contestación a ese gran argumento de
Haeckel y Huxley contra el alma como entidad y su posible existencia separada
del cuerpo, excepto la doctrina del Sustancialismo, que con tanta lógica
sostiene que el alma, la vida, la mente y el espíritu, son necesariamente
fuerzas sustanciales o entidades por las analogías de la ciencia física; a
saber, la naturaleza sustancial de todas las fuerzas físicas, la g ravedad, la electricidad, el magnetismo, la
cohesión, el sonido, el calor etc., incluidos.
«Esta posición inexpugnable del
Sustancialista, hija de la analogía lógica, basada en la uniformidad armónica
de las leyes y fuerzas de la Naturaleza, constituye el baluarte de la
fiilosofía Sustancial, y debe, por la naturaleza misma de las cosas, ser el
baluarte más poderoso de ese sistema. Si el edificio del Sustancialismo, así
fundado y fortificado, pudiese ser invadido y saqueado por las fuerzas del
materialismo, entonces nuestros trabajos durante tantos
años continuos, resultarían nulos. Decid, si queréis, que los ejércitos del
Sustancialismo queman así los puentes que dejaron tras ellos Sea.
Preferimos
la muerte a la capitulación o a la retirada; porque si no puede esta posición
fundamental mantenerse ante las fuerzas combinadas del enemigo, entonces todo
estará perdido, el materialismo habrá ganado la batalla, y la muerte será el
aniquilamiento eterno de la raza humana. En esta
ciudadela central de principios nos hemos atrincherado, pues, para sobrevivir o
perecer, y aquí amparados por esta muralla de diamante, hemos acumulado todos
nuestros tesoros y municiones de guerra, y si las agnósticas hordas de la
ciencia materialista desean apoderarse de ellos, empleen su más poderosa
artillería. . .
“¡Qué tiene de extraño, pues, que
cuando los materialistas reconocen lo desesperado de su situación, y tan
fácilmente comprenden el verdadero alcance de este argumento de analogía
fundado en la naturaleza sustancial de las fuerzas físicas, nos veamos
obligados a razonar con Sustancialistas declarados, presentándoles argumento
tras argumento, a fin de demostrarles que no son tales Sustancialistas, en el
verdadero sentido de la palabra, mientras excluyan de la categoría de las
entidades sustanciales, una sola fuerza de la naturaleza o una sola causa
productora de fenómenos naturales!
“Un ministro protestante, conocido
nuestro, habla con entusiasmo del triunfo final de la Filosofía Sustancial, y
se vanagloria de ser Sustancialista; pero se niega a incluir el sonido entre
las fuerzas y entidades sustanciales, aceptando virtualmente así la teoría
ondulatoria.
En nombre de la lógica, ¿qué podría contestar este ministro a otro
Sustancialista que insistiese en la belleza y verdad del Sustancialismo, pero
que no quisiese incluir la luz ? ¿Y a otro
que no incluyese el calor, o la electricidad, o el magnetismo, o la gravedad?
¡Todos ellos, no obstante, son buenos “Sustancialistas”, partiendo del mismo
principio, como también es buen Sustancialista aquel que separa el sonido de la
categoría sustancial, pretendiendo 'todavía al mismo tiempo ser un
Sustancialista ortodoxo! ¿Por qué no suprimen la fuerza vital, la fuerza mental
y la fuerza espiritual de la lista de entidades, convirtiéndolas así, como la
fuerza del sonido (según afirman los materialistas), en simple vibración de
partículas materiales, y no reivindican aún su derecho a llamarse buenos Sustancialistas?
Haeckel y Huxley podrían aspirar entonces a ingresar en la iglesia del
Sustancialismo.
«La verdad es que el ministro capaz
de admitir por un momento siquiera que el sonido consiste tan sólo en el
movimiento de las partículas del aire, y que por lo tanto, no es una entidad
sustancial, es un materialista en el fondo, aunque inconsciente de la impetuosa
y lógica corriente que hacia la destrucción científica le arrastra. Todos hemos
oído hablar de la obra «Hamlet » , con exclusión del Príncipe de Dinamarca.
Cosa parecida le pasaría al
Sustancialismo excluyendo la cuestión del sonido y abandonando la teoría de la
acústica al Materialismo. (Véase nuestro artículo sobre el Significado de la
Discusión respecto al Sonido, The Microcosm, vol. V, pág. 197) .
Simpatizamos con el “ministro” que
se niega a incluir el Sonido entre las “Entidades Sustanciales”. Creemos en
FOHAT, pero difícilmente nos referiríamos a su Voz y Emanaciones como a
«Entidades», aunque son producidas por un choque eléctrico de átomos y por
repercusiones que originan el Sonido y la Luz. No recibiría la ciencia mejor a
nuestro Fohat que al Sonido o las Entidades de la Luz de la “Filosofía
Sustancial.”
Pero al menos, tenemos la
satisfacción de que, una vez claramente explicado, resultará Fohat más
filosófico que las teorías materialistas o sustancialistas, respecto a las
fuerzas de la Naturaleza.
¿Cómo puede aquel que pretenda
poseer un modo de pensar científico y psicológico, hablando del Alma y
especialmente del Espíritu, colocarlos al mismo nivel que los fenómenos físicos
de la Naturaleza, y esto en un lenguaje únicamente aplicable a hechos físicos?
Hasta el mismo profesor Bain, considerado como «monista, creyente en la
aniquilación», confiesa que «los estados mentales y corporales son completamente
opuestos» (4).
Así, la conclusión directa a que
pueden llegar los Ocultistas y los Teosofistas, al menos según la prueba que a
primera vista les proporcionan ciertos escritos que ninguna filosofía puede
rechazar al presente, es la de que la Filosofía Sustancial, que vino al mundo
para combatir a la ciencia materialista y matarla, la sobrepuja
inconmensurablemente en materialismo. Ni Bain, ni Huxley, ni siquiera Haeckel,
confundieron jamás hasta tal punto los fenómenos mentales y físicos. Al mismo
tiempo, los «Apóstoles del Materialismo» se encuentran sobre un plano
filosófico superior al de sus adversarios. Porque el cargo que se les dirige de
enseñar que el alma es «el simple movimiento de las partículas del cerebro y de
los nervios», es falso, pues jamás enseñaron cosa semejante. Pero aun
suponiendo que tal fuese su teoría, resultaría acorde con la del
Sustancialismo, puesto que este último nos asegura que el Alma y el Espíritu,
así como todas «las causas productoras de los fenómenos», bien sean físicos,
mentales o espirituales, si no so las considera como ENTIDADES SUSTANCIALES,
«deben ser incluidas en la misma categoría de modos de movimiento que no son
entidades de partículas materiales.»
No sólo es todo esto lastimosamente
vago, sino que casi carece de sentido.
La inferencia de que el aceptar las
teorías científicas admitidas acerca de la luz, del sonido y del calor, etc.,
equivaldría a aceptar el movimiento de las moléculas del alma, seguramente
apenas merece discutirse.
Es perfectamente cierto que treinta o cuarenta años
atrás, Büchner y Moleschott trataron de demostrar
que la sensación y el pensamiento son un movimiento de la materia. Mas un
inglés, partidario de la doctrina de la aniquilación, bien conocido por cierto,
declaró que eso era “indigno del nombre de filosofía”.
Ningún hombre de verdadera
reputación científica o de alguna nota, ni Tyndall, lluxley, Maudsley,
Clifford, Bain, Spencer o Lewis, en Inglaterra, ni tampoco Virchow, ni Haeckel
en Alemania, llegaron jamás hasta el punto de decir: “El pensamiento es un
movimiento de las moléculas”. Su única contienda con los partidarios de la
existencia del alma, consistía y consiste en que mientras sostienen los últimos
que el alma es la causa del pensamiento, ellos (los hombres de ciencia) afirman
que el pensamiento es concomitante de ciertos procesos físicos que tienen lugar
en el cerebro. Ni tampoco han dicho nunca (los verdaderos hombres de ciencia y
filósofos, aunque sean materialistas) que fuesen idénticos el pensamiento y el
movimiento nervioso, sino que son «los lados subjetivo y objetivo de la misma
cosa».
Buena autoridad y ejemplo respecto
a este punto es John Stuart Mill, que rechaza aquella acusación. Porque,
hablando del método rudo y grosero empleado para intentar resolver la sensación
en el movimiento nervioso (tomando como ejemplo el caso de las vibraciones
nerviosas obrando sobre el cerebro, que son el lado físico de la percepción de
la luz), dice. . .
“al término de todos esos
movimientos, hay algo que no es movimiento, hay un sentimiento o una sensación
del color”. Por consiguiente, es perfectamente exacto el decir que “el
sentimiento de que habla aquí Stuart Mill, sobrevivirá aún a la admitida teoría
ondulatoria acerca de la luz o del calor, como modo de movimiento.” Porque la
última se funda en una especulación física, y la primera se inspira en la
filosofía eterna, aunque de modo imperfecto, por resentirse de materialismo.
No atacamos tanto a los
materialistas a causa de sus Fuerzas sin alma, como por su negación de la
existencia de todo “portador de Fuerza”, el Noumeno de la Luz, de la
Electricidad, etc. Acusarles de no hacer diferencia entre los fenómenos
mentales y los físicos, es igual a confesar que se ignora sus teorías. Los
negadores más eminentes son hoy día los primeros en admitir que la PROPIA
CONCIENCIA y el MOVIMIENTO «se encuentran en los polos opuestos de la
existencia» . Lo que hemos de zanjar entre
nosotros y los IDEALISTAS
materialistas- paradoja viviente, dicho sea de paso, personificada ahora por
los más afamados escritores sobre filosofía Idealista en Inglaterra- es la
cuestión de si aquella conciencia se experimenta sólo en relación con moléculas
orgánicas del cerebro o no. Nosotros decimos que el pensamiento o la mente es
quien pone las moléculas del cerebro físico en movimiento; ellos niegan a la
mente toda existencia independiente del cerebro.
Pero aun así, no llaman al
asiento de la mente “una construcción molecular”, sino
dicen que es el principio mental -el centro o la base orgánica de la mente en
manifestación. Que es ésta la verdadera actitud de la ciencia materialista,
puede demostrarse, recordando al lector las confesiones de Mr. Tyndall en sus
Fragments of Science; porque desde la época de sus discusiones con el Dr.
Martineau, la actitud de los materialistas no ha cambiado. Esta actitud no ha
sufrido alteración, a no ser que coloquemos a los Hylo-Idealistas al mismo
nivel que Mr. Tyndall, lo cual sería absurdo. Tratando la cuestión del fenómeno
de la conciencia, cita el gran físico esta pregunta de Mr. Martineau: “Un
hombre puede decir 'yo siento, yo pienso, yo amo'; mas, ¿cómo interviene la
conciencia en el problema?”; y contesta del modo siguiente:
“El paso desde la
físico del cerebro a los hechos correspondientes de la conciencia es inimaginable.
Admitimos que un pensamiento definido y una acción molecular tienen lugar
simultáneamente en el cerebro; no poseemos el órgano intelectual, ni al parecer
rudimentos algunos del órgano que nos permitan pasar del uno a la otra, por
medio del razonamiento. Aparecen juntos, pero no sabemos por qué. Si nuestra
mente y sentidos fueran tan vastos, tan potentes y luminosos que nos
permitiesen ver y sentir las moléculas mismas del cerebro; si fuéramos capaces
de seguir todos sus movimientos, todas sus agrupaciones, todas sus descargas
eléctricas, si las hay; y si conociésemos íntimamente los estados
correspondientes del pensamiento y de la sensación, nos encontraríamos
igualmente lejos de la solución del problema. ¿Cómo se hallan relacionados
estos procedimientos físicos con los hechos de la conciencia ? El abismo entre
las dos clases de fenómenos continuaría siendo intelectualmente infranqueable.”
Así, pues, parece que hay mucha
menos discrepancia entre los ocultistas y la ciencia moderna, que entre los primeros
y los sustancialistas.
Estos confunden lastimosamente las
fases subjetivas con las objetivas de todos los fenómenos, la cual no hacen los
hombres de ciencia, a pesar de que limitan lo subjetivo tan sólo a los
fenómenos terrestres. En este punto han escogido el método cartesiano respecto
de los átomos y de las moléculas; nosotros somos partidarios de las antiguas
creencias filosóficas primitivas, tan intuitivamente percibidas por Leibnitz.
Nuestro sistema puede, pues, llamarse lo que era: “Espiritualista y Atomista.”
Los sustancialistas hablan con gran
desdén de la teoría vibratoria de la ciencia. Pero ti menos que prueben que sus
opiniones pueden explicar también como aquélla los fenómenos, llenando, además,
los presentes vacíos de las hipótesis modernas, no tienen derecho a emplear
semejante tono.
Como todas esas teorías y especulaciones son tan sólo provisionales, mejor es que no nos ocupemos de ellas.
Como todas esas teorías y especulaciones son tan sólo provisionales, mejor es que no nos ocupemos de ellas.
La ciencia ha hecho
maravillosos descubrimientos en el aspecto objetivo de todos los fenómenos físicos.
En donde realmente se equivoca, es
cuando percibe sólo en la materia -esto es, en la materia que conoce- el alfa y
la omega de todos los fenómenos.
El rechazar, sin embargo, la teoría
científica de las vibraciones del sonido y de la luz, es exponerse al ridículo
tanto como los hombres de ciencia, cuando rechazan los fenómenos físicos y
objetivos espiritistas, atribuyéndolos al fraude. La ciencia ha determinado y
probado con exactitud la rapidez de la marcha de las ondas sonoras, y ha
imitado artificialmente -fundándose en la transmisión del sonido por estas
ondas- la voz humana y otros fenómenos acústicos. La sensación del sonido -la
respuesta de los
sentidos a un estimulante objetivo
(vibraciones atmosféricas)- es un asunto de conciencia: y llamar al sonido una
“Entidad” en este plano, es objetivar del modo más ridículo un fenómeno
subjetivo, que, después de todo, no es más que un efecto -el extremo inferior
de una sucesión de causas.
Si el Materialismo lo atribuye todo
a la materia objetiva, y no puede ver el origen y las causas primarias de las
Fuerzas, tanto peor para los materialistas; pues sólo demuestra la limitación
de sus propias facultades de ver y oir, limitación que Huxley reconoce, puesto
que según confesión propia, no puede determinar los límites de nuestros
sentidos, y, sin embargo, confirma su tendencia materialista, localizando el
sonido tan sólo en las células de materia y en nuestro plano de sensación.
Véase el gran biólogo empequeñeciendo nuestros sentidos y los poderes del
hombre y de la Naturaleza en su lenguaje ultra poético usual. Oídle (según lo
cita Sterling en Concerning Protoplasm) hablar de “el silencio maravilloso de
un bosque tropical al medio día”, el cual, “después de todo, sólo es debido a
la torpeza de nuestro oído; y si éste pudiera percibir solamente los murmullos
de los diminutos maelstroms al girar en las innumerables miríadas de células
vivas que constituyen a cada árbol, nos aturdiría como el ruido de una gran
ciudad.”
Además, ahí están el teléfono y el
fonógrafo para echar por tierra toda teoría que no sea la vibratoria, por más
materializada que haya sido. Por tanto, el intento de los sustancialistas «de
demostrar la falsedad de la teoría ondulatoria del sonido, según se enseña
universalmente, y de presentar el bosquejo de la teoría sustancial de la
acústica, no puede tener resultado. Si demostrasen que el sonido no es un modo
de movimiento en su origen, y que las fuerzas no son las meras cualidades y
propiedad de la materia, inducidas y producidas, en, por y a través de la
materia bajo ciertas condiciones, obtendrían un gran triunfo. Pero ya sea como
sustancia, como materia o como efecto, el sonido y la luz nunca podrán ser
divorciados de sus modos de manifestación por medio de vibraciones; pues toda
la Naturaleza oculta o subjetiva, es un movimiento continuo perpetuo de
vibraciones VORTIJINOSAS.
NOTAS
(1) Esto es emplear una palabra muy
errónea. Véase el texto. – H.P.B.
(2) El empleo de los términos
“materia o sustancia existente en condiciones suprasensibles” o “estados
suprasensibles de la materia” evitaría una severa pero justa crítica, no sólo
por parte de los hombres de ciencia, sino por parte de cualquier persona de
mediana ilustración que conozca el valor de los términos.
(3) Inútil es recordar de nuevo al
lector, que por Elementos no deben entenderse el aire, el agua y la tierra
compuestos, que están presentes a nuestras percepciones terrestres y sensibles,
sino los Elementos noumenos de los Antiguos.
(4) Además, los Sustancialistas
llaman Espíritu a aquello que llamamos la mente (Manas), y así es el Alma,
quien, entre ellos toma el lugar de ATMA ; en una palabra, confunden el
vehículo con el Conductor interno.
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