En
todas las religiones existen ciertas ceremonias o ritos a que los creyentes
respectivos atribuyen vital importancia, afirmando que confieren determinados
beneficios a los que en ellos toman parte. Tales ritos se designan con el
nombre de Sacramentos o con otros semejantes y todos ellos participan del mismo
carácter. Por lo que hace a su naturaleza y significación, pocas han sido las
explicaciones exactas que hasta ahora se han dado, siendo asunto de antiguo
reservado a la instrucción de los Misterios Menores.
Las
características peculiares de un Sacramento residen en dos de sus propiedades.
En primer lugar aparece la ceremonia exotérica, que es una alegoría pictórica,
la representación de algo mediante determinados actos y substancias. No se
trata de una alegoría verbal, esto es, de la enseñanza de una verdad comunicada
por medio de la palabra, sino de una representación que se ejecuta empleando de
un modo especial cosas materiales definidas. El fin a que se encaminan así la
elección particular de los materiales, como el conjunto de las ceremonias que
se efectúan para emplearlos, es imprimir en las mentes de los circunstantes
alguna verdad, presentándola como en un cuadro. Esta es la primera y más
ostensible propiedad de un “Sacramento, la cual le diferencia de otras”
cualesquiera formas de la meditación y del culto. Dirígese a aquellos que sin
tales imágenes dejarían de aprender verdades sutiles, por lo que se les
muestran en forma vívida y gráfica, dado que de otro modo se les escaparían.
Así, pues, cuando se estudia un Sacramento, debe considerársele en primer
término desde el punto de vista de una alegoría pictórica. Las cosas esenciales
que hay que estudiar en él, serán, por tanto: los objetos materiales que entran
en la alegoría, el modo en que se hace uso de ellos, y la significación que se
trata de dar al conjunto.
La
segunda propiedad característica de un Sacramento corresponde a realidades de los mundos
invisibles, por lo cual es objeto de estudio para la ciencia oculta. La persona
que oficia en los Sacramentos, debe poseer esta clase de conocimientos, pues
gran parte de la eficacia de tales ceremonias depende del conocimiento del
oficiante. Los Sacramentos ligan al mundo material con las regiones sutiles e
invisibles, con las que este mundo está relacionado: son lazos entre lo visible
y lo invisible. Y no sólo constituyen lazos entre éste y otros mundos, sino
que, por su mediación, las energías del mundo invisible se transmutan en
actividades del mundo físico: son en realidad métodos efectivos para cambiar
energías de una especie en otras de especie distinta, ni más ni menos que como
en la célula galvánica se truecan en eléctricas las energías químicas. La
esencia de todas las energías es una y siempre la misma, así en el mundo
visible como en el invisible; mas las energías difieren conforme al grado de
materia a través del cual se manifiestan. Es un Sacramento a modo de crisol en
que se hace alquimia espiritual. Colocada en este crisol- una energía y
sometida a ciertas manipulaciones, resulta de expresión diferente. Así, una
energía de especie sutil, perteneciente a una de las regiones más elevadas del universo,
puede ser puesta en relación directa con gentes que viven en el mundo físico,
haciendo que las afecte en él de la manera misma que obra en su propio reino.
Los Sacramentos facilitan un puente entre lo invisible y lo visible, y por
tanto, hacen posible el que las energías de allá sean directamente aplicadas a
los que llenan acá las condiciones necesarias y toman parte en ellos.
Los
sacramentos de la Iglesia Cristiana perdieron mucho de su dignidad y de la
conciencia de su poder oculto entre, aquellos que se separaron de la Iglesia
Católica Romana al tiempo de la "Reforma." El cisma que se produjo
entre Oriente y Occidente, poniendo a un lado la Iglesia Ortodoxa Griega y al otro la Romana, no afectó en manera
alguna las creencias sobre los Sacramentos. En ambas Comunidades continuaron
reconocidos como lazos entre los mundos aquende y allende de la percepción
física, y siguieron santificando la vida de los creyentes desde la cuna al
sepulcro. Los Siete Sacramentos del Cristianismo abarcan la vida entera, desde
la bienvenida del Bautismo hasta la despedida de la Extrema Unción. Fueron
establecidos por Ocultistas, hombres que conocían los mundos invisibles; y las
substancias que se usan, las palabras que se profieren y los signos que se
hacen, se escogieron y arreglaron deliberadamente para la obtención de ciertos resultados.
Las Iglesias disgregadas, que con la Reforma sacudieron el yugo de Roma, no
tuvieron por guías Ocultistas sino hombres vulgares del mundo, buenos unos y
malos otros, pero profundamente ignorantes todos ellos de los hechos de las
religiones invisibles, y conocedores tan sólo de la corteza del Cristianismo,
de la letra de sus dogmas, de las exterioridades de su culto. Consecuencia de
esto fue que los Sacramentos perdiesen el lugar supremo que ocupaban en el
culto católico, y que en las más de las comunidades protestantes quedasen
reducidos a dos: el Bautismo y la Eucaristía. La naturaleza sacramental de los
restantes no fue negada de modo explícito en las Iglesias separadas más importantes,
pero aquellos dos fueron colocados aparte de los otros cinco, pues se les
declaró únicos obligatorios para todos los que quisiesen ser reconocidos en la
plenitud de la comunión religiosa.
La
definición general que del Sacramento se da en el catecismo de la Iglesia
Anglicana, puede considerarse exacta, si se suprimen las palabras
"instituido por el Mismo Cristo", las cuales huelgan, a no ser que se
tome el "Cristo" en su sentido místico. Allí se dice que es el
Sacramento "señal externa y visible del otorgamiento de' una gracia
interna y espiritual, instituido por el Mismo Cristo para que, por su medio,
obtengamos aquello, ya la vez nos sea prenda de haberla recibido."
Encontramos
expresados en esta definición los dos caracteres peculiares que, según lo antes
expuesto, distinguen al Sacramento. La "señal externa y visible" es
la alegoría pictórica; y la sentencia "para que por su 'medio
obtengamos" "una gracia interna espiritual", responde a la
segunda propiedad.
Estas
últimas frases debieron ser cuidadosamente advertidas y detenidamente pensadas
por aquellos miembros de las comuniones protestantes que miran los Sacramentos
como meras formas y ceremonias externas, pues en ellas de un modo claro se
testifica ser el Sacramento en realidad el canal por donde fluye la gracia, lo
cual presupone que sin él no ha de pasar
aquélla de la misma manera desde el mundo espiritual al físico. Todo
ello es reconocimiento patente de que el Sacramento en su segundo aspecto es
medio por el cual se atraen poderes espirituales a la actividad terrestre.
Para
entender los 'Sacramentos hemos de reconocer decididamente que en la Naturaleza
existe un lado oculto. A este aspecto se llama vida, conciencia de la
Naturaleza y aun con más exactitud, su mente. Base de toda función sacramental
es el hecho de que el mundo invisible ejerce una influencia poderosa sobré el
visible, por lo que, para conocer el alcance de los Sacramentos, es
indispensable saber algo de lo relativo a las Inteligencias invisibles, que
administran al Universo. Ya al estudiar la doctrina de la Trinidad aprendimos
que el Espíritu se manifiesta como el Yo triple, en tanto que la Materia es el
campo de Su manifestación, el aspecto de la Naturaleza que constituye la forma,
considerado a menudo y con propiedad, como la Naturaleza misma. Ahora bien,
para comprender los Sacramentos tenemos que estudiar estos dos aspectos: el
lado de la vida y el lado de la forma.
Entre la Trinidad y la especie humana existen muchos grados y jerarquías de
seres invisibles. Los más elevados de
todos son los Siete Espíritus de Dios, los Siete Fuegos, las Siete
Llamas que están delante del trono de Dios (1) .
Cada
uno de éstos se halla a la cabeza de una inmensa hueste de Inteligencias, todas
las cuales participan de Su naturaleza y actúan bajo Su dirección: están
distribuidas en multitud de grados, y son los Tronos, Potestades, Principados,
Dominaciones, Arcángeles y Ángeles que mencionan los escritos de aquellos
Santos Padres que estaban versados en los Misterios. Hay, pues, siete grandes huestes
de tales Seres, los cuales representan con sus inteligencias peculiares la
Mente divina en la Naturaleza. 'Se encuentran en todas las regiones del
universo y son el alma de las energías naturales.
Desde
el punto de vista del Ocultismo no existe fuerza muerta ni materia muerta.
Fuerza y materia son igualmente vivas y activas, y una energía o un grupo de
energías es sólo el velo de una Inteligencia o Conciencia, es sólo su expresión
exterior, constituyendo la materia en que tal energía se mueve, una forma de la
cual aquella Inteligencia es alma y guía. Quien no mire así las realidades del
Universo, excuse la enseñanza esotérica, pues seguirá siendo para él libro
sellado.
Sin
estas Vidas angélicas, sin estas Inteligencias invisibles que van más allá de
toda cuenta, sin estas Conciencias que son alma de la fuerza y la materia (2)
que a la Naturaleza informan y dan el ser, no sólo permanecería esta
Naturaleza misma ininteligible, sino que quedaría además fuera dé toda
relación, así con la Vida divina que dentro de ella y alrededor de ella se
mueve, como con las vidas humanas que en su seno están desenvolviéndose. Tales Ángeles innumerables
ligan los mundos en uno, y siguen evolucionando, a la vez que ayudan a evolucionar
a otras entidades inferiores a ellos. Esto entendido, la evolución se nos
presenta por nueva luz iluminada, y en ella contemplamos a la humanidad en
perfecta formación dentro del organismo universal, constituyendo uno de los
grados infinitos de la inmensa jerarquía de los seres inteligentes.
Los ángeles son "los hijos de Dios" nacidos antes que nosotros,
aquellos que "se regocijaron" cuando fueron echados los cimientos de
la tierra entre loores de los Astros de la Mañana (3). Otros seres hay más
bajos que nosotros en la evolución -animales, plantas, minerales y vidas
elementales-, así como los Ángeles están por encima de nosotros; y conforme
proseguimos nuestros estudios con tal sentido, se despierta en nosotros la idea
de una Rueda enorme de Vida, formada de existencias innumerables, relacionadas
entre sí y necesarias las unas a las otras, ocupando el hombre en ella sitio
apropiado como viviente Inteligencia, como ser consciente de sí mismo. Gira
sin cesar la Rueda por la Voluntad
divina, ya obrar de consuno con esta Voluntad van aprendiendo consecutivamente
las Inteligencias vivas que la forman; mas ¡ ay! si en el funcionar de estas
Inteligencias se producen quiebras por resistencia o abandono; volteará
entonces la Rueda torpemente, avanzará arrastrando, y el carro de la evolución
de los mundos andará lento y pesado su camino. Estas vidas infinitas,
superiores e inferiores al hombre, se ponen en contacto con la conciencia
humana por muy diversas vías, entre las cuales son de notar los sonidos y
colores.
Todo sonido produce una forma en los mundos invisibles, y las
combinaciones de sonidos crean en ellos figuras muy complicadas (4). En la
materia sutil de aquellos mundos aparecen los sonidos acompañados de colores,
construyendo formas de múltiples matices, y a la vez hermosas en extremo. Las vibraciones
que se producen en el mundo físico al sonar una nota, repercuten en los mundos invisibles en vibraciones tales, que cada cual
tiene su peculiar carácter específico, y es causa, por ende, de singulares
efectos. Para establecer comunicación con las Inteligencias subhumanas que
están relacionadas con el mundo inferior invisible y con el físico, así como
para ejercer dominio sobre ellas y dirigirlas a voluntad, han de emplearse
sonidos especiales, apropiados a la consecución de los resultados que se desea
obtener, del mismo modo que entre nosotros empleamos lenguajes definidos,
formados de sonidos determinados. Y así también para la comunicación con los
Seres más elevados, hay sonidos a propósito que crean una atmósfera armoniosa, acomodada al funcionamiento de su actividad, y que a la
vez predispone a nuestros cuerpos sutiles a la más fácil recepción de sus
influencias. Este efecto sobre los cuerpos sutiles es uno de los más
importantes asuntos con que está relacionado el empleo oculto de los sonidos.
Tales cuerpos, igualmente que el físico, se hallan en constante movimiento
vibratorio, cambiando las vibraciones, con cada pensamiento y cada deseo
nuestro: y como quiera que estas vibraciones, irregulares por razón de sus
continuas mudanzas, efectuadas al son de nuestros variados y transitorios
pensamientos y deseos, ofrezcan un obstáculo a cualquiera nueva vibración que
proceda de fuera, se hace preciso, para que dichos cuerpos sean susceptibles a
influencias más elevadas, el empleo de sonidos que reduzcan las vibraciones
irregulares a un ritmo uniforme, de naturaleza igual a la del ritmo de la
Inteligencia con quien se desea comunicar. El objeto de ciertas sentencias que
se recitan repetidas veces, es conseguir este resultado, a la manera que los
músicos de una orquesta repiten la misma nota una y otra vez, hasta lograr que todos los instrumentos estén en el mismo
tono. Los cuerpos sutiles deben templarse conforme al diapasón del Ser cuya
ayuda se solicita, a fin de que su influencia encuentre vía libre a través de
la naturaleza de la persona devota; y esto ha sido siempre práctica religiosa,
desde los tiempos más remotos efectuada mediante el uso de ciertos sonidos. De
aquí que la música haya constituido en todas las edades parte integrante del
culto, y que determinadas cadencias se hayan conservado con cuidado exquisito y
se hayan transmitido sin interrupción de siglo en siglo.
En
todas las religiones existen ciertos sonidos de carácter especial que tienen
nombre de "Palabras de Poder", y consisten en sentencias formuladas
en un lenguaje particular y cantadas de un modo determinado. Consérvanse
celosamente en los diversos
cultos tales sentencias, constituidas por sucesiones de sonidos invariables,
para, las cuales se va generalizando el apelativo de "mantras",
importado de Oriente, donde la ciencia que les corresponde ha sido muy
cultivada. No es necesario que el mantra, o sea la serie de sonidos dispuestos
en orden especial para producir un resultado definido, haya de pronunciarse en
un idioma exclusivo. Cualquier idioma puede servir para el objeto -si bien hay
algunos más acomodados que otros-, con tal que la persona que construya el
mantra sea versada en los conocimientos ocultos indispensables.
Hay centenares de mantras en lengua sánscrita, que los ocultistas del pasado hicieron, familiarizados como
estaban con las leyes de los mundos invisibles. Estas palabras determinadas,
ordenadas y cantadas de una manera, fija, han pasado de una generación a otra.
La razón del cantarlas es que se produzcan así en el mundo físico como en el
suprafísico, ciertas vibraciones que a su vez crean determinadas formas,
dependiendo del conocimiento y pureza del que la canta, la alteza de los mundos
a donde el canto es capaz de alcanzar. Si su conocimiento es extenso y profundo,
si su voluntad es fuerte y su corazón puro, apenas tendrán límite los poderes
que son aptos para poner en ejercicio, al hacer uso de algunos de estos
antiguos mantras.
Repetimos
que no es necesario que se expresen en determinado idioma. Lo mismo puede
emplearse el sánscrito que cualquier otro lenguaje de que hayan podido servirse
los hombres de conocimiento para confeccionarlos.
En
esto se verá la razón por qué la Iglesia Católica Romana usa siempre de la
lengua latina en los actos importantes del culto. No se usa de ella como lengua
muerta, como idioma que "el pueblo no entiende", sino como una fuerza
viva en los mundos invisibles. No se emplea con el fin de ocultar conocimientos
al pueblo, sino para producir ciertas vibraciones en aquellos mundos, las
cuales no podrían provocarse con las lenguas vulgares de Europa a menos que
algún gran Ocultista compusiese con sus respectivas voces las necesarias
sucesiones de sonidos. Transmutar un mantra es hacer una transmutación de una
“Palabra de Poder” " a una sentencia ordinaria; al cambiar los sonidos, se
construyen formas de sonidos diferentes. Algunas de las coordinaciones de voces
latinas cantadas con la música que les está asignada en el culto cristiano,
producen resultados muy notorios en los mundos suprafísicos. Un individuo que
sea sensitivo perfecto, podrá ver los efectos peculiares del canto de algunas
de las sentencias más sagradas, y en especial de la Misa y cualquier persona
que, sentada y tranquila, procure sostenerse en situación receptiva, percibirá
los efectos vibratorios tan pronto como algunas de estas sentencias salen de
los labios del sacerdote o de los coristas. Al mismo tiempo se producen efectos
en los mundos superiores, los cuales, directamente y en la forma antes
descrita, afectan a los cuerpos sutiles de los que ejercitan el culto, a la vez
que llaman la atención de las Inteligencias que en tales mundos residen, con un sentido tan definido, ya sea en son de
plegaria, ya en son de demandamiento, como el de las palabras que en el mundo
físico se dirigen unas personas a otras. Los sonidos que, con formas reales,
hienden aquellos mundos como relámpagos,
ejercen su acción sobre las conciencias de sus habitantes, y hacen que
algunos de ellos presten los servicios requeridos por los que toman parte en los oficios religiosos.
Tales
mantras son arte esencial de todo Sacramento. La subsiguiente parte esencial de
un Sacramento se refiere a su forma exterior y visible, y consiste en ciertos
movimientos expresivos, llamados Signos, Sellos o Marcas: tres palabras que
tienen el mismo significado con relación a un Sacramento. Cada signo tiene un
sentido propio, y señala la dirección que el oficiante desea imponer a las
fuerzas invisibles que está manejando, ya procedan de sí mismo, ya les sirva de
intermediario para difundirlas. En todo caso, tales acciones son indispensables
para conseguir el resultado apetecido, por lo que son elemento principalísimo
del rito sacramental. Al signo se llama “Signo de Poder", como al mantra "Palabra de Poder".
Gran
interés tienen los pasajes de las obras ocultas de la antigüedad, donde se hace
referencia a estos hechos, tan positivos y verdaderos entonces como ahora. En
el Libro de los Muertos, egipcio, se describe la jornada del Alma post-mortem.
Allí vemos cómo se la detiene y pone a juicio en diversas etapas de su viaje. Los Guardianes de las puertas de cada uno de los sucesivos mundos que tiene que recorrer, le dan el alto y la arguyen. Dos cosas ha de conocer el Alma para atravesar la puerta y seguir su camino adelante: ha de pronunciar una palabra -la Palabra de Poder- y ha de hacer un signo -El Signo de Poder- Pronunciada esta Palabra y hecho este Signo, caen las barreras de la puerta, y los Guardianes se hacen a un lado para que el Alma pase. Descripción parecida nos ofrece el gran Evangelio místico cristiano, Pistis Sophia, de que ya se ha hablado (5). No se trata en ella del paso del Alma a través de los mundos, cuando por razón de la muerte ha quedado libre del cuerpo, sino del Iniciado que voluntariamente se desprende de él en el curso de la Iniciación. Hay grandes Poderes, los Poderes de la Naturaleza que le estorban el camino, y hasta que el Iniciado no da la Palabra y Signo, le impiden el paso por los portales de sus dominios. Se exigía, pues, este doble conocimiento -pronunciar la Palabra de Poder y hacer el Signo de Poder. Sin esto, todo progreso quedaba, interrumpido, y sin esto, un Sacramento no es tal Sacramento.
Allí vemos cómo se la detiene y pone a juicio en diversas etapas de su viaje. Los Guardianes de las puertas de cada uno de los sucesivos mundos que tiene que recorrer, le dan el alto y la arguyen. Dos cosas ha de conocer el Alma para atravesar la puerta y seguir su camino adelante: ha de pronunciar una palabra -la Palabra de Poder- y ha de hacer un signo -El Signo de Poder- Pronunciada esta Palabra y hecho este Signo, caen las barreras de la puerta, y los Guardianes se hacen a un lado para que el Alma pase. Descripción parecida nos ofrece el gran Evangelio místico cristiano, Pistis Sophia, de que ya se ha hablado (5). No se trata en ella del paso del Alma a través de los mundos, cuando por razón de la muerte ha quedado libre del cuerpo, sino del Iniciado que voluntariamente se desprende de él en el curso de la Iniciación. Hay grandes Poderes, los Poderes de la Naturaleza que le estorban el camino, y hasta que el Iniciado no da la Palabra y Signo, le impiden el paso por los portales de sus dominios. Se exigía, pues, este doble conocimiento -pronunciar la Palabra de Poder y hacer el Signo de Poder. Sin esto, todo progreso quedaba, interrumpido, y sin esto, un Sacramento no es tal Sacramento.
Además, en todos los Sacramentos se hace uso -o debe hacerse- de alguna materia
física (6). Esta es siempre símbolo de lo que con el Sacramento se granjea, e
indica a la vez la naturaleza de “la gracia interna y espiritual” que mediante
aquél se obtiene. Es asimismo instrumento material para transmitir la gracia,
no por modo simbólico, sino de hecho; siendo de advertir que por el cambio
sutil que en ella se efectúa en virtud de las ceremonias a que se la somete, se
la hace apta para elevados fines.
Ahora
bien; todo objeto físico está compuesto de partículas sólidas, líquidas y
gaseosas, como el análisis químico demuestra; mas por añadidura contiene éter,
cuyas moléculas compenetran a las substancias más groseras. Las energías
magnéticas funcionan en este éter, el cual se halla también en inmediato
contacto con elementos de materia sutil que le son correlativos, y donde actúan
energías más sutiles que las magnéticas, de igual naturaleza que ellas, pero
más potentes.
Cuando
se magnetiza un objeto, se verifica un cambio en su porción etérea, cuyos
movimientos ondulatorios se alteran y sistematizan, haciéndoles seguir los
movimientos ondulatorios del éter del magnetizador, con lo cual viene aquella
porción a participar de la naturaleza de éste; en su consecuencia, las
partículas más densas del objeto, en quienes funciona el éter, llegan poco a poco a mudar la
proporción o tipo de sus vibraciones. Si el magnetizador tiene poder bastante
para afectar los elementos correlativos más sutiles, los hará también vibrar al
unísono consigo mismo.
Este
es el secreto de las curas magnéticas: las vibraciones irregulares de la persona enferma se
normalizan y acompasan conforme al diapasón de las vibraciones regulares del
operador sano; y esto de modo tan preciso, como cuando con toques oportunos y
repetidos se hace oscilar regularmente a un objeto que en forma irregular venga
oscilando. 'Si un doctor magnetiza agua, puede curar con ella a un paciente; si
magnetiza un paño y lo aplica al sitio dolorido, el enfermo sanará; si emplea
un imán poderoso o la corriente derivada de una célula galvánica, devolverá la
energía a un nervio. En cualquiera de estos casos se pone en movimiento el
éter, mediante lo cual, las partículas físicas más densas son afectadas.
Iguales
a los susodichos son los resultados que se dan cuando a la materia de que se
hace uso en un Sacramento, se aplican la Palabra de Poder y el Signo de Poder.
Cáusanse cambios magnéticos en el éter de la substancia física, y se afecta a
los sutiles elementos correlativos en un grado que guarda proporción con el
conocimiento, pureza y devoción del oficiante que la magnetiza o -hablando en
términos religiosos-, que la consagra. Además, la Palabra y el Signo de Poder
atraen a la celebración del rito a los Ángeles cuyo especial cometido les pone
en contacto con las materias empleadas y con los actos que se ejecutan, y ellos
entonces contribuyen con su poderosa ayuda, vertiendo sus propias energías
magnéticas en los elementos sutiles y hasta en el éter físico, con lo que
refuerzan las energías del celebrante. Nadie que tenga conocimientos, por
someros que sean, sobre los poderes del magnetismo, podrá abrigar dudas acerca
de la posibilidad de los cambios indicados en los objetos materiales y si un
hombre de ciencia, que por ventura no cree en lo invisible, tiene poder, sin
embargo, para impregnar el agua de su propia energía vital, hasta el punto de
curar con ella una enfermedad física, ¿ con qué razón se negarán más altos
poderes, aunque de naturaleza semejante, a otros hombres de vida santa, de
carácter noble, de sabiduría que trasciende a lo que ven los ojos de la carne?
Los
que son capaces de percibir las más elevadas formas del magnetismo, saben muy bien que los objetos
consagrados varían mucho en cuanto a su poder, debiéndose las diferencias
magnéticas a la gradación diversa en que, respecto a conocimiento, pureza y
espiritualidad, se hallan los sacerdotes que los consagran.
Hay
algunos que niegan todo magnetismo vital, y que de igual modo desdeñan el agua
bendita de la religión y el agua magnetizada de la ciencia médica. Estos tales
son consecuentes, aunque ignorantes. Mas los que admiten la utilidad de la
segunda, y se burlan de la primera, muestran a las claras no ser sabios sino
preocupados, no doctos, sino sectarios; prueban que su falta de creencias
religiosas inclina sus inteligencias, y los predispone a rechazar de manos de
la religión lo mismo que están
prontos a aceptar de manos de la ciencia. Algo más añadiremos en el Capítulo
XIV sobre los "objetos sagrados" en general.
Vemos,
pues, que la parte externa de los Sacramentos es de la mayor importancia.
Verifícanse cambios efectivos en las substancias usadas en ellos. Se las
convierte en vehículos de energías superiores a las que naturalmente les son
propias. Las personas que a ellas se acercan, que las tocan, logran el que sus
cuerpos etéreos y sutiles sean afectados por su potente magnetismo, y
colocados, por tanto, en condiciones de gran receptividad a más altas
influencias, pues quedan acordados en la tonalidad de los elevados Seres a
quienes atañen la Palabra y Signo empleados
en la consagración. Entidades que pertenecen al mundo suprafísico, estarán
presentes en la ceremonia y vertirán sus agraciantes y bienhechoras influencias
sobre los circunstantes; y así todos los dignos participantes del rito
sacramental, los suficientemente puros y devotos para ser concertados con las
vibraciones producidas, sentirán purificadas y estimuladas sus emociones, su
espiritualidad vivificada, y llenos de paz sus corazones, mediante tan íntimo
contacto con las realidades invisibles.
Notas del capítulo 12
(1) Apocalipsis IV, 5.
(2) Las expresiones "fuerza y materia"
están empleadas en el sentido que les da la ciencia. Mas la fuerza es una de
las propiedades de la materia: la designada como Movimiento. Véase Antes, página
165.
(3) Job. XXXVIII, 4-7.
(4) Véase sobre las formas creadas
por las notas musicales en algún libro científico que trate del sonido,
especialmente el libro con láminas sobre las Figuras de la Voz, de Mrs.
Watts-Hughes.
(5) Véase Antes, págs. 90 y
188-189.
(6) En el Sacramento de la
Penitencia se omite la ceniza hoy día, salvo en ocasiones especiales; mas no
por eso deja de ser parte del rito.
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