viernes, 15 de marzo de 2019

BHAGAVAD GITA - Capitulo 1 (Con apuntes de: W.Q. JUDGE y R. Crosbie)



DHṚTARĀṢṬRA: Dime tú, Oh Sañjaya, lo que está haciendo la gente de mi propio partido y la gente de Pāṇḍu, desplegados como están en el campo de Kurukṣetra y resueltos a la guerra.1 SAÑJAYA: El rey Duryodhana, habiendo contemplado el ejército de los Pāṇḍus desplegados y dispuestos a la batalla, fue entonces a su preceptor, al que habló con estas palabras:

“¡Contempla, Oh Maestro!, el poderoso ejército de los hijos de Pāṇḍu desplegado por tu pupilo, el inteligente hijo de Drupada. En él hay guerreros con grandes arcos, que son iguales a Bhīma y Arjuna en batalla, tales como Yuyudhāna, y Virāṭa, y Drupada en su gran carruaje; Dhṛṣṭaketu, Cekitāna y el valiente rey de Kāśī, Purujit, y Kuntibhoja, con Śaibhya, que es cabecilla de hombres; Yudhāmanyu el fuerte, y Uttamaujā el valiente, el hijo de Subhadrā así como también todos los hijos de Draupadī en sus inmensos carruajes de guerra. Pero date cuenta también de los más distinguidos nombres de nuestro propio partido. Y a manera de ejemplo, mencionaré algunos pocos de los que se cuentan entre mis generales.

Están, tú mismo, mi preceptor, y Bhīṣma, Karṇa y Kṛpa, ese conquistador de las batallas, y Aśvatthāmā, y Vikarṇa, y el hijo de Somadatta con otros en gran número, quienes a mi servicio arriesgan sus vidas. Ellos son todos expertos en los medios de defensa, y están armados con diversas armas, y experimentados en todos los modos de la lucha. Este ejército nuestro está comandado por Bhīṣma, pero no se basta en suficiencia, mientras que las fuerzas de aquéllos, dirigidos por Bhīma, se bastan y son suficientes. Pero dejemos que los generales, de acuerdo a sus divisiones respectivas, se mantengan en sus puestos, y de una vez por todas resuelvan apoyar a Bhīṣma.” Y entonces el anciano jefe, hermano del abuelo y ancestro de los Kurus, para levantar el espíritu del jefe Kuru, sonó su concha de guerra que resonó como el rugido de un león; e instantáneamente innumerables conchas y otros instrumentos de guerra retumbaron por todos lados, de manera que el clamor llegó hasta un extremo. Y ahora, Kṛṣṇa y Arjuna, ambos de pie sobre su espléndido carruaje tirado por caballos blancos, resonaron también sus caracolas, que tenían formas celestes: el nombre de la que sonó Kṛṣṇa fue Pāncajanya, y aquella de Arjuna fue llamada Devadatta o “el don de los dioses”. Bhīma, el de terrible poder, sonó su amplia y espaciosa concha, Pauṇḍra; y Yudhiṣṭhira, el regio hijo de Kuntī, sonó a Anantavijaya; Nakula y Sahadeva sonaron también sus conchas, la una llamada Sugoṣa, la otra Maṇipuṣpaka.

El príncipe de Kāśī, el de poderoso arco; Śikhaṇḍī, Dhṛṣṭadyumna, Virāṭa, Sātyaki, de brazo invencible; Drupada y los hijos de su hija real; Kṛṣṇa con el hijo de Subhadrā, y todos los otros capitanes y nobles, sonaron sus respectivas conchas de guerra, de manera que sus voces estridentes penetraron los corazones de los Kurus y resonaron con un sonido espantoso por todo el cielo y la tierra. Cuando Arjuna, en cuyo emblema aparecía Hanumān, percibiendo que los hijos de Dhṛtarāṣṭra estaban listos para iniciar la lucha y que ya el vuelo de salvas de flechas había comenzado, y habiendo ya alzado su arco, se dirigió a Kṛṣṇa con estas palabras.

ARJUNA: “Yo te pido, Kṛṣṇa, que hagas que mi carro sea colocado entre los dos ejércitos, de manera que yo pueda ver quiénes son aquellos hombres que permanecen listos y ansiosos de comenzar la batalla y con los cuales he de luchar en este mismo campo; y ver quiénes son ellos que se han reunido aquí en apoyo durante esta batalla del malvado hijo de Dhṛtarāṣṭra.” SAÑJAYA: Y Kṛṣṇa, habiendo sido instruido por Arjuna, dirigió el carro de guerra, y haciendo que se detuviera en el espacio entre los dos ejércitos, le propuso a Arjuna que dirigiera sus ojos a la fila de los Kurus y que mirara hacia el lugar donde se alistaban los envejecidos Bhīṣma y Droṇa, con todos los nobles jefes de su partido.

Y allí, Arjuna de pie pasó revista a ambos ejércitos y contempló, en ambos lados, abuelos y ancestros, tíos, primos, tutores y maestros, hijos y hermanos, parientes cercanos o amigos íntimos; y cuando los hubo contemplado por un rato, identificando toda su parentela dispuesta en son de batalla, él fue movido por la compasión más extrema, y lleno de desaliento habló tristemente en esta forma:

ARJUNA: “Ahora, Oh Kṛṣṇa, que he contemplado mi parentela ahí de pie y ansiosa por la lucha, me fallan mis miembros, se marchita mi rostro, se me eriza el pelo por todo el cuerpo, ¡y todo el marco de mi cuerpo tiembla de horror! Aún mi arco, Gāṇḍīva, se me desliza de entre las manos y mi piel se reseca y se me emparcha. Y no me puedo sostener en pie; porque mi mente es como si me diera vueltas, y por todos lados no contemplo sino los presagios más adversos.

Pues cuando yo haya destruido a mi parentela, ¿seguiré buscando la felicidad? Yo no quiero la victoria, Kṛṣṇa; yo no quiero el placer, porque ¿qué cosa son el dominio y los goces de la vida, y aún la vida misma, cuando aquellos para quienes hemos buscado el dominio, el placer y los goces, han abandonado vida y fortuna y están aquí en el campo prestos a la batalla? ¡Tutores, hijos y padres, abuelos y nietos, tíos y sobrinos, primos, parientes y amigos! ¡Aun cuando todos ellos quisieran matarme, yo no quiero luchar contra ellos! ¡No, ni siquiera por el dominio de las tres regiones del universo, mucho menos por esta pequeña tierra! Porque, habiendo matado a los hijos de Dhṛtarāṣṭra, ¿qué placer, oh tú, a quien los mortales adoran, podemos gozar entonces?

Si nosotros los destruyéramos, tiranos como ellos son, el pecado tomaría refugio con nosotros.
Por lo tanto, no nos aprovecha para nada el matar a parentela tan próxima como ésta. Porque, oh Kṛṣṇa, ¿podríamos nosotros encontrar la felicidad cuando hayamos sido los matadores de nuestra raza?
¿Qué hay si ellos, cuyas mentes están depravadas por la lujuria del poder, no ven pecado alguno en la extirpación de su raza, ni ven crimen en el asesinato de sus amigos? ¿Será esa suficiente razón para que resolvamos apartarnos de semejante crimen aborreciendo como lo hacemos el pecado de extirpar nuestra propia parentela? En relación a la destrucción de una tribu, la virtud de esa tribu y de esa familia se pierden. Con la pérdida de la virtud, el vicio y la impiedad abruman la totalidad de la raza. Por influencia de la impiedad se depravan las mujeres de una familia; y de las mujeres que han sido depravadas, nacen las castas ilegítimas llamadas Varṇa Saṅkar.

La corrupción de la casta es un portal hacia el infierno para ambos, tanto para los destructores de una tribu, como para aquellos que sobreviven. También es igual para sus ancestros quienes, privados de las ceremonias de los pasteles y del agua, que son ofrecidos a sus manes, se hunden en las regiones infernales. Por los crímenes de los destructores de una tribu y por aquellos que son los causantes de la confusión de casta, la virtud familiar y la virtud de toda la tribu se pierden para siempre.

Como hemos visto en las escrituras sagradas, oh Kṛṣṇa, ese hundimiento en los infiernos espera a aquellos mortales cuya progenie ha perdido su virtud. ¡Será mi ruina! ¡Ay, qué inmenso crimen nos estamos preparando a cometer! ¡Porque por el deseo de soberanía y de placer, aquí estamos listos a matar a nuestra familia! Yo, más bien, sufriría pacientemente el que los hijos de Dhṛtarāṣṭra, con su armas en las manos vinieran sobre mí, y sin yo oponérmeles, me mataran sin resistencia en el campo.” SAÑJAYA: Y cuando Arjuna había terminado de hablar, él se sentó en su carruaje, situado entre los dos ejércitos, y habiendo puesto de lado su arco y sus flechas, su corazón quedó abrumado por la desesperación. Y así, en la Upanishad, llamada la sagrada Bhagavad Gita, en la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Primer Capítulo, de nombre—

EL DESALIENTO DE ARJUNA.

Traducido del Original en Sánscrito por: WILLIAM Q. JUDGE


NOTAS
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 1- La clave a la lectura de la Bhagavad Gita ha de ser aplicada a este primer verso.
Si vemos al poema en su sola aplicación a un hombre que aspira a la devoción, entonces el campo de batalla es el cuerpo adquirido por el Karma y por Taṇhā, la sed por la vida; mientras que el que aquí ha hablado, y su partido, representan el yo inferior. En tanto que los Pāṇḍus representan el Yo Superior. Pero si este y los capítulos subsiguientes son considerados desde el punto de vista cósmico, entonces el que así ha hablado, y también la llanura de Kuru, los generales descritos en el primer capítulo, junto con todos sus instrumentos y armas, son en realidad seres, fuerzas, planos y planetas del universo, de los cuales estaría fuera de lugar el tratar aquí en detalle. En cuanto a la aplicación de esto a nosotros, el poema es de un mayor interés e importancia: se inicia con la inevitable batalla entre la naturaleza superior e inferior del hombre, y entonces, desde este punto de vista, Kṛṣṇa —quien es el Yo Superior— con el propósito de alentar a Arjuna, se convierte en su instructor en filosofía y en la ética verdadera, de manera que él pueda ser digno de luchar y conquistar.
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COMENTARIO AL BHAGADAV GITA 


Si el título de este sagrado poema Hindú fuera parafraseado se leería: El Santo Canto de Dios Mismo, quien, al comienzo del Kali Yuga o la era de la oscuridad, descendió sobre la tierra para ayudar e instruir al Hombre. GĪTĀ significa canto y BHAGAVAD es uno de los nombres de Kṛṣṇa.


Kṛṣṇa fue un Avatāra. Conforme a los Brahmanes, estamos ahora en Kali Yuga, una era que comenzó en el tiempo de la aparición de Kṛṣṇa. Se ha dicho que él descendió para dejar entre los hombres esas ideas filosóficas y morales que eran necesarias ser conocidas durante el curso de la Era, al final de la cual —después de un corto período de oscuridad— una Era mejor comenzará.

La composición de este poema es atribuida a Vyāsa y como también se dice que él nos dio los Vedas, una discusión acerca de las fechas no sería beneficiosa y puede posponerse para otra ocasión.
La Bhagavad Gītā es una porción del Mahābhārata, la gran epopeya de la India.

El Mahābhārata es llamado así porque contiene la historia en general de la casa de Bharat y el prefijo Maha significa gran. Su objetivo más definido, sin embargo, es el de narrarnos la guerra que sucedió entre los Kurus y los Pāṇḍus, dos grandes ramas de una misma familia. Y esa porción, incluida en nuestro poema, es el diálogo sublime filosófico y metafísico sostenido por Kṛṣṇa con Arjuna, en la víspera de una batalla entre los dos aspirantes por el dominio del Reino. La escena de la batalla tiene lugar en la llanura llamada “Kurukṣetra”, una faja de tierra cerca de Delhi, entre el Indo, el Ganges y los montes Himalayas. Muchos traductores y comentadores Europeos, ignorando el sistema psicológico de los Hindúes —que de hecho subyace en toda palabra de este poema— han considerado esta llanura y la batalla tan sólo como esas dos cosas y nada más; algunos han llegado hasta el punto de enumerar los productos comerciales del país en la presunta época, de manera que los lectores pudieran darse cuenta, en esa forma, de los motivos que indujeron a los dos príncipes a entrar en un sangriento conflicto.

No hay duda que tal conflicto tuvo lugar, ya que el hombre continuamente está imitando esos elevados planos espirituales; y un gran sabio bien podría fácilmente adoptar un evento humano como base para erigir un noble sistema filosófico sobre tal fundamento alegórico. Por un lado, la historia nos da simplemente los eventos menores o mayores del progreso del hombre; pero por otro lado, cada gran época histórica nos dará un panorama de la evolución en el hombre, en la masa, de cualquier correspondiente facultad del Alma Individual.

Por lo tanto vemos, aquí como allá, mentes occidentales preguntándose por qué tan elevada discusión metafísica tenía que ser “desfigurada por una guerra de salvajes”. Tal es la influencia materializante de la cultura occidental que le es difícil admitir algún alto significado en una porción del poema que ella misma confiesa que no ha llegado a comprenderlo del todo. Antes que las Upaniṣads puedan ser propiamente interpretados, el sistema psicológico Indo debe ser comprendido; y aún cuando su existencia es admitida, la persona que habla Inglés se encontrará con grandes dificultades, las cuales surgen de una gran ausencia de palabras, en este idioma, que correspondan a las ideas que tan frecuentemente se encuentran en el Sánscrito. Por lo tanto, tendríamos que esperar hasta que una nueva serie de palabras haya nacido para expresar las nuevas ideas todavía inexistentes en la civilización Occidental.

El lugar de la llanura sobre el cual la batalla fue peleada es importante, al igual que los ríos y montañas por la que está rodeada. Y es igualmente necesario comprender o por lo menos figurar, los nombres de los respectivos príncipes. El lugar mismo en el Mahābhārata en el cual este episodio ha sido insertado tiene un profundo significado y no podemos darnos el lujo de ignorar nada que tenga que ver con todos estos eventos. Si simplemente nos imaginamos que Vyāsa o Kṛṣṇa tomaron la Sagrada Llanura de Kurukṣetra y la gran batalla como simples accesorios a su discurso, cosa que podemos descartar fácilmente, toda la fuerza del gran diálogo estaría perdida. Aunque la Bhagavad Gita es una obra en tamaño pequeño, entre los hindúes, se ha escrito sobre esta más comentarios que los que se han escrito sobre el libro del Apocalipsis de San Juan entre los Cristianos.

No intento entrar en estos comentarios, porque por un lado no soy académico del Sánscrito y por el otro no sería de mayor provecho. Muchos de ellos son fantasiosos, otros no confiables; y aquellos que tienen cierto valor pueden ser consultados por cualquiera ansioso de perseguir esa línea de investigación. Lo que propongo aquí a mí mismo y a todos los que lean estas páginas, es el estudio de la Bhagavad Gītā a la luz de la lámpara espiritual —ya sea esta pequeña o grande— la cual el Alma Suprema alimentará y aumentará dentro de nosotros si es que ponemos atención a sus llamados, examinándolos diligentemente. Tal es por lo menos la promesa de Kṛṣṇa en la Bhagavad Gītā —el canto Celestial.

En las pocas líneas introductoras con las cuales emprendí este tema, se dijo que, no siendo un académico del Sánscrito, no intentaba entrar en los comentarios hechos sobre este poema en ese idioma. La mayoría de esos comentarios han considerado el diálogo desde varios puntos de vista. Muchos estudiantes hindúes posteriores no han ido más allá de las explicaciones dadas por Śaṅkarācārya y casi todos rehusan ir más allá de la transliteración de los nombres de los diferentes personajes mencionados en el primer capítulo. Pero hay la más alta autoridad para leer este poema entre líneas. Los vedas mismos dicen, que lo que vemos de ellos es sólo el “Veda revelado”, y que uno debería esforzarse en trascender la palabra revelada. Está aquí claramente implícito que los Vedas no revelados deben de estar ocultos o contenidos en lo que es aparente a los sentidos externos.

Si nosotros no tuviéramos tal privilegio, entonces seguramente estaríamos reducidos a obtener el verdadero conocimiento solamente por los hechos de experiencia como los que son sufridos por el cuerpo mortal, y caer en el grave error de los materialistas, quienes pretenden que la mente es sólo un efecto producido por las moléculas cerebrales físicas en su movimiento. También tendríamos que seguir la regla canónica de que la conciencia es un guía seguro sólo cuando está regulada por una ley externa tal como la ley de la iglesia o de la casta Brahmánica. Pero nosotros sabemos muy bien que dentro del hombre material, aparente —o revelado— existe el hombre real que está sin revelar.

Este valioso privilegio de buscar el sentido interno, sin esforzarse tras significados imposibles del texto, le está permitido a todos los estudiantes sinceros de todas las escrituras sagradas, ya sean estos Cristianos o Paganos. Y en el poema mismo, Kṛṣṇa declara que Él irá alimentando la lámpara de nuestra sabiduría espiritual de manera que el significado real de sus palabras pueda ser conocido; así también las Upaniṣads sostienen la existencia de una facultad que va junto con el derecho de usarla, por la cual uno puede claramente discernir el significado real o encubierto de los libros Sagrados. En verdad hay una escuela de ocultistas que sostiene, como nosotros creemos con razón, que este poder puede ser desarrollado por personas devotas, que sólo con escuchar las palabras de un libro sagrado que es leído en un lenguaje totalmente desconocido, el verdadero significado y tendencia de las extrañas frases se hacen instantáneamente conocidos1.

Todos los comentadores Cristianos aceptan que en el estudio de la Biblia, a lo que se debe atender es al espíritu y no a la letra. El espíritu es ese Veda encubierto, el cual debe ser buscado entre líneas. El estudiante Occidental del poema, tampoco debería ser disuadido de cualquier intento en llegar al significado verdadero, por esa actitud de los Brahmanes, quienes sostienen que sólo los Brahmanes pueden ser instruidos en el verdadero significado del poema, porque Kṛṣṇa no lo hizo claro, esto no puede ser explicado hoy a los Śūdras, o casta baja del pueblo. Si prevaleciera este punto de vista, entonces todo el grupo Occidental de teósofos estaría excluido del uso de este importante libro, puesto que todas las personas que no son Hindúes son, necesariamente, de la casta Śūdra. Kṛṣṇa no hizo tal Exclusión, la cual sólo es una pretensión sacerdotal.

El mismo fue de la casta de pastores y no un Brahman; y él dice que cualquiera que escucha sus palabras recibirá gran beneficio. La sola limitación hecha por él es aquella en que declara que estas cosas no deben ser enseñadas a aquellos que no quieren escucharlas, siendo ésta la misma advertencia que dio Jesús de Nazaret, cuando dijo: “no arrojéis vuestras perlas ante los cerdos”. Pero como nuestras mentes trabajan muchísimo sobre sugerencias o pautas, y puede que en la ausencia de algún indicador de en dónde tales pautas estén situadas, podríamos fácilmente pasar por alto este punto, por lo que debemos de tener en cuenta la existencia entre los Arios de un sistema psicológico que le da sustancia e impulso a las declaraciones hechas por muchos Orientalistas de que este asunto sería indigno de la atención del hombre de la civilización del siglo diecinueve.
Tampoco tenemos que ser disuadidos de esta empresa por falta de familiaridad con esa psicología Aria.
En el momento en que estamos conscientes de su existencia dentro del poema, nuestro yo interior está dispuesto a ayudar al hombre exterior a comprenderla y en la noble persecución de estas grandes verdades filosóficas y morales, siendo nuestro empeño eterno el darnos cuenta de que son parte de nuestro ser, nosotros podemos entonces esperar pacientemente por un perfecto conocimiento de la anatomía y las funciones del hombre interno. Los Sanscritistas Occidentales han traducido muchas palabras importantes dándoles solamente el significado más bajo, alejándose, así, del sentido verdadero por el incompleto conocimiento psicológico y espiritual occidental; o los han mezclado y confundido sin la menor esperanza de ser esclarecidos.

Tales palabras como Karma y Dharma no son comprendidas. Dharma significa Ley y es generalmente traducida como deber, o se dice referir meramente a alguna regla sujeta al convencionalismo humano, en tanto que su significado es una propiedad inherente de las facultades del hombre entero y hasta aún de cualquier cosa dentro del Cosmos. Por eso se ha dicho que el deber o Dharma del fuego es el de arder. Este siempre arderá y así hace todo lo que es su deber, no teniendo conciencia, en tanto que sólo el hombre tiene el poder de retardar su propio “viaje al corazón del Sol”, al rehusar cumplir su Dharma propiamente señalado y claramente evidente. Así, otra vez, cuando leemos en la Bhagavad Gītā, que aquellos que se van de esta vida, “en la mitad brillante de la luna, en los seis meses del curso hacia el norte del Sol” irán a la salvación eterna, mientras los otros “que se van en la sombría noche de la estación oscura de la luna, cuando el sol está en la mitad de su camino al Sur”, ascienden por un tiempo a la región lunar, para renacer en esta tierra, nuestros Orientalistas nos dicen que esto es pura fantasía y nosotros no podemos contradecirlos.

Pero si nosotros sabemos que los antiguos Arios, con un completo conocimiento de la vasta y nunca inarmónica correspondencia reinante a través del macrocosmos, al hablar así trataron sólo de admitir que el ser humano puede estar o no en un estado de desarrollo en estricta conformidad con el lado brillante u oscuro de la luna, el verso se aclara. El crítico materialista señalará el verso del capítulo cuarto que dice: “aquel que come de la ambrosía que queda de un sacrificio, pasa hacia el supremo espíritu” y nos preguntará cómo el comer de los remanentes de una ofrenda quemada puede conferir salvación. Cuando, por otro lado, nosotros sabemos que el Hombre es el altar y el sacrificio, y que esta ambrosía es la perfección del cultivo espiritual, la cual él asimila o incorpora en su ser, aquí entonces los Arios quedan vindicados y nosotros estamos a salvo de confusión. Una extraña similaridad en un punto podría ser observada entre nuestro poema y el viejo registro Hebreo.
Los judíos fueron preparados por ciertas experiencias para entrar en la tierra prometida, pero no fueron capaces de llevar esto a cabo hasta que no se hubieran envuelto en grandes conflictos con los Hivitas, los Jebuzitas, Perisitas y Amalakitas. Aquí, en la Gītā, encontramos que el mismo verso inicial del poema señala una guerra.

El viejo y ciego rey Dhṛtarāṣṭra, le pide a su primer ministro que le diga lo que estas dos fuerzas opuestas de los Pāṇḍus y los Kurus han estado haciendo, enfrentados como están y resueltos a la guerra. Igualmente los Judíos reunidos en la frontera de la tierra prometida, resueltos al conflicto y firmes en su resolución por las declaraciones de su Dios que los había sacado de las tinieblas de Egipto, llevaron a cabo la lucha. Egipto era aquel lugar en el que ellos, en un lenguaje místico, obtuvieron la corporalidad y simboliza los estados pre-natales, al igual que aquellos períodos caóticos en el comienzo de la evolución y la gestación en el vientre. Estamos en la víspera de un gigantesco combate, hemos de lanzarnos en medio de “un conflicto entre salvajes”. Si este verso inicial es entendido como fue su intención, se nos ha dado aquí la clave de un magnífico sistema y no caeremos en el error de pretender que la unidad del poema se ha destruido. Dhṛtarāṣṭra es ciego, porque el cuerpo, como tal, es ciego en todo sentido. Alguien ha dicho —creo que Goethe— que las viejas religiones paganas le enseñaron a los hombres a mirar hacia arriba, a aspirar continuamente hacia la grandeza que estaba allí para alcanzarla y por lo tanto esta conducía al ser humano a considerarse a sí mismo como poco menos, potencialmente, que un Dios; mientras que la actitud del hombre bajo el sistema Cristiano es de humildad, de cabeza gacha y ojos caídos, en la presencia de su Dios. 

Al acercarse a ese “Dios celoso” de la dispensación Mosaica, no se le permite asumir una postura erecta. Este cambio de actitud viene a ser necesario tan pronto como nosotros postulamos una Deidad que está fuera y más allá de nosotros. Y sin embargo esto no se debe a las escrituras cristianas en sí mismas, sino solamente a las equivocadas interpretaciones dadas a ellas por los sacerdotes y las iglesias, y fácilmente creídas por una humanidad débil que necesita un apoyo fuera de sí misma en el cual reclinarse. Los Arios, sosteniendo que el hombre en su esencia es Dios, naturalmente alzaron lo ojos hacia Él y lo refirieron todo a Él. 

Ellos, por lo tanto, no le atribuyeron al cuerpo material ningún poder de visión o de sensación. Y es por eso que Dhṛtarāṣṭra es ciego, pues representa la existencia material en la que hay innata sed por la renovación. El ojo no puede ver ni el oído oír por sí mismos. En las Upaniṣads se le pregunta al discípulo: “¿Cuál es la visión del ojo y la audición del oído?” La respuesta es que estos poderes residen solamente en los órganos internos del alma, los cuales usan el cuerpo material como el medio para experimentar los fenómenos de la vida material. Sin la presencia de este residente, animador, oyente y vidente poder o ser, esta acumulación de partículas, ahora deificada como cuerpo, está muerta o ciega. Aquellos filósofos no estuvieron muy atrasados respecto a nuestro siglo. El italiano Boscovitch, Faraday, Fiske y otros personajes modernos han concluido que nosotros ni siquiera podemos ver o conocer la materia de la cual estos cuerpos y las variadas sustancias a nuestro alrededor están hechos; y que la solución final no es en los átomos muy finamente divididos, sino simplemente en los “puntos de fuerza dinámica”;; por lo tanto, nosotros no podemos conocer un pedazo de hierro, sino solamente conocemos los fenómenos que éste produce. 

Esta es la posición de los antiguos Arios, con una postura adicional: que el verdadero percibidor de esos fenómenos es el YO. Es sólo por la aceptación de esta filosofía, que nosotros podremos siempre llegar a comprender los hechos de la naturaleza de los cuales nuestra ciencia está tan laboriosamente anotando y clasificando. Pero esa ciencia ignora una enorme cantidad de fenómenos que son bien conocidos a los espiritualistas aquí y a los ascetas en el Asia, porque la real existencia del Yo, como apoyo final de cada estado de conciencia, es negado. “La desaparición del asceta es una posibilidad”. Pero el Occidente lo niega, mientras que permanece dudoso de que si los mismos espiritistas pudieran admitir que algún hombre vivo pueda causar ese fenómeno conocido como “forma” a desaparecer. Ellos están, sin embargo, dispuestos a aceptar que una “forma espiritual materializada” puede desaparecer, o de que ciertos médiums que están vivos pueden desaparecer mientras están sentados en una silla, ya sea por una actual disipación de moléculas o por ser cubiertos como por un velo2. En esos casos, el evento sucedió sin conocimiento o esfuerzo por parte del médium, que fue un agente pasivo. Pero el asceta Oriental, poseedor del poder de desaparición, es una persona que ha meditado sobre la verdadera base de lo que nosotros conocemos como “forma”, teniendo la doctrina siempre en mente, como fue expuesta por Boscovitch y Faraday, de que esos fenómenos no son verdaderos per se y añadiendo que todo ha de ser referido al YO. 

Y así encontramos que Patañjali plantea el tópico en su compilación de aforismos del Yoga. En su aforismo vigésimo primero, Libro III, él dice que el asceta, estando consciente de que la forma, como tal, no es nada, puede causar su propia desaparición3. No es difícil explicar esto como una especie de hipnotismo o efecto psicológico llevado a cabo por el asceta. Pero tal clase de explicación es sólo el método moderno de salir de una dificultad poniendo el mismo asunto otra vez en nuevos términos. Hasta que no es admitido que el Yo persiste eternamente y permanece siempre incambiable, ningún verdadero conocimiento será adquirido por nosotros respecto a estos temas. En esto Patañjali es muy claro en su aforismo decimoséptimo, Libro IV, en donde dice: “Los cambios del estado mental son siempre conocidos porque el espíritu que preside no es cambiable”. Debemos de admitir que la ceguera de Dhṛtarāṣṭra, como cuerpo y nuestra conciencia y habilidad de conocer cualquier cosa de los cambios por los que pasa el organismo, son debidas al “espíritu que preside”. Entonces, lo que es este viejo y ciego rājan es esa parte del hombre la cual, conteniendo el principio de sed por la existencia, se aferra a la vida material. 

El Ganges, bordeando su llanura por un lado, tipifica la sagrada corriente de vida espiritual aquí encarnada. Al comienzo fluye cuesta abajo sin ser percibido por nosotros, a través de los planos espirituales, llegando, al fin, en lo que llamamos materia, en donde se manifiesta —y sin embargo permanece invisible hasta que al final fluye hacia el mar —o muerte— sólo para que el sol o el Karma de la encarnación lo haga evaporar otra vez. La planicie es sagrada porque es el “templo del Espíritu Santo”. Kurukṣetra entonces debería de leerse: “El cuerpo que es adquirido por Karma”. Por lo tanto el Rey no pregunta lo que este cuerpo ha estado haciendo, sino más bien lo que han estado haciendo, en esta planicie sagrada, los seguidores de esta existencia material, constituida por la hueste completa de elementos inferiores que hay en el hombre con lo cual él está atado a la vida física y los seguidores de Pāṇḍu, la hueste completa de las facultades espirituales. 

Resulta, pues, que la enumeración de los generales y de los comandantes que hace el primer ministro en respuesta a la petición del rey, debe ser un catálogo de todas las facultades superiores e inferiores en el hombre, conteniendo también, en los nombres adoptados, pautas a los poderes de nuestro ser, que en el presente apenas son vagamente supuestas en el Occidente o incluidas en términos muy vagos como son Cerebro y Mente. Encontramos que a estos generales se les ha dado sus posiciones apropiadas en cada bando y también que se les han asignado varias armas distintivas, que en muchos casos son exhibidas y blandidas en los momentos iniciales, de manera que nuestra atención sea llamada hacia ellas. “¡Salutaciones a Kṛṣṇa! Señor de la Devoción, Dios de la Religión, el que nunca falla asistiendo a aquellos que en él confían.” Ahora hemos descubierto que el poema no está desfigurado por este recuento de un conflicto que empieza en el primer capítulo; para dejarse a un lado mientras los dos grandes actores se retiran a sus carruajes para mantener un diálogo. 

Esta descripción de fuerzas y el primer efecto que tiene sobre Arjuna de su inspección, nos muestra que nosotros estamos a punto de aprender de Kṛṣṇa cual es el deber del hombre en su guerra con todas las fuerzas y tendencias en su naturaleza. En lugar de que el conflicto sea una imperfección al poema, es más bien una porción valiosa y necesaria. Vemos que la lucha es para ser peleada por cada ser humano, ya sea que él viva en la India o no, pues se desencadena sobre la sagrada planicie de nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros, entonces, es Arjuna. En Sánscrito, el primer capítulo es llamado “Arjuna-Viṣad”, que en Español significa: “La desesperación y desaliento de Arjuna”. Algunos lo han llamado: “La Inspección del Ejército”, pero aunque en realidad un ejército sea inspeccionado, eso no es el significado esencial que se intenta dar. Es el resultado de esa inspección lo que hemos de considerar; y el desaliento es el resultado sobre Arjuna, quien es la persona más interesada: el único que es el interrogador principal y beneficiario a través de toda la acción del poema. La causa de este desaliento ha de ser investigada. Arjuna, en el entusiasmo de la determinación y antes de cualquier análisis tanto de las consecuencias para sí mismo como para los demás que podrían estar envueltos, entró en el conflicto, después de haber elegido a Kṛṣṇa como su auriga. Las fuerzas ya están alineadas en posición de combate y él monta su carruaje para ir a inspeccionarlas. 

De inmediato ve que están alineados contra él, parientes de toda clase, que a su vez se preparan para destruir a los otros, a sus propios parientes, amigos y conocidos, e igualmente a los de Arjuna, quienes fueron enlistados al lado de este. Volteando hacía Kṛṣṇa, le dice que él no puede comprometerse en tal guerra, ya que sólo percibe malos augurios y que aún si los oponentes, siendo ignorantes, pudieran estar dispuestos al combate con tan horrendas consecuencias a la vista, él no puede hacerlo, sino que más bien ha de abandonar la lucha antes de que comience. Por lo consiguiente: “Arjuna, cuyo corazón estaba afligido por el pesar, dejó caer su arco y sus flechas y se derrumbó en el asiento de su carruaje.” 

Cada estudiante de Ocultismo, de Teosofía o de la verdadera religión, todas siendo una misma cosa, tendrá que pasar por las experiencias de Arjuna. Atraído por la belleza o por otra cualidad seductiva, para él, de este estudio, entra en su ejecución, pero pronto descubre que con ello despierta dos clases de fuerzas. Una de ellas consiste de todos sus amigos y parientes que no ven la vida como él la ve, quienes están comprometidos con el “orden establecido” y piensan que él es un tonto al dedicar su atención a cualquier otra cosa, mientras que la masa en general de sus conocidos y aquellos que encuentra en el mundo, instintivamente se alinean todos contra aquel que, al así comenzar una cruzada que empieza con sus propias faltas e insensateces, ha de terminar en una condenación de las de ellos, aunque si fuera sólo por la fuerza del ejemplo. Los otros adversarios son mucho más difíciles de enfrentar, porque ellos tienen su campo y su base de acción sobre el plano Astral y otros planos invisibles; éstas son todas sus tendencias y facultades inferiores, que hasta este momento han estado sólo al servicio de la vida material. 

Por la sola fuerza de gravedad moral, ellos vuelan hacia el otro lado, donde ellos ayudan a sus amigos y parientes vivientes en la lucha de estos contra él. Estas fuerzas del Astral tienen más eficiencia en producir desaliento que cualquier otra cosa. En el poema, se refiere a éstas en las palabras dirigidas por Arjuna a Kṛṣṇa: “Yo no puedo mantenerme en pie; porque mi entendimiento se halla como si me lo hubieran volcado y yo contemplo augurios desfavorables por todas partes.” Todos nosotros somos traídos a este tipo de estudio por nuestra propia petición hecha a nuestro Yo Superior, que es Kṛṣṇa. Arjuna pidió que Kṛṣṇa fuera su auriga y que lo llevara entre los dos ejércitos. 

No importa si él esté ahora consciente de haber hecho tal petición en el pasado, ni si haya sido hecho como un acto específico en esta vida o en otras vidas anteriores; esto fue hecho; y ha de ser contestado en el momento apropiado. Algunos de nosotros hemos pedido esto muchas veces antes, en antiguos nacimientos, en otros cuerpos y en otras tierras; otros están haciendo esta petición ahora; pero es más que posible, en el caso de aquellos que han sido animados hacia el intenso esfuerzo y añoranza de conocer la verdad y a luchar por la unión con Dios, que hayan hecho tal petición desde hace edades. Ahora bien, Kṛṣṇa, el auriga de este cuerpo con sus caballos, la mente, nos lleva hacia adelante de manera que podamos ponernos en pie con nuestro Yo Superior y todas las tendencias conectadas con éste por un lado, y todos los principios inferiores (aunque no necesariamente malignos) por el otro lado. El estudiante puede, tal vez, enfrentar con facilidad la multitud de amigos y de parientes, habiendo probablemente ya pasado esa experiencia en otras vidas y ahora es impermeable a ello, pero no lo es a la primera oscura sombra de la desesperación y de las malas consecuencias que ahora caen sobre él. 

Cada vida elemental que ha vivificado con sus malignos pensamientos ahora arroja sobre él este pensamiento. “Después de todo, de nada servirá; Yo no puedo ganar; y si lo hiciera, ello no traería ganancia alguna; no veo ningún gran resultado a ser conquistado, todo es impermanente.” Es cierto que, un terrible sentimiento sobreviene en cada caso y más vale que estemos preparados para ello. No podemos vivir siempre del entusiasmo por los goces celestiales. El rosado halo de la naciente aurora no le da de hecho la vuelta al mundo entero; y más bien persigue a las tinieblas. Entonces, estemos preparados para ello, no sólo en el primer estado, sino a lo largo de todo nuestro sendero de progreso hasta el sitial Sagrado; porque viene con cada pausa; con cada leve pausa, cuando vamos a tomar un nuevo aliento, dar otro paso y entrar a otra nueva condición. Y aquí es sabio que vayamos al 18 y último capítulo del poema, para leer las palabras del Maestro Inmortal de la vida: “De una confianza en tu propia auto-suficiencia podrías haber pensado que no pelearías. Pero tal determinación es falaz, porque los principios de tu propia naturaleza te obligarán a ello y estando tú vinculado a la acción por los deberes de tu llamado natural, tú lo harás involuntariamente y por necesidad, lo que quieres por ignorancia evitar.” 

En esto, Kṛṣṇa usa el mismo argumento que había usado Arjuna contra la lucha, como uno en su favor. En el capítulo que estamos considerando, Arjuna repite el Viejo mandato Brahmánico contra aquellos que violan las “eternas instituciones de castas y tribus”, porque, como él dice, la pena anexa a ello es una morada en el infierno, ya que, cuando la casta o la tribu son destruidas, los ancestros, siendo privados de los ritos de los pasteles funerarios y las libaciones de agua,4 caen del cielo y la tribu entera se pierde. Pero Kṛṣṇa nos muestra, como se ha dicho, que cada hombre es naturalmente, por sus tendencias corporales, compelido a hacer actos que responden a un llamado particular y ese cuerpo con todas sus tendencias no son más que simples manifestaciones de lo que el hombre interno es, como el resultado de todos sus pasados pensamientos hasta esa encarnación. 

Por lo tanto él está forzado por la ley de la naturaleza —que es suya propia— a nacer justo donde él ha de tener la experiencia que necesita. Y Arjuna, siendo un guerrero, está obligado a luchar quiera él o no. En otro capítulo, se hace referencia más particularmente a la institución de las castas y allí tendremos la ocasión de entrar en ese tema con más detalles.Como se dijo anteriormente, el substrato o soporte de todo el Cosmos, es el espíritu que preside y todos los varios cambios en la vida, ya sean de una naturaleza material o únicamente en estados mentales, son conocibles porque el espíritu que preside adentro no es modificable. Si fuera de otra manera, entonces no tendríamos memoria, porque, con cada evento pasajero, nosotros, sumergiéndonos en ello, no podríamos recordar nada, eso es, no podríamos ver ningún cambio. Debe de haber, por lo tanto, algo que es eternamente persistente, que es el testigo y el perceptor de cada cambio pasajero, en sí mismo incambiable. Todos los objetos y todos los estados de que los filósofos occidentales llaman Mente, son modificaciones, porque, a fin de ser vistas o conocidas por nosotros, debe de haber algún cambio ya sea parcial o total, de un estado antecedente. El perceptor de estos cambios es el hombre interior: Arjuna-Kṛṣṇa. Esto nos lleva a la convicción de que debe de haber un espíritu universal que preside, él es el productor como también el espectador, de toda esta colección de cosas animadas e inanimadas. 

La filosofía enseñada por Kṛṣṇa sostiene que: al comienzo, este espíritu —que llamo así sólo para fines de discusión— permaneció en un estado de quietud sin objetivos, porque todavía no había ninguna modificación. Pero, resuelto a crear, o más bien, a emanar el universo, ESO formó una imagen de lo que había de ser y esto, de inmediato, fue una modificación voluntaria causada en el espíritu, hasta ahora inmodificado; por consiguiente: la Idea Divina fue gradualmente expandiéndose, saliendo hacia la objetividad, mientras la esencia del gobernante espíritu permaneció sin modificación y se convirtió en el perceptor de su propia idea expandida. Sus modificaciones son de naturaleza visible (e invisible). Su esencia entonces se diferencia continuamente en muchas direcciones, convirtiéndose así en la parte inmortal de cada ser —el Kṛṣṇa que le habla a Arjuna. 

Viniendo como una chispa que procede del fuego central, participa de su naturaleza, eso es, de la cualidad de no ser modificable y asume para sí, como vestidura, el cuerpo humano5 y así, siendo en esencia no modificable, tiene la capacidad de percibir los cambios y las modificaciones que suceden alrededor del cuerpo. Este Yo debe ser reconocido como algo interno y ser ponderado y ser entendido lo más posible, si es que vamos a ganar algún conocimiento verdadero. Hemos por lo tanto llegado rápidamente y tal vez en una forma inadecuada, al punto en que podemos considerar a Arjuna como compuesto de todos esos generales y héroes enumerados en este capítulo y los cuales son, como se ha dicho, los varios poderes, pasiones y cualidades considerados en términos occidentales, como: “Cerebro y Mente”. Las ciencias modernas, físicas, mentales y psicológicas, apenas han “tocado” la superficie de eso que ahora están examinando. La ciencia física confiesa que es empírica, conociendo tan sólo los linderos de las leyes de la naturaleza; y nuestra psicología está en un peor estado. La última tiene menos posibilidades de llegar a la verdad que la ciencia física, porque los científicos están procediendo a una demostración gradual de las leyes naturales por un cuidadoso examen de los hechos que son fácilmente observables, pero la psicología es algo que requiere la búsqueda de otro método distinto que el de la ciencia o de los que ahora se observan. No nos servirá de nada, en el presente, especificar la nomenclatura Aria para todas las vestiduras, que es como ellos las llaman, las cuales envuelven al alma, porque nosotros todavía no hemos adquirido las ideas necesarias. De qué nos sirve decir que ciertas impresiones residen en la vestidura Anadamaya. 

Pero existe, ya sea que la llamemos por ese nombre o por cualquier otro. Podemos sin embargo creer que el alma para poder al fin alcanzar el plano objetivo donde gana su experiencia, se pone sobre sí varias vestiduras, una sobre la otra, cada una teniendo su propiedad y función peculiar. Al cerebro físico se le ha visto que es sólo el órgano material que es primero usado por el perceptor real, recibiendo o conduciendo ideas y percepciones; y así con todos los demás órganos, ellos son tan sólo los asientos especializados para la centralización del poder del hombre real de manera que pueda experimentar las modificaciones de la naturaleza en ese lugar particular. ¿Quién es el que sufre de este desaliento? Es nuestra falsa personalidad, (como se le ha llamado en la literatura Teosófica) para distinguirla de Kṛṣṇa —el Yo superior— el cual se encuentra oprimido por la resistencia inmediata presentada por toda la parte inferior de nuestra naturaleza, y por aquellas personas con quienes nos encontramos íntimamente conectados, tan pronto como nosotros empezamos a apartarlos de todos los viejos hábitos, y a presentar un nuevo estilo de pensamiento ante su consideración. 

Porque Arjuna, hundiéndose en el asiento de su carruaje, que es su cuerpo, recurrió a su propia naturaleza, encontrando allí los elementos de búsqueda y coraje, como también aquellos previos elementos de lobreguez que son los primeros en alzarse, estando más cerca al hombre natural. La confianza y presión sobre nuestra propia naturaleza interna en momentos de oscuridad, de seguro que serán contestadas por la voz de Kṛṣṇa, el guía interior. Las primeras consecuencias del desaliento Son, las de hacernos sentir que la batalla que hemos invitado no debe llevarse a cabo y entonces nos sentimos casi abrumados con el deseo de rendirnos. Algunos se rinden tan sólo para empezar otra vez en una vida subsiguiente, mientras otros, como Arjuna, escuchan la voz de Kṛṣṇa y pelean intrépidamente hasta el final. “Y así en las Upaniṣads, en la sagrada Bhagavad Gītā, en la ciencia del Supremo Espíritu, en el Libro de la Devoción, en el coloquio entre el Santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el primer capítulo llamado: “EL DESALIENTO DE ARJUNA” 

Salutaciones al Dios de las batallas, el auriga, a aquel que dispone de las fuerzas rectamente, que nos lleva hacia la Victoria, con quien solo el triunfo es seguro: que él pueda guiarnos a donde brilla la luz que nunca muere: ¡Oṁ! EL PRIMER ABISMO “¡Salutaciones a la proeza de Kṛṣṇa! Que nos acompañe en la lucha, fortaleciendo nuestros corazones para que no se desanimen en la noche tenebrosa que sigue al sendero del día.” El primer capítulo ha terminado. 
En cierto aspecto, la Bhagavad Gītā es un libro personal. Es para cada hombre; y es en esa forma que lo hemos considerado. Algunos le han llamado un libro oscuro y otros un libro que trata solamente con los grandes principios de la naturaleza, con sólo grandes preguntas de cosmogonía; con difíciles y desconcertantes preguntas relacionadas a la primera causa; y todavía hay otros que piensan que es vago y contradictorio. 

Pero esta primera escena en el gran coloquio es bastante clara. Contiene el clamor de las armas, el movimiento de los ejércitos y la disposición de las fuerzas con sus generales. No hay necesidad de sentir ahora vacilación alguna, porque estamos cara a cara con nosotros mismos. El hombre débil o aquel que no le importa la Verdad, a pesar de adonde le conduzca, le convendría cerrar el libro al instante. A no ser de que pudiera continuar leyendo el poema con la intención fija de aplicarlo a sí mismo, no le haría el más mínimo bien. Él podría decir, sin embargo, que lo leería por lo que parece contener, pero si lo leyera hasta el final del tiempo, sin considerar imparcialmente esta primera lectura, el conocimiento que ganaría más adelante no sería conocimiento. 
Es realmente el libro del gran misterio; pero ese problema nunca ha sido resuelto para nadie; sino que cada uno tiene que dirimirlo y resolverlo por sí mismo. 

Sin duda fue por esta razón que Vyāsa, a quien el poema es atribuido, situó este conflicto, en el que los personajes principales son Arjuna y Kṛṣṇa, al principio del libro. Hubiera sido más fácil hacer que ellos se sentaran a una conversación filosófica en que las razones en pro y en contra de lo que concierne a cualquier batalla habría de ser discutida, y entonces, después que esto hubiera sido hecho, mostrarnos a Arjuna, ya fortalecido y equipado, entrando a la guerra seguro de la victoria porque ya él había tomado todo su tiempo en disipar sus dudas. Pero en lugar de hacer esto él (Vyāsa) presenta al impetuoso Arjuna precipitándose a la batalla antes de que él hubiera considerado con quien él habría de luchar. No parece en la Bhagavad Gītā que Kṛṣṇa haya persuadido a Arjuna, como fue el caso, al hacer la guerra con el propósito de reconquistar su reino. Mientras Kṛṣṇa lo anima a ello, se refrena sabiamente de decirle a Arjuna aquello que él ha de descubrir desde el primer día, que tendría que hacer frente a todos esos amigos, parientes e instructores. Esa fue una sabia reticencia. 

Si nosotros lográramos percibir la enormidad del poder de nuestras pasiones y numerosas tendencias, la mayoría de nosotros renunciaríamos a la lucha por anticipado; porque nada nos podría persuadir de qué poder alguno, dentro de nosotros, pudiera resistir tan abrumante desigualdad de lucha. 
Para nosotros, por lo tanto, la motivación a la lucha ha de ser encontrada, no tanto en cualquier conversación que sosténgamos con Kṛṣṇa, sino en los impulsos que son llevados, una y otra vez, de encarnación en encarnación. Tomemonos el reto una y otra vez, vida tras vida, en experiencia tras experiencia, nunca completamente derrotados, si siempre miramos hacia Kṛṣṇa —nuestro Yo Superior. Y en la narración de Arjuna nos encontramos con esto mismo. Pues, en un subsiguiente libro llamado “Anu Gītā”, hay un relato del héroe que camina junto a Kṛṣṇa por el interior del Palacio de Ilusión o Māyā. La batalla ha terminado por el momento, Arjuna le dice a su amigo Kṛṣṇa que realmente se le ha olvidado la mayor parte de lo que le ha dicho (en la Bhagavad Gītā) y le pide una breve repetición de ello. Y el gran guerrero lo satisface. El palacio de Māyā es este cuerpo de ilusión, construido alrededor nuestro por el deseo. 

En nuestros últimos nacimientos se nos fue dada toda la ayuda que está en este poema, y hoy en día, caminando a lo largo de este palacio que a veces parece ser algo tan agradable, de vez en cuando tenemos una reminiscencia del pasado: y a veces, con resolución, tomamos la lucha: pero en realidad, si hubiéramos escuchado correctamente al Guía, nos obligaríamos a realizarla hasta el final. Al llegar a la conclusión de este primer capítulo, alcanzamos el primer abismo. Este no es el gran abismo, aunque, según nuestra experiencia, parece ser lo máximo. Nosotros estamos ahora frente a frente con nuestra propia desesperación y con su compañera, la duda. 

Muchos estudiantes de Teosofía han llegado, ante nuestros ojos, a alcanzar este punto —todos los estudiantes verdaderos lo alcanzan. Como un niño que por primera vez se aventura lejos de la vigilancia de sus padres, nos asustamos de todo aquello que nos parece nuevo y, arrojando nuestras armas, intentamos huir; pero, en la búsqueda de la teosofía no es posible retroceder, Porque el abismo está detrás de nosotros. Hay en la naturaleza una ley que opera en todo estado ya sea moral o físico y que puede ser llamada de la ondulación y de la inhibición; mientras otras veces reaparece como vibración y, todavía, en otros casos, como de atracción y repulsión, pero todos estos cambios son sólo aparentes porque, en el fondo, es la misma ley. 

Entre los vegetales, esta ley o fuerza hace que la sabia fluya hacia arriba en el árbol por un camino y no permite que regrese en la misma dirección. En nuestra circulación sanguínea, encontramos que la sangre es impulsada desde el corazón y la naturaleza ha provisto pequeñas válvulas que no permiten que esa sangre retorne al corazón por el mismo camino que vino, sino que siga el camino que se le ha provisto. La ciencia médica y anatómica no están seguras de qué es lo que causa que la sangre pase por estas válvulas; de qué si es la presión desde atrás comunicada por el corazón o si es la presión atmosférica externa que suavemente conduce la sangre en su camino. Pero el ocultista no se encuentra limitado por estas deducciones empíricas. 

Él va directo al punto y declara que el impulso es del corazón y que el órgano, a su vez, recibe su impulso del gran corazón astral o el Ākāśa, del cual han dicho todos los místicos que tiene un doble movimiento o una vibración alternada, la sístole y la diástole de la naturaleza. Por lo tanto, en este sentido, la válvula en la circulación representa el abismo detrás de nosotros que no podemos brincar de nuevo. Estamos dentro de la gran circulación general y compelidos, así, nos guste o no, a obedecer su impulso hacia adelante. Este lugar de desaliento de Arjuna es también la misma cosa que es mencionada en la obra LUZ en elSENDERO como un silencio que le sigue a la tormenta. 
En los países tropicales este silencio es muy evidente. Después que la tormenta ha estallado y ha pasado, hay una quietud, cuando la tierra y los árboles parecen como que han cesado momentáneamente de crear sus familiares, múltiples sonidos. 

Ellos están obedeciendo la ley general y comenzando el proceso de asimilación. Y en el mundo astral es tal e igual. Cuando uno entra allí por primera vez, se presenta un inmenso silencio, durante el cual el alma regulada está absorbiendo sus alrededores, acostumbrándose a ellos. No dice nada, sino que espera quietamente hasta que se haya puesto en vibración idéntica a la del plano en el cual se encuentra; cuando esto se haya alcanzado, entonces podrá hablar propiamente y hacerse entender, al tiempo que comprende. Pero el alma no regulada vuela a ese plano astral en un estado perturbado, se apresura a hablar antes de ser capaz de hacerlo inteligiblemente y, como consecuencia, no es compren dida, mientras tanto aumenta su confusión y hace menos posible que pueda llegar a comprender. En la Sociedad Teosófica, como también fuera de ella, podemos ver la misma cosa. 

La gente es atraída al plano astral; ellos oyen de sus maravillas y asombros y, tal como un niño que ve un juguete nuevo, se apresura a agarrarlo. Ellos rehusan aprender la filosofía de la Sociedad Teosófica porque eso parece estéril y difícil. De manera que ellos se sumergen en ello, como dijo Murdhna Joti en un previo artículo de esta misma revista, en ese plano ellos “nadan y hacen barquitos como un niño en un charco de agua”. Pero para el estudiante diligente y verdadero discípulo, el asunto es bien serio. Él ha jurado lograr la verdad a cualquier precio y voluntariamente ir a donde quiera que ella le conduzca —aún si fuera a la misma muerte. Por lo tanto Kṛṣṇa, habiendo llevado a Arjuna a donde la batalla ha comenzado en verdad y donde la retirada ya no es posible, comienza a decirle a su amado discípulo y amigo cuál es la filosofía que está por debajo de todo ello y sin la cual, el éxito no puede ser alcanzado. No dejemos de observar en este punto, que cuando Arjuna arrojó su arco y sus flechas, el vuelo de los dardos ya había comenzado. 

No podemos decir que cuando el discurso filosófico comenzó entre estos dos, las fuerzas opositoras declararon una tregua hasta que los poderosos héroes dieran la señal, porque no hay en ninguna parte del verso que lo indique, y podemos igualmente leer en los otros libros sobre el tema, que todos los atavíos de guerra habían sido traídos al campo y que el enemigo no desistiría, no importa lo que Arjuna pueda hacer. Entonces, hay aquí una indicación que es parte del gran abismo que el hijo de Pāṇḍu vio detrás de él y que cada uno de nosotros igualmente ve. Nosotros entramos en este gran sendero de acción en el ocultismo mentalmente dispuestos hacia la victoria final. 

Esta actitud mental instantáneamente arroja todas las partes denuestro ser en gran agitación, durante la cual las tendencias que son por naturaleza hostiles las unas a las otras, se separan y se alinean en lados opuestos. Esto crea una gran angustia y a menudo induce a la mente a vagar, añadiendo todavía más terror a nuestra sombría desesperación. Nosotros podemos entonces hundirnos y declarar que escaparemos a un bosque o a un monasterio, como se hacía una vez en Europa, de manera que podamos escapar de lo que parece ser terreno desfavorable para un conflicto. Pero hemos invocado una fuerza en la naturaleza y con ello establecido una corriente y una vibración que seguirá hacia adelante no importa lo que nosotros hagamos. Este es el significado del “vuelo de las flechas” que continúa después de que Arjuna se sentó en el asiento de su carroza. En este punto de nuestro progreso debemos examinar nuestros motivos y deseos. 

En algunos escritos Teosóficos actuales se ha dicho que debe de cultivarse una “voluntad espiritualizada”. Como las palabras son de la más alta importancia, hemos de tener más cuidado cuando las usamos, ya que en la vida interna ellas representan genuinas fuerzas reguladas o cosas inútiles y abortivas que no conducen a nada sino sólo a confusión. Este término “voluntad espiritualizada” conduce al error, porque de hecho no tiene existencia. El error ha surgido de tanto pensar en “voluntad” y “fuerzas” necesarias para la producción de los fenómenos psíquicos, como si fuera algo que el discípulo debería esforzarse en obtener, ya sea lo confiese o no, mientras que el verdadero motivo y fuerza motriz se han perdido de vista. 

Es muy esencial que entendamos claramente esto, porque si cometemos el error de atribuirle a la voluntad o a cualquier otra facultad, una acción que no tiene, o de colocarla en un plano al cual no pertenece, nosotros de inmediato nos alejamos del conocimiento real, ya que toda acción en este plano es hecha solo en la mente. El antiguo axioma Hermético es: detras de la voluntad está el deseo y esto es cierto. La voluntad es una fuerza pura e incolora, la cual es movida hacia la acción por el deseo. Si el deseo no provee una dirección, la voluntad permanece inmóvil. Tal como el deseo lo indica, así la voluntad procederá en su ejecución. Pero como hay incontables voluntades de seres conscientes que constantemente operan de aquí para allá y de allá para acá, dentro de nuestra esfera y deben, en todo momento, estar en algún modo actuando unas sobre las otras, surge entonces la pregunta, cuál es esa clase de conocimiento que muestra cómo usar la voluntad de manera que el efecto de las voluntades contrarrestantes no se haga sentir. 

Ese conocimiento está perdido para la generalidad de los seres y está sólo instintivamente aquí y allá en el mundo como un asunto de resultado Kármico, dándonos ejemplos de hombres cuya voluntad parece conducirlos al éxito, como es el caso de Jay Gould y otros. Aún más, los hombres del mundo no desean ver los resultados que están en completo acuerdo con la voluntad general de la naturaleza, porque ellos quieren esto y aquello para su propio beneficio. 

El deseo de ellos, no importa cuan poderoso sea, está limitado o queda anulado: 
(1) por carencia de conocimiento de como contrarrestar las otras voluntades;
(2) por estar en oposición a la voluntad general de la naturaleza sin que el otro poder sea capaz de actuar con suficiente fuerza contraria como para lograrlo. 

Decimos entonces lo siguiente, tal como lo vemos en la práctica de la vida diaria, que los hombres obtienen solamente una porción de todo aquello que desean. Surge la siguiente pregunta: ¿Puede un hombre ir contra la voluntad general de la naturaleza y escapar de la destrucción y, al mismo tiempo ser capaz de desear malvadamente con conocimiento y lograr a través de la voluntad, eso que él desea? Semejante hombre puede hacer todo esto, excepto escapar de la destrucción. Aquella está segura de llegar, no importa cuan remota sea la época. 

El adquiere un conocimiento extraordinario que le permite usar esos poderes para propósitos egoístas durante inmensos períodos de tiempo, pero al final, los efectos insidiosos de la oposición a la verdadera voluntad general se hacen sentir y él es destruido para siempre. Este hecho es el origen de los mitos de la destrucción de los mundos y también de esos mitos de combate tales como los de entre Kṛṣṇa y Rāvaṇa, el dios demonio, e igualmente entre Durgā y los demonios. Porque en otras épocas, al igual que volverá a ocurrir en eras por venir, esta gente, cuyos deseos son malvados, poseyendo gran conocimiento, aumentan en gran número y amenazan con ello la estabilidad del mundo. Entonces, a los partidarios de la buena ley les es imposible laborar en silencio por la humanidad y tienen que surgir poderosamente y una lucha se inicia en la cual los magos negros son siempre destruidos, porque los buenos Adeptos poseen no sólo igual conocimiento que los malvados, sino que tienen, además, la gran ayuda de la voluntad general de la naturaleza que no está bajo el control de los otros, y es inevitable que los buenos triunfen siempre. Esta ayuda es igualmente la herencia de todo verdadero estudiante, y puede ser invocada por el discípulo verdadero cuando él haya llegado y cruzado el primer abismo. “Y cuando el Gran Rey de la Gloria vio el Celestial Tesoro de la Rueda, él la salpicó con agua y dijo: ‘¡Continúa rodando, Oh mi Soberano, la Rueda! ¡Oh Soberano, sigue adelante y vence!’”

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1- Nos viene a la mente un incidente en el cual una persona de cierto desarrollo en esta dirección, oyó leer varios versos de los Vedas en Sánscrito con los cuales no había tenido contacto e instantáneamente explicó el contenido de los versos. –B. 
2- Por ejemplo: ver Gente del Otro Mundo del Sr. Olcott, con respecto a una mujer médium. –W.B. 
3- El aforismo dice: “Al ejecutar el Saṃyama —restricción (o meditación)— respecto a la forma, su poder de ser aprehendido (por los ojos del vidente) estando bajo control, y la luminosidad, la propiedad del órgano de la vista, no teniendo conexión con ese objeto (que es la forma), el resultado es la desaparición del asceta”. –W.B 
4- Esta referencia de Arjuna es la costumbre inmemorial del hijo o descendientes, de ofrecer al difunto, en ciertas ocasiones, pasteles funerarios y agua, denominados “Śrāddha y Piṇḍa” —una de las llamadas supersticiones de los Hindúes. Ha sido siempre para mí una grave incógnita si la decantada “Liberación de la superstición” por la civilización Occidental del siglo XIX sea más un bien prístino o una evidencia de real progreso. 
Todas esas antiguas formas han sido ya barridas y con ellas casi todo vestigio de un verdadero sentimiento religioso, dejando sólo una inextinguible sed por el dinero y el poder. En nuestra actual ignorancia de la verdadera razón que está detrás de esas costumbres, la aserción es hecha de que no tienen mayor significado. Pero en la iglesia Católica se ha continuado y, hasta cierto grado, se cree en ello, como en el caso de las misas por los muertos; claro está que estas misas no se ofrecerían si se supusiera que no tuviesen efecto en el estado de aquellos por quienes son ellas ofrecidas. Aunque muy corrompidas y degradadas, es sólo dentro de esta iglesia que estas antiguas prácticas son preservadas. Śrāddha y Piṇḍa están ahora olvidadas, porque la constitución interna del hombre y la constitución del Macrocosmos, no son comprendidas en tal manera, como para hacer de la ceremonia algo útil. –W.B. 
5- Esto es también, por supuesto, inherente en toda la naturaleza. –W.B.

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