domingo, 31 de marzo de 2019

Lecciones sobre La Doctrina Secreta (Parte VI)



La doctrina secreta es nuestra propia doctrina. La doctrina del hombre es la doctrina secreta. 
Si queremos conocer a un hombre, tenemos que estudiar la doctrina secreta. No hay nada de lo que se dice aquí que no esté relacionado con nosotros. De hecho, en toda escritura sagrada es así. 
De lo contrario, se convierte en una religión. Ninguna enseñanza procedente de un gran Maestro se desvía de la verdad original y de las leyes clásicas que están en funcionamiento. 
La creación es séptuple y el hombre también es séptuple. Por lo tanto, cuando entendemos al hombre, también entendemos la creación. De hecho, el Ramayana o el Mahabharatha, o para este propósito cualquier Purana que los sabios videntes hayan dado, sólo son para guiar al hombre a conocerse a sí mismo. Hay mucho desconocimiento del hombre sobre sí mismo. Trata de saber más sobre el no-ser que sobre el ser. En sánscrito esto se conoce como aitareya. 

Se siente que hay otro, pero no hay nadie más que uno mismo. Debido a que no tiene muchas anécdotas, parece un poco denso. Es como la comida seca que tienes que comer. Necesitas masticar mucho. Si es semisólida semilíquida, pasa por el esófago muy rápidamente. Por eso en el Bhagavata se dice que si narramos lo mismo con bellas historias, el relato engancha al niño mental y los principios atraen al aspecto búddhico, y entonces el despliegue se hace más sencillo. 
Sin embargo, esta vez hemos elegido seguir este camino, y por lo tanto lo hacemos. 
Estoy seguro de que tiene que ser de mucho interés para todos vosotros, porque no he hablado de nada que no tenga que ver con nosotros. Todavía hay otra dimensión relativa al centro y la circunferencia. Que tú eres el centro y todo lo que te rodea es la fuente de la que has venido. 

La circunferencia es el padre y tú eres el hijo. Y la relación padre-hijo se representa con el radio que va del centro a la circunferencia. Cuando dibujas una línea desde el centro a cualquier punto de la circunferencia, se crea un radio, y a esta relación se le llama Pi en la sabiduría griega. 
No es pie (pronunciado/pai/), como se dice en inglés. El inglés ha distorsionado muchas palabras según su propio criterio, de manera que la sabiduría también se ha distorsionado. 
Se debe pronunciar Pi. De hecho, el nombre del iniciado es Pitágoras y no Pythagoras. 
Los ingleses pronuncian π como /pai/. No es /pai/, es pi. π es la relación entre el padre y el hijo. 
Si queremos conocer al padre, deberíamos conocernos más a nosotros, el hijo. 
Matemáticamente se dice que la relación es 3 por 7 más una cifra que es más de cero pero no llega a 1. Pitágoras explica la relación matemática que se explica en la sabiduría antigua como el conocimiento del mandala. Madame Blavatsky habla de esto en La Doctrina Secreta. 

El conocimiento del mandala es el conocimiento de π. El conocimiento del hijo es el conocimiento del padre. El conocimiento del número 5 es el conocimiento del número 10. Así es como lo va explicando. Todo lo que hay en el hijo está en el padre porque el hijo es una réplica del padre. 
De manera que si conocemos la historia de los números, conoceremos la historia del padre y el hijo y su relación. También sabremos cómo relacionarnos con el padre y ser representantes del padre como hijo. Cuando hablamos del Hijo de Dios, nos referimos al Dios universal representado totalmente en el hijo. Cuando todos los principios están completamente activos en nosotros, se nos considera un Hijo de Dios. Cuando los siete centros desde sahasrara hasta muladhara están en su estado funcional completo, entonces se dice que somos un Hijo de Dios. 

Principalmente estamos activos en el ombligo, y de ahí hemos de pasar el centro activo al corazón, desde donde hay una conexión con la cabeza y también con muladhara. Se considera que la circunferencia es el número 10. El símbolo del padre es el 10 y el símbolo del hijo, el 5. Esto lo explica minuciosamente Madame Blavatsky en la forma de la Persona Cósmica. Describe como esta Persona Cósmica es la que los sabios videntes védicos han nombrado como Vishnu. Es esta Persona Cósmica que se describe en la teología judía como Adam. Cualesquiera que sean los nombres, hoy lo llamamos Persona Cósmica. Estamos derivando hacia una terminología común a partir de todas las religiones, de manera que la sabiduría se comprenda mejor. 

  El aniversario de Madame Blavatsky

 Madame Blavatsky nació en las primeras horas (entre la una y las dos de la mañana) del 12 de agosto. El Maestro EK nació durante la tarde del 11 de agosto. La diferencia entre la hora de nacimiento del Maestro EK y la de Madame Blavatsky es de apenas ocho horas. Por ello en la World Teacher Trust tenemos la tradición de celebrar conjuntamente estos cumpleaños el día 11.
El calendario lunar cuenta el día desde el amanecer hasta el siguiente amanecer. En ese contexto, el 11 de agosto concluye en la mañana del día 12. Pero cuando contamos el día desde la medianoche, son dos días diferentes. Tenemos el siguiente dicho en sánscrito: “Adhikasya adhikam phalam”. Cuando dos grandes seres han nacido y nos han iluminado, dedicar dos días de nuestra vida a relacionarnos con las energías de la Jerarquía será bueno para nosotros. Por favor, continuad haciéndolo.
Lo podemos celebrar durante dos días, el 11 y el 12 de agosto. El día 11 podemos relacionarnos con la misma energía en la forma del Maestro EK, y el día 12 con la misma energía en la forma de Madame Blavatsky.

Centro • Circunferencia

Volviendo al tema de π, hemos de elaborarlo del centro a la circunferencia. Primero vayamos al centro. El centro en nosotros es el corazón. Desde este centro tenemos que ir a la circunferencia, el padre. Se dice que el padre está en la cabeza, es decir, en sahasrara. Primero vamos de lo horizontal a lo vertical, es decir, de la mente al corazón. Ir al centro es lo que se llama el viaje de la horizontal a la vertical. Después tenemos que ascender la vertical. Para ascender a la vertical tenemos que estar adentro y relacionarnos con la columna vertical. Esta es la meditación. Esto es lo que se llama dhyana. Para ello, primero tenemos que ir al centro. Es como ir al ascensor antes de ascender. Caminamos hacia el ascensor. Este es un movimiento horizontal. 

Una vez que estás en el ascensor, este te eleva. En la invocación decimos: “Que eleve la Tierra hasta los reyes de la belleza”. Lo terrenal puede elevarse hasta el centro superior. Entonces permanece allí y vincúlate con ello, allí tienes una escalera mecánica vertical que también se llama la escalera. Cuando entras en tu corazón, ya estás en el campo de luz dorada. Vincúlate a la luz dorada. Las meditaciones de la mañana y de la tarde se han hecho importantes porque el sol da la luz dorada durante las horas del amanecer y del atardecer. Puedes visualizar la luz dorada en ti y vincularte verticalmente. Esta relación vertical es lo que llamamos alineamiento. Entras dentro y te alineas con la columna vertical, que es una columna de luz. En el momento en que entras en la columna vertical, experimentas que existe allí una gran ayuda que resulta útil para avanzar por la escalera mecánica, esta ayuda es el principio pulsante. El principio pulsante en el corazón se llama samana prana. Es una pulsación equilibrada. Si estás con esta pulsación equilibrada, ya estás muy quieto y en paz. Todo en ti se vuelve ordenado, silencioso y fresco. 

Es un estado de tranquilidad en el que entras. Sólo entrando en el corazón, todo esto está disponible. ¡Pero este no es el objetivo! Es la base sobre la que todo deberá desarrollarse. Cuando estás con ello, eres contactado por udanaprana. Madame Blavatsky escribe mucho sobre udanaprana. Siente un gran amor por udanaprana. Normalmente, samana prana es el equilibrio que enfatizamos. Con el equilibrio como base, hay una elevación. 

 
Hamsa 

Cuando estás en la región del corazón, cuando te sientas y cierras los ojos, deberías ser capaz de sentir el principio pulsante como si ocurriera en el corazón. El corazón no es el corazón físico. Es el principio del corazón, no el corazón como órgano. Este principio existe. Si no, con tres veces le puedes dar vida tú mismo. Tres respiraciones darán nacimiento al ave que hay en ti. Dar nacimiento significa que se activa. Tres buenas respiraciones te permitirán vincularte a la pulsación. Una vez que estás con la pulsación, únete a ella. La pulsación tiene la tendencia de moverse hacia arriba. Esto es el ave en ti. Asociarte con esta ave es importante para convertirte en un hamsa. Entonces, este hamsa se moverá lentamente hacia arriba y te convertirás en paramahamsa. 

No todos los hamsa son paramahamsa. Asociarse con la pulsación es el estado de hamsa. Este hamsa tiene la habilidad de elevarse. Se la llama hamsa porque suena So- Ham. Invirtiendo el sonido, canta la canción de soham. Tú no la cantas. ¡Se canta en ti! La canción de hamsa se canta en ti. Cuando te elevas a hamsa, este hamsa quiere elevarte a los planos más elevados. Generalmente, se le llama ave. Es con esta ave que el padre puede llegar a ti. Desciende hasta ti con la ayuda del ave. Por eso se dice que la Persona Cósmica tiene como vehículo a la gran ave. Sobre ella, llega hasta ti. Es la misma ave que también te puede llevar a ti hasta él. Por eso se dice que esta ave es un gran Gurú. 

Un Gurú es alguien que puede relacionar al hijo con el padre y al padre con el hijo. 
Lo hace en ambos sentidos. Al Gurú en ti se le llama Garuda en las escrituras sagradas. Se le llama la gran ave. Es el principio pulsante en nosotros, la acción centrípeta y centrífuga. Sólo así podemos desarrollar ese radio entre el centro y la circunferencia. Es una gran facilidad para nosotros. 
No podemos hacer mucho con la mente. La mente puede dirigirse hacia buddhi y buddhi puede alcanzar atma. Pero cuando eso está disponible, en lugar de caminar, podemos ascender directamente. Cuando no hay escaleras, ¿cómo subimos? Tenemos que saltar. Para saltar necesitamos un impulso. El impulso viene del aire. En hatha yoga o raja yoga, el proceso es el mismo, desde el centro del corazón. Cuando somos capaces de contactar con el principio pulsante en nosotros, es un buen paso en el sentido de que hemos encontrado el camino. Ahora es cosa nuestra relacionarnos con él y movernos hacia arriba. Nada es posible hasta que llegamos a nuestro corazón, porque el camino es sólo desde allí. Desde el corazón hay miles y miles de líneas de luz que nos llevan hacia abajo y hacia los lados. En el Purusha Suktam esto se llama “paschadbhoomi adhopurah”. 

La luz del corazón nos puede llevar hacia los lados y hacia abajo. Pero hay una sola línea que nos lleva hacia arriba. Esta única línea de luz se llama sushumna. Es el mismo principio que representa Hanuman. Asóciate con el principio pulsante que hay en ti trabajando con la respiración. 
La mente, que está acostumbrada a moverse hacia afuera o hacia los lados, puede conectarse a la respiración. 
Y la respiración lleva la mente a la pulsación. Una vez que la mente está asociada a la pulsación, obtiene una fortaleza tremenda. Por eso es necesario desarrollar esa amistad con la pulsación. 
Esta es la clave que se da en la historia de Garuda, en que Indra busca la amistad de Garuda. Indra es la mente cósmica. Nosotros también tenemos una mente. Se trata simplemente de la mente de Indra que funciona en nosotros. Indra se entiende según la etimología como idam + dra = Indra. Idam dra significa “lo que protege todo esto”. “Esto” significa que es la mente la que protege al cuerpo. Cuida del cuerpo. La mente nos avisa de que tenemos fiebre y que no deberíamos comer; que estamos hambrientos y hay que comer; que hace frío afuera y nos tapemos, y así sucesivamente. Todas estas sugerencias que vienen de la mente son para protegernos. Protege “Esto”. Idam significa “Esto”, Tat significa “Aquello”. Todos trabajamos por nuestro bienestar. Que tengamos la habilidad o no es una cosa distinta, pero la actitud de trabajar por nuestro bienestar está ahí. Nos aseguramos de dormir bien; nos aseguramos de que haya suficiente agua caliente para bañarnos; nos aseguramos de tomar una taza de café. Hacemos todo esto con la ayuda de la mente. 

Es Indra en nosotros. Indra sólo puede cuidarse de esta parte. Su trabajo es ese. Para tener experiencias necesita la ayuda de Garuda. Por eso Indra busca la amistad de Garuda. Así es en esa historia. Todas las historias tienen que ver con el yoga sólo cuando las entendemos. Si no, ¡son otras historias! Sea el Ramayana o el Mahabarata, todas son historias relacionadas con el yoga. Del centro a la circunferencia, nos lleva el principio pulsante. Nos lleva paso a paso. La respiración permanece. Trabaja, pero no es muy ruidosa. Ruidosa en el sentido de que no es nuestra actividad principal ahora. Realiza su trabajo. La respiración pasa a un segundo plano cuando la pulsación está activa, porque la pulsación es la responsable de la respiración. Si no pulsas, no hay respiración. No pienses que porque respiras hay pulsación. Es la pulsación la que causa la respiración. Cuando el jefe está activo, el asistente descansa. Está allí, pero en reposo. Esto es lo que significa exactamente pranayama. 

Es poco apropiado llamar pranayama a unas cuantas respiraciones. Hacer respiraciones no es pranayama. Yama es el principio de regulación. El señor de la regulación es Yama. Prana + Yama quiere decir prana regulado. Prana regulado significa que recibe cuidados. Eso quiere decir que la pulsación cuida de la respiración. La pulsación tiene muchos aspectos. La respiración es una actividad de prana y apana, la inhalación y la exhalación. Cuando alcanza el corazón, encuentra su equilibrio entre la inhalación y la exhalación. Tenemos un verso en el Bhagavad Gita que dice: “Prana apana samayukta pachamyannam chaturvidham”. El fuego que hay en ti digiere cuatro tipos de comida. El fuego que hay en el hombre es activado por el aire que hay en el hombre, que es prana. El fuego hace cuatro tipos de trabajo en nosotros. El fuego crea los tejidos del cuerpo, nutre los tejidos creados, provoca el crecimiento del cuerpo a través del crecimiento de los tejidos y luego destruye los tejidos. Algunas cosas se destruyen paralelamente a otras cosas que van naciendo. 

En el cuerpo hay una constante creación de tejidos y una simultánea destrucción de tejidos, de manera que el cuerpo se va manteniendo. Cuando hay creación y destrucción en proporciones iguales, la forma sigue intacta. Si hay más creación y menos destrucción, crece. Cuando hay más destrucción y menos creación, el cuerpo se consume. Por eso el ayurveda dice que cualquier cosa que tomes tendrá efecto en ti durante catorce días. En catorce días se completan catorce manvantaras. 
Los días se cuentan en términos de tithis o fases lunares. En catorce fases lunares, que representan catorce manvantaras, nace un tejido, se nutre, crece y muere. Desde el tejido hasta la creación entera, hay una aplicación manvantárica. Una aplicación manvantárica para el átomo y para el cosmos. Los sabios videntes se han dado cuenta de que en lo más pequeño existe el mismo principio, la misma potencia numérica y la misma vibración que en el cosmos entero. ¿Quién es el diseñador, quién es el ingeniero y quién es el arquitecto que hace todo esto? Volviendo a la pulsación, la inhalación es un aspecto de la pulsación y la exhalación es otro aspecto de la pulsación. Cuando estos dos se equilibran es como el pájaro que trabaja para alzar el vuelo con las dos alas. 

Tras alcanzar una altura, ya no usa más las alas. Vuela sin moverlas. De manera que los dos pulmones no tienen que trabajar tanto todo el tiempo. Nuestros dos pulmones son las dos alas. Tenemos que saber hasta qué momento los hemos de mantener trabajando. ¿Qué pasa cuando la mente y la respiración juntas van al corazón? Antes de que el pájaro despegue, repliega sus pies. Esto es lo que se llama replegar los cinco sentidos. Cuando piensas en una meditación, primero se repliega la actividad de los cinco sentidos en la mente y la mente se asocia a la respiración. Entonces esta mente y esta actividad respiratoria juntas se absorben en la pulsación. La mente se disuelve en su aspecto superior, llamado buddhi. Esta es la luz de tu alma que te guía. 

Tu consciencia ya no está en la mente. Está en una cámara superior cuando está con la pulsación. ¿Por qué cuando estás cada vez más con la pulsación, la sabiduría también se despliega cada vez más? Se despliega desde dentro porque tú eres el libro. Y después el ave te lleva a planos superiores. Cuando llegamos al corazón, ya estamos en el cuarto cielo, el cuarto éter. Después nos lleva al quinto éter. Entre el cuarto y el quinto éter, hay un gran volumen de información de luz y de sonido. Y esta elevación la lleva a cabo udana prana. Madame Blavatsky habla mucho de udana prana en el quinto volumen de La Doctrina Secreta. Dice que de todos los pranas, udana es el más importante para un estudiante ocultista. El prana que nos eleva es importante. Prana es el Gurú, nuestro Maestro. 

Él es el que nos lleva a los Círculos Superiores. El Maestro exterior nos puede ayudar a conectarnos con udana prana. Si es el maestro correcto, nos debería dar la técnica para relacionarnos con udana prana. De otra forma, ¿cómo nos elevaremos hacia los planos supramundanos? Se dice que udana es el principio del Maestro cósmico. Nos guía, y en el camino nos damos cuenta de la sabiduría. Esto es exactamente lo que dice el Maestro: “Muévete hacia dentro y estate conmigo. Yo te permitiré saber todo lo necesario para realizarte. Sea cual sea la sabiduría que se necesite, esta llegará a ti. Siéntate conmigo en el interior”. Esto es lo que quiere decir vyasa en sánscrito. Este conecta la circunferencia, y por lo tanto, π es vyasa. Udana nos pondrá en la frente. Nos lleva hasta ese punto. Allí tenemos vyana prana. Vyana es el principio impregnador y la pulsación impregnadora. 

Desde el sexto cielo, sólo hay impregnación. Impregnar significa que incluso saldremos del cuerpo y tendremos experiencias fuera del cuerpo. Y en este punto el principio pulsante todavía nos da el sonido soham. En todo momento estamos vinculados a soham. En cuanto estamos con la pulsación, estamos con la canción de la respiración. Esta canción de la respiración nos lleva a la misma fuente, que está en sahasrara. Así es como nos movemos del corazón hasta sahasrara con la ayuda de la pulsación. Esto se explica en la historia de Garuda que nos lleva al estado de Brahman. Madame Blavatsky da todos estos conceptos profundos de manera disociada. Si lo pones en práctica en el interior, lo encuentras en el libro. ¡De otra forma no podemos encontrarlo! 

La historia de π es vincular el corazón con el sahasrara. Para eso se necesita la ayuda de un Maestro. Un Maestro es Garuda, y el otro maestro es Hanuman. Estamos más con Hanuman que con Garuda, porque Garuda trabaja a partir del momento en que trabajamos con el pranayama y de ahí en adelante. Desde pranayama nos elevamos con udana prana a través de la garganta, y después a través del paladar hasta el centro del entrecejo y ajna. Este proceso se llama pratyahara, en el sentido de que te estás restaurando y reabsorbiendo a tu estado original. Tu estado original es asentarte en el centro de ajna y ser un rey de tu propio reino. Ajna es el centro desde donde ordenas tu sistema. Por eso se llama ajna. Tu trono está en ajna, tu asiento, en el corazón. 

En el corazón tenemos el simhasana y después tenemos el rajasimhasana, el trono real, en ajna. Si a uno se le llama rajahamsa, significa que hamsa se ha convertido en rajahamsa cuando ha alcanzado ajna. A alguien así se le llama un raja yogui. Yoga no es más que la absorción del principio de la mente en el principio pulsante, al asociarse con la respiración. Este es el primer paso del Yoga. La mente y la respiración juntas culminan en la pulsación. Es el primer paso del Yoga. Se le llama la tercera iniciación. Después hay el movimiento ascendente hasta el centro de ajna. Entonces, ya eres un raja yogui o un rajahamsa, lo que quiere decir que te has convertido en un Maestro de Yoga. Más adelante está paramahamsa. Hamsa es cuando estás en el corazón. Después es rajahamsa, que significa un cisne real, cuando estás en ajna. Más adelante, paramahamsa, que significa el cisne más allá, para. Así es el camino. Todo el camino se completa trabajando con el principio pulsante. 

El principio pulsante es un principio que trabaja con el aire, vayu. Por eso se dice que vayu es el Gurú. Invocamos a vayu diciendo: “Namaste vayu, twameva pratyaksham brahmasi, twameva pratyaksham brahmavadishyami”. Agni, vayu y surya son las tres inteligencias cósmicas fundamentales. Primero viene agni, el siguiente es vayu, después surya. Hay centenares de páginas sobre vayu y agni en La Doctrina Secreta. ¿Cómo lo entendemos? Vayu es también como agni. Son sapta vayus. Son los sapta maruts. Descienden de agni. En los Puranas se dice que vayu nace de los rudras. Los rudras nacen de agni. El fuego es el rudra primordial o el primer rudra que surge. Se divide en 11 fuegos. De nuevo se divide en 7 fuegos y después en 49 fuegos. Este es un aspecto. 

Al fuego original se le llama agni, su división se llama rudra y vayu, es un producto de rudra. Por eso se dice que Hanuman es hijo de rudra, hijo de vayu, etc. No sólo es hijo de vayu, también es hijo de rudra. Los vayus son 7 y se dividen en 49, como agni. Agni y vayu están juntos en todos los planos. Los siete planos están impregnados de los 7 fuegos y los 7 aires. Y los 7 sub-planos también están impregnados por 7 fuegos y 7 aires. El aire dirige el prana, el fuego dirige el prajna. Prajna y prana son la consciencia y la vida, están juntos. Son los gemelos Nala y Neela del Ramayana. El fuego ayuda al aire y el aire ayuda al fuego. Están juntos en todo. Si el fuego desciende como Rama, el aire desciende como Hanuman. Si el fuego desciende como Matsyendra, el aire desciende como Gorakhnath. Si el fuego desciende como Krishna, el aire desciende como Arjuna. Si seguimos el rastro de las raíces originales de donde proceden estos principios, todos son así. Sólo el aire y el fuego juntos pueden completar el trabajo. Cuando el aire y el fuego trabajan juntos, se manifiesta la luz, que es surya. Así es como incluso en el ritual del fuego invocamos a agni y vayu juntos. Decimos: “Agnaye namaha, vayave namaha, suryaya namaha, prajapathaya namaha”. 

No lo decimos como nos apetece. Cada pronunciación tiene un orden en ella. Vayu es en siete pasos. De ellos, los tres vayus inferiores se relacionan con los tres planos inferiores. Desde el cuarto, vayu tiene una naturaleza doble. Igualmente, entre los once rudras, desde el sexto hasta el undécimo rudra tienen una naturaleza doble. Pueden ayudarnos o pueden causar problemas. Lo mismo con vayu, también los cuatro inferiores pueden ayudar o causar problemas. Los tres superiores no tienen naturaleza doble. Sólo pueden ayudar. Pero no funcionan en nosotros, los seres humanos normales. Todo se explica en La Doctrina Secreta. Los cuatro son de naturaleza doble. Los tres siguientes no son de este tipo. Tres son divinos y cuatro son diabólicos. 

En este sentido, ¡nosotros podemos ser problemáticos o de provecho! La creación misma, cuando la tomas como séptuple, tres y medio son divinos y los otros tres y medio, no divinos. Existe armonía en los tres y medio superiores, existe conflicto en los tres y medio inferiores. El cuarto, en el que hay mitad y mitad, es donde estamos nosotros como humanos. Estamos en la frontera en la que podemos obtener armonía o podemos crear conflicto. ¡Pero sólo estamos en el lado del conflicto! La humanidad está en el lado del conflicto. Los discípulos están en el otro lado. No tienen conflicto. Por eso Madame Blavatsky dice que cuatro aires son mundanos y tres aires son divinos. Dice que el hombre tiene que empezar a trabajar con el quinto aire para encontrar el ascenso. Aquí da varios nombres que vienen de la mitología y la terminología oriental. Hay un vayu llamado pravaha que significa inhalación; nivaha significa exhalación, y después tenemos samvaha. 

Ella saca su explicación del Vayu Purana y habla de udvaha. Udvaha no es distinto de udana. Después hay parivaha, el sexto aire, y luego ella también explica paravaha o punarvaha. Explica cómo cada vayu trabaja en cada plano y por dónde tenemos que empezar. Dice que alcances el estado de samvaha y trabajes con udvaha. Por debajo todo es problemático. Los otros vayus se asocian con la carne y los huesos y ahí domina lo mundano. Cuando tomamos los siete aires y los relacionamos con Hanuman, él trabaja con los siete aires. Cuando desciende, destruye a los demonios. Puede subir y traer el néctar. Puede bajar el néctar de los planos más elevados y también puede descender al patala y destruir cosas. Hay acontecimientos en su vida en los que trabajó en los planos más elevados y otros en que trabajó en los planos más inferiores para ayudar a Rama a matar a Ahí, Mahi y Rávana. Incluso los podía llevar a los planos infernales. 

El aire te puede llevar a los planos infernales y también a los planos inmortales. 
El aire te puede asociar con Brahman. Todo esto lo explica Madame Blavatsky bajo el título de los maruts, con la consiguiente terminología. Lo conecta con la terminología oriental y explica cómo es y por dónde debemos empezar. Es un concepto muy profundo. Con la ayuda de todos estos conceptos, π se puede poner en práctica. Trabajar con la mente y relacionarse con la luz que tenemos en la cabeza es otro proceso. Krishna da esta sabiduría en el Bagavadgeeta, sugiriendo alcanzar el corazón y desde allí contemplar la luz en la cabeza. 
Es un sendero de fuego. También hay un sendero de aire...Continua...

Dr. Sri K. Parvathi Kumar.

EL LADO OCULTO DEL CRISTIANISMO (Final)





(b) EL TESTIMONIO DE LA IGLESIA

Algunos, quizá, admitirán sin dificultad que los Apóstoles y sus sucesores inmediatos tenían de las cosas espirituales un conocimiento más profundo que el corriente entre la masa de fieles que les rodeaban; pero serán pocos, probablemente, los que estén dispuestos a dar un paso más y abandonar el círculo encantado, aceptando los Misterios de la Iglesia primitiva como el depósito de su sagrado saber. Sin embargo, hemos visto a San Pablo cuidando a San Timoteo y dándole instrucciones para que a su vez iniciase a otros que debían oportunamente transferirla para que pasase de mano en mano.
Consta, pues, la provisión de cuatro generaciones sucesivas de maestros, mencionados en las Escrituras mismas, las cuales generaciones sobrevivieron con mucho a los escritores de la Iglesia primitiva que dan testimonio de la existencia de los Misterios; pues de ellos los hay discípulos de los mismos Apóstoles, si bien las declaraciones más terminantes son las de aquellos que se hallan separados de los Apóstoles por un escalón intermedio. Ahora bien; cuando estudiamos los escritos de la Iglesia primitiva, nos encontramos con alusiones que sólo son inteligibles, admitiendo la existencia de los Misterios, y más adelante hallamos declaraciones de que los Misterios existían. Esto debía esperarse, teniendo en cuenta el punto en que el Nuevo Testamento deja la cuestión; pero siempre es satisfactorio ver que los hechos responden a la previsión.

Los primeros testigos son los llamados Padres apostólicos, discípulos de los Apóstoles; pero quedan muy pocas obras suyas, y éstas son discutidas. No habiendo sido escritas con el carácter de controversia, sus declaraciones no son tan categóricas como las de los escritos posteriores. Sus cartas tienen por objeto animar a los creyentes. Policarpo, obispo de Esmirna y discípulo, lo mismo que Ignacio, de San Juan (1), manifiesta confianza en que las personas a quienes se dirige estén bien versadas en las Sagradas Escrituras y en que nada os sea oculto; pero a mí aún no se ha concedido este privilegio" (2), escribe, a lo que parece, antes de obtener la iniciación completa. 

Barnabas habla de comunicar "alguna parte de lo que yo mismo he recibido" (3), y después de exponer la interpretación mística de la Ley, declara que "nosotros, pues, entendiendo rectamente Sus mandamientos, los explicamos como el Señor quería”. (4) Ignacio, obispo de Antioquía y discípulo de San Juan (5) dice de si mismo que "todavía no soy perfecto en Jesucristo, pues comienzo ahora a ser discípulo y os hablo como a mis condiscípulos" (6) , y se refiere a ellos como “iniciados en los misterios del Evangelio por Pablo, el santo, el mártir” (7).

También dice: "¿No podría yo escribiros cosas más llenas de misterio? Temo hacerlo, sin embargo, porque quizá os causara daño, pues no sois más que niños. Perdonad me en este particular, no sea que, incapaces de soportar tan pesada carga, seáis aplastados por ella. Yo mismo, aunque ligado (por Cristo) y capaz de comprender cosas del cielo, las jerarquías angélicas y las diferentes clases de ángeles y huestes, la diferencia entre poderes y dominios y las variedades de tronos y autoridades, el poder de los eones, la preeminencia de querubines y serafines, la sublimidad del Espíritu, el reino del Señor, y sobre todo la incomparable majestad del Dios Omnipotente, aunque versado en estas cosas, sin embargo, estoy muy lejos de ser perfecto y de ser un discípulo como Pablo o Pedro" (8) . 

Este pasaje es interesante, porque demuestra que la organización de las jerarquías celestiales era uno de los asuntos que se enseñaban en los Misterios. Además habla del Sumo Sacerdote, el Hierofante, "que es el encargado del sancta sanctorum y el único a quien se han confiado los secretos de Dios" (9).
Nos encontramos en seguida con San Clemente de Alejandría y con su discípulo Orígenes, los dos escritores de los siglos II y III, que dicen más acerca de los misterios de la Iglesia primitiva. Aunque la atmósfera general está llena de alusiones místicas, estos dos son claros y categóricos en sus declaraciones de que los Misterios eran una institución reconocida.

Ahora bien; San Clemente, que era discípulo de Panteno, habla de éste y de otros dos, que, según conjeturas, eran probablemente Taciano y Teodoto, como "guardianes de la tradición de la bendita doctrina emanada directamente de los Santos Apóstoles Pedro, Santiago, Juan y Pablo" (10), mediando, por tanto, sólo un eslabón entre él y los Apóstoles.

El fue el jefe de la Escuela catequística de Alejandría en el año 189 de nuestra Era, y murió en 220. Orígenes, discípulo suyo, nació en 185, y fue quizá el más sabio de los Padres, y un hombre de la más rara belleza moral. Estos son los testigos de quienes hemos recibido las declaraciones más importantes acerca de la existencia de Misterios definidos en la Iglesia primitiva.

La Stromata o Misceláneas de San. Clemente constituye la fuente de nuestra información acerca de los Misterios en su tiempo. El mismo habla de estos escritos como de una "miscelánea de notas gnósticas con arreglo a la verdadera filosofía" (11); y también loS califica de memorándum de las enseñanzas que él mismo había recibido de Panteno. El pasaje es instructivo: "El Señor... nos permitió comunicar sus Misterios divinos y esa santa luz a aquellos que pueden recibirlos. El no descubrió, ciertamente, a los muchos lo que a los muchos no pertenecía, sino a loS pocos, a quienes él sabía que pertenecían, a los que eran capaces de recibirlos o de amoldarse a ellos. Pero las cosas secretas se confían a la palabra, no a la escritura, como hace Dios. y si alguno dice (12) que está escrito "que nada hay secreto que no deba ser revelado, ni nada oculto que no deba ser descubierto", que sepa también de nosotros que el que oye en secreto, hasta lo secreto le será manifestado. Esto es lo predicho por tal oráculo. 

Y para aquel que es capaz de observar en secreto lo que se le da, será descubierto como verdad lo que está velado; y lo que está oculto a los muchos, aparecerá manifiesto a los pocos. . . Los Misterios se revelan místicamente; lo que se habla puede estar en la boca del que habla; pero más bien que en su voz está en su intención... Estas memorias mías son deficientes si se las compara con aquel espíritu lleno de gracia que tuve el privilegio de escuchar. Pero serán una imagen para representar el arquetipo en la mente de aquel que haya sido tocado con el Tirso." Será oportuno explicar aquí que el Tirso era la vara que llevaban los Iniciados, con la cual tocaban a los candidatos durante la ceremonia de la Iniciación. Tenía un significado místico que simbolizaba la médula espinal y la glándula pineal en los Misterios Menores, y una Vara, conocida de los Ocultistas, en las Mayores. Por tanto, el decir "aquel que fue tocado con el Tirso", era exactamente lo mismo que decir "aquel que fue iniciado en los Misterios." Clemente prosigue: “Nosotros declaramos que no hacemos la explicación completa de las cosas secretas; lejos de esto, sólo suscitamos la memoria de ellas, ya sea porque hemos olvidado algo, ya sea que nos propongamos evitar que se olviden. 

Yo bien sé que muchas cosas se nos han borrado con el transcurso del tiempo, se nos han desvanecido por no estar escritas... Hay, pues, algunas cosas de que no hacemos memoria; ¡el poder de que estaban dotados los hombres benditos era tan grande!"
Este es un caso frecuente entre aquellos que son enseñados por los grandes Seres, porque Su presencia estimula y pone en actividad poderes que están normalmente latentes y que el discípulo no puede despertar si no es ayudado. "Hay también algunas cosas que, desatendidas largo tiempo, al fin se han desvanecido; otras se borran desapareciendo por completo de la mente, por no ser tarea fácil para los inexpertos el retenerlas: éstas las hago revivir en mis comentarios. Algunas cosas omito deliberadamente, haciendo uso de una prudente selección, pues temo escribir lo que me guardo de hablar, no por falta de buena voluntad -lo cual sería culpable- sino por miedo que mis lectores tropiecen, interpretándolas en sentido erróneo; esto equivaldría, como dice el proverbio, a "entregar una espada a un niño". 
Es imposible que lo escrito deje de llegar a manos de alguien, aunque yo no lo publique. Y por más vueltas que se dé a la única voz de la escritura, nada responderá ésta al que le pregunte, más allá de lo escrito; pues se requiere necesariamente la ayuda de alguno, bien sea del que escribió o de otro que haya seguido sus pasos. Algunas cosas apuntará mi tratado; en otras se extenderá; otras apenas serán mencionadas. Hablará imperceptiblemente, mostrará en secreto y demostrará en silencio" (13).

Este pasaje solo basta para probar la existencia de una enseñanza secreta en la Iglesia primitiva. 
Pero no es el único que encontramos. En el capitulo XII de este mismo Libro I, titulado "Los Misterios de la Fe no son para todos", Clemente declara que, pues otros además de los sabios pueden leer su obra, “es forzoso encerrar en un Misterio la sabiduría hablada que enseñó el Hijo de Dios”. 
Se requería lengua purificada en el que hablaba, oídos purificados en el que oía. "Tales eran los obstáculos en el camino de mi escrito. Y aún ahora temo, como vulgarmente se dice, "echar margaritas a puercos, para que las pisoteen y se vuelvan contra nosotros y nos destruyan." Porque es difícil poner de manifiesto las palabras realmente puras y transparentes que se refieren a la verdadera luz, a oyentes groseros y sin instrucción. Apenas podría encontrarse cosa más risible que ésta para las muchedumbres, así como, por el contrario, nada más admirable e inspirador para las naturalezas nobles. Los sabios no profieren con su boca lo que razonan en consejo. "Lo que recibáis al oído -dijo el Señor- proclamad lo en las casas" ; ordenando así adquirir las tradiciones secretas del verdadero conocimiento y explicarlas clara y terminantemente; y conforme se las reciba al oído, transmitirlas a quien es debido. 

Mas no nos ordena comunicar a todos sin distinción el sentido de lo que se le dice en parábolas. Por tanto, sólo consigo en las memorias un bosquejo que contiene la verdad muy esparcida, para que pueda escapar a la penetración de aquellos que recogen las semillas como los grajos; mas si tropiezan con un buen cultivador, cada una de ellas germinará y producirá grano."
Clemente pudo haber añadido que "proclamar en las casas" significaba proclamar o explicar en la asamblea de los Perfectos, de los Iniciados, y en modo alguno predicar en alta voz a la multitud en las calles.

En otra parte dice que los que "todavía son ciegos y mudos, y no tienen entendimiento, ni la visión penetrante y serena del alma contemplativa. . . deben permanecer fuera del coro divino. . . Por lo cual, conforme al método de ocultación, la Palabra realmente sagrada y divina, la más necesaria para nosotros, guardada en la urna de la verdad, se señalaba por los egipcios en lo que ellos llamaban el adyta y por los hebreos en el velo. Sólo a lo consagrados. . . les era dado penetrar allí. Platón también consideró ilícito que "los impuros tocasen lo puro." De aquí que las profecías y oráculos se expongan en enigmas, y que los Misterios no sean manifestados libremente a todos sin distinción, sino sólo después de ciertas purificaciones e instrucciones previas" (14). Después discurre largamente sobre los símbolos, explicando los pitagóricos, los hebreos y los egipcios (15), y luego observa que el hombre ignorante y sin instrucción no los comprende. "Pero los gnósticos los entienden. 

Por tanto, no conviene que todas las cosas sean expuestas sin discreción a todos indistintamente, ni que los beneficios de la sabiduría sean comunicados a los que ni aun en sueños han sido purificados en el alma (pues no es permitido transmitir al primero que llega lo que se ha adquirido con tan penosos esfuerzos); ni son los Misterios de la Palabra para ser entregados al profano." Los pitagóricos y Platón, Zenón y Aristóteles tenían enseñanzas exotéricas y esotéricas. Los filósofos establecieron los Misterios; pues "¿no era más beneficioso para la santa y bendita contemplación de las verdades el que permaneciesen ocultas?" (16). 

Los Apóstoles también probaban el "que se velasen los Misterios de la Fe", "pues hay una instrucción para los perfectos", aludida en la Epístola a los Colosenses, I, 9-11 y 25-27. "Así, pues, de una parte están los Misterios que permanecieron ocultos hasta el tiempo de los Apóstoles, y que fueron transmitidos por ellos conforme los recibieron del Señor, los cuales, velados en el Antiguo Testamento, fueron manifestados a los santos. Y de otra parte están "las riquezas de la gloria del misterio en los gentiles", que es fe y esperanza en Cristo; a lo que él llamó en otro lugar el "cimiento." Cita a San Pablo para demostrar que este "conocimiento no pertenece a todos", y dice, refiriéndose a la Epístola a los Heb., V y VI, que "había ciertamente entre los hebreos algunas cosas reveladas que no estaban escritas"; y luego se refiere a San Barnabas, quien dice de Dios "que ha puesto en nuestros corazones la sabiduría y el entendimiento de Sus secretos", y añade que "a pocos es dado el comprender estas cosas", mostrando así un "rasgo de la tradición gnóstica." "Por lo que la instrucción que revela las cosas ocultas es llamada iluminación; pues solamente el maestro levanta la tapa del arca " (17) . Más adelante, refiriéndose a San Pablo, comenta su indicación a los romanos de que él "llevará con abundancia la bendición de Cristo" (18), y añade que así designa él "el don espiritual y la interpretación gnóstica, que, entretanto, desea participarles de palabra como "la plenitud de Cristo, según la revelación del Misterio, sellado desde tiempos eternos, y ahora manifestado por las Escrituras proféticas . . .” , (19) . Pero sólo a pocos de ellos es mostrado lo que son esas cosas contenidas en los Misterios.


Con razón, pues, dice Platón en las epístolas, tratando de Dios: "Nosotros estamos obligados a hablar en enigmas, a .fin de que, si la tableta viene a caer, por cualquier accidente marítimo o terrestre, en poder de alguno, permanezca ignorante el que lea" (20).
Después de un maduro examen de los escritores griegos y de una detenida investigación filosófica, declara San Clemente que la Gnosis "comunicada y revelada por el Hijo de Dios, es sabiduría. . . y la Gnosis misma es lo que, de unos en otros, ha llegado hasta unos pocos, transmitida por los Apóstoles, sin consignarla en escritura alguna” (21). Hace San Clemente una extensa relación de la vida del Gnóstico, el Iniciado, y termina diciendo: "Basta lo dicho para los que tienen oídos; pues no es necesario descubrir el misterio, sino sólo indicar lo suficiente para que lo perciban aquellos que participan del conocimiento" (22) .

Considerando San Clemente la Escritura formada de alegorías y de símbolos para que permanezca oculto su sentido, a fin de estimular la investigación y de preservar al ignorante del peligro (23) , limita la instrucción superior a los sabios, como era natural. "Nuestros gnósticos han de ser profundamente instruidos" (24), dice. "Ahora bien, los gnósticos deben ser eruditos" (25). Los que habían adquirido aptitud por una educación previa, podían penetrar el conocimiento más profundo; pues, aunque "un hombre puede ser creyente sin instrucción, así también afirmamos que es imposible que un hombre sin instrucción pueda comprender las cosas que se declaran en la fe" (26). "Algunos que se consideran naturalmente dotados, no quieren aprender ni la filosofía ni la lógica, y aun más, ni siquiera la ciencia natural. Piden solamente la fe desnuda. . . Así también llamo verdaderamente instruido a aquel que todo lo somete a la piedra de toque de la verdad, de suerte que extrayendo lo que hay utilizable en la geometría, en la música, en la gramática y en la misma filosofía, pone su fe a cubierto de todo género de asaltos. . .
¡Cuán necesario es para el que desea participar del poder de Dios, tratar los asuntos intelectuales filosóficamente!" (27).

"El gnóstico se aprovecha de las ramas del saber como ejercicios auxiliares preparatorios" (28). ¡Tan lejos estaba San Clemente de pensar que la enseñanza del cristianismo podía ajustarse a la ignorancia de las gentes que carecían de instrucción! “El que esté versado en todo linaje de sabiduría será preeminentemente un gnóstico" (29) . Así, al paso que daba la bienvenida al ignorante y al pecador, y encontraba en el Evangelio lo que respondía a sus necesidades, consideraba que sólo los instruidos y los puros eran candidatos a propósito para los Misterios. "El Apóstol llama a la fe común el cimiento, y algunas veces la leche (30), distinguiéndola así de la perfección gnóstica"; sobre ese cimiento debía construirse el edificio de la Gnosis, y al alimento de los niños debía sustituir el de los hombres. No había dureza ni desprecio alguno en la distinción que hacía, sólo sí el reconocimiento sabio y reposado de los hechos.

Aun el candidato bien preparado, el discípulo instruido y educado, podía únicamente alimentar esperanzas de avanzar paso a paso en las profundas verdades reveladas en los Misterios. Esto aparece claramente en sus comentarios sobre la visión de Hermes, en los cuales hace asimismo algunas alusiones sobre los métodos para leer las obras ocultas. "¿No le dio también el Poder que apareció a Hermes en la Visión, en la forma de la Iglesia, el libro que ella deseaba hacer conocer a los elegidos, para que lo transcribiese? y, según él dice, lo transcribió a la letra, sin encontrar el modo de completar las sílabas. Lo que significaba que la Escritura es clara para todos, leída en su sentido vulgar, y que ésta es la fe que ocupa el lugar de los rudimentos. De aquí también el empleo de la expresión figurada "leyendo conforme a la letra", al paso que, según sabemos, la declaración gnóstica de las Escrituras, cuando la fe ha alcanzado una posición avanzada, se halla en la lectura con arreglo a las silabas. . . 

Ahora bien: que el Salvador enseñó a los Apóstoles la interpretación oral de lo escrito (las escrituras) es cosa que también se nos ha transmitido, impreso por el poder de Dios en corazones nuevos, conforme a la renovación del libro. Así, los griegos de mayor reputación dedican el fruto del granado a Hermes, de quien dicen ellos que es lenguaje, por razón de interpretarlo, pues el lenguaje encubre mucho. . . Por tanto, no sólo es tan difícil adquirir la verdad a los que leen sencillamente, sino que, según demuestra la historia de Moisés, aun a los que tienen la prerrogativa de su conocimiento, no les es concedido el contemplarla inmediatamente. Hasta que nos acostumbremos a fijar la mirada, como los hebreos en la gloria de Moisés, y como los profetas de Israel en la visión de los Ángeles, no seremos nosotros capaces de mirar frente a frente los esplendores de la verdad" (31).

Podríamos hacer mayor número de citas, pero bastan las consignadas para dejar establecido el hecho de que San Clemente conocía los Misterios de la Iglesia, habiendo sido iniciado en ellos, y que escribió para instrucción de los que, a su vez, fueren iniciados en los mismos.
El siguiente testigo es su discípulo Orígenes, aquella luz, resplandeciente entre todas, por su sabiduría, su valor, su santidad, su devoción, su mansedumbre y su celo, cuyas obras siguen siendo minas de oro de donde el estudiante puede extraer tesoros de conocimiento.
En su famosa controversia con Celso, los ataques dirigidos al Cristianismo le pusieron en el caso de defender la posición cristiana con frecuentes referencias a las enseñanzas secretas (32).

Había alegado Celso, como punto de ataque, que el Cristianismo era un sistema secreto. Orígenes lo refuta diciendo que, si bien ciertas doctrinas eran secretas, muchas otras eran públicas, y que este sistema de enseñanza, exotérico y esotérico a la vez, adoptado por Cristianismo, era también de uso general entre los filósofos. El lector debe observar en el pasaje que sigue, la diferencia entre la resurrección de Jesús, considerada desde el punto de vista histórico, y el “misterio de la resurrección”:
"Además, puesto que él (Celso) llama frecuentemente a la doctrina cristiana un sistema secreto (de creencias), debemos impugnar este punto también, pues casi todo el mundo está más versado en lo que predican los cristianos que en las opiniones favoritas de los filósofos. Porque, ¿quién hay que ignore la declaración de que Jesús nació de una virgen, y que fue crucificado, y que su resurrección es un artículo de fe para muchos, y que se anuncia la celebración de un juicio general, en el cual los malos serán castigados, conforme lo merezcan, y los buenos serán debidamente recompensados? y, sin embargo, el Misterio de la resurrección, por no ser comprendido, se convierte para los incrédulos en objeto de ludibrio. En tales circunstancias, el hablar de la doctrina cristiana como sistema secreto, es del todo absurdo. Mas el que deba haber ciertas doctrinas, no dadas a conocer a la multitud, las cuales son (reveladas) después de enseñadas las exotéricas, no es cosa peculiar del Cristianismo solo, sino que corresponde también a los sistemas filosóficos, en donde unas verdades son exotéricas y otras esotéricas. Algunos de los oyentes de Pitágoras se contentaban con su ipse dixit, mientras que a otros se enseñaba en secreto aquellas doctrinas que no se consideraban propias para ser comunicadas a oídos profanos y no preparados. Por otra parte, no por ser mantenidos en el secreto los Misterios celebrados en toda la Grecia y en los países bárbaros, han sufrido descrédito alguno; así, pues, en vano trata él de calumniar las doctrinas secretas del Cristianismo, dado que no comprende exactamente su naturaleza" (33).

Es imposible negar que en este importante pasaje coloca Orígenes, de un modo claro, los Misterios Cristianos en la misma categoría que los del mundo pagano, y reclama el que no se convierta en asunto de ataque contra el Cristianismo lo que no se considera como un descrédito para otras religiones.

Continuando su polémica con Celso, declara que las enseñanzas secretas de Jesús fueron conservadas en la Iglesia; y al contestar a la comparación que hace Celso de "los Misterios internos de la Iglesia de Dios" con el culto egipcio de los animales, se refiere en particular a las explicaciones que dio aquél a sus discípulos acerca de sus parábolas. "No he hablado todavía de la observancia de todo lo que está escrito en los Evangelios, cada uno de los cuales contiene mucha doctrina difícil de comprender, no solamente para la multitud, sino aun para los más inteligentes, en lo cual hay que incluir una profundísima explicación de las parábolas que Jesús predicó a "los de fuera", de cuyo significado reservaba la exposición completa para aquellos que habían dejado atrás la etapa de la enseñanza esotérica y acudían a él privadamente en la casa. Y cuando se llegue a comprender esto, será de admirar la razón por qué se dice que algunos están "fuera" y otros "en la casa" (34).

Se refiere también con precaución a la "montaña" que ascendió Jesús, de la cual descendió para ayudar a "los que no podían seguirle hasta donde iban sus discípulos" (35). Se aludía a "la Montaña de la Iniciación", frase mística muy conocida, pues Moisés hizo también el tabernáculo con arreglo al modelo "que se le enseñó en la montaña" (36). Más adelante vuelve Orígenes a hacer referencia a lo mismo, al decir que, cuando Jesús estaba en la "Montaña", se mostró en su apariencia real muy diferente de como lo veían los que no podían "seguirle a lo alto" (37).

Del propio modo observa Orígenes en su comentario del Evangelio de Mateo, Cap. XV, y al ocuparse en el episodio de la mujer siro-fenicia: "Y quizá también entre las palabras de Jesús las hay que puedan darse a modo de panes sólo a los más racionales, como a hijos; y otras, cual si fueran mendrugos de la gran casa y de la mesa de los bien nacidos,
que podrán ser empleadas por algunas almas a manera de perros”.

Lamentándose Celso de que los pecadores fuesen llevados al seno de la Iglesia, contesta Orígenes que la Iglesia tenía medicinas para los que estaban enfermos, así como el estudio y el conocimiento de las cosas divinas para los que disfrutaban de salud. A los pecadores se enseñaba a no pecar, y sólo cuando se veía que habían progresado y que se habían "purificado por el Verbo", "entonces, y no antes, los invitamos a participar de nuestros Misterios. Porque nosotros hablamos la sabiduría entre aquellos que son perfectos" (38) .

Los pecadores acuden para curarse: "Pues hay ayudas en la divinidad del Verbo para sanar los enfermos. . . Otras hay también que exhiben a los puros de alma y cuerpo la "revelación del Misterio", que se mantuvo secreto desde el principio del mundo, pero que ahora se ha hecho manifiesto por los escritos de los profetas y por la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual aparición es patente a todos los perfectos, e ilumina su razón para el verdadero conocimiento de las cosas" (39). Tales apariciones de seres divinos se verificaban, como hemos visto, en los Misterios paganos, y los de la Iglesia tuvieron a su vez iguales gloriosos visitantes. "Dios el Verbo", dice, "fue enviado como médico para los pecadores, y como instructor de los Misterios Divinos para los que están ya purificados y no pecan más (40). "La sabiduría no penetrará en el alma de un hombre bajo, ni morará en un cuerpo sumido en el pecado"; por tanto, estas enseñanzas más elevadas se dan sólo a los "atletas de la piedad y de todas las virtudes."

Los cristianos no admitían a los impuros a este conocimiento, sino que decían: "Quienquiera que tenga manos limpias y, por tanto, eleve a Dios manos santas. . . venga a nosotros. . .quienquiera que esté puro, no sólo de toda suciedad, sino también de lo que se considera como transgresiones menores, sea abiertamente iniciado en los Misterios de Jesús, que sólo se dan a conocer con propiedad a los santos y a los puros." Por esto, antes que empezase la ceremonia de la Iniciación, el Hierofante, que era aquel que actuaba como Iniciador con arreglo a los preceptos de Jesús, hacía la proclamación significativa "a los que han sido purificados en su corazón: Que aquel cuya alma no ha tenido conciencia de mal alguno en mucho tiempo, especialmente desde que se entregó
a la purificación del Verbo, oiga las doctrinas que fueron expuestas por Jesús a Sus discípulos genuinos en privado."

Esta era la entrada en la “iniciación de los sagrados Misterios para los que estaban ya purificados” (41). Sólo éstos podían aprender las realidades de los mundos invisibles; sólo ellos podían entrar en los sagrados recintos, en donde, como antaño, eran ángeles los instructores, y en donde el conocimiento se comunicaba por medio de la vista además de la palabra. Es imposible que deje de llamar la atención la diferencia de tono entre estos cristianos y sus modernos sucesores. Para aquellos, la pureza perfecta de vida, la práctica de la virtud, el cumplimiento de la Ley divina en todos los pormenores de la conducta externa, la completa rectitud eran -lo mismo que para los paganos-, sólo el principio del sendero en lugar del bien. En los tiempos actuales se considera que la religión ha logrado gloriosamente su objeto, cuando ha formado al Santo; en los tiempos primitivos dedicaba sus elevadas energías a los Santos, y cogiendo a los puros de corazón, los conducía a la Visión Beatífica.

De nuevo se hace patente este mismo hecho de la enseñanza secreta, cuando discute Orígenes los argumentos de Celso sobre la cordura de sostener las costumbres de abolengo, que se fundaban en la creencia de que "las diversas partes de la tierra fueron asignadas desde el principio a distintos Espíritus directores, quedando así distribuidas entre ciertos Poderes gobernantes, en cuya forma se llevaba el gobierno del mundo" (42).

Después de censurar Orígenes las deducciones de Celso, prosigue: "Pero como creemos probable que este tratado caerá en manos de algunos de los que están acostumbrados a investigaciones más profundas, nos aventuraremos a exponer algunas consideraciones más hondas, que encierran una perspectiva mística y secreta respecto a la distribución original de las varias partes de la tierra entre diversos Espíritus directores" (43). Dice que Celso no comprendió los motivos más profundos del arreglo de los asuntos terrestres, de los cuales da razón la misma historia de Grecia. Cita luego el Deuteronomio, XXXII, 8-9: "Cuando el Altísimo dividió las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los términos de los pueblos conforme al número de los Ángeles de Dios; y la parte del Señor fue su pueblo Jacob, o Israel la cuerda de su heredad." Esta es la versión de los Setenta, no la de la traducción inglesa autorizada, pero es muy significativo que la denominación del "'Señor" se considerara correspondiente sólo al Ángel Gobernador de los judíos, y no al "Altísimo", esto es, a Dios. Este concepto ha desaparecido por ignorancia, y de aquí la impropiedad de muchas declaraciones relativas al "Señor", al ser aplicadas al " Altísimo", como, por ejemplo, la consignada en el libro de los Jueces, I, 19.

Después refiere Orígenes la historia de la Torre de Babel, y continúa diciendo: "Más sobre estos asuntos muy místicos puede decirse, con lo cual tiene relación lo siguiente: "Es conveniente tener secreto de rey", Tobías, XII, 7, a fin de que la doctrina de la entrada de las almas en los cuerpos (no la de la trasmigración de un cuerpo a otro) no pueda ponerse delante de las inteligencias vulgares, ni lo que es santo sea echado a los perros, ni las margaritas a los puercos. Pues tal proceder sería impío y equivalente a hacer traición a las declaraciones misteriosas de la sabiduría de Dios. . . Basta, sin embargo, presentar en la forma de una narración histórica lo que se desea que contenga un significado secreto bajo el ropaje de la historia, para que los que son capaces, puedan
desentrañar por sí mismos lo que se relaciona con el asunto" (44). Luego desarrolla más extensamente el relato de la Torre de Babel y dice: "Ahora bien, si alguno tiene capacidad para ello, entienda que lo que asume la forma de historia, contiene algunas cosas que son literalmente verdad, al paso que encierra un significado más profundo. . ." (45).

Después de esforzarse en demostrar que el "Señor" era más poderoso que los otros Espíritus directores de las diferentes partes del mundo, y que sometió a su pueblo a la penalidad de vivir bajo el dominio de los otros poderes, reclamándolo luego en unión de todas las naciones menos favorecidas que podían ser redimidas, Orígenes concluye diciendo: "Según hemos observado anteriormente, debe entenderse que hacemos estas indicaciones con un significado oculto para señalar el error de los que aseguran. . .” (46) como hizo Celso.

Indica Orígenes que "el objeto del Cristianismo" es que nos hagamos sabios" (47), y luego prosigue: "Si leéis los libros escritos después del tiempo de Jesús, veréis que aquellas multitudes de creyentes que oyen las parábolas, están por decirlo así, "fuera", y sólo son dignas de las doctrinas esotéricas, al paso que los discípulos aprenden en privado la explicación de las parábolas. Pues privadamente mostraba Jesús todas las cosas a sus discípulos, estimando como superiores a la multitud a los que deseaban conocer su sabiduría. Y promete a los que creen en El, enviarles hombres sabios y escribas. . . También Pablo, en el catálogo de "Charismata", suministrado por Dios, colocó en primer término "el Verbo de Sabiduría"; en segundo, como inferior a ella, "la palabra de conocimiento"; mas en tercero, y aun debajo, "la fe". Y como consideraba "el Verbo" superior a los poderes milagrosos, coloca por ende "el obrar milagros" y "los dones curativos" en lugar inferior a los dones del Verbo (48).

El Evangelio ayudaba ciertamente al ignorante, "pero el haber sido educado, el haber estudiado las mejores opiniones y el ser sabio no son impedimentos para el conocimiento de Dios, sino por el contrario, una ayuda" (49). Por lo que hace a los no inteligentes, "trato de hacerlos adelantar cuanto puedo, si bien no desearía construir la comunidad cristiana con semejantes materiales. Pues busco con preferencia a los más hábiles y agudos, porque son capaces de comprender el significado de las sentencias difíciles" (50) . Aquí vemos francamente determinada la antigua idea cristiana de completo acuerdo con las consideraciones expuestas en el Cap. I de este libro. El ignorante tiene puesto en el Cristianismo, mas éste no fue destinado para ellos solamente, sino que tiene también enseñanzas profundas para los "hábiles y agudos."

En consideración a éstos hace un trabajo ímprobo para demostrar que las Escrituras judías y cristianas tienen significados secretos, ocultos bajo el velo de narraciones cuyo sentido externo las hace tan repelentes como absurdas; y así alude a la serpiente y al árbol de la vida y "a las demás declaraciones subsiguientes, las cuales podrían conducir por sí mismas, aún al más cándido lector, a la creencia de que todas estas cosas tienen, no sin razón, un significado alegórico" (51). Destina muchos capítulos a estos significados alegóricos y místicos, ocultos detrás de las palabras del Antiguo y Nuevo Testamento, y declara que Moisés y los egipcios producían historias cuyo sentido era secreto (52). "El que lee ingenuamente las narraciones" -este es el canon general de interpretación de Orígenes- "y desea además prevenirse contra el error a que ellas pudieran inducirle, deberá ejercitar su juicio, tratando de distinguir a qué declaraciones debe prestar su asentimiento, y cuáles debe aceptar en sentido figurado, y procurar descubrir la intención de los autores de tales invenciones, para hacerse cargo de las manifestaciones en que no debe creer, por haber sido escritas para satisfacción de determinadas personalidades solamente. y hemos dicho esto por vía de anticipación a toda la historia referida en los Evangelios acerca de Jesús" (53). Una gran parte de su Libro Cuarto está dedicada a poner en claro las explicaciones místicas de los relatos de las Escrituras. 

El que desee conocer el asunto debe leerlo. En el libro De Principiis expone Orígenes, como enseñanza corriente en la Iglesia, "que las Escrituras fueron redactadas por el Espíritu de Dios, y que tienen, no sólo el sentido que a primera vista parece, sino también otro que se escapa a la observación de la mayor parte de la gente. Pues aquellas palabras que están escritas, son las formas de ciertos Misterios, e imagen de cosas divinas. Respecto de lo cual existe la opinión en toda la Iglesia de que la totalidad de la leyes ciertamente espiritual; pero que el significado espiritual que la ley encierra no es conocido de todos sino sólo de aquellos a quienes es concedida la gracia del Espíritu Santo por medio de la palabra de sabiduría y conocimiento" (54). Los que recuerden lo ya citado, verán en la "palabra sabiduría" y en la "palabra de conocimiento", las dos instrucciones místicas típicas: la espiritual y la intelectual.

En el libro cuarto De Principiis, explica Orígenes a la larga su manera de ver a propósito de la interpretación de la Escritura. Tiene un "cuerpo", que es el sentido común e histórico; un "alma", el sentido figurado que hay que descubrir con el ejercicio del intelecto; y un "espíritu", el significado íntimo y divino, que sólo pueden conocer los que tienen "la mente de Cristo". Considera que se han introducido en la historia cosas incongruentes e imposibles, para estimular al lector inteligente y obligarle a buscar una explicación más profunda, al paso que la gente sencilla continuará leyendo sin apreciar las dificultades (55).

El cardenal Newman, en su libro Arians of the Fourth Century, hace algunas observaciones interesantes sobre la Disciplina Arcani; pero con el escepticismo profundamente arraigado del siglo XIX, no pudo creer por completo en las "riquezas de la gloria del Misterio", o, lo que es más probable, no concibió, ni por un momento, la posibilidad de la existencia de realidades tan espléndidas. Era él, sin embargo, un creyente en Jesús, y las promesas de Jesús fueron claras y definidas: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Aun un poquito de tiempo y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, y vosotros también viviréis.
En ese día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros" (56). La promesa fue ampliamente cumplida, pues El vino a ellos y los instruyó en Sus Misterios; entonces le vieron ellos, aunque el mundo no le vio más, y reconocieron a Cristo en sí mismo y la vida de Cristo como la suya propia.

El cardenal Newman confiesa la existencia de una tradición secreta transmitida por los Apóstoles, pero la cree constituida por las doctrinas cristianas divulgadas más tarde, olvidándose de que aquellos de quienes se había declarado que no eran todavía aptos para recibirla, no eran paganos, ni aun siquiera catecúmenos que estuviesen sometidos a instrucción, sino individuos que comulgaban plenamente dentro de la Iglesia Cristiana. De aquí que declare que esta tradición secreta fue más tarde "autorizadamente divulgada y perpetuada en forma de símbolos", incorporándose la "en los credos de los primitivos Concilios" (57). Pero como las doctrinas de los credos se encuentran claramente expresadas en los Evangelios y en las Epístolas, tal posición es completamente insostenible, pues todas ellas habían sido ya predicadas al mundo en general, y los miembros de la Iglesia estaban ciertamente bien instruidos en todas. Las repetidas declaraciones sobre el secreto pierden, pues, todo sentido, si se las explica de este modo. El cardenal dice, sin embargo, que lo que "no se haya hecho auténtico de este modo, ya se trate de informaciones proféticas, ya de comentarios sobre los pactos hechos por Dios con el hombre, está, por las circunstancias del caso, perdido para la Iglesia" (58). Esto es muy probable, y de hecho mucha verdad en lo que se refiere a la Iglesia, mas no por eso ha de considerarse imposible el adquirir de nuevo su posesión.

Comentando a Ireneo, que en su obra Contra las Herejías sostiene con gran empeño la existencia de una Tradición Apostólica en la Iglesia, el cardenal escribe: "Pasa él luego a hablar de la claridad y evidencia de las tradiciones conservadas en la Iglesia, como informadoras de la verdadera sabiduría de los perfectos de que habla San Pablo, y que los Gnósticos pretendían poseer. Y, a la verdad, aun sin pruebas formales de la existencia de una tradición apostólica y de su autoridad en los tiempos primitivos, es claro que ha debido existir una tradición, dado que los Apóstoles hablaban, y que sus amigos conservaban su recuerdo, como acontece a los demás hombres.

Es de todo punto inconcebible que no se hubiesen considerado en el caso de ordenar la serie de doctrinas reveladas de modo más sistemático que como las consignaron en las Escrituras, desde el momento en que sus convertidos se vieron expuestos a los ataques y falsedades de los herejes, a no ser que les estuviese prohibido hacerlo: suposición que no puede sostenerse.

Sus declaraciones, de tal manera producidas, se habrían conservado seguramente en unión de esas otras verdades secretas, pero menos importantes, a que San Pablo parecía aludir, y que, poco o mucho, reconocen los escritores primitivos, ya sea como concernientes a los tipos de la Iglesia Judía, ya sea como relativas a la suerte futura de la Cristiana. y semejantes recuerdos de la enseñanza apostólica serían evidentemente obligatorios para la fe de los que fueron instruidos en ellos, a menos que se suponga que, aunque provenían de instructores inspirados, no eran de origen divino" (59). En una parte de la sección que trata del método alegórico, escribe, refiriéndose al sacrificio de Isaac, etcétera, como "típico de la revelación del Nuevo Testamento": "Para corroborar esta observación, hay que hacer presente que parece haber habido (60) en la Iglesia una explicación tradicional de estos tipos históricos, proveniente de los Apóstoles pero conservada entre las doctrinas secretas, como peligrosa para la mayor parte de los oyentes; y por cierto que en la Epístola a los hebreos nos ofrece San Pablo un ejemplo de tal tradición, tanto por lo existente como por lo secreto (aunque se demuestre que es de origen judía), cuando deteniéndose primero e inquiriendo la fe de sus hermanos, les comunica, no sin vacilación, el propósito evangélico del relato de Melquisedec, al ser introducido en el libro del Génesis" (61).

Las convulsiones sociales y políticas que acompañaron la muerte del Imperio Romano, comenzaron a trabajar su enorme fábrica, y hasta los cristianos mismos se vieron envueltos en el torbellino de intereses egoístas puestos en lucha. Aún entonces encontramos referencias aisladas de enseñanzas especiales que se transmitían a los jefes e instructores de la Iglesia: conocimiento de las jerarquías celestes, instrucciones dadas por ángeles y otras por el estilo. Pero la falta de discípulos aptos fue causa de que los Misterios dejasen de tener la existencia de una institución conocida del público, y de que la enseñanza se diese cada vez con mayor sigilo a las almas más y más raras que, por su instrucción, devoción y pureza, se mostraban capaces de recibirla. Ya no se encontraban escuelas donde se diesen las enseñanzas preliminares, y con la desaparición
de éstas "se cerró la puerta."

Sin embargo, pueden rastrearse en el Cristianismo dos corrientes, cuyo origen eran los desvanecidos Misterios. Era una la corriente de instrucción mística, que emanaba de la Sabiduría, de la Gnosis, comunicada en los Misterios; la otra era la corriente de contemplación mística que formaba igualmente parte de la Gnosis, y que llevaba al éxtasis, a la visión espiritual. Empero divorciada esta última del conocimiento, rara vez alcanzaba el verdadero éxtasis, y tendía a extraviarse en el tumulto de las' regiones inferiores de los mundos invisibles, o a perderse en medio de la multitud abigarrada de las formas sutiles suprafísicas, asequibles como apariencias objetivas a la visión interna -prematuramente forzada por los ayunos, las vigilias y la atención intensa-, pero nacidas en gran parte de las emociones y pensamientos del vidente. Aun cuando las formas observadas no fuesen pensamientos exteriorizados, veíanlas a través de una atmósfera con torcida de ideas y creencias preconcebidas, razón por la cual no ofrecían la debida confianza. Esto no obstante, algunas de las visiones eran realmente de asuntos celestiales; Jesús se aparecía verdaderamente de vez en cuando a sus fervientes adoradores, y en ocasiones los ángeles iluminaban con su presencia las celdas de los monjes de ambos sexos y las soledades de los que se entregaban al arrobamiento y de los que pacientemente buscaban a Dios. El negar la posibilidad de tales hechos sería asestar golpes a la raíz misma de "las más firmes creencias" de todas las religiones, de las cuales también participan, por sus conocimientos, todos los Ocultistas: la comunicación entre los espíritus sumidos en la carne y aquellos otros más sutilmente revestidos; el contacto de mente con mente a través de las barreras de la materia; la manifestación de la Divinidad que anida en el hombre; la certidumbre de una vida más allá de las puertas de la muerte.

Echando una mirada sobre los pasados siglos, no encontramos época alguna en que el Cristianismo haya estado totalmente privado de misterios. "Probablemente hacia el final
del siglo quinto, en los momentos en que la filosofía antigua desaparecía de las escuelas de Atenas, fue cuando la filosofía especulativa del neoplatonismo hizo su morada definitiva en el pensamiento cristiano, mediante las falsificaciones literarias del Pseudo-Dionisio. Las doctrinas del Cristianismo estaban por aquel entonces tan firmemente establecidas, que la Iglesia podía contemplar sin inquietudes cualquiera interpretación mística o simbólica de ellas. El autor de la Theologica Mystica y de las demás obras que llevan el nombre del Areopagita, procede, pues, a desarrollar las doctrinas de Proclo, con muy ligeras modificaciones, dentro de un sistema de Cristianismo esotérico. Dios es el Uno que no tiene nombre, que está sobre toda esencia y aun por encima de la bondad misma. De aquí que la "teología negativa", que sube de la criatura a Dios, abandonando uno tras otro todos los atributos determinados, nos conduzca más cerca de la verdad. La vuelta a Dios es la consumación de todas las cosas y la meta indicada por las enseñanzas cristianas. Estas mismas doctrinas fueron predicadas con más fervor eclesiástico por Máximo el Confesor (580-622). Máximo representa acaso la última actividad especulativa de la Iglesia griega; pero la influencia de los escritos del Pseudo-Dionisio fue transmitida a Occidente en el siglo noveno por Erigena, de cuyo espíritu especulativo toman su origen tanto el escolasticismo como el misticismo de la Edad Media. Erigena tradujo a Dionisio al latín, juntamente con los comentarios de Máximo, y su sistema se funda esencialmente sobre el de aquellos. 

La teología negativa es adoptada, y se declara que Dios es un Ser sin predicados, por encima de todas las categorías, y, por tanto, no impropiamente se le llama Nada (esto es, Ninguna Cosa). De esta Nada o esencia incomprensible surge eternamente la creación del mundo de las ideas o causas primordiales. Este es el Verbo o el Hijo de Dios, en quien existen todas las cosas, en tanto y en cuanto tienen existencia substancial. Toda existencia es una teofanía, y ,así como Dios es principio de todas las cosas, asimismo es su fin. Erigena enseña la restitución de todas las cosas bajo la forma de la adunatio o deificatio de Dionisio.

Estos son los contornos permanentes de lo que puede llamarse la filosofía del misticismo de los tiempos cristianos; y es de notar la poca variación con que son repetidos de una en otra edad" (62).
En el siglo once Bernardo de Clairvaux (1091-1153) y Hugo de San Víctor prosiguieron la tradición mística, así como Ricardo de San Víctor en el siglo siguiente, y San Buenaventura, el Doctor Seráfico, y el gran Santo Tomás de Aquino ( 1227 -1274 ) en el siglo trece. Tomás de Aquino dominó la Europa de la Edad Media, no menos por la fuerza de su carácter que por su sabiduría y piedad. Confirma la "Revelación" como una fuente de conocimiento, de la cual son la tradición y la Escritura los canales por donde discurre; la influencia del Pseudo-Dionisio, notoria en sus escritos, lo liga a los neoplatónicos. La segunda fuente es la Razón, y sus canales, la filosofía platónica y el sistema de Aristóteles: esta última una no buena alianza que hizo el Cristianismo, pues Aristóteles vino a ser un obstáculo para el avance del pensamiento más elevado, como se hizo manifiesto en las luchas de Giordano Bruno el pitagórico. Tomás de Aquino fue canonizado en 1323 ; y aun hoy es este gran domínico el tipo de la unión entre la teología y la filosofía, que fue la aspiración de su vida. Todos ellos pertenecen a la gran Iglesia de la Europa Occidental, y sostuvieron el derecho de aquella a ser considerada como transmisora de la sagrada antorcha del saber místico. 

Alrededor de ella surgieron también muchas sectas, calificadas de heréticas, y que profesaban, sin embargo, tradiciones verdaderas de la enseñanza secreta; los Cátaros y otros muchos fueron perseguidos por una Iglesia celosa de su autoridad y temerosa de que las perlas santas cayesen en manos profanas. En el mismo siglo también brilló Santa Isabel de Hungría por su dulzura y pureza, en tanto que Eckhart (1260-1329) da muestras de ser digno heredero de la escuela alejandrina. Eckhart enseñó que "La Deidad suprema es la Esencia absoluta (Wesen), incognoscible, no sólo para el hombre, sino para sí misma; es tinieblas y absoluta indeterminación: Nicht, en contraposición a Icht, o existencia definida incognoscible. Sin embargo, es la potencialidad de todas las cosas; y su naturaleza, a través de un proceso triádico, alcanza la conciencia de sí misma como Dios trino.
La creación no es un acto temporal, sino una necesidad eterna de la naturaleza divina. Eckhart se complace en decir:
"Yo soy tan necesario a Dios, como Dios me es necesario a mí. Dios se conoce y se ama a sí mismo en mi conocimiento y en mi amor" (63).

En el siglo catorce siguieron a Eckhart, Juan Tauler y Nicolás de Basel, "el Amigo de Dios en la Tierra". De ellos tomó origen la Sociedad de los Amigos de Dios, verdaderos
místicos y seguidores de la tradición antigua. Mead hace notar que Tomás de Aquino, Tauler y Eckhart siguieron al Pseudo-Dionisio, quien había seguido a Plotino, Jámblico y Proclo, los cuales habían seguido a su vez a Platón y a Pitágoras (64). Así están eslabonados los secuaces de la Sabiduría de todas las edades. Un "Amigo" fue probablemente el autor de Die Deutsche Theologie, libro de devoción mística que tuvo la curiosa suerte de ser aprobado por Staupitz, el Vicario General de los Agustinos, quien lo recomendó a Lutero, el cual lo aprobó también y lo publicó en 1516, como libro que debía colocarse en lugar inmediato a la Biblia y a los escritos de San Agustín de Hipona. Otro "Amigo" fue Ruysbroeck, a cuya influencia con Groot fue debida la fundación de los Hermanos de la Suerte Común o de la Vida Común, sociedad que será por siempre memorable, por contar entre sus miembros a aquel príncipe de los místicos, Tomás de Kempis (1380-1471), el autor de la inmortal Imitación de Cristo.

El aspecto intelectual del misticismo se exhibe en los dos siglos siguientes con más vigor que el estático -tan dominante en aquellas sociedades del siglo catorce- y aparecen el cardenal Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, el mártir caballero andante de la filosofía, y Paracelso, el muy calumniado sabio, que derivó sus conocimientos, no de los canales griegos sino de la fuente directa original de Oriente.

El siglo décimo sexto vio nacer a Jacobo Bohme (1575-1624), el "inspirado chapucero", de cierto, un Iniciado en la oscuración, cruelmente perseguido por gentes incultas. Después apareció Santa Teresa, la muy oprimida y paciente mística española, y San Juan de la Cruz, llama viva de intensa devoción, y San Francisco de Sales. Sabia fue Roma al canonizarlos, más sabia sin duda que la Reforma, que persiguió a Bohme; pero el espíritu de la Reforma fue siempre acentuadamente contrario al misticismo: su hálito, como el sirocco, marchitó las hermosas flores del misticismo, por do quiera que pasara.

Roma, que, aunque canonizó a Teresa muerta, viva la fatigó sañudamente, trató de mala manera a Mme. de Guyon (1648-1717), verdadera mística, y a Miguel de Molinos (1627 -1696), digno de figurar al lado de San Juan de la Cruz, el cual mantuvo flagrante en el siglo diecisiete la elevada devoción del místico convertida a una forma especial pasiva: el "Quietismo".
En este mismo siglo se estableció en Cambridge la escuela de los platónicos, entre los cuales figura, como ejemplar notable, Henry More (1614-1687) ; asimismo son dignos de citarse Tomás Vaughan y Roberto Fludd, el Rosacruz. Constituyese también la Sociedad Filadélfica, apareciendo en actividad durante el siglo diez y ocho y William Law (1686-1761) y aun sobrepujando a St. Martin (1743-1803), cuyos escritos han fascinado a tantos espíritus estudiosos del siglo décimonono (65).
No debemos omitir a Christian Rosenkreutz (muerto en 1484), en cuyo nombre se fundó en 1614 la Sociedad mística de la Rosa Cruz, que sostuvo el conocimiento verdadero, y cuyo espíritu renació en el "Conde de San Germain", figura misteriosa que aparece y desaparece entre sombras, iluminada por los relámpagos amenazadores del último tercio del siglo diez y ocho. Místicos fueron también algunos cuáqueros, la muy perseguida secta de los Amigos, que buscaban los fulgores de la Luz Interna y procuraban siempre oír la Voz Intima. Muchos más místicos hubo, "de quien el mundo no fue digno", bien así como la sabía y encantadora Madre Juliana de Norwich, del siglo catorce: joyas de la Cristiandad, muy poco conocidas, pero que justifican al Cristianismo ante el mundo.

Sin embargo, aun guardando todo acatamiento a estos Hijos de la Luz, esparcidos por todas las centurias, nos sentimos forzados a reconocer en ellos la falta de aquella unión de aguda inteligencia y devoción elevada que producía la enseñanza de los Misterios; y mientras nos maravillamos de que hubiesen volado tan alto experimentamos cierto deseo de haber visto cómo se hubiesen desarrollado tan raras dotes bajo la influencia de aquella magnífica disciplina arcani.

Alfonso Luis Constant, más conocido por su pseudónimo de Eliphas Levi, ha expuesto con exactitud la pérdida de los Misterios y la necesidad de su restablecimiento. "Una gran desgracia sucedió al Cristianismo. La traición hecha a los Misterios por los falsos gnósticos -pues los gnósticos, esto es, aquellos que saben, eran los Iniciados del Cristianismo primitivo-, fue causa de que la Gnosis fuese rechazada y de que la Iglesia se hiciese extraña a las supremas verdades de la Kabbala, la cual contiene todos los secretos de la teología trascendental... Vuelvan a ser la ciencia más absoluta y la razón más elevada el patrimonio de los directores del pueblo; empuñen de nuevo el arte sacerdotal y el arte regio el doble cetro de las antiguas iniciaciones, y el mundo social saldrá otra vez del caos. No sigáis arrojando a las llamas las imágenes santas; no destruyáis más los templos: templos e imágenes son necesarios a los hombres; pero echad a los mercaderes de la casa de oración; que los ciegos no continúen siendo guías de los ciegos sino reconstruid la jerarquía de la inteligencia y de la santidad, reconociendo sólo a los que saben como instructores de los que creen" (66) .

¿Volverán las Iglesias actuales a la enseñanza mística, a los Misterios Menores, preparando así a sus hijos para el restablecimiento de los Misterios Mayores, atrayendo de nuevo a los Ángeles como Maestros, y logrando por Hierofante a Jesús, el Instructor Divino? De la contestación a esta pregunta depende el porvenir del Cristianismo.




Notas del capítulo 3

(1) Vol. I, El Martirio de Ignacio, cap. III. Las traducciones tenidas a la vista son las de la Biblioteca Ante Nicena de Clarke, compendio utilísimo de la antigüedad cristiana.
El número del volumen que aparece en primer término en las citas, es el volumen de esa serie.
(2) Ibid, Epístola de Policarpo, cap. XII.
(3) Ibid, Epístola de Barnabas, cap. I.
(4) Ibid, cap. X.
(5) Ibid, El Martirio de Ignacio, cap. I.
( 6) Ibid, Epístola de Ignacio a los Efesios, cap. III.
(7) Ibid, cap. XII.
(8) lbid, a los Tralianos, cap. V.
(9) Vol. I, a los Fíladelfos, cap. IX.
(10) Vol. IV. Clemente de Alejandría.Stromata, lib. I, cap. I.
(11) Vol. IV, Stromata, lib. I. cap. XXVIII.
(12) ¡Parece que aun en aquellos tiempos había quien hiciese objeciones a la enseñanza secreta de ciertas verdades!
(13) Vol. IV. Stromata, lib. I, cap. I.
(14) Stromata, lib. V, cap. IV.
(15) Ibid, cap. V-IV.
(16) Ibid, cap. IX.
(17) Stromata, lib. V, cap. X.
(18) Lug. cit. XV, 29.
(19) Lug. cit. XVI, 25 y 26. La versión citada difiere en las palabras, pero no en el sentido, de la versión inglesa autorizada.
(20) Stromata, lib. V, cap. X.
(21) Ibid, lib. VI, cap. VII.
(22) Ibid, lib. VII, cap. XIV.
(23) Stromata, lib. VI, cap. XV.
(24) Ibid. lib. VI. X.
(25) Ibid, lib. VI, VII.
(26) Lug. cit., lib. I. cap. VI.
(27) Ibid, cap. IX.
(28) Ibid, lib. VI, cap. X.
(29) Ibid. lib. I. cap. XIII.
(30) Vol. XII, Stromata, lib. V, cap. IV.
(31) Vol. XII, Stromata, lib. VI, cap. XV.
(32) El libro I. Origen Against Celsus, se encuentra en el vol. X de la Biblioteca Ante Nicena. Los libros restantes está en el volumen XXIII.
(33) Vol. X, Origen Against Celsus, lib. I, cap. VII.
(34) Ibid.
(35) Ibid.
(36) Ex. XXV, 40, XXVI, 30 y compárese en Heb. VIII, 5 y IX, 23.
(37) Origen Against Celsus. lib. IV, cap. XVI.
(38) Ibid, lib. III, cap. UX.
(39) Ibid, cap. LXI.
(40) Ibid, cap. LXII.
(41) Origen Against Celsus, cap. LX.
(42) Vol. XXIII, Origen Against Celsus, lib. V, cap. XXV.
(43) Ibid, cap., XXVIII.
(44) Origen Against Celsus, cap. XXIX.
(45) Ibid, XX, XI.
(46) lbid, cap. XXXII.
(47) lbid, cap. XLV.
(48) lbid, cap. XL VI.
(49) lbid, caps. XL VII-LIV ,
(50) Origen Against Celsus, cap. LXXIV.
(51) Ibid, lib. IV, cap. XXXIX.
(52) Ibid, Vol. X, lib. I, cap. XVII y otros.
(53) Ibid, cap. XLII.
(54) Vol. X, De Principiis. Prefacio, pág. 8.
(55) Ibid, cap. I.
(56) San Juan, XIV, 18-20.
(57) Lugar cit., cap. I, sec. III, pág. 55.
(58) Ibid, cap. I. sec. III, págs. 55-56.
(59) Lugar cit., cap. I, págs. 54-55.
(60) “Parece haber habido” es una expresión un tanto débil, después de lo dicho por Clemente y Orígenes, de lo cual se ha dado en el texto algunos ejemplos.
(61) Lugar cit.,.pág. 62.
(62) Artículo sobre “Misticismo” – Enciclopedia Británica
(63) Artículo citado - Enciclopedia Británica
(64) Orpheus, págs. 53 y 54.
(65) Debemos consignar aquí nuestro reconocimiento por el artícu1o de la Encyc. Brit. titulado "Misticismo", aunque esta publicación no salga responsable de las opiniones expresadas en ella.
(66) The Mysteries of Magic, trad. por A. E. Waite, páginas 58 y 60.