El objetivo especial de las investigaciones, parte de las cuales voy ahora a
describir, consistió en descubrir si era posible impresionar el ego de una persona
común durante el sueño, de forma suficiente para volverla capaz de recordar lo
ocurrido cuando despertara.
Se deseaba también, en la medida de lo posible,
descubrir cuales son los obstáculos que habitualmente se anteponen a este
recuerdo.
La primera experiencia intentada recayó en un hombre medio de poca
instrucción y de aspecto exterior rudo. Un tipo de pastor australiano cuya
envoltura astral, que se veía flotando por encima del cuerpo, se presentaba
externamente como poco más que una nube imprecisa a la deriva.
La conciencia
del cuerpo sobre la cama se mostraba confusa y cargada en lo tocante a las
partes densa y etérica de la estructura.
La primera, la parte densa, respondía
hasta cierto punto a los estímulos de fuera: por ejemplo, el caer de dos o tres
gotas de agua hacía el cerebro evocar, aunque con retraso, la escena de fuertes
chaparrones; en cuanto la parte etérica del cerebro era un canal pasivo a través
del cual fluye una corriente continua de pensamientos desconexos a cuyas
vibraciones solo esporádicamente respondía, y así mismo parecía hacerlo con
acentuada lentitud. El ego que flotaba encima revelaba su estado no
desarrollado y de semiconciencia; pero el envoltorio astral, si bien impreciso y sin
forma definida, daba señales de gran actividad.
El cuerpo astral, flotante, puede
en cualquier ocasión dejarse influenciar con facilidad por el pensamiento
consciente de otra persona. Se hizo en este caso la experiencia en el sentido de
alejarlo hasta corta distancia del cuerpo físico en la cama. El resultado, sin
embargo, fue que al alejarlo unos metros más allá, era visible el malestar en
ambos vehículos, volviéndose necesario renunciar al intento, pues un
alejamiento mayor llevaría al hombre a despertar probablemente en un estado de
gran terror. Cierto escenario fue escogido, un bellísimo panorama descortinado
de lo alto de una montaña tropical; y el operador lo proyectó con nitidez en la
conciencia del sueño del ego.
Este lo captó y examinó, si bien de manera
confusa e incomprensible.
Después de colocado en su frente el escenario
durante algún tiempo, se despertó al hombre para ver si lo recordaba como
sueño. Su mente, sin embargo, no registró nada a este respecto, no trayendo la
menor reminiscencia desde el estado de sueño. Se sugirió que la corriente
continua de formas de pensamiento extrañas que le pasaban por el cerebro,
constituían posiblemente un obstáculo, distrayéndolo y volviéndole impermeable
a influencias de sus principios más elevados. Y por eso, se construyó una
concha magnética alrededor de su cuerpo, a fin de impedir la entrada de aquella corriente, intentando de nuevo la experiencia.
El cerebro, así privado de su
alimento normal, comenzó poco a poco y como en un sueño a repasar escenas
de la propia vida del hombre pasado; pero siendo nuevamente despertado, no se
modificó el resultado: su memoria estaba completamente en blanco, tal como en
el caso de la escena antes presentada delante de él; sin embargo, tenía la vaga
idea de haber soñado con acontecimientos de su vida pasada. En ese momento
fue abandonada la experiencia por impracticable; era evidente que se trataba de
un ego poco desarrollado, y cuyo principio kármico era demasiado fuerte para
ofrecer alguna posibilidad de éxito. Otra experiencia con el mismo hombre, en
una época posterior, ya no presentó tan malos resultados. El escenario preferido
en este caso era en sobremanera excitante, consistiendo en un incidente en un
campo de batalla, que según todo indicaba, habría de ejercer en ese tipo de
mente una influencia mayor que el de un paisaje.
Aquí el ego no desarrollado del
hombre mostró un interés que superó al del otro escenario.
Pero cuando el
hombre despertó, el recuerdo de este acontecimiento no existía, y todo cuanto
quedaba era una vaga impresión de que él estaba combatiendo; el donde y el
porqué ya lo había olvidado completamente. La experiencia siguiente fue con
una persona de un tipo bastante superior, un hombre de buen proceder moral,
inteligente y culto, con muchas ideas filantrópicas y elevadas aspiraciones. En su
caso, el cuerpo denso respondió instantáneamente a la prueba del agua, en una
extraordinaria escena de un enorme temporal, lo que a su vez repercutió sobre la
parte etérica del cerebro, despertando por asociación de ideas, una serie de
escenas vívidamente representadas.
Cuando semejante perturbación cesó, la
corriente habitual de pensamientos comenzó a desfilar; se observó, sin embargo,
que provocaba en el cerebro una reacción en escala mucho mayor, cuyas
vibraciones eran igualmente muchos más fuertes, iniciándose en cada caso una
secuencia de asociaciones que frecuentemente desviaban la corriente extraña
durante un considerable espacio de tiempo. El cuerpo astral presentaba
contornos más definidos en su formación ovoide, y la materia astral más densa
del interior era una perfecta reproducción del cuerpo físico; y cuando los deseos
se mostraban menos activos, el propio ego asumía un grado mucho más elevado
de conciencia.
El mismo cuerpo astral, en esta experiencia, podía alejarse hasta
la distancia de varias millas del cuerpo físico sin ocasionar, en apariencia, la más
leve perturbación en ninguno de ellos. Cuando la imagen de un paisaje tropical
fue presentada al ego, inmediatamente este le dio su más placentera atención,
admirando y contemplando sus bellezas con todo entusiasmo. Pasado el éxtasis,
después de algunas horas se despertó al hombre; pero el resultado se reveló
algo desalentador. Sabía que tuvo un sueño magnífico, pero fue incapaz de
recordar los detalles y los pocos y fugaces fragmentos que su mente retuvo eran
simples reminiscencias de divagaciones del propio cerebro. Se repitió más tarde
la experiencia con el mismo hombre, y también como el primero, se dispuso una concha magnética en torno al cuerpo; en este caso, como en el otro, el cerebro
comenzó inmediatamente a elaborar escenas propias.
El ego recibió el paisaje
aún con mayor entusiasmo que la primera vez, reconociéndolo como el
escenario que viera en anterior ocasión y apreciándolo en todos sus aspectos y
detalles, con estática y total admiración por los múltiples encantos que ofrecía.
Pero cuando él estaba así absorto en la contemplación, aquí el cerebro etérico
se entretenía en rememorar pasajes de su vida escolar, sobresaliendo el que
tuvo lugar en un día de invierno, cuando el suelo se cubrió de nieve, y él y numerosos
compañeros se tiraban bolas de nieve, unos a otros, en el patio de la
escuela.
Después que el hombre despertó como de costumbre, el efecto fue
extremadamente curioso; tenía el más vivo recuerdo de que estuviera en lo alto
de una montaña contemplando una visión maravillosa y conservaba bien nítidos
en su mente los aspectos principales del panorama, pero en vez del exuberante
verdor tropical que confería la riqueza a la verdadera perspectiva, vio él las
tierras circundantes envueltas en un manto de nieve, y le pareció que cuando
estaba absorbiendo con profundo deleite las bellezas del panorama, que se
mostraba frente a él, súbitamente se vio, por uno de esos bruscos cambios tan
frecuentes en los sueños, tirando bolas de nieve junto con antiguos y olvidados
compañeros de la infancia, en el viejo patio de la escuela en la que dejara de
pensar hacía tanto tiempo.
CW Leadbeter
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