jueves, 28 de febrero de 2019

LA GRAN HEREJÍA



En el primer versículo de La Voz del Silencio, H.P.B. hace una distinción entre desarrollo psíquico y desenvolvimiento espiritual, cuando dice: "Estas instrucciones son para quienes ignoran los peligros de los IDDHI inferiores." (1) 

Es muy obvio que los Iddhi inferiores son los poderes psíquicos, y que estos constituyen las grandes tentaciones en el camino de un aspirante espiritual. Apartarlo de los peligros de los Iddhi inferiores e indicarle el sendero de la verdadera espiritualidad es, por lo tanto, el principal propósito de La Voz del Silencio. En el curso de los Tres Fragmentos, H.P.B. desarrolla el tema de la Vida Espiritual basando sus instrucciones en tres principios fundamentales: Dharana o Concentración, Dhyana o Meditación y Samadhi o Contemplación. 

El Primer Fragmento contiene cien versículos que tratan el problema de Dharana o Concentración; esto se ve claro al considerar el versículo ochenta y siete de este Fragmento, donde H.P.B. dice: "Tú estás ahora en DHARANA". De este modo, versículo tras versículo del Primer Fragmento, ella comenta el problema más importante de la vida espiritual: el problema de la Concentración. 
Ella dice al comienzo de este Fragmento: "Quien quiera oír y comprender la voz de Nâda,'el Sonido insonoro', ha de aprender la naturaleza de Dharana" (2) 

¿Qué es verdaderamente Dharana y por qué se le da el primer lugar en el campo de la vida espiritual? Dharana es la condición no distraída de la mente. En otras palabras, indica ese estado de la mente en el cual es posible dar total atención a cualquier cosa que esté presente en ella. La mente que oscila es incapaz de una atención total y sin una atención total y sin distracciones, ¿cómo podrá el hombre comprender cosa alguna? Para comprender el Sonido Insonoro, la mente del hombre debe llegar a una condición de atención total. Es obvio que al menos que la mente esté armonizada o integrada no podrá prestar atención completa a ninguna cosa que trate de comprender. Como dice el Bhagavad Gita: "Para el no armonizado no hay Razón Pura ni concentración." (II - 66 ) Mas, el problema es cómo llegar a este estado de Dharana.. 

En los Yoga Sutras de Patanjali, Dharana está precedida por Pratyahara, la que puede ser traducida como "recogimiento", pero este recogimiento no significa un escape o una huída del mundo fenoménico. No es un proceso de mortificación, de falso ascetismo en el que el hombre huye de los objetos de percepción para que no lo tienten. Debe recordarse que las tentaciones no son causadas por los objetos de percepción sino por las proyecciones con que la mente los dota. En otras palabras, no son los objetos sino las asociaciones de la mente con respecto a ellos lo que constituye la causa raíz de todas las distracciones. Mientras haya distracciones, la naturaleza de Dharana no podrá ser comprendida. Por lo tanto, es necesario que el peregrino espiritual se ocupe primero de estas distracciones antes que aspire a oír el Sonido Insonoro. 

Es por eso que Pratyahara debe preceder a Dharana. 
En el siguiente versículo, H. P .B. atrae nuestra atención hacia este mismísimo factor, Pratyahara, como una condición previa a Dharana: "Habiéndose vuelto indiferente a los objetos de percepción debe el discípulo ir en busca del Rajah (rey) de los sentidos, el Productor del pensamiento, el que despierta la ilusión." (3) Aquí H.P.B. trata un tema de profunda importancia psicológica porque, de acuerdo con ella, Pratyahara debe cubrir tanto el proceso consciente como el proceso inconsciente de la mente. 

En el pasaje anterior ella indicó dos cosas: "siendo indiferente a los objetos de Percepción y buscando al Productor del pensamiento, el que despierta la ilusión"
Ahora bien; en la mente del hombre se produce continuamente un doble proceso que puede ser descrito como las proyecciones de la mente consciente y las asociaciones de la mente inconsciente. Es así que las operaciones de la mente tienen un aspecto activo y otro pasivo: las proyecciones de la mente consciente representan el aspecto activo, así como las asociaciones de la mente inconsciente representan el aspecto pasivo. Entonces, ser indiferente a los objetos de percepción es ciertamente tratar con la mente consciente. Esta, mediante sus numerosas proyecciones, distorciona los objetos de percepción. Ser indiferente a los objetos de percepción es ver las cosas como ellas son; en otras palabras, ver las cosas y los sucesos como hechos. Lo que se indica aquí es la objetividad de la percepción. Separar los hechos de lo que ha sido proyectado sobre ellos es lo primero que se requiere de un aspirante espiritual que desee aprender la naturaleza de Dharana. 

Cabe preguntarse: ¿habla H.P.B. aquí de la objetividad de un científico? 
Es cierto que el científico emplea un punto de vista objetivo para sustentar su campo de investigación. Sabe que los sentidos físicos son selectivos en sus operaciones y, por lo tanto, ellos no dan una imagen correcta del fenómeno que él se está esforzando por estudiar . Su principal tarea es, obviamente, eliminar la selectividad de los sentidos. Esto lo puede hacer usando instrumentos científicos. Recientemente la ciencia ha perfeccionado este factor de objetividad respecto al fenómeno físico. Un científico es "indiferente a los objetos de percepción". No obstante, no olvidemos que su capacidad como científico tiene como campo de percepción a los objetos físicos. 

El se esfuerza por eliminar , tanto como le sea posible, el factor subjetivo en sus actos de observación y experimentación con referencia a estos objetos. Pero el campo esencial de crecimiento y actividad del hombre es psicológico. y es aquí que encuentra extremadamente difícil desenvolver una perspectiva objetiva. Es así, entonces, que no puede ser indiferente a los objetos psicológicos de percepción. Invariablemente proyecta algo en los procesos psicológicos y de este modo distorciona los objetos puros de percepción. 

El factor subjetivo del hombre le impide ver el fenómeno psicológico en su verdadera perspectiva. En otras palabras, la mente del hombre está lejos de ser indiferente en lo que concierne a la percepción psicológica. Nuestro pensamiento consciente, en los dominios del fenómeno psicológico, está lleno de actividad proyeccional, y por lo tanto, la mente humana ve lo que ella quiere ver. Ve lo que ella ha proyectado en un hecho psicológico. En el nivel psicológico apenas vemos las cosas tal como ellas son, porque allí dentro nuestro factor subjetivo está involucrado en mayor o menor grado. Ser conscientes de nuestras propias proyecciones, distinguir los eventos de las construcciones que hemos superpuesto sobre esos eventos es, en verdad, volverse indiferente a los objetos de percepción en el nivel psicológico, tal como el científico es indiferente a los objetos de percepción en el nivel físico. 

Este es el primer paso en Pratyahara como lo indica H. P .B. en el pasaje que hemos estado considerando. Pero existe un segundo y ulterior paso que es el de "buscar al rajah (rey) de los sentidos, el productor del pensamiento, el que despierta la ilusión". No es suficiente saber qué estamos proyectando en un fenómeno psicológico, debemos también inquirir el por qué de nuestra indulgencia en tales proyecciones. Es aquí que las asociaciones mentales, las cuales son, en gran medida, inconscientes y que son los factores motivantes tras las proyecciones de la mente consciente. Ser conscientes de los patrones de proyección es tratar con la mente consciente, pero inquirir los motivos de las proyecciones, eso es ahondar en los estratos inconscientes de la mente. Y esto es lo que H.P.B. indica en la frase: "busca al rey de los sentidos"

Ciertamente que hay que ir en busca de la mente, porque está oculta tras los patrones de pensamiento. Es en las intenciones, propósitos y motivos en donde verdaderamente reside la mente. Mientras que estos permanezcan intactos, tanto más segura se sentirá, dando nacimiento a nuevos patrones de pensamiento en el nivel consciente. Es necesario buscar los parajes ocultos de la mente, ya que estos son los motivos y los incentivos que producen el pensamiento. Es con justa razón que H. P .B. dice que tenemos que buscar al "Productor del pensamiento" . Y esta búsqueda implica una investigación en los motivos que subyacen en nuestras proyecciones conscientes. Las intenciones y los motivos de la mente están ocultos en las proyecciones con las que los hechos de la vida están recubiertos y, por lo tanto, es sondeando en los motivos que podemos buscar al rajah (rey) de los sentidos. H.P.B. describe al "productor del pensamiento" como "aquel que despierta la ilusión". 
El "productor del pensamiento" es, obviamente, la mente. 

En el nivel consciente uno ve solamente el pensamiento, pero es en el nivel inconsciente donde uno puede percibir al productor del pensamiento. De este modo, el 'productor del pensamiento' y el 'pensamiento' son sólo dos aspectos de la mente, uno consciente y el otro inconsciente. 
Son los motivos y las intenciones los que constituyen al Pensador y, por lo tanto, él es quien produce al pensamiento; pero, ¿cómo es que el 'productor del pensamiento' despierta la ilusión? ¿Qué es una ilusión? Seguramente, cuando uno no ve las cosas como ellas son está aprisionado en una ilusión. Cuando una cosa no es vista en su correcta perspectiva, entonces es que se actúa bajo una ilusión. Confundir una cuerda con una serpiente es estar bajo una ilusión, porque la cuerda no es vista como una cuerda. 

El concepto de serpiente es proyectado sobre la cuerda, y uno ve lo que ha proyectado; pero, ¿por qué uno proyecta una serpiente? Obviamente la proyección emerge de ciertas asociaciones. Vemos solamente la proyección que está en el nivel consciente; no vemos las asociaciones que están en el nivel inconsciente. La ilusión en la propia percepción es creada por las asociaciones inconscientes de la mente. Así, ellas ponen una pantalla sobre la realidad. Por ello es que H.P.B. describe a la mente como "el gran destructor de lo real". La mente distorsiona los hechos con sus proyecciones, las cuales tienen sus raíces en las motivaciones de la conciencia. y son las asociaciones las que dan nacimiento a los motivos. 

El Bhagavad Gita usa la palabra deseo por motivo, cuando dice: "De la Asociación surge el Deseo; del Deseo aparece la Ira; de la Ira procede el Error; del Error la Memoria confusa; de la Memoria confusa la destrucción de la Razón.(II,62-63) Es a esta destrucción de la Razón que H.P.B. se refiere cuando describe a la mente como el gran destructor de lo real. Se debe recordar que en el Bhagavad Gita se usa “razón” en el sentido de Buddhi o Intuición. 

La intuición percibe una cosa directamente, pero la percepción por la mente es siempre indirecta. 
Es esta percepción indirecta la que causa la destrucción de lo real. En la percepción indirecta, hecha por la mente, se agregan los factores de asociación, motivación y proyección, dando una visión considerablemente distorsionada de la cosa percibida. En este Primer Fragmento, al tratar el tema de Dharana, H.P.B. pide al discípulo matar al destructor. Y es en la destrucción de la mente que ella está interesada en este discurso cabal sobre Dharana. Es innecesario decir que la destrucción de la mente significa clarificar la mente, sin mente, para usar la expresión de los Upanishads. 

La mente se vuelve sin mente cuando su distorsionante instrumento de asociación, motivación y proyección deja de operar. Es con este instrumento que la mente recubre lo Verdadero con lo falso. Si el aspirante espiritual va a "matar al destructor", deberá enfrentarse con las asociaciones, las motivaciones y las proyecciones de la mente. La pregunta es: ¿cómo debe hacerse esto? Es obvio que lo Verdadero existe, que no puede ser matado o destruido, pero una pantalla puede encubrirlo de la misma forma que el sol se oculta tras una nube. 

Tal como el sol no tiene que ser atraído a la existencia, basta con quitar la nube, de igual modo, cuando desaparece lo falso lo Verdadero brilla en toda su gloria. Es así que la desaparición de lo falso y la percepción de lo Verdadero son procesos simultáneos. Siendo conscientes de lo falso se percibe lo Verdadero. H. P .B. dice: "Cuando haya cesado de oír a los muchos... tan sólo entonces, no antes, abandonará la región de Asat, lo falso, para entrar en el dominio de Sat, lo verdadero."(7-8) El neófito debe primero cesar de oír a los muchos; y es el oír a los muchos que causa distracciones. En tanto uno oiga a los muchos, no podrá ser comprendida la naturaleza de Dharana. Los Muchos deben desaparecer antes que el Uno pueda ser percibido. H.P.B. trata con más extensión esta idea de las distracciones cuando dice: "Antes que el Alma pueda oír , la imagen (hombre) ha de tornarse tan sorda a los rugidos como a los susurros; a los bramidos de los elefantes como al argentino zumbido de la dorada luciérnaga." (10) 

El pasaje anterior indica que las distracciones pueden ser muy ruidosas o extremadamente sutiles; pero el hombre tiene que volverse sordo aún a las distracciones más sutiles que aparecen en las más hermosas formas o en la más noble apariencia. Esto nos recuerda al primer discurso del Bhagavad Gita que describe a Arjuna en un estado de distracciones mentales, oyendo el sonido de muchas conchas por todos lados. 

El está totalmente confundido en cuanto a su deber y esconde sus distracciones tras bellas palabras y sentimientos nobles. Shri Krishna le reprende diciéndole: "Te lamentas de lo que no debieras lamentarte. Aún son tus palabras de falaz sabiduría." (II, 11) Aquí tenemos un ejemplo de las distracciones que llegan al hombre bajo una noble apariencia. 

La nobleza en un nivel verbal, más de una vez, desvía al hombre del sendero de la verdadera espiritualidad; por lo tanto, todas las voces de la mente deben ser silenciadas antes que el neófito pueda oír el Sonido Insonoro. Como antes se ha dicho, la percepción de la mente es siempre indirecta, pero la percepción espiritual exige una actitud directa de parte del neófito. Tal actitud directa puede venir solamente en estado de Dharana, en el que todas las distracciones han desaparecido y la mente ha quedado completamente silenciosa. Es a esta actitud directa que H. P .B. se refiere en el siguiente pasaje: "Antes de que el alma comprenda y recuerde deberá unirse al Hablante Silencioso, así como la forma que es modelada en la arcilla primero estuvo unida con la mente del alfarero. Porque entonces el alma oirá y recordará. y entonces al oído interno hablará LA VOZ DEL SILENCIO (11-12-13) 

El neófito debe estar unido al Hablante Silencioso antes de que pueda oír la Voz del Silencio. 
Esto significa que nada debe interponerse entre el aspirante espiritual y el Hablante Silencioso, ni siquiera la más sutil imagen. Ciertamente, las distracciones son los caminos hechos por la mente para el cumplimiento de sus propios intereses creados. Mientras estos subsistan, la unión con el Hablante Silencioso existirá solamente como un sueño vano. 

La desaparición de los intereses de la mente es, en verdad, la destrucción del destructor, pero antes de que la mente pueda ser matada -desmentalizada- será necesario comprender las modalidades de la mente. Muchas veces la mente pretende estar muerta y luego surge nuevamente tomando al neófito completamente desprevenido. Esto es porque los recursos de la mente, sus operaciones y su funcionamiento, deben ser completamente comprendidos, de modo que el peregrino espiritual no pueda ser descarriado por sus pretensiones y así perder su camino. 
En el Primer Fragmento de La Voz del Silencio H. P .B. nos desvela todos los recursos sutiles de la mente, sus sagaces artificios y sus seductoras distracciones. El estudio de la mente humana y sus operaciones es el principal tema del Primer Fragmento, porque sin una cabal investigación de los modos de actuar de la mente, el aspirante espiritual no podrá llegar a la condición de Dharana. Ahora bien, para comprender las operaciones de la mente, uno tiene que atisbar y observar sus reacciones inmediatas a los acontecimientos de la vida. 

Hay todo un enorme proceso de pensar tras estas reacciones, ya menos que uno se vuelva atento a este trasfondo global de pensamiento, no podrá comprender los recursos sutiles de la mente. Hablando en general, todas nuestras reacciones pueden ser clasificadas en dos categorías: ellas implican aprobación o desaprobación; aceptación o rechazo, indulgencia o abstención. La mente siempre opera entre pares de opuestos y, por lo tanto, o afirma o niega; y es por esto que todas nuestras reacciones oscilan entre dos polos opuestos. Todo el pensar se manifiesta en términos de opuestos. Este es el campo dentro del cual la mente puede operar y por eso es que sus reacciones surgen ya desde el punto de aprobación ya del punto de desaprobación. 

El movimiento entre los pares de opuestos es, ciertamente, el único movimiento conocido por la mente. Si la mente ha de ser desmentalizada, debe cesar este movimiento entre los opuestos. Si ambos opuestos, con relación a cualquier problema o situación desaparecen, no hay movimiento posible para la mente. y es de la cesación del movimiento de la mente que surge el profundo silencio en el cual solamente puede ser escuchado el Sonido Insonoro. H.P.B. trata este problema de los opuestos y de las reacciones de indulgencia y de negación de una forma pintoresca y notable en los siguientes pasajes: "Y dirá (la Voz del Silencio): 

"Si tu alma sonríe mientras se baña en la luz del Sol de tu Vida; si tu alma canta dentro de su crisálida de carne y materia; si tu alma llora dentro de su castillo de ilusión; si tu alma lucha por quebrar el hilo de plata que la liga al Maestro, sabe, discípulo, que tu Alma es de la tierra." "Cuando al torbellino del mundo tu alma en capullo presta oído; cuando a la rugiente voz de la gran ilusión tu alma responde; cuando espantada a la vista de las ardientes lágrimas de dolor, cuando ensordecida por los gritos de desolación, tu alma se retrae, como la asustadiza tortuga, dentro de la caparazón de la PERSONALIDAD (egoísmo), sabe, discípulo, que del "Dios" Silencioso tu alma es indigno altar." "Cuando, ya más fuerte, tu alma deja suave y rápidamente su seguro retiro, y desprendiéndose del protector santuario extiende su hilo de plata y se lanza adelante; cuando contemplando su imagen en las olas del espacio ella susurra: "Esto soy yo", estás afirmando, discípulo, que tu alma está cautiva en las telarañas de la ilusión". (14-15-16) 

Los tres pasajes anteriores describen muy adecuadamente las reacciones de la mente. Como dice H.P.B.: si tu alma sonríe o llora, si se refugia lanza adelante, sabe que es “de la tierra”, que es “un indigno altar”, que está presa “en las telarañas de la ilusión”; pero, ¿qué otra cosa puede hacer el alma? Puede sonreír o llorar , retraerse o lanzarse adelante. ¿Existe alguna otra acción posible? 

Con seguridad que la mente no puede vislumbrar ningún otro camino. 
Esto es, ciertamente su limitación; y tal es la identificación del hombre con las operaciones de la mente que llega a considerar la voluntad de la mente como la suya propia, los recursos de la mente como los únicos caminos para ser hollados por él; pero, como dice H.P.B.: 'cuando contemplando su imagen en las olas del espacio ella murmura: "esto soy yo", estás afirmando, discípulo, que tu alma está cautiva en las telarañas de la ilusión'. Lo que generalmente el hombre llama el Alma o el Yo es tan sólo la imagen creada por la mente, pero la imagen de la mente es meramente un producto de los opuestos. Puede pensar del Yo como lo opuesto al No-Yo. 

Por las creaciones de los opuestos la mente estará siempre prisionera de los conflictos y contradicciones. Trata de subyugar lo que desaprueba con la ayuda de lo que aprueba. Es así que nuestras reacciones, inducidas por la mente, generan más y más conflictos. En los términos de las reacciones mentales, el hombre debe siempre permanecer en la Cámara del Sufrimiento, " en donde están colocados a lo largo del sendero de terribles pruebas, lazos para atrapar a tu Ego engañado con la ilusión llamada 'La Gran Herejía"'. 

La Gran Herejía es el Attavada, de acuerdo con la filosofía buddhista: creer en la existencia de un Yo separado. Este concepto de un Yo separado es producto de la mente. Una vez que este Yo separado queda postulado se deben, entonces, hacer esfuerzos para guardarlo y protegerlo contra el No-Yo. 
Eso es lo que la mente hace constantemente fabricando mecanismos de defensa y construyendo resistencias. Todas las reacciones que funcionan dentro del entramado de los opuestos tienen ese elemento de resistencia en ellos. 

Bajo la máscara de la protección del Yo, la mente busca erigir su propia seguridad. Encubre su deseo de continuidad con el altisonante motivo de guardar y proteger al Yo contra las influencias del No-Yo. Este es, ciertamente, el hábil plan de la mente para salvaguardar su propia existencia; por lo tanto, es necesario exponer ante nuestra vista los patrones y motivos de la mente, de modo que podamos estar libres de la ilusión llamada La Gran Herejía. Es a ese problema de explorar los recursos de la mente que H.P.B. se dirige cuando expone el fascinante tema de las Tres Cámaras en los subsiguientes versículos correspondientes al Primer Fragmento de La Voz del Silencio. 


Rohit Mehta

miércoles, 27 de febrero de 2019

PREFACIO



La literatura teosófica moderna, vasta y variada como es, contiene dos exquisitas gemas de profundo misticismo. Ellas son: Luz en el Sendero y La Voz del Silencio. Esta última fue el postrer don de H. P. Blavatsky al mundo, ya que fue publicado sólo dos años antes de fallecer. La Voz del Silencio tiene gran importancia hoy en día puesto que prevalece mucha confusión por todo el mundo con relación al Yoga, la meditación, la espiritualidad y el psiquismo.

La Voz del Silencio ayuda a disipar estas confusiones, y ubica al aspirante en el sendero correcto de percepción espiritual. Este libro puede muy bien caracterizarse como conteniendo la esencia del Yoga de la Teosofía. La Voz del Silencio indica que el obstáculo más grande en el sendero espiritual es la Mente con su tendencia a "matar lo Real". Cierto es que lo Real no puede ser destruido, pero puede ser recubierto por las innumerables proyecciones de la Mente, y esto es exactamente lo que sucede. El viaje del neófito por las Tres Cámaras, descrito en el libro es, ciertamente, un proceso en el que las proyecciones de la Mente, aún las más sutiles, son desechadas.

El aspirante, entonces, entra en el Valle de Bienaventuranza, donde alcanza el gran éxtasis de experiencia espiritual. El libro pide al neófito que destruya al destructor, pero ¿puede la mente ser destruida?; si es así, ¿quién destruye a la mente? Ciertamente, la mente no puede ser destruida, se destruye a sí misma. H. P. B. dice: "La mente es como un espejo, junta polvo al mismo tiempo que refleja". La única forma de mantener el espejo limpio y lustroso para que no distorsione la imagen es observar la acumulación del polvo. Es en esta observación que la mente se mata a sí misma. H. P. B. habla de la onda de la marea y de permitirle que se amortigüe.

Es así que la mente llega a un profundo silencio donde en soledad ocurre "la Recta Percepción de las cosas existentes, el Conocimiento de lo no-existente". Cuando hoy en día, en todo el mundo, mucho de lo que es espurio parece ganar uso corriente con el nombre de Yoga, es imperativo que el mensaje contenido en La Voz del Silencio sea difundido por todas partes, de modo que el hombre moderno pueda ser capaz de marchar con seguridad al Valle de la Bienaventuranza despreocupado de las atracciones de las Tres Cámaras.

 Rohit Mehta, Varanasi – India - Junio 1°, 1976

LA NUEVA COMPRENSIÓN



La Voz del Silencio es uno de los libros más notables jamás escrito sobre el tema de la vida espiritual. Es muy abarcante, porque cubre toda clase de esfuerzos espirituales del hombre, desde el comienzo de su inquietud espiritual hasta la gloriosa visión de la perfección. Su autora, la señora Helena Petrovna Blavatsky, a quien en adelante se mencionará en este libro como H.P.B., fue una personalidad prominente del siglo diecinueve. 

Poca gente en la historia ha tenido tan pintoresca vida como la que ella tuvo, y menos aún que haya sufrido tanto como ella sufrió por la proclamación de la verdad, la verdad que percibió, pero tal fue su indomable valor que pudo desafiar al mundo entero por la causa de la verdad que ella fomentaba, y por cuyo objeto ningún sacrificio fue demasiado grande para ella. En el curso de su memorable vida dio muchos libros sobresalientes al mundo, tales como Isis sin Velo, La Doctrina Secreta, La Clave de la Teosofía y finalmente el último, aunque no el menos importante, La Voz del Silencio

El mundo le estará siempre agradecido por las grandes verdades de la vida que ella desveló en estos libros, aunque este sentimiento de gratitud pueda permanecer todavía inexpresado por algunas generaciones. Es recién ahora, cuando la ciencia y la tecnología han liberado tales poderes que el hombre no puede controlar, que los hombres y mujeres reflexivos del mundo se están inclinando gradualmente a ese aspecto de la vida que H.P.B. desveló al mundo hace más de ochenta años. 

Se está notando en forma creciente que solamente la sabiduría espiritual del hombre puede controlar efectivamente los poderes liberados por la ciencia física en este nuestro siglo. y si el hombre falla en tomar el sendero indicado por los valores espirituales de la vida, entonces verá la destrucción de todo lo que ha apreciado en la civilización humana. 

La humanidad está hoy en la encrucijada de dos caminos: uno que conduce a las guerras, catástrofes y eventual destrucción, y el otro que conduce a cumbres de esplendorosa gloria. 
¿Tomará el hombre el segundo camino? Si es así, que investigue los poderes latentes en él, porque los poderes liberados por la ciencia física empalidecerán hasta la extrema insignificancia ante los poderes que yacen ocultos en él. Los poderes espirituales del hombre subyugarán a las fuerzas materiales de la ciencia y las utilizarán para el propósito que conduce al mejoramiento humano; pero, para esto, el hombre debe descubrir la Tierra del Espíritu. 

Hay pocos libros en el mundo que puedan dar una guía clara a quien desee descubrir esta Tierra del Espíritu, y entre ellos La Voz del Silencio se halla en primerísimo lugar debido a la infalible luz que derrama sobre el oscuro sendero del hombre. La Voz del Silencio apareció publicada en 1889, tan sólo dos años antes de que H.P.B. falleciera. Fue su última ofrenda al mundo. 
Siendo así, resume toda su filosofía de la vida. Ha sido correctamente descrita como "la cosa más grande" en la moderna literaturateosófica, y es uno de los libros más profundos de la literatura espiritual del mundo entero. En este libro, H.P.B. ha traducido y anotado ciertos fragmentos escogidos del Libro de los Preceptos de Oro. Ella publicó el libro, como dijo, "para el uso diario de los Lanús (discípulos)", aquellos que desean hollar el Sendero del Desarrollo Espiritual. 

En el Prefacio de La Voz del Silencio, H. P .B. dice: "Las siguientes páginas han sido extraídas del "Libro de los Preceptos de Oro", una de las obras que se ponen en manos de los estudiantes místicos en el Oriente." La Voz del Silencio es fundamentalmente un libro de Buddhismo esotérico y expone ante el mundo las enseñanzas del Buddha, desvelando aquellos aspectos de Sus enseñanzas que no fueron bien comprendidas por la gente, tanto de Oriente como de Occidente. 
El Buddhismo esotérico que H. P .B. expuso en este libro tiene mucha afinidad con la Vedanta hindú. La misma H. P .B. dice en un pasaje: "Luego de todo el estudio que le pudimos dedicar, llegamos a la firme convicción de que la Vedanta y el Buddhismo son sinónimos, filosofías casi idénticas en su espíritu, sino en la práctica y en la interpretación. El sistema Vedanta no es sino Buddhismo espiritualizado o trascendental, por así decir , mientras que éste último es la Vedanta racional o aún, radical". (Obras Completas, Vol. III) 

El Libro los Preceptos de Oro en el que está basada La Voz del Silencio, pertenece a la misma serie de libros como Las Estancias de Dzyan, que fueron la base de La Doctrina Secreta de H.P.B. y ella dice que las máximas e ideas contenidas en el Libro de los Preceptos de Oro pueden encontrarse, bajo diferentes formas, particularmente en los Upanishads y en el Bhagavad Gita. De ahí la gran similaridad entre las enseñanzas de la Vedanta y las enseñanzas contenidas en La Voz del Silencio. Hay, en verdad, una gran semejanza entre las enseñanzas místicas de todas las grandes religiones del mundo y La Voz del Silencio es un libro de profundo misticismo. 

Con respecto a La Voz del Silencio y a los fragmentos elegidos del Libro de los Preceptos de Oro, H.P.B. dice en el Prefacio lo siguiente: "Por lo tanto, se ha pensado que sería mejor hacer una selección crítica de aquellos tratados que aprovecharán mejor a los pocos místicos de la Sociedad Teosófica y que responderán, con seguridad, a sus necesidades." De este modo queda en claro que H.P.B. ha dado en La Voz del Silencio la enseñanza mística del Buddha. 

Por lo tanto, a menos que el estudiante realice un acercamiento místico al estudio de La Voz del Silencio, no le será posible comprender su verdadero significado. Pero puede preguntarse, ¿qué es, después de todo, el Misticismo? Misticismo implica una percepción directa -o sin velos- de la Verdad. En todas las épocas han sido los Místicos quienes fueron los regeneradores espirituales de la humanidad. Siempre que hay una decadencia de la rectitud, un nuevo impulso de Misticismo viene a traer invariablemente una nueva inspiración a la vida de la gente. 

Hoy, en medio de una envolvente oscuridad, causada por el egoísmo del hombre en el uso de poderes puestos por la ciencia física a su disposición, se puede ver aquí y allá un nuevo rayo de Misticismo, tanto en Oriente como en Occidente. En efecto, la nueva tendencia religiosa del mundo se halla en la dirección del Misticismo. Hay, hoy en día, un interés creciente por la Vedanta hindú y por el Buddhismo Zen, ambos ejemplos vivientes del misticismo religioso y filosófico. 

El siglo veinte ha visto el surgimiento de numerosos místicos, grandes y pequeños, por todo el mundo. Y es el nuevo rayo del Misticismo, traído por estos hombres y mujeres espirituales, lo que nos llena de esperanza en lo relativo al futuro de la civilización humana. 

Escribiendo sobre el papel de los místicos en su Naturaleza del Misticismo, C. Jinarajadasa dice: "El misticismo es como el aroma de las flores en las regiones tropicales, el que se exhala sólo cuando el sol se pone y entonces perfuma el aire con embriagador éxtasis. Lejos del torbellino de la acción, más allá de la esfera de los pensamientos, el místico siente el perfume de la vida y hace de su corazón un cáliz que recoge ese perfume para ofrecerlo a Dios y al Hombre. Felices los hombres de que siempre haya místicos en el mundo, pues son los niños de Dios que no conocen la acción del tiempo, quienes cantan el amanecer en la oscuridad de la noche, y que ven la visión de la Ascensión del Hombre en la tragedia de la Crucifixión."  

Ver "la Ascensión del Hombre en la tragedia de la Crucifixión" es ciertamente la gran contribución del Misticismo a través de las edades. En medio de las frustraciones y las tragedias de la vida, el hombre necesita más que nunca el mensaje del Misticismo. Es por medio del Misticismo que recuperará los valores espirituales de la vida y, por lo tanto, las enseñanzas contenidas en La Voz del Silencio son las más apropiadas para el hombre moderno, que evidentemente está a la búsqueda de un alma. La Voz del Silencio es un exquisito poema en prosa de más de trescientos versículos plenos de inspiración espiritual. Como dice el Bhikku Arya Asanga en su admirable introducción a la Edición de Oro del Jubileo de La Voz del Silencio: los libros del Dr. D.T. Suzuki "ayudarán materialmente a los estudiantes a una mejor comprensión de La Voz del Silencio" . El Dr. Suzuki ha escrito un número considerable de destacados libros sobre Buddhismo Zen, y verdaderamente él es una de las grandes autoridades en la materia. No hay duda que las enseñanzas de La Voz del Silencio se clarifican a la luz del Buddhismo Zen. Las dos escuelas que representan las enseñanzas del Señor Buddha, la esotérica y la exotérica, son llamadas respectivamente las doctrinas del "Corazón" y del "Ojo". H.P.B. hace una referencia a esto en La Voz del Silencio. Está de más decir que la Doctrina del Corazón es la que constituye las enseñanzas esotéricas del Buddhismo. Es esta doctrina esotérica la que forma el corazón místico del Buddhismo. 

En La Doctrina Secreta, H.P.B. describe a las doctrinas esotéricas como "una perla sin la concha de las religiones". Uno de los destacados personajes que desvelaron lo esotérico o la Doctrina del Corazón de Buddha fue Bodhidharma, quien fue desde India a China en el año 526 de nuestra era y allí fundó la Escuela Contemplativa del Buddhismo, de la que emergieron todas las distintas ramas del Buddhismo Zen. Acerca de Bodhidharma, H.P.B. escribe en La .Doctrina Secreta: "Del cielo occidental (Shamballah) trajo Bodhidharma ‘el seno de la verdad’ (el verdadero seno) y alumbró en Oriente los manantiales de la contemplación encaminándose directamente al corazón y naturaleza de Buddha, con desdén de la parasitaria y forastera instrucción libresca. Así estableció el Tsung-men, o rama esotérica de la doctrina que entrañaba la tradición del corazón de Buddha." (La Doctrina Secreta, Vol.VI, pág.72, Ed.Kier, 1974) 

La Voz del Silencio, que representa al Buddhismo esotérico, pertenece evidentemente a la Escuela Contemplativa del Buddhismo. En verdad, trata del arte y la ciencia de la Meditación, en sus tres aspectos de concentración, meditación y contemplación, o sea, para emplear los términos de los "Yoga Sutras" de Patanjali: Dharana, Dhyana y Samadhi. Se puede preguntar: ¿cuál es la filosofía subyacente en La Voz del Silencio? Casi desde el comienzo mismo del libro, H.P.B. da la enseñanza principal de La Voz del Silencio en una sola cláusula: "La mente es el gran destructor de lo real. Destruya el discípulo al destructor". (4-5)  

De este modo, es la destrucción de la mente lo que constituye el tema central de la obra. 
Ahora bien, la destrucción de la mente consiste en trascender la mente, y H.P.B. muestra, en el transcurso de los Tres Fragmentos, cómo puede ser trascendida la mente con la ayuda de la mente. Trascender la mente con la ayuda de la mente es explorar las posibilidades de la mente, y en el proceso de exploración, descubrir sus limitaciones. Una mente que desconoce sus posibilidades es una mente torpe, y una mente que desconoce sus limitaciones es una mente cerrada. Una mente completamente abierta y, por lo tanto, ni torpe ni ociosa o pasiva, es lo que constituye la principal enseñanza de La Voz del Silencio.  

Esto lo aclara el siguiente versículo que aparece al final de la obra: "...has de sentirte TODO PENSAMIENTO, y sin embargo desterrar todo pensamiento de tu Alma." (265) 

¿Cómo puede hacerse esto? Es aquí que las enseñanzas de los Tres Fragmentos de La Voz del Silencio se vuelven intensamente significativos. 

Los temas de los Tres Fragmentos son: Las Tres Cámaras, Los Dos Senderos y Los Siete Portales. Ellos tratan de la Preparación, el Descubrimiento y la Marcha por el Sendero Espiritual respectivamente. El aspirante espiritual sufre un determinado proceso de preparación en las Tres Cámaras, por lo cual surge de ellas adecuadamente preparado. Es esta preparación la que le permite descubrir el Sendero. Y a la luz de este descubrimiento huella el Sendero de Perfección o el Sendero de las Iniciaciones, el Sendero donde el discípulo "se convierte en lo que es". 

El Primer Fragmento tiene que ver con las distracciones de la mente humana, porque en tanto la mente esté distraída, no podrá llegar al punto del Descubrimiento, pero, ¿cuál es la causa de las distracciones de la mente? Obviamente es la memoria, o lo que el Bhagavad Gita llama rasa. H.P.B. dice hacia el final del Primer Fragmento: "Un sólo pensamiento acerca del pasado que has dejado atrás te arrastrará hacia abajo y deberás entonces recomenzar tu ascenso." "Mata en ti todo recuerdo de pasadas experiencias. No mires atrás o estarás perdido." (74-75) 

¿ Qué descubrirá la mente no distraída? Es hacia esto que H.P.B. dirige nuestra atención. 
El descubrimiento es obviamente la Recta Visión, y el Señor Buddha lo menciona como el primer paso de Su Octuple Noble Sendero. Sin Recta Visión es totalmente imposible hollar el Sendero. 

El Segundo Fragmento de La Voz del Silencio trata sobre qué es esta Recta Visión. H. P .B. la llama: "...la recta percepción de las cosas existentes, el Conocimiento de lo no-existente" (108) 
El "conocimiento de lo no-existente" es lo que verdaderamente constituye el descubrimiento en el sentido espiritual. El conocimiento de lo no-existente sólo puede acontecer en el silencio completo de la mente, porque la mente puede conocer tan solo lo que tienen existencia, lo que está manifestado. Lo Inmanifestado es percibido en el silencio, en el intervalo. 

El Sonido Insonoro solamente puede ser oído en el intervalo entre dos sonidos. 
Percibir lo Inmanifestado, comprender lo No-nacido, es tener una Visión de la Totalidad, y es con esta Recta Visión que el aspirante espiritual puede comenzar su peregrinaje por el Sendero. En el Tercer Fragmento, H. P .B. trata el tema del Hollar el Sendero. ¿ Cuál es el secreto de hollar el Sendero? Obviamente, mantener la visión de lo Inmanifestado con claridad en medio de los constantes cambios que tienen lugar en el mundo de la Manifestación. 

Esto es lo que H. P. B. indica en el Tercer Fragmento cuando le dice al discípulo: "Has de meditar profundamente acerca de la vacuidad de lo aparentemente lleno, y de la plenitud de lo aparentemente vacío." (243) 

Ver la plenitud en el vacío y el vacío en la plenitud es, ciertamente, el secreto de la Recta Acción. Recordemos al Bhagavad Gita, donde ver la "acción" en la "inacción" y la "inacción" en la "acción" es considerado como verdadero signo de Sabiduría. Cuando la acción es ejecutada sobre el trasfondo de la inacción, entonces el discípulo está en posesión del secreto que subyace en el recorrido del Sendero. Es así que el mensaje de La Voz del Silencio es el más apropiado para la época en que vivimos. La nuestra es la era de la mente, pero la mente del hombre permanece confundida ante los problemas que ella se ha creado. Estos problemas no pueden ser resueltos por la mente. 
Los problemas del hombre se resuelven trascendiendo la mente. 

No importa el nombre que demos a lo que trasciende la mente, ya lo llamemos "intuición", o "super-mente", o "más allá de la mente", o, quizás muy sabiamente, nos abstengamos de darle un nombre; pero, sea que lo nombremos o no, la humanidad ha llegado a un estado en que una nueva dimensión de comprensión debe alborear sobre ella, comprensión que no es de la mente, sino de lo que trasciende la mente. Es sólo a la luz de esta nueva comprensión que los problemas del hombre pueden ser resueltos. Si una nueva civilización está por surgir, entonces deberán aparecer hombres y mujeres de la Nueva Comprensión en todos los países del mundo. 

 La Voz del Silencio es, en verdad, una obra de la Nueva Comprensión, un libro de Buddhi, porque coloca ante los hombres y mujeres de hoy una fllosofía de vida que les permitirá rasgar en dos el velo de la mente y mirar la indescriptible belleza del mundo de más allá, que es, misteriosamente, también el Mundo Interior. 

LA LEY DEL SACRIFICIO - SABIDURÍA ANTIGUA



El estudio de la ley del Sacrificio sigue, naturalmente, al estudio de la ley kármica; y como observaba un Maestro, es igualmente necesario para el mundo conocer una y otra. Por un acto de sacrificio espontáneo se manifestó el Logos para emanar el Universo; por el sacrificio alcanza el hombre la perfección. (1) 

(1) El indo recordará las primeras palabras del Brihadâranyakopanishad, proclamando que el Alma universal nace del sacrificio; el discípulo de Zoroastro, recordará que Ahura—Mazda produce también de un acto de sacrificio; el cristiano, en fin, recordará el Cordero (símbolo del Logos) inmolado desde el origen del mundo.) Síguese de aquí, que toda religión procedente de la Sabiduría Antigua tiene como enseñanza fundamental el sacrificio, y que en la ley del sacrificio radican algunas de las más profundas verdades del ocultismo. 

Tratando de comprender, aunque imperfectamente, cual es la naturaleza del sacrificio del Logos, podeos evitar el general error de considerar el sacrificio como algo esencialmente penoso, ya que por esencia es una efusión espontánea y gozosa de la vida a fin de que otros puedan participar de ella. 
No sobreviene el dolor, a menos que en el ser que sacrifica haya desacuerdo entre la naturaleza superior, cuyo gozo consiste en dar, y la inferior cuya satisfacción es recibir y guardar. 
Sólo este desacuerdo introduce el elemento dolor; y en la perfección suprema, en el Logos, no puede haber desacuerdo. El Único es el acorde perfecto del Ser, síntesis de infinitos acordes melodiosos, donde la vida, la sabiduría y la belleza se funden en la tónica una de la existencia. 

Al objeto de manifestarse, se impone el Logos un límite a su vida infinita. Esto es lo que se llama un sacrificio. Simbólicamente en el océano de la luz infinita cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, surge una esfera inmensa, llena de luz viva, un Logos; y la superficie de esta esfera es la voluntad que ha de limitarse a sí misma a fin de producir su manifestación; es el velo en que se envuelve a fin que en el interior pueda tener forma el universo. (Esto es, el poder de auto—limitación por el cual se crean todas las formas. Su vida aparece como Espíritu, su Mâyâ como Materia, siendo ambos inseparables mientras dura la manifestación.) Este universo, por el que se efectúa el sacrificio, no existe aún; su futuro SER yace en la “MENTE” del Logos. 

A él debe su concepción y deberá su vida múltiple. 

LA DIVERSIDAD NO PUEDE SURGIR EN EL “INDIVISIBLE BRAHMANA” SINO POR EL SACRIFICIO VOLUNTARIO DEL SER DIVINO AL IMPONERSE FORMA A FIN DE EMANAR MIRÍADAS DE ELLAS DOTADAS CADA UNA DE UNA CHISPA DE SU VIDA Y SUSCEPTIBLE POR ELLO DE EVOLUCIONAR HASTA SU IMAGEN PERFECTA”. 

Se ha dicho: “El sacrificio primordial de que procede el nacimiento de los seres se llama (Karma)”. 
Y este paso a la actividad fuera del reposo perfecto, de la existencia en sí, se ha reconocido siempre como sacrificio del Logos. Este sacrificio se perpetúa a través de la duración del Universo, porque la vida del Logos es el único sostén de cada vida separada. El mismo circunscribe su vida en cada una de las formas infinitas que engendra, soportando todas las restricciones y limitaciones que implica cada una. De cualquiera de ellas puede resurgir, no importa en que momento, el señor infinito, llenando con su gloria el Universo; pero sólo por una sublime paciencia, por una expansión lenta y gradual, puede desarrollarse cada forma hasta ser, como Él, un centro independiente de ilimitado poder. Por esto se encierra en formas, y soporta toda imperfección hasta que su criatura alcanza la perfección y es semejante a Él, y una con Él, conservando intacto el hilo de su memoria individual. 

Esta efusión de la vida del Logos en las formas, constituye parte del sacrificio original y entraña la dicha del Padre Eterno al enviar sus hijos al mundo en forma de vidas separadas, a fin de que cada una pueda envolver una identidad imperecedera y acordar su nota en armonía con las demás para entonar el himno eterno de felicidad, inteligencia y vida. Esto indica la naturaleza esencial del sacrificio, cualesquiera que sean los elementos que se entremezclen en esta noción fundamental. 
El sacrificio es la efusión espontánea de la vida divina, a fin de hacer de ella partícipes a los demás seres, de traer otros a la existencia y de mantenerlos hasta que puedan subsistir por sí mismos, y esto es expresión de la alegría divina. Porque siempre es gozoso el ejercicio de la actividad como expresión de la potencia del operante. El pájaro goza entonando sus gorjeos, y vibra entusiasmado por su canto. El pintor se regocija en las creaciones de su obra, en el plasmo de su idea. 

La actividad esencial de la vida divina no puede ejercerse sino en don, puesto nada hay que pueda recibir. Si necesita ser activa (y toda vida manifestada es movimiento activo) debe necesariamente efundirse. De aquí que el signo del espíritu sea el don, porque el espíritu es la vida divina activa en todas las formas. Pero la actividad esencial de la materia consiste, por otra parte, en recibir; y al recibir las influencias vitales e organiza en formas mantenidas por la continuidad de dichas influencias que al cesar las disgregan. Toda la actividad de la materia tiene este carácter receptivo, y sólo por recibir subsiste como forma; por esto siempre toma, sujeta y retiene. 
La persistencia de la forma depende de su poder de abarque y contención. Así atraerá hacia ella todo cuanto pueda, cediendo de mal grado lo que haya de dejar. 
Tener y retener es su única alegría, y el dar es muerte para ella. 

Fácilmente podemos ahora ver cómo surge la idea de que el sacrificio fue sufrimiento. 
Mientras la vida divina se deleita en el ejercicio de su actividad con la donación, aun cuado incorporada en una forma no cuida de si esta forma perece por el don y preocúpase únicamente de que es una expresión pasajera y un medio de su individual crecimiento. Por el contrario, la forma que siempre escapársele las fuerzas vitales clama angustiada y ejerce su actividad en retener la vida, resistiendo a la corriente de difusión. El sacrificio disminuye las energías vitales que la forma reclama como suyas, agotándolas totalmente, deja que la forma perezca. En el mundo inferior, éste es el único aspecto cognoscible del sacrificio; y la forma, al verse próxima al suplicio, grita temerosa de su agonía. 

¿Qué hay de sorprendente, pues, en que los hombres, cegados por la forma, hayan identificado el sacrificio con la agonizante forma en vez de con la vida libre que se entrega exclamando alegremente: “Heme aquí, ¡OH Dios!, a tu voluntad sometido y por ello gozoso”? 
¿Qué hay, además de sorprendente en que los hombres, conscientes de sus naturalezas superior e inferior e identificándose sin embargo con ésta más que con aquélla, hayan sentido las angustias de la naturaleza inferior, de la forma, con angustias propias, sintiendo que ellos aceptan el sufrimiento al resignarse a una voluntad más alta, y consideren el sacrificio como la aceptación devota y resignada del dolor? Mientras el hombre, en vez de identificarse con su vida, se confunda con la forma, no podrá eliminar del sacrificio el elemento dolor. Pero el dolor no puede subsistir en un ser perfectamente armonizado, porque la forma es entonces el vehículo perfecto de la vida que con igual complacencia recibe o abandona. 

El dolor cesa al cesar la lucha, porque el sufrimiento procede de traqueteos, frotaciones y movimientos antagónicos, y cuando la naturaleza opera en perfecta armonía no existen las condiciones de que el dolor dimana. Siendo así la ley del sacrificio la evolución de la vida en el universo, vemos que cada peldaño de la escala se franquea por el sacrificio. Así la vida se efunde para renacer en una forma más elevada, mientras muere la forma que la contiene. Aquellos cuya mirada se detiene en las formas perecederas no ven en la naturaleza sino un gran osario; pero quienes ven que el alma inmortal escapa para animar formas nuevas y más elevadas, escuchan en todo instante el gozoso himno de la renaciente vida. 

En el reino mineral, la Mónada evoluciona por la ruptura de sus formas para la producción y mantenimiento de las plantas. Los minerales se disgregan a fin de que sus materiales puedan reconstruir las formas vegetales. La planta sacas del suelo sus elementos nutritivos, disociándolos y asimilándolos a sus propias substancias. Así las formas minerales perecen a fin de que los vegetales crezcan; y esta ley de sacrificio esculpida en el reino mineral, es la ley de la evolución de toda vida y toda forma. La vida pasa y la Mónada evoluciona para producir el reino vegetal, siendo el perecimiento de las formas inferiores condición indispensable para la aparición y mantenimiento de las superiores. 

El proceso se repite en el reino vegetal, cuyas formas quedan a su vez sacrificadas para que puedan producirse y crecer las formas animales. En todas partes, hierbas, semillas y árboles perecen para que el mantenimiento de los cuerpos animales; sus tejidos se disgregan a fin de que el animal pueda asimilarse los materiales que los componen para edificar su cuerpo. De nuevo la ley del sacrificio rige en el mundo y esta vez en el reino vegetal. La vida subsiste y las formas perecen. 

La Mónada evoluciona para producir el reino animal, y los vegetales se sacrifican a fin de que las formas animales puedan engendrarse y mantenerse. Hacia aquí la idea del sufrimiento apenas se asocia a la del sacrificio, pues como visto en el curso de nuestro estudio, los cuerpos astrales de las plantas no están suficientemente organizados para las sensaciones agudas de placer o de dolor. Pero cuando consideramos la ley del sacrificio en el reino animal, no podemos por menos de reconocer que el dolor se asocia a la ruptura de las formas. 

Puede decirse que la suma de dolor ocasionado cuando, en “el estado de naturaleza”, un animal hace a otro presa suya, es comparativamente insignificante en cada caso particular, habiendo, sin embargo, dolor; y en verdad se puede decir también, que en el papel que desempeña ayudando a la evolución de los animales, acrecienta el hombre considerablemente ese dolor vigorizando los instintos depredatorios de los animales carnívoros en vez de debilitarlos. Sin embargo, no es {el quien ha infundido estos instintos en el animal, aunque los haya puesto a su propio servicio para sus propósitos; y en innumerables variedades de animales carniceros en cuya evolución no ha ejercido el hombre influencia directa, las formas se sacrifican para el mantenimiento de otras como en el reino mineral y vegetal. La lucha por la existencia siguió su curso desde mucho antes que el hombre apareciese sobre la escena y acelerase la evolución de la vida y de las formas, mientras el dolor inherente a la destrucción de las formas comenzaba su larga tarea; hacer sentir a la Mónada evolutiva el carácter transitorio de todas las formas que perecen y la vida que subsiste. 

La naturaleza inferior del hombre ha evolucionado según la misma ley de sacrificio que rige en los bajos reinos. Pero con la efusión de la vida divina que da la Mónada humana, sobreviene un cambio en la manera de operar la ley del sacrificio como ley de vida. En el hombre, es preciso desenvolver la volunta, la energía automotora, la iniciativa. El impulso que fuerza en los reinos inferiores el curso de la elevación, no puede emplearse aquí sin paralizar el crecimiento de ese poder nuevo y esencial. 
No se pide al mineral, ni a la planta ni al animal la aceptación de la ley del sacrificio como ley de vida escogida voluntariamente. Se le impone desde el exterior e impele a su desarrollo por necesidad ineludible. Pero el hombre debe tener la libertad de escoger, indispensable para su desarrollo de una inteligencia dotada de conciencia y discernimiento. Entonces surge el siguiente problema: “¿Cómo esta criatura libre en escoger, ha de aprender, sin embargo, a escoger la ley de sacrificio, cuando se halla aún en estado de organismo sensible, temiendo al dolor, que es inevitable en la ruptura de las formas? 

La experiencia de muchas eternidades, analizada por una criatura de inteligencia continuamente creciente, habría podido, sin duda, llevar al hombre a descubrir que el sacrificio es la ley fundamental de la vida. Pero en esto, como en tantas otras cosas, no quedó sin ayuda y abandonado a sus propios esfuerzos. Los divinos Instructores estaban allí, al lado del hombre, en su infancia. 
Proclamaron con autoridad la ley del sacrificio, y en forma rudimentaria fue incorporada a las religiones en que se sirvieron educar a la naciente inteligencia de los hombres. Inútil era exigir de aquellas almas infantiles un abandono espontáneo de los objetos que les parecían más apetecibles; objetos cuya posesión garantizaba su existencia formal. Había que conducirlos por un camino destinado a elevarlos seguramente, pero por grados, hasta las alturas sublimes del sacrificio voluntario. A tal fin se les enseñó que no eran unidades aisladas, sino que como parte de un conjunto mayor, su vida estaba ligada a otras vidas así inferiores como superiores; pero su vida física estaba mantenida por las vidas inferiores, por la tierra y por las plantas, cuyo consumo constituía para la naturaleza un crédito que tenían que saldar. 

Viviendo del sacrifico de los demás seres, necesitaban sacrificar en cambio algo que pudiera mantener otras vidas. Nutridos, debían nutrir. Y puesto que cosechaban los frutos producidos por la actividad de las entidades astrales presidentes en la naturaleza física, tenían que compensar con ofrendas adecuadas, las fuerzas gastadas en su provecho. De aquí todos los sacrificios ofrecidos e esas fuerzas, como les llama la ciencia, o según la constante enseñanza de las religiones, a esas inteligencias directoras de la naturaleza física. El fuego disgrega rápidamente la materia física y densa y restituye al éter las partículas etéras de la ofrenda consumida. 

Las partículas astrales quedan, pues, fácilmente libertadas para que se las asimilen las entidades astrales encargadas de sostener la fertilidad de la tierra y asegfurar el crecimiento de las plantas. 
Así se mantiene el movimiento cíclico de la producción y el hombre aprende que está constantemente incurso en deuda con la naturaleza y que debe constantemente satisfacerla. El sentimiento de la obligación queda así implantado y nutrido por el espíritu y el pensamiento humano recibe la estigma del deber hacia todo, hacia la naturaleza nutridota. Este sentimiento de obligación alíase estrechamente con la idea de que el cumplimiento del sacrificio es necesario al bienestar del hombre; y el deseo de prosperidad continua le lleva pagar su deuda. 

No es todavía sino un alma infantil, que aprende las primeras lecciones, y esta lección de interdependencia de las vidas, de la vida de cada ser dependiente del sacrificio de los demás, tiene capital importancia para su desarrollo. No puede todavía experimentar la divina dicha de dar; es preciso que antes venza la repugnancia de la forma a dejar todo lo que la alimenta. El sacrificio se identifica, pues, en el hombre primitivo, con el abandono de una cosa estimada; abandono provocado por el sentimiento de la obligación, por una parte, y por otra, por el deseo de continua prosperidad. 
La lección siguiente traslada la recompensa del sacrificio a una región más allá del mundo físico. Primeramente el sacrificio de los bienes materiales debe asegurar el bienestar material; luego el sacrificio de esos mismos bienes materiales ha de proporcionar dicha en el cielo más allá de la muerte. La recompensa ofrecida al sacrifico es naturaleza más elevada, y el hombre aprende que un bien relativamente permanente puede adquirirse por el sacrificio de un bien relativamente transitorio: lección importante que conduce al discernimiento. 

La sujeción de la forma a los objetos físicos se trueca en apego a las dichas celestes. 
En todas las religiones exotéricas vemos empleados por los sabios este procedimiento de educación. Demasiados sabios para esperar de las almas jóvenes el heroísmo sin recompensa, se contentan con sublime paciencia a animar dulcemente en la espinosa vía de la naturaleza inferior a los niños indisciplinados confiados a su custodia. Gradualmente los hombres se ven inducidos a subyugar su cuerpo, a dominar su inercia por el cumplimiento metódico de cotidianos ritos religiosos, de carácter frecuentemente áspero; y sus actividades se reglamentan y canalizan en direcciones útiles. 
Se ven impelidos a vencer la forma y a mantenerla sumisa a la vida, y el cuerpo adquiere el hábito de prestarse a obras caritativas y benévolas, obedeciendo a las exigencias de la voluntad aun cuando esta no se halle estimulada todavía sino por el deseo de recompensa en el cielo. 

Podemos ver entre los indios, persas y chinos, como los hombres aprenden a reconocer sus múltiples obligaciones, a ofrecer por el cuerpo su sacrificio de obediencia y de veneración hacia los antepasados, los padres y los ancianos; a ser caritativos con delicadeza y buenos con todo el mundo. Poco a poco los hombres se ven obligados a desenvolver en el más alto grado el heroísmo y la abnegación, como atestiguan los mártires que entregan con gozo sus cuerpos a las torturas del potro antes que apostatar de sus creencias y traicionar su fe. Esperan, en verdad, una “corona de gloria” en el cielo en recompensa del sacrificio de su forma física; pero ¿no es ya bastante haber vencido el apego a la forma física y haber hecho el mundo invisible de tan modo real que se le puede tomar por el visible? La siguiente etapa se franquea cuando el sentimiento del deber está claramente establecido; cuando el sacrifico de lo inferior a los superior se considera como bueno en sí, independientemente de todo estímulo de recompensa en otro mundo; cuando se reconoce la obligación de la parte hacia el todo; y en fin, cuando el hombre siente que la forma que existe para el servicio de los demás, debe en completa justicia a servir a su vez sin derecho alguno de recompensa. El hombre comienza entonces a comprender la ley de sacrificio como ley de la vida y a asociarse voluntariamente con ella. 

Comienza igualmente a distinguirse él mismo con su pensamiento de la forma que habita, para identificarse con loa vida evolucionante. Esto le lleva por grados a experimentar cierta indiferencia por todas las actividades de la forma, menos por las consistentes en deberes que cumplir, y acaba por considerarlas a todas como simples instrumentos para la utilización de energías vitales debidas al mundo y no como acciones cuyo móvil sea el logro de un resultado. El hombre se eleva así hasta el punto antes ya señalado en este estudio, punto en donde cesa de engendrar el Karma que le sujeta a los tres mundos, y en donde se unce a la rueda de la existencia porque es preciso que gire, pero no a causa de los objetos deseables que su revolución le pueda procurar. Más el pleno reconocimiento de la ley del sacrificio eleva al hombre más allá del plano mental donde el deber se considera como deber, como “lo que debe hacerse porque es debido”; y le transporta al plano más elevado de Buddhi, donde se siente la unidad de todos los “yos” y todas las energía se despliegan en provecho de todos y no de un yo separado. 

Únicamente en este plano se siente la ley de sacrifico como delicioso privilegio, en vez de reconocerse sólo por la inteligencia como verdadera y justa. En el plano búdico el hombre ve claramente que la vida es una, que el Logos deriva perpetuamente en libre efusión de amor, y que la existencia aislada no puede ser sino mezquina y pobre, sin hablar de la ingratitud que apareja. Allí, el corazón se lanza completamente hacia el Logos en potente impulso de amor y de adoración, y se entrega en gozosa renuncia a fin de ser una de las vías por donde su vida descienda e irradie sobre el mundo para ser portador de su Luz, un mensajero de su compasión, un operario de su reino, como única vida digna de vivirse para acelerar la evolución humana, servir a la Buena Ley, y aliviar un poco la carga del Seño mismo. 

Únicamente en este plano puede obrar el hombre como uno de los Salvadores del mundo, porque allí es uno con los “yos” de todos. Identificado con la humanidad una, su fuerza, su amor y su vida pueden dirigirse hacia cualquiera de los “yos” separados o hacia todos. Se ha convertido en fuerza espiritual y acrecienta la energía espiritual disponible en el sistema del mundo al añadir su propia vida. Las fuerzas que antes empleara en los mundos físico, astral y mental en busca de satisfacciones para su yo separado, se reúnen para un acto de sacrificio, y transformas así en energía espiritual, se difunden por todo el mundo como oleada de vida espiritual. 

Esta transformación se efectúa según el motivo que determina el plano en el cual se descarga la energía. Si el hombre tiene por motivo el logro de objetos físicos, la energía descargada opera sólo en el plano físico; si desea objetos astrales, descarga la energía en el plano astral; y si busca goces mentales, su energía funciona en el plano mental. Pero si se sacrifica para ser un canal de vida del Logos, descarga la energía en el plano espiritual, y esta energía opera en todos los lugares con potencia y sutilidad de fuerza espiritual. 

Para un hombre semejante, la acción y la inacción vienen a ser lo mismo. Ocupa con gozo el lugar que se le ofrece, porque el Logos es idéntico en todo lugar y en toda acción. Puede dirigirse hacia toda forma y en toda acción. Puede dirigirse hacia toda forma y obrar en todo sentido porque no conoce ni escoge ni diferencia. Por el sacrificio se ha hecho su vida una con la del Logos y ve a Dios en todo y todo en Dios. ¿Qué le importan los lugares o la forma, si el mismo es la vida consciente? “Nada tiene, y posee todas las cosas”; nada pide y el universo entra en él. Su vida es dichosa, porque es uno con su Señor bienaventurado; al utilizar la forma para el servicio sin sujetarse a ella, “pone fin al dolor” 

Los que comienzan a comprender las maravillosas posibilidades ofrecidas al que se asocia voluntariamente a la ley del sacrificio, experimentarán sin duda el deseo de comenzar esta asociación voluntaria antes de poder elevarse a las alturas cuya vaga descripción acabamos de hacer. 
Como toda verdad espiritual profunda, el sacrifico es eminentemente práctico en su aplicación a la vida cotidiana, y quien comprende su belleza puede efectuarlo sin vacilar. 

Una vez tomada la resolución de comenzar la práctica del sacrificio, el hombre debe señalar con un acto de sacrificio el comienzo de cada jornada. Antes de que comience la labor del día, él mismo será la ofrenda hecha a Aquél a quien consagro su vida. Así que despierte, su primer pensamiento será la consagración de toda su fuerza a su Señor. Luego ofrecerá en servicio todos los pensamientos, palabras y acciones de la vida diaria, efectuándolo no por el fruto que reporte, ni como un deber, sino por ser en aquel instante la mejor manera de servir a Dios. 

Todo lo que ocurra lo aceptará como expresión de su voluntad. Gozo, pena, inquietud, éxito, derrota, toda cosa debe bien recibirla como indicadora del camino de su servicio. Recibe con gozo las cosas que le llegan y las ofrece en sacrificio; las que se van, las pierde con gozo; puesto que se van, es que el Señor las necesita. Todas las potencias de que el ser dispone se consagran con gozo al servicio; cuando le faltan, acepta la privación con ecuanimidad dichosa; puesto que han dejado de ser disponibles; no tendrá ya que emplearlas. Igualmente el sufrimiento inevitable, fruto de un pasado no redimido aún, puede transformarse por la aceptación en sacrificio voluntario. 

El hombre que voluntariamente acepta este sufrimiento puede ofrecerlo en don, y transformarlo así en fuerza espiritual. Cada vida humana depara ocasiones innumeras de realizar la ley del sacrificio y cada vida se convierte en una potencia a medida que las ocasiones surgen y se utilizan. Sin ninguna expansión de su conciencia en estado de vigilia, el hombre puede llegar a ser un trabajador en los planos espirituales, porque descarga en ellos energía que desde allí se esparcen profusamente en los mundos inferiores. Su renunciamiento aquí abajo, en su conciencia inferior, aprisionada en el cuerpo, despierta responsivos estremecimientos de vida en el aspecto búdico de la Mónada, que es su verdadero Yo y acelera la época en que esta Mónada será el Ego espiritual que, por su propia iniciativa, gobierne y rija todos los vehículos, empleándolos a voluntad según la obra que quiera cumplir. Ningún otro método asegura un progreso tan rápido ni tan pronta manifestación de todas las potencias latentes en la Mónada, como la comprensión y práctica de la ley del sacrificio. 

Por esto ha sido llamada por un Maestro “La Ley de la Evolución del Hombre”. 
Tiene, en verdad, aspectos más profundos y más místicos que todos los que se han estudiado aquí; pero estos se revelarán, sin palabras, al corazón tranquilo y amante cuya vida es por completo una ofrenda y sacrificio. Pertenece al orden de cosas que nos sino oídas en la calma interior; una de estas enseñanzas que sólo la “Voz del Silencio” puede exponer. Entre estas enseñanzas también se encuentran las profundísimas verdades que tienen raíz en la Ley del Sacrificio.

EL CONCEPTO DE ABSOLUTO (II) RITMO CÓSMICO



Al tratar del concepto de Absoluto se había señalado que un Principio Último así debería ser una síntesis perfecta y armoniosa de todos los pares de opuestos posibles y contener, en forma integrada, todos los principios, cualidades, etc., que encuentran expresión en un universo manifestado y son su base. Examinemos ahora con mayor amplitud estas dos ideas: la de perfecta neutralización de los opuestos y la de integración armoniosa de principios y estados. 

Estudiaremos unos pocos casos importantes más de neutralización de opuestos, que producen un estado neutral desprovisto de caracteres positivos y negativos, y consideraremos algunas inferencias de fundamental importancia que pueden hacerse a partir de la concepción de ese estado neutral. Una de tales inferencias es que debe existir eternamente un Punto Ideal en el estado de inmanifestación de la Realidad, y a partir del cual se inician todos los tipos de manifestación. La presencia de tal punto ideal se desprende de varias consideraciones. La diferenciación primaria de la Realidad Una en un Tattva Shiva-Shakti polar supone la existencia de otro Tattva actuando a partir de un punto o centro, así como la existencia de un elipsoide supone la existencia de una esfera de cuyo centro se han ido separando los dos focos del elipsoide cuando la esfera degenera en un elipsoide, como indican las figuras siguientes.
La misma suposición se hace necesaria de la consideración de la serie matemática de los números naturales; 0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10... Estos números, como se ha demostrado en otro capítulo, son las representaciones matemáticas de las realidades fundamentales de la existencia, y cada uno de ellos corresponde a un nivel particular de realidad, que está relacionado tanto con el nivel inferior a él como con el superior. En esta serie, el O obviamente representa a lo Absoluto perfectamente indiferenciado y el 2 el Shiva-Shakti Tattva. Entre el O y el 2 está el 1, que debe representar algún aspecto de la Realidad que se intercala entre los dos aspectos antes mencionados. 

La Realidad Última indiferenciada o lo Absoluto, que es un Vacío llamado Nirvishesa no puede tener un centro o punto particular en su seno, porque ello implicaría una distorsión y falta de uniformidad. Sin embargo, sin un centro eterno tal, no puedo haber manifestación, como se ha demostrado en otro capítulo; pero, si tal centro existe, sólo puede existir si está perfectamente contrabalanceado por su opuesto exacto. Cabe preguntarse entonces: ¿cuál es el opuesto exacto de un punto que pueda neutralizarlo o equilibrarlo perfectamente al Punto y servir así para mantener el estado de perfecta indiferenciación de la Realidad Última? Obviamente: el Espacio vacío, infinito e ilimitado. 

Así, el Espacio, al que se hace referencia en “La Doctrina Secreta”, es aquel aspecto de la Realidad que equilibra al Punto manteniendo así la condición de perfecta indiferenciación requerida en tan elevado estado. Tanto el Espacio Eterno Último como el Punto Eterno Último son reconocidos en Ocultismo e Hinduismo. El primero, el Espacio Eterno Último, que se menciona como el “contenedor” o “vestidura” de la Realidad Última, es llamado Mahakasha en la filosofía hindú, para distinguirlo del Cidakasha o espacio mental que viene a la existencia en la manifestación para servir de medio a la Ideación Divina. El Punto Eterno que sirve como un centro en torno al cual se verifica la manifestación es llamado un Mahabindu. Es este el Punto que por su primaria diferenciación en opuestos polares, produce los focos del dual Tattva Shiva-Shakti y contiene, en sus insondables honduras, los centros mentales de todos los Logos Solares y Mónadas. 

Si analizamos las ideas acerca del punto matemático y del espacio matemático, encontramos que son dos aspectos opuestos y limitados de una misma realidad que subyace en la idea de magnitud y que pueden ser caracterizados como ‘extensión”. Si comenzamos a contraer una esfera de cualquier dimensión quedará finalmente reducida a un punto, que es un ente matemático ideal sin magnitud, sin longitud, ni espesor, ni ancho. Análogamente, si procedemos en sentido contrario y vamos hacia el otro extremo ampliando la esfera ad infinitum, asumirá finalmente la forma o la amorficidad que generalmente se asocia con el espacio ilimitado e infinito, es decir, espacio extendiéndose en todas direcciones sin limitaciones y tan atenuado que es ya un perfecto vacío. Debemos suponer que ese espacio infinito deberá ser la última expresión de una esfera en expansión porque sólo una esfera es lo que da, en último límite, un punto Cualquier otro cuerpo, por ejemplo: un cubo o un tetraedro, de cualquier tamaño, contrayéndose, en último límite no darán un punto, como puede verse sin necesidad de prueba; los vértices de tales cuerpos impiden que por contracción se llegue a un punto perfecto. 

Así, el punto ideal y el espacio ideal son los dos límites ideales de nuestra concepción de la “extensión”, el punto en la dirección de lo infinitamente pequeño y el espacio en la dirección de lo infinitamente grande. Esta idea es de la mayor importancia en nuestra concepción de lo Absoluto, porque muestra que el Punto Último y el Espacio Último han de ser las dos eternas y opuestas formas o envolturas de la Realidad Suprema, es decir, por una parte lo Absoluto ha de adoptar la forma del espacio y por la otra la de un punto, siendo ambas mutuamente opuestas pero perfectamente equilibradas o neutralizadas, manteniendo así la vacuidad de aquel Estado Supremo. 
No se trata de que lo Absoluto esté permaneciendo en el espacio en su estado inmanifestado y manifestándose a través de un punto, sino, de estar existiendo mediante ambos simultáneamente, lo que a su vez significa que los estados de inmanifestación y manifestación de lo Absoluto, asociados a estos Espacio y Punto no son dos estados alternativos sino co-existentes, que existen simultánea y eternamente, que pueden ser considerados como estados polares indisolublemente unidos. No es que el Punto ideal aparezca cuando la manifestación va a tener lugar, sino que en lo Absoluto, el Punto eterno o Centro Laya en torno al cual cristaliza, por así decirlo, el universo manifestado, está eternamente allí, Existe eterna y simultáneamente, con el Espacio Último y es el vehículo de Nirguna-Brahman, la Realidad que viene entre lo Absoluto y el Shiva-Shakti y que corresponde al número 1 en la serie de los números arriba mencionados. 

La concepción de lo Absoluto como un estado superintegrado, en el cual todos los principios, etc., están presentes en una condición de armonía, es una parte necesaria de la concepción filosófica de la Realidad Suprema, pero ahondando el pensamiento, se verá que ello es tan sólo eso, un aspecto de ese estado trascendente. Además, ese estado ha de ser un estado de naturaleza puramente estática, un estado de congelada inmovilidad, resultando por ello difícil imaginar cómo este universo dinámico, con el movimiento reinando en todas partes y épocas, pueda tener su fuente en tal estática Realidad. A fin de aclarar esta duda deberemos, por eso, dar vuelta la moneda y examinar la otra cara, considerando, por un momento, el aspecto dinámico de esta Realidad, que es exactamente el opuesto del estático, y que debe existir como complemento de ese aspecto. Podemos designarlo mejor con la expresión Ritmo Cósmico. 


Ahora examinaremos esto brevemente. Se observa, en general, que un fenómeno de cualquier naturaleza, una vez que su proceso ha comenzado, prosigue ganando en importancia en forma creciente hasta que llega a su culminación, comenzando entonces el proceso inverso, esto es, el proceso de decadencia o declinación; éste también va ganando en intensidad hasta que se anula y, o bien desaparece del dominio de la manifestación, o reaparece con un impulso renovado, Estos procesos se verifican en todos los niveles, desde el nivel en que el átomo vibra en un movimiento armónico simple hasta el nivel de los sistemas manifestados, que nacen, crecen, culminan, declinan y desaparecen cuando adviene el Pralaya. La vigencia de esta ley casi universal en los fenómenos de la Naturaleza, tiene lugar en puntos de manifestación en presencia de un movimiento periódico o ritmo en lo Inmanifestado, semejante a un movimiento armónico, o sea con apartamiento en direcciones opuestas con relación a un punto neutral. 

Considerando el fenómeno de la manifestación al máximo nivel, encontramos allí un movimiento alternado hacia la manifestación y hacia la disolución en la eterna sucesión de Shristi y Pralaya. En el dominio de lo Inmanifestado esto correspondería a un movimiento hacia afuera y hacia adentro en torno a un Centro Laya. Con las expresiones hacia afuera y hacia adentro se quiere significar un movimiento en el que hay alternancia de expansión y contracción en torno a un punto central, movimientos análogos a los centrífugos y centrípeto de la mecánica. Debemos recordar que en estos fenómenos cósmicos no sólo hay un movimiento periódico y recurrente de Shristi a Pralaya sino que también de Pralaya a Shristi; en otras palabras: un sistema manifestado pasa no solamente a un estado de Pralaya ya después de un período de funcionamiento activo, sino que también emerge del estado de Pralaya después de un cierto período y entra en la fase de funcionamiento activo llamado Shristi, y desde que Pralaya es un estado de quietud equivalente al nivel cero, debe haber no solamente una fuerza que retrotrae a un sistema manifestado al estado de Pralaya sino también una fuerza opuesta correspondiente que, proviniendo del otro lado del nivel cero, y después de pasarlo, impulsa al sistema, por así decirlo, a la manifestación. 

El sistema manifestado continúa desarrollándose y creciendo hasta que la onda exterior se agota, dando lugar al comienzo del proceso inverso de decadencia y declinación, hasta que el sistema es impulsado nuevamente tras del nivel cero hacia el estado de Pralaya repitiéndose todo el ciclo una y otra vez. El potencial cero del centro Laya no puede producir, por sí mismo, un nuevo impulso exteriorizante hacia la inmanifestación, al igual que un organismo muerto no puede, por sí mismo, reanimarse y volverse a la vida nuevamente. Una batería descargada no puede recargarse por sí sola. Un sol que se ha enfriado o que ya está muerto, no puede volver a la actividad nuevamente salvo que un agente externo actúe sobre él, lo energetice y entre en actividad otra vez.
Dado que la Realidad Última es, por SU naturaleza intrínseca, una Realidad independiente, auto-suficiente (Nira-lamba) y no puede haber otra Realidad por sobre Ella ni aparte de Ella para producir tales cambios, se sigue, lógicamente, que debemos buscar tales fuerzas y los cambios que ellas producen, dentro de la Realidad Última misma. 

En otras palabras debe existir un movimiento periódico eterno en la Realidad Última misma que responde de, y automáticamente produce, estas alternancias de Shristi y Pralaya y otros cambios periódicos en el dominio de la manifestación. Si el punto de vista anterior es correcto, entonces el período de Pralaya de todo sistema no es un período de sueño, un estado de inactividad casi semejante a la condición de un moribundo, con la que aparece al intelecto sujeto a ilusión. Es un período en el que toda la gama de cambios, o más bien, de movimiento indicados arriba tiene lugar tras el telón que separa al Manifestado de lo Inmanifestado, 

Podemos “ver”intelectualmente sólo cuanto sucede cuando la oleada de la manifestación emerge desde detrás del telón, Este es el nacimiento del universo (o de un sistema menor), su crecimiento, su culminación, declinación y desaparición en el estado de Pralaya. A esto ¿qué sigue? ¿Qué ocurre cuando la oleada revertida se retrae hacia las tinieblas del Pralaya? ¿Todo se congela e inmoviliza hasta que vuelva el tiempo de Shristi o creación y un sistema manifestado inicie su actividad? Esto no puede ser así, como tampoco puede la vida surgir de la muerte, ni la energía de la inercia. Lo que se verifica detrás del telón, en la obscuración del Pralaya (que es oscuridad sólo para los que estamos de este lado del telón), es el completamiento del movimiento rítmico, del cual sólo es intelectualmente visible desde este lado solamente una mitad. Este movimiento puede ser diagramado así:


La oleada recesiva en el momento del Pralaya ya, desciende hasta lo Inmanifestado, alcanza el «nadir” y otra vez retorna hacia el “nivel cero” con una cierta impulsión que crea la nueva urgencia por un Shastri después de un período de Pralaya. El movimiento podría visualizarse como siendo análogo al movimiento del péndulo de un reloj, como se indica en el croquis que sigue;


Si tapamos una mitad de la parte inferior del reloj sólo veremos la mitad del movimiento del péndulo. El movimiento detrás de la parte cubierta de la izquierda permanece invisible para nosotros. 
El fenómeno de la manifestación es semejante a la parte visible del movimiento del péndulo a la derecha. Un punto interesante de destacar en el movimiento de tal péndulo, es que podría continuar oscilando indefinidamente por sí mismo en medio análogo al vacío si la resistencia en el punto de apoyo desapareciese de algún modo. De lo dicho puede verse que podemos reemplazar la concepción ordinaria de Shristi y Pralaya por otra concepción que admira por su belleza, armonía y envergadura filosófica. 

Reemplazamos la representación parcial e insatisfactoria del proceso cósmico en el que un universo aparece de alguna parte y desaparece en alguna otra parte, sin causa alguna, con otra representación con la que logramos una vislumbre de todo el proceso, que es simple, armonioso, auto-contenido, eterno, y en armonía con las leyes científicas con las que estamos familiarizados. 

El estudiante deberá notar que esta clase de ritmo eterno en lo Inmanifestado puede dar cuenta muy satisfactoriamente de un gran número de fenómenos pertenecientes al dominio de lo manifestado, como los siguientes: 

(1) La Periodicidad que parece regir todos los fenómenos de la Naturaleza. 
Todo el Universo aparece como un gigantesco reloj en el cual ruedas de todos tamaños y clases giran continua e incesantemente a pesar del hecho de que se consume energía y que, en última instancia, la maquinaria se detendrá. 

(2) Fases, acompañadas ‘de crecientes y decrecientes, flujos y reflujos, en diferentes esferas del Universo. 

(3) Aumento y disminución del nivel energético en los sistemas manifestados y organismos más pequeños. 

Estos fenomenos están simbolizados por la luna creciente y DAMRU en la simbología de Mahesha. Como la idea de un ritmo eterno impregnando el cosmos es interesante en extremo, tanto desde el punto de vista filosófico como del científico, y permite arrojar luz sobre muchas doctrinas del Ocultismo y fenómenos naturales, la consideraremos un poco más en detalle. 
Veamos primero que significa y si podemos visualizarla en cierta medida con la ayuda de símbolos matemáticos y analogías científicas, La visualización de la Realidad Última como lo único existente en el Espacio ilimitado e infinito o Mahakasha, o alternativamente en un Punto, llamado Mahabindu, es filosóficamente insatisfactoria. Si existe solamente en el Espacio ilimitado e infinito ¿cómo hemos de tomar en cuenta Su manifestación a través de un Punto, puesto que el punto parecería ser la base de todos los fenómenos de la manifestación, desde el más inferior de los planos al más elevado de ellos? Si, por otra parte, esa Realidad ha de ser concebida como existiendo en un Punto ¿cómo podemos tomar en cuenta su existencia en el Mahakasha? 

Estas dos concepciones matemáticas: el Punto adimensional y la Esfera ilimitada de radio infinito, como se indicó antes, son dos concepciones opuestas últimas en que cabe imaginar la existencia de esta Realidad, pero no existe realmente en una u otra exclusivamente, lo cual es una trampa del intelecto que sólo concibe toda realidad o idea como un par de opuestos o Dvandva. Ambas concepciones son estáticas y materialista, mientras la Realidad, por su verdadera naturaleza, ha de ser de la naturaleza de la conciencia y dinámica. 

La simple idea de un Ritmo Cósmico reconcilia y fusiona las concepciones del Punto adimensional y del Espacio ilimitado en una concepción inteligible que concuerda con las ideas de la Ciencia moderna. Es así que, entonces, la Realidad Última es concebida como una oscilación de la conciencia, en que alternativamente ella se expande hasta una esfera ilimitada de radio Infinito y luego se contrae hasta un punto ideal, pasando por todas las etapas intermedias representadas por esferas concéntricas de radios diferentes.
Esta alternancia de contracción a un punto y expansión al infinito muestra por un lado la naturaleza dinámica de la Realidad y por la otra se muestra cómo el Punto ideal y el Espacio infinito sirven, ambos, alternativamente, como vestiduras de esa Realidad. Quienes están familiarizados con la idea de la Ciencia actual verán, en esta alternante asunción de dos estados extremos y opuestos, una analogía con el estado de resonancia que acontece en un fenómeno cuando muestra las características de dos estados opuestos simultáneamente. 

Lo que muestran tales características opuestas se supone corresponder a esas dos características adoptando dos estados extremos alternadamente y con extrema rapidez. Bajo esas circunstancias el hecho no es ni uno ni otro de ambos extremos, sino un equilibrio dinámico entre ambos. Debe notarse también que esta oscilación entro los dos estados límites significa que todos los estados intermedios entre ambos se han sucedido con inconcebible velocidad y, por lo tanto, están contenidos en el estado total. Así, todos los estados posibles de existencia están fundidos, por así decirlos en un solo estado. Esta idea, por lo tanto, nos proporciona una nueva vislumbre de la naturaleza de la Realidad y nos muestra la naturaleza dinámica del estado superintegrado. 

La idea arriba expresada nos da una representación satisfactoria pero no completa, del proceso cósmico, porque se refiere tan sólo a la contracción y expansión en el dominio positivo de la manifestación, correspondientes a los procesos por sobre el cero en la figura anterior. Sin la correspondiente expansión y contracción en el dominio negativo, por debajo del cero no podría haber equilibrio y movimiento automático y sería difícil contar con la reversión del impulso que lleva a un universo a manifestarse después de un período de Pralaya. Un péndulo, si es que ha de continuar su movimiento oscilatorio deberá hacerlo a ambos lados de la posición media. 

No podemos imaginarlo oscilando hacia un solo lado de la posición media. ¿Qué es lo que hace que el universo manifestado comience su movimiento de contracción, después que el impulso de expansión se ha agotado? ¿Qué es lo que lo hace entrar en manifestación después de un período de Pralaya? La clave de todos estos interrogantes yace en la combinación de la idea de expansión y contracción en el dominio positivo, por arriba del nivel cero con la idea de expansión y contracción en el dominio negativo, debajo del nivel cero, completando así el ciclo del proceso cósmico, automático y análogo a ciclos similares en el campo de los fenómenos naturales. 

Se observa, en el caso de los fenómenos físicos, que un cuerpo en movimiento continuará moviéndose a menos que sea frenado por la aplicación de una fuerza, en forma de alguna clase de resistencia. Un péndulo debería oscilar indefinidamente a menos que sea detenido por alguna resistencia, por ínfima que pueda ser. Esto es debido a Tamas o “inercia”. Esta tendencia, inherente en la Naturaleza, ha sido formulada bajo la forma de ley definida de la dinámica y está en la base de todos los movimientos naturales que continúan indefinidamente, como los movimientos de los electrones en el átomo o de los planetas en un sistema solar. En realidad, es la expresión de una de las tres Gunas fundamentales, las que, en su condición de existencia armónica, son llamadas Prakriti en la filosofía Samkhya. Ahora veamos al proceso cósmico un poco más de cerca para comprender el significado de todo el ciclo. Cuando la onda de contracción alcanza el límite del Punto ideal, no invierte su dirección para iniciar de nuevo la expansión. Atraviesa el Punto y emerge del lado negativo como onda de expansión. Y al atravesar el Punto no sólo cambia su dirección y de una onda de contracción se transforma en otra de expansión, sino sufre un cambio en su naturaleza, que puede ser comparado con la puesta al revés de un guante. Sigamos el movimiento del frente de onda por medio de un diagrama: La contracción y la expansión en el punto en que se repiten las inmersiones puede esquematizarse así:


Veamos en la figura cómo la onda cambia su dirección en Punto O, en que una onda de expansión se convierte en una comprensión y viceversa. En el esquema, la inversión en el punto O ha sido representada dentro de un limitado entorno del Punto O y un estrecho sector del mismo, pero el estudiante, con su imaginación puede fácilmente visualizar todo el proceso en términos de una esfera con centro en O que se expande y se contrae. En el esquema podemos visualizar la inversión del movimiento en el Punto O, pero no su inversión en el dominio del infinito cuando, después de haberse expandido hasta el infinito la onda comienza su contracción otra vez, tanto en el dominio de lo manifestado como de lo no manifestado, pero que tal inversión debe tener lugar resulta obvio si es que el Ritmo Cósmico es un hecho y el proceso cósmico, con su alternancia de Shristi y Pralaya, ha de ser una actividad automática y eterna en lo Absoluto que no requiera un impulso inicial para creación o disolución, ya sea ese impulso interno o externo. 

No podemos abrigar la esperanza de comprender o visualizar estos misterios últimos de la existencia como no sea de una manera muy vaga fragmentaria, pero sí podemos sentir intuitivamente su tremenda naturaleza y aterradora magnitud. Las matemáticas a veces nos auxilian en estas cosas, permitiéndonos simbolizar estas realidades trascendentes con esquemas matemáticos. 
Pero esos diagramas serán meros símbolos y no nos podrán hacer comprender el modus operandi de los procesos salvo de un modo muy general e impreciso. 

En el caso presente, por ejemplo, de acuerdo con las matemáticas, si una onda que parte de un centro y comience a expandirse hasta el infinito deberá en última instancia reaparecer en el mismo centro desde adentro. Esto significa que en el dominio de lo infinito, contenido en lo Inmanifestado, ha sido invertida de alguna manera en su dirección, si bien de ninguna forma podemos ni visualizar ni concebir cómo. Si como ha sido considerado arriba, el Ritmo Cósmico está en la base de todos los movimientos periódicos y cambios en el cosmos, todo el estado de manifestación, en el sentido positivo tal como lo conocemos, deberá tener su contraparte negativa y deberemos tener un estado manifestado negativo que equilibre al estado manifestado positivo y así mantener el estado vacío de lo Absoluto, En correspondencia con las realidades básicas que encontramos en el universo manifestado positivo, ha de haber su contraparte en el mundo negativo. 

Habrá tiempo negativo, espacio negativo, materia negativa, etc., aunque resulta difícil concebir el significado de esos constituyentes del mundo negativo. Los hombres de ciencia ya han comenzado a hablar de antimateria, y quienes viajan en los muy veloces aviones tipo jet tienen alguna idea de lo que podría significar tiempo negativo, tiempo transcurrido hacia atrás; de modo que la idea de la existencia de tiempo, materia, espacio, etc., negativos, si bien suena a cosa fantástica, no es tan absurdo como podría aparecer superficialmente considerada. En la literatura oculta se encuentran veladas referencias acerca de estos mundos de materia, tiempo, espacio, etc., negativos, pero por alguna razón, la verdad acerca de este estado negativo de manifestación que existe, por así decirlo, detrás del telón, ha sido mantenida desconocida para el público en general por el momento. 

No tratemos, por lo tanto, de penetrar en esas cosas por ahora. 
Que la concepción de un Ritmo Cósmico no es pura fantasía, y que cae dentro del dominio de lo posible, y aun de acuerdo con el conocimiento científico actual, resultará claro del examen del siguiente sencillo diagrama que ilustra la repetida reflexi6n de ondas de luz provenientes de un punto luminoso situado en el centro de una esfera de vidrio, cuya superficie exterior ha sido plateada como un espejo de modo que la superficie interna actúa como un espejo esférico que refleja las ondas de luz que chocan contra ella siguiendo los radios de la esfera. 

Los rayos luminosos avanzan a lo largo de los radios de la esfera, y cuando cada uno de ellos choca contra la superficie de la esfera se refleja, retrocediendo a lo largo del mismo radio Todos los rayos reflejados pasan a través del centro y el frente de la onda contraída se convierte de nuevo en una onda en expansión. Todo el proceso, como se ha dicho en otro contexto, se repite ad infinitum con la velocidad de la luz si la esfera es perfecta y el plateado lo es también, o en otras palabras, bajo condiciones ideales:


Se verá que en este simple ejemplo científico tenemos una representación casi perfecta de la concepción del Ritmo Cósmico que estamos considerando. El frente de ondas emerge una y otra vez del centro, después de haber sido reflejado por la pared esférica y desaparecer en el centro, correspondiendo esos dos procesos a Shristi y Pralaya o creación y disolución. La única diferencia consiste que en este caso la onda invertida, de regreso, aparte de la central, tiene lugar en la superficie interna de la esfera y puede ser vista, mientras que en el caso del Ritmo Cósmico, la inversión se produce en el oscuro dominio de lo Inmanifestado y no puede ser visto ni comprendido. 

Debe recordarse, sin embargo, que aquí se trata del Espacio Último, o Mahakasha, el vehículo de la Realidad Última, que no solamente es infinito, sino también ilimitado. Un universo manifestado, de acuerdo con la Doctrina Oculta, es un fenómeno relativamente limitado, aunque nos parezca estupendo e infinito. Se lo llama Brahmanda o “Huevo del Creador” y es probable que los impulsos del Ritmo Cósmico se reflejen en la cara interna de este Brahmanda, de modo análogo a la reflexión de la luz en la superficie interna de la esfera del ejemplo dado. Teniendo en cuenta la muy estrecha relación entre luz y conciencia, bien podría ser que el fenómeno físico fuese el reflejo de una realidad de acuerdo con la máxima oculta: “Como arriba, así abajo”. 

La concepción del Ritmo Cósmico en la Realidad Ultima, o lo que podrían ser llamada una alternancia eterna de expansión y contracción de la conciencia entre el Punto y el Espacio Ultimo, está en armonía con los fenómenos de la Naturaleza en los dominios visibles e invisibles. Los ritmos observados en el universo en ciclos mayores y menores, las contracciones y expansiones que se alternan en las diversas esferas y niveles, el influjo y aflujo de energías, los avances y retrocesos, todo señala la existencia de un Ritmo Cósmico misterioso y omniabarcante, en el mismo corazón del universo manifestado, y como el universo manifestado deriva de y está basado en lo Inmanifestado, ellos indican que el origen de estos movimientos o alternancias de estados está en la Realidad Ultima misma. 

Resumiendo lo que hemos estado discutiendo en páginas anteriores, podemos decir que el concepto de Absoluto como una Realidad Ultima perfectamente neutral, equilibrada, perfecta, total, fuera de la cual nada puede existir, requiere que esta Realidad, en su totalidad, sea auto-regulable, no requiriendo ningún agente externo o causa para iniciar cualquier proceso, tales como de creación o disolución. Siendo eterno, no tendrá principio ni fin, y todo movimiento en ello deberá ser un movimiento circular. Las ideas e ilustraciones dadas arriba servirán tal vez para arrojar alguna luz sobre cómo un Estado tal, cómo tal auto-regulada Realidad, que incluye tanto a lo Manifestado como a lo Inmanifestado, puede existir y funcionar sorteando la necesidad de suponer que lo Absoluto tenga que iniciar ciertos movimientos o cambios periódicos, idea que es filosóficamente insostenible. 

Es este aspecto dinámico de la Realidad Ultima o Ritmo Cósmico, que es mencionado como danza de Shiva y está representada por la muy conocida figura de Nataraja. Está en la base de todo movimiento rítmico y armonioso que encontramos por todas partes en la Naturaleza. Los movimientos rítmicos tanto en el átomo infinitesimal como en las expresiones y contracciones del universo, son sus meros reflejos y expresiones a niveles inferiores. El arte de bailar es un esfuerzo fútil para expresar el misterio del Ritmo Cósmico en los movimientos del cuerpo físico. Aun todavía, el danzar, en su elevada expresión, cuando es realmente creativo y transporta a quien danza y a los que lo contemplan a un estado de éxtasis es, en suma, y de alguna misteriosa manera, un reflejo y pálida expresión de aquel ritmo que subyace en el universo, el baile, por su verdadera índole, no puede ser repetitivo, basado en la memoria y en la técnica, sino que debe depender de una relación del que danza con los movimientos rítmicos que están aconteciendo eternamente dentro del corazón del universo y por consiguiente dentro del corazón de cada ser humano. 

Así, pues, no pueden ser producto de la mera técnica o aún de la creación ordinaria, si bien son ambos necesarios. Una interna sintonización de lo inferior con lo superior, de cualquier manera que sea alcanzada, es una condición necesaria. También puede señalarse que este Ritmo Cósmico ha sido descripto como un movimiento alterno de la conciencia, hacia adentro y hacia afuera, desde el gran Centro, y abarcando en su vasto abrazo todo el Cosmos. Mas esto es así por que nosotros no podemos concebir ningún movimiento en más de tres dimensiones en cuanto nuestra conciencia se mantenga confinada a este mundo físico de tres dimensiones. De hecho, el Ritmo Cósmico, por propia naturaleza, debe ser un movimiento que esté más allá de las dimensiones del espacio pero teniendo el poder potencial de producir cualquier clase de movimiento rítmico en mundos de cualquier número de dimensiones. Y es, así, esa forma integrada fundamental de movimiento rítmico, la que sirve de inagotable fuente de una infinita variedad de tales movimientos. 

 Dr. I.K Taimni