Esta es la cuarta de una serie de conferencias dadas este último mes, y por su intermedio se
tendrá una idea de uno de los fundamentales principios de la evolución, viéndolo actuar en
el sistema solar.
Recapitulemos brevemente lo expuesto, a fin de encarar el tema de esta noche con ciertas
ideas claramente formuladas. Vimos que la interpretación del proceso de la naturaleza
implica un concepto triple que concierne a los aspectos vida y sustancia y a su estrecha
interrelación mediante la facultad de la inteligencia, manifestándose como grado de
conciencia. Dicha interrelación producirá finalmente la perfecta expresión (por medio de la
materia) del consciente propósito de alguna entidad interna.
Trato de destacar que mi
objetivo es presentar una hipótesis y sugerir que quizás contenga el germen de una posible
verdad, y que para algunos parece ser la forma más clara de explicar el misterio del
universo.
Vimos que las tres partes de un gran todo son:
Espíritu o Vida, manifestándose por medio de un segundo factor llamado sustancia o
materia, que utiliza un tercero, la inteligencia. En la gradual síntesis de los tres aspectos
componentes de la Deidad puede verse la evolución de la conciencia.
Después llegamos, en forma más técnica, a discutir el tema de la sustancia, sin tratar las
sustancias o los elementos diferenciados, sino el concepto de una sustancia primordial,
retrotrayéndonos todo lo posible a lo que Sir Williams Crookes llamó "protilo", o sea lo
subyacente en todo lo tangible u objetivo.
Consideramos el átomo, y vimos que
recientemente fue definido como una unidad de fuerza o energía; consistiendo en una carga
de electricidad positiva que energetiza cierto número de partículas negativas. Evidencióse
que el minúsculo átomo químico y físico es en sí un sistema solar con la misma
conformación general del sistema mayor, con análoga actividad y regido por leyes
similares, y hallamos que tiene un sol central en cuyo torno giran en definidas órbitas los
electrones. También observamos que los elementos químicos sólo difieren según el número
y disposición de los electrones, alrededor de la positiva carga central. De allí pasamos a considerar el alma o siquis del átomo, y encontramos que los científicos reconocen que el
átomo posee cualidades, denota vestigios de mente o inteligencia, y es capaz de discernir,
seleccionar y elegir.
Seguidamente procedimos a relatar lo que parece un cuento de hadas.
Nos imaginamos al
ser humano como un átomo, y vimos la semejanza de ambos y que atrae y mantiene dentro
de su esfera de influencia, la materia de sus cuerpos físico, emocional y mental, del mismo
modo que los electrones se mantienen girando alrededor de su punto focal central. Fue
factible expandir aún más la idea y fijamos nuestra atención sobre el planeta, imaginándolo
de naturaleza análoga a la del átomo humano y al del ultérrimo átomo de sustancia, que
sólo es la expresión de una vida que se manifiesta por medio de una forma esferoidal y
lleva a cabo un propósito inteligente. Entonces llegamos a la culminación, consideramos al
sistema solar como un átomo cósmico energetizado por la vida del Logos.
Por lo tanto, hemos considerado cuatro clases de átomos:
Primero, el átomo químico y físico.
Segundo, el átomo humano u hombre.
Tercero, el átomo planetario, energetizado por el Logos planetario u Hombre celestial.
Cuarto, el átomo solar habitado por el Logos o Deidad solar.
Si es correcto nuestro concepto fundamental, si hay algo de realidad en nuestra hipótesis y
si existe un fondo de verdad en nuestra idea de que el átomo compone los elementos,
debemos reconocerlo como una vida que actúa inteligentemente por medio de una forma.
Quizás así podrá demostrarse que el hombre es también una vida o centro de energía,
manifestándose por medio de sus cuerpos, y, además, que un planeta es asimismo el medio
de expresión de un centro mayor de energía, y que de acuerdo a la Ley de analogía
llegaremos a probar en el futuro que existe un Dios o Vida central detrás de la naturaleza
material, y una Entidad que actúa conscientemente a través del sistema solar.
En la conferencia anterior consideramos otra fase de la manifestación. Estudiamos el átomo
en sí, vimos cuando entra en relación con otros átomos, y que por mutua coherencia
forman grupos o conglomerados de átomos; en otras palabras, lo consideramos como
elemento constructor de las distintas formas de los reinos de la naturaleza, y observamos
que en el proceso de evolución los átomos gravitan como electrones hacia puntos centrales,
convirtiéndose a su vez en electrones.
Así cada forma es un conglomerado de vidas
menores.
Consideramos después sucintamente, los diferentes reinos de la naturaleza y trazamos el
desarrollo del alma o siquis, en todos ellos. Ya habíamos dicho que el átomo posee
inteligencia o poder de discernir y que en la construcción de las formas de los reinos
mineral, vegetal y animal, aparece lo que entendemos por sensación, teniendo así los rudimentos
de la emoción o sentimiento en embrión -reflejo del amor en el plano físico. Éste
es un aspecto de la triple naturaleza de Dios, la inteligencia, manifestándose en el átomo; y
por medio de la forma se manifiesta el amor o cualidad de atracción. Esto también puede
explicarse como el reconocimiento de que en estos dos aspectos de la vida divina central,
existe la tercera persona de la Trinidad logoíca colaborando con la segunda; tenemos
también la actividad inteligente de la divinidad o el aspecto Espíritu Santo, actuando en conexión con el segundo aspecto, el Hijo, constructor de las formas. La Biblia, en Prov. 8,
expresa esto en forma interesante, donde la sabiduría clama en voz alta (la sabiduría
representa al aspecto Crístico en el Antiguo Testamento), y después de señalar que Él era
con Dios antes de la creación, dice: "... estableció los cimientos de la tierra, con Él estaba
como maestro trabajador o constructor".
Los estudiosos harían bien en estudiar este
capítulo en relación con las ideas expuestas, asegurándose de que la traducción sea exacta.
Vamos a considerar ahora el tema de la evolución del hombre, el pensador. Veremos que en
el hombre interviene otro aspecto de la divinidad. Browning, en “Paracelsus”, abarca el
tema en forma interesante, resumiéndolo de la manera siguiente:
"Él (Dios) mora en todo.
Desde el ínfimo comienzo de la vida hasta el fin,
el hombre -culminación de este esquema
del ser, la culminación de esta esfera
de la vida; cuyos atributos han sido por doquier
diseminados en el mundo visible,
pudiendo ser combinados estos tenues fragmentos,
destinados a ser unidos en un todo maravilloso,
cualidades imperfectas en la creación,
que sugieren una criatura increada,
alguna etapa donde todos esos rayos diseminados
deberían converger en las facultades del hombre."
Por lo tanto, habiendo descubierto dos aspectos de la divinidad, en el átomo y en la forma,
hallaremos la perfecta triplicidad en el hombre. Sabemos que el hombre está hecho a
imagen de Dios, y por eso debemos verlo reflejarse en la triple naturaleza del Logos.
Debe
demostrar inteligencia, expresar amor y manifestar voluntad. Consideremos algunas
definiciones del hombre en diccionarios y libros. El Standard Dictionary da una definición
muy poco interesante: el hombre es "un individuo de la raza humana", y sigue una larga
serie de sugestivas derivaciones de la palabra hombre, en diferentes idiomas, y concluye
diciendo que muchas de ellas son improbables. A mi entender, la etimología más satisfactoria
es la que deriva de la palabra de raíz sánscrita "man", hombre, que significa "el que
piensa". Annie Besant, en una de sus obras, da la siguiente definición excepcionalmente
clara:
"El hombre es el ser en que el supremo espíritu y la ínfima materia están vinculados
por la inteligencia".
Esta definición describe al hombre como el punto de convergencia de
las tres líneas de evolución: el espíritu, la materia y el intelecto vinculador. Unifica el yo y
el no-yo, mediante la relación entre ambos.
Es el conocedor, lo conocido y el conocimiento.
¿Cuál es, pues, el propósito del intelecto y del conocimiento?
Con toda seguridad su
propósito consiste en adaptar la forma material a las necesidades y exigencias del espíritu
inmanente; permite al pensador que reside en el cuerpo, ser utilizado inteligentemente y
para algún propósito definido; también que debe existir con el fin de que la central unidad
energetizadora pueda controlar constructivamente su aspecto negativo. Todos somos
entidades animadoras de una forma, que por medio de la inteligencia procuramos utilizarla
para un especial propósito existente en la consciente voluntad del verdadero ser.
En un libro esotérico muy antiguo -tan antiguo que no es posible asegurar su fechahallamos
una ilustradora definición del hombre, de acuerdo con el concepto que estamos
explicando. Define al hombre como "la Vida y las vidas". Hemos visto que el átomo es una
vida que se manifiesta por intermedio de una minúscula esfera, de la cual es el centro.
Vimos también que toda forma mineral, vegetal y animal, es un conglomerado de vidas.
Pasemos a la siguiente etapa de la gran escala de evolución, y hallaremos que el ser humano
es la lógica secuencia de estos precedentes desarrollos.
Primeramente, la sustancia
primordial que en esencia es energía inteligente; después la materia atómica, con toda su
variada actividad, formando la combinación elemental; luego la forma o conglomerado de
átomos, hasta llegar al que mora en la forma, que no sólo es de activa inteligencia e
inherente atracción y amor, sino también resuelta voluntad. El "morador interno" tomó
posesión de la forma cuando ya tuvo cierto grado de preparación y las vidas componentes
habían alcanzado cierta capacidad vibratoria. Ahora la está utilizando y repite dentro de su
propia esfera de influencia, la obra de un átomo de materia, aunque no se manifiesta de una
manera ni dos, sino de tres. Por lo tanto, en el hombre tenemos realmente y en verdad, lo
que el cristiano llama "imagen de Dios". Para todos los pensadores debe ser evidente que la
única manera de conocer a Dios es por el estudio de Su naturaleza o Su cualidad síquica.
Sabernos que Dios es inteligencia, que es amor, o la gran fuerza atractiva del sistema solar
y la enorme voluntad o propósito detrás de todo lo manifestado. Las Escrituras del mundo
representan a la Deidad bajo estos tres aspectos y Se manifiesta triplemente en la
naturaleza.
La evolución de la materia se desarrolla gradualmente, siendo a su vez complementada por
la lenta acción de la interna cualidad subjetiva de la vida de Dios, cuya esencial naturaleza
queda así demostrada. Primeramente, tenemos un aspecto, luego otro y finalmente un
tercero, teniendo así la maravillosa combinación y consumación, el ser humano, que
sintetiza los tres aspectos y es la totalidad de los divinos atributos, aunque todavía muy
embrionarios, y que debe repetir en su ciclo evolutivo el idéntico proceso seguido por el
átomo. Así como el átomo sigue su curso interno y posteriormente debe ser
atraído por otros átomos, para fusionarse y mezclarse y formar un grupo, análogamente el
átomo humano debe hallar el lugar que le corresponde dentro de una forma mayor.
Por consiguiente, consideremos brevemente el proceso evolutivo del ser humano. Hemos
visto que en él convergen las tres líneas, que es un punto de síntesis, que aún predomina un
aspecto, el de la inteligencia, y que el segundo aspecto de amor-sabiduría recién está
haciendo sentir su presencia, teniendo en embrión el aspecto Superior, la voluntad
espiritual.
A casi todos se nos ha enseñado a creer en el concepto bíblico de "la caída del hombre",
pero pocos son hoy los que creen en este relato tal como aparece en el tercer capitulo del
Génesis, y para la mayoría es una interpretación alegórica. ¿Qué oculta verdad subyace en
esa curiosa historia? Sencillamente, que la verdad acerca del descenso del espíritu en la
materia, le es impartida a la infantil mentalidad del hombre por medio de un cuadro
simbólico. La convergencia de las tres líneas supone un doble proceso. Por una parte,
tenemos el descenso de la entidad, la vida central, a la materia, y la encarnación del
espíritu; por otra, el ascenso fuera de la materia de esa vida o espíritu, más todo lo adquirido
mediante la utilización de la forma. Experimentar la materia, morar en la forma,
energetizar la sustancia, abandonar el Jardín del Edén (donde no hay lugar para el necesario
desenvolvimiento) y el deambular del Hijo Pródigo en un país lejano, constituyen las
distintas etapas representadas en la Biblia cristiana, donde el hombre descubre que él no es
la forma, sino la entidad que la utiliza.
Es inteligencia y, por lo tanto, está hecho a imagen
de la tercera Persona de la Trinidad; es amor, y en él se manifestará algún día perfectamente
el aspecto amor de la Deidad, y podrá exclamar con su hermano mayor el Cristo, en
respuesta a la demanda: "Señor, muéstranos al Padre", y así "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre", porque Dios es amor y, finalmente, por medio del hombre se manifestará el
superior aspecto de la voluntad de Dios, y será entonces perfecto como perfecto es Su Padre
en los cielos.
Así como en la evolución de la sustancia podemos ver tres etapas -la energía atómica, la coherencia
grupal y la eventual síntesis- las mismas etapas aparecen en la evolución del
hombre. En las primeras etapas de la evolución humana, que podríamos llamar atómica, el
hombre reconoce gradualmente que es una unidad autoconsciente, con individualidad
propia. Quien ha educado niños, conoce bien esta etapa. En la constante repetición de "mío,
mío, mío", puede observarse la etapa de apropiación para sí, sin pensar en los demás. Los
niños son por naturaleza, sensata e inteligentemente egoístas.
Es la etapa del gradual
reconocimiento de la existencia separatista, y la cada vez más potente utilización, por el
átomo humano, de su interna fuerza atómica. El niño se rebela contra la forzada vigilancia
de quienes tratan de protegerlo, pues cree bastarse a sí mismo. Esto se observa en el
individuo y en la raza.
A medida que la vida transcurre, el hombre pasa de la etapa atómica a otra superior y
mejor, donde reconoce sus relaciones grupales, se da cuenta que tiene responsabilidades
grupales y debe desempeñar funciones con otros átomos. Empieza a hacerse sentir la
conciencia grupal. Así el átomo humano encuentra su lugar en el grupo, en la unidad mayor
a que pertenece, y comienza el aspecto amor.
El hombre ha pasado de la etapa atómica a la
etapa de la coherencia grupal.
Posteriormente llega a la etapa en que se da cuenta de que no sólo tiene responsabilidades
con el grupo, sino que existe algo mayor, tiene conciencia de que es parte de una gran vida
universal, subyacente en todas las agrupaciones; que no es un átomo universal ni tan sólo
parte de un grupo, sino que al sumergirse en el grupo sin perder su identidad, el grupo
mismo debe fusionarse nuevamente con la conciencia de esa gran Identidad, la síntesis de
todo.
Así llega a la etapa final de la inteligente apreciación de la divina unidad.
Esta triple idea está sintetizada en la notable frase donde Jehová le dice a Moisés, el hombre
representativo: "Yo soy ese yo soy". Si dividimos en tres partes esta frase tendremos la idea
de lo que he tratado de exponer hoy: primero, la conciencia atómica YO SOY; después el
grupo, YO SOY ÉSE, la conciencia de que él no es una individualidad separada ni sólo una
unidad autocentrada, tampoco una entidad auto-consciente, sino algo aún superior.
Entonces el hombre alcanza ese reconocimiento que lo conducirá a sacrificar su identidad al
servicio del grupo y a sumergir su conciencia en la del grupo. De esta consciente unión
nada sabemos todavía. Esto ocurrirá cuando esa etapa superior del YO SOY ESE YO SOY
no constituya un ideal imposible, un concepto visionario, sino una realidad fundamental;
cuando los hombres en conjunto se reconozcan como expresión de la vida universal, y la
conciencia grupal misma se fusione con la conciencia de todo el conjunto de grupos.
Supongo y tengo la esperanza de que salimos rápidamente de la etapa atómica y que nuestra
esfera de influencia e interés no está limitada por un muro atómico, sino que nos estamos
haciendo radiactivos, utilizando un término familiar.
Cuando así sea, no estaremos
circunscritos ni limitados por nuestros propios cascarones ni por los estrechos confines de
nuestra vida personal, contrariamente comenzaremos a irradiar y hacer contacto con otros
átomos, llegando así a la segunda etapa, la de atracción.
Por lo tanto, ¿cuál es la meta para cada uno de nosotros? ¿Cuál la de estos diferentes átomos de los que nos ocupamos?
Las antiguas Escrituras orientales dicen que la meta del
átomo de la sustancia es la autoconsciencia. ¿Cuál es, por lo tanto, la meta del átomo
humano que ya es autoconsciente, se ha individualizado y se guía a sí mismo por medio de
su voluntad? ¿Qué tiene el hombre por delante? Sencillamente la expansión de su
conciencia hasta incluir la conciencia de la excelsa Vida o Ser, en cuyo cuerpo es una célula.
Nuestro cuerpo físico está, por ejemplo, constituido por innumerables vidas menores o
átomos, cada uno separado del otro, y caracterizado por su propia e inherente actividad, y
cada uno forma una esfera, que contiene dentro de su periferia otras esferas menores o
electrones.
Hemos visto que el hombre es la carga positiva, que mantiene a su multiplicidad de átomos
o vidas menores energetizados y unidos en formas coherentes.
Cuando en la muerte se
retira el aspecto espíritu, la forma se desintegra y disuelve, y estas pequeñas vidas
conscientes, habiendo cumplido su función, se dispersan. La conciencia del átomo dentro
del cuerpo es muy distinta de la conciencia del hombre, y esto lo comprenderemos si
reflexionamos un poco. Si aceptamos que el hombre es una célula, en una esfera mayor,
¿no sería posible la existencia de una conciencia que fuera para el hombre lo que su
conciencia es para las células de su cuerpo? ¿No sería posible que nuestra meta inmediata
fuera obtener esa conciencia, en el mismo sentido en que el átomo de la sustancia tendrá
que lograr algún día la conciencia de un ser humano? Sería esto lo que pensaba Browning
cuando dijo:
"El género humano está constituido por cada uno de los hombres, y en dicha
síntesis termina el relato".
Nos presenta aquí el concepto de un hombre superior, síntesis o
suma total de todas las unidades menores. Esta síntesis podría ser la gran Vida o Entidad
planetaria que está detrás de nuestra manifestación planetaria y es la suma total de la
conciencia grupal. Sugiero que así como la autoconsciencia es la meta para todas las
formas subhumanas de vida, y la conciencia grupal o la del Hombre Celestial es la meta del
ser humano, así también existirá para él una meta, y la realización puede ser el desarrollo de
la conciencia de Dios; de manera que él debe luchar para lograr el conocimiento que posee
el Logos solar.
De este modo podemos ver la unidad de conciencia desde el más diminuto átomo hasta la
Deidad misma, abriendo ante nosotros una admirable perspectiva de posibilidades,
pudiendo verse también la vida de Dios en Su triple y esencial manifestación,
desarrollándose en una conciencia siempre en expansión, expresándose en el átomo de
sustancia, ampliándose por medio de la forma, hasta llegar al punto culminante en el
hombre y, luego, continuar su curso hasta manifestarse como la conciencia planetaria, suma
total de todos los estados de conciencia en nuestro planeta Tierra, hasta llegar a la Vida
fundamental y básica que sintetiza todas las evoluciones planetarias, dentro de Su esfera
mayor, el sistema solar.
En resumen, tenemos cuatro estados de inteligente actividad que
podemos o denominar: conciencia, autoconsciencia, conciencia grupal y conciencia de
Dios, que se manifiestan respectivamente mediante los cuatro tipos de átomo: primero, el
átomo químico y todas las formas atómicas; segundo, el átomo humano; tercero, el átomo
planetario, y, finalmente, el omniabarcante átomo solar. Animando a estas formas atómicas,
podemos ver la manifestación de todos los tipos de vida subhumana, desde la vida del
átomo de la sustancia, hasta la vida animadora de los animales superiores; luego esa vida
denominada humana, el hombre, el pensador; después el Hombre celestial, y, finalmente, la
excelsa Vida del sistema solar, que los cristianos denominan Dios o Logos.
Browning expresa la idea de la gradual expansión de la conciencia de un ser humano hacia
algo mayor y más vasto, con las palabras siguientes:
"Cuando la raza llegue a ser perfecta, es decir, como un hombre; todo lo dado al género
humano, y hasta ahora producido por el hombre, habrá llegado a su fin; pero en el hombre
íntegro se inicia nuevamente una tendencia hacia Dios.
Las predicciones auguraron el o
acercamiento del Hombre; en el yo del hombre surgen augustas anticipaciones, símbolos,
tipos de tenue esplendor siempre existentes en ese eterno Círculo perseguido por la
vida.Los hombres comienzan a cruzar los límites de la naturaleza, descubriendo nuevas
esperanzas y obligaciones, que rápidamente suplantan sus propias alegrías y pesares; llegan
a ser demasiado grandes para los estrechos credos del mal y del bien, que se desvanecen
ante la inmensurable sed de bien; en tanto surge de ellos la paz en forma creciente. Estos
hombres se hallan ya en la tierra, serenos en medio de las criaturas semiformadas que
los rodean, que deberían ser salvadas por ellos y unirse a ellos".
ALICE BAILEY
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