ARJUNA:
“Mi ilusión se ha desvanecido con las palabras que, para la
paz de mi alma, tú has expresado concernientes al misterio de
Adhyātman, el espíritu. Pues, de ti he escuchado, en toda su
extensión, oh tú, cuyos ojos son como las hojas del loto, el
origen y disolución de las cosas existentes, y también de tu
majestad inagotable. Es como si tú te hubieras descrito a ti
mismo, ¡Oh poderoso Señor! Lo que yo deseo ahora, entonces,
es ver tu divina forma, ¡Oh soberano Señor! Por lo tanto, ¡Oh
Señor!, si tú crees que puede ser contemplada por mí,
muéstrame, ¡oh Maestro de devoción!, tu inagotable Yo.”
KṚṢṆA:
“Contempla, ¡oh hijo de Pṛthā!, mis formas, por cientos y
millares, de divinas y diversas clases, de muchas conformaciones
y estilos. Contempla a los Ādityas, Vasus, Rudras,
Aśvines y los Maruts, y ve entonces cosas maravillosas jamás
vistas antes, oh hijo de Bharata. Aquí dentro de mi cuerpo,
contempla, ¡oh Guḍākeśa!, todo el Universo animado e
inanimado, reunido aquí en lo uno, y todas las demás cosas que
has deseado ver. Pero como con tus ojos naturales no eres capaz
de verme, Yo te daré el ojo divino. ¡Contempla, pues, mi
soberana fuerza y poderío!”
SAÑJAYA:
Oh rey, habiendo así hablado Hari1, el poderoso Señor de
misterioso poder, le mostró al hijo de Pṛthā su forma suprema;con múltiples bocas y ojos y muchas apariencias maravillosas;
con múltiples ornamentos divinos; múltiples armas celestiales
levantadas; adornado con celestiales guirnaldas y ropajes;
ungido con celestes ungüentos y perfumes y lleno de toda cosa
maravillosa, el eterno Dios cuyo rostro está vuelto en todas las
direcciones. Y la gloria y el esplendor de este Ser poderoso,
pueden ser comparados con el brillo arrojado por mil soles que
se alzaran juntos en el cielo. Habiendo así contemplado el hijo
de Pāṇḍu, dentro del cuerpo del Dios de dioses, todo el
Universo en su inmensa variedad. Y así abrumado con el
asombro, Dhanañjaya2, el poseedor de las riquezas, con el pelo
erizado, inclinó su cabeza ante la Deidad, y así con las palmas
de sus manos juntas3 se dirigió a Él:
ARJUNA:
“Yo contemplo dentro de tu ámbito, ¡oh Dios de dioses!,
todos los seres y todas las cosas de todas las clases. Veo al
Señor Brahmā sobre su trono de loto, a todos los Ṛṣis y las
Serpientes celestiales4. Yo te veo a ti por todas partes, con
formas infinitas, y teniendo muchos brazos, estómagos, bocas y
ojos. Pero no logro descubrir ni tu principio, ni tu mitad, ni tu
final, ¡oh Señor Universal, forma del universo! Te veo coronado
con una diadema y armado con mazo y con cakra5, toda una
gran masa de esplendor, arrojando dardos de luz hacia todas
partes, difícil de contemplar, brillando en cada dirección con luz
inmedible, como el ardiente fuego o el resplandeciente Sol.
Tú
eres el supremo Ser inagotable, el fin de todo esfuerzo,
incambiante; el Supremo Espíritu del Universo, el nunca
flaqueante guardián de la eterna ley: Yo te estimo Puruṣa6, te veo sin comienzo, sin mitad, y sin final, de infinito poder y con
armas innumerables.
El sol y la luna son tus ojos; tu boca
flamea fuego, te veo sobre el Universo entero, dominándolo con
tu majestad. El espacio, y el cielo y la tierra, y cada punto
alrededor de las tres regiones del Universo, están llenas de ti
solamente. El triple mundo está lleno de miedo, ¡oh tú, Espíritu
poderoso!, al contemplar tu maravillosa forma de terror. De la
asamblea de los dioses veo algunos volar a ti para tomar
refugio, mientras otros atemorizados y con las palmas juntas, te
cantan alabanzas; las huestes de los Mahāṛṣis y los Siddhas,
grandes sabios y santos, te aclaman diciendo: ‘svasti’7, y te
glorifican con los más excelentes himnos. Los Rudras, los
Ādityas, los Vasus y todos los seres: los Sādhyas, Viśvas, los
Aśvines, los Maruts y Uṣmapas, las huestes de Gandharvas, los
Yakṣas, y los Siddhas8, todos están de pie contemplándote con
asombro. Todos los mundos, al igual que Yo, están aterrorizados
de contemplar tu gigantesca forma maravillosa, ¡oh tú de
poderosos brazos!, con tus múltiples bocas y ojos, con tus
muchos estómagos y colmillos prominentes. Y viéndote a ti así,
tocando los cielos, resplandeciendo con semejante gloria, con tu
boca expandida y resplandecientes ojos abiertos, mi alma más
interna queda atribulada y pierdo entonces ambos: la firmeza y
la tranquilidad, ¡Oh Viṣṇu! Contemplando tus terribles dientes y
tu rostro como el ardor de la muerte, no puedo ver ni el cielo ni
la tierra; no encuentro paz; ten pues misericordia, ¡oh Señor de
los dioses, tú que eres el Espíritu del universo!
Los hijos de
Dhṛtarāṣṭra, con todos sus gobernantes de hombres, como
Bhīṣma, Droṇa y también Karṇa, y nuestros principales
guerreros, parece como si se precipitaran ellos mismos
impetuosamente en tus terribles bocas y tus colmillos; algunos
se ven atrapados entre tus dientes, y sus cabezas aplastadas. Tal como las rápidas corrientes de agua de los ríos en crecida corren
a encontrarse con el océano, igualmente corren estos héroes
humanos a arrojarse en tus llameantes bocas. Como enjambres
de insectos, arrastrados por el poderoso impulso de encontrar la
muerte en el fuego, igualmente estos seres con su crecida fuerza
se arrojan en tus bocas para su propia destrucción.
Tú envuelves
y te tragas todas estas criaturas por todas partes, lamiéndolas
con tus labios flameantes; llenando el Universo con tu esplendor,
tus agudos rayos queman, ¡oh Viṣṇu! Reverencia a ti, ¡oh
mejor de los dioses! ¡Seme propicio! Yo busco conocerte, oh tú,
el Uno Primero, porque yo no conozco tu obra.”
KṚṢṆA:
“Yo soy el Tiempo cumplido, que aquí vengo a la destrucción
de estas criaturas; y excepto tú, ninguno de estos guerreros aquí
alineados por rangos, logrará vivir. Por lo tanto, ¡levántate!,
¡gana fama! ¡Derrota al enemigo y goza el reino plenamente
crecido! Y, porque ellos ya han sido muertos por mí, sé tan sólo
mi agente inmediato, ¡oh tú, el uno ambidiestro9! No te turbes.
Mata a Droṇa, Bhīṣma, Jayadratha, Karṇa y todos los otros
héroes de la guerra que igualmente ya están muertos por mí.
Lucha, porque tú conquistarás todos tus enemigos.”
SAÑJAYA:
Y cuando el de la diadema resplandeciente10 oyó estas palabras
de boca de Keśava11, él saludó a Kṛṣṇa con las palmas de ambas
manos y temblando de miedo se dirigió a él en tonos fallidos y
se postró aterrorizado ante él.
ARJUNA:
“El Universo, ¡oh Hṛṣkeśa12!, está justamente deleitado con
tu gloria y está pleno de celo por servirte; los malignos espíritus
están asustados y huyen en todas direcciones, mientras que las huestes de santos se inclinan en adoración ante ti. Y por lo
tanto, ¿no deberían ellos adorarte, ¡oh poderoso Ser!, porque
eres más grande que Brahmā, y eres el primer Hacedor? ¡Oh tú,
eterno Dios de dioses! ¡Oh habitación del Universo! Tú eres el
Ser uno indivisible, y también el no-ser, eso que es lo supremo.
Tú eres el primero de los dioses, el más antiguo Espíritu; tú eres
el receptáculo supremo y final13 de este Universo; tú eres el
Conocedor y aquello a ser conocido, y eres la mansión suprema;
y por ti, ¡oh tú de forma infinita!, está este universo llamado a
emanar de nuevo. Tú eres Vāyu, Dios del viento, eres Agni,
Dios del fuego, Yama, Dios de la muerte, Varuṇa, Dios de las
aguas; tú eres la Luna; eres Prajāpati, el progenitor y el abuelo,
eso eres tú. ¡Salve!, ¡Salve a ti! ¡Salve a ti mil veces repetidas!
¡Y una y otra vez, Salve a ti! ¡Salve a ti! ¡Salve a ti por delante!
¡Salve a ti por todas partes, oh tú que eres el Todo! ¡Infinitos
son tu fuerza y tu poderío; tú incluyes todas las cosas; por lo
tanto, tú eres todas las cosas!”
“Y habiendo sido yo ignorante de toda tu majestad, te tomé
por un amigo, y te he llamado ‘Oh Kṛṣṇa, Oh hijo de Yadu, Oh
amigo’, y cegado por mi afecto y mi presunción, a menudo te
he tratado a ti sin respeto, en el juego y en la recreación, en el
reposo, en tu asiento, y en tus comidas, y también en privado y
en público; y todo esto yo te pido, oh Ser inconcebible, que
perdones.”
“Tú eres el padre de todas las cosas animadas e inanimadas;;
tú eres llamado a ser honrado por encima del gurú mismo, y
mereces ser adorado; no hay nadie igual a ti, ¿y cómo entonces
pudiera haber en los triples mundos uno superior a ti, oh tú de
poder sin rival? Por lo tanto, yo me inclino y con mi cuerpo
postrado, te imploro, ¡oh Señor!, por tu misericordia. Perdona,
¡oh Señor!, como el amigo perdona al amigo, como el padre
perdona al hijo, como el amante a la persona amada. Yo estoy
complacido de haber contemplado lo que nunca fue visto antes,y sin embargo, mi corazón está abrumado por el pavor; ten pues
misericordia, oh tú que eres la morada del Universo; quiero
verte como te veía antes con tu diadema sobre tu cabeza, tus
manos armadas con el mazo y el cakra; asume de nuevo, ¡oh tú
de los mil brazos y de la forma universal, tu forma de brazos
cuádruples14!”
KṚṢṆA:
“Por deferencia a ti, ¡oh Arjuna!, por mi poder divino te he
mostrado mi suprema forma, el Universo, resplandeciente,
infinito, primario, y que no ha sido visto por ningún otro más
que tú. Ni por el estudio de los Vedas, ni por las dádivas de
limosnas, ni por los ritos sacrificiales, ni por hechos, ni por las
más severas mortificaciones de la carne, puedo yo ser visto en
esta forma por ningún otro más que por ti, ¡oh el mejor de los
Kurus! Habiendo así contemplado mi forma tan terrible, no te
turbes, ni dejes que tus facultades te confundan, sino que con
tus temores apaciguados y con felicidad en tu corazón, contempla
de nuevo esta otra forma mía.”
SAÑJAYA:
Y así, Vāsudeva15, habiendo hablado, reasumió su forma
natural, y en esta forma más suave, el Gran Uno tranquilizó de
inmediato los temores del aterrorizado Arjuna.
ARJUNA:
“Y ahora que te veo en tu plácida forma humana, ¡oh
Janārdana!, a quien oran los mortales, mi mente ya no está
atribulada, y vuelvo a estar auto-controlado.”
KṚṢṆA:
“Tú has visto esta forma mía que es difícil de ver y que aun
los dioses están ansiosos de contemplar. Pero yo no he de ser visto, ni siquiera como te me he mostrado a ti, ni por el estudio
de los Vedas, ni por las mortificaciones, ni por las dádivas, ni
por los sacrificios. A mí ha de acercárseme y de vérseme y
conocérseme por medio de la devoción que me tiene a mí por
objetivo. Aquél cuyas acciones son para mí, y que me estima
como la meta suprema, que es sólo mi servidor, sin apegos a los
resultados de la acción, y libre de enemistad hacia criatura
alguna, viene a mí, oh hijo de Pāṇḍu.”
Y así, en la Upaniad, llamada la sagrada Baghavad Gita, en
la ciencia del Supremo Espíritu, en el libro de la devoción, en el
coloquio entre el santo Kṛṣṇa y Arjuna, está el Capítulo
Undécimo, de nombre—
VISIÓN DE LA FORMA DIVINA COMO INCLUYENDO A TODAS LAS FORMAS.
NOTAS
1- Hari, un epíteto de Kṛṣṇa, significando que él tiene el poder de quitar y eliminar toda dificultad.
2- Arjuna.
3- Esta es la manera hindú de salutación.
4- Estas son las Uragas, que se dicen ser serpientes. Pero debe referirse, sin embargo, a los grandes Maestros de Sabiduría, que fueron siempre llamados Serpientes.
5- Dentro de las armas humanas esta sería llamada el disco, pero aquí significa las rotantes ruedas de voluntad y de poder espiritual.
6- Puruṣa, la Persona Eterna. El mismo nombre es dado al hombre por los hindúes.
7- Se supone que este grito se da para beneficio del mundo, y tiene ese significado.
8- Todos estos nombres hacen referencia a diferentes clases de seres celestes, algunas de las cuales son llamadas en la literatura teosófica, “elementales”;; los otros están explicados por H. P. Blavatsky en su Doctrina Secreta.
9- Arjuna era famoso arquero, quien podía usar el celestial arco, Gāṇḍīva, igualmente bien con cualquiera de sus manos.
10- Arjuna llevaba una brillante tiara.
11- Kṛṣṇa, uno de sus nombres.
12- Kṛṣṇa, uno de sus nombres.
13- Esto es, aquello en que se desvanece todo el Universo a la hora de su disolución final.
14- Arjuna había estado acostumbrado a ver a Kṛṣṇa en su forma de cuatro brazos, no sólo en las imágenes que le fueron mostradas en su juventud, sino también cuando Kṛṣṇa vino a la encarnación y por lo tanto, podía mostrar su forma de cuatro brazos sin causar temor.
15- Un nombre de Kṛṣṇa.
COMENTARIO AL CAPITULO XI
Intitulado: “La Visión de la Divina Forma como incluyendo
a Todas las Formas”, este capítulo, al igual que todos los
demás, ha de ser aplicado al individuo mismo, pues, no obstante
que aquí se haga constante referencia a muchas clases de seres,
con sus variados grados de conciencia y de poder, se presenta
una clara indicación de que cada Ego Divino es, primeramente,
el Yo y contiene, dentro de su ser, cada elemento que existe en
el Universo.
En este capítulo, Arjuna comienza diciendo lo siguiente: “Mi
ilusión ha sido despejada por tus palabras, que tú, para la paz de
mi alma has ido pronunciando en lo que concierne al misterio
de Adhyātman, el Espíritu”.
Él había percibido que el Yo Uno
anima todas las formas de todo tipo; que el poder sostenedor,
igual que el poder percibidor, está dentro de cada forma
existente; pero él deseaba ver y comprender la forma o
contenedor del Yo; en otras palabras, los medios por los cuales
el Yo Uno se enfocaba, por así decirlo, en las innumerables
formas de existencia.
Kṛṣṇa le da la clave a la respuesta en una sentencia: “Aquí,
en mi cuerpo, contempla ahora, Oh Guḍākeśa, todo el universo
animado e inanimado reunido aquí en uno y también todo lo
demás que tú deseas ver. Pero como con tus ojos naturales no
eres capaz de verme, te daré el ojo divino”. Aquí, se hace
evidente que el cuerpo del que hablaba Kṛṣṇa era un cuerpo
espiritual, ya que requería el uso de un ojo divino para verlo y
también que Arjuna no podía percibir la más alta forma, a
menos que él mismo poseyera semejante visión. La palabra
cuerpo implica forma y sustancia y en esta relación habrá de
significar la más alta y concebible materia o sustancia primordial, la que para nosotros ha de ser comprendida como
“luminosidad y energía”, la fuente de toda luz y de todo poder.
Las palabras: “la Divina forma como incluyendo todas las
formas”, implica que no hay más formas que las incluidas en la
Divina forma, de lo cual puede deducirse que el sustrato de
cada forma es la misma sustancia primordial de la que se habla
en este capítulo como: “la forma divina” y de que cada ser
posee una forma divina la cual contiene dentro de sí potencialmente
todo poder y todo elemento. En esta antigua enseñanza
puede encontrarse la verdadera base de la evolución o sea un
desenvolvimiento de adentro hacia afuera.
Las porciones descriptivas de este capítulo pueden ser mejor
comprendidas si el estudiante lleva en mente que la Gītā, como
la tenemos hoy en nuestro idioma, es una versión del Sánscrito,
siendo, este último, un idioma científico cuyas letras tienen un
valor numérico, con un correspondiente sonido y significado;
mientras que nuestro idioma es el de un pueblo guerrero y
mercader, con una gran pobreza de términos para todo lo que
esté más allá de lo físico. Uno no cometerá, por lo tanto, el error
de pensar que tales descripciones son debidas a infantilismos o
a una imaginación ignorante, sino que en realidad son debidas a
un conocimiento de poderes, fuerzas, seres y estados de
conciencia.
Sañjaya (el registrador del diálogo) nos dice: “Hari (Kṛṣṇa)
el poderoso Señor de la fuerza misteriosa, le mostró al hijo de
Pṛthā (Arjuna) su forma suprema, con multitud de bocas y ojos,
numerosos ornamentos divinos y muchas armas celestes levantadas;
adornada con guirnaldas y mantos celestiales, ungida con
perfumes y ungüentos, llena de toda cosa maravillosa, el eterno
Dios cuyo rostro está vuelto en todas direcciones”.
“El eterno Dios” es el Percibidor dentro de la divina forma;;
el “rostro […] vuelto en todas direcciones” es la “forma
divina”, que, como un espejo esférico, refleja todas las cosas.
Todas las diferenciaciones de substancias ocurren dentro de la
forma divina y cada diferenciación necesita su propio modo peculiar de expresión y sus apariencias, correspondiendo así a
las “bocas”, “ojos”, y “formas maravillosas”.
Se ha dicho de muy antiguo que “la Deidad geometriza”.
Todas las formas evolucionan de adentro hacia fuera. Desde el
“punto” cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia
no está en ninguna parte, una radiación empieza idéntica en
todas direcciones y establece una circunferencia; una esfera
dentro de la cual la actividad del “punto” está particularmente
confinada. Dicho “punto”, extendiéndose horizontalmente, se
convierte en un diámetro, dividiendo la esfera en dos hemisferios,
positivo y negativo, estableciendo así una base para
acción y reacción. Una extensión más del punto verticalmente a
la circunferencia, divide la esfera en cuatro partes, representables
en una superficie plana como una cruz dentro del círculo.
Recordando que estas extensiones del “punto” o centro, son
líneas de fuerzas procedentes del centro y tendientes a retornar
a él, podemos concebir, entonces, el comienzo de una revolúción
de la esfera en donde los extremos de las líneas verticales y
horizontales se extienden, la una sobre la otra, formando,
primero, la cruz con asas y, finalmente, el cuadrado dentro del
círculo, en realidad un cubo o una figura de seis lados dentro de
la esfera. Si al cubo se le mira de cualquiera de los lados, nos
dará la apariencia de cuatro ángulos que, si pudiéramos
concebir como siendo puntos luminosos equidistantes del centro
brillante, podrían verse como una estrella de cuatro puntas, el
signo y símbolo del reino animal. Si pudiéramos imaginar a
Arjuna como viendo dentro de la “divina forma” todas las
líneas vivientes de fuerza y las formas por ellas producidas, la
estrella de cuatro, cinco y seis puntas y las figuras poliédricas,
todas en movimiento y de una maravillosa brillantez luminosa
con muchos colores y representando las actividades de cada ser
de todo grado dentro del universo, podríamos tal vez obtener
una leve concepción de las partes descriptivas que hay en este
capítulo.
“Yo soy el Tiempo que ha llegado a maduración, manifestándose
para la destrucción de todas estas criaturas”. “Tiempo llegado a maduración” significa la consumación de todos los
ciclos; porque todo lo que comienza en el tiempo, termina en el
tiempo; cada acción tiene su propio ciclo o período de retorno,
o sea de reacción; porque es la acción y las acciones las que
producen los ciclos y estas últimas varían desde una duración
momentánea hasta aquella de una “gran era”;; ya que esas
acciones han sido producidas por entidades separadas, por
clases enteras de seres o por la colectividad de las acciones de
muchos seres de todo grado concernientes a cualquier sistema
particular de evolución.
La referencia general que aquí se hace
es a la impermanencia de todas las formas o combinaciones de
ellas. El cambio es necesario para el progreso, porque sin
cambio sólo habría estancamiento; de aquí la constante desintegración
y también re-integración de elementos en las siempre
cambiantes relaciones y formas, todas traídas a la existencia por
los requerimientos del Percibidor, el Hombre Real dentro de
uno, quien es el único sobreviviente a través de todos los
cambios.
“Tú eres el Ser uno indivisible y también el no-ser, eso que
es supremo”. Esta declaración sólo puede ser comprendida por
cada uno aplicándola a sí mismo. Ya sabemos que no somos
nuestros cuerpos, porque estos constantemente cambian, en
tanto que nosotros permanecemos siendo la misma identidad a
través de todos los cambios. Tampoco somos nuestras
“mentes”, nosotros cambiamos de opiniones dondequiera que
encontramos la ocasión de hacerlo; si fuéramos nuestras
mentes, no podríamos llevar a cabo nuestros cambios de
opinión y, aún más, resulta muy claro que el “cambio” no puede
ver el “cambio”; solamente aquello que es permanente puede
ver el cambio.
Esa permanencia es lo Real, el Hombre inmortal
o, como dice la Voz del Silencio: “El Hombre que fue, que es y
que será, para quien la hora nunca suena”. Cada uno es el Yo, el
Percibidor; el no-ser y sin embargo, es la causa y sostén del ser;
tal como lo dice la Gītā en este capítulo, “tú eres el Conocedor
y aquello a ser conocido”, “tú eres el receptáculo real y
supremo de este Universo”, el recogedor de toda experiencia cuando este Universo se disuelva. Porque al final del Gran
Ciclo, que incluye todos los ciclos menores, los seres retornan
al estado primordial, pero con la adición de la experiencia ya
ganada. La próxima gran oleada de evolución procederá sobre
la base del conocimiento adquirido por todos los seres
envueltos.
“Habiendo sido ignorante de tu majestad, te tomé por un
simple amigo y te he llamado a ti: ‘¡Oh Kṛṣṇa, Oh hijo de Yadu,
Oh amigo!’ y, cegado por mi afecto y mi presunción, te he
tratado, a menudo, sin el debido respeto en el juego, en el
recreo, en el reposo, en tu sillar, en tus comidas, en privado y en
público; por todo esto yo te pido, Oh ser inconcebible, que me
perdones.”
Kṛṣṇa ha de ser considerado no sólo como el representante
del Yo en todos los seres, sino como al Ser Divino encarnado en
una forma humana. Arjuna había pedido ver “la divina forma”
y, al haberla visto, cayó en congoja ante su grandeza y gloria,
percatándose de que se había comportado con Kṛṣṇa como si
fuera un ser humano igual a él, aunque mucho más sapiente; por
lo tanto busca el perdón de este último por su presunción,
pidiéndole a Kṛṣṇa que reasuma la forma a la cual él estaba
acostumbrado.
Aquí, en esta antigua escritura sagrada, se describe el fatal
error que repite, una y otra vez, la humanidad al fallar en
reconocer a un maestro divino cuando éste aparece dentro de
ellos en el aspecto humano.
Buddha, Jesús y muchos otros antes
y después de ellos, fueron tratados por sus contemporáneos
como seres humanos ordinarios, movidos por intenciones similares
a la del resto de los humanos. Ellos fueron antagonizados
por los intereses establecidos, ya fueran religiosos o de cualquier
otro tipo, porque las doctrinas que ellos enseñaron eran
destructivas de las netas y rígidas conclusiones sobre las que
esos intereses habían sido establecidos; sus discursos y obras
llamados a instruir, a iluminar y a beneficiar, fueron siempre
interpretados como violaciones a la ley, a las costumbres y a las tradiciones y fueron frecuentemente caracterizados como de
naturaleza criminal.
Aún entre sus más inmediatos discípulos,
pudo ser encontrada la sospecha, la duda, los celos, el miedo, el
resentimiento y el interés propio, ninguno de los cuales hubiera
podido existir si es que la naturaleza real del maestro hubiera
sido comprendida. Estas condiciones impidieron una legítima
relación entre maestro y discípulo, que es tan necesaria al
último si es que él ha de beneficiarse plenamente de esa
relación. Es verdad que todos los discípulos aprendieron algo a
pesar de sus defectos, pero, es también verdad que la falta de
percepción intuitiva de la naturaleza divina de sus maestros, fue
el factor más importante en el fracaso de esos discípulos de
verdaderamente transmitir las enseñanzas que ellos habían
recibido; porque esa carencia cerró la puerta dentro de ellos
mismos a través de la cual habría de venir la iluminación
divina.
Aun el mismo Arjuna, el leal y devoto discípulo como
siempre lo fue, había fallado en percibir la naturaleza maravillosa
de su maestro. Y no fue hasta que el maestro, por su
propio poder y favor, causó que se abriera “el divino ojo” en
Arjuna, que la habilidad de ver dentro de ese plano de sustancia
fue ganada. Es lógico suponer que Arjuna había arribado, por su
inconmovible confianza y devoción constante, a ese estado de
desarrollo donde semejante ayuda era merecida.
Estaría bien que los estudiantes de Teosofía consideraran si
es que ellos no habrían hecho un error similar con Aquellos que
trajeron el mensaje de la Teosofía al mundo Occidental y, como
tal, mantuvieron cerrada la única puerta a través de la cual la
ayuda directa podía haber venido.
En la última porción del capítulo Kṛṣṇa dice: “Yo no soy
visible ni siquiera como me he mostrado a ti, ni por el estudio
de los Vedas (escrituras sagradas), ni por las mortificaciones, ni
por las limosnas que se dan, ni por los sacrificios. Yo soy sólo
alcanzable y visible y conocible, en verdad, por medio de esa
devoción que me tiene a mí sólo como el objetivo”.
Lo siguiente, que fue escrito por uno de los Maestros, puede
servir de explicación para el párrafo anterior. “Īśvara, que es el espíritu en el hombre, permanece intocado por todo problema,
obra, fruto de las obras o por los deseos, cuando una firme
posición ha sido asumida, teniendo en vista como fin alcanzar la
unión con el espíritu, a través de la concentración, Él (ese
espíritu) viene en ayuda del yo inferior y lo eleva gradualmente
a planos superiores”. Esa “firme posición” y concentración son
una y la misma cosa; ello significa la devoción de toda una
Vida, un actuar por y como el Yo de todas las cosas.
“Aquel cuyas acciones son para mí sólo, que me estima a mí
como la meta suprema, que es mi solo servidor, sin apegos a los
resultados de la acción y es libre de animosidad hacia toda
criatura, ese ciertamente viene a mí, Oh hijo de Pāṇḍu.”