Rechazamos la idea de un Dios personal o extracósmico y antropomórfico, que solo es la sombra gigantesca del hombre, y ni siquiera del mejor. Decimos y probamos que el Dios de la teología es un conjunto de contradicciones y una imposibilidad lógica. Por lo tanto, no tenemos nada que ver con él…
Cuando hablamos de la Deidad y la identificamos con la Naturaleza, haciéndola, por lo tanto, contemporánea de la misma, nos referimos a la naturaleza eterna e increada, y no a vuestro agregado de sombras pasajeras e imaginarias ilusiones.
Dejamos para los fabricantes de himnos el considerar al cielo visible, o paraíso, como el Trono de Dios, y a nuestra tierra de fango como su escabel. Nuestra Deidad no se encuentra ni en un paraíso ni en un árbol especial, edificio o montaña; está en todas partes, en cada átomo del Cosmos, tanto visible como invisible, dentro, encima y alrededor de cada átomo invisible y molécula divisible; porque ELLO es aquel misterioso poder de la evolución e involución, la potencialidad creadora, omnipresente, omnipotente y hasta omnisciente…
En una palabra, nuestra Deidad es la eterna constructora del Universo; no creando, sino evolucionando incesantemente, surgiendo el Universo de u propia esencia, sin ser creado. En su simbolismo, es una esfera sin límites, con un atributo único eternamente activo, que abarca a todos los demás atributos existentes e imaginables: ELLO MISMO.
Es la ley única dando impulso a las leyes manifestadas, eternas inmutables, dentro de esa LEY que jamás se manifiesta porque es absoluta, y que durante sus períodos de manifestación es Lo Eternamente Volviendo a Ser, el eterno Devenir.
(C. de T. ~ V.)
La idea de Dios que el hombre tiene es la luz deslumbradora que él ve reflejada en el cóncavo espejo de su propia alma, y en verdad esta imagen no es en realidad la de Dios, es sólo su reflejo. Su gloria está allí; pero lo que el hombre ve es la luz de su propio espíritu, y es todo lo más que él puede ver. Cuanto más límpido sea el espejo, más resplandeciente será la imagen divina. Pero el mundo exterior no puede permanecer presente en el mismo momento. Para el extático Yogui, para el Profeta iluminado el espíritu como el sol del mediodía; para la viciada víctima de la atracción terrena, el resplandor ha desaparecido, porque el espejo está empañado por el aliento grosero de la materia. Tales hombres reniegan de su Dios, y quisieran de un golpe privar a la Humanidad del alma.
(I. S. V. ~ Introducción).
Esta doctrina de que Dios es la inteligencia universal difundida en todas las cosas se encuentra en el fondo de todas las antiguas filosofías.
Los principios del Budismo, que nunca pueden ser mejor comprendidos que cuando se estudia la filosofía pitagórica ~ su fiel reflejo ~, derivan de esta fuente, lo mismo que la religión Brahmánica y que el primitivo Cristianismo. El proceso purificador de las transmigraciones, la metempsicosis, por más que posteriormente haya sido groseramente antropomorfizada, debe ser considerada únicamente como una doctrina suplementaria, desfigurada por los sofismas teológicos con el objeto de subyugar firmemente a los fieles por medio de una superstición popular. Ni Gotaza Buda ni Pitágoras pretendieron
enseñar literalmente esta alegoría metafísica; esotéricamente está explicada en el “Misterio” del Kounboum, y se relaciona con las peregrinaciones espirituales del alma humana. No es en la letra muerta de la sagrada literatura búddhica en donde los eruditos pueden esperar encontrar la verdadera solución de estas sutilezas metafísicas.
Estas últimas abruman el poder del pensamiento por la inconcebible profundidad de su sentido, y el investigador no está nunca más lejos de la verdad que cuando se figura estar más próximo a descubrirla.
El conocimiento de cada una de las doctrinas del asombroso sistema buddhico puede únicamente ser obtenido procediendo estrictamente según el método pitagórico y platónico, sea descendiendo de lo universal a lo particular. La clave de esto se halla en los refinados y místicos principios del influjo espiritual de vida divina. “Todo aquel que desconozca mi ley ~ dice Buddha ~ y muera en tal estado, debe volver a la tierra hasta que se convierta en un perfecto samano. Para lograr este objeto, debe destruir dentro de sí mismo la trinidad de Maya. Debe extinguir sus pasiones, unirse e identificarse con la ley (las enseñanzas de la doctrina secreta), y comprender la religión de la anihilación.”
BLAVATSKY
(I. S. V. ~ I, cap. VIII.)
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